27 enero 2013

Cap 16 Acosador




CAPÍTULO 16

UNA NOCHE LOCA

—Esto es tan tonto— Bella traía una cara de arrepentimiento que me hacía dudar. –Lo dije en broma— se quejaba.
—Ya es tarde acabamos de despegar— recliné mi asiento.
—Pero, ¿por qué me hiciste caso?— volvió a quejarse
—Lo pediste.
—Preguntaste por algo demente, Las Vegas es el lugar más idiota del mundo— sonrió, a buena hora me lo decía.
— ¿Por qué?— quise saber.
—Porque la gente va a perder su dinero— me miró como si fuera obvio.
—Perderemos un poco entonces— sonreí.
—Lo voy a anotar…—amenazó
—Y yo no pondré objeciones— confirmé.
—Creo que va a ser divertido— sonrió.
—Sí, dos locos sueltos, voy a ponerle límite a mi tarjeta—
Cuando bajamos del avión era casi la media noche.
Hicimos un recorrido a toda la ciudad, Bella parecía pegada al vidrio de la ventana, sus hermosos ojos estaban muy abiertos y miraba todo con la alegría de un niño en juguetería.
— ¿Donde quieres comenzar?
—Voy a endeudarme contigo hasta el día que muera— suspiró decidida.
—Por mí no hay inconveniente. Es una buena excusa para verte seguido— sonreí.
Bajamos en el Aladdin, era el que más le había impresionado. Tuve que abrazarla para caminar porque ella miraba el lugar embobada y no se fijaba por dónde caminaba.
Antes de empezar a gastar, me aseguré de sacar una tarjeta por sólo 2000 dólares, sabía que Bella echaría chispas después si perdíamos demasiado.
Y también me compre un celular nuevo. El mío se había quedado en la hacienda. Le llamé a Alice mientras Bella fue al baño.
—Enana, adivina quién soy— le grité.
—Ey, ingrato campechano— me respondió.
—Hola pequeño leprechaum ¿Qué hay de nuevo? ¿Te han llamado los viejos?
—Varias veces estaban en Grecia ayer. ¿Qué es ese ruido?—
—Es la televisión, anota mi nuevo número, el otro celular se descompuso— le inventé.
— ¿Cuando empiezan la cosecha?
—En un par de días.
—Ok mantenme informada, no te pierdas, Emmett ha llamado cientos de veces, dice que quiere ir a visitarte.
—La otra semana puede ir, digo... puede venir a ver la cosecha. Cuídate, te quiero mucho—
—Yo también te quiero loco— me cortó.
Alice era además de mi hermana una buena amiga, sé que me apoyaría si le pidiera ayuda pero mi padre tenía razón esto de la cosecha debe recaer en mí.
—Sé que no es mi problema pero ¿Con quién hablabas?— Bella parecía ofendida.
—Con Alice, mi hermana. Sé que cuando la conozcas se llevarán de maravilla. Ella es… muy dominante, igual que tú— sonrió ante mi comentario.
— ¿Y bien? ¿Cómo se divierte uno en este lugar?— miró hacia todas las máquinas de monedas.
—Con fichas— le señalé el lugar dónde las debíamos comprar. Tomé su mano para mantenerla a mi lado.
Dos horas después yo había perdido 100 dólares y Bella llevaba ganando 300, las máquinas parecían amarla, iba saltando entre los tragamonedas, echaba una o dos fichas y caían algunas más con cada juego. Ella brincaba como niña cuando veía su premio.
—Sí. ¡Esta es mi noche!— gritó cuando de una máquina le cayeron como 50 monedas de un tirón.
—Si sigues así me vas a pagar tu deuda y no voy a tener interés que cobrarte— le di un abrazo para felicitarla. Increíblemente me correspondió y me dio un beso en la mejilla. Me estremecí. No como en la playa, no fue mi masculinidad lo que se tensó. Fue el músculo que bombea en mi pecho el que me dio una sacudida.
Rayos, estaba empezando a sentir raro.
—Ey aquí— Bella llamó por décima vez a la repartidora de bebidas de cortesía.
—Moderación o perderás lo que has ganado— le aconsejé.
—Puedo perder la cabeza en lo que sea menos con el dinero. Jamás lo he tenido en abundancia por eso soy muy ahorradora— me sacó la lengua.
Me reí y pedí dos piñas coladas, sabía que a Bella le gustaría esa bebida, por el sabor y la presentación.
—Guau, ¿esto se toma?— abandonó su máquina y me prestó toda su atención.
—Sí. No tiene mucho alcohol será bueno para ti.
—No sé porque lo dices Edward, ni que hiciera locuras cuando bebo— soltó una risita y se sonrojó.
Entendí, otra vez estaba algo pasada de tragos.
—No claro. Soy yo el acosador— nos reímos un buen rato, parecía que le había dado un ataque porque no paraba de reírse de lo que sea.
—Nunca te he visto ebrio. Anda, muéstrame como es un acosador borracho— hizo varios pucheros.
—Si me paso de tragos no voy a responder por mis actos—amenacé.
—Yo no beberé más, lo prometo. Pero por favor, quiero verte caminar chistoso— dio un par de saltitos como los de Alice. Si, ellas se llevarían muy bien, tal vez se conviertan en buenas amigas cuando nosotros… cuando se conozcan.
—Bueno, pero sólo unas copa. Pídeme un Martini— nos acercamos a la barra, Bella pidió un trago para mí y otra piña colada para ella.
Bebí tres copas más por pedido expreso de mi berrinchuda. Aún no estaba ebrio pero reía de todo.
Creo que estaba en camino de una buena borrachera. Y con mi conciencia dormida no sería mi culpa si terminábamos enredados en alguna habitación de hotel.
—Quiero jugar en esa mesa— me tomó con mucha fuerza y corrimos hacia una mesa de Black Jack. En la segunda vez que perdió me fui con una Bella muy enojada.
—Tramposos, no me gustó ese juego, y tenía que llamarse Black— se quejaba.
—Debes aprenderte primero las reglas Bella, cuando sacas dos cartas altas te plantas…
—Prefiero las maquinitas. Vámonos a otro lugar donde tengan de otros modelos.
Caminamos por la calle riendo y corriendo. Hacía mucho calor, ya ni me acordaba donde había dejado mi equipaje.
—Me gusta esa pirámide— señaló el Luxor, otro casino elegante. Entramos directamente a los tragamonedas.
Yo estaba más que feliz viéndola jugar. Esta vez la suerte no le sonreía así que abandonó su afán pronto. Simplemente caminamos mirando los demás juegos.
— ¡Esa bolita blanca me gusta!— otra vez fui jalado ahora hacia la ruleta. Hicimos una apuesta. Bella chilló cuando la condenada bolita cayó donde ella había apostado.
— ¿quieres volver a intentarlo?—
— ¿Estás loco? La suerte nos sonríe una sola vez, hay que saber retirarse cuando se ha ganado— la tomé de la cintura y la besé.
Deliciosa, sabía a piña.
—Edward—me llamó cuando nos separamos.
—Dime
— ¿Tienes novia?— preguntó.
— ¿No y tú?— rompió a reír de forma estrepitosa. Recordé a Black entonces… bueno ya no eran novios.
—Eres tonto. ¿Por qué alguien como tú no tiene novia?— preguntó sonriendo.
—He salido con algunas chicas pero nada en serio. No lo sé, ¿a qué te refieres con alguien como yo?
—Alguien tan guapo y sexy— apoyó su cabeza en mi pecho. ¿Guapo y sexy? Vaya esto sí era una recarga a mi decaída autoestima.
— ¿Puedes responderme algo?— pedí
—Noooo— dijo todavía pegada a mi pecho.
—Por favor es de vida o muerte— me miró preocupada.
—Si claro dime—
— ¿Alguna vez me has visto el trasero?— empezó a reír pero se atoró en el proceso y terminó medio morada por falta de aire, tuve que ayudarla a que respirara bien.
—Gracias— dijo cuando se repuso.
—Sigo esperando tu respuesta.
—No hablas en serio ¿verdad?
—Absolutamente, fue una pregunta importante— le aseguré
— ¿Por qué me preguntas eso?
—No lo recuerdas pero cuando regresamos de la playa ayer me dijiste que tenía el mejor trasero que hayas visto.
— ¿En serio?— se escondió entre mis brazos. Era tan cálida, adoraba que hiciera eso. Su olor era divino.
—Sí. Lo recuerdo bien.
—Bueno. La noche que entré en tu habitación para cortar el cable de tu terma, te vi durmiendo boca abajo… y no traías nada de ropa— se tapó el rostro y movió la cabeza a los lados.
—No uso pijama— confesé
—Pervertido— sonrió.
—Oye fuiste tú la que irrumpió en mi habitación y me viste el trasero, también eres una acosadora—
—Es mi turno de preguntar Edward— exigió.
—Dispara.
— ¿Qué es lo más extraño que hayas hecho en toda tu vida?— preguntó.
—Traerte aquí— sonrió. –Lo segundo es montar una mula llamada Bella— no pude evitar decirle eso, me pegó en el brazo.
— ¿Eso es tequila? Jamás, jamás, jamás lo he bebido— miraba la barra con curiosidad.
—No es agradable— traté de disuadirla, ya estaba ebria si bebía una copa más podría violarme en medio del casino, conociendo lo pasional que es.
—No importa, solo una copita por favor— rogó.
—No—
—Después de esto prometo que aceptaré lo que digas— volvió a pedir, cómo decirle que no.
—Bueno si lo pones así—
Pedí un par de copas, sal y limón.
—Ahora señorita, va a aprender a beber el tequila como es debido. Pon la sal en tu mano… así—le indique el modo adecuado. –Ahora lamela— me obedeció. –Tómate el tequila de golpe— se lo tomó y puso una cara graciosa. –El limón, abre la boca Bella— se lo exprimí en los labios que me moría por volver a probar.
—Fantástico. Ahora tu— dijo cuando dejó de hacer muecas.
—No. El tequila me hace daño
— ¿Te cae mal?
—Sí. Me afecta el cerebro.
—Anda yo tomé una copa.
—Bien no respondo después— tomé mi vasito y lo miré dudoso.
Y eso fue lo último que recuerdo con total lucidez.
.
Desperté con la cabeza a punto de estallarme. El teléfono celular no paraba de sonar. Me arrastré hasta llegar a la mesita de noche. Lo abrí.
— ¿Sí?
— ¿Edward, dónde estás?—la voz de Carlisle retumbó en mi cabeza.
— ¿Papá?— traté de sonar casual.
—Edward, confié en ti ¿por qué? ¡Cómo me haces esto!— Carlisle estaba gritándome.
—Lo siento. Tuve un imprevisto
— ¿Estas borracho? No sé cómo pude encargarte algo tan importante…
—No estoy borracho, sólo me duele la cabeza— y de una forma espantosa debería agregar.
—Tienes resaca. No voy a preguntar porque te fuiste ni donde estas pero debes regresar a la hacienda hoy. Charle Swan me llamó para decirme que tiene a toda la gente lista y las maquinas… pero todo está parado porque tu desapareciste.
—Está bien, volveré hoy.
—Tal vez a ti no te importe mucho Edward pero en esta cosecha está el esfuerzo de un año completo. Tu madre y yo hemos decidido regresar antes…
—No es necesario.
—Claro que sí, llegaremos en unos días. Por favor, esta noche es la luna nueva, te necesito allí.
—Creí que era el jueves…
—Es el jueves en la madrugada, hoy el miércoles Edward. Deben empezar esta noche, además hay problemas
— ¿Problemas?
—Hay amenaza de helada. La temperatura bajó en estos días. Por favor Edward si en algo nos estimas regresa ahora mismo a la hacienda— la línea se cortó o mi padre me tiró el teléfono, de cualquier manera lo agradecí. Me sentía mal física y moralmente.
— ¿Edward? –alguien se removió a mi lado. Estaba en una cama, medio desnudo con Bella a mi lado.
La miré preocupado. Por Dios yo le había dicho que "no" con el tequila y ella "no" me hizo caso. Maldición tanto cuidarla para terminar haciéndolo completamente borrachos.
—Tengo nauseas— Bella se levantó envuelta en una sábana y corrió buscando el baño. No podía estar emb… hay Edward deja de pensar estupideces, si es que tuvieron sexo no tendría síntomas tan pronto. — ¿en verdad lo hicimos? Imbécil y ni siquiera podía recordarlo.
Yo también tenía nauseas. Debía ser el tequila. Me llevé la mano a la boca y me sorprendí de encontrar un anillo allí.
Un grito me asustó y corrí al baño. Bella estaba sentada en la taza y volvió a gritar en cuanto me vio
— ¡Salte estoy ocupada!— me aventó el rollo de papel sanitario.
—Gritaste— me giré hacia la puerta pero no salí
—Acabo de recordar algo Edward— jaló la cadena y pasó a mi lado empujándome.
La seguí. Se detuvo ante su mesita de noche, tomó un papel, y se sentó en el piso—
— ¿Qué hicimos Edward?— parecía asustada. No podía decirle simplemente "siento haberme robado tu virginidad pero siento más no acordarme"
—Mira Bella, creo que fue el licor, te advertí que debías mantenerte sobria…
— ¡Esto es terrible!— ¿tan malo había sido tan malo en la cama? Allí iba mi autoestima otra ven en picada.
Algunas lágrimas cayeron por sus mejillas y realmente me asusté. Ella no podía estar llorando.
— ¿Qué es eso?— me senté a su lado y me quedé mudo. El título que venía en esa hoja era para morirse. "Acta Matrimonial".

Cap 15 Acosador




CAPÍTULO 15

UN ACOSADOR CON CONCIENCIA

Caminé hasta la orilla con ella aún prendida a mi cuerpo. La deposité con suavidad en la arena sin dejar de besarla, el aire me faltaba pero sus labios con sabor a mar eran un afrodisiaco. Había fantaseado tanto con besarla de esta forma. Mi lengua penetró en su boca, cuando Bella soltó un gemido me dejé caer sobre ella, al menos la parte baja de mi cuerpo.
Si tan sólo se hubiera puesto uno de los vestidos que le compré esto sería más fácil. Pero no, la niña llevaba unos jeans apretados, muy difíciles de vencer.
Nuestras caderas se rozaron y sentí toda una corriente bajando por mi columna. Esta prometía ser una noche lujuriosa.
¿Qué diría ella mañana? ¿Se arrepentiría? Yo estoy sobrio, y por supuesto que no tendría ni un gramo de remordimiento. Quise hacerla mía desde que la vi en aquel río.
¿Me echaría de su vida después?
Sentí sus piernas cerrarse en mi espalda y tuve que separar nuestras bocas un instante. Me faltaba el aire.
Bella se veía tan entregada, tan dispuesta a todo que me sentí avergonzado.
Sí, yo, el acosador estaba a punto de obtener mi premio pero esto era hacer trampa.
Tan concentrado estaba en mis meditaciones sexuales que no me di cuenta cuando Bella tomó el mando. Rodó hasta quedar sobre mí. Se veía endemoniadamente sensual allí arriba.
Se sentó sobre mi estómago y de un solo movimiento se quitó el top. Sus pechos quedaron al descubierto y literalmente babeé. Era perfecta, hasta cierto punto voluptuosa.
Pero… ¿yo quería que fuera así la primera vez?
Ok, es excitante al aire libre, Bella es un volcán de pasión, estoy a punto de reventar mis pantalones… pero… maldita sea hay un pero y no es mi conciencia.
Todo me grita "hazla tuya" mi arma está lista, la víctima se ofrece en sacrificio.
Pero está ebria.
No está en completo uso de su conciencia. No se está entregando a mí, es sólo un deseo carnal.
Volvió a besarme con tanta pasión que creí que no podría resistirme.
—Bella—la llamé entre beso y beso.
—Mmmm— es todo lo que obtuve. Por todas las almas del purgatorio ¡qué mujer más tentadora!
—Bella detente— la tomé delicadamente de sus hombros.
Tenía los ojos cerrados y se restregaba contra mi dolorosa erección. –Bella, mírame— le pedí.
A regañadientes abrió los ojos, eran hermosos. Jamás me olvidaría de este día y esta playa. Y sobre todo de ella con los pechos al aire.
— ¿Quién soy yo?— le pregunté para saber si al menos me reconocía.
—Edward Cullen, el trasero más hermoso que he visto— sonrió. ¿Cuándo había visto mi trasero?
— ¿Qué vamos a hacer?— volvió a besarme.
—El amor— sonreí al escuchar eso. Aún en su inconsciencia ella pensaba en el acto sexual como amor. Pero ella no me amaba, apenas había dejado de odiarme por ser un niño rico y engreído.
— ¿Podemos hacer esto dentro de la casa?— no la estaba rechazando, eso sería una idiotez. Sólo quería que se le pasara el efecto del licor, si quería hacerlo sobria por mí no habría inconveniente.
—Sí. Tengo frío— dijo encogiéndose y tapando su pecho. Tomé su top de la arena y se lo di. Luego me levanté con cuidado y la tomé en brazos. Caminé hacia la casa despacio, mientras ella se acurrucaba en mí. Era una sensación agradable y tibia verla así. Tenía un incontrolable deseo de protegerla, de cuidar de ella.
Para cuando llegué a la casa Bella estaba dormida. La llevé a su cama de niña, era del tamaño de una normal sólo que en bonitos tonos rosas. Después de sacarle la ropa mientras cantaba una canción religiosa, para no excitarme de nuevo, la envolví con una manta y le sequé el cabello con una toalla.
Me di un baño y luego me acosté a su lado. Estuve mucho rato despierto, sólo mirando su rostro y sus respiraciones acompasadas. Le di un beso en la frente y me uní a ella en el mundo de los sueños.
.
— ¡Pervertido! ¡Abusador! ¡Aprovechado!— su dulce voz me despertó, además de muchos almohadazos.
— ¿Qué te pasa?— me incorporé pero caí otra vez porque me dio con un cojín en la cara.
—Te aprovechaste que estaba bebida, eres un cerdo— gritó furiosa. ¿Yo aprovecharme? Si fue ella la que casi me viola.
—No pasó nada— me levanté de la cama para buscar mi camisa.
— ¿cómo que no? Estoy desnuda— se había envuelto en una sábana.
—Te quité la ropa mojada para que no te resfriaras—
—Pero yo recuerdo… — sus mejillas se tiñeron furiosamente de rojo. Y la se llevó la almohada que tenía hacia su rostro. ¿Habrá recordado lo mismo que yo?
—Parece que te gusta desvestirte cuando tomas— me burlé un poco.
—Idiota— dijo avergonzada.
—Vamos Bella. Ahora somos amigos, no iba a permitir que hiciéramos algo de lo que te arrepentirías. Hice bien— y fue la prueba más grande que he tenido en toda mi acosadora vida.
—Creí que… es que me siento extraña. Tengo comezón y me duele— juntó sus piernas.
—Debes tener arena no te bañaste. ¿Porqué no tomas una ducha?— le sugerí.
Se levantó sin decir nada.
Media hora después regresó con uno de los vestidos que le había comprado.
La pobre no tenía más ropa, no le quedó otra opción. Yo tenía el desayuno listo.
— ¿Tienes hambre?— le hice señas para que se sentara conmigo.
—Edward, yo, no sé que me pasó…— ¿Bella Swan estaba avergonzada? Podría usar esto en mi beneficio pero no sería divertido ahora burlarme.
—Estabas ebria Bella, todos hacemos locuras cuando bebemos. A veces no es con mala intención— traté de sonar comprensivo.
—Gracias— no sabía exactamente qué me agradecía, darle una excusa o no haberme aprovechado.
—Olvídalo y come un poco— no dijo nada más, de hecho era raro que estuviera tan callada.
— ¿Cuándo te vas?— preguntó al terminar su café.
—Mañana por la tarde. Hace rato llamé a la aerolínea y reservé— le sonreí para alegrarla pero no se veía feliz.
—Que bueno, así llegarás con tiempo para la cosecha— masculló.
Pasamos el resto del día acomodando cosas y echando a la basura lo que no servía.
Encontré un álbum familiar y lo revisé. Era de Bella, había fotos desde su nacimiento, sus primeros pasos, el primer día de escuela. Muchas con su madre en la casa y en la playa. Su padre aparecía poco. Debía ser él quien las tomaba. Pero el álbum terminaba abruptamente. Debió ser por la muerte de la señora Swan.
Esa noche dormí en otra habitación. Bella estaba muy callada y no había dado pleito en todo el día.
.
Al día siguiente vinieron de una compañía inmobiliaria a ofrecerle a Bella comprarle la casa. Pero ella los echó sin siquiera oír las ofertas. Con mi ojo de inversionista me di cuenta que su propiedad valía mucho. Muy cerca empezaba la zona residencial.
— ¿No pueden obligarme verdad?— preguntó cuando ya no pudo contenerse.
—No. No te pueden obligar a vender. Tal vez te ofrezcan ventajosos tratos pero no pueden coaccionarte. Tranquila, si tiene algún problema me avisas, conozco un buen abogado— le aseguré. Le recomendaría al novio de mi hermana. Jasper Hale era el mejor de todos. Por cierto, ni siquiera había llamado a mis amigos, ni a Alice.
—Gracias Edward. Tengo que ir a ver un posible empleo ¿podrías llevarme en tu coche? No sé qué autobús me lleve al centro— pidió.
—Claro, no es problema.
Me dio gusto verla entrar en aquella librería y más gusto sentí cuando salió con una radiante sonrisa.
—Empiezo el mes que viene, están en inventario—subió al auto con los mismos ojos iluminados que cuando llegamos.
—Felicitaciones. Pero eso es casi en un mes. Vas a necesitar dinero, tal vez podrías sacar esa libreta y anotar unos 1000 dólares más en nuestra cuenta— le sugerí.
—No. Es demasiado. Acepto 300, mañana buscaré algo que hacer por este mes—
Regresamos a casa para hacer mi pequeño equipaje.
Cuando salí a despedirme vi dos copas servidas. La otra botella de champaña. Bella tenía mala borrachera no debería tomar.
—Es para despedirnos, solo una copa— me ofreció.
—Bien. Me agradó mucho acompañarte a que regresaras a tu casa. Espero que seas muy feliz aquí Bella. Le diré a Charlie que estás bien—
—Me ayudaste mucho y estoy agradecida. Te enviaré tu dinero apenas pueda— levantó su copa y la bebió. Yo apenas le di un sorbo, tenía que manejar y entregar el auto.
—No necesito ese dinero pero si tan empeñada estás en pagarme que sea cuando puedas y olvida el interés— le sonreí.
—Eres un buen chico Cullen, lástima que lo descubrí tan tarde— se mordió el labio inferior y no pude evitar recordar lo delicioso que se sentía besarla.
—Gracias, tú también eres buena muy pero muy en el fondo— me burlé.
—Quiero acompañarte al aeropuerto— dijo tímidamente. Que tal cambio.
—Pero no tendrás como regresar, no tienes licencia para rentarte un auto—
—No importa. Por favor— la miré con recelo ¿Bella sabía pedir por favor? Bueno, creo que la fiera estaba domada. O al menos tranquilizada. Soy algo así como el encantador de fieras.
Devolví el auto en el aeropuerto y nos dirigimos hacia la sala de embarque. Bella seguía callada.
—Edward… voy a extrañarte. No voy a tener a quien molestar— sonrió.
—Con lo feliz que me hacías cuando me golpeabas— le señalé mi cicatriz en la cabeza, ella sonrió. Me abrazó tan fuerte que me quitó el aire, yo también iba a extrañar tanto a mi berrinchuda, sobre todo porque no pudimos culminar lo de la playa. Alguna vez, quizás… podría volver cuando acabara la cosecha. Invitarla a salir, cortejarla… Y quizás si ella me acepte, podría intentar quedarme más tiempo a su lado.
—No te vayas— escuché muy bajito.
—Sólo pídelo— contesté nervioso.
—Es que…
—Dime Bella… si pudieras hacer alguna locura en este momento. Algo descabellado y completamente demente ¿Qué sería?— pregunté.
—Pasarme una noche apostando en Las Vegas— sonrió.
Pensé que diría "Hacerte el amor en el baño" o "Irme contigo a la China"
¿Las Vegas descabellado? … quizás para alguien que nunca ha estado allí. Sólo es arena y mucha vida nocturna.
—Hecho— La tomé de la mano y prácticamente la arrastré a la aerolínea.

Cap 14 Acosador




CAPÍTULO 14

HACIENDO LAS PASES

Escuchamos pasos en la puerta, era una anciana con un bate de béisbol.
— ¿Quiénes son ustedes?, salgan de aquí o llamaré a la policía— nos gritó.
—Señora Dwyer ¿Es usted?— Bella se acercó pero la anciana no bajaba su arma. Me adelanté para defenderla en caso de ser necesario.
—Sí. ¿Quién eres tu jovencita?— preguntó.
—Soy Bella ¿no me recuerda?— la anciana se acomodó sus anteojos y bajó del bate.
— ¿Bella? ¿La pequeña Bells? Oh, niña, mira que grande estás— se abrazaron.
—Sí, soy yo, he regresado— una genuina sonrisa se formó en su rostro, ya me estaba acostumbrando a verla sonreír, si tuviera una cámara fotográfica la usaría en este momento.
—Cuanto tiempo ha pasado. Intenté comunicarme con tu padre por lo de los avisos de embargo pero nunca me contestó.
—Vivimos muy lejos— se excusó Bella.
— ¿Has venido para quedarte?
—No lo sé aún, tal vez— contestó titubeando. Era un hermoso lugar. Yo me quedaría.
— ¿Y este chico tan apuesto? — me miró la ancianita. Que buen gusto tenía.
—Es... mi esposo— le respondió Bella. Me quedé de una pieza. ¿Su esposo? ¿Que no era soltera por voluntad propia?
—Mucho gusto Edward Cullen— saludé a la señora todavía aturdido.
—Oh vaya. Has vuelto casada. Ojalá se queden, voy a preparar la cena, vengan a casa para comer por favor. Mi Phil murió hace dos años y mis hijos se fueron. No tengo a nadie, vengan a visitarme—casi nos rogó, no nos podíamos negar.
—Allí estaremos— le aseguré. "Mi linda y dulce esposa y yo", pensé.
Vimos a la mujer irse muy feliz.
— ¿Allí estaremos?— me increpó Bella.
—Soy tu esposo, lo olvidas— me burlé.
—Es que esa señora es muy puritana. Y si pasamos la noche aquí ¿qué va a pensar?— se hizo la desentendida.
—Pues podría dormir en el patio, así pensaría que soy tu mascota— me burle.
—No me des ideas Cullen— trató de enfadarse pero no pudo, el clima de Florida le sentaba muy bien.
El resto del día la pasamos limpiando. Llamamos al servicio de agua y electricidad, quedaron en venir mañana a reconectarlos.
Terminamos sucios y sudados.
—Apesto Bella, creo que iré a darme un baño a mar— le reproché mostrándole las manchas en mi costosa camisa que aún no había podido cambiarme
—Gracias por ayudarme— se acercó un poco.
—En realidad tenía deseos de sentarme y verte trabajar pero me habría aburrido— me burlé. –Además con lo mal que te caigo me habrías golpeado como a un esclavo— me quejé.
—Edward, no te odio— me dijo algo triste.
— ¿Por qué siempre me has tratado mal?— pregunté.
—No eres tú… es lo que representas…
—No entiendo, en verdad no entiendo— tomé su brazo para sentarnos.
—A mi mamá la atropelló un tipo ebrio. Era un joven, un riquillo engreído, con unos padres que pagaron porque no vaya a la cárcel— su rostro entristeció, el sol casi se ocultaba sus cabellos destellaban un color rojizo muy hermoso.
— ¿Qué tiene eso que ver conmigo?— pregunté interesado en esa historia triste.
—Siempre he odiado a los niños consentidos que se creen mucho.
—Pero yo… bueno, si soy algo engreído pero nunca manejo tomado— me defendí.
—Después del accidente a mi padre lo echaron de la policía por reclamar y tratar de arrestarlo. Fue entonces que tu padre le ofreció irnos a la hacienda. Yo no quería irme pero papá estaba muy triste y creí que si cambiábamos de lugar tal vez se recuperaría. Se ha dedicado a trabajar desde entonces y nunca hablamos de mamá. Él vive con los demás trabajadores mientras que yo vivo con May en la casa grande— suspiró.
—Por eso pudiste echar a perder mi terma y hacerme comer huevos malogrados— me quejé.
—Lo siento. También puse excremento de gallina en tu almohada pero creo que no te diste cuenta—se rió. Me toqué el cabello instintivamente, ese era mi sex—appeal, todos decían que tenía un cabello hermoso. Bueno Todas.
—Eres maquiavélica— la acusé.
—Desde que te vi me caíste como un saco de plomo, pero porque eras un niño rico. Lo lamento— ¿era mi imaginación o Isabella berrinchuda Swan se estaba disculpando?
—Yo también lamento haber sido tan estúpido… pero sabes, en el río, no lamento haberte conocido así— me miró muy feo. –Te veías… como una ninfa… me quedé idiota— esa era la completa y absoluta verdad. De lo único que tenía culpa es de perder la razón al conocerla.
—Traías la boca abierta, hasta te atiné con una piedra y no te movías— se burló.
—Es que… estabas muy hermosa— confesé.
—Bueno tengo hambre, creo que iremos a la casa de la señora Dwyer a ver si nos deja tomar una ducha— se levantó de inmediato cortando la conversación. Bueno, no le estaba declarando amor eterno, ni haciéndole ninguna propuesta, sólo aceptando lo hermosa y sexy que me parecía.
.
—Tu casa debe estar muy sucia Bella, ¿Porqué no duermen aquí?— dijo muy feliz la señora después de habernos ofrecido una deliciosa cena.
—Pues, todavía está llena de polvo, creo que mañana terminaremos de limpiar— dudó la berrinchuda.
—Quédense así me harán compañía— dijo la anciana.
Ambos nos miramos. Era dormir sobre el polvo o aquí ¿juntos?
—Está bien. Gracias— aceptó Bella.
Terminamos de recoger los servicios y la vecina nos llevó a nuestra habitación. Tenía una cama grande y una gran ventana con vista al mar.
—Me gusta el lado izquierdo— dije acomodándome cuando estuvimos solos.
—Tú vas en el suelo— me ordenó la fiera.
— ¿Perdón? ¿Así le hablas a tu esposo?— me burlé.
—Fue solo una mentirilla, no vamos a dormir juntos—
—Si quieres dormir en la alfombra por mí no hay problema— giré mi rostro ofendido.
—Yo voy en la cama— saltó a mi lado.
—Yo tengo ese privilegio— volví a asegurarle.
— ¿Quien dice?— allí estaba otra vez esa mirada peleonera.
—Un hombre al que le debes 3000 dólares— me reí metiéndome entre las cobijas.
Bella sólo zapateó, pero no se atrevió a replicarme. Hasta que por fin el genio Edward Cullen pudo silenciar a la fiera. Esperé un rato pero Bella no volvió a decir nada.
Me levanté a ver dónde estaba. La encontré sobre la mullida alfombra dormitando. Estaba muy cansada, el viaje, todo el trabajo en su casa… me sentí un miserable por haber hecho que se durmiera en el piso.
La tomé en brazos y la llevé a la cama. Por mi seguridad la envolví en una cobija como un gusano de seda, así si tenía un sueño húmedo conmigo no podría hacerle nada. Con las ganas que le tenía.
.
Venía manejando por una gran avenida en un auto rentado y con muchas, muchas cosas. Había ido a la lavandería llevando sábanas, cortinas y algunas ropas. Aproveché para comprarme algo más que usar y un par de vestidos para Bella. Aunque me los rechace, no iba a dejar que siga usando lo mismo.
Tenía el asiento trasero lleno de comestibles, Bella me había dado una lista enorme e insistió en que lo anote a su cuenta. Ya sumaban más de 4000 dólares que con gusto cobraría "en especies" pero no creo que ella esté dispuesta.
Y llevaba un par de botellas de champaña, para la reinauguración de la casa.
—Faltan unas flores— Bella miraba la sala desde distintos ángulos.
Mentalmente me di un beso por ser tan previsor. Fui por el pequeño ramo que compré en la calle.
—Para ti— se las di. Por un segundo creí que saltaría sobre mí, caeríamos al piso y haríamos el amor para la reinauguración.
—Gracias— fue todo lo que conseguí. Para otra vez será.
¿Me pregunto cuánto tiempo más me dejará quedarme a su lado? Sinceramente esperaba a que en algún momento volviera a ser ella y me echara a patadas por algún comentario mío o una locura suya. Llevábamos más de 24 horas sin pelear. Todo un record.
—Para celebrar he traído pizza y champaña, eso por favor no lo anotes ¿Si?— me parecía una ridiculez que cada cosa que comprara tuviera que ser anotada en un cuaderno, centavo por centavo.
—Bueno. Lo tomaré como un donativo. Pero no te acostumbres, cuando trabaje te lo pagaré todo— fue por unos platos.
Comimos mientras hablábamos de la hacienda, yo había vivido muchos años sin interesarme en el negocio familiar y ella parecía conocerlo muy bien.
—Lo único que te debe preocupar es la helada. El resto es pan comido— ni siquiera le entendía.
— ¿La helada?— pregunté.
—Estamos en otoño, a veces la temperatura desciende mucho, entonces se debe encender hogueras para alejar el aire frío que vine del norte. Si la helada ataca a las uvas, las seca y entonces no habrá vino Cullen cosecha 2010. Eso sería una catástrofe. Sólo una vez vi a tu padre correr por todo el viñedo prendiendo fuego hasta sus muebles— ¿Dónde habría estado yo que ni me enteré? Debió haber sido cuando que me dijo que habían sucedido imprevistos.
— ¿En serio? ¿Quemó todo?— pregunté asustado.
—No podíamos permitir que la helada malograra la producción. Tal vez para ti sea sólo una mala cosecha pero para los que trabajan allí es todo un año de restricciones. Sin la vendimia no habría vino, no se vendería a todo el país y no cobrarían un buen sueldo. Tu padre es un hombre bueno y justo. Pero sin cosecha no podría pagarles a todos, tendría que despedir a la mitad de la gente— hasta ahora no sabía lo importante que era la hacienda no sólo para pagar parte de mis gastos y mi educación. Sino porque de eso dependía la seguridad de muchas personas que conocía y con quienes había bromeado. Bueno, no todos me caían bien, Jacob por ejemplo, no estaba en mi lista de personas favoritas. Pero el pequeño Seth, Quil, Embry, Sam, Garrett… todos ellos eran una especie de amigos.
—Está deliciosa, mi paladar se acostumbró solo al vino Cullen, pero esta champaña es mucho mejor— sonrió bebiendo otra copa.
— ¿En serio, mejor que el vino Cullen?— hice puchero.
—Sí. Está helada y burbujea, me gusta.
Si, debía aceptarlo, estaba muy buena, la champaña y la chica frente a mí. Iban empatadas… sólo porque la champaña no me rechazaba.
Dos horas después el sol se ponía, quise salir a caminar o terminaría bebiéndome la otra botella.
—Bella, vamos a nadar a la playa— le ofrecí mi mano y aceptó sin rechistar.
Trastabilló antes de salir, eso quería decir que estaba ebria… ¿o había sido mi magnetismo animal?
Llegamos tomados de la mano hasta la orilla. Mientras me quitaba los zapatos Bella corría por la orilla, se veía tan feliz. Ojalá pudiera mantener su sonrisa eternamente.
—Ey chico rico, ven… ¿sabes nadar?— parece que el viento empeoró su estado, sí que estaba ebria.
—Claro que sé nadar, aprendí en las mejores piscinas del país— le aseguré alcanzándola.
—No hay nada como nadar en el mar— gritó y se lanzó al agua. Al salir a flote la ropa se le pegó al cuerpo, traté de buscar otra cosa que mirar.
—Pensé que te gustaba hacerlo en el río— quise bromear pero retrocedí cuando la vi venir hacia mí empapada y muy seria.
Esperaba un golpe o al menos un empujón. Pero no. Ella se empinó y me atrajo hacia su boca con tal fuerza que caímos al agua. Estaba fría pero no lo suficiente para apagarme. La tomé en brazos mientras seguía con aquel beso que ella misma había iniciado. No sería yo el que lo termine.

Cap 13 Acosador




CAPÍTULO 13

DE REGRESO A CASA

Le abrí la puerta del auto. Sin decir nada manejé hasta encontrar la carretera y me aseguré de no parar hasta estar a unos 20 kilómetros por lo menos de allí. Me estacioné en medio de la nada.
Tenía que preguntarle que quería hacer ahora y a donde pensaba ir. No parecía tener intenciones de querer volver a la hacienda.
—No te detengas, continúa— su voz ya no era fuerte, ni desafiante. Estaba hecha un ovillo en el asiento. –Por favor, no pares, sigue por esa carretera— me fijé en su húmedo rostro.
Sentí tanta ternura, quería abrazarla y asegurarle que la llevaría a donde me pidiera.
—Está bien. ¿A dónde quieres ir? Solo dilo— la atraje hacia mí, milagrosamente no opuso resistencia.
—Odio a todos los hombres— dijo sollozando.
—Eso no es cierto… al menos no odias a Charlie— pasé mi brazo por su hombro y la recosté a mi pecho.
—A todos los demás sí. ¿Por qué no pueden mantenerse sobrios o porque no pueden mantener sus bolas tranquilas?— Tuve que esforzarme por no reírme.
Bella siempre salía con cada comentario.
—Sé a qué te refieres. Y creo que un hombre podría mantenerse sin licor y sin buscar sexo por allí, cuando encuentra a la mujer adecuada— le susurré.
—No es cierto… eso se llama matrimonio y no sirve— me refutó. Tenía razón, ella había terminado con uno hace poco.
—Algunos matrimonios no funcionan. Otros sí. Mis padres se aman aún ahora con 25 años de casados— hablé con calma, me estaba haciendo fácil mantener esta conversación y no quería echarlo a perder.
—Ellos son el uno para el otro. Qué envidia— suspiró.
—Sí que lo son— pensé en ellos, en lo bien que se llevaban. Si alguna vez pelearon fue a puertas cerradas porque yo nunca vi una sola discusión. Parecían entenderse con sólo mirarse.
—Yo tengo la culpa— dijo Bella y no le entendí.
— ¿Se puede saber de qué?— pregunté.
—Yo apuré todo. No quise esperar para casarme, tengo 21 años y estaba cansada de mi vida. Papá siempre me decía que el año que viene me enviaría a estudiar a la ciudad. Y no lo hacía. Jake me prometió que nos iríamos de la hacienda si me casaba con él— suspiró.
— ¿Sólo querías salir de allí?— hizo un gesto afirmativo y deposité un beso en su cabeza. No se molestó. – ¿Por qué no te fuiste entonces?— hubiera sido tan fácil que se marchara sin casarse.
—No tengo dónde ir. Y no conozco el camino de vuelta a casa— la abracé con más fuerza porque su voz se quebró y ya no pudo seguir conteniendo las lágrimas. ¿Su casa? ¿Jacksonville?
— ¿Nunca regresaste en todos estos años?— pregunté.
—Papá no quería. Si tan sólo supiera dónde está o tuviera dinero para irme, hace tiempo me habría largado de aquí— seguía llorando.
— ¿No recuerdas nada?
—Era muy bonita, mi mamá plantaba flores. Se veía la playa desde el patio. Todas las tardes nos sentábamos en las perezosas a tomar el sol… el único nombre que recuerdo es Ponte Vedra…— siguió llorando y la acurruqué.
—Creo que debemos irnos. Tu padre saldrá a buscarte cuando se entere de todo— se tensó y miró hacia atrás.
—No quiero volver— dijo asustada. Y yo no lo permitiría.
—Abróchate el cinturón que vas a ver cómo conduce Edward Cullen— le sonreí.
Por una vez en su vida me hizo caso. Hasta creí ver una pequeña sonrisa.
.
Dos horas después, llegábamos al aeropuerto de Port Ángeles, ella estaba completamente dormida.
—Bella. Bella, debemos bajarnos— prácticamente tuve que cargarla para sacarla de allí.
La acomodé en uno de los asientos de espera y fui a comprar dos pasajes para Florida.
Tuve suerte y encontré un vuelo que salía esa misma madrugada. Ella ni se dio cuenta cuando entramos al avión, tenía un sueño pesado. La acomodé junto a mí y me recosté también hacia su lado, buscando el contacto con su cálido cuerpo. Olía tan bien. Como a fresas silvestres. Estuve mucho rato mirándola dormir, parecía tranquila y tan dulce. Obviamente cuando estaba despierta esa vulnerabilidad desaparecía por completo.
Desperté cuando anunciaron que aterrizaríamos. Eran más de las 9 de la mañana. Bella todavía dormía recargada a mí.
Empezó a moverse y a estirar los brazos. No quise perderme cuando abriera los ojos.
—Hola— dijo todavía adormilada.
—Buen día señorita Swan— me burlé por lo de su des casamiento.
— ¿Qué tienen de buenos?— dijo molesta… allí iba otra vez con su mal humor.
— ¿Por qué no miras por la ventana? A lo mejor descubres que el día te tiene muchas cosas buenas reservadas— sonreí. Hizo un gesto suyo muy típico, como de desprecio. Solté una carcajada. Ella era… única.
—Por Dios ¿dónde estamos? Creí que seguía en tu auto— miró hacia todos lados sorprendida por los asientos.
—Hace horas bajamos de mi auto. Mira por la ventana— le sugerí.
Corrió la pequeña persiana y se quedó boquiabierta.
Había un sol radiante afuera y a la derecha estaba el mar en todo su esplendor, de un azul tan intenso que daban ganas de llegar cuanto antes.
El avión empezaba a descender, Bella se sobresaltó.
— ¿Dónde estamos?— preguntó agitada.
—En casa— susurré a su oído.
.
Descendimos del avión Bella traía una sonrisa tan radiante que me hacía sonreír a mí también. Ya no parecía aquella niña berrinchuda que conocí, la que se encendía como pólvora a la menor provocación.
—Ya estamos aquí— dije mirando la calle.
—Gracias— sonrió.
—Oye… ¿ya estoy perdonado?— pregunté.
Instintivamente me toqué la cabeza, el golpe aún dolía pero al menos ya me había limpiado y echado un desinfectante en el avión.
—Creo que sí. No me arrepiento de haberte hecho eso— dijo señalando mi herida.
— ¿Tampoco te arrepientes de casi estrangularme?
—Te lo merecías— giró su cabeza pero no estaba molesta.
—Te aseguro que no. Quizás fui un idiota por irrumpir así pero puedo asegurarte que participaste también— me miró furiosa. –Bella. Paz. No tengo banderita blanca pero quiero paz. Hemos venido a buscar tu casa y creo que podemos ayudarnos ¿no crees?— hice nota mental de no volver a recordarle por nada del mundo lo de su noche de bodas... que por cierto la había pasado conmigo. Qué extraño me sentí.
—Siempre y cuando no vuelvas a mencionar aquello, puedo intentar… controlarme— sonrió.
—Bien. Vamos a hacer esto apropiadamente. Hola Soy Edward Cullen, mucho gusto señorita— le tendí mi mano en señal de amistad.
—Bella… Swan— sonrió feliz de decir su apellido.
—Bien Bella, me han dicho que Jacksonville es un hermoso lugar… ¿quieres que lo conozcamos?— volvió a sonreír. Íbamos por buen camino.
—Como diga señor Cullen— salimos y buscamos un taxi.
— ¿Conoce Ponte Vedra?— pregunté esperanzado al taxista.
— ¿Bromea? ¿Pero a qué lugar exactamente?, está la playa, el boulevard, el centro recreacional, el campo de golf, el lago, la avenida… todos se llaman Ponte Vedra— dudé un poco.
—Queremos recorrer toda la avenida Ponte Vedra por favor—subimos en el asiento trasero.
Me agradaba observar esa sonrisa en labios de Bella… sus labios eran tan sensuales… me pregunto cómo se sentiría…
Basta Edward, estás aquí para ayudarla a encontrar su casa. También la ayudarás a que pueda quedarse si es lo que desea. Pero debes volver a la hacienda. Es vital, la cosecha no puede iniciar sin mí.
— ¿Recuerdas algo en especial? Tu casa quedaba cerca de algún lugar grande, no sé un hospital, un museo, un monumento— le pregunté.
—Había un hospital cerca, cada vez que yo me lastimaba mamá me llevaba en brazos— parecía empeñada en recordar.
— ¿Conoce algún hospital en este lugar?— le pregunté.
—Claro, hay más de 20, sólo en el centro. Pero si lo que buscan es una familia en especial mejor van directo al ayuntamiento municipal. Allí pueden preguntar y pedir la dirección— por fin un lugar dónde comenzar a buscar.
—Llévenos allí por favor— pedí.
Después de un tiempo el hombre estacionó en un lugar abierto y con jardines. Bella parecía nerviosa.
— ¿Te sucede algo?
—Recuerdo este lugar, muy vagamente pero ya he estado aquí antes—
Entramos y preguntamos. Nos dieron cita para esa tarde con un funcionario público. Así que fuimos a comer algo para poder hacer hora. Nos sentamos en un restaurante italiano con vista al mar.
—Es muy hermoso— dije mirando la playa
—Tal y como lo recuerdo— sonrió.
—Bella ¿Que harás cuando encuentres tu casa? ¿Te quedarás aquí? ¿Volverás a la hacienda a aclarar todo? Tu padre debe estar preocupado, creo… que deberías llamarle.
—No, el entiende.
— ¿Pero si no le dan una buena versión de los hechos?
—Jake no va a mentir. Además todos los chicos deben saber lo de esa perra— lo decía fingiendo estar molesta pero sonrió.
—Sí. Bueno yo me enteré por ellos— me miró analizándome.
—Son tan unidos que no pueden guardarse los secretos hasta parecen que tuvieran mente común y que compartieran sus pensamientos— sonrió.
—Entonces…
—Quiero quedarme aquí, un tiempo. Te agradezco que me ayudaras a llegar, cuando consiga un trabajo te enviaré a la hacienda el reembolso del pasaje y todos los gastos que te ocasioné—
—No es necesario
—Pero quiero hacerlo, no necesito deberte nada—
— ¿Bella porque me odias? Digo… porque siempre me tratas tan mal, yo lamento mucho habernos conocido en esas circunstancias, en serio y si de algo sirve te presento mi más humilde disculpa por haberte visto en el río—
—No es por eso… bueno cuando supe que habías sido tu, creo que te puse en la cabeza de mi lista negra— sonrió.
— ¿Tienes una lista negra?
—Sí. Con las cosas que odio y contra las que peleo—
— ¿Tan mal de caigo?
—Hablaremos de eso luego. ¿Sí? Creo que es hora de ir a esa cita—
Salimos de allí, esperamos un rato y nos recibieron en un despacho.
—Buenas tardes— saludé.
—Que tal. ¿Son ustedes los que pidieron información sobre las propiedades de Charlie Swan?— preguntó.
—Sí. Soy Isabella su hija y acabo de llegar a la ciudad— dijo ella muy seria.
—Bien. He revisado los datos y Charlie Swan no posee ninguna propiedad aquí— Bella pareció inquieta. –Pero hay una a nombre de Isabella Swan ¿Me permite su documento de identidad?— preguntó. Ella se revolvió.
—Aquí está, dije sacándolo de mi bolsillo porque lo había tomado para comprar los pasajes y me olvidé de devolverlo a su billetera. Ella me miró raro.
—Bien, es usted entonces la propietaria del inmueble ubicado en la calle Hammock 102. Ha estado deshabitado por años aquí figuran los impuestos no pagados. Le hicimos llegar muchos avisos, la deuda se ha acumulado pero todavía tienen unos días para regularizarse o será puesta a disposición del estado
— ¿Qué? – gritó Bella
—Lo siento señorita, así son las cosas, si una propiedad no paga los tributos puede pasar a manos del gobierno, además con el tiempo la zona en cuestión se ha revalorado, es una de las zonas más exclusivas— ella apreció enfurecerse.
—Podría darme una copia de lo que se adeuda. Nos gustaría saldarlas cuanto antes— pedí.
—Si claro, espérenme un minuto— salió.
—No puedo creer que Charlie no se preocupara en cuidar la casa que compró con mamá. Buscare un empleo y yo misma lo pagaré no tienes que hacer esto Cullen— caray, volvía a ser Cullen otra vez.
—Oye, habíamos hecho borrón y cuenta nueva ¿recuerdas? Soy Edward. No soy el hijo de los dueños de la hacienda… soy… un amigo. Y los amigos se ayudan, si te parece mejor te doy mi palabra que aceptaré el dinero que hoy voy a prestarte…
—No— respondió tajante. ¿Cómo hacerle entender a esta cabeza dura?
— ¿Quieres perder tu casa?
El empleado regresó cuando ella abría la boca para descargar lo que sea que estaba pensando.
—Aquí está. Debe cancelar en el banco, ya tiene dos avisos preventivos así que debe hacerlo cuanto antes, si hubieran llegado dentro de un mes quizás no habrían podido hacer nada— nos sonrió y nos despedimos.
Teníamos la dirección, así que tomamos un taxi hacia la propiedad, a pesar de sus reclamos paré el auto a mitad de camino cuando pasábamos por un banco.
—No quiero que lo pagues— parecía que quería discutir pero se contenía.
— ¿Vas a poder reunir esta cantidad antes de un mes?— le mostré el papel. Eran 3000 dólares.
—No— suspiró vencida.
—Para que no te sientas mal, ¿qué tal si me pagas intereses?— pregunté.
—Muy bien, eso me parece justo—dijo más contenta.
—Digamos el 50% al año— sonreí.
—Usurero— gritó.
—Si en dos años no me cancelas me quedo con la casa— sonreí llegando a la ventanilla.
—Ladrón— vociferó, no sé porque me encantaba que me dijera esas cosas. Sí, soy un masoquista… ya lo acepté.
—Aquí tiene señorita Swan, ahora ya es dueña de su casa— dije dándole el papel donde figuraba un gran sello de cancelado.
—Gracias— se empinó y me dio un beso en la mejilla. Se sintió tan bien. –Pero el 50% de interés es un robo— me reí.
—Puedes hacer trabajos forzados si quieres. Lavar mi ropa interior a mano, servirme el desayuno en la cama. Me hace falta una esclava— me dio un pequeño empujón.
Tomamos otro taxi y llegamos a la dirección. La casita era muy linda. De un solo piso.
—Estas es— dijo Bella corriendo hacia la puerta. Trató de abrirla pero estaba cerrada.
—Tal vez seas buena asaltando iglesias pero eso es trabajo para alguien como yo— la hice a un lado y pateé la puerta. Cedió al instante.
—Bruto— dijo pasando primero.
Todo estaba lleno de polvo y telarañas. Pero sorprendente mente parecía que no habían quitado nada. La sala estaba con sus muebles, el comedor con la mesa para 4 personas. La cocina con toda la vajilla. Parecían que simplemente las personas allí se habían desvanecido.
—Tenemos trabajo nuevo amigo— dijo Bella buscando una escoba, la cual me aventó, sino fuera por mis reflejos me habría caído en la cabeza.
—Oye… si así tratas a los amigos— comencé a barrer. Mi madre me obligaba a hacerlo en mi habitación cuando May se fue. Por cierto ¿Qué estaría haciendo la nana?
—Bella… creo que deberías intentar comunicarte al menos con tu abuela— le dije.
—Es cierto. May estaba en mi casa anoche. Me dijo que esperaría a Jake en la sala, seguro para darle recomendaciones de cómo cuidarme.
—No creo que pueda cuidar ni sus zapatos— me burlé.
—Ya no importa. Por un par de días me voy a olvidar de todo ¿Si? Mientras dejamos esto reluciente—ahora si se veía de buen humor.
—"Dejamos" es mucha gente— sonreí.
—Es cierto, debes volver para tu cosecha, la luna nueva es el jueves— suspiró.
Parecía que no quería que me fuera. Por mi no había inconveniente en perderme 5 días, nadie me iba a extrañar en la hacienda.

Cap 12 Acosador




CAPÍTULO 12

DES CASAMIENTO


Llegamos a la puerta trasera de la caballeriza, su rostro estaba serio, parecía que se preparaba para atacar. Bella tomó aire y empujó la madera muy despacio, no hizo ruido.
—No me sigas— amenazó por lo bajo.
—Pero…— traté de protestar, no parecía oírme, volvió a concentrarse en lo que iba a hacer.
Antes de entrar miró a su alrededor como buscando algo, mi corazón se aceleró, creí que buscaba un arma. Se fijó en un recipiente que contenía agua. Lo levantó con dificultad.
—Quédate fuera de esto Cullen— a pesar que estaba haciéndose la fuerte pude ver que su valor empezaba a terminársele, su semblante decayó un poco antes de entrar.
Me quedé quieto unos segundos después que desapareció en la caballeriza.
¡Maldición! No podía quedarme fuera, ¿Y si Jacob le hacía daño? ¿Si los encontraba infraganti y él reaccionaba mal?
Entré a regañadientes, no era mi problema sin embargo allí iba a meterme en un lío.
Estaba muy oscuro, sólo se veía el resplandor de una vela a lo lejos, pero casi todo estaba en penumbra. Ella caminaba unos pasos delante de mí.
A medida que caminaba escuché pequeños gritos y gemidos. Oh no. Era peor de lo que imaginaba, todavía estaban en actividad. Me quedé detrás de una torre de paja. Bella tenía razón, debía mantenerme al margen de esto y sólo salir si era necesaria mi presencia.
Pero la curiosidad pudo más y agazapado pude ver la escena. Jacob estaba sobre una mujer de piel muy blanca, de rizos pelirrojos. Ambos completamente desnudos, en el suelo, sobre una manta.
—Ya casi… así, así… más rápido, fuerte— chilló la mujer. Debía ser la meretriz, la dueña del burdel… Madame Vicky. No parecía ser tan mayor como la imaginé.
Que enfermo voyerista resulté, no podía dejar de verlos, ya no me molestaba tanto el tal Black.
Bella caminó hasta llegar a ellos que ni se habían percatado de su presencia y le tiró el agua encima. De inmediato Jacob se detuvo.
— ¡Maldición chicos!— gritó el aludido.
Se levantó desnudo a mirar quien le había malogrado esa sesión con su maestra.
— ¿Bella? Amor… no es lo que crees…— balbuceó. ¿Si no era lo que veía entonces que podía ser? Me preguntaba. Sonreí por lo idiota de la situación.
— ¡Ah entonces estoy loca porque acabo de encontrarte tirándote a ésta!— por un momento me alegré de no ser yo a quien gritara.
—No soy ésta, me llamo Victoria, bebé— dijo la mujer que estaba en el piso, que sin ninguna prisa se sacudía las gotas de agua de su cabellera.
— ¡Cállate Vicky!— le gritó Jacob.
— ¿Vicky? ¿La del burdel?— Bella parecía más calmada.
— Bella, esto es sólo sexo… yo a ti te amo— de buena gana me hubiera reído ante esa afirmación de no ser porque todo ello debía estar hiriendo a Bella.
— ¡No me expliques nada Jacob Black, ahórrate tus discursos! ¡Por lo que a mí respecta lo nuestro se acabó!— le gritó
—Eres mi esposa— le replicó él.
— ¡No fíjate! Preferiste revolcarte con una puta en nuestra noche de bodas. Ya no somos nada— Bella le dio la espalda y salió corriendo. No me interesaba quedarme a ver si Black arreglaba sus asuntos con la meretriz, yo sabía con quien debía estar.
Fui tras ella, que corría rumbo a mi casa, entró por la puerta de servicio, esa parte no la conocía, simplemente la seguí. Encontré una puerta entreabierta asumí que allí estaba porque se perdió de mi vista, debía ser su habitación, respetuosamente esperé. A los segundos salió con un maletín pequeño.
— ¿A dónde vas?— pregunté, parecía tener prisa por salir de aquí y no la culpaba Jacob debía estar por aparecer en cualquier momento.
—Que te importa— me apartó con brusquedad.
—Si me importa, no vas a irte en mitad de la noche… sola— no iba a dejar que se marchara así y menos caminando.
Se acercó a mí, retrocedí un paso, yo sabía lo loca que era.
—Ayúdame a hacer algo y te perdono por lo de… por eso que pasó en mi casa— miró hacia otro lado, parecía ruborizada. Interesante, me necesitaba, quería bailar de alegría.
—Lo que quieras. Espérame en el garaje, bajo en un par de minutos— asintió y nos separamos.
Subí los escalones de tres en tres. Tomé mi billetera y las llaves de mi auto. Era todo lo que recitaba. Bajé como un loco y la encontré al lado de mi volvo.
Le abrí la puerta. Subió sin decir nada. Salimos de allí, tan rápido como nos permitió el auto, no sabía dónde íbamos ni cuánto tiempo me tomaría, pero con Bella a mi lado no me importaba.
.
— ¿Estás loca?— le dije cuando me ordenó detenerme detrás de la iglesia en el pueblo más cercano.
—Sí. Y será mejor que no te metas en esto— seguía mirándome con desprecio.
Sacó algo de su maletín y bajó del auto. La vi pasar por delante de mi vehículo. Llevaba un trozo de metal en sus manos.
Otra vez la duda me mataba, realmente ella era un cajita de pandora. No sabía lo que pasaba por su mente ni que tramaba.
Y allí iba otra vez, detrás de ella como un tonto.
La encontré forcejeando con el candado de la puerta trasera del templo.
— ¿Qué crees que haces? Esto es… allanamiento y para los pueblerinos sacrilegio ¿Qué piensas lograr?— pregunté aturdido.
—Cállate y ayúdame— me señaló el candado, lo sujeté para que pudiera pasar aquella herramienta por los pequeños orificios que sujetaban al candado. De un solo movimiento lo rompió.
— ¿Qué pretendes?— tomé uno de sus brazos. Me miró tan feo que al instante la solté.
—Me estoy des casando— dijo sin el más mínimo rastro de culpa.
¿Des casarse? ¿Se puede? ¿Que no debía enviar su solicitud al vaticano?
Creo que sí, debía probar antes que el matrimonio no se consumó, con testigos o con algún tipo de prueba.
Entré detrás de ella a ver cómo podía pasar por encima de la Santa Sede.
Las luces estaban encendidas, caminó sin detenerse hasta llegar a una habitación con varias vitrinas. Rompió sin remordimiento una de ellas y abrió por dentro la puerta del mueble.
Ahora era su cómplice, nos podrían acusar de ladrones… sin contar con el esc. Ya iban dos delitos y el día no terminaba. Sí, miré mi reloj, 11:51 pm. Ay, cuando mi madre se entere, y seguro que lo hará, siempre dice… "pueblo chico infierno grande". Que idiota, ya parecía comadre de pueblo, pensando en dichos populares.
Bella sacó varios libros encuadernados y los fue aventando al fijarse en su portada.
—Éste es el que está en uso— murmuró. Se lo llevó hasta una mesa y lo abrió.
Caí en la cuenta. Era su acta matrimonial. Por supuesto, el sacerdote no debía haberla llevado aún al registro civil, era sábado.
— ¡Bingo!— gritó. Arrancó desde el nacimiento una hoja, donde suponía estaba su documento matrimonial. La leyó con una sonrisa fingida y luego la hizo pedazos.
Terminó con su corto y malogrado matrimonio. Soltera otra vez. Y sin abogados. Sin trámites engorrosos.
Admirable. Sólo ella podía hacer algo así.
Se guardó los trozos del papel en el bolsillo trasero de su pantalón y salimos en silencio.