27 enero 2013

Cap 14 Acosador




CAPÍTULO 14

HACIENDO LAS PASES

Escuchamos pasos en la puerta, era una anciana con un bate de béisbol.
— ¿Quiénes son ustedes?, salgan de aquí o llamaré a la policía— nos gritó.
—Señora Dwyer ¿Es usted?— Bella se acercó pero la anciana no bajaba su arma. Me adelanté para defenderla en caso de ser necesario.
—Sí. ¿Quién eres tu jovencita?— preguntó.
—Soy Bella ¿no me recuerda?— la anciana se acomodó sus anteojos y bajó del bate.
— ¿Bella? ¿La pequeña Bells? Oh, niña, mira que grande estás— se abrazaron.
—Sí, soy yo, he regresado— una genuina sonrisa se formó en su rostro, ya me estaba acostumbrando a verla sonreír, si tuviera una cámara fotográfica la usaría en este momento.
—Cuanto tiempo ha pasado. Intenté comunicarme con tu padre por lo de los avisos de embargo pero nunca me contestó.
—Vivimos muy lejos— se excusó Bella.
— ¿Has venido para quedarte?
—No lo sé aún, tal vez— contestó titubeando. Era un hermoso lugar. Yo me quedaría.
— ¿Y este chico tan apuesto? — me miró la ancianita. Que buen gusto tenía.
—Es... mi esposo— le respondió Bella. Me quedé de una pieza. ¿Su esposo? ¿Que no era soltera por voluntad propia?
—Mucho gusto Edward Cullen— saludé a la señora todavía aturdido.
—Oh vaya. Has vuelto casada. Ojalá se queden, voy a preparar la cena, vengan a casa para comer por favor. Mi Phil murió hace dos años y mis hijos se fueron. No tengo a nadie, vengan a visitarme—casi nos rogó, no nos podíamos negar.
—Allí estaremos— le aseguré. "Mi linda y dulce esposa y yo", pensé.
Vimos a la mujer irse muy feliz.
— ¿Allí estaremos?— me increpó Bella.
—Soy tu esposo, lo olvidas— me burlé.
—Es que esa señora es muy puritana. Y si pasamos la noche aquí ¿qué va a pensar?— se hizo la desentendida.
—Pues podría dormir en el patio, así pensaría que soy tu mascota— me burle.
—No me des ideas Cullen— trató de enfadarse pero no pudo, el clima de Florida le sentaba muy bien.
El resto del día la pasamos limpiando. Llamamos al servicio de agua y electricidad, quedaron en venir mañana a reconectarlos.
Terminamos sucios y sudados.
—Apesto Bella, creo que iré a darme un baño a mar— le reproché mostrándole las manchas en mi costosa camisa que aún no había podido cambiarme
—Gracias por ayudarme— se acercó un poco.
—En realidad tenía deseos de sentarme y verte trabajar pero me habría aburrido— me burlé. –Además con lo mal que te caigo me habrías golpeado como a un esclavo— me quejé.
—Edward, no te odio— me dijo algo triste.
— ¿Por qué siempre me has tratado mal?— pregunté.
—No eres tú… es lo que representas…
—No entiendo, en verdad no entiendo— tomé su brazo para sentarnos.
—A mi mamá la atropelló un tipo ebrio. Era un joven, un riquillo engreído, con unos padres que pagaron porque no vaya a la cárcel— su rostro entristeció, el sol casi se ocultaba sus cabellos destellaban un color rojizo muy hermoso.
— ¿Qué tiene eso que ver conmigo?— pregunté interesado en esa historia triste.
—Siempre he odiado a los niños consentidos que se creen mucho.
—Pero yo… bueno, si soy algo engreído pero nunca manejo tomado— me defendí.
—Después del accidente a mi padre lo echaron de la policía por reclamar y tratar de arrestarlo. Fue entonces que tu padre le ofreció irnos a la hacienda. Yo no quería irme pero papá estaba muy triste y creí que si cambiábamos de lugar tal vez se recuperaría. Se ha dedicado a trabajar desde entonces y nunca hablamos de mamá. Él vive con los demás trabajadores mientras que yo vivo con May en la casa grande— suspiró.
—Por eso pudiste echar a perder mi terma y hacerme comer huevos malogrados— me quejé.
—Lo siento. También puse excremento de gallina en tu almohada pero creo que no te diste cuenta—se rió. Me toqué el cabello instintivamente, ese era mi sex—appeal, todos decían que tenía un cabello hermoso. Bueno Todas.
—Eres maquiavélica— la acusé.
—Desde que te vi me caíste como un saco de plomo, pero porque eras un niño rico. Lo lamento— ¿era mi imaginación o Isabella berrinchuda Swan se estaba disculpando?
—Yo también lamento haber sido tan estúpido… pero sabes, en el río, no lamento haberte conocido así— me miró muy feo. –Te veías… como una ninfa… me quedé idiota— esa era la completa y absoluta verdad. De lo único que tenía culpa es de perder la razón al conocerla.
—Traías la boca abierta, hasta te atiné con una piedra y no te movías— se burló.
—Es que… estabas muy hermosa— confesé.
—Bueno tengo hambre, creo que iremos a la casa de la señora Dwyer a ver si nos deja tomar una ducha— se levantó de inmediato cortando la conversación. Bueno, no le estaba declarando amor eterno, ni haciéndole ninguna propuesta, sólo aceptando lo hermosa y sexy que me parecía.
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—Tu casa debe estar muy sucia Bella, ¿Porqué no duermen aquí?— dijo muy feliz la señora después de habernos ofrecido una deliciosa cena.
—Pues, todavía está llena de polvo, creo que mañana terminaremos de limpiar— dudó la berrinchuda.
—Quédense así me harán compañía— dijo la anciana.
Ambos nos miramos. Era dormir sobre el polvo o aquí ¿juntos?
—Está bien. Gracias— aceptó Bella.
Terminamos de recoger los servicios y la vecina nos llevó a nuestra habitación. Tenía una cama grande y una gran ventana con vista al mar.
—Me gusta el lado izquierdo— dije acomodándome cuando estuvimos solos.
—Tú vas en el suelo— me ordenó la fiera.
— ¿Perdón? ¿Así le hablas a tu esposo?— me burlé.
—Fue solo una mentirilla, no vamos a dormir juntos—
—Si quieres dormir en la alfombra por mí no hay problema— giré mi rostro ofendido.
—Yo voy en la cama— saltó a mi lado.
—Yo tengo ese privilegio— volví a asegurarle.
— ¿Quien dice?— allí estaba otra vez esa mirada peleonera.
—Un hombre al que le debes 3000 dólares— me reí metiéndome entre las cobijas.
Bella sólo zapateó, pero no se atrevió a replicarme. Hasta que por fin el genio Edward Cullen pudo silenciar a la fiera. Esperé un rato pero Bella no volvió a decir nada.
Me levanté a ver dónde estaba. La encontré sobre la mullida alfombra dormitando. Estaba muy cansada, el viaje, todo el trabajo en su casa… me sentí un miserable por haber hecho que se durmiera en el piso.
La tomé en brazos y la llevé a la cama. Por mi seguridad la envolví en una cobija como un gusano de seda, así si tenía un sueño húmedo conmigo no podría hacerle nada. Con las ganas que le tenía.
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Venía manejando por una gran avenida en un auto rentado y con muchas, muchas cosas. Había ido a la lavandería llevando sábanas, cortinas y algunas ropas. Aproveché para comprarme algo más que usar y un par de vestidos para Bella. Aunque me los rechace, no iba a dejar que siga usando lo mismo.
Tenía el asiento trasero lleno de comestibles, Bella me había dado una lista enorme e insistió en que lo anote a su cuenta. Ya sumaban más de 4000 dólares que con gusto cobraría "en especies" pero no creo que ella esté dispuesta.
Y llevaba un par de botellas de champaña, para la reinauguración de la casa.
—Faltan unas flores— Bella miraba la sala desde distintos ángulos.
Mentalmente me di un beso por ser tan previsor. Fui por el pequeño ramo que compré en la calle.
—Para ti— se las di. Por un segundo creí que saltaría sobre mí, caeríamos al piso y haríamos el amor para la reinauguración.
—Gracias— fue todo lo que conseguí. Para otra vez será.
¿Me pregunto cuánto tiempo más me dejará quedarme a su lado? Sinceramente esperaba a que en algún momento volviera a ser ella y me echara a patadas por algún comentario mío o una locura suya. Llevábamos más de 24 horas sin pelear. Todo un record.
—Para celebrar he traído pizza y champaña, eso por favor no lo anotes ¿Si?— me parecía una ridiculez que cada cosa que comprara tuviera que ser anotada en un cuaderno, centavo por centavo.
—Bueno. Lo tomaré como un donativo. Pero no te acostumbres, cuando trabaje te lo pagaré todo— fue por unos platos.
Comimos mientras hablábamos de la hacienda, yo había vivido muchos años sin interesarme en el negocio familiar y ella parecía conocerlo muy bien.
—Lo único que te debe preocupar es la helada. El resto es pan comido— ni siquiera le entendía.
— ¿La helada?— pregunté.
—Estamos en otoño, a veces la temperatura desciende mucho, entonces se debe encender hogueras para alejar el aire frío que vine del norte. Si la helada ataca a las uvas, las seca y entonces no habrá vino Cullen cosecha 2010. Eso sería una catástrofe. Sólo una vez vi a tu padre correr por todo el viñedo prendiendo fuego hasta sus muebles— ¿Dónde habría estado yo que ni me enteré? Debió haber sido cuando que me dijo que habían sucedido imprevistos.
— ¿En serio? ¿Quemó todo?— pregunté asustado.
—No podíamos permitir que la helada malograra la producción. Tal vez para ti sea sólo una mala cosecha pero para los que trabajan allí es todo un año de restricciones. Sin la vendimia no habría vino, no se vendería a todo el país y no cobrarían un buen sueldo. Tu padre es un hombre bueno y justo. Pero sin cosecha no podría pagarles a todos, tendría que despedir a la mitad de la gente— hasta ahora no sabía lo importante que era la hacienda no sólo para pagar parte de mis gastos y mi educación. Sino porque de eso dependía la seguridad de muchas personas que conocía y con quienes había bromeado. Bueno, no todos me caían bien, Jacob por ejemplo, no estaba en mi lista de personas favoritas. Pero el pequeño Seth, Quil, Embry, Sam, Garrett… todos ellos eran una especie de amigos.
—Está deliciosa, mi paladar se acostumbró solo al vino Cullen, pero esta champaña es mucho mejor— sonrió bebiendo otra copa.
— ¿En serio, mejor que el vino Cullen?— hice puchero.
—Sí. Está helada y burbujea, me gusta.
Si, debía aceptarlo, estaba muy buena, la champaña y la chica frente a mí. Iban empatadas… sólo porque la champaña no me rechazaba.
Dos horas después el sol se ponía, quise salir a caminar o terminaría bebiéndome la otra botella.
—Bella, vamos a nadar a la playa— le ofrecí mi mano y aceptó sin rechistar.
Trastabilló antes de salir, eso quería decir que estaba ebria… ¿o había sido mi magnetismo animal?
Llegamos tomados de la mano hasta la orilla. Mientras me quitaba los zapatos Bella corría por la orilla, se veía tan feliz. Ojalá pudiera mantener su sonrisa eternamente.
—Ey chico rico, ven… ¿sabes nadar?— parece que el viento empeoró su estado, sí que estaba ebria.
—Claro que sé nadar, aprendí en las mejores piscinas del país— le aseguré alcanzándola.
—No hay nada como nadar en el mar— gritó y se lanzó al agua. Al salir a flote la ropa se le pegó al cuerpo, traté de buscar otra cosa que mirar.
—Pensé que te gustaba hacerlo en el río— quise bromear pero retrocedí cuando la vi venir hacia mí empapada y muy seria.
Esperaba un golpe o al menos un empujón. Pero no. Ella se empinó y me atrajo hacia su boca con tal fuerza que caímos al agua. Estaba fría pero no lo suficiente para apagarme. La tomé en brazos mientras seguía con aquel beso que ella misma había iniciado. No sería yo el que lo termine.

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