01 marzo 2013

Cap 2 Tu, mis celos y yo





CAPÍTULO 2: LAS DUDAS MATAN

Al día siguiente a media mañana, le llamé a Edward, pues Nessie estaba afiebrada. Apenas me respondió, parecía ocupado. Muy extraño.

—Dale un baño de agua tibia y me llamas para avisarme cómo progresa, disculpa pero debo apagar el celular— me cortó. ¿Cómo diablos le iba a avisar del progreso de la bebé si el tonto apagaría el celular?

Todo el día estuve con la duda. ¿Dónde habría ido Edward? ¿Con quién estaría? ¿Qué haría? ¿Estaría viendo papeles de esa paciente muerta? ¿Acaso él tuvo la culpa? Miles de dudas rondaban mi cabeza.

Por la tarde mi hija empeoró, Edward llegó a casa pasadas las seis de la tarde y juntos llevamos a la bebé a la clínica de Carlisle.

Ángela, su pediatra la revisó y nos anunció que Nessie tenía una infección estomacal leve. Habría que esperar a ver como respondía su organismo. Edward era enemigo de darle antibióticos a nuestra hija.

Esa noche nos acostamos muy tarde, la bebita demoró en dormir.

Todo el día siguiente me la pasé dedicada a mi bebé. Le cantaba y acunaba cada que lloraba intranquila. La fiebre se había intensificado. Llamé a Esme para ver si podía venir.

—Es un proceso Bella, no debes temer— me dijo en cuanto llegó.

—Quisiera que Edward estuviera aquí Esme— me quejé.

—Si supieras todas las veces que Carlisle me hizo falta— suspiró. –Es lo que debemos soportar las esposas de las personas encargadas de la salud de la gente— me sonrió.

—Pero Edward no es médico, es psicólogo. La gente no se volverá loca si no las atiende— seguí quejándome.

—A veces una palabra de aliento a tiempo nos salva de cometer una locura. Edward es responsable de cierta manera, por sus pacientes— me dijo con una sonrisa pero a mí me sonó a llamada de atención.

Debía ser que estaba muy sensible por cómo se encontraba mi hija. Y por eso  me parecía que nadie me comprendía. En realidad desde que di a luz me sentí diferente. Fueron tantas emociones juntas, miedo, alegría, ternura. Nessie era la primera nieta, recibí visitas durante todo un mes. Pero cuando la gente dejó de venir a verme  y mi vida entró en rutina, me sentí triste.

En las noches cuando tenía a Edward, era muy feliz. Reía como siempre, volvía a la vida. Pero por las mañanas mi vida era un asco. Últimamente ni siquiera me quitaba el pijama hasta después del mediodía.

—Voy a llamarle a Edward— dije preocupada.

— ¡No! Debe estar ocupado— ¿Era mi imaginación o Esme estaba preocupada? No quise contradecirla y cuidamos a la niña por unas horas.

Al atardecer, cuando Edward llegó me arrojé a sus brazos. Lo había extrañado tanto. Pero su frío recibimiento me dejó helada. Tal vez sólo estaba cansado.

— ¿Te pasa algo? ¿Sigues preocupado?— pregunté ansiosa.

—Ha sido un día agotador, sólo eso. ¿Cómo está mi princesa?— preguntó caminando apuradamente a la habitación de la niña. Claro… y de la reina no se acuerda.

—Mal, sigue con fiebre. Tu mamá vino a ayudarme, quisiera que la mía viniera pero está lejos— me quejé. Mis padres vivían en otro estado, así que nos visitaban una vez al mes. Cuando nació Nessie tuve a mi madre durante dos semanas diciéndome que hacer. ¡Cómo la extrañaba!

Afortunadamente mi pequeña era fuerte y al día siguiente amaneció mucho mejor, igual de traviesa que antes de enfermarse.  Revisé el periódico y casi me caigo de la impresión. En toda la segunda página había un extenso artículo sobre el juicio que Savagge, la revista de modas de Jessica, había iniciado contra Twilight, nuestra revista.

Esto se salió de las manos de Alice, en esa revista estaba invertidos todos mis ahorros, no podía dejar que se derrumbe así. Inmediatamente llamé por teléfono a su celular pero no me contestó. Llamé a la empresa pero me dijeron que Alice no estaba.

No me quedó más salida que llamarle a Rosalie.

—Hola  ¿Está Alice contigo?— pregunté.

—No. Está en los tribunales. Tranquila Bella, seguramente leíste el diario. Recuerda que tu ex compañero  Mike Newton es subdirector de ese diario. Y es novio de Jessica— me calmó. Era cierto, Mike y Jessica estaban saliendo. Me daban ganas de ir al diario y pegarle al rubio Newton por haber hacer semejante escándalo.

— ¿Seguro que no es algo grave?— pregunté.

—Te seré sincera. No lo sé. Alice no está preocupada pero las acusaciones son serias. Es sólo que no quería molestarte. Como ya no estás en la revista— esto me temía. Dejaba un tiempo de ir al lugar que yo misma ayudé a levantar y ahora soy una extraña que no merece siquiera que le cuenten lo que pasa.

—Te recuerdo Rosalie que esa revista es tanto de Alice como mía. El hecho que no esté allí sentada en tu lugar no quiere decir que no me importe lo que le pase a mi empresa— dije tratando de no perder la paciencia.

—Lo sé Bella, pero tú no estás para pleitos judiciales…— esa rubia terminó por agotar mi paciencia.

— ¿Crees que porque tengo una hija ya no puedo pensar?— vociferé.

—No es eso. Pero debes dedicarte a tu hogar y tu niña…

—Ser madre no me ablandó Rose, no soy un ama de casa normal, no me voy a quedar de brazos cruzados viendo como mi empresa se va al agua— me indigné. Lo que menos necesitaba es que me dijeran que me dedique a mi casa.

—La empresa no se está destruyendo, es sólo un juicio. Lo manejamos bien— me respondió fastidiada.

—Pues no lo parece. Dile a Alice que me llame apenas llegue, mañana mismo regreso a trabajar— sentencié.

—No tienes por qué regresar, mejor cuida de tu niña— me dijo más calmada.

— ¡Yo creo que sí!— le colgué.

Estaba furiosa. Yo no me voy a quedar en mi hogar a llenarme de niños. No voy a pasar el resto de mis días cocinando y limpiando, tenía una profesión y era buena en eso. Pero claro, fui madre y ahora ya no sirvo para nada más que amamantar y cambiar pañales.

Le llamé a mi madre para pedirle que viniera a cuidar de Nessie por una semana mientras arreglábamos lo de la revista.

—No puedo Bella, Charlie tiene unos días libres y planeamos ir a Rio el fin de semana, hay carnaval— se excusó.

— ¿Río de Janeiro, Brasil?— pregunté impactada.

— ¿Qué otro Río con carnaval conoces? Yo no me lo quiero perder— escuché su suave carcajada. Mi padre odiaba la música, el baile y el ruido. Dudaba mucho que se divertiría allí. Era cuestión de Renée, ella solía arrastrarlo a ese tipo de eventos.

— ¿Prefieres ir a un carnaval a cuidar a tu nieta?— pregunté.

—Claro que no. Pero es un viaje que he planeado desde hace tiempo, no seas dramática hija— aparentemente no era mi día de suerte.

—Entiendo. Buscaré una niñera, gracias Renée— le corté.

Carambas, creo que hoy nada me salí abien. Llamé a Esme pero me dijo que no podía hasta la otra semana.

Llamé a Leah, una compañera de la escuela, ella tenía una agencia de empleos.

—No tengo personal para cuidar de una niña tan pequeña Isabella, lo siento— se disculpó.

— ¿No entiendo? ¿Qué personal especial necesita mi hija?— pregunté molesta.

—Un niño menor de 6 meses necesita a una enfermera. No puedo enviar a cualquier persona, no quiero arriesgarme, ya he tenido problemas por eso— me dijo tajantemente.

—Necesito a alguien con urgencia— rogué.

—Lo siento, es muy pronto, las enfermeras que tengo están todas trabajando— colgué triste.

Además creo que tampoco quiso ayudarme mucho, no fuimos tan amigas después de todo. Ella siempre me culpó de desilusionar a Jacob. Él es mi mejor amigo y casi casi nos hicimos novios pero conocí a Edward y mi vida cambió.

Fui al market a hacer las compras, me relajé un poco mirando ofertas, novedades. Nessie estaba feliz fuera de casa.

En la zona de bebés una rubia muy hermosa nos hizo conversación, parecía feliz mirando la ropita.

— ¿Cuántos meses tiene?— me preguntó. Nessie le sonrió al instante.

—Cuatro, cumple cinco la semana que viene— sonreí.

—Está hermosa. ¿Cómo se llama?— preguntó.

—Renesmee pero le decimos Nessie, sé que suena descabellado pero así es.

— ¿Nessie? Es adorable ¿Puedo?— preguntó cuándo mi niña le dio sus bracitos. Asentí. Ella la cargó con mucha ternura.

— ¿Cuál es tu nombre?— pregunté.

—Irina. Irina Denali. Soy de Ontario, vine aquí a estudiar, de hecho voy a la universidad por las noches pero me he quedado sin empleo— son rió con tristeza.

— ¿Y dónde trabajabas?— pregunté interesada.

—En varios lugares. Mesera, recepcionista. Niñera— Nessie soltó una pequeña carcajada cuando ella la meció. Me asombré y reí junto a mi hija. –Creo que le gusto. Eres una princesa hermosa— le susurró ella.

— ¿Tienes recomendaciones?— pregunté.

—Claro. Aquí las traigo. Trabajé en varios lugares, el último fue el Mc Donalls pero los turnos son largos y yo tengo más tiempo en las mañanas. Se me cruzaban con mis clases de los miércoles que entro a las 5 de la tarde. Estudio enfermería— dijo sonriendo, aunque en sus ojos parecía haber mucha tristeza.

—Es que, debo volver al trabajo y no tengo con quien dejar a Nessie. ¿Puedes venir mañana?— le pregunté. Estaba siendo demasiado arriesgada al confiar en alguien que recién conozco pero mi hija sabía distinguir a las personas buenas y si ella aceptaba a Irina, creo que podía probar esta niñera.

—Ay gracias. Allí estaré— dijo mirando mi dirección.

Esperé a Edward esa noche, pero demoró un poco en llegar. Otra vez se venía cansado.

—Amor, tenemos que hablar— le dije, eso pareció ponerlo nervioso.

—Sí, dime— se sentó a mi lado.

Pareció no escucharme con la atención como yo esperaba. Parecía disperso, preocupado. Le conté los problemas que pasaba mi empresa y no se opuso a que volviera al trabajo. Le dije incluso que conocía una niñera en el súper mercado y no le pareció mal.

Qué extraño. Será que el saber que Nessie la aceptaba también lo convenció.

Al día siguiente Irina llegó puntual, a las nueve de la mañana. Pensaba ir sólo un par de horas y regresar antes del medio día.

Con mucho pesar dejé a mi pequeña y fui a arreglar esos asuntos. Todo parecía patas arriba, Rosalie no sabía que responder a los medios de comunicación que llamaban sin parar. Alice seguía en el juzgado. Yo estaba muy molesta porque ni siquiera me había devuelto la llamada.

Me enfrasqué en redactar  notas de prensa que no me di cuenta de la hora. Ya había pasado de la 1 de la tarde, me apresuré en llamar a casa.

—No se preocupe señora Bella, Nessie está durmiendo la siesta, comió su papilla y ha tomado dos biberones de leche— me tranquilizó Irina.

Me animé a quedarme a almorzar cerca del trabajo. Rosalie y yo bajamos al restaurante de la esquina.

Estábamos en pleno almuerzo cuando llegó Lauren.  La amiguísima de Jessica.  No sabía cómo echarla del lugar. 

—Hola Bella— me saludó al pasar a mi lado.

—Lauren— apenas la saludé.

—¿Has vuelto a trabajar? Yo pensaba que ya te habías enterrado en tu casa— sonrió. Si por mí fuera, le pateaba el culo por idiota.

—¿Miedo Lauren?— dije algo sarcástica. No me daban ganas de pelearme con esa tipa. Bastantes problemas tenía en la cabeza, cada 5 minutos recordaba a Nessie y se me hacía un nudo en el pecho.

—Miedo deberías tener tú. El otro día vi a tu marido almorzando con una rubia— sonrió de oreja a oreja.

—Mi marido almuerza con socios todo el tiempo— dije tomando un sorbo de mi bebida. Trataba de no darle importancia pero me fastidiaba que me golpee justo donde más me duele. Edward era mi debilidad. Pongan Edward y otra mujer en la misma oración y me hierve la sangre.

—Era una socia muy cariñosa, le tomaba las manos y parecía llorarle. Además era una rubia tan jovencita parecía menor de edad. ¿Cuántos tienes tú? ¿Veinticinco, treinta?— era oficial. Trapearía el suelo con esta mentirosa.

—Tienes tres segundos para marcharte o me voy a olvidar que soy una dama Lauren— le sonreí. Pero si las miradas mataran, esa mujercita ya estaría hecha cenizas. No volvió a abrir la boca y siguió su camino.

— ¡Maldita bruja! Las cosas que se inventa para molestar— suspiré tomando más agua.

—Si claro— Rosalie no parecía indignada como yo. Terminamos de comer en silencio pero cuando entrabamos al edificio Rose, que parecía en una batalla interna me sorprendió.

—Bella. Lo que dijo la perra de Lauren allá en el restaurante es cierto— dijo fastidiada.

— ¿Qué? ¿Qué parte?— mi cuerpo temblaba.

—Que yo también he visto a Edward con una joven rubia. No sé si es su paciente. No sé si es alguna amiga. Pero si lo he visto con una rubia hace dos días.

Todo mi ímpetu por la empresa, se fue abajo. Edward, mi Edward, el hombre que amaba, el padre de mi hija, el marido ejemplar… ¿Andaba con otra mujer? Y sin embargo todo tenía sentido. Había empezado a llegar tarde, a evitarme estas últimas noches.  Parecía cansado, triste… tal vez era la culpa lo que lo tenía así.

Traté de no parecer molesta pero no entré a la empresa. Ahora, en este preciso momento me importaba una mierda la revista.

Nada era más importante que saber la verdad. Si Edward me estaba engañando con otra mujer o no. Lo demás se puede ir por el retrete. Mi mundo se vendría abajo si yo no podía confiar más en mi marido.

Siempre me consideré una mujer afortunada, la más afortunada del mundo. Había logrado mi “felices por siempre” al casarme con el hombre que amé desde la primera vez que vi.

Edward era hermoso. Una sola de sus sonrisas quitaba el aliento. Ni que decir el día que me dijo que me amaba. Creí que me había sacado la lotería, que tenía el premio mayor. ¡Yo, amada por el hombre que en secreto adoraba! Fue más de lo que creí merecer. Pero dos años después de mi boda y con una hija, la noticia de que mi esposo andaba con otra me cayó como una bomba atómica.

—Irina, sé que tienes clases hoy pero necesito que te quedes, por favor. Te pagaré el doble, el triple si es necesario— empecé a decir rápidamente al teléfono, pues estaba en camino al consultorio de mi marido.

—Señora… es que…

—Por favor, es algo muy pero muy delicado. Te lo ruego. No me falles— corté antes que ella pudiera arrepentirse.

Ahora sí. A poner las cosas en claro con “el hombre de mi vida”. Edward me iba a explicar porque salía a comer y a pasear con una rubia adolescente.

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¿Edward estará engañando a Bella? ¿Qué estará ocultando?

PATITO