27 enero 2013

Cap 13 Acosador




CAPÍTULO 13

DE REGRESO A CASA

Le abrí la puerta del auto. Sin decir nada manejé hasta encontrar la carretera y me aseguré de no parar hasta estar a unos 20 kilómetros por lo menos de allí. Me estacioné en medio de la nada.
Tenía que preguntarle que quería hacer ahora y a donde pensaba ir. No parecía tener intenciones de querer volver a la hacienda.
—No te detengas, continúa— su voz ya no era fuerte, ni desafiante. Estaba hecha un ovillo en el asiento. –Por favor, no pares, sigue por esa carretera— me fijé en su húmedo rostro.
Sentí tanta ternura, quería abrazarla y asegurarle que la llevaría a donde me pidiera.
—Está bien. ¿A dónde quieres ir? Solo dilo— la atraje hacia mí, milagrosamente no opuso resistencia.
—Odio a todos los hombres— dijo sollozando.
—Eso no es cierto… al menos no odias a Charlie— pasé mi brazo por su hombro y la recosté a mi pecho.
—A todos los demás sí. ¿Por qué no pueden mantenerse sobrios o porque no pueden mantener sus bolas tranquilas?— Tuve que esforzarme por no reírme.
Bella siempre salía con cada comentario.
—Sé a qué te refieres. Y creo que un hombre podría mantenerse sin licor y sin buscar sexo por allí, cuando encuentra a la mujer adecuada— le susurré.
—No es cierto… eso se llama matrimonio y no sirve— me refutó. Tenía razón, ella había terminado con uno hace poco.
—Algunos matrimonios no funcionan. Otros sí. Mis padres se aman aún ahora con 25 años de casados— hablé con calma, me estaba haciendo fácil mantener esta conversación y no quería echarlo a perder.
—Ellos son el uno para el otro. Qué envidia— suspiró.
—Sí que lo son— pensé en ellos, en lo bien que se llevaban. Si alguna vez pelearon fue a puertas cerradas porque yo nunca vi una sola discusión. Parecían entenderse con sólo mirarse.
—Yo tengo la culpa— dijo Bella y no le entendí.
— ¿Se puede saber de qué?— pregunté.
—Yo apuré todo. No quise esperar para casarme, tengo 21 años y estaba cansada de mi vida. Papá siempre me decía que el año que viene me enviaría a estudiar a la ciudad. Y no lo hacía. Jake me prometió que nos iríamos de la hacienda si me casaba con él— suspiró.
— ¿Sólo querías salir de allí?— hizo un gesto afirmativo y deposité un beso en su cabeza. No se molestó. – ¿Por qué no te fuiste entonces?— hubiera sido tan fácil que se marchara sin casarse.
—No tengo dónde ir. Y no conozco el camino de vuelta a casa— la abracé con más fuerza porque su voz se quebró y ya no pudo seguir conteniendo las lágrimas. ¿Su casa? ¿Jacksonville?
— ¿Nunca regresaste en todos estos años?— pregunté.
—Papá no quería. Si tan sólo supiera dónde está o tuviera dinero para irme, hace tiempo me habría largado de aquí— seguía llorando.
— ¿No recuerdas nada?
—Era muy bonita, mi mamá plantaba flores. Se veía la playa desde el patio. Todas las tardes nos sentábamos en las perezosas a tomar el sol… el único nombre que recuerdo es Ponte Vedra…— siguió llorando y la acurruqué.
—Creo que debemos irnos. Tu padre saldrá a buscarte cuando se entere de todo— se tensó y miró hacia atrás.
—No quiero volver— dijo asustada. Y yo no lo permitiría.
—Abróchate el cinturón que vas a ver cómo conduce Edward Cullen— le sonreí.
Por una vez en su vida me hizo caso. Hasta creí ver una pequeña sonrisa.
.
Dos horas después, llegábamos al aeropuerto de Port Ángeles, ella estaba completamente dormida.
—Bella. Bella, debemos bajarnos— prácticamente tuve que cargarla para sacarla de allí.
La acomodé en uno de los asientos de espera y fui a comprar dos pasajes para Florida.
Tuve suerte y encontré un vuelo que salía esa misma madrugada. Ella ni se dio cuenta cuando entramos al avión, tenía un sueño pesado. La acomodé junto a mí y me recosté también hacia su lado, buscando el contacto con su cálido cuerpo. Olía tan bien. Como a fresas silvestres. Estuve mucho rato mirándola dormir, parecía tranquila y tan dulce. Obviamente cuando estaba despierta esa vulnerabilidad desaparecía por completo.
Desperté cuando anunciaron que aterrizaríamos. Eran más de las 9 de la mañana. Bella todavía dormía recargada a mí.
Empezó a moverse y a estirar los brazos. No quise perderme cuando abriera los ojos.
—Hola— dijo todavía adormilada.
—Buen día señorita Swan— me burlé por lo de su des casamiento.
— ¿Qué tienen de buenos?— dijo molesta… allí iba otra vez con su mal humor.
— ¿Por qué no miras por la ventana? A lo mejor descubres que el día te tiene muchas cosas buenas reservadas— sonreí. Hizo un gesto suyo muy típico, como de desprecio. Solté una carcajada. Ella era… única.
—Por Dios ¿dónde estamos? Creí que seguía en tu auto— miró hacia todos lados sorprendida por los asientos.
—Hace horas bajamos de mi auto. Mira por la ventana— le sugerí.
Corrió la pequeña persiana y se quedó boquiabierta.
Había un sol radiante afuera y a la derecha estaba el mar en todo su esplendor, de un azul tan intenso que daban ganas de llegar cuanto antes.
El avión empezaba a descender, Bella se sobresaltó.
— ¿Dónde estamos?— preguntó agitada.
—En casa— susurré a su oído.
.
Descendimos del avión Bella traía una sonrisa tan radiante que me hacía sonreír a mí también. Ya no parecía aquella niña berrinchuda que conocí, la que se encendía como pólvora a la menor provocación.
—Ya estamos aquí— dije mirando la calle.
—Gracias— sonrió.
—Oye… ¿ya estoy perdonado?— pregunté.
Instintivamente me toqué la cabeza, el golpe aún dolía pero al menos ya me había limpiado y echado un desinfectante en el avión.
—Creo que sí. No me arrepiento de haberte hecho eso— dijo señalando mi herida.
— ¿Tampoco te arrepientes de casi estrangularme?
—Te lo merecías— giró su cabeza pero no estaba molesta.
—Te aseguro que no. Quizás fui un idiota por irrumpir así pero puedo asegurarte que participaste también— me miró furiosa. –Bella. Paz. No tengo banderita blanca pero quiero paz. Hemos venido a buscar tu casa y creo que podemos ayudarnos ¿no crees?— hice nota mental de no volver a recordarle por nada del mundo lo de su noche de bodas... que por cierto la había pasado conmigo. Qué extraño me sentí.
—Siempre y cuando no vuelvas a mencionar aquello, puedo intentar… controlarme— sonrió.
—Bien. Vamos a hacer esto apropiadamente. Hola Soy Edward Cullen, mucho gusto señorita— le tendí mi mano en señal de amistad.
—Bella… Swan— sonrió feliz de decir su apellido.
—Bien Bella, me han dicho que Jacksonville es un hermoso lugar… ¿quieres que lo conozcamos?— volvió a sonreír. Íbamos por buen camino.
—Como diga señor Cullen— salimos y buscamos un taxi.
— ¿Conoce Ponte Vedra?— pregunté esperanzado al taxista.
— ¿Bromea? ¿Pero a qué lugar exactamente?, está la playa, el boulevard, el centro recreacional, el campo de golf, el lago, la avenida… todos se llaman Ponte Vedra— dudé un poco.
—Queremos recorrer toda la avenida Ponte Vedra por favor—subimos en el asiento trasero.
Me agradaba observar esa sonrisa en labios de Bella… sus labios eran tan sensuales… me pregunto cómo se sentiría…
Basta Edward, estás aquí para ayudarla a encontrar su casa. También la ayudarás a que pueda quedarse si es lo que desea. Pero debes volver a la hacienda. Es vital, la cosecha no puede iniciar sin mí.
— ¿Recuerdas algo en especial? Tu casa quedaba cerca de algún lugar grande, no sé un hospital, un museo, un monumento— le pregunté.
—Había un hospital cerca, cada vez que yo me lastimaba mamá me llevaba en brazos— parecía empeñada en recordar.
— ¿Conoce algún hospital en este lugar?— le pregunté.
—Claro, hay más de 20, sólo en el centro. Pero si lo que buscan es una familia en especial mejor van directo al ayuntamiento municipal. Allí pueden preguntar y pedir la dirección— por fin un lugar dónde comenzar a buscar.
—Llévenos allí por favor— pedí.
Después de un tiempo el hombre estacionó en un lugar abierto y con jardines. Bella parecía nerviosa.
— ¿Te sucede algo?
—Recuerdo este lugar, muy vagamente pero ya he estado aquí antes—
Entramos y preguntamos. Nos dieron cita para esa tarde con un funcionario público. Así que fuimos a comer algo para poder hacer hora. Nos sentamos en un restaurante italiano con vista al mar.
—Es muy hermoso— dije mirando la playa
—Tal y como lo recuerdo— sonrió.
—Bella ¿Que harás cuando encuentres tu casa? ¿Te quedarás aquí? ¿Volverás a la hacienda a aclarar todo? Tu padre debe estar preocupado, creo… que deberías llamarle.
—No, el entiende.
— ¿Pero si no le dan una buena versión de los hechos?
—Jake no va a mentir. Además todos los chicos deben saber lo de esa perra— lo decía fingiendo estar molesta pero sonrió.
—Sí. Bueno yo me enteré por ellos— me miró analizándome.
—Son tan unidos que no pueden guardarse los secretos hasta parecen que tuvieran mente común y que compartieran sus pensamientos— sonrió.
—Entonces…
—Quiero quedarme aquí, un tiempo. Te agradezco que me ayudaras a llegar, cuando consiga un trabajo te enviaré a la hacienda el reembolso del pasaje y todos los gastos que te ocasioné—
—No es necesario
—Pero quiero hacerlo, no necesito deberte nada—
— ¿Bella porque me odias? Digo… porque siempre me tratas tan mal, yo lamento mucho habernos conocido en esas circunstancias, en serio y si de algo sirve te presento mi más humilde disculpa por haberte visto en el río—
—No es por eso… bueno cuando supe que habías sido tu, creo que te puse en la cabeza de mi lista negra— sonrió.
— ¿Tienes una lista negra?
—Sí. Con las cosas que odio y contra las que peleo—
— ¿Tan mal de caigo?
—Hablaremos de eso luego. ¿Sí? Creo que es hora de ir a esa cita—
Salimos de allí, esperamos un rato y nos recibieron en un despacho.
—Buenas tardes— saludé.
—Que tal. ¿Son ustedes los que pidieron información sobre las propiedades de Charlie Swan?— preguntó.
—Sí. Soy Isabella su hija y acabo de llegar a la ciudad— dijo ella muy seria.
—Bien. He revisado los datos y Charlie Swan no posee ninguna propiedad aquí— Bella pareció inquieta. –Pero hay una a nombre de Isabella Swan ¿Me permite su documento de identidad?— preguntó. Ella se revolvió.
—Aquí está, dije sacándolo de mi bolsillo porque lo había tomado para comprar los pasajes y me olvidé de devolverlo a su billetera. Ella me miró raro.
—Bien, es usted entonces la propietaria del inmueble ubicado en la calle Hammock 102. Ha estado deshabitado por años aquí figuran los impuestos no pagados. Le hicimos llegar muchos avisos, la deuda se ha acumulado pero todavía tienen unos días para regularizarse o será puesta a disposición del estado
— ¿Qué? – gritó Bella
—Lo siento señorita, así son las cosas, si una propiedad no paga los tributos puede pasar a manos del gobierno, además con el tiempo la zona en cuestión se ha revalorado, es una de las zonas más exclusivas— ella apreció enfurecerse.
—Podría darme una copia de lo que se adeuda. Nos gustaría saldarlas cuanto antes— pedí.
—Si claro, espérenme un minuto— salió.
—No puedo creer que Charlie no se preocupara en cuidar la casa que compró con mamá. Buscare un empleo y yo misma lo pagaré no tienes que hacer esto Cullen— caray, volvía a ser Cullen otra vez.
—Oye, habíamos hecho borrón y cuenta nueva ¿recuerdas? Soy Edward. No soy el hijo de los dueños de la hacienda… soy… un amigo. Y los amigos se ayudan, si te parece mejor te doy mi palabra que aceptaré el dinero que hoy voy a prestarte…
—No— respondió tajante. ¿Cómo hacerle entender a esta cabeza dura?
— ¿Quieres perder tu casa?
El empleado regresó cuando ella abría la boca para descargar lo que sea que estaba pensando.
—Aquí está. Debe cancelar en el banco, ya tiene dos avisos preventivos así que debe hacerlo cuanto antes, si hubieran llegado dentro de un mes quizás no habrían podido hacer nada— nos sonrió y nos despedimos.
Teníamos la dirección, así que tomamos un taxi hacia la propiedad, a pesar de sus reclamos paré el auto a mitad de camino cuando pasábamos por un banco.
—No quiero que lo pagues— parecía que quería discutir pero se contenía.
— ¿Vas a poder reunir esta cantidad antes de un mes?— le mostré el papel. Eran 3000 dólares.
—No— suspiró vencida.
—Para que no te sientas mal, ¿qué tal si me pagas intereses?— pregunté.
—Muy bien, eso me parece justo—dijo más contenta.
—Digamos el 50% al año— sonreí.
—Usurero— gritó.
—Si en dos años no me cancelas me quedo con la casa— sonreí llegando a la ventanilla.
—Ladrón— vociferó, no sé porque me encantaba que me dijera esas cosas. Sí, soy un masoquista… ya lo acepté.
—Aquí tiene señorita Swan, ahora ya es dueña de su casa— dije dándole el papel donde figuraba un gran sello de cancelado.
—Gracias— se empinó y me dio un beso en la mejilla. Se sintió tan bien. –Pero el 50% de interés es un robo— me reí.
—Puedes hacer trabajos forzados si quieres. Lavar mi ropa interior a mano, servirme el desayuno en la cama. Me hace falta una esclava— me dio un pequeño empujón.
Tomamos otro taxi y llegamos a la dirección. La casita era muy linda. De un solo piso.
—Estas es— dijo Bella corriendo hacia la puerta. Trató de abrirla pero estaba cerrada.
—Tal vez seas buena asaltando iglesias pero eso es trabajo para alguien como yo— la hice a un lado y pateé la puerta. Cedió al instante.
—Bruto— dijo pasando primero.
Todo estaba lleno de polvo y telarañas. Pero sorprendente mente parecía que no habían quitado nada. La sala estaba con sus muebles, el comedor con la mesa para 4 personas. La cocina con toda la vajilla. Parecían que simplemente las personas allí se habían desvanecido.
—Tenemos trabajo nuevo amigo— dijo Bella buscando una escoba, la cual me aventó, sino fuera por mis reflejos me habría caído en la cabeza.
—Oye… si así tratas a los amigos— comencé a barrer. Mi madre me obligaba a hacerlo en mi habitación cuando May se fue. Por cierto ¿Qué estaría haciendo la nana?
—Bella… creo que deberías intentar comunicarte al menos con tu abuela— le dije.
—Es cierto. May estaba en mi casa anoche. Me dijo que esperaría a Jake en la sala, seguro para darle recomendaciones de cómo cuidarme.
—No creo que pueda cuidar ni sus zapatos— me burlé.
—Ya no importa. Por un par de días me voy a olvidar de todo ¿Si? Mientras dejamos esto reluciente—ahora si se veía de buen humor.
—"Dejamos" es mucha gente— sonreí.
—Es cierto, debes volver para tu cosecha, la luna nueva es el jueves— suspiró.
Parecía que no quería que me fuera. Por mi no había inconveniente en perderme 5 días, nadie me iba a extrañar en la hacienda.

0 comentarios:

Publicar un comentario