Quince
Aquella noche no faltó el ruido en la casa de los Swan. Tras una tarde
deliciosa, Bella regresó apresurada. Cosa que a su padre no le hizo gracia.
— ¿Dónde has estado niña?— preguntó furibundo el señor Swan.
—Me he demorado, estuve en casa de los Whitlock…
—Yo misma te vi salir de allí Bella, viniste para acá pero nunca
llegaste— la hermana menor estaba allí y salió a enfrentársele.
—Pues regresé donde los Whitlock. Y si no me creen pueden enviar a
alguien a corroborar lo que digo. Almorcé con ellos.
En parte era cierto, pero parecía que en casa de Bella iba a suceder una
intensa batalla antes que puedan aceptar su decisión.
—No importa, ve a arreglarte, tus hermanas se han ofrecido a peinarte y
maquillarte. Debes lucir hermosa hoy— el padre les hizo señas para que se
marcharan.
Bella notó que Tanya se veía tranquila y distante. De no haberla
conocido bien, pensaría que no le importaba. Demasiados años había permanecido
a su lado para aprender a reconocer cuando su hermana estaba a punto de una de
sus rabietas.
Apenas cerraron la puerta de la habitación de Bella, las dos hermanas se
le pusieron delante.
— ¿Dónde estabas Bella?— preguntó Jessica muy enfadada.
—Ya se lo dije a papá. Si tu no me crees, no es mi problema.
Lamentablemente para ellas, el día de hoy no tendrían a una dócil Bella.
Nada de eso, pues el amor logra que algunas personas encuentren el valor que les
falta.
—He puesto a calentar las tenazas, hay que peinarte— dijo Tanya con una
mirada fría. Salió a llamar a la señora Chelsea.
Al ver entrar a aquella mujer Bella se llenó de ira. Ella sabía los
planes de conde y permanecía allí, con ellos. Viviendo y siendo parte de una
familia que la acogió y le dio un lugar que no merecía.
— ¿Peinado alto?— le preguntó a Tanya.
—No— se quejó Bella.
—Sí. Cámbiela por completo, intente sacar alguna belleza de allí. Hoy es
su día, así que debemos empolvar y arreglar todo lo que podamos— la rubia se
paseaba alrededor de ella, con pasos cortos. Parecía una fiera a punto de
atacar.
— ¡He dicho que no!— se levantó Bella de la silla.
—Señorita Isabella…— la mirada que Bella le dirigió a la señora Chelsea
la hizo temblar.
—Retírese señora Rossi— le ordenó la segunda de las hermanas. La dama no
obedeció, pues ella seguía las órdenes de la mayor. — ¡He dicho que salga de
aquí!— la tomó por el brazo y antes que sus hermanas protestaran puso en el
corredor a la dama de compañía y cerró la puerta.
— ¿Y a ti que bicho de ha picado? ¿O crees que al ser la nueva condesa
vas a poder mandarnos como a tus sirvientas?— le sonrió la rubia.
—Quiero que me dejen sola. No hay vestido, no hay peinado. ¡Y no tengo
la fuerza para soportarlas!— miró a las dos pero ninguna de ella se movió.
—Increíble. ¿Me parece o tienes la estúpida idea de rechazar a nuestro
primo Alec?— la encaró Jessica.
—Eso es algo personal— Bella estaba firme en su deseo de estar sola.
—Deja de hacerte la interesante porque no lo eres. No tienes nada de
especial, eres una mujer ordinaria, con un rostro común… la hermana segundona de una familia bien.
Nadie repara en ti, o lo hacen sólo después que yo los desprecio. No sé qué
extraño hechizo has efectuado sobre el conde pero tendrás tus 15 minutos de
fama esta noche. Y lo voy a permitir porque me das lástima.
— ¿Lastima? Yo te voy a decir que es lástima Tanya— empezó Bella. —Es
vergonzoso que a tu edad sigas portándote como una adolecente caprichosa, que
por tus extravagancias y las de papá, estemos en la ruina. Pero lo que más me
da lástima de ti, hermana, es que tengas una dama de compañía con una
reputación peligrosa.
—No me cambies el tema, la señora Chelsea es la viuda de un caballero
honorable, yo la investigué.
—Pues investiga mejor… en Chicago. Tal vez si escribes a algunos clubes
nocturnos preguntando por las Dixies te puedan dar mejor información.
La rubia abrió los ojos evidentemente aturdida. Había tenido en la más
alta estima a su dama de compañía, creía ser piadosa al tratarla como su igual.
Salió presurosamente de la habitación.
— ¿Dónde averiguaste eso?—
preguntó Jessica.
—Me lo dijeron en Clatskanie.
Incluso me mostraron un afiche del club nocturno.
—Santos cielos, papá va a rabiar con Tanya. Bella, por favor, dime que
no es por Edward que vas a rechazar al conde. No es mi intensión ser
impertinente pero hay muchísima diferencia entre ambos. Edward tiene lo suyo,
obviamente es guapísimo, pero Alec posee un título, además de dinero y belleza.
Y es de nuestra familia. Yo también sé que papá está en la ruina. Vi cómo el
almirante Whitlock manejó al banco cuando intentó tomar posesión de la casa en
Forks el mes pasado.
— ¿Es cierto eso?
—Mike es administrador Bella, papá nunca quiso contratarlo pero él
escucha y lee cosas. Me había advertido el año pasado y se lo dije a papá. Así
lo convencimos para que deje la casa y venga a vivir aquí. Tu madrina hizo bien
en aconsejarlo y todos pensamos que aquí gastarían menos pero no fue así. Ya
perdimos esa casa, fue rematada hace unas semanas. Pero respetarán el contrato
con los Whitlock que vence en un par de meses.
—Gracias por la información Jessica. Tengo que salir.
Bella no podría tener un minuto de paz o soledad en ese lugar. Bajó por
la escalera de servicio y salió por la puerta trasera. Había una comunicación a
través del jardín trasero hacia la casa de su madrina. Bella esperaba
encontrarla.
— ¿Buenas tardes, está la señora Esme?— preguntó al ama de llaves.
—Señorita Bella, está por salir para su casa…
Bella corrió al salón y la encontró colocándose un hermoso sombrero.
— ¿Bella? ¿Qué haces aquí?
—Necesito que hablemos madrina. ¡En este momento, es muy importante!
— ¿Tienes dudas? Lamento decirte pequeña que no puedo aconsejarte, temo
que por mi influencia eches a perder tu futuro. Esta decisión debes tomarla tú
sola. No niego que el conde…
—Jamás me casaría con Alec. Pero debes saber lo demás madrina, confío en
ti y sé que buscas mi bien.
Las damas conversaron en el estudio por más de una hora. La señora Platt,
indignada, parecía reprimir la cólera que le causa las revelaciones de su
ahijada.
—Si no fueras tú quien me lo dice, no lo creería. No necesito ver las
pruebas si las has corroborado. Menudo rufián resultó ser el conde. Y la señora
Rossi es otra sinvergüenza. Podría perdonarle su pasado escandaloso sino
estuviera conspirando con ese conde de quinta para arruinarte la vida.
—Pensé que insistirías en el matrimonio a pesar de las circunstancias…— susurró
Bella.
—No. Lo que te hace daño, también me afecta. He vivido ocho años
intentando ofrecerte la felicidad que te quité. Sé que por culpa mía has padecido
mucho, que a pesar de tus silencios sigues soportando…
—No madrina…
—No lo niegues Bella, sé que hice bien al no dejarte huir. Pero también
sé que mis constantes consejos sobre aquel muchacho te hicieron decidir
alejarte de él. Y me lo reprocho porque el tiempo se ha encargado de darme la
bofetada que necesitaba. Edward Cullen era pobre, por eso lo creí índigo de ti,
sin fijarme siquiera en su corazón. Pero viene un conde millonario y yo te
arrojo a sus brazos sin asegurarme que sea alguien bueno. ¡Soy un fracaso como
mentora!
—Madrina… Edward y yo nos hemos reconciliado— sonrió la muchacha.
— ¿Es posible? ¿Cuándo?
—Hace unas horas. Ha sido un día muy intenso. Esta mañana mi amiga Leah
me reveló aquellas cosas sobre el conde y un momento más tarde Edward me
entregó esto— le tendió la carta que el capitán había puesto en sus manos.
Esme la recibió con una dulce sonrisa. Y la leyó atentamente.
—Ambos han sufrido mucho y tengo mucha culpa de ello, espero que el
capitán Cullen pueda perdonarme algún día y me deje estar cerca de ti.
—No hay nada que perdonar madrina. El tiempo nos ha ayudado a madurar y
a comprender que no era nuestro momento.
—Quiero que me acompañes a hablar con mi padre. No se va a tomar bien lo
que tengo que decirle.
—Claro que sí. ¿El capitán Cullen va a venir esta noche?
—Sí, viene como invitado y hablaremos con papá al terminar la reunión,
por ahora solo pienso decirle a mi padre lo del conde y la señora Rossi.
—Va a dudar de ti.
—No lo creo, no si orillamos a la señora Rossi a confesar.
— ¿Y cómo haremos eso?— preguntó
…
Cuando llegó a la habitación de Tanya, Bella no se molestó en llamar a
la puerta. Tal y cómo pensó su hermana estaba teniendo una conversación con la
señora Chelsea quien estaba bañada en lágrimas.
— ¿Quién te dijo que podías entrar?— gritó la rubia.
—Vine a aclarar algunas cosas con tu dama de compañía— Bella miró a la
mujer que parecía muy afectada.
—No tienes nada que hablar con ella, me acaba de confesar que alguna vez
tuvo que trabajar bailando porque su padrastro la obligaba ¿Es eso un crimen?—
Tanya había sido engañada por la astuta mujer.
—Señora Rossi yo no la condeno por trabajar de bailarina pero sí
sostengo que es muy grave que usted trabaje en una casa de familia respetable,
ocupando un lugar tan especial al lado de mi hermana y mi padre sabiendo que su
pasado puede manchar la reputación de mi apellido…
— ¡Yo manejo esto Bella! ¡Es mi amiga y puedo resolverlo!— la encaró
Tanya.
—Creí que era una de tus sirvientas, siempre te refieres a los empleados
como si fueran objetos— contestó Bella.
—Ella tiene mi aprecio y mi amistad. No voy a permitir que le destruyas
la vida y mucho menos que metas a papá en esto. Una palabra tuya, Bella y
armaré tamaño escándalo esta noche y tu compromiso será el tema del mes en toda
la ciudad— amenazó Tanya.
—Yo no vengo a hablar de su vida de bailarina, eso es algo que sólo a
ella le compete. Yo quiero preguntarle porque es tan ingrata conmigo. ¿Por qué
señora Chelsea?
La mujer abrió los ojos al ver la determinación de Bella.
— ¿De qué rayos hablas boba?— preguntó Tanya.
—Tu dama de compañía está tras el conde, Alec me confesó que ella lo
acosa.
— ¡No!— gritó la señora Chelsea. —Él no diría eso jamás.
—También me contó sobre su pasado como una Dixie en los bares de Chicago—
la dama de compañía pareció perder los papeles. Estaba al borde de un ataque de
nervios.
— ¡Es un maldito bastardo! Es él quien me busca, quien me compra joyas y
me regala flores. Yo no tengo la culpa…
— ¿Es una víctima del conde Volturi?— preguntó Bella insistiendo en
hacerla confesar.
— ¡Sí! Lo soy. Ustedes no saben cómo es él cuando quiere algo. Me
amenazó con avisarle a su padre que fui bailarina de joven. Y luego me abrumó
con regalos y atenciones, me alquiló aquella casita para poder vernos… y me ha
prometido… me ha prometido hacerse cargo de mí en el futuro…
— ¿Cuándo se case conmigo?— preguntó Bella.
— ¡Sí! Está encaprichado con usted, no sé qué le ve, debe ser que le
llaman la atención las mujeres apagadas y sosas.
—Usted no sólo nos ocultó que fue una bailarina desnudista sino que
también es amante del conde Volturi. La compadezco señora, ha puesto su
confianza en un hombre malvado…
— ¡Él también me ama! No soporta la idea que pueda casarme con un viejo
decrépito como su padre…
—Un viejo decrépito…— el señor Swan entró seguido por la madrina de
Bella. —Lo soy y me merezco lo que me pasa. Por creer que usted era una mujer
honrada digna de mi afecto. Por ambicionar un título y pretender ser lo que no
soy, un caballero. Me merezco esto, la ruina… y la traición por burlarme de la
gente, ofender a los menos afortunados que yo…
—Señor Swan… Charlie— gimió la señora Chelsea.
—Recoja sus cosas y váyase señora Rossi— dijo inflexible el jefe de la
casa. —Y no espere referencias.
—No las necesito— respondió ella dejando de llorar. —Tengo quien vele
por mí. Me da gusto saber que el conde no será su yerno, al menos esa alegría
me llevo— levantó la cabeza para salir de la habitación. Miró a todos con
desprecio y abandonó el lugar.
—De todas formas no iba a aceptarlo— murmuró Bella pero sólo Tanya
alcanzó a oírlo. La rubia se desmoronó en su sofá, presa de un ataque de
ansiedad.
—Bella, ven a mi despacho, señora Esme atienda a Tanya por favor y me
alcanza luego— ordenó el señor Swan.
En silencio descendieron, al cruzarse con el ama de llaves el señor Swan
dio órdenes para que vigilen a la señora Chelsea y no pueda levarse nada de
allí.
—Bella, no sé qué decir. Esto me ha tomado de sorpresa, apenas alcancé a
entender a Esme y ya estaba subiendo los escalones. Y lo que dijo la señora
Rossi… no puedo creerlo ¿no hay forma que eso sea mentira?
—No papá, no lo es. Ellos tienen una relación, los han visto en Clatskanie. Y mi amiga Leah conoce al conde. Me
ha mostrado documentos en dónde pude ver el poco afecto que nos tiene y la
naturaleza mezquina de su carácter. Yo, no podría aceptar la propuesta de alguien
como él.
—Tienes razón… en ese caso, tendremos que aprender a vivir en la
pobreza. Anoche hablé con el conde, antes que se marche. Me confesó sus sentimientos
por ti y creí que era sincero. Incluso me aseguró que estaba en tratos para
recuperar nuestra casa de Forks…
—Dudo de sus palabras, porque es un gran mentiroso. Finge muy bien
cuando algo le interesa, yo creí en su sinceridad, me parecía un hombre gentil,
digno de mi admiración.
— ¿Pensaste en aceptarlo?
—Si alguna vez esa idea cruzo por mi mente, fue solamente pensando en el
bien de ustedes, no en el mío. Yo no le amo, no podría hacerlo.
—Respeto eso. No sé cómo recibir a los invitados esta noche…
—Cancelemos padre, estamos a tiempo. A todos menos al conde. Quiero
encararlo.
—Está bien, dispón de todo, yo sólo quiero recostarme un momento. No deseo
ver a nadie por un buen rato…
—Está bien papá, te llamaré cuando llegue el conde. Quiero que estés presente.
Bella y Esme vigilaron que la señora Rossi se marche, la insolente mujer
no parecía tener remordimientos y salió de allí bastante altanera.
—Le ha afectado a mucho a papá ¿Crees que había algo entre ellos
madrina?
—Lo dudo pero lo que me parece seguro es que la dama le ha dejado ver
que podría haber algún romance… y tu padre es mayor Bella, un corazón así es
muy sensible a las decepciones.
— ¡Malvada mujer! Voy a enviar a todos nuestros empleados para cancelar
la reunión de hoy.
—Yo te ayudo— escuchó la voz de Tanya. —Quizás sean las últimas notas
que pueda redactar.
Rápidamente las mujeres se hicieron cargo, incluso Jessica llegó a
ayudarles y envió a Mike a avisar a su familia. Todo con la más absoluta discreción,
notificando que el señor Swan no se encontraba bien de salud.
Lamentablemente la nota que llegó a la casa de los Clapp no hizo sino
preocupar al conde quien acudió antes de la hora fijada.
— ¿Le pegas tú sola o te ayudamos?— bromeó Jessica cuando anunciaron la
llegada del perverso sujeto.
—Ese maldito… mira que proponerte matrimonio cuando tenía de amante a mi
sirvienta— dijo Tanya entre dientes.
Bella miró a sus hermanas con una dulce sonrisa.
—Alec Volturi puede ser un sujeto despreciable pero no puedo negar que
su agravio nos ha unido. Yo las estimo mucho a ambas. A pesas de los problemas
y los malos entendidos.
—Yo siempre he estado celosa de ti Bella— confesó Jessica acercándose.
–Cada vez que veo a mi marido y recuerdo que él me pidió matrimonio solo porque
tú no lo aceptaste… es duro de soportar ¿sabes?
—Papá ha alentado tanto mis fantasías, me hablaba de príncipes, duques,
condes y yo soñaba con convertirme en un miembro de la nobleza… no vi la
realidad hasta que apareció nuestro primo. Para mí sólo eras el pato feo de la
casa pero un día te convertiste en cisne Bella y no podía soportarlo.
—No soy un cisne Tanya… y Mike te ama Jessica.
—Ojalá eso se extendiera a mis suegros, siempre me miran como si
pensaran “Si Bella fuera nuestra nuera no pasaría esto”. ¡Es tan humillante!—
volvió a quejarse la menor.
—Muestra más interés en tus labores, no vivas quejándote. Pronto Mike va
a administrar todo y tendrás que mostrar madurez para poder hacerte cargo de la
fortuna de su familia.
— ¿Eso crees? Intentaré hacerlo mejor… pero quiero una niñera, esos
nenes me vuelven loca— volvió a gimotear.
—Al menos tú tienes familia Jess— la interrumpió la mayor. —Sabes que no
vas a estar sola. Hay gente que te ama, estará allí para ti en el futuro,
tendrás con quien pasar las navidades y las fiestas. Bella y yo no tendremos a
nadie cuando papá no esté.
—Eh… yo no les he confesado todo. Ya no estoy sola— Bella enrojeció
terriblemente.
Sus hermanas soltaron gritos de sorpresa alegría. Pocas veces habían
estado tan unidas, desde que su madre murió cada una había estado en su mundo,
alejándose cada vez más la una de la otra.
— ¡Apostaría mi anillo de bodas a que sé quién es!— gritó Jessica.
— ¿Tienes novio? ¿Tú?— Tanya parecía herida. —Lo siento, lo siento.
Parece que seré la única que se quedará sola…
—Eres la mejor tía consentidora— la animó Jessica.
—Quizás si juzgaras a la gente por lo que son y no por lo que tienen
encontrarías el amor, Tanya— la animó Bella.
— ¡A lo mejor! le he echado el ojo a alguien pero ni me mira… a no ser
que me digas que te vas a casar con el capitán Cullen yo podría…— pero no pudo
terminar de hablar porque las expresiones de sus hermanas la hicieron desistir.
—Ya entiendo, es él ¿verdad?— dijo entristeciendo.
—Sí es él— aceptó Bella.
—Y debe odiarme, insulté a sus hermanos hace tiempo. ¡Ay mi soberbia! Si
cada persona a la que he ofendido viniera a abofetearme seguro que no quedaría
nada de mí— lloriqueó la rubia.
—Yo tampoco soy una santa Bella…— rió Jessica. —No van a verme llevando
comida a los pobres y tengo mi orgullo… en fin. Mi vida sería mucho mejor si
puedo contar con ustedes dos.
—Cuentas conmigo párvula— sonrió Tanya intentando bromear como no lo
hacía hace años.
—Te quiero hermana añosa— Jessica y Tanya se fundieron en un sincero
abrazo, Bella tuvo que contener las lágrimas al escuchar el carraspeo del
mayordomo que anunciaba que el conde estaba esperando más de la cuenta.
—Yo las amo también pero debo ir a aclarar algunas cosas con cierto
conde— Bella las miró feliz de volver a tener a las hermanas que tanto amaba.
—Estaremos cerca por si nos necesitas, mis zapatos tienen plataforma de
metal, podrían abrir un cráneo— amenazó Tanya.
—Voy por un par de rodillos de amasar— Tanya y Jessica subieron mientras
Bella se dirigía a la salita de estar.
Al verla entrar el conde se des hizo en halagos. Bella con toda la
seriedad que merecía el trato frenó sus intenciones.
—Algo le ocurre querida ¿Puedo preguntar el motivo?
—La señora Chelsea se ha marchado, aseguró que se reuniría con usted—
dijo Bella con gravedad.
— ¿Perdón? ¿He oído bien? ¿La dama de compañía de su hermana me ha
involucrado en algo? Déjeme decirle Isabella que cualquier afirmación de esa
mujer no tiene fundamentos…
—Espero que sea lo suficientemente caballero para cumplirle y no dejarla
abandonada conde Volturi.
—Si ella ha insinuado que yo…
—Pero no es sólo la confesión de la señora Rossi lo que tengo. ¿Conoce a
Leah Uley? Le envía sus saludos— sonrió Bella, ante ese nombre el conde cambió
de semblante. —Me ha mostrado algunas correspondencias que su difunto esposo y
usted mantenían. Muy ilustrativas para hacerme una idea de su carácter. La
forma como usted se refiere a mi padre, a su difunta esposa Jane, incluso a la
propia Leah, es un perfecto esbozo del temperamento que lo animan.
—No sé qué decir…
—No diga nada, quisiera que se marche de aquí y no vuelva más.
—Pese a todo Isabella y a riesgo que mis palabras suenen vanas, yo la
amo.
—Lo dudo… tal vez sienta algún tipo de obsesión pero no creo que sea
amor. Quien no ama su prójimo, quien no se preocupa por el bienestar de la
gente con la que vive, no puede saber que es amar.
—Entiendo…
—Dudo que lo entienda. Pero tendrá mucho tiempo para hacerlo, por favor,
váyase.
—Entonces daré por terminadas las negociaciones para recuperar su casa…—
contestó el conde Volturi.
—La casa que perdimos es problema nuestro— se escuchó la voz del señor
Swan.
—Mi único pecado fue querer lo mejor para su familia Isabella. Reconozco
que hice lo posible para alejar a la señora Rossi de esta casa…
—Si para alejar a la señora Rossi tuvo que hacerla su… querida…— pero
Bella no dejó terminar a su padre.
—Por favor señor Volturi, abandone esta casa y nuestras vidas— le dijo
enérgicamente Isabella.
—Lo haré, jamás me habían tratado con más descortesía en toda mi vida…
—Lo imagino, la descortesía siempre ha ido por cuenta suya. Un poco de
rudeza no lo va a matar, sabrá reponerse de cualquier afrenta.
Herido en su orgullo el conde abandonó el lugar sin mirar atrás. En sus
treintaicinco años de vida, jamás había sido tratado tan bruscamente, sea por
su dinero o su título siempre había encontrado las puertas abiertas en la
sociedad y el corazón de cualquier mujer sin distinción de rango.
Lastimosamente para él, la única a la que sinceramente había amado lo aborrecía
al conocer su interior.
Pensó vengarse, bien de la señora Rossi o de la viuda de su amigo Sam
pero ninguna de las dos opciones le pareció viable. Ambas mujeres eran
descartables y no merecían su atención.
Se preguntó si valía la pena luchar por el amor que le fue negado, pero
semanas más tarde abandonó la idea al saber que la mujer de la que se había
prendado estaba pronta a casarse.
Pero el calvario de este petulante caballero empezó realmente el día que
su amante, la señora Chelsea Rossi le anunció que estaba embarazada, cortándole
las alas completamente a su libertad y haciendo de su vida un verdadero
martirio.
…
Cuando el señor Swan pensó que no podría soportar más, después de haber
descubierto que la insinuante señora Rossi mantenía un romance a escondidas con
el conde Volturi, se dio con la sorpresa de recibir al capitán Cullen.
En el pasado, habían llegado ciertos rumores de un romance entre aquel
jovencito y su hija Isabella. Jamás pudo aclarar el asunto pues el muchacho
desapareció de pronto. La única vez que habló del tema fue con la señora Platt
a quien le dejó muy en claro que jamás aceptaría a un pretendiente pobre para
alguna de sus hijas.
Sin embargo el tiempo había pasado, aquel adolescente se había
convertido en oficial de la marina, según sabía por sus amistades, había
amasado una considerable fortuna producto de sus viajes a Europa y al Oriente.
Y si se fijaba en su aspecto, nada podía objetar, el caballero que tenía
delante era bastante agraciado.
La posición en la que se encontraba tampoco le permitía rechazar a nadie
con la excusa de ser de inferior.
Simplemente se limitó a escuchar lo que su hija y el marino tenían que
decirle. Y mientras oía la petición de mano para Isabella el señor Swan
imaginaba los nietos que le darían.
“Serán unos hermosos e inteligentes niños, de cabellos broncíneos y ojos
verdes o achocolatados, con el porte del padre y la dulzura de su madre… ¿Qué
más puedo pedir?”
Después de estrechar la mano de su futuro yerno fue a descansar.
Demasiadas emociones en un día para un viejo como él.