HISTORIA DE TERROR ESCRITA PARA HALLOWEEN
ESPEJO MALDITO
Edward y Jacob eran los mejores amigos desde que nacieron.
Pasaban largas horas juntos, en la escuela y fuera de ella.
Era su último año en la preparatoria cuando la hermosa hija
del jefe de policía llegó a la escuela. Y con eso, su gran amistad se vio
resquebrajada.
Cada uno, a su modo, trataba de ganársela.
Jacob trataba de impactar a Bella con demostraciones
físicas. Era el jefe del equipo de baloncesto
y el atleta más destacado.
Edward, por su parte, era un joven muy inteligente y hábil
con la tecnología. Impresionó a Bella bajándole aplicaciones a su iphone que ni
siquiera se conseguía mediante pagos.
Así, los primeros dos meses de clases Edward y Jacob se
liaron en una guerra fría por conseguir la atención de Bella.
Pero la única hija del jefe Swan se percató de las
intensiones de ambos muchachos y planeó cómo poder pasar tiempo con los dos sin
que traten de competir mutuamente.
Bella se convirtió en su amiga inseparable. Ella los
mantenía unidos, los buscaba y los llamaba a ambos. Secretamente se sentía
atraída por los dos jóvenes, pero mientras no se decidiera por uno de ellos,
prefería la amistad antes que el amor.
Un día a la hora del almuerzo, los tres amigos estaban en la
cafetería conversando entretenidamente.
— ¿Este año también irás con la pandilla de Sam a la casa
esa?— preguntó Edward.
—Es tradición hermano. No hay Halloween si no traes
pepinillos del diablo de la casa de los espantos— sonrió Jacob.
— ¿Casa de los espantos? ¿Pepinillos del diablo?— preguntó
Bella intrigada mirando a sus amigos.
—Suelen sacar pepinillos venenosos del jardín de una casa
abandonada. Es una vieja leyenda— respondió Edward.
—Por favor, cuéntenmela— pidió.
—Yo me la sé muy bien— Jake se acomodó en su silla para
iniciar su relato. –Si te la cuenta Edward no te dará miedo. A ver… hace muchos
años, creo que 20 o 30, una pareja vivía en las afueras de Forks, en una
casita. Ella se llamaba Victoria y el James. El marido viajaba muy seguido,
porque era vendedor. Se ausentaba semanas enteras. Pero de un momento a
otro llegó sin avisar un par de días
antes de lo planeado. Era una noche de luna llena como hoy. Y bueno, encontró a
su mujer, en la cama con su amante. Un moreno enorme llamado Laurent.
— ¿Y los mató?— saltó Bella asustada.
—Bueno sí, los mató— interrumpió Edward.
—Ay Eddie, te saltas la mejor parte— sonrió Jake.
—No me llames Eddie. ¿Acaso no los mató?— dijo Edward
fastidiado.
—Sí. Pero acá viene lo interesante. James loco de celos dejó
que los amantes siguieran en su cama pues ni siquiera se dieron cuenta que él
había llegado. Fue al sótano y sacó gasolina que tenía almacenada para su auto.
Roció la casa por completo y le prendió fuego. Luego entró en la habitación
matrimonial y se encerró con ellos para esperar la muerte.
— ¿Murieron todos quemados?— Bella tenía los ojos
desorbitados.
—Sacaron tres cadáveres de allí, eso decía el periódico. Lo
busqué en le hemeroteca del pueblo— Edward parecía bastante escéptico.
—Ya, déjame terminar de contar la historia— se quejó
Jake. –Según cuentan, en la habitación
había un espejo grande al pie de la cama, donde Victoria y James solían verse
mientras tenían sexo.
—Eso nadie lo sabe. Esas cosas las inventa la gente de La
Push— se volvió a quejar Edward.
—No son inventos. Bueno el caso es que el espíritu de James
está en ese espejo quemado y retorcido. Y cumple un deseo a aquel valiente que
pueda entrar y mirarse en él.
— ¿Un deseo? ¿Lo que sea?— Bella parecía bastante interesada
en aquello.
— ¿Por qué no le cuentas lo que le pasó a los idiotas que
creyeron ese cuento?— suspiró Edward.
—Demetri era un escritor que entró a esa casa a pedir al
espejo que lo hiciera famoso— susurró Jake mirando a todos lados como tratando
de mantener la conversación sólo para ellos.
— ¿Era? ¿Se hizo famoso?— preguntó Bella.
—Dos días después lo arrolló un camión en la autopista. Fue
algo sangriento, medio kilómetro de vísceras y cuerpo despedazado. Claro que se
hizo famoso, su libro se llamaba “Hecho pedazos” y se vendió como pan caliente—
Bella ahogó un grito de terror.
—No la asustes Jake— la mirada penetrante de Edward se clavó
en su amigo.
—No… no me asustan esas cosas. Estoy bien. ¿Alguien más se
atrevió a entrar allí?— la curiosa Bella parecía no darse por vencida.
—Claro. Fue un tipo, un tal Garrett. Dicen que no tenía
trabajo y el invierno se acercaba. Entró una noche de luna llena a pedir al
espejo que su familia no pase hambre.
— ¿Y se lo concedió?— preguntó la jovencita cada vez mas
absorta en la historia.
—Tres días después Garrett murió aplastado por una roca en
el camino a la Push. Su auto quedó hecho puré.
—Pero entonces no se cumplió su deseo— gimió Bella.
—Sí que se cumplió. Su esposa se casó con el dueño de la
aseguradora del auto. Ahora vive con sus hijos en Miami— sonrió el quileute.
—Pero todos tienen que morir…
—Son cuentos Bella. Nadie puede asegurar que Demetri y
Garrett le pidieron deseos a ese espejo. Yo dudo siquiera que exista— dijo
Edward muy seguro.
—Claro que existe, yo lo he visto— confesó Jacob.
— ¿Lo viste? ¿Te atreviste a entrar allí?— Bella estaba
muerta de miedo pero su curiosidad era más grande que cualquier temor.
—No. Se subió al árbol junto a la ventana de la casa. Ambos
nos subimos el año pasado— el joven de cabellos cobrizos echaba por tierra cada
uno de los cuentos que el moreno usaba para impresionar a Bella.
—No es cierto. Tú apenas te asomaste. Yo me quedé viendo más
tiempo y pude ver un trozo de vidrio— aseguró el quileute.
Durante todo aquel día Bella estuvo persiguiendo a Jacob
para pedirle que le cuente más de aquel espejo misterioso. Después de la
escuela quedó en ir a la reserva a hacer las tareas. Edward celoso del reciente
interés de Bella por los cuentos de horror intentó en vano narrarle las
leyendas de vampiros que había leído en la biblioteca.
— ¿Quieres ir esta noche a la casa del espejo?— ofreció
Jacob a su amiga ante la mirada reprobatoria de Edward.
— ¿Crees que sea buena idea?— preguntó el ojiverde. Pero al
parecer nadie lo escuchó.
—Sí. Me gustaría pero me muero de miedo entrar allí— la
respiración de Bella se había hecho más rápida.
—Vamos los tres, sólo echaremos un ojo— Jacob estaba feliz.
Por fin Bella lo prefería. Estaba atenta a cada cosa que decía, lo miraba a los
ojos, lo seguía a todas partes. Por ella se atrevería a entrar a aquella casa.
—Está bien. Pero vamos antes que anochezca— ofreció Edward.
—No. Será más emocionante si vamos a media noche. Yo paso a
buscarte Bella, estaciono detrás de tu
casa y te llevo— Jake no cabía en sí de alegría al ver la enorme sonrisa en el
rostro de su amiga.
—Yo los alcanzo allá, llevaré linternas, un bate de béisbol
y alguna otra protección que encuentre— Edward salió de la casa de Jacob
echando humo. Se sentía demás allí. Ya no eran los tres amigos inseparables,
pronto Bella elegiría y él estaría sobrando.
“Uno más uno es dos, no tres” se repetía mentalmente. “Yo no
soy interesante, no se cuentos de horror ni me interesa el misterio”.
Muchos pensamientos negativos e incluso destructivos lo
acechaban. Celos, envidia, rencor empezaban a surgir en él sutilmente.
Se fue a acostar temprano, a las once y treinta en punto se
deslizó por su ventana y empujó su auto un trecho para que su familia no se
diera cuenta de su ausencia.
“Hago mal tercio y no me importa, soy patético” iba pensando
mientras se dirigía a la casa de los espantos.
Aparcó a un lado del auto de Jacob.
“Sería capaz de romper ese espejo a patadas con tal que
Bella deje de mirar a Jake con tanto interés” pensaba.
Encontró cuchicheando muy juntos a ambos amigos. Se aclaró
la garganta y prendió la linterna más potente.
—Apaga eso, no seas gallina— le espetó Jake.
—Yo si tengo miedo, la verdad— Bella se escondió un poco
dentro de su abrigo.
—No tengas miedo, yo estoy aquí— el quileute pasó su brazo
por el hombro de su amiga. Edward dejó caer el bate a sus pies.
— ¡Qué fue eso!— saltó Bella.
—Lo siento— se disculpó el celoso amigo.
—Bueno. Creo que podemos entrar— Jake fingiendo valor hizo
ademan de adelantárseles a la puerta de ese lugar maldito.
El aire que se respiraba era denso. El olor a podrido y
quemado les invadió los sentidos. El corazón de Bella latía con tanta fuerza
que pronto se sintió mareada. Cada peldaño de la escalera le pareció una
montaña.
Pero al llegar al pasillo no pudo continuar.
—No. No quiero, regresemos— jadeó.
—Tranquila pequeña, tranquila. Nos quedaremos un instante
aquí, yo puedo protegerte, mis antepasados eran brujos, el mal no puede
tocarme.
—No hay ningún mal, son solo cuentos para asustar niños
quileutes que no quieren comer— se burló Edward.
—No te burles de los espíritus malditos— le corrigió su amigo.
—Ya. Tranquilos. Yo creo que mejor van por delante. Yo… no
quiero entrar a esa habitación por favor— pidió ella.
—Nos esperas fuera y nosotros entramos a ver. Traje una
cámara para tomarle fotos al espejo— sonrió el protector amigo.
—Está bien. Estaré a unos pasitos detrás de ustedes— aceptó
Bella.
Edward se les adelantó, estaba cansándose de hacer mal tercio,
la dramatización de Jacob le daba asco.
—Ey Cullen, yo voy por delante— anunció Jake.
“¿Cullen?” “¿Desde cuándo Jake lo llamaba así?” “Oh si,
desde que es el héroe de las leyendas cutres”
Edward no le hizo caso, encendió su linterna y dio dos pasos
sin ver por dónde iba, lamentablemente tropezó con un trozo de madera que no
había visto en el piso y cayó hacia un lado soltando la linterna. El
instrumento se apagó y desapareció fuera de su alcance.
—Fíjate por dónde vas tonto, asustas a Bella— Jake se
inclinó a ayudarlo pero esto humilló más el orgullo de Edward.
Sin decir palabra avanzaron, lo único que los guiaba era el
resplandor de la luna que se colaba por las ventanas. Un aire helado los
envolvió al entrar en aquella habitación. Jacob que siempre traía prendas
delgadas palideció de frío. Edward lo oyó temblar.
— ¿Miedo?— preguntó.
—Definitivamente no soy yo el que tiene miedo esta noche—
dijo orgulloso el quileute. –Anda te cedo el honor de entrar primero— ofreció.
Sin decir más Edward avanzó con paso seguro, atravesó el
tenebroso espacio hasta llegar a la ventana. A lo lejos vio una densa neblina
que provenía del bosque. Se le erizó la piel.
Trató de buscar a Jacob pero su amigo apenas había
atravesado el umbral de la puerta. Y
allí, a su derecha, logró verse
reflejado toscamente sobre una superficie retorcida.
Aquel espejo maldito le devolvía su reflejo.
No podía apartar la mirada de su imagen, que lentamente fue
cambiando. Ya no era su rostro lo que veía reflejado, sino una suerte de
imágenes inconexas, rostro retorcidos que lo miraban desde el otro lado aquella
lámina de cristal.
La imagen de un hombre
de melena larga se hizo clara, lo miraba de lado, sonriéndole,
invitándolo a huir, desafiándole.
“¿Cuál es tu deseo?” lo escuchó en su mente. “¿Qué es lo que
buscas?”
Edward estaba petrificado ante aquella visión. No podía
salir corriendo, las piernas simplemente dejaron de funcionarle, ni siquiera
sus ojos fueron capaces de cerrarse a voluntad para dejar de mirar aquel
espantoso cuadro.
“No, no deseo nada, no quiero nada” pensó Edward
desesperado.
El hombre dentro del espejo sonrió y desapareció.
Pero en su lugar aparecieron imágenes de las dos personas
que Edward más quería. Jacob y Bella.
Situaciones que jamás siquiera se atrevió a imaginar.
Bella y Jacob. Jacob y Bella. El uno junto al otro, tomados
de la mano. Sus miradas fugaces, las manos juntas, besos tiernos, apasionados
toques. Ellos dos una y otra vez, en el
bosque, sobre motocicletas, sobre una cama. En la intimidad de su habitación,
en la amplitud de una playa.
Ambos amándose el uno al otro, sonrientes, felices,
extasiados… dando rienda suelta a su
delirio, en un frenesí de amor…
Era más de lo que Edward podía soportar….
Y entonces… lo pensó, lo dijo en voz baja… lo susurró al
viento… tan bajito que apenas se pudo oír a sí mismo.
“Deseo… deseo con toda el alma que eso no pase jamás”
Las imágenes desaparecieron y en su lugar la sonrisa burlona
del hombre de melena larga ocupó el cristal.
—Vámonos Jake— dijo Edward asustado.
Si el espejo mostraba el futuro, ya no importaba. Pero aquel
ser del espejo era sin duda diabólico y no debían permanecer allí ni un segundo
más.
Se giró para sacar a su amigo del lugar, pero estaba sólo.
— ¡Jake!— gritó.
Oyó a lo lejos un grito de mujer.
“Bella” pensó asustado.
Antes de salir corriendo
para socorrer a su amiga, a quien amaba en secreto se aventuró a ver por
última vez el reflejo del espejo.
Ya no era el hombre de melena quien aparecía en la
superficie del cristal.
¡Era Jacob! ¡Jacob estaba allí!
Edward volteó a mirar detrás de él, creyendo que era un
reflejo. Pero su mejor amigo ya no estaba en esa habitación.
Desde dentro del espejo maldito, Jake lo miraba furibundo,
con los puños apretados y el semblante retorcido.
Otro grito desde la planta baja alertó a Edward que ya no
podía hacer más allí.
Corrió escaleras abajo para salvar de lo que sea que
estuviera haciéndole daño a Bella.
— ¡Basta! ¡Basta!— gritaba Bella. Edward llegó a su lado y
la abrazó.
— ¿Qué pasa Bella? ¿Qué tienes? ¿Bella?— preguntó.
— ¡Esa mujer! ¡Esa mujer! ¡Quiere matarme!— gritaba la
muchacha fuera de sí.
—No hay nadie aquí— trató Edward de tranquilizarla.
Pero una carcajada siniestra le heló la sangre. La risa
cantarina y espectral volvió a oírse.
El piso tembló con furia, las paredes retumbaron, todo
alrededor empezó a caer y resquebrajarse. Los dos amigos tomados de la mano
trataron de salir inútilmente de aquel lugar.
.
Edward abrió los ojos a la mañana siguiente. Estaba en la
cama del hospital que dirigía su padre. Bella yacía en la cama de al lado. Al
verla, todos los recuerdos de la noche anterior regresaron con la fuerza de un
ciclón.
“¿Dónde estaba Jacob?” “¿Seguiría prisionero de aquel
espejo? “
Debía regresar, volver y sacarlo cuanto antes de allí.
En vano trató de contarle a su padre lo que ocurrió.
Carlisle era un hombre de ciencia y atribuyó las incoherencias que su hijo
decía al shock post traumático.
Las cosas tenían una explicación lógica. Un temblor de
regular intensidad azotó Forks la noche
de luna llena. Lamentablemente los tres amigos estaban en el lugar más inseguro
de todos. En una casa abandonada en ruinas. Las paredes cayeron, las
estructuras no soportaron y la casa se vino abajo, causando la muerte de Jacob
Black.
Bella sufrió dos fracturas, una en su pierna derecha y otra
en una de sus costillas. Edward por su parte parecía recibió un fortísimo golpe
en la cabeza que le ocasionó una fisura craneal. Le diagnosticaron daño ocular.
Su vista nunca volvió a ser la misma, fuertes dolores de cabeza y alucinaciones
lo persiguieron durante toda su vida.
Pero no fue eso lo que más lo atormentó. Aquel espejo
maldito jamás fue hallado entre las ruinas de la casa de los espantos. Ni
siquiera un trozo de vidrio apareció.
* * *
Booo, que miedito. No deseen algo de lo que luego se pueden
arrepentir.
PATITO
2 comentarios:
o por dios¡¡¡¡ k miedo tengo espero no tener pesadillas :/
Estas historias si que dan miedo
pero estan muy requetebuenas
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