16 julio 2013

No digas Adiós Capítulo 8



Ocho


La vizcondesa de Cornish llegó a Port Ángeles y los Swan, a excepción de Isabella vivían pendientes de los mensajes. Tanya había dado órdenes que cualquier carta, nota o mensaje le sea entregado sin demora, incluso si estaba descansando.

A Bella todo este ajetreo le parecía ridículo. La primera noche que coincidieron en una cena y fueron presentados, le pareció que la vizcondesa era apenas una mujer educada. Su padre no se cansaba de elogiar su sabiduría pero lo cierto es que la dama apenas sabía de geografía.

“La vizcondesa es una mujer tan refinada” decía Tanya porque la había visto agradeciendo una atención que le brindaron. Y su hija, Lady Victoria apenas hablaba. Su padre decía que era una damita reservada, cuando lo cierto es que arrugaba la nariz por todo.

La organización del recital había avanzado mucho, Tanya y la señora Chelsea se encargaban de todo y no permitieron a Bella participar.

—El director del conservatorio está entusiasmado con la idea del concierto pero no va a rebajarnos el costo— se quejó la hermana mayor. —Va a costarnos una fortuna dar ese recital, bendita la idea de Bella que nos llevará a la ruina.

—Deberíamos cobrar las entradas y dar unos cuantas invitaciones a las personas que consideremos importante— dijo Bella sin preocuparse por las apreciaciones de su hermana.

— ¿Cobrar las entradas? ¿Has enloquecido Bella?— Tanya se ofendió hasta la raíz de sus cabellos.

—No podemos hacer eso, no veríamos como comerciantes— el señor Swan parecía ofendido también.

—Eso es cierto Isabella, el cobrar las entrada sería algo despreciable— añadió la señora Chelsea.

—No si los fondos son destinados a alguna obra benéfica. Estimo que alcanzaría para cubrir el costo de la orquesta que por fuerza debería cobrar menos. Además sería algo loable y nadie querría perderse un concierto a favor de los huérfanos— sonrió la astuta jovencita.

— ¡Maravilloso! Tanya anota eso. Cuanto antes debemos visitar al gobernador para plantearle nuestro problema. Es una salida magnífica ¿Cómo no se te ocurrió a ti la idea?— como siempre el señor Swan ignoró a Bella en beneficio de su primogénita. Pero la segunda hija estaba acostumbrada a no ser tomada en cuenta así que no le afectó. Mientras sus seres queridos sean felices, ella estaba en paz.

—Padre me han informado que nuestro arrendatario de Forks, el Almirante Whitlock, está en la ciudad— Tanya cambió el tema de la conversación.

— ¿Crees que tengan intensiones de visitarnos? No podemos recibir a cualquiera ahora que la vizcondesa está en la ciudad— Bella estaba resignada a vivir en ese ambiente tan superfluo. Ya nada le sorprendía de su padre y hermana. Si bien algunas cosas jamás dejarían de fastidiarle.

—No creo que debamos recibirlos, ellos son de menos categoría socialmente. Él almirante debe participar de otro círculo, marinos como él. Ni siquiera deberíamos invitarlos al recital— la joven de ojos chocolate dejó su comida, enfadada por el comentario de su padre.

—Le doy la razón Tanya, ahora más que nunca deben cuidar su prestigio— añadió al señora Chelsea. ¿Quién era esa mujer para juzgar así a los Whitlock?

Bella ya estaba harta, no veía la hora en que Esme hablara con su padre para poner en su lugar a esta mujer que estaba empezando a exasperarla.

—Estoy segura que han venido a Port Ángeles a los baños termales, dicen el almirante no es muy joven que digamos y con la vida que llevó, debe tener gota o alguna enfermedad reumática— los comentarios de Tanya nunca habían sido acertados. Menos amables.

—Esos marinos acaban su vida tan rápido. Tienen el cuerpo gastado y el semblante triste, así me hubieran pagado una fortuna nunca habría sido marino— contestó el señor Swan. Bella sonrió. En realidad su padre no había trabajado en toda su vida, no había hecho más que dilapidar la herencia que le dejaron.

Pero a pesar de todo la noticia era buena para ella. Estaba decidida a ver a Alice y no avisaría a su familia de esta entrevista. Se estaba acostumbrando a hacer las cosas por su cuenta, como visitar a su amiga Leah por ejemplo. Eso le reconforta mucho. Visitar a su amiga viuda le hizo darse cuenta que en la ciudad había gente muy pobre. Seleccionó las prendas que ya no usaba y muchas que Tanya desechaba para repartirlas entre algunos vecinos de Leah.

Al siguiente día Bella averiguó la dirección de los Whitlock y fue decidida a ver a su querida amiga. Alice había demostrado que a pesar del tiempo transcurrido podía contar con ella como en el pasado.

La residencia Whitlock era muy lujosa, aún más que la propia casa de los Swan en Forks. Y los dos automóviles que estaban estacionados dentro la sorprendieron aún más.

“Parece que el círculo social de los Whitlock es superior al nuestro ¿Qué opinaría mi padre si viera esta casa?” pensó Bella sonriendo. Apenas se anunció fue recibida por una Alice sonriente que bajó las escaleras gritando su nombre.

— ¡Bella! ¡Bella! ¡Moría por verte!— la saludó.

—Yo También. Apenas supe que estabas en la ciudad vine de inmediato— ambas se abrazaron como hubieran estado lejos durante años. La amistad que las unía era algo muy especial.

—Imagino que no es una visita formal, así que espero no te moleste verme en bata— le sonrió la pequeña.

—No lo es. Y no me importa ¿Cómo estás?

—Bien, algo apurada en estos días, mi marido organiza la reunión anual de oficiales de la marina por eso alquilamos este enorme lugar. Odio las residencias, prefiero una cabina confortable en algún buque. Despertarme con el sonido de las gaviotas, tomar café caliente frente al timón de un barco. Eso me gusta, no la sociedad y la gente loca— Alice sonrió.

—Suena interesante— contestó la muchacha.

Una puerta lateral se abrió dejando ver a un hombre alto, rubio y bien parecido. A pesar de los años que le llevaba a su mujer el almirante Jasper Whitlock era muy apuesto aún. Sonrió al ver que su esposa tenía visita y respetuosamente saludó a la recién llegada.

—Es un gusto verla Isabella— se inclinó.

—El gusto es mío almirante— Bella devolvió el saludo.

—Llámeme Jasper por favor, me siento viejo cuando me tratan por mi cargo o mi apellido. Además usted es una querida amiga de mi esposa y eso la hace mi amiga también.

—Muy bien, sólo si me llama Bella.

— ¡Ay, los amo!— saltó de gusto Alice. –Amor, voy a estar un rato con Bella, espero que no me necesites.

—No te preocupes, sólo iré al club para firmar el contrato— le respondió antes de salir.

—Va a ser una reunión espléndida, o eso espero. Creo que hay un problema con un concierto que habrá el mismo día pero ofreceremos más por el club y lo tendremos solo para nosotros— comentó Alice. Bella no pudo evitar soltar una carcajada. Su amiga la miró intrigada y la muchacha no pudo evitar tener que revelarle la razón de su espontánea muestra de alegría.

—El concierto lo organiza mi familia— sonrió Bella.

— ¡No! ¿En serio? De haberlo sabido… le diré a Jasper que debemos replantearlo…

—No Alice, no. Déjalo proceder. El concierto sólo es para adular a esa vizcondesa que llegó recientemente.

— ¿En serio? ¿Esa mujer estirada que usa zapatos de vaca?— preguntó su amiga. Bella la miraba intrigada por eso la pequeña continuó. —Fíjate en los zapatos que usa, son de cuero de patas de vaca. Dice que son ingleses, hechos a mano y que están en toda moda pero no dejan de ser horribles. Y su hija, un horror de mujer. No se baña. Huele a perfume fuerte para aplacar su humor y camina como si pisara huevos— Alice hizo una demostración de lo que decía y Bella no pudo soportar soltar una carcajada nada educada.

—Ya basta Alice, no seas tan malvada— Bella no dejaba de reír.

— ¿Vizcondesa? ¡Mis calzones Bella! Que gente más ignorante, ese título es de cortesía, se lo dieron a su marido porque era el vicario de un conde venido a menos. No dirigen nada, no heredan nada, si siquiera tienen propiedades.

— ¿Cómo sabes eso?

—Porque yo estuve en el famoso Cornish. No es más que un tiradero.

— ¿Es cierto eso?

—El título que tienen es honorífico pero me enferma que aquí les den el trato de reinas y que ellas, sobretodo la hija, se comporten como si formaran parte de la realeza. En su vida han estado en Buckingham.

—Eso le rompería el corazón a papá— comentó Bella.

—Bueno, no se lo comentes— sonrió su amiga.

—No lo haré. Él es feliz dentro de su pequeño mundo.

— ¿Y tú Bella? ¿Eres feliz aquí en Port Ángeles?

—Desde luego…

—Me alegro. Cuántas veces soñé que viajábamos juntas, surcando los mares envueltas en abrigos gruesos. Desembarcábamos en lugares rarísimos, para adquirir algunas de esas cosas insólitas que se encuentran en Egipto o en la India. Caminábamos en los mercados de Bali oliendo especias…

— ¿En serio soñaste eso?

—Te he tenido presente en cada uno de mis viajes. Esperaba que mi hermano volviera por ti. Cada vez que nuestro barco y el suyo se cruzaban, era lo primero que le preguntaba… pero nunca llegaste.

—Él no volvió…

A Bella se le llenaron los ojos de lágrimas. No sabía que en el otro lado del mundo, su mejor amiga la añoraba. “Yo también te he echado de menos, también te he extrañado” pensaba Bella.

—Tiene un gran resentimiento en el corazón.

—No me lo pareció. Ya me ha olvidado Alice, me lo demostró este tiempo que estuvo en Forks. Él ya ha superado eso.

—No lo creo. Algo así no se supera Bella.

—Es un tema que prefiero no tratar, las cosas pasaron como debían pasar Alice, no sirve de nada reprocharse por el pasado.


—Tienes razón. Igual le escribí a Edward, debe venir a la reunión de oficiales, así que espero llegue la próxima semana. Te lo digo para que te prepares por si se cruzan en algún evento— le advirtió.

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