16 julio 2013

No digas adiós Capítulo 7



Siete

—Alec Volturi, el hijo de la tía Scarlet, quien se casó con el conde Volturi en Italia va a venir esta noche— dijo Tanya intentando que su voz parezca desinteresada. Bella conocía a su hermana, no había hablado de otra cosa desde que llegó.

— ¿Y dices que ha venido ya?— preguntó. No había comentado que ella lo conocía de vista pues no le parecía algo importante. Así que lo mantuvo en secreto en parte porque su padre y hermana la bombardearían de preguntas al respecto.

—Dos veces nos ha complacido con su presencia, ha quedado para cenar hoy— respondió la señora Chelsea, la dama de compañía de Tanya.

—Qué extraño, en el pasado no mostró interés en nosotros, nunca lo conocí— Bella no le dio más importancia de la que tenía pero notó que su padre no hablaba de otra cosa desde el día anterior.

Se preparó para la cena, encontró sobre su cama un vestido amarillo suave, de gasa fina, con delicados bordados. Le gustó el modelo pero el color no era de su gusto. Le agradecería a su hermana el detalle, pero le dejaría en claro que le gustaba escoger su propia ropa.

Se vistió con paciencia y dejó libre su cabello. Demasiado tiempo venía haciéndose aquel moño que la hacía mayor. Era tiempo de cambiar un poco.

Vigiló que todo esté en orden, empezó a anotar en su libreta lo que hacía falta para los siguientes días, ese siempre había sido su trabajo. Anotar y llevar un registro de todo.

A las siete en punto llamaron a la puerta. El tal Alec Volturi había llegado. Esperó unos minutos como es debido para presentarse. Caminó unos pasos hacia el salón principal y esperó pacientemente a que su padre repare en su presencia.

—Ella es mi hija Isabella. La segunda, ayer llegó de Forks— dijo su padre ceremoniosamente invitándola a acercarse.

Bella se aproximó unos pasos para saludar a su primo pero un suave rubor tiñó las mejillas de la joven. La mirada de aquel caballero era la misma, insistente y llena de admiración. Una sonrisa sutil remataba aquel semblante hermoso.

—Alec Volturi a su servicio— con toda la elegancia el caballero besó el dorso de la mano de Bella.

—Bella, puede llamarme Bella— le respondió.

—Magnífico, ya sólo le falta conocer a mi Jessica pero esa niña no va a venir pronto, está felizmente casada con Forks con un caballero de fortuna, tiene dos pequeños, ya soy abuelo…

Charlie monopolizaba la conversación porque siempre tenía muchas cosas que decir y cuando el tema decaía lo rellenaba con charlas superfluas sin sentido. Pero Bella notó que Alec Volturi no era un hombre de poca educación. Sus comentarios acertados y sus recursos hicieron que en ella nazca cierta admiración. Se notaba que tenía ante sí a alguien de mundo, versado en todo tipo de temas con quien se podía tener extensas pláticas.

Y no se había equivocado. La empatía que entre ambos fue instantánea. Bella se alegraba de contar con un familiar erudito. Pero el conde apenas reparaba en la hermana mayor, quien se desvivía en atenciones para él.

Desde un inicio fue obvia la simpatía que mostraron el conde e Isabella. Charlie Swan se mostró a gusto de ver sonreír a su hija. Parecía que el destino le sonreía, un conde en su casa, interesado en acercarse a su familia y quien tal vez pida pronto la mano de su hija mayor. O de la menor. Le daba igual siempre que emparentaran más estrechamente.


Mucha gente solía frecuentar Port Ángeles por sus famosos baños termales. Una tarde en que Bella acompañó a Tanya a hacer algunas compras se encontró con una vieja amiga del internado. Bree Tanner, quien se casó con un caballero inglés y residía en Liverpool. Pero la enfermedad de su madre la habían traído de vuelta.

—Llevo a mi madre con frecuencia a los baños y he visto allí a una conocida tuya Bella— le comentó.

— ¿a quién te refieres?

—Leah Clearwater ¿La recuerdas? Era una joven mestiza que tu solías defender.

— ¿Leah? Claro que la recuerdo, no la veo hace tiempo, le perdí el rastro cuando dejamos la escuela— sonrió Bella recordando a su amiga. Era una joven atlética y de buen ver. No había sabido de ella en muchos años.

—La pobre, ha caído en desgracia. Ahora vive en Clatskanie, es un barrio bastante pobre al norte de la ciudad. Una amiga me contó que quedó viuda y su marido estaba en la ruina.

— ¡Cuánto lo siento! Deberíamos visitarla.

—No puedo Bella. Mi marido no me lo permitiría, mi Riley es bastante sobreprotector y no quiere que tenga contacto con mucha gente— entristeció su amiga.

—Creo que yo debería ir a verla…— pensó en voz alta Bella.

—Ten— dijo Bree sacando su cartera. —No es mucho, pero servirá de algo. No se lo des, ella siempre fue bastante obstinada. Cómprale algo lindo y dile que yo se lo envío. No me he atrevido a hablarle, soy muy vergonzosa para eso— bajó la cabeza.

—Iré, Leah me ayudó mucho cuando mi madre murió, me reconfortó muchas veces. Tengo que verla— dijo Bella despidiéndose de Bree.

Aquella tarde avisó que saldría con Esme y fue a casa de su madrina a avisarle que necesitaba hacer una diligencia.

—Madrina, una buena amiga mía, ha caída en desgracia, está residiendo aquí en la ciudad. Necesito ir a verla pero pienso que tal vez mi padre se oponga porque vive en una zona no muy buena— le contó a Esme.

— ¿Dónde querida? –preguntó la dama.

—En Clatskanie.

—Nunca he estado allí pero si debes ir podría proporcionarte mi coche ligero.

—Gracias, en verdad quiero verla— sonrió Bella.

Aquella tarde, luego de preguntar con insistencia dio con Leah. Le costó mucho ya que Bella no sabía el apellido de casada de su amiga. Al fin le dieron el dato de que una tal Leah Uley vivía en una humilde posada.

Hacia allí se dirigió. Al llamar la puerta le pidió al cochero que la espere cerca.

La mujer que atendía la posada la guió hasta la pequeña habitación que ocupaba su amiga. Bella llamó a la puerta con miedo. Temía haberse equivocado. Pero cuando le abrieron no pudo evitar sonreír a pesar de verla en silla de ruedas.

—Hola Leah— saludó Bella.

— ¡Bella Swan! Cuántas veces he pensado en ti. Supe que llegaste a la ciudad y me preguntaba si alguna vez nos cruzaríamos. Pero eso es una tontería no frecuentamos lo mismos círculos ¿Verdad?

Bella se sorprendió saber que Leah había oído hablar de ella. No creía ser tan popular en el lugar.

—Te traje algunos presentes— Bella entró y se acercó a su amiga para saludarla con un abrazo.

—Pasa, espero que no te incomode mi humilde lugar. No tengo para más, he caído hasta el fondo,  como puedes ver.

— ¿Qué te ha pasado?— preguntó la joven interesada en saber cómo había su querida amiga había llegado a esa situación.

— ¡De todo! Pero es una enfermedad la que me tiene así. Y no tengo los recursos para tratarme como es debido, mi difunto esposo invirtió mal y al fallecer yo sólo heredé deudas— la mestiza abrió los obsequios que le traían.

—El suéter es mi obsequio y la manta la envía Bree Tanner ¿Te acuerdas de ella?

—Sí… ¿Es la miedosa que iba un año detrás de nosotras verdad? La he visto en los baños termales a lo lejos pero no me habla, sigue tan cobarde como siempre. Agradécele de mi parte— dijo Leah. —Gracias, es hermoso el suéter.

—Apenas supe que estabas aquí vine a verte— sonrió Bella.

—Gracias. Siempre fuiste tan buena Bella.

Las amigas se reencontraron felices y conversaron durante unas horas sobre lo que les había ocurrido a cada una. Bella prefirió no hablar sobre su malogrado romance con Edward. Sólo se limitó a narrarle las cosas que había hecho y visto en estos últimos años. Pronto oscureció y Bella se excusó pues su padre la echaría en falta

—Ojalá pudieras volver— suspiró Leah.

—Tenlo por seguro Leah, volveré. ¿Te parece bien si compartimos una tarde a la semana? Puedo venir a hacerte compañía o podríamos salir a pasear por la ciudad. Sé que mi madrina podrá prestarme uno de sus coches— ofreció la joven.

—Tu compañía es lo que más deseo. Ser pobre es peor que la peste. Los amigos huyen ¿Sabes?

Bella se despidió prometiendo volver cada martes.

En casa nadie notó su ausencia, Tanya y su padre recién llegaban de hacer una visita a otra familia adinerada. Parecía que venían muy felices.

— ¡Bella!— la llamó Tanya. –Nos han dado una noticia muy importante. La vizcondesa de Cornish va a pasar una temporada aquí— la rubia parecía frenética por la noticia.

— ¿De dónde?

—Eso que importa ¡Es una Vizcondesa! Va a venir a pasar una temporada acompañada de su hija, Lady Victoria. Debemos hacer amistad con ellas, eso le dará importancia a nuestro apellido— los razonamientos de su hermana le parecían ridículos a Bella pero no lo dijo en voz alta.

—Seguro que tú y Lady Victoria congeniarán enseguida— sonrió la menor.

—Eso espero. Debemos ofrecer alguna cena o un evento importante en su honor. Sé que no nos podemos permitir mucho pero yo he pensado que un baile puede funcionar.

—Eso es muy costoso. Podríamos frecuentarla en algunas actividades de la ciudad.

— ¿Y quedar como pobres? No Bella, debemos organizar algo ¡Ayúdame a pensar!— pidió su hermana.

— ¿Qué te parece un concierto? Alquilamos el salón principal del Club y contratamos a la orquesta de cámara de la ciudad…

— ¿Un concierto? No lo había pensado. No es tan costoso como organizar una fiesta… ¡Voy a decirla a papá!— su hermana parecía tan feliz con aquellas pequeñas cosas que a Bella le alegró que tenga algo en que ocupar su tiempo. Ella también quisiera pasar el día en alguna actividad provechosa.

Unos días después su primo el Conde Volturi se presentó luego del almuerzo, Bella estaba sola en casa, su padre, hermana y la acompañante de ésta habían ido al conservatorio a preguntar por la orquesta de la ciudad.

—Señor Volturi, cuanto gusto— lo saludó Bella.

—Alec, me agradaría que me llame Alec, prima.

—Alec. Bienvenido. Mi padre y mi hermana salieron a unas diligencias.

—Me alegra saberlo, pues es con usted con quien quería hablar.

—Lo escucho— dijo Bella invitándolo a sentarse.

—Hasta ahora no hemos tenido la oportunidad de hablar sin personas alrededor y quería que supiera que tampoco he mencionado la forma en que nos conocimos, aquella vez en La Push.

—Fue algo fortuito, no fuimos correctamente presentados…

—Es mi culpa. Yo había visto a su grupo un día antes pero no pregunté quiénes eran. En mis viajes no suelo hacer amistades, aprovecho para caminar, pensar y escribir— le sonrió.

—Lo entiendo— dijo Bella.

—Escuché sus risas, observé sus caminatas y me sentí un intruso, sin saber que tenía todo el derecho de presentarles mis respetos, a usted y a su hermana Jessica.

—Gracias.

—Pero el tema que me trae aquí es algo diferente. Verá, es algo delicado que no podría tratarlo con su hermana mayor.

—Me sorprende Alec ¿Qué podría ser?

—Su padre está implicado— el joven se levantó y caminó.

— ¿Mi padre? Me asusta.

—No tiene nada que temer Isabella. Tengo un amigo en la ciudad, me alojo en su casa. El señor Clapp y su esposa. Debe haber oído hablar de ellos.

—Desde luego, mi padre los frecuenta, según él y mi hermana es una de las familias más distinguidas de Port Ángeles.

—Como bien sabe en las reuniones que organiza mucha gente comenta sus pareceres. Pero hasta anoche no había oído ningún rumor sobre su familia.

— ¿Un rumor? No puedo imaginar cual sea.

—Parece que mucha gente en esta ciudad confunde a la dama de compañía de su hermana con la prometida de su padre.

Bella se quedó callada. Era cierto que muchas veces intentó hablar con Tanya para limitar las salidas que hacían con la señora Chelsea. Pero jamás creyó posible que las personas ajenas a su familia pensaran que la dama de compañía de su hermana podría tener algún acercamiento sentimental con su padre.

—Espero no haberla incomodado Isabella— se excusó Alec.

—No. No es eso. Sólo pensaba y es probable que las personas puedan suponer esto, sobre todo cuando mi hermana insiste en llevar a su dama de compañía a todas partes y vestirla con trajes elegantes.

—Lo sé. Incluso se le permite a la dama ciertas libertades que nunca antes había visto.

—Lo hablaré con papá.

Fue todo lo que Bella pudo decir. Era imposible razonar con su hermana, así que debía buscar a alguien más que pueda razonar con ellos.

¡Esme! Eso era, su madrina podría intervenir.

El conde dejó la casa prometiendo volver pronto. Bella caminó los pocos metros que la separaban de la residencia de su madrina. Ella se encontraba revisando la correspondencia del día.

—Pasa hija ¿Qué se te ofrece?— preguntó la dama.

—Rumores madrina. Tú sabes que generalmente no presto atención a ellos pero esta vez me han parecido fundados.

— ¿Rumores? Cuéntame.

—Se dice que la señora Chelsea, la dama de compañía de Tanya podría ser la siguiente señora Swan— Bella agachó la cabeza. Cuántas veces había querido que la nueva señora Swan sea su madrina. Pero jamás lo insinuó siquiera, Esme era una mujer muy diferente a su padre. No podrían congeniar. La amistad que los unía se debía en parte al cariño que la unía a su difunta madre.

—Así que ya es un rumor. Lo he oído antes. No se lo he mencionado a tu padre porque no quería incomodarlo. ¿Quién te lo dijo?

—Mi primo, el conde Volturi.

—Si él lo ha oído es porque ya es un fuerte el rumor. Aquel caballero es bastante educado como para hacer oídos a palabras necias.

—Lo sé, por eso acudo a ti madrina. Hablar con Tanya es perder el tiempo y yo no me atrevo a hacerlo con mi padre.

—Yo lo haré no te preocupes.

—Gracias.

—Bella ¿Que opinión tienes de Alec Volturi?

—La mejor. Ha demostrado ser una persona sensata y educada.

— ¿Tú has visto alguna inclinación de parte suya hacia Tanya?

—No. Quizás no me he fijado bien…

—Tu padre alberga aún esa extraña fantasía en dónde tu hermana se convierte en condesa.

—No sé qué decir. Es algo improbable…

—Totalmente aún más ahora que veo cómo él te mira.

—Nos llevamos bien, debe ser que me ha tomado afecto.

—Yo creo que es algo más Bella. Según veo y lo sé porque soy vieja para estas cosas, el conde se está enamorando de ti.

—Pero… él está de paso…

—Te aseguro que para enamorarse no se hacen planes.

—Alec no lleva más de un año su viudez. No creo posible que en tan poco tiempo haya olvidado a su esposa.

— ¿Alec?

—Me pidió que le llame así— Bella se ruborizó.

—Bueno, dejemos que el tiempo revele las cosas. No te preocupes, sólo piensa en que sería una unión magnífica. Siempre he deseado verte bien casada, con alguien que colme tus expectativas, educado, culto y que traiga honor a tu apellido.

Nada pudo detener que los pensamientos de Bella vuelen hacia alguien que estaba lejos de allí. De haberse casado con Edward probablemente ahora sería la esposa de un marino. O tal vez sólo la mujer de un obrero. Nunca se sabe a dónde nos llevará la vida. Sin embargo, casarse con un conde adinerado, educado y bien parecido tampoco era algo despreciable.


Alec le agradaba, le había tomado afecto pero no sabía si eso podría convertirse en amor. 

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