14 julio 2013

No digas adiós Capítulo 5



Cinco


La vida se hizo más llevadera para Bella, pasaba la mayoría de tardes con su amiga. El Almirante Whitlock iba por ella después del mediodía y la devolvía antes del anochecer.

Sin embargo, durante las cenas debía encontrarse con Edward. Frecuentaba la casa de los Newton ahora que parecía encantado con las hermanas de Mike. Cómo era de esperar los señores Newton miraban con agrado estas reuniones. Ya hacían planes para el futuro de alguna de sus hijas.

Bella recibió correspondencia de su madrina, le anunciaba que en una semana pasaría por ella para irse juntas a Port Ángeles.

Por ese entonces, Edward había mencionado el pueblo de La Push. Quedaba a sólo unas horas de allí en carruaje. Tenía un par de amigos que se habían mudado a esas playas, marinos como él.

Irina animó al grupo a acompañarlos, todos aceptaron ir. Mike se había unido a la excursión, había notado que eran demasiadas mujeres alrededor de un solo caballero. Así en cada paseo él ofrecía gustoso el brazo a su esposa y a su cuñada Bella, mientras que Edward acompañaba a Irina y a Kate.

Se organizó para aquel fin de semana, la partida rumbo a La Push. Iban algo apretados los 5 dentro del carruaje, el capitán Cullen prefirió acompañarlos al galope. Sin embargo las hermanas Newton tan entusiasmadas con sus conversaciones y juegos hicieron llevadero el viaje.

“Tan cerca y tan lejos a la vez, a solo unos metros y su corazón se ha alejado demasiado. ¿Acaso no puede ver que me duele verlo enamorándose de otra?  Ya no es el mismo que partió. Cada uno de sus gestos adustos, cada rechazo de su parte hace que me arrepienta tanto de mis decisiones pasadas.  ¡Tan apuesto y tan frío a la vez!”


El grupo se alojó en una posada tranquila cerca del mar. Apenas estuvieron acomodados, el capitán los condujo hacia la casa de sus amigos. El capitán Weber vivía con su esposa y allí se alojaba el Teniente Cheney.

Benjamín Cheney era un excelente marino quien hacía tan sólo 6 meses había perdido a su prometida, hermana del capitán Weber.  Eso lo tenía sumido en una profunda depresión. Por ello Edward creyó que podría alegrarlo llevando consigo visitas.

Los amigos de Forks fueron presentados. Bella congenió al instante con el teniente Cheney, pues compartían una gran afición por la lectura. El marino era algo apagado, tímido pero cuando la oyó hablar de libros buscó inmediatamente su compañía.

Los señores Weber eran personas modestas y afables. Tenían dos niños adorables y muy bien educados. El mayor Weber parecía hablarle a Bella como si la conociera, eso extrañó mucho a la muchacha pues a las jóvenes Newton apenas les hablaba.

Al día siguiente quedaron en dar un paseo por el muelle. El mar era hermoso, la vista de los acantilados inigualable.

Caminaron cerca de los riscos por un sendero asfaltado, el aire marino elevó el espíritu de Bella, el hermoso paisaje le recordó una novela que había leído hace poco. Poca gente venía a La Push en esta época del año es por eso que no se habían cruzado con nadie y les alegró ver que habían unas pocas personas paseando como ellos.

Debían bajar unas escaleras hacia el muelle, al descender, un caballero se apartó para cederles el paso pero en el momento que se cruzaban, Bella se dio cuenta que los ojos de aquel apuesto caballero la observaban con cierta… ¿Admiración? A pesar que delante de ella avanzaban las dos jóvenes rubias hermanas de Mike, aquel hombre sólo tenía ojos para ella.

Decididamente el aspecto de Bella había mejorado notablemente en estas últimas semanas, el aire de mar le había infundido vitalidad y la caminata le daba a sus mejillas una coloración hermosa.

Desvió la mirada para fijarse dónde pisaba pero sus ojos se encontraron un par de segundos con los de Edward que miraba muy amistosamente al desconocido. Ella bajó la vista y prefirió olvidar el incidente.

Después de la larga caminata volvieron a la posada para almorzar. Estaban exhaustos y necesitaban refrescarse.

Al entrar al recibidor Edward se quedó mirando fijamente hacia su derecha. Bella intentaba no prestarle mucha atención pues él intencionalmente la evitaba la mayor parte del tiempo. Su curiosidad le ganó y miró hacia el lugar que llamaba la atención del capitán.

El mismo hombre apuesto del muelle la estaba mirando. Sus ojos azules se clavaron en ella insistentemente. Se fijó en el libro que llevaba contra su pecho. Era un ejemplar de cuentos de Edgar Alan Poe. Nada que le pudiera interesar a un caballero como él.

El hombre le sonrió, Bella ruborizada retiró la mirada. No era propio devolver la sonrisa a un desconocido por muy apuesto que fuera. Decidió salir hacia su habitación con la excusa de dejar su libro. Pero se tardó un poco más de lo necesario para tranquilizar su corazón agitado y sus mejillas rosadas.

No era la atención de aquel caballero lo que la tenía de ese modo sino la violenta mirada que Edward le dirigió lo que hizo que el corazón de Bella latiera rápidamente. Pudo ver aquel rasgo inconfundible. Era la misma mirada que Edward le había dado a Mike hace años. Ahora ya no lo miraba así pero en el pasado aquel ceño adusto solo denotaba celos. ¿Estaría celoso de un extraño?

Quizás no. Tal vez sean ideas suyas y Edward en realidad estuviera a la defensiva al ver a alguien interesado más de la cuenta en su grupo. O a lo mejor no era a Bella a quien el hombre miró primero. Eso debía ser. Seguramente lo sorprendió mirando de esa forma a todas las damas.

Cuando regresó al comedor el caballero estaba por salir de allí acompañado de un empleado. Se notaba en el porte y la vestimenta que era una persona distinguida. ¿Qué haría en La Push?

Al pasar a su lado le hizo una reverencia y la volvió a mirar con una agradable sonrisa. Esto no pasó desapercibido en la mesa donde se encontraban esperándola.

—Bella, ese hombre no te quita los ojos de encima ¿Lo conoces?— preguntó Jessica.

—No, nunca lo había visto— respondió la morena.

—Parece que la señorita Swan tiene un admirador— bromeó Kate.

—Y es tan apuesto…— comentó Irina.

—Disculpe— el capitán Cullen detuvo al mozo. —Aquel caballero que acaba de retirarse…  ¿Cuál es su nombre?— preguntó. Un militar cómo él ama la seguridad ante todo. A nadie le sorprendió la averiguación.

—Es el conde Volturi, está de paso hacia Forks— confirmó el mozo.

— ¡Bella, es nuestro primo!— saltó Jessica. – ¡Dios mío y ni siquiera nos presentamos!

— ¿Alec Volturi?— preguntó Bella.

—Sí. Yo no lo conocía pero parece que él te recuerda.

—Imposible hermana. Yo jamás conocí al conde. Estaba en la escuela en la época que vino a visitar Forks.

— ¿Entonces por qué te miraba?

— ¿Es un conde?— interrumpió Kate.

— ¡Qué descortesía!— insistía Jessica. –Tan cerca y ni siquiera pudimos presentarle nuestros respetos.

—No veo la necesidad, nuestro primo se alejó de la familia hace mucho tiempo— prosiguió Bella.

— ¿Por qué? ¿Qué pasó? ¡Cuenten por favor!— Irina estaba entusiasmada con la historia que esperaba oír.

—No pasó nada. Nuestro primo se alejó es todo—respondió Bella prudentemente.

— ¿Qué no pasó nada? ¡Ay hermana que despistada eres!— empezó Jessica. Bella enrojeció, se avecinaba una tormenta de indiscreción que nadie podría parar. Miró a Mike pidiendo apoyo pero el rubio se encogió de hombros.

—Por favor cuñada…— pidieron Irina y Kate.

—Está bien. Sólo porque ustedes son mi familia. Hace muchos años, papá tenía que esperanza que nuestra hermana mayor Tanya contrajera matrimonio con nuestro primo para así poder dejarle la herencia a ambos. Pero el conde Alec, no estaba de acuerdo, no volvió a visitarnos más. Se desposó con una joven muy rica pero sin clase. ¡Su padre era carnicero!

Bella miraba hacia la mesa para evitar salir corriendo. Su hermana no tenía por qué ventilar de ese modo su apellido. Menos delante de un casi desconocido como era el capitán Cheney.

— ¿Un carnicero?— dijo Irina sorprendida.

—Sí. Nuevos ricos. Pero sabemos que la esposa del primo Alec falleció el año pasado.

— ¿Viudo, conde y rico? Algo que no se ve todos los días— sonrió Kate.

—Además de apuesto eso no lo podemos negar— le siguió Irina. Mike se revolvía en su silla escuchando a sus hermanas hablar así. Nunca habían sido discretas y sus padres tampoco las amonestaron jamás por ello.

—Mañana temprano salimos rumbo a Forks, así que  daremos un último paseo por la zona— Edward cambió de tema convenientemente.

— ¡Vamos al mar!— pidió Kate. —Otra vez por favor.  La brisa marina me llena de energía— sonrió mirando a Edward.

— ¡Al desembarcadero! Es zona a sólo la hemos visto de lejos— rogó Irina.

Luego de comer y descansar  un poco emprendieron el camino. Ben Cheney caminaba al lado de Bella hablando de algunos poemas espirituales. La joven le había aconsejado  que una lectura adecuada pudiera ayudarle a levantar el ánimo. Quizás si añadiera más prosa a sus lecturas le vendría bien.

Edward iba delante de todos con Irina, la joven traviesa saltaba entre las rocas. Kate iba al lado de Mike y Jessica.

Nadie supo de qué modo Irina subió sobre un muro con la intención de arrojarse a los brazos de Edward, quien se veía notablemente alarmado. Lamentablemente ella se adelantó unos segundos a que él estuviera listo a recibirla pues un débil rayo de sol le empañó la vista. La joven cayó de espaldas al pavimento.  Los gritos de las demás damas no se hicieron esperar, Kate se desmayó de la impresión, Jessica chillaba. Mike y Edward se quedaron inmóviles sin saber qué hacer. Sólo Bella mantuvo la calma dando instrucciones. Envió a Ben por el médico, revisó a Irina y mandó a Mike a callar a su mujer.

—Está respirando Edward, no hay heridas pero sigue inconsciente.

— ¿Qué hacemos?

—Debemos abrigarla, hace demasiado frío, no podemos esperar aquí al médico.

—Yo la llevo pero la pensión está lejos.

—La casa de los Weber está muy cerca, debemos llevarla allí. ¡Mike, Jessica, levanten a Kate!

—Sí, Bella— Mike se apresuró a socorrer a su hermana mientras su mujer sollozaba desconsoladamente.

Caminaron rápidamente hacia la casa de sus amigos, Bella llegó antes y alertó de lo ocurrido. Depositaron a Irina en la cama del matrimonio, Bella y la señora Weber la atendieron con sales y alcohol pero no lograban despertarla. El médico no tardó en llegar. Irina había sufrido un fuerte shock y tardaría en despertar, no presentaba heridas en la cabeza pero si un fuerte golpe.

“Despertará desorientada, incluso es posible que le cueste recordar lo sucedido” fue el pronóstico del galeno.

No había razón para permanecer todos en la aquel lugar, alguien debía ir a avisar a los señores Newton del accidente.

—Creo que Mike, Kate y Jessica deben salir cuanto antes hacía Forks— Edward recurría a Bella como si ella fuese la cabeza del grupo.

—Sí, Kate no será de ayuda aquí. Sin embargo Mike debe quedarse, Irina es su hermana Edward, alguien de la familia debe permanecer a su lado.

—Tienes razón, siempre he subestimado a Mike— contestó Edward visiblemente confundido. —A mí me gustaría permanecer en La Push, siento que es mi culpa.

—Fue un accidente— dijo Bella.

—Lo sé. Un caballero debe acompañar a Kate y a Jessica en el carruaje— Edward se pasaba las manos por su cabello. Bella lo conocía bien, estaba nervioso.

—Le hablaré a Ben Cheney,  él podría hacer ese servicio— la voz serena de Bella era un relajante natural para el capitán. La miró fijamente a los ojos por un instante.

—Sí, por favor dile. No sé qué haría sin ti Bella— susurró. Al momento se dio cuenta de su indiscreción y rectificó. –Discúlpame— dijo antes de alejarse.

Ben aceptó acompañar a las damas en el carruaje, Mike  estuvo de acuerdo en quedarse a cuidar que su hermana estuviera bien atendida. Quien se resistió a irse fue Jessica.

— ¡Me envían como inservible a Forks!— se quejó.

—Jessica somos demasiados aquí, los Weber no tienen espacio para alojarnos a todos— intentó razonar su marido.

—Claro y te vas a quedar aquí con Bella— dijo astutamente su mujer.

—Yo me ofrecí a cuidar de Irina esta noche, dormiré en aquel sofá— señaló Bella.

— ¡No me voy! Yo también puedo cuidar a Irina, además es mi cuñada. Con Bella no tiene ningún parentesco. Es tonto que ella se quede y yo deba irme— reclamó la mujer.

No pudieron convencer a Jessica, era imposible razonar con alguien tan testaruda. Así, Bella tomó su pequeña maleta y se preparó a partir.

El carruaje pasó por ellas, el capitán Cheney estaba listo y al lado de la puerta esperando a las damas. Edward lo alcanzó a tiempo para despedirlas y se quedó muy consternado.

— ¿Te vas?— le preguntó a Bella antes que ella abordara. Aparentemente el accidente lo había sensibilizado o tal vez logró que su barrera de indiferencia decayera. En cualquier caso tenía a Bella confundida.

—Sí. Jessica es quien debe quedarse, yo no tengo nada que hacer. No soy familiar— sonrió ella tristemente.

—Eres la persona más ecuánime entre todos nosotros. Atenderías mejor a Irina— la defendió.

—No es lo que piensa mi hermana, prefiero no imponerme. Además los hijos de Jessica y Mike necesitarán de alguien que los cuide, estoy segura que los señores Newton vendrán a La Push mañana mismo. Adiós Edward— le sonrió tristemente

—No digas adiós… jamás… hasta pronto—la máscara de indiferencia volvió al semblante del capitán. Bella entendió y abordó, dejando atrás La Push.

Varios días pasaron, como Bella pensó los señores Newton corrieron al lado de su hija y ella se quedó a cargo del pequeño Mike. Solía visitar a Kate pero ella tenía compañía todas las tardes. Garrett, su primo y vecino venía a verla para consolarla.

Irina había recuperado la conciencia y había vuelto a recaer. Parecía que su estado mejoraba muy lentamente.

Esme regresó a  Forks, se comunicó con Bella para pedirle que esté lista cuanto antes pero la muchacha se negaba a abandonar a sus sobrinos mientras sus padres no regresen. Afortunadamente Mike y Jessica llegaron a casa relevando a Bella de su carga.

Por Mike Bella se enteró que Edward no estaba en La Push al pie de la cama de Irina como ella había supuesto.

—Se fue hace dos días — se rascó la cabeza su cuñado.

—Y tus padres se indignaron. Ya consideraban a Edward como su futuro yerno y abandonó a Irina. ¡Qué terrible!— dijo Jessica fastidiada por regresar a su casa.

—No es cierto. Edward ha sido caballeroso con mis dos hermanas, no ha mostrado preferencia por ninguna— le reclamó Mike.

—Todo Forks sabe que Edward está pretendiendo a las hermanitas Newton. Tiene 30 años, dinero, carrera. Necesita una mujer Mike, es demasiado guapo para estar sólo.

— ¿Demasiado guapo no?— Mike se veía cada vez más molesto.

—Lleva años solo, debería dejar de llorar por Bella y conseguirse una esposa joven y hermosa.

— ¡Edward no vive llorando por mí!— se defendió Bella.

— ¡Cállate Jessica! ¡Por una vez cierra tu boca, le harías un bien al mundo!— Mike dio un portazo y salió de casa. Su esposa abrió los ojos desmesuradamente. En todos sus años de matrimonio Mike jamás le había levantado la voz.

—Estoy segura que el capitán Cullen volverá por ella, como corresponde y cumplirá con su deber— fue lo último que Jessica opinó.

No se dijo más al respecto. Esme pasó por Bella y ambas se marcharon a Port Ángeles, lejos de los problemas. Todo quedaba atrás en Forks, el pasado, los sinsabores y los sufrimientos.


¿Qué nuevas vivencias le depararía Port Ángeles? No había nada que llamara la atención de Bella. Sería un adorno más en la nueva casa de su padre. Cómo siempre lo había sido. Tanya la obligaría a vestir a la moda, a llevar joyas costosas y su padre le impondría la compañía de personas que nada tenían que ver con su mundo.

5 comentarios:

Unknown dijo...

y cuando publicas los siguientes cap??

Unknown dijo...

Porfavor
sube el siguiente capitulo!
Amo esta historia

Susana Díaz dijo...

:) por fin, Edward dejó de ser frío con Bella... por unos instantes al menos... :D Cuando publicarás los siguientes capítulos?

Unknown dijo...

Cuando actualizas? Ame la historia y espero mas capítulos!

Andrea Gonzalez dijo...

Patito me vuelven loca tus historias, a mi me pasa lo mismo que a Bella soy feliz mientras leo mis libros xD (y tus historias por supuesto)

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