Cuatro
El almuerzo fue tranquilo, los niños comieron en la cocina con lo cual,
pudieron llevar una conversación fluida. Las jóvenes Newton bombardeaban de
preguntas al capitán, curiosas por saber cómo era la vida del mar.
— ¿Y su hermana capitán Cullen? Debe extrañar mucho a su esposo cuando
está en el mar— preguntó Kate.
—No, en realidad no. Ella viaja con Jasper a todas partes.
— ¿Eso se puede?— preguntó la señora Newton.
—El tener un barco a su cargo le otorga privilegios. Y mi hermana no
sería feliz lejos de su marido— contestó el marino.
—Tiene razón. Si yo amara a un marino, nada me impediría seguirlo,
incluso a fin del mundo— suspiró Irina.
—Pero es una vida dura para una dama— dijo sorprendido el señor Newton.
—Mi hermana es fuerte, se adapta rápidamente a los cambios de climas y
el mar no le afecta.
—Qué hermoso—agregó Irina. —Un amor así es algo que todas soñamos.
— ¿Vivir en el mar?— le preguntó su madre.
—No mamá. Un amor así de grande, que nada te impida seguir al hombre que
amas. Su hermana tiene un espíritu valiente— sonrió Irina. Edward le devolvió
el cumplido con una deslumbrante sonrisa.
“Valiente, intrépida. Alice es así… todo lo que yo no soy” pensaba
Bella.
— ¿Va a volver pronto al mar Capitán Cullen?— preguntó Irina.
—No. He solicitado un año de licencia para asentarme. Han sido siete
años en el mar y añoro un lugar en tierra al que pueda llamar hogar.
—Eso es bueno, el hombre pertenece a la tierra y debe echar raíces— lo
apoyó el señor Newton.
— ¿Y qué requisitos debe cumplir la mujer que pueda hacerlo echar
raíces?— preguntó con astucia la señora de la casa. El capitán titubeó antes de
poder hablar.
—Lo que yo busco en una mujer… es ante todo, firmeza de carácter.
Alguien en quien pueda depositar mi confianza y no temer que cambie de ideas… ni que se deje
influenciar por terceros.
—Seguro que pronto encontrará una mujer así Capitán Cullen— celebró el
señor Newton.
Apenas terminó de comer Bella se excusó y regresó a la casa de Jessica.
Se pasó la tarde entera intentando leer un libro de versos, tal vez la poesía
podría tenerla entretenida. Apenas pudo comprender algunas líneas, que hablaban
sobre la pérdida de un ser querido.
Por la noche escuchó sin querer la conversación de Mike y Jessica.
—Quien diría que ahora Edward Cullen tiene dinero y un oficio que le
permite darse lujos— decía el rubio.
—Eso les conviene a tus padres. ¿Verdad?
— ¿De qué hablas?
—Es un buen partido para alguna de tus hermanas.
— ¿Para las dos? Creí que Kate y Garrett…
—Ay por favor Mike, ese vagabundo de tu primo…
—No es vagabundo, trabaja. Lo que pasa es que no tiene mucho dinero, sus
tierras no son las mejores.
—No es buen partido para Kate— declaró Jessica.
—Eso no te corresponde a ti decidirlo sino a mis padres.
—Ojalá tu hermana sea sensata e intente quedarse con Edward.
—Pero el capitán Cullen no parece interesado en ninguna de mis hermanas,
se ve que él aún…
—No digas tonterías, tus hermanas son hermosas, alegres y jóvenes. No
oíste lo que dijo de Bella.
—Él solo tuvo buenos comentarios para ella.
—No fue lo que yo oí.
— ¿Y qué oíste tu que yo no?
—Dijo que apenas reconoció a Bella.
—Sería porque tenía al niño sobre ella. Por cierto, debes mantener a
raya a nuestros hijos, no pueden tratar así a tu hermana.
—Apenas reconoció a Bella porque debe haberla encontrado cambiada.
—No ha cambiado mucho.
—Claro que sí. Ya no es la misma, se ha marchitado, su piel está cada
día más… pálida. Y se viste como vieja. Debe de haberle impresionado a Edward
encontrar a alguien que más parece una viuda…
Bella no pudo seguir escuchando y salió hacia su habitación. Tomó el espejo
al lado de su cama y observó detenidamente su rostro. Unas pequeñas e imperceptibles
líneas habían aparecido en su frente y alrededor de sus ojos. Su rostro estaba más
delgado y su piel había perdido frescura. Ya no se sonrojaba como antes, hace
mucho que no sentía aquel calor en sus mejillas. Notó que año tras año se había
apagado un poco más. Sonreía por cortesía, para agradar a los demás pero no
porque se sintiera feliz. ¿Y desde cuando no se reía genuinamente? Sólo
suspiraba o reía con sus libros. No en el mundo real. Sólo en su lugar
imaginario.
Los años la habían marchitado, era evidente. Estaba cerca de los 30 pero
llevaba una pena tan grande que parecía una viuda anciana, Jessica tenía razón.
Nunca se había detenido a pensar en esto, hasta ahora. No solía mirarse en el
espejo más de lo necesario. Sólo se fijaba en su cabello y en su vestido pero
jamás se miraba a los ojos. Temía no poder soportar su propia mirada. Con gran esfuerzo
había logrado acallar la voz interna que purgaba por salir y le gritaba que se
estaba muriendo por dentro.
“Edward apenas me ha reconocido, debo parecerle espantosa.” pensó.
Tristemente aceptó aquello. Ya no era la jovencita apasionada de 19 años
que un día le juró amarlo eternamente. Que corría con él de la mano hacia aquel
claro en el bosque, para ver las nubes y soñar despiertos. Eso quedó atrás, era
tan lejano como recordar una vida pasada. Su corazón le dolía, no estaba segura
si por la desilusión o porque aquel órgano vital se había acostumbrado solo a bombear
sangre en estos últimos 7 años. Y ahora, nuevamente le llevaba vida… y
emociones.
Con gran pesar vio que el capitán Cullen venía casi a diario a la casa
de los Newton y pasaba delante de la casa donde ella se alojaba del brazo de las
dos hermanas menores de Mike. Su trato
con ella era distante, solía llamarla “señorita Swan” todo el tiempo.
Jessica complacida los miraba marcharse, a veces se animaba a hacer las
caminatas con ellos, en otras ocasiones prefería verlos desde lejos.
—Qué hermosos vestidos tiene Irina, realzan su figura. Es más guapa que
Kate. ¿Te acuerdas Bella cuando usábamos esos vestidos vistosos y nos dejábamos
el cabello suelto?— le preguntó Jessica una tarde.
—No hace mucho de eso hermana.
—A mí me parece una eternidad. Pero recuerdo cuando éramos jóvenes y
bonitas.
—Aún somos jóvenes.
—Bueno yo soy menor que tú Bella, aún no llego a los 25. Pero me refiero
a esa época en que teníamos pretendientes, cuando muchas cabezas masculinas
volteaban a mirarnos. ¡Como extraño ése tiempo!
Bella no dijo nada. Era cierto que hubo un tiempo en que las personas susurraban
al ver a las tres hermanas caminar. Apenas se llevaban 2 años entre una y otra.
La hermanas Swan. Tanya la hermosa, Bella la inteligente y Jessica
“dulce sonrisa”. Así las llamaba su padre orgulloso de ellas.
— ¿Qué sientes al ver a Edward con otras?— le preguntó su hermana y la
sacó de sus recuerdos.
— ¿Qué? ¿No te entiendo?— dijo Bella algo indignada. Nunca había tocado
el tema con su hermana menor y creía que ella ignoraba que alguna vez tuvo una
relación con Edward.
—Yo sé lo que pasó Bella. Sé que dejaste a Edward por órdenes de papá y
consejo de tía Esme.
—No fue así Jessica.
—No era de nuestra posición, hubieras sido repudiada por nuestro padre.
Y sin embargo quien diría que Edward se convertiría en todo un caballero,
además que terminaría siendo rico.
—El pasado está olvidado…
— ¿Seguro? ¿No te dan celos verlo aceptar los coqueteos de las Newton?
Ellas son tan jóvenes. Dudo que él sea de piedra para no sentirse atraído por
alguna de mis cuñadas.
—Él está en todo su derecho de cortejar a quien mejor le parezca— fue
todo lo que pudo decir Bella. Se retiró a su habitación y no salió el resto del
día.
Pero no podía evitar encontrarse con él durante alguna comida en la casa
grande. Apenas habían cruzado palabras. Se limitaban a saludarse
ceremoniosamente. Optó por dirigirse a él de la misma manera que él la trataba.
Lo llamaba Capitán Cullen, evitando cualquier resquicio de debilidad.
Sus modales para con ella eran más bien fríos. Siempre estaba dispuesto
a mostrar su caballerosidad con Irina y Kate, aún sus sonrisas. Pero su
semblante se volvía frío con Bella.
“Me culpa y me castiga con su indiferencia. Y ahora yo debo pagar mi
error pasado, viéndolo enamorarse de otra. ¿Por qué eres tan insensible Edward?
¿Es acaso una prueba que tu corazón noble y sincero se ha convertido en piedra?
No puedo verte sin sentir un gran dolor y un arrepentimiento que me quema el
alma”
Una mañana salió a caminar con Jessica, habían andado más de 3
kilómetros cuando de cruzaron con Edward, quien llevaba del brazo a las hermanas
Newton. Se unieron a la excursión y sin
pensar casi llegaron a los límites de la propiedad. Podía verse la casa de
Garrett desde la colina.
—Regresemos, esta parte de Forks no me gusta— Jessica arrugó la nariz.
—Allá está la casa de la tía Lily— dijo Irina mirando de soslayo a su
hermana.
—Tal vez deberíamos ir a visitarlos— dijo la aludida.
—No, yo estoy muy cansada, volvamos— insistió Jessica. —No me gusta esa
familia Capitán Cullen, le aseguro que yo sólo he estado una vez allí.
A regañadientes, dieron la vuelta para volver, pero al cruzar un arroyo
por encima de un tronco, Bella se resbaló y cayó sobre la hierba.
El capitán Cullen corrió en su auxilio a pesar que solo tenía el vestido
manchado, estaba ilesa.
— ¿Se encuentra bien Isabella?— preguntó.
—Sí, gracias, estoy bien— dijo ella rechazando su brazo. ¿Desde cuándo
la llamaba Isabella?
—Permítame ayudarla— ofreció su mano.
—Le dije que estoy perfectamente— se acomodó el vestido y caminó unos
pasos. El tobillo derecho de dolía pero no lo suficiente como para detenerla.
El capitán la siguió de cerca sin decir palabra.
Metros más allá pidió descansar y las hermanas Newton alabaron eso, ellas también estaban muy
cansadas.
Al cabo de cinco minutos Irina le rogó a Edward que le ayude a juntar
nueces y caminaron juntos a los límites del bosque que bordeaba el camino por
donde iban.
—Hacen bonita pareja— dijo Jessica dirigiéndose a Kate.
—Él es muy apuesto— sonrió Kate.
—Pero tú también eres hermosa. Yo no dejaría que me lo quiten— sonrió
Jessica maliciosamente.
— ¿Qué? No te entiendo cuñada.
—Cualquiera de ustedes sería una magnifica esposa para el capitán Cullen—
siguió diciendo Jessica sin importarle que Bella estuviera escuchando aquella
tonta conversación.
—Pero yo… a mí me gusta Garrett— dijo la joven sonrojándose.
—Pero ese pusilánime no se compara con el capitán Cullen, ni en porte ni
en dones. Tú quedarías mejor que tu hermana como la señora Cullen.
— ¿Por qué?— preguntó la rubia.
—Porque eres más centrada. Irina es hermosa pero a veces habla con
demasiada pasión. Temo que algún día cometa una locura.
—El capitán Cullen es hermoso, lo admito. Y sé que cualquier mujer
caería rendida a sus pies, yo no lo rechazaría si me propusiera matrimonio pero
lo dudo. Él es… imposible.
— ¿Imposible?— preguntó Jessica.
—Sí, es esa clase de hombres que busca a su alma gemela. Habla del amor
de una forma tan idílica que dudo mucho que encuentre la una mujer con la que él sueña.
Bella pensaba detenidamente lo que escuchaba. “Busca su alma gemela” se
dijo así misma recodando lo que hace tantos años había oído de los propios
labios de Edward. “Te he buscado sin saber que existías, Bella”, “No puedes
dejarme, somos un solo espíritu ¿Recuerdas?”
Sin querer se alejó de ellas, no deseaba seguir oyendo los comentarios
de su hermana. Caminó casi dando saltos y se sentó debajo de un encino.
Aquellos árboles le traían lejanos y tristes recuerdos. Tan acurrucada estaba
que no notó que el capitán Cullen e Irina regresaban.
—Lo admito, Jessica es divertida a veces pero me molesta cuando sale con
aquellos comentarios despectivos a cerca de la gente. Debe ser que ha heredado
el enorme orgullo de los Swan— comentaba Irina. — ¿Sabe capitán? Nosotros
deseábamos que Mike se casara con Isabella.
La joven bajo el encino se estremeció al oír aquello. Recordó la
proposición de Mike, las cálidas sonrisas de sus hermanas y los elogios de sus
padres pero no sabía que el joven Newton había participado de sus deseos a la
familia entera.
— ¿Con Isabella Swan?— la voz firme del capitán Cullen la dejó sin
aliento.
—Sí, le hizo la propuesta pero ella no aceptó.
— ¿Y eso cuándo ocurrió?— volvió a preguntar con interés el caballero.
—No recuerdo, pero sé que Mike despechado le pidió matrimonio a Jessica.
— ¿Y la señorita Swan le dijo por
qué no deseaba casarse?— la insistencia de Edward asustó a Bella.
—No. Pero mi madre siempre ha creído que su negativa se debe a su
madrina la señora Platt. Ella debió pensar que Mike no era suficiente para
Bella. Mi hermano no es muy culto ¿Sabe? Nunca le han interesado los libros y
esas cosas. Y la señora Platt cuida a Bella como si fuera su propia hija, así
que es lógico suponer que ella la persuadió para que lo rechazara. Pero yo soy
de las que no se deja convencer tan fácilmente, soy muy decidida— sonrió la
joven rubia.
Bella apenas podía oírlos porque con cada paso se alejaban más de ella.
—Admiro su carácter señorita Newton…
No pudo seguir escuchando más, se quedó unos minutos allí pensando en
las palabras de Irina.
“La señora Platt cuida a Bella como si fuera su propia hija, así que es
lógico suponer que ella la persuadió para que lo rechazara” sonaba tanto a lo
que ocurrió hace más de siete años. Pero su madrina apenas tuvo que ver con el
rechazo a Mike. Bella no quería usurpar el recuerdo de Edward con otro hombre.
“Mi querida hija, comprometerte a los 19 años con un joven que no tiene
oficio ni fortuna es echarte a perder. Eres muy joven y es mi deber aconsejarte
que rompas todo vínculo con él” recordaba las primeras de muchas palabras que
su madrina le había dicho sobre su romance.
El sonido de un automóvil la sacó bruscamente de sus pensamientos. ¿Qué
haría un auto en esta parte del campo? Se preguntó Bella. Se repuso de sus
penas y salió hacia el camino, dónde a los lejos los demás estaban esperando.
Caminó hacia Kate y Jessica para esperar.
Lentamente el vehículo se detuvo, era un armatoste extraño, no tenía
techo y se asemejaba mucho a un carruaje de verano. Pudo reconocer a uno de sus
pasajeros. ¡Era Alice! Hace tanto que no la veía.
Apenas el auto estuvo quiero, la ocupante saltó ágilmente fuera de él.
No era propio de una señora comportarse de aquella manera pero a su esposo no pareció
importarle.
— ¡Bella!— gritó mirándola. – ¡Oh Bella! Me preguntaba cuándo podría
verte— corrió a su encuentro.
Ambas se fundieron en un abrazo. Los años no parecían más que días entre
ellas.
— ¡Alice!— sollozó Bella feliz de tener de vuelta a su amiga querida.
—Buenos días— saludó una voz varonil.
—Buen día Almirante— dijeron a coro Kate y Jessica.
—Tengo que presentarte a alguien— le dijo al fin la pequeña mientras se
separaban. Tomó su mano y se acercaron donde un alto y rubio hombre las
observaba con una hermosa sonrisa.
—Bella, él es mi Jasper. Jass, es ella, es Bella.
La muchacha y el almirante se miraron un momento.
—Estoy encantado de conocerte Bella y permíteme mi atrevimiento al
tutearte pero siento que te conozco de toda la vida— le ofreció una mano, la
cual Bella aceptó feliz.
—El gusto es mío almirante.
—Solo Jasper, dime Jasper.
— ¡Te dije que era linda!— chilló Alice. –Jass necesito hablar con
Bella, es necesario— rogaba la pequeña.
Alice no había cambiado nada, salvo que ahora estaba exquisitamente
vestida. Pero era ella, Alice. La vital Alice que no podía caminar como una
señorita bien educada. Siempre estaba moviéndose de un lado a otro, corriendo
por el campo como una liebre.
—Vamos a casa entonces, estoy segura que Bella y tú necesitan unas horas
de charla.
—Bueno Bella, esto es extraño, te invitaría pero es tu casa en realidad—
sonrió la señora Whitlock
—Es tuya porque la estás rentando— le sonrió su amiga.
—No deja de ser nuestra casa Bella— se acercó Jessica a malograrles el
momento. —Hola Alice— le sonrió.
—Hola Jessica, Kate. Nos disculpan si les robo a Bella.
—No la echaremos de menos— susurró Jessica.
— ¡Hermano!— chilló Alice ignorando la desconsideración de la rubia. El
capitán Cullen e Irina venían por el sendero. —Te levantaste temprano hoy ¿Por qué
no nos esperaste?
—No me gusta pasear en automóvil— sonrió Edward.
—Buen día señorita Newton— saludó Jasper a Irina.
—Hola Irina. Edward me llevo a Bella, necesito conversar con ella— sin
lugar a negativas la pequeña guió a su amiga al auto. Subió rápidamente pero
Bella nunca había trepado a un automóvil. No sabía dónde pisar ni cómo
sostenerse. Afortunadamente eso no fue necesario, para sorpresa de todo mundo
Edward levantó a Bella del suelo y la depositó en el asiento tapizado en cuero
del vehículo.
—Gra… gracias— dijo la joven respirando con dificultad pues se había llevado
un buen susto.
—Que tengan un buen día. Alice, por favor, regresas a la señorita Swan a
casa de su hermana antes que anochezca— le indicó.
—No te preocupes Edward, antes del crepúsculo iremos a dejar a Bella a
casa de Mike— le guiñó un ojo.
El auto se alejó de los caminantes lentamente. En esos caminos afirmados
no se podía correr sin que el traqueteo fuera demasiado para las damas. Aun así
Bella se sintió mareada. Prefería los caballos a este armatoste de hierro con
ruedas.
Llevaban algunas horas conversando sin parar, cuando el almuerzo fue
servido, aun así Alice no dejaba de hablar.
—Tienes que conocer Atenas. Es uno de los lugares más hermosos del mundo
Bella, cómo me hubiese gustado tenerte allí conmigo.
—Yo no podría Alice, mi familia no aceptaría que viaje tanto.
—Había olvidado a tu padre. Me caía bien ¿Cómo está?
—Perfectamente, ahora reside en Port Ángeles, los baños termales le
hacen bien en esta época del año.
— ¿Te dejaron de niñera de tus sobrinos?
—No. Me quedé a hacerle compañía a mi hermana que no se ha sentido bien.
Mi madrina pasará por aquí el próximo mes y me iré con ella a reunirme con mi
padre y con Tanya.
— ¿Cómo está la señora Platt?
—Muy bien. Ha viajado a España.
—Bella… ¿Eres feliz?— preguntó Alice sin rodeos.
—Claro que sí Alice. Tengo a mi familia, mis libros.
—No me refiero a eso… ¿Eres realmente feliz? Las hermanas Newton me han
dicho que no te has casado, ni siquiera has tenido novio. Nunca pude entender
porque te quedaste. Al principio pensé que era por miedo. Pero vamos, amiga,
sigues en el mismo lugar, haciendo exactamente lo mismo que hace 8 años.
—Han sido 7 años y 8 meses desde que se marcharon— susurró Bella.
— ¿Lo ves? Hasta llevas la cuenta. Te quedaste estancada… estás atrapada
aquí.
—Tienes razón, debí arriesgarme. Pero hay algo que se llama prudencia,
Alice. No podía irme huyendo con un hombre. Las cosas no son así… yo no soy
así. Tengo principios, moral…
—Los pobres no nos podemos dar esos lujos— sonrió la pequeña.
—No eres pobre, al menos ya no puedes llamarte así.
—Porque arriesgué. Me subí al barco de Edward y no me pudieron bajar
hasta llegar a San Francisco.
— ¿Te fuiste de polizonte?— se alarmó Bella.
—Sí. Ocupé tu lugar. En realidad estaba segura que viajaríamos juntas
pero nunca llegaste, así que me escondí. Edward evitó que me echaran al mar y
tuve que bajarme en el próximo puerto. Allí conocí a mi Jasper y no lo pensé
dos veces cuando me propuso casarnos. Desde entonces hemos viajado por los siete
mares.
—Me alegro por ti, de verdad Alice. Fuiste afortunada.
—Quien no arriesga no gana. Claro que cuando Emmett nos encontró casi
mata a mi Jasper, que bueno que mi almirante es fuerte.
— ¿En serio se pelearon?
—Desde luego. Es lo que haría cualquier hermano celoso. Edward también
tuvo su encontrón con Jasper pero para entonces ya estábamos casados. Ahora no tienen
nada que reprocharle, somos muy felices juntos.
—Eso se ve. Te felicito amiga—sonrió Bella.
—Bella, te estás apagando aquí. No dejes tu juventud y tu alegría en
este lugar.
—Estoy bien Alice. Tengo todo lo necesario para ser feliz.
— ¿Y el amor?
—Amo a mi familia.
—Bueno cambiemos de tema porque no vamos a llegar a ninguna parte.
¿Estudiaste? Sé que querías ser maestra.
—No. Mi padre considera esa profesión muy por debajo de nuestra
posición. No me permitieron estudiar, tengo lo suficiente para vivir bien—
sonrió tristemente Bella.
— ¡Ay Bella! Hasta esos sueños te quitaron.
—No me los quitaron…
—Es cierto, tu misma te los negaste. Bueno, no quiero hablar de esas
cosas tristes. Para mí siempre serás mi hermana. No importa que no seamos parientes,
lo eres en mi corazón.
—Gracias— los ojos de Bella se llenaron de lágrimas.
—Ay no llores. Tengo que mostrarte algo, ven a mi habitación.
La tarde se pasó volando mientras Alice le mostraba la ropa que traía
para vender. Eran vestidos hermosos, la última moda en París. La pequeña
aprovechaba los viajes de su esposo para comercializar con prendas, telas y
joyas. Incluso se había venturado a comprar perfumes que mostraría a la alta
sociedad de Forks en unos días.
—Algunos modelos, yo misma los mandé a hacer aquí mismo, es para quienes
no pueden pagarse un vestido hecho en Europa. Pienso revolucionar este lugar.
Bella y Alice rieron y se probaron vestidos, collares y sombreros. Era
como en los viejos tiempos. Hace años que no pasaban una tarde tan deliciosa.
1 comentarios:
que bueno q se encontro con su amiga por fin una alegria....
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