16 julio 2013

No digas adiós Capítulo 10



Diez

—No podré venir la próxima semana  Leah, voy a acompañar a mi madrina al lago Solmar— comentó Bella.

—He oído que este sábado es el concierto y creo que debo alertarte de algo importante, Bella, si pudiera contarte…

— ¿Alertarme? ¿Leah, como logras enterarte de todo lo que pasa en la ciudad, apenas sales de aquí? ¿Acaso en los baños termales la gente es tan habladora?— preguntó la muchacha intrigada por la cantidad de información que recibía de su amiga.

—Yo no he sido sincera contigo Bella y creo que es mi deber ser honesta. Sólo deseo hacerte una pregunta. ¿Estas enamorada del conde Volturi?

Aquella pregunta dejó a Bella muy confundida. No debido a sus sentimientos sino al hecho de oírla de alguien que nada tenía que ver con su familia.

—Leah, eso es algo que no debería intrigarte. No tienes que ver con el conde Volturi. ¿Qué tipo de curiosidad  insana te mueve a querer saber sobre la vida privada de la gente?

Leah sonrió. La dulce Bella creía que era una vulgar chismosa.

—Amiga, te aseguro que no es simple curiosidad. Y si sé más de lo que debería en verdad no es mi culpa, tengo una buena informante. Pero lo que me motiva a hacerte esta pregunta es el cariño que te tengo. Intento con todas mis fuerzas mantenerme al margen pero para mí, tu felicidad está primero.

—No puedo entenderte Leah.

—Ven a verme el viernes, después del mediodía y allí te revelaré todo lo que sé. Actuaré de forma honesta tal y como tú lo haces. Te prometo que no te ocultaré nada que pueda hacerte daño.

—Vendré. Me dejas con muchas dudas pero lo haré, te prometo estar aquí el viernes. Lamentablemente no podré quedarme mucho tiempo. Tengo bastantes pendientes.

. . .

Bella había estado preparando el corto viaje de tres días con su madrina, sin saber que la dama había apresurado esta excursión para alejarla de la ciudad.

Una de sus amistades, que también residía en la ciudad, le presentó a algunos marinos, entre ellos al capitán Edward Cullen que acababa de llegar a Port Ángeles. La dama preocupada por la paz de su ahijada programó un escape pronto.

Necesitaba hablar a solas con ella, lejos de la familia y de la presencia del marino. Le debía una explicación a Bella, por tantos años, tal vez de inútil sufrimiento. Además estaba quizás a punto de recibir una propuesta del conde Volturi.

Pero la madrina no interferiría en esto, no volvería a intentar dirigir la vida de Bella, ni la de nadie más. Había aprendido de sus errores, un consejo mal dado, a pesar de las mejores intenciones que lleve, puede arruinar la vida de alguien. Sobre todo cuando se piensa más en lo que beneficia a la familia que en el bien de la persona misma.

Según sus planes, ambas damas esperarían el concierto del sábado para marcharse el lunes al amanecer.

. . .

El siguiente viernes Bella estaba en su habitación, escogiendo algunos suéteres que ya no usaba. Le vendrían  bien a Leah, además un par de guantes abrigadores. Unos calcetines de lana y pañuelos.

La joven se conmovía con su sufrimiento, hace años su amiga había sido una joven llena de vida y ahora debía guardar cama y movilizarse en esa incómoda silla de ruedas. No era justo, las viudas y nos huérfanos eran quienes más sufrían los reveses económicos. Ellos que no tienen culpa alguna…

— ¡Bella!— se escuchó en el vestíbulo. Era la voz de Charlie Swan. ¿Qué es lo que le pasaba a su padre?

La muchacha salió rápidamente asustada debido a los gritos. Bajó los escalones, mientras iba descendiendo notó que su hermana y la señora Chelsea estaban en la puerta a punto de salir y su padre tras ellas miraba hacia arriba.

— ¿Qué sucede padre?— preguntó.

— ¿Por qué no estás lista?— refunfuñó el señor Swan.

— ¿Lista? Pero… padre…

—No me vas a decir que olvidaste el almuerzo con la vizcondesa…

—Padre, hace un par de noches avisé que hoy tenía una cita después del almuerzo. Yo… tengo que ver a una conocida.

— ¿Una conocida? ¿Quién es? ¿Qué tan importante es ella para que la prefieras sobre la vizcondesa?

—Es una viuda… ha caído en desgracia…

— ¿Qué apellido tiene?

—Clearwater— dijo Bella olvidando el apellido de casada de Leah.

— ¿Clearwater? ¿Qué clase de apellido es ese?

— ¡Padre por favor!

— ¡Prefieres a una viuda de apellido dudoso! ¿Eso es lo que te he enseñado Bella? Te di la mejor educación, los mejores círculos sociales y tú prefieres a una viuda miserable a compartir con miembros de la realeza ¡Qué tienes en la cabeza! Siempre has preferido a los desarrapados, a gente menesterosa, te alegra la amistad de los inferiores…

El señor Swan elevó la voz, Tanya y su dama de compañía salieron de la casa sin decir palabra, no deseaban oír la cólera del jefe de la familia y menos defender a Bella.

—No son inferiores padre. En lo absoluto. Son algunas personas las que se creen superiores y eso se llama soberbia. La fortuna nos ha sonreído pero nada nos libra de que nuestra suerte pueda cambiar. ¿Entonces seremos nosotros los inferiores?— la muchacha miró a su progenitor firmemente. Demasiado tiempo había permanecido callada, escuchando a su padre y hermana criticar a la gente. Menospreciar al prójimo para ensalzar su estirpe.

— ¿Qué es lo que sabes? ¿Hablaste con el administrador?— el señor Swan parecía abrumado. —He hecho todo lo posible por preservar nuestras propiedades, dejé nuestra casa de Forks, vine a exiliarme a este lugar…

— ¿No ha sido suficiente?— preguntó Bella alarmada.

—No. Hemos perdido la casa de Forks, sólo nos queda una renta para pagar esta casa hasta fin de año. Luego de eso, deberemos vender lo poco que nos queda. No le digas a Tanya, eso la destrozaría.

— ¡Pero padre! ¿Cómo permitiste que siguiera gastando a manos llenas?

—Confiaba en… en que el conde le pidiera matrimonio y así salir de este importunado incidente.

— ¿Incidente? Estamos al borde de la ruina, no es un hecho aislado, es el resumen de una vida despreocupada— la muchacha se sentó debido a la impresión que esto le causó.

—No le digas a Tanya ni siquiera se lo menciones a tu madrina. Veremos la forma de salir adelante.

Y diciendo esto Charlie Swan abandonó la casa, dejando a Bella muy preocupada. El hogar en el que había nacido ya no les pertenecía, no volvería a ver las rosas que su madre plantó, ni caminaría por aquella alameda que llevaba a la gran casona. Aquellos cuadros que habían pertenecido a su familia durante generaciones y soportaron el largo viaje desde Europa. Y aquella hermosa escalera que adornaba la sala de distribución talladas en ébano del Líbano… ¿Jamás volvería a verla?

Bella no tuvo la fuerza para salir a hacer aquella visita a Leah. Envió rápidamente un mensajero con una nota excusándose y prometiendo visitarla el domingo, era el único día que le quedaba antes de emprender su viaje.

El resto de la tarde de la pasó revisando sus notas antiguas, el inventario que había hecho a su casa de Forks antes de marcharse. ¿Cuánto es lo que en realidad adeudarían los Swan? ¿Habría pasado su hogar a manos de los acreedores?


Había tantas cosas, tantos recuerdos que instintivamente deseó poder proteger el legado de sus padres. De algún modo debía recuperar todo aquello que su padre había derrochado tan despreocupadamente, debía encontrar un modo de conservarlo.

1 comentarios:

Andrea Gonzalez dijo...

Mi dios no me dejes asi patito :c
Ame esta historia <<3

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