Diez
—No podré venir
la próxima semana Leah, voy a acompañar
a mi madrina al lago Solmar— comentó Bella.
—He oído que este
sábado es el concierto y creo que debo alertarte de algo importante, Bella, si
pudiera contarte…
— ¿Alertarme?
¿Leah, como logras enterarte de todo lo que pasa en la ciudad, apenas sales de
aquí? ¿Acaso en los baños termales la gente es tan habladora?— preguntó la
muchacha intrigada por la cantidad de información que recibía de su amiga.
—Yo no he sido
sincera contigo Bella y creo que es mi deber ser honesta. Sólo deseo hacerte
una pregunta. ¿Estas enamorada del conde Volturi?
Aquella pregunta
dejó a Bella muy confundida. No debido a sus sentimientos sino al hecho de
oírla de alguien que nada tenía que ver con su familia.
—Leah, eso es
algo que no debería intrigarte. No tienes que ver con el conde Volturi. ¿Qué
tipo de curiosidad insana te mueve a
querer saber sobre la vida privada de la gente?
Leah sonrió. La
dulce Bella creía que era una vulgar chismosa.
—Amiga, te
aseguro que no es simple curiosidad. Y si sé más de lo que debería en verdad no
es mi culpa, tengo una buena informante. Pero lo que me motiva a hacerte esta
pregunta es el cariño que te tengo. Intento con todas mis fuerzas mantenerme al
margen pero para mí, tu felicidad está primero.
—No puedo
entenderte Leah.
—Ven a verme el viernes,
después del mediodía y allí te revelaré todo lo que sé. Actuaré de forma
honesta tal y como tú lo haces. Te prometo que no te ocultaré nada que pueda
hacerte daño.
—Vendré. Me dejas
con muchas dudas pero lo haré, te prometo estar aquí el viernes.
Lamentablemente no podré quedarme mucho tiempo. Tengo bastantes pendientes.
. . .
Bella había
estado preparando el corto viaje de tres días con su madrina, sin saber que la
dama había apresurado esta excursión para alejarla de la ciudad.
Una de sus
amistades, que también residía en la ciudad, le presentó a algunos marinos,
entre ellos al capitán Edward Cullen que acababa de llegar a Port Ángeles. La
dama preocupada por la paz de su ahijada programó un escape pronto.
Necesitaba hablar
a solas con ella, lejos de la familia y de la presencia del marino. Le debía
una explicación a Bella, por tantos años, tal vez de inútil sufrimiento. Además
estaba quizás a punto de recibir una propuesta del conde Volturi.
Pero la madrina
no interferiría en esto, no volvería a intentar dirigir la vida de Bella, ni la
de nadie más. Había aprendido de sus errores, un consejo mal dado, a pesar de
las mejores intenciones que lleve, puede arruinar la vida de alguien. Sobre
todo cuando se piensa más en lo que beneficia a la familia que en el bien de la
persona misma.
Según sus planes,
ambas damas esperarían el concierto del sábado para marcharse el lunes al
amanecer.
. . .
El siguiente viernes Bella estaba en su habitación,
escogiendo algunos suéteres que ya no usaba. Le vendrían bien a Leah, además un par de guantes
abrigadores. Unos calcetines de lana y pañuelos.
La joven se conmovía con su sufrimiento, hace años su
amiga había sido una joven llena de vida y ahora debía guardar cama y
movilizarse en esa incómoda silla de ruedas. No era justo, las viudas y nos
huérfanos eran quienes más sufrían los reveses económicos. Ellos que no tienen
culpa alguna…
— ¡Bella!— se escuchó en el vestíbulo. Era la voz de
Charlie Swan. ¿Qué es lo que le pasaba a su padre?
La muchacha salió rápidamente asustada debido a los
gritos. Bajó los escalones, mientras iba descendiendo notó que su hermana y la
señora Chelsea estaban en la puerta a punto de salir y su padre tras ellas miraba
hacia arriba.
— ¿Qué sucede padre?— preguntó.
— ¿Por qué no estás lista?— refunfuñó el señor Swan.
— ¿Lista? Pero… padre…
—No me vas a decir que olvidaste el almuerzo con la
vizcondesa…
—Padre, hace un par de noches avisé que hoy tenía una
cita después del almuerzo. Yo… tengo que ver a una conocida.
— ¿Una conocida? ¿Quién es? ¿Qué tan importante es ella
para que la prefieras sobre la vizcondesa?
—Es una viuda… ha caído en desgracia…
— ¿Qué apellido tiene?
—Clearwater— dijo Bella olvidando el apellido de casada
de Leah.
— ¿Clearwater? ¿Qué clase de apellido es ese?
— ¡Padre por favor!
— ¡Prefieres a una viuda de apellido dudoso! ¿Eso es lo
que te he enseñado Bella? Te di la mejor educación, los mejores círculos
sociales y tú prefieres a una viuda miserable a compartir con miembros de la
realeza ¡Qué tienes en la cabeza! Siempre has preferido a los desarrapados, a
gente menesterosa, te alegra la amistad de los inferiores…
El señor Swan elevó la voz, Tanya y su dama de compañía
salieron de la casa sin decir palabra, no deseaban oír la cólera del jefe de la
familia y menos defender a Bella.
—No son inferiores padre. En lo absoluto. Son algunas
personas las que se creen superiores y eso se llama soberbia. La fortuna nos ha
sonreído pero nada nos libra de que nuestra suerte pueda cambiar. ¿Entonces
seremos nosotros los inferiores?— la muchacha miró a su progenitor firmemente.
Demasiado tiempo había permanecido callada, escuchando a su padre y hermana
criticar a la gente. Menospreciar al prójimo para ensalzar su estirpe.
— ¿Qué es lo que sabes? ¿Hablaste con el
administrador?— el señor Swan parecía abrumado. —He hecho todo lo posible por
preservar nuestras propiedades, dejé nuestra casa de Forks, vine a exiliarme a
este lugar…
— ¿No ha sido suficiente?— preguntó Bella alarmada.
—No. Hemos perdido la casa de Forks, sólo nos queda una
renta para pagar esta casa hasta fin de año. Luego de eso, deberemos vender lo
poco que nos queda. No le digas a Tanya, eso la destrozaría.
— ¡Pero padre! ¿Cómo permitiste que siguiera gastando a
manos llenas?
—Confiaba en… en que el conde le pidiera matrimonio y
así salir de este importunado incidente.
— ¿Incidente? Estamos al borde de la ruina, no es un
hecho aislado, es el resumen de una vida despreocupada— la muchacha se sentó
debido a la impresión que esto le causó.
—No le digas a Tanya ni siquiera se lo menciones a tu
madrina. Veremos la forma de salir adelante.
Y diciendo esto Charlie Swan abandonó la casa, dejando
a Bella muy preocupada. El hogar en el que había nacido ya no les pertenecía,
no volvería a ver las rosas que su madre plantó, ni caminaría por aquella
alameda que llevaba a la gran casona. Aquellos cuadros que habían pertenecido a
su familia durante generaciones y soportaron el largo viaje desde Europa. Y
aquella hermosa escalera que adornaba la sala de distribución talladas en ébano
del Líbano… ¿Jamás volvería a verla?
Bella no tuvo la
fuerza para salir a hacer aquella visita a Leah. Envió rápidamente un mensajero
con una nota excusándose y prometiendo visitarla el domingo, era el único día
que le quedaba antes de emprender su viaje.
El resto de la
tarde de la pasó revisando sus notas antiguas, el inventario que había hecho a
su casa de Forks antes de marcharse. ¿Cuánto es lo que en realidad adeudarían
los Swan? ¿Habría pasado su hogar a manos de los acreedores?
Había tantas
cosas, tantos recuerdos que instintivamente deseó poder proteger el legado de
sus padres. De algún modo debía recuperar todo aquello que su padre había
derrochado tan despreocupadamente, debía encontrar un modo de conservarlo.
1 comentarios:
Mi dios no me dejes asi patito :c
Ame esta historia <<3
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