06 mayo 2013

Cap 9 ¿Quién llamó a la Cigüeña?




CAPÍTULO 9

CASI TE PIERDO

El director en persona me revisó al llegar al hospital, yo no podía dejar de temblar de lo asustada que estaba. No me imaginaba un mundo sin mi bebé. Tantos sueños, tantas ilusiones. No era justo, no lo era.

“No te vayas mi pequeño corazón” “Quédate con mami” Le susurraba.

—¿Está bien el bebé?— me atrevía a preguntar.

—Ha habido un leve sangrado, producto de la caída. Necesita un ultrasonido para verificar que el bebé esté en perfectas condiciones. No se preocupe, puedo escuchar sus latidos. Tranquila, óigalos usted misma— me sonrió el director del hospital.

Era un doctor ya muy anciano, lo conocí cuando yo iba al pre escolar y me dio varicela. Parece inmortal ¿Qué edad tendrá, 70? Recuerdo cuando venía aquí con Edward, a veces almorzábamos en la cafetería, mientras esperábamos a su papá.

Me puso el estetoscopio en mis oídos, derramé una lágrima de alegría al saber que mi pequeñín estaba bien.

—Tenía tanto miedo— suspiré.

—No fue un golpe frontal, allí tal vez hubiéramos tenido que lamentar algo. Pero de ahora en adelante va a tener que guardar reposo. Al menos un par de semanas no debe levantarse— sugirió.

—Tengo que ir a Port Ángeles…— me acordé de Bree.

—No viajes. Debe guardar reposo el mayor tiempo posible.

—¿Y mi trabajo?— pregunté pensando en mis niños.

—¿Quiere que ese bebé nazca bien?— me respondió con otra pregunta.

—Sí, no se preocupe, haré reposo absoluto, lo prometo.

—Bien, buena suerte y cuídese— me sonrió.

—¿No me va a hacer el ultrasonido?— pregunté.

—Yo no, una enfermera lo hará. Usted es mi última paciente. Justamente hoy entro a retiro, han sido más de 30 años en Forks— dijo suspirando.

—¿En serio? Yo lo recuerdo desde niña.

—Y yo a ti, si me permites que te tutee. Has venido más veces de las que deberías, esos pies planos no te han ayudado mucho— sonrió. ¿Pies planos?

—Usted me puso mi primer yeso ¿Se acuerda? Y me lo firmó— sonreí al recordar.

—Lo recuerdo. Cuídate mucho Bella, pon atención al caminar, ya no eres solamente tú en ese cuerpo— terminó de anotar algo en una hoja.

—Lo sé. Gracias. ¿Y ahora a dónde irá?— pregunté.

—A Miami, no quiero un invierno más en Forks— sonreí ante su broma. Que rico sonaba un día soleado. Por aquí no es muy común.

—Que tenga buen viaje y gracias por todo. Pero el hospital no será lo mismo sin usted— me despedí cuando la enfermera empujaba mi camilla rumbo a otro lugar.

—Al contrario, ahora el hospital se llena de gente nueva. El joven doctor Cullen hará un buen trabajo— alcancé a decirle adiós con la mano pero me quedé estática con mi muñeca levantada. ¿El joven doctor Cullen? ¿Edward va a ser el nuevo director del hospital?

Entonces vino a quedarse. Aun no entiendo para qué. ¿A qué se debe esta repentina llegada? ¿Recordará lo que pasó en esa fiesta? Parecía inconsciente cuando lo dejé en aquel cuartito del hospital.

—Voy a realizarle una ultrasonido obstétrico pélvico— me dijo una enfermera rubia, acomodándome cerca de la máquina. Yo seguí pensando y devanándome los sesos con muchas teorías acerca de la llegada de Edward a Forks.

Tenía temor que fuese por mí. Que recuerde todo con nitidez y haya venido a buscarme. Pero entonces ¿Por qué no lo hizo antes? Han pasado meses desde aquello…

—Por favor, abra las piernas— escuché decir y me asusté.

—¿Qué?— grité. Los dos ultrasonidos anteriores que me realizó Bree fueron en mi pancita.

—Le realizaré un ultrasonido pélvico o transvaginal, es necesario para saber la condición exacta del bebé— yo miraba asustada su aparato de forma alargada.

¡Eso parecía un pene! ¿Me lo iba a meter todito?

—¿Duele?— pregunté asustada.

—No. Sólo debe relajarse.

Si cómo no, relajarse, como si fuera fácil.

—¡Ay!— grité al sentir el aparato helado entrando en mí.

—¡Señora debe relajarse sino le va a doler!— me gritó la enfermera.

Cerré mis ojos intentando visualizar un campo lleno de pajaritos y mariposas, traté de relajarme pero fue en vano. Parecía que hacía el amor con Iron Man.

Una de las peores experiencias que he tenido, sentía que me estaban violando. La verdad no duele ¡Pero desmoraliza!

Todo sea por el bien de mi bebé, puedo resistir lo que sea por el… o ella.

Después de ese invasivo ultrasonido me llevaron a una habitación.

—Por indicaciones del médico va a permanecer esta noche en observación. Les diré a sus familiares que pueden pasar a verla — me indicó la misma enfermera violadora. Yo ya la veía con mala cara. Era tan seria, parece que no tenía músculos faciales. ¿Qué le costaba una sonrisa o una palabra amable?

Mi papá entró preocupado, le expliqué que todo iba bien con el bebé pero él no dejaba de mirar molesto a Jake, como si mi amigo tuviera la culpa del accidente.

—Debo guardar reposo absoluto, mañana podré irme— le sonreí.

—Voy a pasar tu habitación al primer piso— suspiró papá.

—Charlie, Jake no tuvo la culpa, en serio— traté de relajar el ambiente porque mi padre seguía con ganas de golpear a mi amigo.

—Es cierto, yo no tuve la culpa. Fue ese Cullen que llegó a fastidiar— se defendió Jake.

—¿Cullen? ¿El doctor Cullen ha vuelto?— preguntó papá.

—No. Es su hijo. Edward. Será el nuevo director del hospital— dije como si no me importara.

—¿En serio? Había oído que el doctor Baker se iba pero no sabía que ya había llegado su reemplazo. Espera… ese es… tu… quiero decir…

—Su ex— dijo Jake mirando hacia la ventana. Quise arrojarle una almohada.

—¿Él te empujó? ¿Ese chico lo hizo?— preguntó papá.

—¡No! Edward no tiene que ver con que cayera, ni siquiera estaba allí, lo vimos un momento dentro del supermercado. No digas tonterías Jake. Y ya no es un chico papá.

—Se distrajo porque nos encontramos con él. Yo le dije que no caminara en el suelo mojado pero ni me oyó, iba como sonámbula desde que lo vio— se quejó Jake.

No lo resistí y le arrojé mi almohada.

—¡Deja de inventar! Me caí porque soy torpe, siempre me caigo, no es novedad— estaba molesta. Era culpa mía no de Edward que terminara desparramada en el asfalto.

—No quiero que vuelvas a distraerte, llevas a mi nieto allí y debes cuidarlo— papá señaló mi barriguita. Ahora resulta que soy descuidada. ¡Ay! ¡Hombres!

—Lo sé. Me cuidaré más, lo prometo.

Al rato ellos se marcharon y me quedé sola pensando en que quizás muy cerca de allí, con suerte, a unos metros, Edward estaría trabajando. O tal vez no, ya era muy tarde.

.

Desperté con la sensación de haber sido observada durante la noche. Tal vez eran ideas mías, pero tenía aquella sensación otra vez. Hace tanto que no la sentía.

Jamás se lo conté a nadie, pero cuando estaba en la preparatoria Edward se quedó a dormir algunas noches en mi habitación. Y al despertar por la mañana, lo encontraba siempre observándome. Él decía que le gustaba verme dormir. Que hablaba en sueños y le respondía lo que él preguntaba.

Eso no era posible ahora. Él debe guardarme rencor aún. Se fue de aquí muy dolido por aquel malentendido con Jake. Además su mirada en el súper mercado me dio a entender que yo no soy de su agrado.

Por años guardé el dolor de su partida en mi corazón y tan sólo hace unos meses, cuando lo volví a ver en Vancouver sentí que el tiempo no había pasado. De alguna forma no podía tener sentimientos negativos por Edward. Estoy segura que en el futuro tampoco podré tenerlos. Mi hijo me lo recordará a diario.

—Buen día, le traigo el desayuno— una enfermera muy bonita entró con un carrito de comida. Era tan agradable encontrarse con alguien así en un hospital, no como la de ayer que parecía un sargento.

—Hola. Gracias. ¿Cuál es tu nombre?— pregunté.

—Soy Renata— me sonrió.

—Yo soy Bella, gracias por el desayuno— le devolví la sonrisa.

—Debe alimentarse bien, está baja de peso, aquí tiene su dieta balanceada— me dejó una carpeta en la mesita de noche.

Mientras mordisqueaba unas deliciosas tostadas, abrí aquel folder para saber qué debía comer. Me sorprendí al encontrar un detallado menú para toda la semana. Además venían con un recetario. ¡Vaya, este hospital sí que se preocupa por sus pacientes!

Y ahora supongo que tendré que hacer mis controles aquí, no puedo ir hasta Port Ángeles a ver a Bree. Ni modo.

El jugo estaba delicioso y pensar que dicen que la comida de los hospitales es horrible.

— ¿Le gustó?— nuevamente Renata entró con su sonrisa radiante.

—Sí, gracias. Estaba muy bueno. ¿Cómo se llama la otra enfermera que me atendió? Es rubia, pequeña y nunca sonríe— pregunté. Quería saber el nombre de la enfermera violadora. Aquella mujer seria.

—Ah, debe referirse a Jane. Ella es la jefa, yo tengo cuidado de ser muy profesional. Pero no puedo con mi buen humor— volvió a sonreír. –Su alta ha sido firmada señora, una ambulancia la llevará a su casa.

— ¿Me van a llevar a casa?—pregunté olvidando a la enfermera mala de quien quería saber más.

—Sí, aquí lo dice— me señaló el papel de mi alta.

“Paciente con amenaza de aborto debe ser transportada a su vivienda en movilidad del hospital”.

Luego venían una serie de recomendaciones sobre mi estado.

“Reposo absoluto en cama por una semana, luego reposo parcial y pélvico”
“Abstenerse de relaciones sexuales en lo que queda del embarazo”
“No realizarse duchas vaginales o inmersiones”
“Evitar subir o bajar escalones”
“No cargar peso”
“Evitar tabaco, bebidas alcohólicas o drogas”
“Los viajes están contraindicados”
“Control prenatal cada 15 días”

Acudir de emergencia al hospital si presenta lo siguiente:
- Pérdida de fluido vaginal (acuso, mucoso o sanguíneo)
- Contracciones en el útero.
- Calambres abdominales.
- Dolor en la parte baja de la espalda.

Estaba sellado y venía una con firma irreconocible. Era sólo un garabato. No podía saber quién fue el que autorizó que me llevaran a casa en una ambulancia del hospital pero se lo agradecía. Era mucho más cómodo así que salir y pedir un taxi. O que Jake me lleve en su motocicleta.

—Me comuniqué con su padre para coordinar su llegada a casa— me confirmó Renata, la enfermera buena. Era un hecho, la atención era de primera. Creo que no tendré reparos en atenderme aquí. Tenía una cita para la semana siguiente.

—Gracias. ¡Qué buena atención!— sonreí.

—Sí, me parecen excelentes los nuevos cambios que está haciendo el doctor Cullen— al escuchar ese nombre la sonrisa se me congeló en las mejillas.

¿Edward estaba detrás de todo esto?

— ¿Cambios?— pregunté intentando sacarle alguna información extra a la buena enfermera.

—Desde que él llegó hace sólo unos días, hemos atendido más personas que en todo el mes. La comida ha cambiado, se usan las ambulancias para transportar a los pacientes a sus domicilios y traerlos en casos graves. Y eso que somos un hospital pequeño, ni siquiera tenemos médicos para cada especialidad. El mes que viene se incorporan 5 médicos nuevos de especialidad y se está gestionando un moderno quirófano.

— ¿En serio? Me alegro mucho— suspiré.

—Lo que más me gusta es la construcción de la sala de neonatología, vamos a tener muchas cosas modernas al fin. El anterior director era anciano, yo lo conocí de niña y ya era mayor. Quizás por eso no había grandes cambios en el hospital.

—Eso es bueno… los cambios. Imagino que daré a luz aquí— sonreí pensando en lo mucho que Edward estaba haciendo por este lugar. Y yo tan tonta pensaba que regresó por mí.

—Espero atenderla personalmente cuando lo tenga— me sonrió.

—Llámame Bella, no me digas señora que suena raro. Ni siquiera estoy casada.

— ¿En serio? Creí que el joven moreno era su esposo, el doctor Cullen lo mencionó— susurró pensando.

¿Edward le había hablado de mí? ¿Le dijo que Jake y yo estábamos casados? ¿Con qué derecho habla de mi vida?

—Bueno Bella, que tengas buen viaje, ya es hora de llevarte al estacionamiento del hospital, voy por una silla de ruedas— Renata se fue dejándome con esta duda.

No pude preguntarle si había hablado de mí con Edward. 

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