06 mayo 2013

Cap 6 Mis 2 maridos




CAPITULO 6

Los días pasaban y Ángela me reclamó que no estaba asistiendo a nuestras citas. Le había puesto muchos peros al asunto.

—Te pasa algo y no tienes la confianza de decírmelo— me dijo ofendida. –Además el pueblo es pequeño Bella, ya me enteré que sales con Edward Cullen— me sonrió bajando sus enormes gafas.

—Es que… no creo que necesite la terapia— dije mordiéndome los labios.

—Estoy de acuerdo contigo— me sonrió. –He tratado muy poco a Edward pero veo que es una persona emocionalmente estable, es lo que tú necesitas para mejorar— me quedé tonta escuchándola decirme eso. Yo creí que me retaría por no querer más terapia.

Pero en mi trabajo de la librería no me iba nada bien. Mi jefe se fue de vacaciones por un mes y lo reemplazó el estúpido de su sobrino, James. Solía decirme cosas obscenas, pero tan bajito que cuando me giraba a verlo estaba haciendo otra cosa y fingía que no había dicho nada. Y por las mañanas limpiar era un trabajo asqueroso.

James solía traer mujeres a la librería. Cada mañana encontraba preservativos en la alfombra de la sala de lectura. Se supone que era un lugar especial, donde los niños podían revisar los libros antes de comprarlos. ¡Qué asco!

Ganas no me faltaban de mandarlo a la porra cada vez que me llamaba “culito respingón” cuando pasaba a su lado. Sólo eran tres semanas más, sólo tres.

Una tarde salía del consultorio de Ángela cuando me encontré a James en una calle poco iluminada, parecía estar esperando a alguien.

—Culito respingón, ya me contaron que te gusta que te den por atrás— susurró porque no me detuve a saludarlo.

Una cosa era tener que soportarlo en la librería porque era mi superior y otra muy diferente aguantarlo en la calle. Tomé mi bolso, saqué mi celular y arremetí contra el maleducado. Grité a voz en cuello, mientras seguía aporreándolo con mi cartera de cuero. Esperaba que le diera con las argollas en la cabezota piojosa que tiene. Es un asco, parece un vagabundo y dudo que se duche a diario.

“Atrevido, sucio, vulgar, cochino. ¡Qué te pasa! ¡Qué crees que no sé defenderme!” empecé a vociferar. “Yo te voy a dar culito respingón en el hocico” pronto escuché la sirena de una patrulla.

— ¿Qué pasa? ¿Está bien señorita?— gritó uno de los policías bajando de la patrulla.

—No pasa nada jefe, esta nena no le agradó cuanto le ofrecí— sonrió James.

— ¡Maldito mentiroso! ¿Me estás llamado puta?— volví a aporrearlo.

— ¡Calma! ¡Calma!— dijo el policía asustado.

—Lo siento entonces, tal como va vestida la confundí con una mujerzuela— se defendió James.

— ¿Cómo estoy vestida? ¿Qué tiene mi ropa?— me vi de reojo. Bueno tal vez mi blusa sea ligera, pero estábamos en verano, no voy a salir con un abrigo.

—Ha sido una confusión señorita— dijo el policía tratando de calmarme.

— ¿Confusión? ¡No es la primera vez que me dice esas cosas!— grité.

—Entonces presente cargos por acoso, pero deje de hacer escándalo en la vía pública— me sugirió el oficial. A mi alrededor habían varios curiosos. Una mujer de larga cabellera roja se adelantó.

— ¿Qué te pasa con mi marido zorra?— me empujó.

— ¿Tu marido? Date una vuelta por la librería en las noches para que veas lo que hace tu marido— le respondí y me giré para irme.

— ¿Contigo? ¿Lo hace contigo?— me gritó la pelirroja. Me tomó del cabello y me jaló con fuerza.

— ¡Victoria!— llamó James.

— ¿Te acuestas con esta perra?— le gritó ella enfurecida. ¿En qué momento me vine a meter con esta loca?

— ¡Amor! No… ¡Victoria! ¡Es sólo una puta!— James parecía estar recibiendo tamaña paliza. Traté de escabullirme sin causar más escándalos. No quería más atención, estoy segura que luego las viejas chismosas dirán que nos peleábamos por James.

Pero cuando iba esquivando personas para largarme vine a dar frente con la pelirroja. Y volvió a agarrarme de los cabellos y me lanzó contra el suelo. Parecía luchadora de la WWF.

—Vas a pagar caro por esto— amenazó.

La loca se me tiró encima, traté de evadir sus uñas pero inmovilizó mis manos, parecía que quería morderme. Grité por ayuda y dos policías vinieron a separarnos.

Otra patrulla llegó y con ellos el Jefe Crowley. Uno de los que más le recomendaron a mi padre que me interne en un reformatorio, hace años.

— ¡Arréstenlos a todos!— ordenó. – ¡Estoy harto de este tipo de escándalos en la vía pública!

Y nos llevaron detenidos a los tres. Victoria gritó y pataleó todo el camino a la delegación. Yo quería que la tierra me tragara. El jefe Crowley iba echándome sermones acerca de mi conducta. ¡Esta vez yo no había hecho nada malo! Sólo me defendí. Pero claro, mi historial no iba a ser de gran ayuda.

Me pusieron en una celda, lejos de Victoria que quiso agredirme una vez más.

—Bella ¿Otra vez?— vino a hablarme el jefe de policía.

—Señor, le juro que no tengo que ver. En serio— pedí.

—Eso decías siempre Bella, lamentablemente acá tengo tus antecedentes. Desde riñas domésticas hasta consumo de marihuana en la vía pública, pasando por alterar el orden mientras corrías desnuda en el pueblo— me recordó mirando mi voluminosa ficha de arrestos.

—Pero no le miento. Ya no frecuento a los amigos de Jake, ni siquiera vivo en La Push— quise llorar de impotencia.

—La señora va a presentar cargos contra ti por prostitución. Dime hija ¿qué hacías en esa calle vestida así?— lo que me faltaba. Esa bruja me estaba acusando, la muy tonta. Su marido le pone tremenda cornamenta cada noche pero yo soy la villana.

—Salía de trabajar. Le puedo probar que yo limpio en el consultorio de la psicóloga Weber. Mi ropa no es provocativa, es la que uso a diario pero ese tipo, el esposo de la señora, es el sobrino de mi jefe de la librería donde limpio en las mañanas. Y es muy faltoso, siempre me molesta pero en la librería no le puedo contestar porque me echaría. Pero no soporté que me diga lo mismo en la calle— lloriqueé.

—Él también apoya la acusación de su mujer. Bella, vas a quedar arrestada— se lamentó.

—Pero… pero no es justo, yo no tuve la culpa— unas gruesas lágrimas afloraron.

—A menos que pagues tu fianza te quedarás un par de días aquí. ¿Tienes a quien llamar?— preguntó.

—No— dije sin dudar. Jamás llamaría a Edward para que me saque de esto. Es demasiado horrible lo que me pasa, demasiado asqueroso. Ni siquiera me creían porque tengo antecedentes. Si no hubiera sido tan estúpida en seguir a Jake y a la pandilla de La Push en sus correrías mi reputación no estaría así de manchada.

— ¿Tienes con qué pagar la fianza? ¿Quieres que le dé una llamada a Charlie?— preguntó el jefe.

— ¡No le llame por favor!— rogué.

— ¿Tienes el dinero?

—No. Tengo algunos ahorros pero es muy poco. ¿Cuánto es la fianza?— pregunté.

—Mil dólares.

—No. Apenas tengo doscientos dólares ahorrados par alguna emergencia.

—Bueno, no puedo hacer más Bella. Pediré que te traigan de comer.

Se fue y me quedé sentada en aquella tarima dónde pensé que jamás volvería a dormir. He pasado exactamente 4 noches en esta misma celda. Todavía está la inscripción que hicimos con Jake en una de las paredes. Un símbolo de amor y paz. Ese día nos excedimos con los porros.

Una hora pasó y empecé a temblar de frío, no me habían traído comida ni nada. Edward debe haber cerrado ya la farmacia y me estará echando de menos. ¿Qué pasará mañana cuando se entere? ¿Se avergonzará de mí? Si me deja tendrá razón, yo no soy buena para nadie. Además soy un imán para los problemas. En un pueblo tan tranquilo, tenía que venir a toparme con la mujer más loca que hay.

Un oficial llegó a abrirme la reja.

—Puede retirarse señorita— dijo sin dar más explicaciones. Estaba tan asustada que no me detuve a pedirle que me explique nada. Me devolvieron mi bolso y salí buscando al jefe Crowley para preguntarle qué pasaba. Si habían retirado los cargos o tal vez James y su mujer querían llegar a un acuerdo.

Grande fue mi sorpresa al ver a Edward conversando con el jefe de policía. Apenas me vio, se levantó de su asiento y corrió hacia mí con un abrigo, el cual colocó suavemente sobre mis hombros.

— ¿Estás bien amor?— preguntó.

—Si… ¿qué haces aquí?— pregunté abochornada. No quería que él me viera así, ni se entere del problema.

—Una amable señora me avisó del incidente— dijo acariciando mi rostro. ¿Incidente? Querrá decir del escándalo. –Vine de inmediato por ti— me sonrió. – ¿No te agrada?— preguntó al ver que yo no decía nada.

—No es eso… es que… ¿Pagaste mi fianza?— pregunté al borde de las lágrimas. No quiero causarle problemas de ningún tipo, me siento fatal.

—No fue necesario, retiraron los cargos— dijo.

— ¿en serio? ¿Cómo?

—Te lo explicaré luego— me abrazó y me llevó cerca del jefe de la policía.

—Gracias por su ayuda señor— fue todo lo que dijo. El jefe Crowley parecía complacido, me despidió con una sonrisa.

No dije ni pio en el camino a casa. Estaba tan avergonzada. ¡Arrestada por prostitución! Ni en mis años más locos al lado de Jake me acusaron de semejante cosa. Maldito James y maldita su mujer desquiciada. Ah pero cuando los vea, los voy a…

— ¿Qué te sucede?— preguntó deteniendo el auto muy cerca de casa.

—Nada… es que… no tenías porque…

— ¿No debía preocuparme por ti?

—No es eso…

— ¿Entonces? ¿Te molesta que me inmiscuya en tus problemas? ¿No deseas que te proteja?

— ¡No! ¡No es eso! Es que todo esto es tan… tan feo. Yo… yo sólo pasaba y el estúpido ese me dijo cosas, reaccioné sin pensarlo y lo agarré a golpes y luego esa bruja apareció y dijo que yo era una zorra… y luego los policías…— no soporté más y me eché a llorar.

Edward me atrajo hacia su pecho, mientras frotaba mi espalda.

—Tranquila, yo lo sé. Te creo Bella— me miró a los ojos con tanta ternura.

—Es que…— hipé. –Que allá nadie me cree. El jefe de la policía piensa que soy una loca, porque… porque antes yo… yo no medía las consecuencias y siempre…— no pude continuar. Empecé a llorar más fuerte.

—Cálmate amor. Todo está bien, estamos juntos. No tienes nada de qué avergonzarte, todos cometemos errores alguna vez…— él intentaba consolarme pero yo me eché a llorar aún más. Soy bastante emocional y no sé cómo reaccionar ante tanto cariño. No sé porque lloro más, si por lo que me pasó o por lo especial que Edward me hace sentir.

— ¡Gracias! ¡Gracias!— me aferré a su cuello y lo abracé con todas mis fuerzas. Él se estaba convirtiendo en mi todo y me daba miedo.

¿Qué pasará cuando él se vaya? No siempre va a vivir aquí, no va a estar para mí eternamente. Todos se van, los padres, los amigos, los amores. La vida suele darte en donde más te duele, dicen que para probarte, yo creo que es para exprimirte. Cuando Jake se me fue, a menudo me sumergía en pensamientos destructivos, quería acabar con mi vida.

No podré soportar el dolor si Edward se va y no sé cómo atarlo a mí. Tengo miedo.

—Por favor, no te vayas, no me dejes— dije entre lágrimas.

—No iré a ninguna parte— susurró mientras seguía acariciando mi espalda.

Esa noche hicimos el amor hasta el amanecer. Yo no tenía suficiente y Edward parecía incansable. Llegábamos al clímax y volvíamos a empezar. No podíamos detenernos yo necesitaba más de él a cada segundo que pasaba.

Sé que el amor no se reduce al sexo, eso lo estoy aprendiendo con este maravilloso hombre. Pero quisiera poder despertar todas las mañanas en sus brazos. Edward me hace mejor persona, me hace feliz. ¿Cómo le digo que se quede conmigo para siempre? ¿Cómo le propongo que vivamos juntos? ¿Será muy pronto para eso?

1 comentarios:

Atenas dijo...

pobre bella, un pasado nada grato que empaña un presente que puede ser hermoso. ojala se de cuenta que tmbien puede ser especial

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