06 mayo 2013

Cap 3 Mis 2 maridos




CAPÍTULO 3

Y así Edward y yo iniciamos una amistad-romance muy excitante. Se podría decir que éramos amigos, aunque él me trataba como si yo fuese algo más para él. Y no eran ideas mías. 

En nuestra primera salida, pedí un capuccino y él limpió la comisura de mis labios con una servilleta. Me había manchado con la crema.

Ok, tal vez eso no sea tan excitante pero el último año de mi vida me la pasé en un sofá lamentando mi mala suerte. Y esto era un cambio radical.

Fuera de la farmacia no era tan formal. Igualmente era educado pero sonreía. Y eso era algo tan adictivo.

Sus gestos, su voz, sus miradas divertidas, era todo lo que necesitaba para sentirme en el cielo.

Conversamos de muchas cosas, de trabajo, estudios, aunque no fueron mis temas favoritos. Yo apenas terminé la escuela. Y él tenía un doctorado en bioquímica. Mis primeros trabajos fueron limpiando y trapeando. Él había trabajado para el gobierno.

Tenía 35 años. Soltero. Hijo único, sus padres vivían en Chicago. Había decidido abrir su farmacia porque quería hacer algo por sí mismo. Su padre era un médico muy influyente y le había conseguido sus anteriores empleos.

Lo extraño es que no mencionó para nada el incidente con Mike. Simplemente llegamos como dos buenos amigos y seguimos la conversación. Nadie pensaría que unas horas antes éramos un par de extraños.

Los días pasaron, al terminar de limpiar en el consultorio de Ángela, me iba directo a la farmacia. Edward cerraba el negocio y me llevaba al mismo café.

A la semana siguiente, cambiamos de lugar y me llevó a un restaurante italiano. Me gustó su idea, porque un plato de ravioles demoraba más que una taza de café.

Y acepté que me lleve a casa porque terminamos de cenar y conversar, pasadas las 10 de la noche. Usualmente llevaba mi vieja camioneta pero hoy estaba haciendo ruidos extraños.

—Gracias por una noche deliciosa— me dijo.

¡Delicioso él! Y eso que no lo he probado.

Ay Bella, siempre tan pervertidita. Todavía te quedan rezagos de tu vida pasada. De hecho sabía muchas cosas del sexo pero en estos últimos días pareciera ser que mis órganos sexuales cobraron vida nuevamente. Me daba comezón cada que me acordaba de Edward.

No quería ir así de rápido. No con Edward. Me gustaría que esto fuese más duradero. No fantaseo con que me pida matrimonio. Por favor. Soy una viuda, esas cosas para mí ya no importan. Pero al menos una relación, donde podamos conocernos, compartir algo especial.

— ¿Quieres pasar?— lo tenté.

—Bella… yo… — esto no pintaba bien. No le estaba proponiendo sexo salvaje, sólo que entre en mi mundo. Y conocer mi casa era parte de eso.

—No te pido que pases la noche conmigo. Es que no quiero que te vayas— confesé.

—Ni yo quiero irme— me besó suavemente. Sus labios se movían con un ritmo pausado. Eran dulces como su aliento fresco. Ni se notaba que acababa de cenar.

Era un romance extraño. Extraño para mí.

Debido a mi poco conocimiento de los hombres y sus reacciones. Jake me habría tomado en el auto sin necesidad de cafés o ravioles. A ese tipo de trato estaba acostumbrada y no sabía que esperar de Edward.

Quería que entre en mi casa, me haga el amor salvajemente y no saliera de allí hasta la mañana. Mi pervertida mente me jugó una mala pasada. Ya había repasado muchas de las cosas que le haría.

Pero Edward no entró. Sutilmente se excusó y se fue. Lo mismo pasó las siguientes noches.

Cuatro días después me habló más formalmente.

—Bella, hemos estado saliendo hace varios días y no quisiera que te formes una mala impresión de mí— empezó su discurso.

Juro que creí que me diría que no le gustaba tanto y que se lo pensó mejor. Acepto que mi baja autoestima salió a flote nuevamente.

Me crié en un hogar roto. Anduve de un padre a otro, incluso viví con mis abuelos por temporadas. Cuando algo no iba bien en sus vidas, me echaban. Crecí creyendo que valía poco, quizás por eso me aferré tanto a Jake. Él me quería. De un modo egoísta pero me quería.

Después de quedar viuda, tuve una discusión con Claire, la esposa de Quil. Ella me dijo que yo era “material de segunda” que nadie se fijaría en mí porque ya estaba usada. Creo que por eso me echaron de La Push.

Y eso caló hondo en mí. Al punto de temer que Edward me despreciara.

— ¿Una mala impresión?— traté de sonríe. Lo veía venir… “no eres buena para mí” Me preparé para lo peor.

—Quiero hacer las cosas bien. Si vamos a salir juntos y a tener un trato de pareja... me gustaría que aceptes ser mi novia— dejé de respirar. Esperaba un golpe bajo, no algo tan hermoso.

— ¿Yo? Bueno… es que…

—Lo siento, si no lo deseas está bien. Yo comprendo— su radiante sonrisa desapareció. Por todos los cielos, Bella no seas idiota, vamos, respira y date valor.

—Acepto— me apuré a decir, antes que lo pierda por tonta.

— ¿En serio?— sonrió.

—Sí. Es que me tomaste desprevenida, es todo— intenté limpiarme una lágrima, que se asomó, con la manga de mi sueter. Pero él se me adelantó, con un pañuelito me las secó. Fue algo que nunca nadie había hecho. Jake solía dejarme llorar cada vez que nos peleábamos. Decía que era alérgico al llanto de las mujeres porque todas somos lloronas por naturaleza.

—Espero que sean de emoción, no quisiera causarte ningún dolor. Jamás— su ternura me abrumaba.

—No, es que… yo hace tanto que no sentía…

—Quisiera que confíes en mí. Poco a poco. Apenas nos conocemos pero siento que tenemos mucha afinidad. Contigo es distinto, todo— sus palabras me parecían irreales. Como sus preciosos ojos verdes, tan llenos de vida y dulzura.

Era irreal… ¡Edward Cullen no era de este mundo!

—No sé si sepas que yo… bueno yo estuve casada…

—Lo sé. Seré sincero contigo. Me gustaste desde la primera vez que te vi, detrás de los cristales de la librería. Estabas leyendo un libro mientras limpiabas— sonrió.

— ¿En serio? Siempre me gustó leer pero nunca pude comprarme libros tan buenos— sonreí. Si mi jefe supiera que leo mientras limpio, seguro me echa del trabajo.

—Y luego viniste a comprar a la farmacia— sonrió.

Recordé el primer día que lo vi. Me quedé como idiota observándolo. Incluso Jessica, la esposa de Mike que estaba allí lo notó.

—Ah sí, las pastillas para dormir— sonreí.

—Ese día supe mucho de ti. Sin pedirlo claro. La señora Newton, quien suele venir seguido a la farmacia, fue muy indiscreta— su tierna mirada cambió. Se hizo dura y eso me dio a entender que Jessica había dicho algo que a Edward no le gustó.

¡No! ¿Le habrá hablado acerca de lo que pasó en su casa hace dos años? Moriría de vergüenza si Edward se entera.

Mis mejillas se calentaron, debía estar muy sonrosada. Me daba tanta pena esta situación.

—Jessica, bueno… ella es bastante mal intencionada. Pero seguro que aquello que te dijo es cierto— agaché mi cabeza. Algún día tendría que contarle, tarde o temprano Edward sabría de las orgias, borracheras y esas cosas.

—No me importa— dijo. –No debes avergonzarte de tu pasado, de nuestros errores aprendemos a ser mejores. Si no nos equivocamos… ¿Cómo podemos mejorar?— tomó mi mano y la besó.

Quise volver a llorar de emoción. Sería tan fácil acostumbrarse con Edward.

—Algún día de contaré todo lo que he pasado. Hay muchas cosas oscuras que preferiría olvidar, no me siento a gusto con mis recuerdos— dije intentando borrar los pensamientos que se arremolinaban en mi cabecita loca.

Sí… había tantos recuerdos desagradables. Las peleas con Jake, las humillaciones de sus amigos, las indirectas de sus hermanas, los insultos de su madre. Las fiestas, el alcohol, las drogas. ¡Los arrestos! Ay eso dolía más. Sobre todo porque mi padre era el jefe de la policía de Forks. Le di tan mala fama mi pobre viejo.

—No tienes por qué decirme nada Bella. Nuestra relación empieza ahora. El futuro es nuestro, el pasado ya no importa— sus dedos acariciaban el dorsos de mi mano y se sentía tan bien.

Cuando esté sola en casa, volveré a repasar cada palabra suya, cada gesto, cada silencio. Creo que me estoy obsesionando nuevamente. ¿Será malo eso?

Ángela dijo que lo mío con Jake no fue amor, fue obsesión. Yo me había aferrado tanto a Jake que fui capaz de dejar atrás mis miedos y hacer un lado mis valores. Era una relación enfermiza. Quizás deba compartir esta nueva relación con mi psicóloga, hablarle de Edward. Pero tengo miedo que me diga que no está bien y me pida que lo deje. Además ella se ha referido a Edward como “el farmacéutico lindo”. Y eso ahora me molesta.

Dejamos el restaurante como una pareja, me hacía tan feliz que él estuviera enamorado de mí… un momento, Edward aún no ha dicho eso. Sólo me ha pedido que seamos novios. Está implícito que le gusto, que se siente atraído por mí. Pero no que me ame.

Tengo que asegurarme que me ame. Debo ser tierna, servicia, sumisa y complacerlo en todo.

Un momento… ese fue mi error con Jake. No debo volver a cagar mi relación. Y debo moderar mi vocabulario. Eso me aconsejó Ángela. Quizás sea que se me pegaron lo mal hablados que son los quileutes . Todo el día se gritan groserías unos a otros.

Ya en casa, Edward aceptó entrar por primera vez. Yo esperaba que quisiera quedarse la noche entera. Ya éramos novios, podíamos “hacerlo” sin más.

Después de un café se revolvió en su asiento. Y miró su reloj.

—Es hora de irme— se levantó.

—Tan pronto— dije acercándome a él. Lo abracé y lentamente elevé mis brazos hasta rodear su cuello.

—Mañana tengo que trabajar— sonrió.

—Bueno. Te extrañaré— inicié un beso lento que poco a se volvió frenético.

—Bella…— intentaba des hacerse de mi abrazo.

—Mmmmm— dije entre respiraciones agitadas. –Quédate otro rato, te prometo que no te arrepentirás— fui empujando hasta que lo tuve en el sofá.

No sé si las demás mujeres estén de acuerdo conmigo pero este hombre es tan violable. Con gusto lo ataría a mi cama para hacerle de todo. Y vaya que sé hacer de todo. Pero tal vez Edward no sea esa clase de personas. ¿Cómo saberlo? No se cómo actuar con él. ¿Qué clase de mujer le gustará? ¿Qué clase de sexo practicaría antes?

Me sentía tan perdida. Edward era diferente, no era como Jake, eso tenía que grabármelo. No podía echar a perder esta relación.

Me detuve lentamente hasta que nuestras frentes quedaron juntas.

—En verdad te voy a echar de menos. Gracias por esta noche— le sonreí.

Me dio un beso en la frente y se fue luego de prometerme que el día siguiente me llevaría a otro lugar.

Nuestras salidas se hicieron más frecuentes, poco a poco la gente se dio cuenta que algo pasaba entre nosotros. Paseamos por todos los restaurantes y cafeterías de Forks. Bueno tampoco es que existan muchos lugares para comer en este pueblo.

Las mujeres me miraban ofendidas y los hombres, bueno, ellos solo miraban mi trasero. A veces parece que el cerebro de un hombre está entre sus piernas y no dentro de su cráneo.

Mi jefe en la librería, el señor Jenks, me preguntó una mañana.

—Isabella ¿estas saliendo con el farmacéutico?— me encantaría responderle “a usted que le importa” pero necesitaba el trabajo. El dinero que me dio Charlie se había terminado y apenas me alcanzaba con los dos trabajos para mantenerme y pagar los servicios. Es que el último mes contraté televisión de paga. Y me compré un celular bonito.

—Sí señor. Es mi novio— le dije muy formalita. Últimamente estaba aprendiendo a cerrar mi boca y a escuchar. Antes andaba a la defensiva todo el tiempo.

—Qué bueno, qué bueno. Ese joven si es decente— fue todo lo que dijo.

¿Qué quería decir con eso? ¿Acaso insinuaba que mi difunto marido no fue decente? Bueno, tal vez tenía algo de razón, Jake solía ser bastante inmaduro y loco. Pero todos lo querían.

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