13 febrero 2013

Cap 9 Mi dios griego


CAPÍTULO 9

OH MI DIOS


BELLA


—Siento que se me ve el alma con esto— me quejé tratando de encontrar alguna forma de bajarle la dobladillo a la pequeña faldita del uniforme.

— ¿Mi trasero resalta?— preguntaba Rose mostrándonos su cola.

—A mí me gusta, Jass casi se infarta cuando me vio con el traje— decía Alice.

—Rosalie ¿ya le dijiste a Emmett? Ya sabes lo que pasó entre tú y Félix— pregunté con delicadeza, me asustaba que los Volturi continuaran provocando a Emmett o a Edward.

—No he tenido otra oportunidad de tocar el tema, le dije que había salido antes con él pero me da vergüenza Bella.

—Eso es injusto ¿Por qué debes sentirte mal por no ser virgen? Te puedo asegurar que Emmett no lo es. De seguro que ya ha tenido más sexo que mis padres en todos sus años de matrimonio— se quejó Alice.

—Yo sólo le digo a Rose que se lo cuente, para que no lo tome desprevenido cuando los Volturi se lo digan. ¿No sabes cómo son los chicos?— me defendí.

—No. No sé cómo son los chicos a decir verdad, bueno los comunes y corrientes. Mi Jass es encantador, todo un caballero.

—También es un hombre, territorial y celoso, ya no te acuerdas como se puso cuando creyó que lo engañabas con Edward—le recordé.

—Ni me lo recuerdes Bella, tú fuiste la culpable de eso. Aunque no me quejo, esa noche fue genial— dijo con cara de felicidad.

—Ah ya dejen de hablar de sexo— se quejó Rose molesta.

— ¿Quién está hablando de sexo?— entro Renée a mi habitación.

—Mamá toca la puerta— me quejé.

—Ay Bella, es normal que hablen de esas cosas, yo a tu edad… bueno, era una chica muy activa. Pero dime ¿Jake y tú se están protegiendo verdad? Tengo que sacarte una cita con mi ginecólogo he visto un nuevo método para chicas Implanón, Implantón… algo así... dicen que no tiene efectos secundarios.

—No lo necesito mamá— dije roja como un tomate.

—No hija, los preservativos se rompen, lo sabré yo— dijo.

Alice se echó a reír.

—En serio Renée, Bella no necesita ningún método— le dijo a mi madre. –Todavía hace milagros, es la santa de las animadoras y Jake… ese perro ya fue.

Rose le lanzó un cojín. Mi madre sonrió.

— ¿Qué paso con Jake?— preguntó.

—Se andaba restregando con otra. Nada extraño para lo perro que es— decía Alice que nunca aprobó que saliera con Jake.

—Oh bueno, entonces no tendrás pareja en la fiesta— murmuró mamá, la bendita fiesta sorpresa que daban cada año para mí.

— ¿Por qué no invitas a los Cullen?— le susurró Rosalie, la tomó del brazo y la sacó de la habitación.

—No deberían llamarla fiesta sorpresa, si siempre te enteras— me dijo Alice riendo. –Va a ser un día muy lindo— miró al techo.

— ¿No me vas a decir nada?— pregunté.

—Ni un poquito, quiero que la pases bien. No invitaré a los Volturi, a Jake no puedo dejarlo de lado pero tal vez se me olvide enviarle la invitación.

.


Los días pasaron rápido, Edward estaba cada vez más guapo, tenía un ligero bronceado que le sentaba fenomenal, literalmente me derretía cuando lo veía caminar hacia mí en los pasillos. Mi dios griego tan perfecto.

Sus camisas con los botones superiores sueltos me hacían babear. Habíamos quedado en hacer el trabajo grupal en su casa el viernes, su padre tenía un microscopio mejor que el de la escuela según me dijo.

Jake no había vuelto a insistirme con lo de volver, seguramente estaba ofendido porque Alice olvidó su invitación para mi fiesta.

El viernes llegó y después de clases ya en casa, dejé mi mochila y me di un baño fugaz. Quería estar presentable.

— ¿Vas a salir verdad?— dijo mi madre.

—Tengo que hacer un trabajo de biología, me tocó con el hijo del doctor Cullen y tiene un microscopio en su casa— me excusé.

— ¿Por qué estás sonrojada Bella?— me preguntó muy inquisitiva.

—No estoy sonrojada, acabo de exfoliarme.

—Si claro. No llegues tarde y si te vas a demorar llámame para ver que le digo a tu padre— me miró con ojos cómplices.

Por dios, esta madre era demasiado relajada con mi disciplina, difícilmente podría ser rebelde en este hogar.

Me puse una falda azul, no tan corta, tal vez conocería a los padres de Edward no quería parecer una chica alocada. Una blusa Blanca con bordados azules y unas ballerinas. Dejé mi cabello suelto y esperé a que mi gran dios griego viniera por mí.

A las 5 en punto, cual ingles, tocó el timbre. Salí como una bala, no quería que mamá saliera a echarle un ojo.

Abrí la puerta con rapidez y allí estaba, con una camisa blanca y pantalones cortos azules. Me miró, se quitó los lentes oscuros y sonrió.

— ¿Vamos a algún desfile?— preguntó, yo apenas podía quitar los ojos de su pecho, traía tres botones sueltos en lugar de dos.

Ay podría morir ahora mismo y sería la difunta más feliz.

— ¿De… desfile?— pregunté tartamudeando…

—Mira nuestras ropas son del mismo color—sonrió

— ¿Quieres que me cambie?— dije sonrojándome.

—No, así estás perfecta—dijo acercándose. Tomó mi mano y me llevó a la puerta del copiloto de su auto, me la abrió pero yo no respondía, seguía como tonta mirándolo.

— ¿Nos vamos?

—A donde quieras— dije.

Sonrió torcidamente y suspiró. Su aliento me pareció tan atrayente. Estaba a escasos 10 centímetros de su rostro.

— ¿Bella? Oh tú debes ser el hijo del doctor Cullen ¿recibieron nuestra invitación?— preguntó mi madre rompiendo mi mágico momento.

—Un gusto conocerla señora— dijo Edward muy respetuosamente. –Recibimos su invitación, estaremos allí. No faltaré por nada del mundo.

—Lo tomo como una promesa, sabes mi hija necesita abrir el baile y yo no pienso soltar a su padre. ¿Podrías ser tú su pareja de baile mañana? Deberás vestir muy formalmente claro. ¿Qué dices?— mi mamá tenía esa mirada celestina de siempre.

—Sería un honor señora Swan— dijo Edward sonriendo ampliamente.

—Ay señora suena tan mayor. Apenas paso los 35. No me ofendas con eso de señora, soy Renée— sonrió mi madre. No podía creer que usara su sonrisa fresh con mi dios griego, porque era mío. Papá decía que con esa sonrisa lo conquistó.

—Sería un honor ser pareja de Bella— dijo Edward lanzándome una mirada que me derretía.

Llegamos a su casa casi sin hablar, estaba tan avergonzada, claro que quería que fuera mi pareja de baile, todas querrían lo mismo pero que mi madre se lo pidiera delante de mí me dio algo de pena.

Su casa, era enorme.

—Déjame mostrártela— dijo cuando entramos. —El recibidor, ese es el salón y mi piano. La cocina, un patio, el despacho de papá, el laboratorio y otro patio.
Llegamos a un precioso lugar lleno plantas silvestres, había una pequeña glorieta en medio.

— ¡Que hermoso!— dije admirada.

—Esme pone mucho cuidado en la decoración, ha trabajado desde que papá compro la casa— dijo orgulloso.

—Tu madre debe ser una mujer encantadora. Ahora sé a quién saliste— traté de sonar informal.

—Bueno, no soy su hijo biológico— entristeció.

—Lo siento— me apresuré a disculparme.

—No tienes porque. Esme es como mi madre, la he tomado de ejemplo en muchas cosas.

— ¿Entonces Emmett y tu son medios hermanos?— pregunté y me arrepentí de hacerlo porque en su rostro vi mucho dolor. –Lo siento otra vez, soy torpe en todo— me excusé.

—No digas eso Bella. A ti podría contarte toda mi vida— dijo mirándome intensamente. –Emmett y yo no somos hermanos biológicos, sus padres me adoptaron cuando quedé huérfano— dijo sonriéndome levemente.

—Oh debió ser muy duro para ti— le dije tratando de confortarlo.

—A decir verdad, creo que fue lo mejor que me pudo pasar. Mi vida era un infierno cuando ellos vivían, no fueron buenos padres, a veces no comía, dormía en las calles cuando no traía suficiente dinero… me enviaban a vender cosas y a pedir limosna desde que era pequeño— quedé admirada por lo que estaba oyendo, no sabía lo mucho que Edward había sufrido, lo adversa que había sido su vida. Y no podía creer que habiendo pasado esas experiencias hoy sea tan perfecto, tan noble. Con una niñez así hubiese sido más lógico que ahora él sea rebelde o algo parecido. Yo también estaba feliz de que los Cullen lo hayan adoptado porque hicieron de él alguien bueno.

—Te has quedado muda ¿mi historia te resulta desagradable?— preguntó.

—No. Es que no puedo imaginar qué clase de padres podrían hacer algo así— dije triste.

—Hay de todo en el mundo. Carlisle y Esme son los mejores padres que pude tener.

—Me alegro que te adoptaran porque ahora estás aquí— me acerqué un poco, no sabía cómo darle un abrazo y demostrarle que podía confiar en mí. Recosté mi cabeza en su pecho y él me abrazó. Sentía sus besos suaves en mi cabeza.

—Te llevaré a conocer el resto de la casa— me dijo minutos después. Las escaleras eran muy amplias, el piso tenía figuras extrañas. —La habitación de mis padres, el despacho de mamá, el gimnasio, y una habitación de huéspedes. Subamos—dijo tomando mi mano. Llegamos al tercer piso.

—Wow que es eso— pregunté al ver al fondo una habitación de cristal algo elevada.

—Es el observatorio, teníamos uno en Chicago pero allá la mayoría de noches el cielo estaba nublado, aquí se ven unas estrellas muy hermosas. Hoy podemos observar la luna, que otra vez está llena— me dijo sonriendo. Caminamos por un pasillo.

—La habitación de Emmett, mi habitación y una más para huéspedes— dijo rápidamente.

Me demoré unos segundos echando un ojo en la habitación que señaló como suya pues tenía la puerta entreabierta. Había toda una pared de discos, nunca vi nada parecido en toda mi vida, sin querer di dos pasos hacia allí. Edward pareció notarlo, me abrió más la puerta y se hizo a un lado, estaba algo nervioso.

—Vaya que cantidad de cds— dije y lo oí reír.

—Es un pasatiempo, me gusta coleccionarlos— dijo algo orgulloso de ello.

Vi su portentosa cama, eso no podía ser un simple lugar para dormir, era grandiosa, de metal con hermosas flores forjadas en metal. Un edredón dorado la cubría. Traté de mirar a otro lado y distraer mi mente cochambrosa antes de empezar a provocar imágenes mentales es esa linda cama.

Había un sillón negro de cuero al fondo de la habitación, al lado de un mueble lleno de libros y demás cosas raras. Me acerqué allí, noté que Edward me seguía.

— ¿Puedo?— pregunté tomando una especie de tronco largo que emitía pequeños sonidos como lluvia o agua goteando.

—Claro, toma lo que quieras— dijo acercándose al equipo de sonido, el cual encendió. Oí las suaves notas de Claro de Luna de Debussy, dejé lo que estaba entreteniéndome y lo miré a los ojos, él estaba contemplándome con una dulce sonrisa. Mi corazón se iba a detener, se veía tan guapo, tan varonil. Tomó una de mis manos y me hizo girar.

—Oye, me estás haciendo bailar— me quejé.

— ¿Y?— dijo suavemente. –Debemos ensayar, mañana seré tu pareja de baile y pienso tomármelo muy en serio— empezó a moverse con mucha seguridad, me tomó de la cintura dimos unas vueltas por su habitación. Trataba de seguirlo, no quería darle un pisotón, mis pies parecían tener vida propia como siempre pero cada uno a su ritmo. Desde niña solo había bailado con Jake, que siempre se reía cuando lo pisaba y no hacía mayor aspaviento. Pero bailar con Edward me daba terror.

—Alto, por favor. No sigas…— protesté… ¡oh no! allí estaba, me distraje y acabé con mi pie sobre el suyo.

Él sonrió y me miró, lentamente se fue acercando hasta detenerse a dos centímetros de mis labios.

—Sólo déjate llevar y si vuelves a hacer eso, voy a tener que imponerte un castigo— dijo mientras se acercaba más aún.

Lo miré con una enorme cara de duda. ¿Había dicho castigo? De pronto, cerré los ojos al sentir sus labios en los míos. Mi respiración empezó a dificultarse pero apenas me acostumbraba cuando sentí que me hacía falta. Mi rostro debería parecer un semáforo en rojo.

—Cada vez que me pises te daré un beso Bella—dijo. Oh no, ahora querré que me castigue y lo pisaré a propósito.

—Pero habrá mucha gente en la fiesta— balbuceé.

—Te guardaré el castigo par cuando estemos solos— sonrió. Si seguía así lo último que haríamos es el trabajo de biología.

—Ok. Lo que tu digas— dije alejándome un poco y tomando aire fresco.

—Ven— pidió tomando una de mis manos, me estremecí y mis piernas parecían de gelatina.

Afortunadamente salimos de la habitación y caminamos hacia el observatorio.

Miró por el telescopio y lo movió un poco.

—Mira, la luna ya se puede ver, aunque no haya oscurecido todavía— dijo sonriendo, me acerqué a mirar. Era hermosa, parecía mirarnos.

—Edward…— lo llamé para preguntarle, me giré para verlo y allí estaba otra vez, a un centímetro de mí. Este hombre me iba a volver loca.

— ¿Si señorita?— dijo sensualmente.

—Yo… ¿y tus padres?— pregunté ya que me había olvidado lo que quería preguntarle.

—Carlisle tiene guardia hasta las 11 y Esme fue a una cena con algunas amigas de su trabajo— me sonrió. Eso quería decir que estaríamos solos. Vaya.

Bajamos al laboratorio, Edward insistió en ponernos los mandiles, los guantes y los lentes de protección.

—Lo siento, son las reglas de mi padre. Es muy cuidadoso con todo. Emmett una vez casi incendia la casa de Chicago al tratar de conseguir una fórmula para el acné— sonrió.

—Este microscopio es mucho mejor que el de la escuela. ¿Se pueden tomar fotos?— pregunté.

—Si, tiene instalada una cámara al lente, podemos imprimirla en el despacho de mamá y presentarla como parte del trabajo.

Nos abocamos a estudiar, era fácil pues Edward parecía saber muy bien cada lección. Terminamos con las muestras y pasamos a redactar nuestro trabajo.

—Que lástima que seamos tan buenos estudiantes, me hubiera gustado que tardemos más de un día en hacer esto— dijo cuando imprimíamos el trabajo.

—No tenemos que hacer trabajos escolares para vernos en las tardes—le dije sonriendo. Me miró y se acercó.

— ¿En serio? ¿Aceptarás salir conmigo algunas veces?— preguntó.

—Las veces que quieras— le dije, ya no podía evitar lo que sentía. Edward era mi droga personal y yo ya era adicta a él.

—Sabes que te estoy esperando ¿verdad?—Asentí. –Bella… ¿quieres ser mi novia?— dijo tomando una de mis manos y besándola.

—Es lo que más deseo— dije sonriendo. Nuevamente me mesó y me levantó del suelo. Yo reí porque me hizo cosquillas. Además escuchar sus carcajadas me hacía feliz.

—Así quiero verte siempre—me abrazó. –Tenemos que celebrar esto.

— ¿Celebrar?— pregunté.

—Haré la cena. Creo que Carlisle tiene unas botellas de vino en el sótano. ¿Prefieres tinto o blanco?— me preguntó.

— ¿Qué harás de cenar?— pregunté.

—Ravioles— dijo feliz.

—Entonces vino tinto— dije sonriéndole. Fuimos a la cocina y le ayudé picando algunas cosas, no paraba de mirarme y besarme, en las manos, en los ojos y en donde pudiera.

Cuando terminamos de cocinar Edward fue por el vino, mientras yo ponía la mesa. Quería que todo estuviera perfecto, salí al jardín y corté una rosa roja preciosa, esperaba que Esme no la echara de menos, aún no la conocía y quería agradarle.

Terminé encendiendo unas velas pero Edward no aparecía. Empecé a preocuparme minutos después, estaba nerviosa, escuché ruidos en su habitación y subí lentamente las escaleras.

Cuando estaba en los últimos escalones del tercer piso oí una voz varonil pero algo apagada.

—Ven aquí— decía.

Sentí murmullos y una risa femenina. No esperaba esto… ¿Edward había traído a otra mujer a su habitación? ¿Conmigo en la casa?

No podía creerlo, él era tan formal, tan correcto en todo.

Caminé lentamente, la luz estaba encendida, la puerta entreabierta. Tomé una bocanada de aire antes de empujar la puerta y abrirla de par en par.

— ¡Ey!— gritó Emmett que estaba sin camisa sobre la preciosa cama. Y la rubia cabellera debajo de él se me hacía conocida.

— ¿Rose?— grité.

— ¿Bella?— oí detrás de mí. Era Edward pero estaba muy sucio. Emmett se echó a reír.

—Emmett Cullen ¿qué haces en mi habitación?— le gritó a su hermano.

—Lo siento Eddie es que mi cuarto estaba desordenado— se excusó.

— ¿Esta no es tu habitación?— preguntó Rose. Me miró y agachó la cabeza, al menos todavía tenía la ropa puesta. –Hola Bella— dijo.

— ¿Estás profanando mi cama?— gritó Edward.

—Es que tu cama es muy cómoda, como sólo la usas para dormir— sonrió su hermano.

—Voy a tener que quemar las cobijas y el colchón— gritó mi novio.

— ¿Oye y que andan haciendo ustedes, acaso profanan el jardín? ¿Por qué estás tan sucio Eddie?— preguntó su hermano rompiendo a reír.

—Fui por una botella de vino y se cerró la puerta del sótano, tuve que salir por la salida que da al patio pero estaba con seguro— dijo Edward algo avergonzado.

Me reí al escuchar eso, yo que había pensado que él había traído a alguien más.

—Perece que te peleaste con un gato— dijo Emmett poniéndose la camisa.

—Es que la salida está debajo de los cardos— se quejó Edward. Rose empezó a reír con ganas.

—Bueno me imagino que ustedes andan juntos— le recriminé ya que no me había contado nada con respecto a este “encuentro”.

—Claro que sí. Todavía no se lo pido formalmente pero… ¿Rose, quieres ser mi novia?— preguntó Emmett.

—Si— dijo ella a punto de llorar.

— ¿Podrían hacer eso fuera de mi cama?—se quejaba Edward en voz baja.

—Es tan tierno esto, no les arruines el momento— le dije tomando su mano y saliendo de la habitación.

Bajamos a cenar, todo estuvo delicioso pero salimos de la casa en cuanto escuchamos los gritos de Rose.

—Rayos, ahora tendré que fumigar mi habitación— se quejaba Edward, me reí de su comentario.

—Vamos a correr a la playa— le dije y empecé a mover mis piernas con rumbo a la orilla. La brisa era refrescante, la luna daba un matiz tan romántico a todo. Me quité los zapatos y corrí por la orilla, estaba feliz, me animé a entrar un poco al mar cuando sentí unos brazos a mí alrededor.

—Te vez hermosa cuando haces eso— dijo con voz ronca.

—¿Hacer qué?— dije volteando a verlo, sus ojos estaban oscuros, me miraba como la vez anterior, me estremecí y a la vez me alegré por ser la que le causaba esas sensaciones.

—Todo, caminar, correr, respirar— dijo apoderándose de mis labios.

Le correspondí el beso con pasión, estaba dispuesta a todo con él. Edward me hacía sentir emociones intensas, sensaciones dulces y apremiantes.

Lentamente sus manos empezaron a recorrerme, con desesperación. Me aferré a él, correspondiéndole en todo lo que hacía, dejó de besar mis labios para empezar por mi cuello, lamía y mordía, yo no resistía más, si seguía haciendo eso iba a tumbarlo en la arena y arrancarle la ropa.

De pronto sentí que todo daba vueltas, no me había fijado en nada más que Edward pero una ola más grande de lo normal nos empujó y me hizo caer, afortunadamente mi pareja no soltó mi mano y me ayudó a salir a flote.

— ¿Estás bien amor?—preguntó preocupado. Qué bien sonaba esa palabra en sus labios.

—Si estoy bien, solo… empapada— le sonreí.

—Rayos, me dejé llevar y no me fijé, debo cuidarte mejor— se recriminó.

—Me cuidas bien, más que bien— tomé su mano y salimos del agua.

—Debemos ir a casa a que te cambies, Esme es casi de tu talla— me abrazó, yo no sabía cómo continuar lo que habíamos empezado, el agua no estaba tan fría como para apagarme por completo. Caminamos un poco y llegamos al lugar dónde nos conocimos.

—Mira, aquí tropecé contigo— le dije recordando aquel glorioso día.

—Si, me caíste encima— sonrió.

—Creo que tomé demasiado ese día, llegué a creer que nosotros… que había hecho algo… que se me había pasado la mano— dije nerviosamente.

—No lo habría permitido, aunque mi voluntad es débil contigo— dijo tomando el lóbulo de mi oreja. Me apoyé en él y sentí que su ropa estaba mojada como la mía, se adhería a su cuerpo y se sentía increíblemente bien. Dejé que sus labios vagaran por mi cuello, respiraba dificultosamente, jadeaba cuando sentía sus suaves mordidas.

—Bella…— lo oí llamarme. –Bella, debemos volver— decía tratando de detenerse.

Una ráfaga de viento me trajo de vuelta a la realidad, otra vez. Temblé.

—No quiero que te enfermes, mañana es un gran día, odiaría que por mi culpa tengas catarro.

— ¿Seguro que estarás conmigo todo el tiempo?—pregunté.

—Seré tu sombra, estaré pendiente de ti toda la noche, lo prometo.

— ¿Toda la noche?— suspiré.

—Si— dijo tomando mi mano.

Caminamos hacia su casa, todavía no me recuperaba de su último comentario, mañana sería un día que seguramente recordaría siempre.

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