14 febrero 2013

Cap 8 Metiches



OCTAVO METICHE: EL LADRÓN

EDWARD


Cuando Bella se subió a la ambulancia me fui a casa, sabía que su padre no me dejaría acercarme, además ya era muy tarde.

Decidí que iría a buscarla mañana, tenía que hablarle de mis sentimientos, no podía ocultarle nada, no ahora que ella me había besado.

Mi pecho rugía de felicidad y me pateaba mentalmente por ser tan idiota y haberla evitado todo el año.

Si tan sólo lo hubiese sabido antes. Bueno no estaba seguro todavía si me amaba, pero algún sentimiento por mí debía albergar para atreverse a hacer aquello.

Y yo que anduve molesto cuando Alice me dijo que Tyler sería su pareja en el baile, realmente fui un idiota por no pedírselo.

Pero ella me había besado, fue como un viaje al cielo, todavía andaba en las nubes cuando el sueño me venció.

.

—Oye galán… Ed… ey tonto despierta, ¡Edward Anthony!— casi me caigo de la cama al escuchar mis dos nombres, sólo mamá me llamaba así cuando estaba enfadada.

Pero no era mi madre, sino mi fastidiosa hermana que saltaba sobre mí.

— ¿Qué?— le dije levantándome a duras penas mientras ella seguía rebotando.

—Voy a ir a casa de Bella ¿Quieres acompañarme?— sus ojitos traviesos la delataban, ya estaba enterada de lo de anoche seguramente.

—Si claro. Deja que me cambie— empecé a buscar en mi cómoda lo que usaría.

— ¿No crees que debes llevarle flores, dulces o algún peluchito? Las chicas amamos esos detalles— me sonrió.

—Por supuesto. ¿Cuáles son sus flores favoritas?— pregunté.

—Le gustan… ay por Dios que mala amiga, no lo sé. Nunca lo ha mencionado. Bueno una vez… dijo que le encantó el olor de unas florecillas silvestre, creo que fresias— lo anoté mentalmente. Fresias.

— ¿Y chocolates?— hay cientos de variedades de chocolates y dulces.

—Pues… nunca se compra, ni lleva dulces a la escuela y como tampoco tiene pretendientes nadie le ha regalado. El otro día sacamos de su alacena unos chocolates de su mamá, eran rellenos de almendras tostadas, a Bella le encantaron— me sonrió mi hermana. Anotado, chocolates con almendras.

—Bien, iré al centro, no tardo más de una hora— le sonreí.

—Le gustan las ovejitas— escuché decir antes de entrar a la ducha.

— ¿Qué?— grité.

—Peluches… le gustan las ovejitas, los perritos, gatitos, cualquier animalito bebé— volví a repasar mi lista.

Fresias, chocolates con almendras y peluches bebés.

No demoré ni media hora en el baño, tomé mi auto y salí a buscar aquellas cosas que le llevaría.

Ya casi era medio día y sólo me quedaban dos florerías más por visitar. Los peluches y el chocolate fueron fáciles conseguir pero no había fresias por ningún lado.

En la última florería el encargado me miró de mala manera así que perdí la paciencia.

—Se supone que esta es una de las florerías mas grandes— le dije bastante molesto por su falta de cortesía.

—Somos la más grande y sólo vendemos flores finas. Las fresias no son finas, vaya al mercado a buscar ese tipo de flores— me dio la espalda.

Vaya, parece que hoy mucha gente se levantó con el pie izquierdo, de camino aquí me había cruzado con más de un malhumorado.

Así que flores simples. Bella no era una chica complicada, era la más hermosa y natural mujer que había conocido.

Al lado de la florería había una joyería y me llamó la atención una pulsera que tenía un dije de corazón transparente, parecía un diamante pero sólo era un cristal muy bonito, aún así lo compré, quería dárselo a Bella para que lo llevara con ella.

Dejé las demás cosas en el auto y empecé a buscar un mercado, pero no fue sencillo, con tantos centros comerciales los mercados habían sido relegados a zonas más populosas.

Encontré rápido las fresias, realmente olían bien, era un aroma muy delicado. Sentí vibrar mi celular, era Alice.

—Dime enana— contesté.

—Edward, si compras chocolates que no sean con leche a Bella le hacen daño, me acaba de decir su mamá que es intolerante a la lactosa— oh rayos, debía conseguir chocolates sin leche. Bien.

— ¿Algo más?— pregunté.

—Da igual cualquier flor porque no se las va a poder llevar en el avión— a buena hora me dice.

—Ok, igual ya conseguí las fresias y…— pero no pude terminar de hablar porque alguien de pronto me quitó el celular.

Vi una espalda alejarse a todo correr.

¡Maldición, me habían robado!

Pero no me iba a dejar quitar mis cosas.

Empecé a correr también, el tipo giró en la esquina siguiente, ya casi lo alcanzaba cuando entró a un callejón, antes que se escondiera en una de esas casitas lo tumbé.

Empezamos a forcejear pero no tenía mi celular en su mano, tuve que golpearlo para poder buscar entre sus bolsillos, ya casi lo tenía cuando sentí un fuerte golpe por la espalda.

Era una mujer con una escoba.

— ¡Deja a mi hijo! ¡Auxilio nos roban!— gritó la mujer a voz en cuello, traté de fijarme dónde estaba y no tenía la más remota idea de a dónde había ido a parar.

Como pude me puse de pie pero alguien me empujó contra la puerta de la casa. Era un tipo enorme con cara de pocos amigos o si los tenía debían ser pocos y muy malos.

— ¡Sólo quiero mi celular!— grité.

— ¡Policía! ¡Auxilio!— seguía gritando la mujer. Intenté nuevamente sacar mi teléfono del tipo que me robó pero el otro me sujetó muy fuerte.

Segundos después aparecieron dos uniformados y me sentí aliviado, por fin se iba a esclarecer todo.

— ¿Qué es lo que ocurre?— gritaron.

—Este chico estaba intentando meterse a la casa, quería robarnos, golpeó a mi hijo— me acusó la mujer.

Era ridículo ¿Qué cosa podía querer robarles yo? Su casa era muy modesta.

—Eso no es cierto, él me robó— dije señalando al muchacho ladrón.

—A ver a ver ¿Señora dice que éste muchacho intentó entrar en su casa?— preguntó uno de los policías que parecía creerle a la mujer.

—Sí señor, yo estaba barriendo y este niño quiso entrar, mi televisor y mi radio están en la sala, es lo más valioso que tengo— empezó a llorar, no podía creer lo buena actriz que era.

— ¡Claro que no! Para que iba a querer un su televisor o su radio, en casa tengo un LCD y cargo un ipod todo en tiempo, eso es ridículo. Es mi celular lo que me robaron— me quejé.

—Cállate muchachito, deja hablar a la señora— me llamó la atención el otro policía. ¿En qué país vivíamos?

—Como le dije oficial, este chico es un maleante, revíselo seguro tiene más cosas robadas— los policías parecieron creerle y se aproximaron a mí, el grandulón me soltó un poco, ya casi no sentí mi brazo derecho.

— ¿Por qué no lo comprueban? Mi celular está en el pantalón de de ese chico— dije señalando al verdadero ladrón.

—Primero vamos a revisarte, han habido muchos robos por aquí— se acercaron a mí y empezaron a buscar entre mis ropas.

Sacaron mi ipod, las llaves de mi auto pero mi billetera no estaba. La vi tirada dentro de la casa, la mujer también se dio cuenta y la cubrió con su escoba.

–Sin documentos y mira, tiene un ipod, ¿será suyo?— los policías murmuraban. –Además las llaves de un volvo, no niego que su ropa es fina pero los ladrones ahora se visten bien— conversaban entre sí.

—Mi billetera está allí adentro— quise soltarme para poder recuperar mis documentos pero no me dejaron.

—Quédate dónde estás— el policía me amenazó.

—Pero están cometiendo un error— reclamé

—Mira lo que tienes aquí— dijo el más obeso de los hombres del orden. Sacó la pulsera que había comprado para Bella.

—Vamos a llevarlo a la delegación— dijo el otro.

— ¿Qué? Están locos, eso lo compré para mi novia— me quejé.

—Sí, eso dicen todos los ladrones. Espósalo— no sabía qué hacer, estaba en un lío y lo peor de todo es que no había querido aceptar el comprobante de la joyería porque siempre me lleno de papeles.

Me llevaron con ellos y me encerraron en una celda con otros delincuentes, era lo más bochornoso que me había pasado en la vida, no entendía cómo estaba en este lío.

Casi oscurecía cuando me dejaron hacer mi llamada. Cada hora que pasaba era menos tiempo que vería a Bella.

Tomé el teléfono que me ofrecieron y marqué a mi padre. Su teléfono estaba apagado. Marqué el de mi madre y no contestó.
No había nadie en casa porque tampoco me respondieron. No recordaba el numero de mi hermano, sólo el de Alice.

—Es la última llamada que te dejo hacer o te pasaras la noche aquí— me amenazó otro policía de mal humor.

A la cuarta timbrada mi hermana contestó.

— ¡Alice!— grité.

—Ay, no estoy sorda ¿Dónde estás? Ya terminamos de hacer las maletas, vamos a cenar y tú no te apareces— gritó.

—Escucha necesito…

—Edward, no importa ya lo que quieras darle a Bells, ven pronto o no la vas a ver.

—Alice cállate quieres, escúchame…

— Si te pones así de estúpido te corto…— amenazó

—Espera espera… por favor…

—Tienes cinco segundos—

—Estoy detenido, me robaron y la policía me confundió con un asaltante por favor ubica a papá— el policía delante de mí me miró con desprecio.

— ¿Qué? Ay no. ¿Dónde estás?— gritó mi hermana.

—En la delegación que está cerca del río—

— ¿Qué haces en ese lugar tan feo?— gritó ella.

—Envía a papá o a mamá por mí— le rogué, de pronto me quedé sin señal, el oficial había cortado la llamada.

—Sólo un minuto por persona— me dijo agriamente.

Me llevaron otra vez a la celda. Casi una hora esperé hasta que me dejaron salir. Papá estaba muy molesto esperándome.

— ¿Cómo es que pasó esto?— me dijo entre dientes.

—Me robaron y luego esa mujer y sus hijos…

—Edward ¿Qué rayos hacían en un lugar como ese? ¿No te he dicho que nunca te metas por esas zonas?

—Fui por unas flores— me disculpé.

— ¿Flores? ¿Qué no hay florerías en el centro comercial? ¿Acaso no hay un servicio de entregas para que no tengas que ir hasta la florería? Ni siquiera tienes novia por Dios— estaba realmente molesto.

—Lo siento, en verdad lo siento pero necesito…

—Necesitas un buen baño y un cambio de ropa, con razón te confundieron con un ladrón, mira esas fachas. ¿Dónde están tus documentos?— preguntó.

—Se quedaron en la casa de esa mujer—

— ¿Qué mujer?

—La madre del que se robó mi celular.

—Ya vámonos de aquí, al menos me devolvieron las llaves del auto— dijo caminado hacia la puerta.

— ¿Y mi ipod?— reclamé

—Dicen que solo tenías estas llaves.

—Eso es mentira, ellos me quitaron mi ipod y también…

— ¿Esto?— dijo papá mostrándome la pulsera.

—Sí. Era para Bella, hoy se va a estudiar a New York— dije con pena.

— ¿Para ella eran las flores?— preguntó.

—Si— dije.

—Pero si Bella es alérgica al polen— quise llorar de rabia, mi papá había sido su pediatra cuando ella era niña ¿Cómo no lo recordé? Tenía ganas de estrangular a mi hermanita. —Vamos por tu auto y reza porque lo encontremos completo o si no vas a tener que trabajar para pagarte los estudios— me amenazó, aunque su sonrisa me decía que entendía lo que me había pasado.

Nos tomó un buen tiempo dar con mi volvo, no recordaba bien las calles sobre todo ahora que era de noche. Estaba intacto.

—Papá, discúlpame pero si me vas a castigar que sea después, necesito…— pero mi padre entendía bien. Se sacó su casaca y me la tendió.

—Te ves como un maleante, ponte esto— me cedió su casaca. — No corras mucho. ¡Ah! El vuelo sale a las 11 en la terminal 5— me sonrió y se subió a su auto.

Manejé lo más rápido que pude, en un cruce vi la hora, eran las 9:30 de la noche, no podía entender cómo es que me había pasado todo esto, porque no podíamos estar juntos nunca.

Cada vez que lo intentábamos algo pasaba. Tal vez estábamos salados o teníamos una maldición encima.

Me costó trabajo encontrar donde estacionarme y cuando conseguí un lugar era el más lejano posible a la terminal 5. Corrí como un loco, miraba los paneles, los pasajeros ya debían estar abordando el vuelo, eran 10:15.

Llegué casi sin aliento, miré la espalda de mi hermana a lo lejos.

Bella se despedía de su madre. Tomé aire y me limpié el sudor, caminé más despacio pero mi corazón seguía bombeando como loco.

Entonces ella me miró. Sonrió.

No tenía nada que ofrecerle, había olvidado el peluche en el auto, instintivamente puse las manos dentro de la casaca de mi padre y encontré la pulsera que había comprado esa mañana.

—Buen viaje Bella, estudia mucho y… vuelve pronto— le dije cuando llegué a ella.

—Gracias— me abrazó. –Escríbeme, Alice tiene mi email, estaba preocupada por ti— tomé una de sus manos y sin que nadie se percatara puse la pulsera en ella.

Me miró un poco extrañada pero no dijo nada, ni siquiera la miró. Luego fue hacia su padre que estaba a mi lado y lo abrazó también.

Tomó su maletín de mano, nos dijo adiós y antes de empezar a llorar se perdió dentro de las instalaciones de la aerolínea. 

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