03 febrero 2013

Cap 8 Jardinero


CAPÍTULO 8

ME RESULTÓ CELOSO EL JARDINERITO


— ¿Qué tal su salida con Emmett hija?— papá estaba muy contento ese fin de semana, había cerrado un negocio importante, lo malo es que se pasó los dos días en casa, con las ganas que tenía de ir a ver a Edward.
—Bien, me llevó a un restaurante oriental— dije mientras le daba la vuelta a la página a mi revista de la nueva temporada de primavera—verano. Necesitaba algunas prendas, las que tengo eran de la temporada pasada. Alice me gritaría si las volvía a usar.
— ¿Te agrada?— insistió Charlie.
—Es muy gracioso, me hace reír— dije sin prestar mucha atención.
—Me alegro. ¿Vas a hacer algo por tu cumpleaños?— preguntó interesado.
—Creo que sí. Tal vez una pequeña fiesta.
—Voy a viajar a Europa esos días, lo siento— me entristecía al oír eso pero ya había pasado sola mi cumpleaños muchas veces.
—No te preocupes, la fiesta me alegrará— fingí una sonrisa pero me dolió mucho. —Creo que voy a ir de compras, necesito algunas cosas— me levanté de un salto, no podía permitir que la tristeza me eche a perder el día.
—Yo tengo un día larguísimo. Suerte en tus compras— me dio un beso en la frente.
—Papi, ¿puedo llevar a alguien del servicio para que me ayude a cargar todo?— le hice un puchero para convencerlo.
—Claro hija— se fue sin decir más.
Corrí entonces a cambiarme el pijama para buscar a Edward. Lo encontré en el claro, seguía trabajando en mis flores silvestres. Me acerqué muy despacio y le tapé los ojos.
—Hola Bella— me dijo sin dudar. Miré hacia todos lados y no vi a nadie, estaba alejado de la casa. Me agaché un poco y le di un beso en el cuello.
—Te extrañé. ¿Quieres acompañarme a comprar?— me dejé caer entre sus brazos, no me importaba ensuciarme, lo encontraba muy excitante.
— ¿A comprar qué?— preguntó acomodándome en su pecho.
—Ropa, accesorios, revistas, tengo ganas de ir de tiendas. ¡Vamos!— Pedí.
—Ese no es mi trabajo, tu padre…
—Le pedí permiso a papá y me dijo que sí. Además me ayudarás a cargar mis compras. Por favor— rogué, sabía que me bastaba con ordenárselo pero por algún motivo quería que aceptara por voluntad propia.
—No tienes que pedir por favor, sabes que te acompañaría al fin del mundo— a veces sus comentarios eran tan cursis.
—Súper. Cámbiate y nos vamos— me levanté dispuesta a apurarme.
—Bella. Lo siento, no tengo más ropa— parecía abochornado. No había contado con eso. Bueno, algo se podría hacer.
—Tengo una camiseta ancha que una vez usé para dormir y… veré que mas encuentro. Regreso enseguida— iba a salir corriendo cuando me detuvo.
—No. Si vamos a salir que sea como estoy. Soy un empleado— a veces me cansaba su postura de chico serio.
—Así no te llevo a ninguna parte— le hablé algo molesta. —Si no quieres ir conmigo sólo dímelo y me voy sola— le di la espalda para irme pero sentí su mano en mi brazo, me atrajo hacia él y me besó desesperadamente, a este paso mis castas hormonas estaban despertando. Más valía zafarme o no la contaba. Fui muy difícil terminar ese beso. Cada vez que me besaba yo quería más.
—Lo siento. Haré lo que digas— esbozó una tímida sonrisa.
Encontré unas zapatillas deportivas de papá, esperaba que calzaran del mismo número. Y unos jeans desgastados de cuando papi era más delgado.
Todo le quedó excelente, hasta parecía otra persona, fácilmente podría andar con él de la mano en el centro comercial sin avergonzarme. Bueno, tampoco me quería exponer, así que mantendría mi distancia.
Era un alivio no venir con Alice, ahora sí podía probarme la ropa que me gustaba y no lo que ella me aventaba al probador. Salí a modelar algunas cosas para Edward pero él parecía muy incómodo, así que al final terminé decidiendo frente al espejo.
Almorzamos en un lugarcito acogedor. No podía creer que me había pasado casi todo el día con él. Bueno no hablaba mucho pero sus sonrisas y su sola presencia me gustaba. Me sentía acompañada y protegida.
— ¿Te gusta lo que he comprado?— le pregunté muy contenta.
— ¿Para qué necesitas tanta ropa?— dijo otra vez serio.
—Porque no me gusta andar desnuda— traté de ser sarcástica pero no le hizo gracias.
—Con lo que todo lo que te has comprado hoy se podría vestir el orfanato entero— parecía molesto. Y estaba exagerando, además a él que le importaba.
—No es mi culpa que hayas crecido en un lugar tan miserable— dije muy enfadada. Me arrepentí instantes después cuando el rostro de Edward se contrajo en una obvia muestra de dolor. Mi lengua parecía tener veneno a veces. –Lo siento, no quise ser grosera— lo que en realidad me molestaba no era el hecho que me diga sus frustraciones sino que me estoy disculpando. Yo no suelo disculparme.
—Llevas razón. Tú creciste en otro ambiente, muy distinto al mío, no tienes porque comprender lo que digo. Soy yo el que lo siente. No volveré a decir cosas así— tomó mi barbilla para que lo mirara. El enojo se me fue pronto. Edward tenía unos hermosos ojos.
— ¿Cuál es tu apellido? Es la segunda vez que salimos pero sólo sé tu nombre— cambié de tema.
—Masen. Soy Edward Masen. Es el apellido de mi madre, el único que tengo— sonrió.
— ¿Y cómo era tu mama?— debía ser una mujer hermosa, o al menos haber estado con un hombre muy guapo para que su hijo le saliera así. ¿Sería Edward acaso el hijo ilegítimo de algún hombre rico?
—Ella, era… estaba enferma, conocí el orfanato desde los 7 años, según sus crisis entraba y salía de allí— parecía avergonzado de contestar eso. ¿Según sus crisis? ¿Tenía acaso desequilibrios mentales? Moría por preguntarle pero no quería que se viera obligado a responder.
—Mi mamá era muy bonita, no la recuerdo, pero tengo fotos. Dicen que reía todo el tiempo y bailaba muy bien—dije para aliviar tensiones.
— ¿Estaba enferma?— tomó una de mis manos y me sentí mejor, ya no dolía tanto pensar en mamá.
—Sí, contrajo una enfermedad cuando se fueron a un safari con papá. Pero no se quejaba y cuando la llevaron al hospital ya era tarde— yo no recordaba eso, qué lástima, ni siquiera tenía un recuerdo de mi madre aunque sea enferma.
—Lo siento Bella— acercó su silla y me atrajo hacia su pecho.
—Bueno basta de cosas tristes. Tengo que planear una fiesta— sonreí.
— ¿Fiesta?
—Sí. En tres semanas es mi cumpleaños y voy a hacer una fiesta, papá estará de viaje pero me ha dado permiso de invitar a mis amigos. Tengo que llamarle a Alice para que me ayude. ¿Qué motivo crees que deba usar?
— ¿Motivo?
—La decoración tonto. Debemos escoger de qué irá todo. Vampiros, retro, vaqueros, carnaval.
—Tú eres el motivo— sonrió. –Lo siento, no tengo idea de lo que me hablas, nunca he asistido a una fiesta de cumpleaños—
— ¿Que no cumplen años en el orfanato?— pregunté
—Una vez al mes hacían un pastel y los niños que cumplían años soplaban una vela. Eso era todo.
— ¿Todos juntos una sola vela?— se me contrajo el corazón, que lugar tan inhumano.
—Sí.
—Lo siento, no pensé que la había pasado tan mal.
—No fue del todo mal. Tenía comida tres veces al día, íbamos a la escuela y teníamos un monitor— le dio un sorbo muy sensual a su bebida. No sé porque me parecía que él tenía una elegancia innata.
— ¿Y eso que es?— ni por asomo sabía a qué se refería.
—Un adulto a cargo de un grupo de nosotros. Nos vigilaba, revisaba que nuestras tareas estén hechas y nos impartía disciplina.
—Eso parece un carcelero— dije asombrada, él se rió suavemente.
—No lo era. En realidad se trataba de un sacerdote. El mío fue el padre Eleazar y me ayudó siempre.
— ¿Fue él quien te recomendó verdad? Para trabajar en casa—
—Sí. Y casi no acepto.
— ¿Por qué?
—Quería ir a Chicago. Sé que mi madre era de allá. Debo saber si tengo más familia, nunca conocí abuelos o tíos.
—Podemos ir cualquier día.
—El viaje es largo. Estoy ahorrando para comprarme un boleto y poder estar allí algún tiempo.
—El vuelo dura 4 horas desde Port Ángeles. Podemos ir cuando quieras— ahora mismo si papá no estuviera en casa, ya soy mayor de edad.
—Bella, no voy a dejar que gastes tu dinero en eso— me miro serio. Un día de estos me lo iba a raptar a Chicago y no iba a poder evitarlo.
—Lo que digas. Uy se ha hecho tarde— miré por la ventanas y estaba empezando a oscurecer. Salimos de allí rumbo al estacionamiento.
— ¿Bella?— escuché que me llamaban. Ay esa voz. Mi ex, Jacob.
—Hola Jake— saludé. Estaba a unos pasos de nosotros, salía de una de las tiendas del sótano.
—Veo que no pierdes el tiempo— dijo tan hipócrita como siempre, creo que todo el tiempo que fingió ser mi amigo fue sólo porque quería llevarme a la cama.
—Nunca pierdo el tiempo Jake, menos con quien no lo merece— traté de seguir con mi sonrisa fingida.
— ¿No nos presentas?— llegó hasta nosotros, mejor dicho se plató frente a Edward.
—Él es Edward. Edward, él es Jake, un amigo— los presenté con muy poco entusiasmo. Edward aceptó la mano que Jake le ofrecía.
— ¿Edward qué?— le preguntó Jake sin soltar su mano.
—Edward Masen. Si no me sueltas no vas usar tu mano en varios días— lo amenazó mi sexy jardinero. Vaya que se veía intimidante. Jake se limitó a hacerle caso.
— ¿Masen? No he oído ese apellido por aquí.
—Es de Port Ángeles y la verdad no te interesa Jake. Adiós— di unos pasos para irnos pero Jake puso su brazo delante de mí.
—Qué rápida eres Bella, ¿hace exactamente un mes recuerdas donde estábamos?— como olvidarlo, habíamos ido a una fiesta y me había pasado de tragos. Jake casi me desvistió en el asiento trasero de su camioneta. Pero no estaba tan borracha como para permitirle llegar a más.
—Ya no me acuerdo. Qué pena— traté de sonreír, Jake me tomó de una mano para acercarme a él. Pronto me soltó y era Edward el que estaba junto a mí.
—No la vuelvas a tocar— Edward habló con los dientes apretados.
—No te metas, a ella le gusta que la toque— Jake lo enfrentó, no sabía qué hacer.
—Entonces espera a que te lo pida— Edward me mantenía detrás de él, nunca nadie me había protegido de esa forma. Pero ¿Estaba bien? Yo podía manejar a Jake, quizás quería volver como siempre pero no creo que me atacara.
—Ya lo hará, tenlo por seguro— Jake retrocedió unos pasos y se marchó hacia su auto que no estaba lejos.
—Yo conduzco— Edward estaba tan fuera de sí que no lo contradije. Salimos con rapidez, no sabía que manejaba tan bien. Demasiado rápido para mi gusto.
—Para, ¡detente!— grité kilómetros más adelante. Él parecía ya completamente calmado. Se estacionó a un lado del camino y apagó el auto.
—Dime— me miró.
— ¿Estás loco? ¿Cómo montas una escenita así en plena calle?
—Ese imbécil te estaba tocando— tenía que aclarar un par de cositas aquí o luego perdería el control de todo.
— ¿Y? ¿A ti que te importa? No eres mi dueño Edward. Jacob es mi amigo, tengo cientos de amigos, no vas a amenazarlos por estar cerca de mí. Tú y yo no somos nada, te lo dije bien claro. No somos nada. Ahora salte del volante que mi auto yo lo manejo— obedeció y bajó. Me cambié al asiento del conductor y esperé a que entrar en el copiloto pero no lo hizo. Encendí las luces delanteras y lo vi caminando más adelante. Moví el auto hasta alcanzarlo.
—Edward entra ya, quiero llegar rápido— seguía caminado como si no me oyera.
Bueno, yo no iba a rogarle a nadie y menos a un sirviente. Me fui a casa, de hecho apenas faltaban menos de dos kilómetros.
Estaba muy enfadada, ni siquiera me provocó sacar la ropa que había comprado. Alice tenía razón Edward se estaba tomando atribuciones que no le correspondían.

0 comentarios:

Publicar un comentario