05 febrero 2013

CAP 8 ENEMIGO PUBLICO



CAPÍTULO 8

CORRE MI AMOR, CORRE


BELLA
Regresé a Chicago el lunes por la mañana y nadie se dio cuenta de mi viaje. Era la ventaja de volar, aunque me daban unas nauseas espantosas.
¿Nauseas? Rayos, no.
Me había estado cuidando, conté bien los días… muy bien.
Ahora tendría que ir al médico para unos análisis a pesar que mi periodo fue hace casi un mes.
Al día siguiente esperaba en la salita de la consulta impaciente. ¿Qué pasaría si estuviera embarazada? ¿Edward recibiría la noticia feliz? ¿Me querría igual? Tantas dudas en mi cabeza.
—Señorita Swan, tengo los resultados de sus exámenes de sangre, lamento informarle que…— mi corazón latía veloz. Tener un hijo ahora adelantaría un poco los planes pero igual estaba feliz. –Padece de anemia. Al parecer no se ha estado alimentando correctamente. Le recetaré una dieta adecuada y un suplemento para corregirlo. Ha venido a tiempo, su caso no es severo— me anunció el médico.
Solté el aire decepcionada. Bueno para otra vez será.
No me molestaría llevar nueve meses un hijo de mi Edward. Pero si ese era el resultado era porque aún no es el momento, además esa anemia que rayos sería. Más valía cuidarme para no preocupar a mi muy preocupado novio que me llamaba cada mañana para despertarme con un "te amo".
Aproveché que estaba en este gran hospital para consultar con un ginecólogo, ojala no me encuentre con alguno demasiado puritano y me eche un sermón por practicar el sexo sin estar casada.
Por azares del destino me tocó con una doctora. Qué orgullo ser atendida por una mujer médico.
— ¿Necesitas un método anticonceptivo?— me preguntó finalmente luego de cinco minutos tratando de explicarle porque estaba allí. Todavía me daba vergüenza decirlo.
—Si, eso. Necesito tener la seguridad de no embarazarme, al menos por un tiempo en que me gradúo, consigo un empleo y me caso— me sinceré.
—Debiste decirlo sin tapujos, soy cristiana pero no fanática. Verás que pronto la iglesia acepta la anticoncepción. Tengo unos óvulos…— Fue a rebuscar entre su cosas y regresó con una cajita. –Estos son muy pequeños, debes colocarlos en tu vagina minutos antes de tener relaciones. No hacen daño, tiene manteca de cacao, acido bórico y quinina. Mi padre los prepara para señoras de la alta sociedad. Claro que no es 100% su efectividad y debes hacerte un buen lavado con vinagre después de cada encuentro. Espero que te sirvan— me los dio.
—Muchísimas gracias ¿Cuánto te debo?— tenía que pagarle me estaba proporcionando una gran ayuda.
—No es nada— sonrió. —Mi padre me los deja en mi mesa de noche desde hace mas de cinco años y yo todavía soy virgen— vi que se sonrojaba igual que yo.
—Y que haces con tantos – le pregunté asombrada.
—Los reparto. No estoy en contra del sexo antes de casarse… sólo espero al hombre adecuado— sonrió.
Acepté de buena gana lo que me ofrecía y salí del consultorio muy feliz con mi nuevo método anti bebés. Casi llegaba a la salida cuando tropecé con un médico, mis cosas cayeron regadas por el piso, me apresuré a buscar mi cajita de óvulos antes que nada, para mi mala suerte el doctor las recogió antes que yo. Lo miré un poco avergonzada.
—Lo siento, soy tan torpe, me excusé.
—No, discúlpame a mí, no miré por donde iba— era un hombre muy guapo, rubio y con una voz suave.
—Gracias— le dije pidiéndole la cajita, la miró un momento y esbozó una ligera sonrisa.
—De que. Un gusto soy el doctor Cullen— me tendió la cajita y su mano para saludarlo, no sabía cual tomar primero. Pero me quedé pasmada cuando escuché el apellido.
— ¿Te sucede algo?— preguntó.
—No. Nada. Es sólo… ¿Es el único doctor Cullen en todo el hospital?— pregunté asombrada.
—Si, eso creo— dijo encogiéndose de hombros. — ¿Cuál es tu nombre?— preguntó, mirándome dudoso.
—Soy Isabella Swan…— pude ver entonces que aparecía una gran sonrisa en su rostro. De inmediato me sonrojé y acepté la verdad. –La novia de su hijo Edward— terminé de decir.
—Un gusto conocerte… ¿Bella verdad? Así es como te llama Esme—me invitó a tomar un café y conversamos unos minutos. Parecía un hombre agradable y muy bueno, se le notaba en su mirada. No me preguntó por Edward, sólo por mí, mi carrera, lo que haría después de graduarme.
—Dale un abrazo a Edward de mi parte, cuando regrese a Chicago espero que me busque— me encargó.
—Se lo daré y les haremos una visita. Edward estará aquí para mi graduación, no puedo creer que falte sólo un mes— le dije feliz de poder compartir mi felicidad con la familia de mi novio. A quien engañaba, Edward era más que mi novio, yo era su mujer y él…mi marido en la práctica.
—Adiós Bella, espero volver a verte pronto y nunca olvides usarlas por lo menos media hora antes de… son inofensivas, Esme la usa— dijo señalando mi cajita y poniéndose algo nervioso, también me sonrojé y me despedí rápidamente. Ese primer encuentro con mi casi suegro había sido obra del destino. Entonces todo nos saldría bien a Edward y a mí.
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Di mi último examen el miércoles y aprobé todo con muy buenas calificaciones, ya solamente faltaba el certificado de prácticas en el bufete Weber y una prueba oral ante los jurados de la facultad y quedaría expedita para la ceremonia donde oficialmente sería una abogada.
Rose y Alice me invitaron al club a celebrar, no me pude negar pues Rose me prometió interpretar mi canción.
"Y esta canción va para mi amiga, la casi licenciada, Bella. Disfrútala" escuché decir a Rose antes de empezar a cantar aquel especial tema que bailé por primera vez con Edward. "Ámame o déjame".
Cerré los ojos para poder recordar, sus ojos, sus fuertes brazos guiándome.
"No habrá nadie, a menos que ese alguien seas tú,
voy a permanecer triste y sola.
Quiero tu amor pero no lo quiero prestado
Tenerlo hoy para de devolverlo mañana
Pero tu amor es mi amor,
no hay amor para nadie más…
Tu amor es mi amor,
mi amor es tu amor"
Rose terminó de cantar y empecé a aplaudir después de limpiar algunas lágrimas que se me escaparon. Todo estaba saliendo tan bien.
—Bella, tengo que decirte algo— Alice me tomó de un brazo mientras su mirada se perdía en el infinito.
— ¿Qué pasa?— pregunté.
—Has... has visto… a… olvídalo— dijo fingiendo una sonrisa. Ya sabía que quería preguntar pero se lo iba a poner difícil.
— ¿Si he visto qué?— le pregunté haciéndome la tonta.
—No nada… es que como fuiste a Miami… pero no, olvídalo, no me hagas caso— mi amiga trataba de ser indiferente.
—Si lo vi. Te envía sus saludos si los quieres recibir— le dije animándola a hablar más. Yo sabía que algo había pasado entre ella y Jasper pero Alice no quería decir nada.
—No sé a qué te refieres— me dijo petulante.
—Te informo que oficialmente la banda se disuelve— le confirmé, de inmediato me miró con los ojos dilatados.
— ¿En serio? ¿Verdad? ¿Cómo así? Cuéntame, por favor— tenía cara de cachorrito.
— ¿De qué me hablas?— quería jugar un poco más con mi amiga.
— ¡Ya! Sabes que quería preguntarte por Jasper, que todos los días quiero hacerlo, me muero por saber como está y ahora me sueltas eso de que se van a separar y no entiendo. ¿Acaso harán sus… negocios por separado?—Allí iba Alice desatada.
—Se separan, cada uno se dedicará a trabajar en lo que deseen. Jasper va a ser corredor de bolsa según sé porque ha estado comprando acciones y haciendo inversiones— le dije sin darle importancia.
— ¿En serio? Que más— pidió.
—No abriré mas la boca si no me dices nada.
—Está bien. Cada noche, antes que se fueran de Chicago, él iba a la casa— confesó. –No pienses mal, ni siquiera se atrevió jamás a tocar. Sólo se quedaba horas mirando hacia nuestra ventana. Yo me di cuenta pero hacía como si no lo supiera, salía a tomar aire a propósito. Por las mañanas cuando iba a trabajar había pétalos de rosas en la puerta que da a la calle. Sé que era él, no me preguntes cómo. Sólo lo sé— me confesó muy avergonzada.
—Vaya que tierno— me impresionaba Jasper fuera tan romántico porque parecía reservado.
—Es lo más romántico que han hecho por mí. Bueno ahora que ya no se dedicará a esos negocios y va a ser un hombre de bien, creo que podrías presentármelo. Oficialmente claro— se veía muy contenta.
—Lo haré apenas tenga oportunidad. Te lo prometo— me abrazó muy fuerte.
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Legué temprano a casa y escuché en las noticias de la radio que se aproximaba una fuerte tormenta para el fin de semana. Probablemente el aeropuerto de Chicago cerraría el sábado. Me desesperé, luego de varios intentos logré comunicarme con la aerolínea para ver si me podían permitir viajar el viernes y me confirmaron el pasaje para las 3 de la tarde. Estaba feliz, no me quedaría sin ver a Edward, ahora sólo faltaba llamarlo para avisarle.
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EDWARD
Regresé al hotel sintiendo una falta terrible, no podría soportar una semana más sin ella.
Ahora debía que dedicarme por completo a preparar el ultimo atraco de mi carrera delictiva.
Tenía que ser algo muy digno del retiro. Y esta vez no daría sólo la mitad de lo que me tocaba, sino que lo repartiría todo, no necesitaba el dinero, Emmett no sabía pero su parte se encontraba cuidadosamente guardada en una caja de seguridad. La mía estaba repartida en muchas propiedades cuyo alquiler iba todos los meses a la cuenta del hospital donde trabajaba cuando era estudiante.
Esperaba con eso compensar en algo lo que robaba.
—Masen, el gran Masen. Todavía no te agradezco que me sacaras del hoyo… y que me dejaras en medio de la carretera también— James me miraba con una socarrona sonrisa.
—James ¿Qué te trae por aquí?— pregunté con desprecio.
—De vacaciones. También quería conocer el mar. Que coincidencia, no te preocupes, no vine por negocios, sólo son... vacaciones. Por cierto, te vi anoche con una morena preciosa ¿alguna de las chicas de Eleazar?— me daba asco que preguntara así por Bella.
—Es mi mujer. Espero que sea cierto y no nos malogres el negocio, llevamos dos semanas aquí.
—Carambas, tu mujer, buen gusto. Pensaba tantear el terreno bancario pero si ustedes llegaron antes, me retiro, sólo vine a conocer el mar como ya te dije. Un gusto— se alejó sonriendo descaradamente. Ese tipo no me daba buena espina, podía oler sus intenciones, debía mantenerlo alejado de nosotros.
Durante tres días buscamos el banco perfecto y estudiamos sus movimientos. Lo habíamos encontrado, el Beach Bank.
—El camión blindado llega por el dinero a las 6 de la tarde todos los días. Podemos entrar entre las 4 y las 5, hay poca gente en ese horario ya que están por cerrar— nos explicaba Jasper.
—Sólo dos efectivos dentro del banco, nada que no podamos quitar del camino. Tienen tres cámaras muy mal camufladas, eso quiere decir que hay alguien vigilando que puede avisar a la policía por lo que Ben volará la caja de electricidad ocasionando un corte en el fluido. Por suerte la bóveda no es eléctrica— terminó Emmett de explicarnos.
—Perfecto, entramos y salimos. Vamos a batir nuestro record, lograremos bajar del minuto y cuarenta segundos. Ben, ya sabes lo que tienes que hacer. Mike, no la cagues— le dije mirándolo molesto. –Será nuestra despedida triunfal, por suerte Bella no llega hasta el sábado— terminé feliz.
—Bella es en lo único que piensas, es nuestro último asalto y todavía no sé qué hacer con mi vida— se quejaba como siempre el eslabón más débil de nuestra cadena. Siempre me preguntaré porque nunca lo dejé atrás y hasta me arriesgué a sacarlo de prisión en dos oportunidades, si era tan quejoso, desobediente y desordenado.
—Después podemos empalmar con una bomba toda la noche, vamos Eddie, en unos días ya no serás el jefe, échate una borrachera con nosotros— pedía Emmett.
—Todavía soy tu jefe y no me llames Eddie. Brindaré con ustedes pero no me voy a caer por los suelos de borracho. Mi mujer llega el sábado temprano y debo estar esperándola en el aeropuerto— di por terminada la conversación y nos dedicamos ese último día a perfeccionar el plan.
El viernes por la mañana al llamar a mi reina me dio la noticia de que venía hoy. Tuve miedo por mis planes pero ella llegaba a las 4 de la tarde. No podría ir a recogerla pero encargaría a alguien del hotel para que la trajeran en una limosina y le den un enorme ramo de flores. Esta noche le pediría de una vez que sea mi esposa.
Las horas pasaban y me concentré en el asalto. Llegamos a la hora, Ben hizo perfectamente su trabajo y entramos al banco.
— ¡Todos al piso, esto es un asalto!— gritó oso, al entrar. Caminé sigiloso y le apunté a la cabeza al gerente.
—Tengo prisa, ya sabes que hacer. ¡Corre o no llegaras a casa para cenar!— le grité. El hombrecillo apuró el paso y me llevó directo a la bóveda. Esta vez me aseguré en llevar dos bolsas para incrementar la recaudación.
Todo fue limpio, salí en menos de 50 segundos y apuré a los chicos.
—Pantera, oso, halcón— por primera vez recordé el condenado sobrenombre de Mike, éste me miró orgulloso. –Vámonos, esto se acabó chicos.
— ¿Rehenes?— Emmett me preguntó pensativo, había ido dos veces a ver a la familia del anterior rehén muerto, incluso había abierto una cuenta a nombre de la niña en este mismo banco.
—Hoy no. Cerremos esto honorablemente— le sonreí.
Estábamos por salir cuando se me ocurrió hacer algo disparatado antes de irnos.
Tomé un grueso fajo de billetes de veinte dólares y los lancé al aire.
De inmediato la gente se levantó a cogerlo y no nos prestó más atención.
Salimos riendo, Ben nos esperaba con el motor encendido. Subimos y pronto nos alejamos del lugar.
Un asalto limpio.
—Un minuto y 35 segundos. Un record, felicitaciones muchachos. Fue un gusto trabajar con ustedes por más de cinco años— los felicité.
—Jubilación, jubilación. Ahora me dedicaré a cazar osos— canturreaba Emmett.
—Yo me presento en febrero del año que viene en las carreras, ya saben, todavía están prohibidas pero las apuestas son fuertes— Ben también se veía contento, sólo Jasper y Mike estaban callados.
Llegamos al hotel y estacionamos cerca de mi cabaña. Bella me esperaba en la puerta, sin zapatos y con un vestido floreado muy pequeño. Bajé de inmediato a darle la bienvenida.
—Disculpa que me adelantara— hizo un puchero después de besarme. –Habrá tormenta mañana y no saldrán los vuelos. ¿No molesto verdad?— preguntó, ¿pero que creía? ¿Molestar? Era una bendición tenerla.
—Tú jamás molestas. Sólo ten un poco de paciencia mientras repartimos ¿No te incomoda verdad? Si no podemos hacerlo en otro lugar— tenía que ser respetuoso, ella era una chica de leyes y tal vez le parecería aberrante ver la repartición del dinero.
—Para nada. Vengan chicos, tengo limonada helada— invitó a todos a pasar, cada vez me sorprendía más su manera de ser tan natural. Entramos contentos. Se sentaron y Bella nos sirvió el refresco más rico que he probado.
Luego que Jasper contó el dinero llegó el gran momento.
—Ochenta y tres de los grandes, quince mil más que nuestro mayor botín. Divididos entre 6, son 13800 aproximadamente a cada uno— dijo Emmett feliz de repartir.
—Serían 14 mil si Edward no hubiera tirado el dinero así— se quejó Mike
— ¿Tiraste dinero?— preguntó Bella a mi lado.
—Un poco, fue para cerrar con broche de oro. No hay problema 14 mil para ustedes y lo que queda para mí.
— ¿Por qué reparten entre 6?— preguntó Bella mirando como cada uno se llevaba su parte y dejaban dos partes para mí.
—Ah porque ahora tú también formas parte de la banda y te toca tu parte— le bromeó Emmett y se rió como loco cuando Bella puso cara de espanto.
—Es para nuestra contribución a la sociedad. ¿Quieres hacerte cargo tu?— le pidió Jasper a mi novia.
— ¿Qué es lo que hacen, exactamente?— preguntó ella interesada.
—Dejarlo en hospitales, alberques, orfanatos. Compramos comida y se la damos a los que viven cerca de los ríos, debajo de los puentes, en las zonas marginales. Es muy cansado— Jasper hablaba con verdadera preocupación.
— ¿Tengo que hacer eso?— Bella se sorprendió.
—Jasper lo hará, no te preocupes— la abracé.
—Pero me agradaría hacerlo, suena cansado pero es lo correcto— sus ojitos chocolates estaban tan conmovidos que me dieron ganas de hacerle el amor allí mismo.
Los chicos se despidieron para ir a celebrar, yo tomé a mi reina de la mano y salimos a pasear a la playa, llegamos cerca de unas palmeras, el cielo se puso rojo, el sol se ocultaba.
Supe que ese era el momento que había estado esperando. Busqué la cajita en mis bolsillos, la miré a los ojos y puse una rodilla en tierra.
—Isabella Swan, prometo amarte cada momento de mi vida... para siempre. ¿Aceptas ser mi esposa?— sus ojos se llenaron de lágrimas, su cabello volaba libre, era una imagen que jamás olvidaría.
—Sí. Claro que acepto— se echó a llorar a mis brazos. La estreché feliz porque pronto sería mía. Delicadamente le coloqué el anillo que le quedó perfecto.
Quería hacer todo bien e iniciar una nueva familia con un matrimonio honorable, darle mi apellido y tener a nuestros hijos en una hermosa casa, lejos de la ciudad y sus problemas.
Caminamos a nuestra cabaña, planeando cómo, dónde y cuándo sería la boda, a quienes invitaríamos y sobre todo quienes serían nuestros padrinos.
Por mi saldría corriendo a un juzgado pero las mujeres se hacen ilusiones con su boda y tampoco me quería perder verla caminar de blanco hacia mí.
—Quiero tomar un baño caliente, déjame preparar la bañera— me dijo con una sonrisa pícara. Me senté a esperarla, moría por hacerla mía pero debía ser especial todo en esta noche.
De pronto sentí unos ruidos lejanos, extraños silbidos. Me tensé de inmediato, tomé mi arma del buró y me agazapé a un lado de la ventana. Desde la orilla de la playa vi avanzar por lo menos a media docena de hombres, parecían armados.
No podía iniciar un tiroteo, no con mi Bella en la casa. Mis amigos estaban lejos para ayudarme. Lo único que importaba era que ella estuviera a salvo, que no la vincularan conmigo de ninguna forma, estaba a punto de graduarse, no podía embarrar su carrera.
Busqué sus maletas y su bolso con rapidez. En sus maletas solo había ropa, tomé su billetera de la mesa y la metí en su bolso, también todo el dinero del asalto de hoy.
— ¡Bella!— llamé con desesperación, salió corriendo del baño.
— ¿Qué pasa amor?— se veía asustada.
—Bella, haz lo que te digo y no repliques. Toma tu bolso, sal por aquí— la llevé hasta la ventana trasera. —Corre todo lo que puedas, no mires atrás, no te detengas hasta llegar al aeropuerto, compra el primer pasaje a Chicago y súbete al avión.
— ¿No entiendo?— respiraba asustada.
—Estamos rodeados, van a tirar la puerta en cualquier momento, debes escapar— le urgí.
—No, no te dejaré. No dispararán si me ven contigo. Úsame de rehén, no me pidas que te deje Edward.
—Amor, mírame. Yo saldré de esta. Haré lo que sea, no habrá prisión que me separe de ti. Prometí cuidarte y lo haré. Confía, confía. Ahora corre, quiero que te gradúes, no importa si no estoy allí contigo, quiero que seas abogada. Yo te buscaré. Hazlo por mí— la besé con rapidez y la saqué por la ventana.
Ella me dio una última mirada y empezó a correr. La vi desaparecer entre las sombras de la noche.
Encendí la radio para que pensaran que no me había dado cuenta de su presencia, me serví una copa y me senté a esperarlos. No tardaron más de treinta segundos y echaron la puerta bajo.

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