05 febrero 2013

CAP 7 ENEMIGO PUBLICO



CAPÍTULO 7

YO CONFÍO


EDWARD
Quería hacer las cosas bien. Si iba a dejar mi vida criminal para vivir con mi Bella, debíamos casarnos.
Eso me llevaba a necesitar un anillo, quería pedirle que sea mi esposa cuando estuviéramos en Miami. En uno de esos perfectos atardeceres frente al mar.
Y anhelaba con toda el alma colocar en su dedo el mismo anillo que llevaba mi madre en vida. Tendría que tragarme el orgullo y pedírselo a Esme, que guardaba las pocas cosas que heredé.
Mi avión salía a medio día. Tiempo suficiente para hacerle una visita corta a mi madre adoptiva, ella sería la más feliz al saber que por fin dejaría este estilo de vida.
Llevé a Bella a la universidad muy temprano y fui a casa de los Cullen. Estacioné mi auto sin encontrar todavía valor para bajar.
Entonces vi a Esme saliendo de la casa, tal y como la recordaba, el mismo rostro en forma de corazón y la miraba maternal. Bajé del auto para enfrentarla.
Al verme corrió hacia mí y me abrazó.
—Has vuelto, has vuelto— decía llorando.
—Mamá—ella más que nadie se merecía ese título.
—Edward, ven— me llevó dentro y me sirvió café y galletas. Me miraba con tristeza.
— ¿Cómo estás?— preguntó
—Bien.
— ¿Seguro? ¿Te alimentas bien? ¿Comes a tus horas?
—Si, nunca me salto las comidas. Quería verte— sonreí.
— ¿Sigues en "eso" verdad?— era su forma de referirse a los asaltos.
—Sí. Estoy a punto de retirarme— sus ojos se volvieron felices.
— ¿En serio? Puedes volver a la casa, te hemos extrañado tanto— ofreció.
—Volveré… pero no a vivir aquí. Verás… voy a casarme— le confesé.
Ella tenía una gran sonrisa estampada en su dulce rostro.
— ¿Cuándo? ¿Con quién? ¡Edward me haces tan feliz!
—Todavía no se lo he propuesto pero sé que aceptará. Su nombre es Bella, bueno Isabella Swan. Voy a asentarme en Chicago, buscaré un empleo, tal vez termine la carrera.
—Es… maravilloso. ¿Y ella en que trabaja? ¿Qué hace?— preguntó.
—Estudia leyes. Está a punto de graduarse, trabaja en el bufete Weber cerca de la central de policía— me miró algo nerviosa.
—Ella… ¿sabe a qué te dedicas? ¿Está enterada?—preguntó con miedo.
—Sí. Ella sabe todo de mí. Me acepta como soy pero me ha hecho cambiar. Ahora quiero una vida normal, una casa, hijos… un perro— sonreí.
—Me alegro mucho por ti hijo. Necesitas el anillo de Elizabeth ¿cierto? A pesar de todo eres tradicionalista. Sabía que algún día vendrías por él. Acompáñame— me llevó hasta el estudio de Carlisle. Abrió la caja fuerte de dónde sacó una pequeña cajita cuadrada de terciopelo negro y un sobre.
—Aquí está, el anillo de tu madre— me entregó.
—Tú eres mi madre— le sonreí y me devolvió la sonrisa. Me alcanzó el sobre que había sacado.
—Esto es para ti. Tal vez no te sirva nunca pero tenlo por si acaso— lo abrí, dentro había varios papeles, un acta de nacimiento y una cedula de identidad.
— ¿Y esto?— pregunté algo aturdido. No tenían mi nombre.
—Son de Anthony, mi hermanito. A pesar que murió nunca lo registré como fallecido. Ahora tendría tu edad y sería muy parecido a ti.
— ¿Por qué me lo das?— pregunté todavía confundido.
—Siempre he tenido miedo que te atrapen, que descubrieran tu identidad, el apellido que te dimos. Que sepan que León Masen es Edward Cullen y seas un proscrito. Así que tomé la identidad de mi hermano. Anthony Platt. Puedes usarla si lo necesitas algún día, los papeles son legales. Hasta hay una casita en Forks, Washington, en donde nací, que está a su nombre—me ofreció aquello.
No quería aceptar pero si a ella le tranquilizaba que tuviera esos papeles iba a complacerla.
—Gracias. Por darme un hogar y ahora otra identidad— le sonreí.
—Gracias a ti Edward. Me hiciste muy feliz, llenaste un vacío grande que tenía. Y ahora te vas a casar, me vas a dar nietos y vas a ser un buen hombre— soltó una lágrima.
—Bueno debo irme, salgo hoy para Miami. Regresaré en un par de meses y te buscaré para lo de la boda— nos abrazamos y me despedí.
Ella se quedó muy contenta porque por fin había recuperado a su hijo perdido.
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BELLA
Edward me había pedido que me quedara en aquella casa, no era mucho tiempo el que se ausentaría y estaría aquí para mi graduación.
Eran sólo dos meses.
Me apuré toda la semana a hacer mis tareas y presentar mis últimos trabajos, ahora podía permitirme comprar cosa que antes no. Hasta pagué la licenciatura antes que ninguno en mi clase. Yo iba a pedir un préstamo al banco para graduarme pero ya no tenía problemas con el dinero ahora. Solo esperaba que Edward abandonara los asaltos para vivir dignamente de nuestro trabajo.
—Hola Bella, no te he visto últimamente— me sorprendió Jake una tarde mientras salía del bufete.
—Hola. Estoy estudiando mucho, ya sabes la graduación está casi a la vista y con el trabajo…— traté de sonreírle pero no me salió bien.
— ¿Y tu novio?— preguntó y me asusté, quizás había descubierto algo.
—Está de viaje, por negocios.
— ¿A dónde ha ido?
—A Los Ángeles— mentí, no quería darle la ubicación por si estaba investigando.
—Bella, tu sabes bien lo que siento— me dijo acercándose un poco. —Sé que ese sujeto sólo juega contigo. Nos conocemos desde hace tanto, sabes que yo no miento y que mis intenciones son serias. No te quiero para pasar el rato, te quiero para siempre— me miraba con tanta emoción que me ruboricé.
—Jake, yo te quiero pero no de esa forma. Estoy enamorada de Edward.
—Él te va a romper el corazón Bella, es un tipo rico que sólo te va a usar. Se va de viaje y… ¿acaso te lleva?
—Yo no puedo salir de la ciudad tengo mucho trabajo con lo de la graduación— me defendí.
— ¿Y te ha pedido matrimonio?
—No
— ¿Lo ves? Te sedujo, se aprovechó de ti. Sus intenciones no son serias si no te ha pedido que seas su esposa. ¿Qué eres para él? ¿Su chica de Chicago? ¿Su amante? ¿Te ha presentado a su familia?
—Edward me ama.
— ¿Te ha presentado a su familia?
—No, porque él está alejado de…
— ¿Ves? No te cree digna de su familia. No creo que esté distanciado de su padre. Es que no te considera adecuada.
— ¡Basta Jake! ¡Basta! No tienes derecho a intervenir. Lo que tengo con Edward es de verdad, no me importa que no me haya pedido matrimonio o no conocer a su familia. Lo amo, él es todo para mí—se quedó mudo y me miró con tristeza.
—Ya verás Bella, sé que el tipo no es bueno, lo presiento— se marchó a su delegación.
Hasta ahora no había pensado en aquello.
El matrimonio era algo muy importante, quizás con el tiempo nos casemos. Yo no era sólo su chica de Chicago, era su mujer. Y si no me presentó a su familia es porque de verdad estaban distanciados. Además Edward me llamaba cada mañana a la casa para saber cómo estaba, me abrumaba con palabras dulces y reconfortantes para aliviar su ausencia. Jamás le pregunté sobre los asaltos ni él los mencionó, era algo sólo me atrevía a tocar personalmente.
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Un día antes de partir a Miami salí más temprano del bufete y me encontré cara a cara con una hermosa mujer, pensé que era una clienta que requería los servicios legales.
—Buenas tardes ¿trabaja aquí la señorita Isabella Swan?— me preguntó. Era tan agradable su aspecto que de inmediato me identifique.
—Sí, soy yo. ¿Le puedo ayudar en algo?
— ¿Eres Bella? Mucho gusto. Esme Cullen— me abrazó, no sabía que decirle, debía ser la madre adoptiva a Edward pero yo no sabía que supiera de mí.
—El gusto es mío señora.
—Dime Esme. ¿Tienes tiempo? Me gustaría platicar contigo.
—Claro, voy saliendo de trabajar.
Caminamos unas calles hasta llegar a un café muy discreto, entramos, ella pidió un capuchino y yo un expreso.
—Estoy muy contenta de conocerte, mi esposo no quería que te buscara pero yo no pude contenerme— me sonreía muy feliz.
—No entiendo ¿Usted sabe de mí?— pregunté.
—Edward fue a verme antes de salir de viaje, me habló de ti. Jamás lo vi tan feliz, tiene un brillo en los ojos. Yo… quería verte, agradecerte que lo hayas hecho cambiar, nosotros nunca pudimos disuadirlo de… su trabajo— sentí dolor en sus últimas palabras.
—Yo amo a Edward y sé que él es bueno, quizás sólo desvió su camino…
—Es lo mismo que siempre he pensado, creo fervientemente que mi hijo es bueno sólo que las cosas a su alrededor le hicieron rebelarse, me alegro que te haya encontrado.
—Yo me alegro de haber encontrado a Edward— sonreímos y hablamos de muchas cosas, Esme parecía una mujer muy dulce y buena.
Sin darme cuenta se hizo de noche y con pena tuvimos que despedirnos.
—Esme, fue un gusto hablar contigo, debo dormir temprano, mañana salgo de madrugada en un vuelo a Miami.
— ¿Vas a reunirte con Edward?
—Sí, me espera.
—Bella, te pido un enorme favor. Trata de convencerlo para que no haga esto. Me da miedo, siempre rezo por las noches para que no lo atrapen, están tan cerca de ser felices.
—Haré lo que pueda Esme— interiormente también quería que Edward dejara su banda porque tenía mucho miedo que algo saliera mal.
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EDWARD
Cinco tediosos días había pasado sin mi Bella, he tratado de no pensar en ella mientras hacíamos el seguimiento al Atlantic Bank al oeste de Florida.
—Vamos jefe, podemos hacerlo en menos de dos minutos y salir hacia la derecha por aquel callejón que da a la avenida Glenmoor, nos perderíamos rápidamente— me aconsejaba Emmett.
—Saldríamos en contra del tráfico, sería una vuelta de casi 360 grados a 80 kilómetros por hora. Me parece complicado— dije.
—Puedo hacerlo— Ben parecía emocionado por el reto. —El nuevo coche es rápido, no es difícil.
—Siempre y cuando no venga una patrulla tras de nosotros, entonces serían 110 kilómetros por hora— a mí sí me parecía difícil. O sería que ahora valoraba mas mi libertad y no quería arriesgarme innecesariamente.
—Podría esperarlos con el auto encendido— dijo Ben, me encantaba manejar a máxima velocidad, la adrenalina de una huída lo haría más interesante.
—Hecho. Sólo nos falta saber si los policías de la entrada traen armas de alto calibre o automáticas.
—Ya me fijé, sólo llevan una Colt 22 cada uno, no tienen pinta de policías— Jasper era el encargado de vigilar la seguridad del local.
—Acá en Miami nadie tiene pinta de policías ¿Estás seguro?.
—Sí. Parecen agentes de seguridad privada del banco. Debemos hacerlos entrar primero.
—Hecho. Mike te encargarás de armar algún lío, quiero a esos dos vigilantes dentro del banco, tú y Emmett los inutilizan antes de empezar el asalto. No quiero heridos ni mucho menos muertos ¿Entendido?
Salimos al hotel donde nos alojábamos, era un exclusivo lugar frente al mar, lo había rentado especialmente para que Bella estuviera confortable y a gusto. Aquí le pediría que sea mi esposa.
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Pero las cosas no funcionaron tal y cómo las habíamos planeado.
El imbécil de Mike, golpeó al vigilante y alguien activó una alarma muy molesta y ruidosa.
—Retirada, pantera, oso, cubran la retaguardia. ¡Vamonos!— grité, ya no había tiempo de entrar a la bóveda.
—Todavía podemos repasar las terminales— Mike corrió hacia una de las cajeras.
— ¡Dije que dejes eso! avechucho de porquería. Salgamos de una vez, no voy a regresar por el que se quede— amenacé.
Corrimos a la entrada y divisé a lo lejos tres patrullas que venían veloces. Tomé al primer hombre que vi como rehén y subimos al auto. Ben tenía la puerta abierta pero no estaba en su lugar así que le hice señales para que se hiciera a un lado. Me subí, encendí el auto y apreté el acelerador a fondo.
Escuché varios disparos detrás de nosotros y apuré la marcha, tenía que llegar a esa avenida rápida y los perdería.
— ¡Maldición!— escuché decir a Emmett detrás de mí pero no le di importancia.
Giré a la derecha saliendo del callejón y entramos a la calle Glenmoor. Estábamos a punto de salir del alcance de la policía. Seguí un trecho a toda velocidad, entré a una calle poco concurrida, estacioné en una cochera que ya habíamos previsto. Tan limpiamente que parecía que llevábamos rato allí.
— ¿Todos bien?— Me giré a verlos.
—Yo no— dijo Mike agarrándose el hombro. Pero mi vista estaba fija en Emmett que tenía la mirada ausente.
— ¿Em? ¡Oso!— grité al no escuchar respuesta. Parte de su abrigo estaba lleno de sangre.
—Está bien… pero su rehén recibió un disparo en la cabeza— Jasper contestó.
—Rayos— exclamé. Era nuestro primer asalto frustrado con una baja incluída.
—Debemos deshacernos del cuerpo. Tomen el otro auto, lleven a Mike a casa. Iré con Emmett hacia el río— Ben, Jasper y Mike se bajaron y tomaron un Ford negro muy común que teníamos aparcado allí mismo.
Encendí de nuevo el motor y manejé despacio hasta alejarme de la ciudad. Cuando divisé el río salí de la autopista y tomé un camino sin afirmar.
— ¿Te encuentras bien Oso?— le pregunté.
—Yo le prometí que no le pasaría nada— dijo tristemente.
—Sabes que corremos el riesgo de no poder cumplir nuestras promesas. Además yo fui quien lo traje. Vamos, sácalo del auto, te ayudaré de las piernas— estacioné muy cerca de la orilla.
—Tal vez tenía familia, hijos. ¿Sabes lo difícil que es crecer huérfano?— me preguntó.
—Lo sé— le dije.
Antes de echar el cuerpo al río Emmett rebuscó entre los bolsillos del malogrado rehén. Extrajo una billetera. Mientras tanto yo acomodé unas pesadas piedras entre sus ropas. Sin más lo arrojamos. No podíamos hacer otra cosa. El tiempo no se puede volver atrás para enmendar nuestros errores.
—Se llamaba Ebert, 32 años… era casado. Mira esta foto— me mostró el retrato de una niña pequeña con listones rosas. —No podemos dejarlas desamparadas. ¿Todavía tienes dinero?— me preguntó.
—Sí. Averigua dónde vivían y hazle llegar diez mil dólares— le dije para tranquilizarlo.
—Eso no la protegerá del mundo ni le contará cuentos para dormir— Emmett se estaba poniendo sentimental y eso no era bueno.
— ¡Basta! Pudiste ser tú al que mataran. Fue una balacera, nosotros no le disparamos, fue la policía— le grité. Emmett arrojó la billetera al río.
—Lo sé. Pero me siento culpable.
No hablamos durante el camino de vuelta. Al llegar al hotel convoqué a una reunión.
—Creo que hemos trabajado muy bien durante varios años. Lo que pasó hoy fue una falta de coordinación, un completo fracaso. No se debe desobedecer órdenes, actuamos como uno solo. El siguiente asalto será el último para mí, no quiero que sea como éste.
—Edward, yo quisiera dejarlo así. Creo que me voy a retirar— dijo Emmett todavía afectado.
—Yo también quisiera abandonarlo pero necesitamos despedirnos de los bancos de forma limpia. Un asalto más y yo también me retiro— dijo Jasper.
— ¿Cómo que se retiran? ¿De dónde sacaremos dinero? ¿Acaso van a trabajar?— se quejó Mike.
—Oye, llevamos más de cuatro años en esto ¿Qué no has ahorrado nada?— le preguntó Jasper.
—Pues no. Lo que sacamos con cada asalto me dura unos meses, no tengo nada ahorrado.
—Si que eres idiota— le reclamó Ben. –Yo tengo 6 coches de carreras, dos en Daytona y una pequeña casa en California. Puedo retirarme del negocio cuando quiera.
—Yo he invertido mi dinero en la bolsa de valores— confesó Jasper.
—Edward tiene casi todo mi dinero guardado ¿verdad compañero?— preguntó Emmett.
—Guardado… no mucho. He adquirido propiedades en distintas partes del país, en cada lugar al que íbamos. Tengo acciones, coches— les dije.
— ¿A nombre de quien compraste todo?— me reclamó Mike.
—A nombre testaferros y de mi madre, no iba a ser tan imbécil como para poner mi nombre, en cualquier momento podían atraparnos— le respondí.
— ¿O sea que la banda se termina con el último asalto?— Mike parecía devastado.
—Yo me retiro para casarme con Bella, mis días fuera de la ley se terminaron—les afirmé.
—Yo me voy a dedicar a las carreras de autos— sonrió Ben.
—Yo a los negocios— Jasper se veía muy seguro.
—Yo me iré a algún pueblo al norte y me dedicaré a la caza o al alpinismo, no puedo vivir en la ciudad, ya saben, estoy fichado, me escapé de la cárcel— Emmett sonrió.
— ¿Y yo que haré? También soy prófugo, pensé que…— Mike se veía abatido.
—Pues ve pensando que hacer. Jasper tráeme el botiquín hay curarle esa herida al pajarraco— me remangué las mangas de la camisa.
—Es halcón— siguió quejándose Mike mientras empezaba a desinfectarle la herida.
Al siguiente día me levanté temprano y compre un ramo enorme de rosas para recibir a mi mujer. La esperé en el aeropuerto impaciente.
Se veía preciosa, traía un vestido blanco ligero. Corrió hacia mí con los brazos abiertos.
— ¡Edward!— me abrazó.
—Mi amor, te extrañé tanto— contesté. Sentir nuevamente su cuerpo me daba tranquilidad. Era mi refugio.
— Yo también te extrañé ¿Todo bien? ¿Y Emmett, Jasper, Ben, Mike?—me preguntó sonriente.
—Los negocios no van muy bien. Mike se accidentó ayer, nada grave— su sonrisa decayó.
—Edward… conocí a tu madre. Esme es una mujer hermosa— me sorprendió cambiando de tema.
— ¿Cómo así?— pregunté algo preocupado.
—Fue al bufete. No me habías contado que la viste antes de viajar. Conversamos de muchas cosas, congeniamos bien. Sé que nos llevaremos de maravilla— su sonrisa lograba hacerme feliz.
La llevé a conocer el mar, a las carreras de caballos y a cenar en el mejor restaurante de Miami.
Regresamos al hotel y ocupamos la cabaña apartada que había reservado, quería perderme en su cuerpo, ella me recibió ansiosa. La había extrañado tanto en estos días.
—Edward… mas, quiero más— arqueaba su cuerpo hacia mí mientras apuraba la velocidad de mi penetración, prácticamente saltaba encima de ella. Estaba casi a punto de llegar cuando me detuvo.
—Quiero probar algo— me sonrió con picardía, amaba cada uno de sus gestos. Se separó de mí y me dio la espalda.
Ver su trasero desnudo bamboleándose fue jodidamente erótico, casi me vengo solo con mirar.
— ¿Qué quieres probar preciosa?— empecé a frotarme en su redondo trasero.
—Leí algo en… bueno en la biblioteca— de pronto se agazapó, quedando en cuatro patas.
—Creo que deberías frecuentar más esas bibliotecas y sácame un carnet de lector para mí— le pedí empujando dentro de ella.
La sensación de penetrarla por detrás fue intensa, su pequeña entrada se sentía aún más estrecha.
La escuché gemir y la tomé de las caderas para poder enterrar mi miembro por completo. Embestida tras embestida iba llegando a la gloria. Escuché un grito ahogado que salió de su garganta y fue todo lo que necesité para derramarme por completo mientras seguía empujando con fuerza.
Hicimos el amor de todas las formas posibles pero no encontré el momento perfecto para pedirle matrimonio, el fin de semana pasó demasiado rápido y Bella se marchó el lunes por la mañana, prometiendo volver pronto.
Sólo me quedaba un asalto más, sólo uno y estaría con ella para siempre.

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