13 febrero 2013

Cap 6 Mi dios griego


CAPÍTULO 6

OBSESIÓN



EDWARD


—Mamá hoy a ocurrido un milagro— gritó Emmett cuando llegamos a casa.

—Hola hijos ¿qué milagro fue ese?— preguntó Esme.

— Edward ha sonreído, en el colegio, en clase, en el camino de vuelta, me fijé bien. En una parada de semáforos Eddie tenía una sonrisa enorme— ambos me miraron, me puse serio otra vez, mi rostro había estado relajado gran parte del día.

—Edward ¿te ha pasado algo bueno en el colegio?— preguntó mi madre, no quería ocultarle nada pero hay cosas que no se deben contar.

—Es un buen colegio madre, me agrada— dije sin chistar.

—Y las animadoras están buenísimas— dijo Emmett, me giré a verlo muy molesto.

—A mí me gusta una rubia espectacular, la conocí el sábado en la carretera, le ayudé a cambiar uno de sus neumáticos y coincidentemente es hermana de mi amigo Jasper— dijo muy seguro mi hermano. Menos mal, odiaría que se exprese así de Bella.

— ¿Y cómo se llama?— preguntó Esme.

—Rosalie, hasta su nombre es sexy—dijo mi hermano.

—Voy a hacer mis deberes, mamá saldré esta noche, tengo una cita— le dije despacio para que no oyera Emmett que estaba hurgando en el congelador buscando bocadillos.

Mi madre abrió la boca pero se recompuso enseguida.

—Eso es… magnífico Edward… es… ¿cómo se llama la afortunada señorita?— preguntó sonriendo.

—Isabella, le dicen Bella— dije algo avergonzado.

Era difícil ser sincero en cuanto a estas cosas, me hubiera gustado guardármelo un poco más de tiempo pero debía decirle a dónde saldría en la noche.

—Estoy muy feliz por ti mi amor— dijo mamá abrazándome.

—Ey mami, yo también tengo una cita ¿Por qué lo abrazas sólo a él?— se quejó mi hermano, tenía la esperanza de que no hubiera oído nada.

—Claro que estoy feliz cariño, sólo que tú estás acostumbrado a salir y tu hermano no.

— ¿Quién tiene una cita?— dijo mi padre llegando hasta nosotros, bueno ahora todos los sabrían.

—Nuestros dos hijos— dijo Esme besándolo.

— ¿En serio, dijiste los dos?— preguntó papá mirándome sólo a mí.

—Si, yo también— confirmé avergonzado. Carlisle sonrió y vino a abrazarme.

—Yo también tengo una cita y sólo a él lo abrazan y lo besan— se quejó Emmett.

—Sería raro que no salieras Emmett, si tuviera una hija la alejaría de tipos como tu— se quejó Carlisle.

— ¡Mi propio padre!— gritó el grandote haciendo teatro.

—Sólo espero que te portes bien con esa chica Emmett, no quiero que después venga a buscarte y tenga que decirle que no estás, sabiendo que te fuiste por allí con otra— lo amenazó.

Emmett puso carita de cachorro, hacía eso siempre que quería que mamá de ponga de su lado.

—No es mi culpa ser tan guapo— se quejó mi hermano.

— ¿Quién es ella y a donde la llevarás Edward?— preguntó mi padre interesado en mi e ignorando a Emmett.

—Su nombre es Isabella Swan. Iremos al cine— le dije.

—Swan, hoy conocí a un tal Charlie Swan, debe ser su padre, es el gerente de la aseguradora, me invitó a formar parte del club de la ciudad— dijo reflexionando.

—No llegaré muy tarde, conversaremos un poco, tal vez la invite a cenar después del cine.

—Tómate el tiempo que desees ¿necesitas dinero?— preguntó.

—Llegaré temprano y no necesito dinero gracias papá, tengo mis ahorros, ya sabes no me gustaría invitar a salir a alguien con el dinero de mis padres.

—Yo sí llegaré tarde ¿me podrían dar algunos billetes para mi gasolina?—pidió Emmett.

—Te quiero antes de las 10 de la noche aquí Emmett mañana tienes escuela ¿que no tienes dinero ahorrado?— se quejó Carlisle viéndolo.

— ¿Así tratas al hijo de tus entrañas?— lloriqueó Emmett.

—Yo no tengo entrañas y quiero que llegues temprano porque me paso media hora cada mañana despertándote y si te desvelas será más difícil que despiertes. Además eres tu el que siempre habla de lo mucho que te pagaban en los Toros— dijo papá y salió sonriendo.

— ¡Nadie me quiere!— gritó Emmett soltando una carcajada y subió a alistarse.

Hice los pocos deberes que tenía, avancé algunos diálogos en francés, la próxima vez le diría cosas más bonitas a Bella. También busqué en Internet que flores tenían pétalos más finos para poder verlos en la clase de biología, quería tener una excusa para llevarle flores a la chica que me había hechizado.

Toda la tarde estuve sonriendo, parecía que ya me estaba acostumbrando, era algo nuevo sentirme así, tan alegre y con una sensación de bienestar.

Vi el atardecer y apenas el sol se ocultó me vestí, saqué mi auto. Me había fijado en la guía telefónica, eran los únicos Swan de esta ciudad, su casa quedaba cerca del boulevard.

Llegué al mismo tiempo que otro auto al número que traía apuntado, un hombre mayor bajó y me preguntó a quien buscaba. Cuando dije el nombre se puso serio, seguramente era su padre. Entró y los minutos después, Bella apareció en su puerta.

No pude concentrarme en nada más que su rostro. Al parecer estaba triste, así que sólo fuimos a conversar. Me sentí intranquilo y confuso.

Llegamos a un mirador a dónde me guió Bella. Detuve el auto y me giré a verla, sus ojos estaban húmedos y se veía nerviosa.

Me he hecho ilusiones en vano, pensé que terminaría con su novio esta tarde pero por su expresión me di cuenta de que no.

Tal vez ella lo amaba y yo era el intruso. Eso me partía el corazón, no debí quedar tan expuesto, ni pensar siquiera en abrirme con alguien. No pude callar y le confesé cómo me sentía porque pensaba en ella todo el tiempo.

Pero no sería yo quien le cause problemas y menos sufrimientos. Sólo quería estar con ella un rato más, unos minutos, unas horas.

Cometí el error de pedirle una noche. ¡Soy un tonto!

Eso no sonó muy caballeroso, Bella se asustó y me rectifiqué. Le pedí unas horas más en su compañía.

Todo en mi cabeza era confuso pero me negaba a dejarla ir, algo me decía que no volvería a hallar a otra persona que me hiciera sentir así.

Bella aceptó y la besé con un gran miedo de perderla, como si fuera la última vez que lo haría. Aún no se iba y ya la extrañaba.

Manejé hacia la playa donde nos conocimos, descendimos, tomé la misma manta del sábado anterior, algo me decía que terminaríamos aquí. Por eso llevé en la maletera frutas secas y bocadillos.

Improvisé un pequeño picnic a la luz de la luna que ahora ya no estaba llena. Dejé la tristeza atrás y sonreí nuevamente, la invité a sentarse a mi lado, lo más cerca posible como si fuéramos novios.

—Te daré de comer— le dice tomando unas pasas.

— ¿Porque te mudaste aquí?—preguntó.

—Le ofrecieron un buen trabajo a papá, en el hospital.

— ¿Y de dónde eres?—volvió de preguntar.

— ¿Ronda de preguntas? Bien te responderé pero la siguiente pregunta la hago yo. Soy de Chicago, es un lugar frío, nací en los suburbios cerca del lago Michigan. Me toca a mi ¿en serio eres animadora?— pregunte sin poder contenerme.

—Si lo soy, imagino que tienes ese concepto errado de las animadoras, como todo el mundo, siempre he oído eso, "oh eres sólo una animadora" como si todas no tuviéramos cerebro. Bueno, he de confesar que algunas de mis compañeras realmente parecen no servir para nada más, pero mis amigas y yo entramos porque nos gustaba el deporte. Me ha costado mucho de niña era bastante torpe. Además debo darme tiempo de estudiar y sacar buenas calificaciones para poder dirigir a las animadoras. Eso es muy difícil. ¿Tu juegas baloncesto como tu hermano?— preguntó.

—Bueno, no he jugado profesionalmente pero me gustan los deportes. Me toca. ¿Cuál es tu flor favorita?— pregunté.

—A ver… me gustan las rosas, las margaritas, las yerberas, los tulipanes, creo que todas las flores, aunque las que más me ha impresionado es la flor de loto. Dicen que es difícil cultivarla porque necesitan fango, nace en él, crece a través de la tierra y del agua. Florece pura y sin mancha a pesar de crecer en el lodo. Es extraña, he visto algunos lotos rosados y blancos en un invernadero cuando era niña. Hace tiempo leí una leyenda acerca de un loto azul pero crece sólo en Egipto, no estoy segura que exista. Mi turno. ¿Qué hacías la otra noche aquí?— preguntó sonriendo mientras tomaba unas papas fritas y me las ponía en la boca.

—Vine a dar un paseo, caminé por la otra playa— señalé hacia el otro lado de las rocas –Pero había mucho ruido, regresé a observar la luna y a gozar de la soledad. Mi turno. ¿Qué fue lo que pasó con… porque terminaste aquí?— me miró algo temerosa.

—Hubo una fiesta en casa de Jake, el es…

—Tu novio, continúa— la animé.

—Se suponía que sería un día especial pero lo encontré con Tanya, una de las animadoras suplentes, capitana del equipo de voleibol. Estaban… durmiendo juntos. En realidad fue un malentendido, Jake se quedó dormido y ella aprovechó eso para hacernos pelear— me miró tímidamente, sus ojos era muy hermosos y expresivos. — ¿Qué es lo que más te ha gustado de Los Ángeles?— preguntó sonriendo.

—Tu— le dije sin dudar. Agachó la cabeza, seguramente ruborizada. —Es cierto, pensé que sería igual que cualquier ciudad o lugar del mundo, siempre viajamos en vacaciones con mi familia pero ningún lugar ha sido especial para mí. Hasta que llegué aquí. ¿Amas a Jake?— pregunté mirando hacia otro lado, no debí preguntar eso pero la duda me mataba.

Esperé unos segundos, no escuchaba respuesta, me gire a verla, estaba con la mirada perdida en el horizonte.

—Creía que lo amaba, ahora no lo sé…— su rostro se contrajo. La tomé en brazos y se asustó.

— ¿Quieres probar el agua? Vamos, no nos mojaremos mucho, dicen que la mejor hora para entrar al mar es en la noche— le sonreí.

Caminé hacia la orilla de la playa Bella se aferró más a mí. Perecía que no quería entrar.

Yo estaba sin zapatos y el agua tibia me encantó. Dejé la orilla y la deposité en la arena, Bella me miraba con mucha curiosidad, o eso me parecía.

Me incliné a besarla, atrapó mis labios de manera muy provocadora. Iniciamos un beso muy apasionado, desesperado.

Apoyé mis brazos a los lados de su cabeza y seguí besándola. Me aparté un poco para aspirar su esencia, besé su cuello y sus hombros, traía sólo una camiseta con tiras, seguí bajando hasta quedar entre sus pechos.

No quería que me tomara por irrespetuoso pero sus movimientos sinuosos me alteraban demasiado.

En un intento por separarme, Bella abrió las piernas y rozamos nuestras partes íntimas. Mi pantalón era delgado, ella traía una falda que se le había subido. Me estremecí, una extraña corriente atravesó mi espalda.

No debía dejar que esto se me vaya de las manos, no aquí y de esta forma.

Me detuve lentamente y la miré a los ojos. Pareció regresar en sí, me miró avergonzada.

Me levanté y le di una mano para ayudarla a incorporarse. Caminamos hasta la manta y me senté a su lado.

—Todavía no han terminado las preguntas. ¿Cuál es tu comida favorita?— pregunté aún respirando con dificultad.

—Me gusta la comida italiana, ravioles, lasaña, canelones, todo con mucha salsa— sonrió. — ¿Qué deporte practicas?— su respiración se tranquilizó. Lentamente quitaba arena de sus cabellos. No sabía que responderle, hasta ahora sólo mi familia sabía mis aficiones deportivas. Quise ser sincero con ella.

—Me gusta correr, nadar y practico defensa personal— le dije para no entrar en detalles.

—Con razón te ves tan fuerte— sonrió y acariciando uno de mis brazos.

Escuché algunas risotadas y palabras soeces en el aire. Me tensé tratando de concentrarme para saber cuántos intrusos eran.

— ¡Ay no! Félix y Demetri— susurró Bella muy asustada.

— ¿Quiénes?— pregunté.

—Son del equipo de baloncesto, amigos de Jake. Parece que están ebrios, como siempre. No quiero que me vean por favor— pidió. Claro que no iba a permitir que la vieran y menos que se le acerquen.

—Mira que tenemos allí hermano, una parejita tierna a la luz de la luna, quiero ver quiénes son— dijo uno de ellos.

Hice a Bella a un lado, tomé la manta con rapidez y se la puse sobre su cabeza.

Me levanté para encararlos, estaban muy cerca, eran enormes, casi del tamaño de Emmett.

—Vaya, vaya que tenemos aquí. No te conozco mosquito— dijo en otro.

—Es que estás muy borracho Félix, ese crio está en la escuela, es nuevo. Ya me acordé, lo vi hoy en el gimnasio con ese Cullen, el que le vino a quitar el puesto al perrito faldero de Jake. Muero por darle unos buenos golpes a ese mastodonte— soltaron una carcajada, quería partirles la cara pero no delante de ella.

—Soy Edward Cullen, hermano de Emmett, si soy nuevo en el colegio— dije a modo de presentación.

—Ah su hermanito, mira que suerte tenemos ¿Pero con quien estás? Eres nuevo en la ciudad. ¿Ya te tiraste a alguien tan rápido?— preguntó groseramente mirando detrás de mí.

—Es tímida— dijo el otro. –A ver ricura ¿si te gusta este niño no querrías probar un par de hombres fuertes?— dijo el otro a punto de caerse de borracho.

—Si nos disculpan, estamos en un asunto privado. Perdón caballeros pero tenemos que irnos, mañana hay escuela— dije recogiendo las cosas.

—No se vayan yo quiero divertirme— dijo el más borracho.

—Tenemos un mensaje para tu hermano y no son palabras, después tal vez podamos mostrarle a la zorrita lo que es un hombre de verdad— sonrió el que estaba más lúcido.

Avanzó y me dio un manotazo, fingí caer, me las arregle para meter mi pie entre los suyos y traerlo abajo. Tuve tan buena suerte que su hermano cayó con él.

Me levanté rápido, tomé a Bella de la mano y echamos a correr hacia el auto.

Subimos enseguida y salí de allí rápido, dejamos la playa y entré a la carretera, ella seguía todavía inmóvil con la manta en la cabeza.

—Bella ¿Está bien?— pregunté alarmado.

Se quitó la manta y me miró, volteé a mirarla por unos segundos para no perder la concentración en la vía, aún me era extraña esta ciudad.

Bella estaba llorando. Aceleré hasta llegar a una desviación, me aparté de la carretera y apagué el auto.

— ¿Te asustaste? Lo siento, es mi culpa no debí llevarte a esa playa. Disculpa mi atrevimiento y todo lo que te hice pasar— le dije abrazándola.

Acaricié su espalda y la deposité suaves besos en sus cabellos hasta que se quedó quieta.

— ¿Estás mejor amor?— pregunté. Sin querer se me salió decirle “amor”, pero eso es lo que me hacía sentir.

—Si, gracias. Tuve mucho miedo— confesó.

—No iba a dejar que te descubrieran ni que te hicieran nada malo. Perdóname.

—Tenía miedo que te lastimaran, ellos son luchadores, pelean en las calles— dijo mi preciosa volviendo a llorar.

Yo pensé que tenía miedo de ser descubierta, no de que me hicieran daño. Eso me hizo sentir bien.

—Ya pasó Bella, te prometo no dejar que nadie me lastime— sonreí.

—Ten cuidado Edward esos tipos son peligrosos, son amigos míos por Jake pero no creo que eso los hubiera detenido si me descubrían— dijo pensándolo mucho.

—No te preocupes, sé defenderme. Ya casi es media noche, el tiempo vuela. No quisiera tener que dejarte pero es preciso. Gracias por estas horas— le dije besando sus manos.

—Me gustaría… verte otra vez… pero, no puedo— dijo triste.

—Ya te dije que estaré cerca, te veré a diario aunque no tengas ojos para mí— traté de sonreírle pero no me salió bien. Me abrazó. —No te despidas Bella. Estaré lo más cerca que pueda, podemos ser amigos, conversar si nos encontramos en el colegio. Tenemos varias clases juntos, somos pareja en Biología y me gustaría tener más diálogos contigo en francés. Tal vez nos dejen trabajos y puedas venir a mi casa— le sonreí con más entusiasmo, de una u otra forma estaríamos cerca. Y ojala algún día me eligiera a mí, pensé.

—Está bien, me gustó mucho pasar contigo estas horas— sonrió.

— ¿Amigos entonces?— le sonreí dándole la mano. Tal vez nunca me conforme con tener sólo su amistad pero al menos era algo, no soportaría pasar a su lado como si fuera una extraña.

—Amigos— dijo estrechando mi mano.

La llevé a su casa y bajo rápido, me hizo un gesto con la mano y entró.

Ahora sí sería difícil verla a diario sin recordar lo que pasamos juntos. Estuvimos muy cerca de… no, no habríamos permitido que las cosas llegaran a más, estoy seguro que ella lo habría impedido.

Llegué casa algo triste, mamá y papá estaban esperándome.

— ¿Cómo te fue hijo?— preguntó Carlisle.

—Bien, Bella es la primera amiga que hago en la ciudad, es admirable, es la mejor alumna del colegio— sonreí.

—Pensé que… bueno me alegro, es bueno llevar las cosas con paciencia, de a pocos— dijo Esme.

— ¿De a pocos? Si estuvieron a punto de comerse el sábado… oh lo siento— dijo Emmett que bajaba las escaleras pero al ver mi rostro volvió a subir.

— ¡Emmett deja de alucinar! Por cierto unos chicos del equipo de baloncesto. un tal Félix y Demetri te envían sus saludos, están impacientes porque seas su capitán— le sonreí, él comprendía mis gestos.

—Ay chispas— dijo mi hermano asustado. Desapareció escaleras arriba.

—Me alegra que tengas amigos Edward— se despidió papá.

—Es bueno que tengas amigos Edward, siempre eres muy retraído— dijo Esme.

— ¿Mamá que sabes de lotos?— pregunté muy interesado, me había puesto el reto de llevarle a Bella un loto azul a la próxima clase de biología.

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