14 febrero 2013

Cap 5 ¿Quién llamó a la Cigüeña?



CAPÍTULO 5


RELÁJATE Y DISFRUTA

Me pasé tres horas alistándome. Me depilé, maquillé y alisé mi cabello. Me lavé los dientes hasta hacerlos sangrar. Recargué mi maquillaje para causarle una mejor impresión. Tengo que gustarle, tiene que desearme.

Cuando estuve preparada ya era casi a las diez de la noche. El taxi demoró en llegar y cada minuto que pasaba me desesperaba más.

¿Y si Edward no estaba en esa fiesta? A él no le gustaban las celebraciones.

¿Y si alguien más de su familia estaba con él?

Me moriría de vergüenza. No había visto a ninguno de ellos en años. Ni siquiera a Alice, quien alguna vez fue mi mejor amiga.

Estaba muy nerviosa, jadeante… temblorosa. Dos veces llegué a la puerta del hospital y regresé a la avenida.

La tercera vez me anime a entrar.

Me coloqué tras un grupo de personas cuando entré al salón. Me escabullí sigilosamente como un ladrón y casi derribo a un mesero.

Rogaba a todos los cielos no heredar mi torpeza a mi hijo... o hija.

Logré divisarlo con unos amigos al fondo del salón. Estaban evidentemente muy alegres. Demasiado a mí ver. Conversaba, se reía y tomaba mucho.

Estuve vigilándoles casi una hora, prácticamente escondida detrás de un arreglo floral enorme. “Sí Bella que valiente eres”

Edward estaba ebrio, se notaba ¿Tanto habrá cambiado? Solía ser una persona tranquila, callada pero parece que eso quedó atrás. Solo espero que no sea alcohólico y herede genes defectuosos a mi hijo… o hija. Ya debía parar y ponerle nombre a mi bebé. Me rompía la cabeza con eso… no podía llamarlo Edward si fuese niño. Parecería obsesionada. Ni Jake o creerían que es hijo de mi amigo. Podía ser Charlie como mi papá, así de paso lo comprometía a ayudarme. ¡No sé cómo reaccionará papá!

Una joven rubia, alta y delgada se acercaba cada tanto a Edward. ¿Es que tengo competencia? ¿Alguien más lo quiere para padre de sus hijos? ¿Quién sería la desgraciada esa? ¿Cómo iba a hacer ahora para llevármelo? No podía presentarme nada más así.

Fui a los servicios a refrescarme un poquito, retoqué mi maquillaje. Me miré fijamente al espejo.

¿Qué estás haciendo Bella? ¿Cómo se te ocurre venir aquí a hacer algo tan inapropiado?

Era mi conciencia que de vez en cuando se despertaba. Lo siento “consejera” pero ya he llegado muy lejos para retractarme.

Yo tenía un objetivo. Perpetuar la especie. Necesitaba esas semillas y las necesitaba ya. No voy a envejecer criando gatos, ni siquiera tengo hermanos para adoptar sobrinos.

— ¡Rayos!— escuché a mi lado. Era la rubia que había visto rondando a Edward. Traía un vestido rojo descarado ¿Qué se creía, semáforo en “alto”?

— ¿Problemas?— pregunté.

—Me vino el periodo. ¿Se nota mucho?— se miraba hacia atrás. Tenía una mancha oscura en su traje. Pobre. ¿A quién no le ha pasado?

—Sí. La verdad sí se nota— le dije. Suspiró.

Traía un vestido sin mangas muy pegado al cuerpo. Entonces se me ocurrió algo para ayudarla.

—Esto podría servirte— le ofrecí mi mascada. De hecho no me servía mucho, ya me había enredado dos veces el zapato en la dichosa tela.

— ¿En serio?— me lo aceptó. –Te lo devuelvo luego ¿Trabajas aquí? No te había visto— se probaba mi bufanda de seda.

—Sí, recién acabo de entrar. Soy recepcionista— le sonreí.

Yo parecía no interesarle mucho. Estaba preocupada en ocultar la mancha.

—Fabuloso. Te lo devuelvo el lunes. Voy a cambiarme a casa— salió apurada.

Me quedé en el baño un rato más. Ya pasaba la media noche y yo patéticamente seguí sin haber cruzado ni siquiera una mirada con Edward.

Ay Bella, si serás miedosa. Con lo borracho que está, seguramente ni te reconoce.

Salí de allí y en lugar de volver al salón caminé por un pasillo poco iluminado, quería ver el cielo.

Encontré una especie de patio pequeño, con bancas. Estaba oscuro.

Mejor, aquí nadie me encontraría. Pero si ni siquiera me buscaban… que ridícula soy.

Podía estar sola y pensar bien las cosas. No era correcto lo que hacía.

Un hijo ha de hacerse con amor, no porque esté enferma.

Pero no quiero perder mi última oportunidad de ser mamá. Yo puedo ser buena madre, soy cariñosa, tengo paciencia. A veces soy algo alocada pero nada que no pueda controlar.

— ¿Bella?— escuché detrás de mí. Casi doy un brinco al escuchar esa aterciopelada voz. Me giré a verlo.

Allí, plantado frente a mí y casi a punto de caerse al suelo de borracho, estaba Edward Cullen. Mi Edward. Mi donador.

—Edward— susurré.

Respira Bella, respira, o te vas a desmayar.

—Ven mi amor— se acercó a mí. Caminé hasta encontrarnos, me tomó de las manos. –Bella, Bella— me abrazó. –Mi Bella, no te vayas por favor, quédate conmigo— mi corazón casi se salía de mi pecho.

No podía creer lo que escuchaba. Y no estaba soñando, era real. Edward, abrazándome, llamándome amor. Cómo hace tanto tiempo.

Intentaba moverse para bailar, tomó mi cintura, o eso pareció, su mano vacilaba en el aire.

—Baila conmigo, no te vayas—susurró. Intenté moverme pero estaba segura que los dos caeríamos al suelo si bailaba.

Parecía que mi misión no sería tan difícil de llevar a cabo, después de todo.

Bueno, cómo decía mamá: “Facilita y cooperando”

0 comentarios:

Publicar un comentario