14 febrero 2013

Cap 6 ¿Quién llamó a la Cigüeña?



CAPÍTULO 6


MISIÓN CUMPLIDA… PARA NADA ARREPENTIDA

Antes del amanecer me levanté y salí de la pequeña habitación del hospital a dónde Edward me llevó. Creo que era la que usaban los médicos para descansar entre sus guardias.

No era lo que tenía en mente pero sirvió para su propósito. Me hubiese gustado irme antes pero recordé los videos que había visto sobre las inseminaciones. Había que esperar echadas para que el semen… bueno, hice todo lo que tenía que hacer. Esto ya de por si es bastante vergonzoso para dar más detalles.

Hice el amor con un borracho que creía que estaba aluciando. Y estuvo muy bien la verdad. Parece que en estos años Edward ha logrado perfeccionar su técnica.

¡El muy idiota debió tomar clases porque me hizo gritar!

Y yo toda pánfila seguía creando telarañas en mi cosita.

Es que el sexo sin amor no me apetece. O a lo mejor no me he cruzado con alguno de esos hombres pecaminosos de pelo en pecho que te tientan en las despedidas de solteras. La única despedida de soltera a la que he asistido fue a la de Ángela. Y no hubo show de strippers. Ni siquiera hubo fiesta, estoy empezando a creer que somos un par de mojigatas. Yo le regalé un plumerito rosa, que fue lo más pervertido que encontré en Port Ángeles.

Bueno, ahora podía estar más tranquila, todo estaba hecho, muy bien hecho. Y hasta hubo repetición. Yo misma desperté a Edward luego del primer encuentro para que volviera a trabajar. Porque esto para mí era trabajo, misión o lo que sea. El placer era algo adicional.

¡Maldito Edward! Tuvo que llenarme de palabras dulces y suspiros con mi nombre.

Pero cuando despierte creerá que fue un sueño.

Mejor así.

Apenas llegué al hotel me quedé dormida, ni siquiera me bañé, quise mantener su aroma un rato más. Como hacía hace años, cuando usaba sus casacas y me dormía envuelta en ellas.

.

Al día siguiente regresé a casa. Llegué de madrugada y Charlie ni se dio cuenta. Era como si en realidad no hubiera pasado nada.

Mi vida volvió a la normalidad.

Las dos primeras semanas no podía apartar de mis sueños ni de mis recuerdos aquella noche. La imagen de Edward aparecía apenas cerraba los ojos y no se iba hasta que despertaba. Y en todos aquellos sueños yo era tan feliz. Bueno, en la mayor parte de ellos hacíamos el amor, pero en muchos otros Edward y yo estábamos juntos, no como antes, porque ya no me veía adolescente. Sino juntos de verdad, viviendo en la misma casa, compartiendo el mismo lecho. Una enorme cama con dosel. Yo lo seducía usando lencería atrevida y me lanzaba a sus brazos sin remordimiento ni temor. Esas partes de los sueños eran las que me causaban más felicidad. Ver trozos de un futuro que pudo haber sido.

Claro que al despertar y darme cuenta que no eran más que los desesperados deseos de mi subconsciente, me deprimía.

Pero poco a poco los sueños empezaron a ser menos nítidos y frecuentes. Seguramente en unos meses, sólo sería un recuerdo lejano y con los años… se unirían a mis recuerdos de preparatoria. O tal vez siga soñando con Edward de vez en cuando, el resto de mis años. ¿Quién sabe?

A la tercera semana empezó mi calvario. Con mucho miedo fui a hacerme la prueba de embarazo. Ya había tenido varios síntomas, nauseas, cansancio, fatiga pero no quería ilusionarme.

Llegu hasta Port Ángeles a hacerme el chequeo respectivo, quería que la doctora Bree me diera la buena nueva.

Si no estaba embarazada, le pediría que me haga la operación de inmediato, no quería volver a pasar por nada parecido otra vez.

El cielo decidiría si merezco la oportunidad de ser madre.

— ¡Positivo Bella! — me soltó apenas vio mis análisis.

— ¿En serio?— grité de felicidad.

—Estás embarazada ¡Felicitaciones!

La emoción que me embargó ante la noticia fue intensa. De todas las cosas que me han pasado en la vida, ésta fue la más especial.

Yo… ¡Madre!… daría vida a una personita. Traería al mundo a un ser humano… un niño o un niña que dependería de mí… yo sería su guía, su protectora… su mamá. Y lo amaría tanto que daría mi vida por el… o ella.

—Pero como te dije antes, este embarazo no será fácil. No debes hacer ejercicios ni movimientos bruscos, corremos el riesgo que se desprenda— apenas oí eso me hice un ovillo en la silla. – No tengas miedo puedes seguir trabajando normalmente a menos que tengas algún problema, descensos rojizos o dolores fuertes. Si sucede eso debes venir inmediatamente— me recetó algunas vitaminas, me aconsejó sobre una dieta saludable y me dio la cita para el siguiente mes.

¡Al salir de allí quería gritar de felicidad!

Iba a ser madre, yo Bella Swan, ya no estaría sola nunca más. Tendría un hijo… o hija. Y lo amaría más que a nada en el mundo.

.

Los siguientes días las nauseas no me dejaban en paz. Ni de día, ni de noche. Devolvía casi todo lo que comía. Incluso los dulces.

Sólo las frutas se quedaban dentro de mi estómago. Odiaba con toda mi alma el olor de la comida, de las carnes y de toda la comida rápida. El pollo era mi enemigo, el Mcdonalds, se convirtió en un lugar vetado.

Los desinfectantes del colegio también me hacían vomitar. Mi olfato se incrementó escandalosamente. Incluso podía saber si las personas se habían bañado. ¡Hasta podía olerles el sudor!

A Mike Newton le apestaban los pies. Y Jacob olía a perro. Quizás porque tenía un samoyedo precioso. Pero al abrazar a mi amigo sentía que abrazaba a su mascota. No había diferencias

Ángela olía a la loción de mi abuelita.

Y los niños olían a caramelos y gomas de mascar. Y a bebé.

Me encantaba abrazarlos para poder sentir ese olorcito a cielo. Y contaba los días para poder tener a mis brazos al mío.

Pero mi casa olía a moho.

Me fabriqué un desinfectante con olor a fresas mezclando un jabón líquido neutro con mi shampoo. No soportaba limpiar mi casa con cualquier producto. Las ceras apestaban a insecticidas por eso ya no enceraba.

¡Y las nauseas! ¡Horribles!

Aprendí a masticar gomitas de jengibre para no usar pastillas químicas. A tomar vasos de agua con limón para combatir las arcadas que me venían sin previo aviso.

Después de la segunda cita con Bree las cosas empeoraron.

¡Me atacaron los antojos!

No podía ver una fresa porque me abalanzaba sobre ella. Las naranjas, uvas, mandarinas, manzanas y demás frutas eran mi adoración. Compraba kilos de ellas. Las guardaba en mi habitación para comerlas con placer apenas volvía de la escuela.

Luego empecé a desear comer tierra. Si, esa cosa bajo nuestros pies que está repleta de gérmenes.

Llamé a Bree para que me ayude, no podía viajar en días de semana hasta Port Ángeles.

Resulta que me faltaba hierro. Así que fui a comprarlo con una receta que me faxeó.

Pero en las noches soñaba con pudin... de vainilla, de chocolate… delicioso y cremoso pudin, que se derrite en mi boca.

Despertaba ansiosa. Manejaba hasta la única gasolinera que trabajaba las 24 horas a comprar pudin.

Aprendí a cocinarlo y dejaba mucho en la heladera. Además de gelatinas, fudge, pastel, brownies y demás bocadillos dulces.

Pero Charlie empezó a sospechar que algo pasaba.

Hasta ahora todo iba bien. Me descubrió vomitando una vez de madrugada. Pero no dijo nada pues le mentí y le hice creer que me comí el pescado frito de hace días.

Pero mi fijación por comer cosas raras no pasó desapercibida para él.

—Hueles distinto— me dijo un día. Tomé mi suéter y me lo llevé a mi nariz.

— ¿Distinto? Yo no huelo nada extraño.

—Últimamente hasta el retrete huele a fresas y tu despides olor a frutas a metros de ti— me miró fijamente.

—Cambié el desinfectante y uso colonia nueva— le sonreí.

—Estás más delgada— afirmó.

¿Delgada? Según Bree no había subido ni un gramo. Yo se lo achaco a los vómitos pero papá tenía razón. Estaba bajando de peso en lugar de subir. Y eso no estaba bien para mi bebé.

—Estoy haciendo dieta pero descuida, ya estoy en mi peso ideal— le sonreí.

— ¿Dieta tu? Bueno, tengo que salir esta noche. No llegaré tarde— sonrió antes de marcharse.

1 comentarios:

Vale fi dijo...

Estaba leyendo tu fic en Fanfiction pero me doy cuenta que aqui esta mucho mas avanzado... Espero el próximo cap besitos cuídate
Vale Fierro

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