13 febrero 2013

Cap 5 El Contrato


CAPÍTULO 5

IMPACTANTE ENCUENTRO 



ROSALIE HALE

Estaba que echaba chispas, mi padre nos envió a mi hermano y a mí al centro comercial para que Jasper "ratoncillo de biblioteca" comprara el último libro de Stephenie Meyer.

A mí los vampiros no me parecían románticos, pero al frikie de mi hermano le encantaban las historias extrañas.

Lo dejé feliz en una librería, yo fui a ver unas camisetas abrigadoras. Este clima era más frío al que estaba acostumbrada pero no por ello dejaría de hacer mis ejercicios matinales.

Al entrar me miró un muchacho rubio muy guapo de porte elegante. Estaba molesta y no tenía ganas de coquetear, así que ni lo miré.

Buscaba una prenda sensual y abrigadora a la vez, difícil pero posible.

—Hola encanto, por que tan solita— escuché una voz desagradable y gangosa. Lo miré de arriba abajo con desprecio, sería guapo pero su voz parecía la de un comediante.

—Desaparece— dije y me giré a seguir en lo mío.

— ¿Acaso sabes con quien estás hablando niña?— me tomó de un brazo y me acercó a él.

No estaba resfriado como creí sino ebrio. Y me hacía daño.

—Me sueltas o grito, pedazo de escoria. ¡No me interesas, así seas hijo del presidente!— grité.

El estúpido, me tomó con más fuerza, su otra mano la puso en mi cuello y me empujó. Mi espalda dio contra la pared.

— ¿Qué rayos? ¡Suéltala imbécil! No sabes que a una dama no se la trata de esa forma— escuché decir a alguien que no podía ver, la vista se me nublaba, no podía respirar.

La presión en mi cuello cesó y caí desplomada pero no di contra el piso.

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EMMETT SWAN

Entré a varias tiendas deportivas y no encontré una rodillera apropiada, todas eran de nylon y yo soy alérgico a lo sintético. Me acerqué a uno de los escaparates y vi hacia dentro de un gran almacén deportivo.

Al principio creí que era un maniquí lo que miraba, pero cuando se movió me di cuenta que era una despampante rubia. Todo lo tenía en su lugar, era sencillamente la perfección hecha mujer.

Busqué la puerta cómo loco, no podía dejar que se vaya, haría lo que sea para conseguir su número.

Cuando di con el bendito aparador dónde la había visto, ya no estaba. "Qué lástima" pensé triste.

Ya me iba a ir cuando escuché a alguien amenazando a otra persona y me llené de ira al ver que un tipejo tenía a ese ángel contra la pared.

Le increpé su actitud y el tarado la soltó, la tomé antes de que cayera al piso, no quería que se lastimara. Era tan frágil, tan delicada, como una muñeca.

Me levanté y le di un buen puñetazo, salió corriendo como un niño asustado. Me agaché nuevamente para ayudarla a levantarse.

— ¿Está bien señorita?— le dije al oído.

—Si gracias…

—Soy Emmett, a sus pies— sé que eso sonó empalagoso y hasta arrastrado pero así me tenía. Ella sonrió.

—Soy Rose, bueno me llamo Rosalie, pero puedes decirme Rose— ¡se me hizo! ya me dejaba llamarla con familiaridad.

— ¿Has venido sola? ¿Puedo acompañarte? No me gustaría que ese tipo te volviera a atacar— le ofrecí, por mí la acompañaría a donde quisiera.

—La verdad estoy con mi hermano pero no se a donde fue. Creo que es hora de comer— me dijo mirando su reloj.

— ¿Me dejas invitarte? Yo también tengo hambre— le ofrecí.

—Es que no podría, además mi padre se preocupará. O tal vez estará en sus negocios— dijo un tanto resentida.

— ¿Qué dices si vienes almorzar a mi casa?— ofrecí. Seguramente papá se enojaría pero que mas daba, le demostraría que tipo de mujer es la que me gusta, aunque haría algo mejor, le mostraría qué mujer es la que me gustaba.

— ¿Vives…?— preguntó desconfiada.

—Vivo muy cerca de aquí, con mis padres y mi hermana.

— ¿No molestaré?— preguntó. Sonreí, a que tonto le molestaría alguien tan hermosa. Sólo verla me hacía perder la razón.

—Claro que no. Si quieres puedes traer a tu hermano— sugerí, "ojala que sea un hermanito", rogaba por dentro.

—Le llamaré—sacó su celular, eso me hizo recordar a la mi hermanita gansa. Le decía así porque nuestro apellido significa cisne pero ella se caía tanto que más parecía un ganso.

También le llamé, me contestó a la cuarta timbrada.

—Bella vamos a la casa, invité a una amiga a comer. Porfis espérame a la salida del centro comercial, por la puerta lateral— le urgí.

—Lo siento Emmett, ahora no puedo ¿Podrás decirle a René que voy luego?— casi me infarto.

Ella era más solitaria que un oso hibernando, no tenía amigas. ¿Qué estaría haciendo?

Bueno, no había tiempo para pensar en eso. En cuanto Rose colgó la acompañé a mi auto y me comporté como todo un caballero. En realidad me portaría como ella quisiera.

Por suerte su hermano no quiso unirse a nosotros.

Conduje a casa y me estacioné, papá no había llegado, ojala que no viniera a comer y pudiera conversar con Rose y mi mamá.

Renée era de ideas muy abiertas y nunca vio con malos ojos que anduviera con chicas, aunque nunca llevé ninguna a casa, no en horario familiar o con mis padres presentes.

Le abrí la puerta para bajar y la tomé de la mano, no pareció molestarle. Entramos y no vi a nadie. Ni siquiera mamá estaba.

Llegamos a la cocina y vi una nota pegada al refrigerador.

"Espero que estés feliz Charlie, no cuentes conmigo para tu planes, me fui a casa de Elizabeth, no quiero comer mirándote la cara"

— ¿Tus padres están peleados?—preguntó mi Rose “afrodita”.

—Si, papá está empeñado en… en algo que a ella le molesta— dije evitando entrar en detalles.

No le iba a contar que me habían comprometido, tal vez eso la espantaría.

—Mis padres también están disgustados. Mamá se quedó en Los Ángeles— dijo ella.

— ¿Vives allá?— pregunté, estaba seguro de que nunca antes la había visto o jamás la habría olvidado.

—Si vivo allá pero tal vez me mude, la empresa de mi padre se establecerá aquí— dijo tristemente.

La invité a sentarse, busqué algo de comer, había postre así que nos serví para ambos.

Era una copa gigante de gelatina de ésas que mi madre hacía cuando éramos niños, en cuadraditos de muchos colores.

Conversamos de varias cosas, a ella le encantaba ejercitarse cómo a mí, con razón tenía esas curvas. Su rutina era diferente a la mía claro, yo quería músculos y ella esa figura de diosa.

Estábamos riendo cuando de pronto se le cayó un trozo de postre sobre el vestido, inmediato me levanté y tomé un papel toalla, se quedó muy quieta cuando le señalé la mancha, quería quitarle la gelatina para que no manchara su ropa, mamá decía que una mancha arruinaba un buen vestido.

Logré mi cometido pero luego me di cuenta donde me encontraba, a un par de centímetros de sus pechos y ella me miraba fijamente.

Mis manos temblaron, sabía que hacer pero nunca me había sentido tan intimidado, me aterraba el rechazo… su rechazo.

Quería besarla, ella pareció entender porque miró mi boca y esa fue la señal que esperaba.

Me apoderé de sus labios, tan carnosos, suaves. Ella se abrazó mi espalda y no sé de qué forma caminamos abrazados y tambaleantes al salón.

Me atrajo hacia el sofá y… bueno. Soy un chico, un oso poderoso. Pero cuando estaba bajando el tirante de su vestido…

— ¡Emmett Swan! ¿Qué rayos estás haciendo?— gritó mi padre furioso.

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