03 febrero 2013

CAP 4 ENEMIGO PUBLICO



CAPÍTULO 4

ROBASTE UN CORAZÓN
EDWARD POV
No podía negar mi nerviosismo, hasta ahora sólo había visto a una mujer desnuda. En la morgue.
Vaya, eso era realmente patético.
Y jamás pensé en los cuerpos femeninos de otra manera que no fuera médicamente hablando.
Había tenido muchas oportunidades durante estos 5 años, pues al tener dinero y frecuentar toda clase de personas siempre encontré una que otra mujer interesada en incluirme en su larga lista sexual. Otras, como Tania, me querían para su trofeo personal.
Hoy, sin embargo, era distinto.
No había un solo pensamiento que se opusiera a seguir, si ella me lo permitía.
La tomé de la mano y la conduje por el patio a mi habitación. Abrí la puerta y me hice a un lado para dejarla entrar.
Caminó hacia la ventana, una luz tenue iluminó su rostro y cuello, lucía como una diosa con ese abrigo puesto.
Me asombraba cómo fue que ella entró tan rápido a mi vida, yo no soy una persona afable, ni carismática. Soy un fugitivo, no confío en nadie más que en mis amigos, mi banda.
Sencillamente, no pude evitar enamorarme. Y me dejaría llevar hasta donde me lo permita el tiempo. No soy iluso, sé que no puedo soñar con una vida normal. Pero quería todo con Bella. Todo cuanto pudiese tener.
Yo no planificaba mi futuro a largo plazo, este tiempo al margen de la ley, me había enseñado que la vida era más corta de lo que pensamos. La gente moría dejando deudas y cosas sin saldar.
Siempre pensé en el amor de una forma idílica, lejana, irreal. Algo que no estaba a mi alcance.
De niño creía que conocería a una hermosa muchacha, la cortejaría, le robaría un beso o dos, pondría un anillo en su dedo y la llevaría al altar. Eso era lo correcto.
Ahora no es imposible, al menos para mí. No tengo ese precioso tiempo. Uno nunca sabe cuando vendrán del otro mundo a recogerlo. Sobre todo cuando eres un criminal.
El "ahora" es lo único con que contaba para amarla.
Avancé decidido, deposité un suave beso en su cuello. Ella se estremeció y se giró para deleitarme con esos dos pequeños ojos chocolate.
Mi cuerpo temblaba, no solamente ella estaba nerviosa. Pero yo debía llevar las riendas de esto, por ahora.
Busqué sus labios y nos fundimos en un beso tan profundo que perdimos el aliento. Su aroma y su dulzura me envolvieron. "Bella Swan, me has atrapado de todas las formas posibles".
Ella correspondía a mis besos ardientemente, a la vez con cierta timidez y torpeza lo cual me excitaba aún más.
Noté un pequeño problema en mis pantalones que empezaba a incomodarme, sonreí. Era la primera vez que me dejaría llevar por los instintos y no por la razón.
Pero la incomodidad aumentaba con cada roce. Después de quitarle el abrigo y arrojarlo a la cama mis manos fueron al inicio del cierre de su vestido, el cual cedió con facilidad, lentamente lo bajé. La tersura de su piel era la gloria de mis manos.
Me separé solo un poco para verlo caer la prenda a sus pies, grabé con fuego este recuerdo para mis días de soledad, sabía que alguna vez necesitaría estos recuerdos para seguir adelante.
Me deleité con unas enaguas transparentes sobre su frágil y delicado cuerpo. Bajé los tirantes y también cayó al suelo.
Traía lencería blanca muy conservadora, tuve que controlarme para no arrancársela con los dientes. Se llevó las manos a sus pechos en un gesto de vergüenza.
¿De qué podría avergonzarse esta criatura?
Sólo de ser amada por alguien como yo, pensé.
Era perfecta, dulce, suave, tierna y endiabladamente hermosa. Me acerqué a besarla nuevamente, me sentí plenamente correspondido, en lugar de alejarse me alentaba a continuar, respiraba con dificultad pero no se apartaba de mí.
Suavemente acaricié su espalda, mis dedos recorrieron su espalda tibia, me detuve en el broche de su brasiere y lo des hice. Se apegó a mí en un intento de no verse despojada de su prenda.
—No haré nada que no quieras— le dije deteniéndome. Quería hacerla mía pero no avanzaría más si ella no estaba segura.
—Yo… yo quiero todo… con contigo— tartamudeó.
Tomé eso como una aceptación, seguí besándola y apegándola a mí mientras retiraba su brasiere por un lado.
La miré a los ojos la tomé de la cintura y la elevé del suelo. Inmediatamente me rodeó con sus piernas y nuestros sexos se rozaron, un leve jadeo suyo me sorprendió.
Su mirada ansiosa me dio a entender que le gustó. Era irresistible. ¿Sería consciente que tenía tanto poder?
Caminé los cortos pasos que nos separaban de la cama y me senté con ella sobre mí, su espalda descubierta era protegida por su larga cabellera. Busqué algo con que cubrirla y mis manos dieron con el abrigo. Se lo coloqué en los hombros.
Sus dedos se deslizaron en los tirantes de mis pantalones, se enredaron y tiró de ellos.
— ¿Tratas de desvestirme?— le sonreí. Pareció ruborizarse porque hundió su rostro en mi pecho. —No te detengas por favor—la animé a continuar.
Dejó de ser tímida y desabrochó con fuerza los tirantes, se separó de mí para continuar con mi camisa. Lentamente me eché sobre la cama para admirar su torso desnudo con nada más que el abrigo sobre ella.
Cuando deshizo todos los botones se acercó para besarme con más pasión de la que esperaba, recorrió mi pecho con manos y labios.
Éramos un par de neófitos dejándose llevar, era claro, pero no por eso con menos ímpetu que dos expertos.
Me abandoné dejando a Bella actuar por cuenta propia. Se veía jodidamente sensual haciéndose la experta pero su timidez la delataba.
Se detuvo en las orillas de mis pantalones, entonces supe que era el momento de tomar el control.
—Pareces una diosa envuelta en ese abrigo de piel. Permíteme devolverte al cielo— le susurré.
Hice un giro rápido y ella quedó debajo de mí. Me quité los pantalones y rápidamente la alcancé. Estábamos en igualdad de condiciones, ambos con una sola prenda. Hacía un buen rato que moría por tocar sus pechos y hacia allí me dirigí.
Al primer roce todo mi cuerpo se puso rígido, Bella instintivamente elevó un poco sus caderas torturándome.
Apreté con suavidad uno de sus pezones y llevé mi boca a él, por unos segundo recordé una teoría de un psicoanalista de cuando estudiaba en la facultad, yo mismo participe en un debate sobre la predilección de los hombres por el pecho femenino, sólo que en este momento no recordaba ni lo que dije.
¡Al diablo las teorías psicológicas!
Lo hacía nada más porque era excitante y terriblemente delicioso. Seguí con el siguiente, lo lamí chupé y mordí. La espalda de Bella se arqueó y me humedecí. Respiré un par de veces para calmarme, se suponía que yo llevaba el timón de esto sólo que la marea era más fuerte de lo que imaginaba.
Decidí calmarme un poco saboreando su cuerpo. Empecé con suaves besos en su pecho y vientre, seguí bajando por sus piernas y aproveché para despojarla de su última prenda. El retorno sería mi prueba de fuego. Tomé uno de sus tobillos y le di suaves masajes y húmedos besos, fui subiendo lentamente por la parte anterior de sus piernas, sonreía cada vez que la sentía temblar y moverse con desesperación.
Su olor me dejó extasiado, era de lo más erótico que había olido. Una rara mezcla de rosas y mujer.
Separé sus piernas, al principio se mantuvo rígida pero fue cediendo, se sentía el calor que emanaba, soplé un par de veces en aquel volcán que me llamaba.
Muchos pensamientos se arremolinaron de pronto, miedo, pudor… pero al verla así a mi merced lo único que sentí fue necesidad de ella, quería sentirla de todas las formas posibles, amarla de las punta de sus pies al último de sus cabellos. Respiré una vez más, profundamente y me desaté a mis instintos.
Suavemente empecé a acariciar el centro de esa flor que se abría para mí, primero con mi pulgar, escuché un sonoro gemido lo cual me indicó que iba por buen camino.
Quería que fuera placentero para ella pero no podía negar que hacer esto me gustaba más de lo que esperaba. Seguí con movimientos suaves y superficiales, poco a poco incrementé el ritmo y la intensidad, Bella tenía los ojos cerrados y se contorsionaba de placer, suspiraba y gemía mi nombre. Eso lo hacía insoportable.
Estaba empezando a sentir mucho calor, decidí quitar mi dedo y hacerlo con mi boca. Se levantó de pronto pero sujeté con fuerza sus redondas nalgas para mantenerla en esa posición, tenía que probarla, necesitaba deleitarme con la ambrosía que guardaba.
El sabor era neutro, ni dulce ni salado pero el olor me volvía loco, quise seguir siendo suave a pesar que me urgía succionar con más fuerza. Cuando no fue suficiente aquello empecé a explorarla con mi lengua, suave, delicado, quería grabarme la sensación de cada milímetro de su piel y cada rescoldo de su intimidad. Encontré el umbral de los placeres y me atreví a entrar sabiendo que eso no la dañaría. Tendría que esperar un poco para poder disfrutar a plenitud de este lugar que ahora era sólo mío. ¿A quién engaño? Era más suyo que ella mía. Porque estaba seguro que haría lo que fuera para poder tenerla siempre, toda la vida no sería sufriente para poder llenar mi necesidad de ella.
— ¡Edward!— gritó y apuré mi labor, entraba y salía mientras me apoderé otra vez del pequeño capulí rosado que tanto placer le daba. La sentí temblar y estremecerse, como si estuviera sufriendo un espasmo. Esa era la cima del placer, si, había logrado hacer que llegara al cielo, mi diosa merecía aún más. Yo me encargaría personalmente de llevarla al paraíso cada día.
Me sorprendí cuando sentí un líquido caliente que salía de ella, ya no era insípido, era algo más dulce y su olor más potente aún, no desperdicié el momento y empecé a lamer y a disfrutar de este manjar. Bella aún se retorcía.
Cuando se calmó un poco subí hasta ella.
— ¿Te sientes bien?— pregunté.
—Más… mucho más que bien— sonrió.
— ¿Cansada?— le pregunté cuando vi su frente bañada en sudor. Lamí su cuello y pechos una vez más.
—Algo… ¿qué me haces?— preguntó.
—Experimento, quiero saber qué es lo que te gusta— le sonreí. –Sólo deseo complacerte.
—Pareces un experto…— dijo algo triste. No podía permitir que algo entristeciera a mi musa.
—Sólo improviso, en teoría sé que hacer, he leído muchos libros de medicina reproductiva. ¿Quieres permitirme practicar contigo por favor?— le dije regalándole mi mejor sonrisa.
— ¿Medicina reproductiva?— sonrió. – ¿Soy tu primera práctica?— preguntó algo presumida.
—La primera y la única— dije besándola con frenesí, ya estaba empezando a dolerme el excesivo control en mi miembro.
—Entonces hazlo— dijo cuando me posicioné sobre ella, con el arma desenfundada listo para iniciar las batalla más grande de mi vida, el asalto más importante que haría jamás.
Sí, robarme su inocencia era algo a lo que no tenía derecho pero ella me lo ofrecía. Era realmente afortunado.
— ¿Segura?— alcancé a darle la última oportunidad de huir, después de esto ya no habría marcha atrás, seríamos uno siempre, un fuerte lazo más grande que cualquier otro que se establezca entre dos personas, estaríamos unidos, en cuerpo y alma.
—Si, quiero ser tuya…—dijo levantando sus caderas, sentí algo terriblemente fuerte recorriendo toda mi espalda, parecía que una energía bajaba y subía en mi columna.
Me agarré al cabecero de la cama con tanta fuerza de rompí uno de los adornos de madera tallada. Y ni siquiera había entrado en ella todavía. Un par de bocanadas de aire me tranquilizó y continúe mi labor, me introduje poco a poco y despacio, a pesar que estaba aún muy mojada su cavidad era estrecho y parecía no ceder fácilmente. Seguí mi ritmo de entrada y salida mientras la iba mojando con mis propios fluidos. Se agarró a mi cuello. Me volvía loco cuando me llamaba entre gemidos. Sus caderas también empezaron a seguir mi ritmo a cada vaivén sentía que me introducía un poco más. Sentí un tope, como algo que no podía pasar, una barrera infranqueable. Debía ser rápido para no causarle excesivo dolor y me preguntaba si la merecía.
¿Merecía que me entregara parte de su vida, sin nada que ofrecerle? ¿Sin un futuro?
Por primera vez ansié ser un hombre de bien como Carlisle soñaba, haber terminado mi carrera y poder ofrecerle una casa, una vida.
Me retiré un poco y arremetí velozmente, Bella se congeló, tenía los ojos cerrados y por su rostro parecía sufrir. No pude evitar quedarme quieto y sentirme mal. Esperé a que me dijera algo, pero seguía estática.
— ¿Amor? Bella ¿duele mucho? Dime algo ¿Quieres que me retire?— pregunté algo asustado.
—Shhh, cállate. Dolió un poquito pero siento algo más intenso— dijo empezando a mover sus caderas nuevamente. Otra vez me moví con algo de temor, no quería causarle más dolor.
—Oye León— me miró con sensualidad. —Demuéstrame que eres el rey— dijo sonriendo.
Así que estas teníamos, me estaba retando. Pequeña pilluela.
Empecé a moverme con más ganas cada vez que llegaba al fondo de su ser ella chillaba, empecé a emitir sonidos algo animales también, el placer aumentaba con cada nueva intromisión. Recargué todo mi peso en ella y empezamos a movernos de forma descontrolada, casi saltaba de arriba abajo mientras sus piernas envolvían mi cintura, la tomé de las nalgas y elevé un poco su entrada, el placer fue indescriptible, me había introducido hasta el fondo, sentía que tocaba su vientre. Pronto llegaría también al cielo porque las arremetidas parecían llevarme al borde de un abismo del cual ansiaba saltar.
Bella emitió un grito muy fuerte y empezó a temblar nuevamente fue lo que necesité para ser lanzado de la tierra y dejarme arrastrar a la cima del mundo, nunca había sentido algo así antes y vaya que había tenido muchos riesgos y persecuciones. Nada se comparaba con esto.
Cuando, poco a poco fui regresando a este mundo, me di cuenta que tenía a Bella envuelta en mis brazos y ella se sujetaba a mi espalda. Poco a poco me soltó y se dejó caer, parecía cansada.
Salí de ella y con mucho cuidado le hice un lugar entre mis brazos, gustosa se acomodó y buscó su lugar allí.
— ¿Vendrás conmigo?— le pregunté hundiendo mi nariz entre sus cabellos.
—Al fin del mundo— sentí que sonreía. –Sólo me gustaría terminar de estudiar, me falta muy poco— pegó su oído a mi pecho.
—Cierto, debes terminar la universidad. Te ayudaré en todo lo que pueda. Pero quiero tenerte conmigo todas las noches— le pedí.
— ¿Quieres que me mude contigo?— soltó una carcajada cuando deslicé mis dedos por sus espalda.
—Sí. Es lo que más quiero. Estar contigo todo el tiempo— le confesé.
—Claro, cuando no estés asaltando un banco… me siento como si estuviera rompiendo todas las reglas que he aprendido— suspiró
—Me pasó eso al principio pero ya lo superé— dije acomodándome de lado para poder mirar sus ojos. Teníamos una conversación pendiente.
—Edward… ¿Nunca has pensado dejar eso? Si es por el dinero…
—No necesito dinero, no es por eso que lo hago…
—Cuéntame porque— pidió.
Ahora era mi mujer y había dicho que me seguiría al fin del mundo. Lo menos que merecía es que sea sincero.
—Odio el sistema, los bancos, los seguros, la industria,… todo cuanto hace que los más débiles sufran— confesé
— ¿Has tenido una infancia dura?— preguntó.
—Algo así, mi padre murió cuando era niño…mi madre cuando fui adolescente, ambos fueron acusados de estar ebrios, el banco me quitó todo.
— ¿Y creciste en las calles?— seguramente pensaba que era un resentido social…un rebelde… bueno eso era en realidad. Qué lío.
—No. Fui adoptado por una pareja.
—Tu apellido…Masen…
—Fue mi primer apellido, ya no me llamo así.
—Tengo algo que decirte… es complicado…
—Trataré de entender— le sonreí. No podría ser algo tan malo.
—Jacob Black…— titubeó al mencionar ese nombre. Era nuevo jefe de policía, un joven que aseguraba por la radio que personalmente me llevaría a prisión. No tenía idea que mi Bella lo conocía.
— ¿Qué hay con él?— pregunté tratando de no parecer preocupado.
—Es mi mejor amigo…— confesó. Oh no, problemas.
—Cielos. Eso si es complicado. Teóricamente es mi enemigo— traté de sonreírle y parecer que no me importaba.
—Trataré de no verlo. Además… creo que él tenía otras intenciones conmigo— parecía culpable al decirme eso. ¿Otras intenciones? ¿Con mi mujer? Bueno técnicamente recién era mía.
— ¿Qué?— pregunté enfadándome.
—Quiere… quiere casarse… conmigo. Me lo propondrá mañana— podía jurar que se sonrojó. El tipo la quería como su esposa. Y yo como un hombre cualquiera voy y la hago mía.
—Ahora si es mi enemigo— bufé
— ¡No! Si le haces daño nunca te lo perdonaré— gritó.
—Bella somos enemigos…— ya no sólo era el jefe fanfarrón de la policía, también era un rival que ponía en peligro todo mi mundo, sin Bella no me importaría pasar el resto de mi vida en prisión.
— ¿Yo que tengo que ver con eso? Yo no voy a tomar partido, ni por los asaltantes ni por la policía. Tu sabes a lo que te enfrentas cada vez que asaltas un banco, tal vez te parezca que vas contra el sistema pero sigues siendo un criminal…— se tapó la boca al darse cuenta de lo que decía.
¿Un criminal? ¿Eso era para ella? Nunca me vería como a un hombre digno.
— ¿Eso soy para ti?— le pregunté muy dolido por sus palabras.
—No, no... Tu no… yo…para mí eres… Edward… el hombre que…
—Asalta bancos, va contra la ley y matará a tu mejor amigo si se atraviesa en mi camino…
— ¡No! Eres el hombre que amo, al que me he entregado. No me importa lo que haces… yo… sólo quiero estar contigo— me dijo sollozando.
La atraje de inmediato hacia mi pecho abrumado e impactado por sus palabras. "El hombre que amaba" sonaba tan bien.
Sí, porque ya la amaba.
Empecé a darle besos en su hombro. Busqué su mirada, había derramado un par de lágrimas
—Yo… también te amo…— le confesé.
Me abrazó con fuerza y estuvimos así un buen rato.
—¿Edward?— dijo bostezando.
—Si amor.
—Mañana tengo una práctica importante a medio día. ¿Puedo dormir un poco?— me pidió.
—Si cariño, duerme, yo cuidaré de ti. Mañana seguiremos hablando— le di un último beso en la frente antes de acomodarnos y hundirnos en las cobijas.
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BELLA POV
No siento culpa alguna. El haber entregado mi virginidad a Edward, es algo de lo que jamás me arrepentiré. Estoy segura de amarlo... aunque los conozco hace poco, es como si supiera lo que él siente. No necesita palabras para decirme las cosas.
Tenía los ojos cerrados recordando detalles de lo que pasó anoche, sentía aún nuestras piernas entrelazadas y los latidos de su corazón. De pronto me dio un beso en la frente.
—Te quiero— susurró. Me estremecí, vagamente recordaba haberle confesado que lo amaba y él me había dicho lo mismo. Pero verlo a los ojos iba a ser difícil.
–Sé que estás despierta, podría pasarme así el día entero, sabes— sentí su risa y sus besos en mi coronilla. Decidí hacerle frente.
—Buenos días— le sonreí.
—Muy buenos— me besó en la punta de la nariz.
— ¿Qué hora es?— pregunté.
—Nueve de la mañana señorita perezosa— sonrió.
— ¡Rayos! Tengo que ir a casa por mis apuntes, repasarlos y estar lista para la práctica de hoy…— le solté.
— ¿Qué práctica?
—Derecho penal, estamos haciendo una práctica sobre… ti— esto era embarazoso, hace una semana no tenía importancia hacer de fiscal en un supuesto juicio a un asaltante de bancos. Ahora parecía tan difícil.
— ¿Me estudian en tu facultad? Entonces no necesitas repasar— soltó una carcajada.
—Es que yo… se supone que… debo… acusar…soy la fiscal— confesé. Él se rió de buena gana.
—Pues es fácil. "El acusado ha violentado el sistema, ha trasgredido las normas y las leyes de esta sociedad, es una amenaza y un enemigo público. Señores del jurado exijo que sea encarcelado de inmediato. Estas son la pruebas que demuestran sus delitos"— dijo totalmente divertido imitando la voz de un auténtico fiscal. No podía creer que se estuviera burlando de sí mismo.
— ¿Cuales pruebas?— pregunté muy intrigada olvidando su discurso.
—Pues les muestras una cinta de video, han puesto cámaras de seguridad en los bancos— no sabía ese detalle, lo tendría en cuenta.
—Edward… eso es muy peligroso, podían reconocerte, acusarte…— casi rompí a llorar.
—Tranquila, las películas tomadas con tanto movimiento son borrosas, además nunca me quito el sombrero. Y no tardamos mas de 2 minutos dentro de ningún banco— dijo muy orgulloso.
—Pero… pero… la policía, van a doblar la vigilancia… Jake…
—Otra vez ese…— murmuró entre dientes. –Pues que tu sabueso venga tras de mi si quiere, tendría que estar en cada banco de Chicago, a todas horas, ese es el factor que tengo a mi favor, la sorpresa. No le tengo miedo al perro de la policía— dijo algo molesto.
—Tengo miedo por ti— confesé.
—Sólo un asalto más y desapareceré por un tiempo— acarició mi rostro. ¿Se iría lejos? Pareció entender mi preocupación.
—No me iré, no sin ti. Esperaré a que termines de estudiar y haremos un viaje ¿Quieres venir conmigo a Miami?— abrí la boca como una tonta, lo más lejos que había llegado era Ohio. –Tomaré eso como un sí. Ahora te llevaré a tu casa, por tus cosas. Quiero que esta misma noche te mudes conmigo. Te ayudaré a estudiar, prometo que me portaré bien. ¿Sí?— No podía creer que este portento de hombre me estuviera pidiendo de forma tan linda que me mudara con él.
—Pero… mis amigas… yo vivo con Rose y Alice— me quejé.
— ¿No quieres estar conmigo?— me miraba serio.
—Si, claro que sí. Es que no sé mucho de ti— dije avergonzada.
—Bueno, soy Edward… Cullen para todo el mundo. Me dedico a los bienes raíces. Tengo algunas propiedades en otros estados, compro y vendo autos. Dejé los estudios de medicina hace algún tiempo.
— ¿En serio? ¿Por qué?— pregunté muy intrigada.
—Porque no era lo mío— me sonrió. —Creo que fui impulsivo, me gusta ayudar a la gente pero decidí actuar de otra forma— no dijo nada más, sé que con el tiempo se abriría más conmigo, me contará detalles de su vida.
—Mis amigas se sorprenderán mucho cuando se enteren— murmuré
—Pues es mejor que nos apuremos y me las presentes. Después de ti— dio me dijo señalando una puerta seguramente del baño. Me levanté y obedecí mientras trataba de elucubrar los argumentos más rebuscados para decirles a mis amigas que me mudaría con Edward.
Llegamos a casa y afortunadamente no había nadie, saqué varios cuadernos y un neceser con artículos de aseo. Vendría a recoger mis cosas después de clases y sola.
— ¿Es todo?— preguntó mientras cargaba mi bolso.
—Sí. Estaba pensando que es importante una charla de chicas primero. No puedo irme así de pronto, ellas me han apoyado mucho, prácticamente vivo aquí de gorra. Les doy muy poco para el alquiler porque mi sueldo como acomodadora es muy bajo— traté de explicarle.
—De acuerdo. Me llamas en la noche para que venga por ti. Responderé a cada una de las preguntas de tus amigas… solo… inventa algo, no les digas a qué me dedico— me miró pensativo.
—Claro— me encogí de hombros y salimos.
Me llevó hasta la universidad y nos despedimos.
—Edward… me gustaría… conservar mi trabajo— estaba segura que me diría que no pero tampoco quería vivir a costa suya.
—No. Ese lugar no es bueno. No necesitas el dinero— dijo con muy serio.
—No quiero ser una mantenida— le dije sin pensar.
—Puedo conseguirte otro empleo si deseas trabajar—
—Quisiera… ya sabes, terminar la semana, dejar el empleo como es debido— sentí su abrazo.
—Está bien, no puedo negarte nada— Tocó mi mejilla y mi corazón se desbocó. –Sólo… mantente lejos de las personas indebidas en ese local— me dio un suave beso.
¿Personas indebidas?, debía referirse a la golfa de lujo que siempre quiere con él. Esa… ahhh estoy celosa. Le sonreí y bajé del auto.
—Adiós guapo— le dije sonriendo. Me devolvió la sonrisa pero luego otra vez la seriedad regresó a su rostro.
—Bella ¿Vas a cenar hoy con tu amigo?— se notaba que hablar de eso le molestaba.
—Tal vez, no te preocupes le pondré todo en claro. Ven por mí a la salida de mi trabajo— no le di oportunidad de replicar y entré a clases.
Durante mi presentación en clases la ayuda de Edward me sirvió mucho, rápidamente gané el juicio pero muy en el fondo esperaba que la vida jamás me pusiera en esa posición, no podría acusar a Edward, no podría condenarlo. Él era mi vida.
—Pensaba que te habían raptado. Tienes que contármelo todo, por favor— rogaba Alice dando saltitos.
—Es… una larga historia. Su nombre es Edward y pues, somos…— ¿Qué rayos éramos? Oficialmente hablando.
—Si has pasado la noche con él pues es más que tu amigo. ¿Quién lo hubiera creído? Por Dios, Bella, si que te has soltado las trenzas— se veía muy feliz, me ahorré el darle detalles porque apareció la calavera de alquiler.
— ¿Ayer te fuiste sin avisar y te presentas ahora como si nada? Mi hermano quiere hablar contigo. Ve a su oficina— me miraba de arriba abajo.
—Si, es mejor que hable con el dueño del circo— le dije sosteniendo su mirada. Hoy no me iba a dejar humillar, Tanya ya no tenía ese poder sobre mí.
Caminé hasta llegar a la oficina de Eleazar Denali. Toqué y de inmediato me abrió.
—Hola Bella, pasa. Te han enviado esto— me indicó un precioso arreglo floral sobre su escritorio.
—Gracias. Señor Denali, venía a excusarme por mi conducta de ayer. Quisiera terminar la semana de trabajo si me lo permite— le dije acercando a tomar la tarjeta que traía el arreglo, trataba de permanecer seria pero estaba muy contenta.
—Nada de señor, soy Eleazar. Edward me llamó para explicarme, no hay problema, quédate el tiempo que quieras, puedes irte más temprano si lo deseas coordina con tu compañera para eso— me sonreía, guardé la tarjeta en mi bolsillo y tomé mis flores.
—Gracias, me quedaré hasta el sábado— aseguré.
—Prepararé tu cheque entonces, que tengas un buen día— me sonrió y salí de allí muy contenta.
—Por lo visto también convenciste a mi hermano pero conmigo no vas a poder— Tanya me había cerrado el paso.
—Solo vine a hablar de trabajo, si me permites, mis flores necesitan agua— traté de pasar pero choqué contra ella.
—Mira insignificante, puedo hacer que te echen así— dijo tronando los dedos.
—Has lo que quieras de todas formas no pienso seguir trabajando mucho tiempo, me iré pronto.
—Te lo voy a decir una sola vez ¡Aléjate de Edward!— casi me tenía contra la pared.
—Puedo alejarme de él pero no creo que él quiera alejarse de mí. ¿Y sabes qué? Baja de tu nube porque no te tengo miedo. Grábate bien esto: Edward y yo somos pareja ahora. Así que no me vengas con que él es tuyo porque nunca lo ha sido ni lo será ¿Te quedó claro?
—Ten cuidado mocosa, te falta mucha experiencia para dártelas de mujer—se veía dolida.
—En eso tienes razón nunca tendré toda tu experiencia— la hice a un lado y regresé a mi lugar de trabajo.
Alice estaba feliz, cada que teníamos un par de minutos libres me preguntaba por Edward, cuando le dije que me mudaría con él se quedó sin habla.
—Sé que estás enamorada Bella y no dudo que él lo esté de ti, solo que… no sé. Es como si… olvídalo— se giró y empezó a escribir algo.
—Vamos Alice, dímelo— le pedí.
—Ten cuidado. Presiento que van a pasar muchos problemas— se encogió de hombros.
— ¿Problemas? ¿Dónde?— casi salto del susto, escuché la risa suave de Jake. Rayos, esto sería difícil.
—Hola Jake, no es nada— le devolví la sonrisa.
— ¿Lista?— preguntó ansioso.
—Si vamos— tenía que explicarle mi situación.
Entramos en el restaurante y pedimos la cena.
—Bella, quería decirte, bueno creo que sabes que voy a decirte… eso lo hace más difícil—estaba algo avergonzado, respiró profundamente y aproveché para adelantarme.
—Yo también tengo algo que decirte Jake, es importante— sonreí. –Tengo novio— le solté de pronto, su linda sonrisa se esfumó y me miró sorprendido.
— ¿Novio? ¿Desde cuándo? ¿Lo conozco?— su mandíbula se tensó.
—No lo conoces, apenas hemos iniciado nuestra relación. Su nombre es Edward— traté de sonar casual.
—Entonces está demás lo que tenía que decir— murmuró. –Pues me parece bien, espero que sea digno de ti. ¿A qué se dedica?—
—Bienes raíces, viaja mucho— no debía entrar en detalles.
— ¿Edward qué?— preguntó
—Edward Cullen.
— ¿Cullen? Cullen, Cullen. Ah sí, el nuevo director del hospital de Chicago se apellida así— No respondí no quería entrar en detalles. —Entonces ¿es serio?— hacía esfuerzos por parecer tranquilo.
—Si, es serio. Me mudaré con él—desvié mi vista hacia los camareros.
— ¿Qué? ¿Sin casarte? ¿Estás loca?—ahora si estaba molesto.
—Soy mayor de edad, sé lo que hago— repliqué.
—No, no creo que lo sepas. ¿Qué te ha pasado? Ese hombre te ha trastornado—gritó.
—Se llama "amor" Jake, discúlpame pero debo volver al club, Edward pasará por mí.
—Pues vamos, quiero conocerlo— se levantó.
— ¡No!— grité. –No es necesario, no tienes porqué.
—Si que lo es. Eres mi mejor amiga y no tienes familia. Al menos debo ver con qué clase de tipo piensas mudarte— pagó la cuenta y aunque refunfuñé me acompañó.
Cuando llegué Alice me hizo señales. Edward estaba en una mesa con Emmett, su "socio" quien se veía embobado mirando a Rose cantar. Apenas me vio, Edward se acercó a mí.
—Te estaba esperando— me dio un abrazo, le correspondí olvidándome del mundo Lo había extrañado.
—Hola, soy Jacob Black— escuché decir a mi lado, mi amigo escrutaba a Edward.
—Edward Cullen, mucho gusto—se presentó.
— ¿Eres pariente del director del hospital?— preguntó Jake.
—Es mi padre.
— ¿Tu padre? No sabía que tenía un hijo.
—Estamos algo distanciados.
— ¿Por qué?— Jake se estaba extralimitando en preguntar.
—No creo que eso sea relevante— me miró y sonrió. –Vamos a bailar amor— tomó mi mano y me llevó a la pista de baile.
—Tu amigo es demasiado curioso— apretó más mi cuerpo y me estremecí.
—Sólo quiere asegurarse que estaré bien.
—Vas a estarlo, no dejaré que nada malo te pase, cuidaré de ti.
—Lo sé. ¿Nos vamos?
— ¿Impaciente?— preguntó tomando el lóbulo de mi oreja, me humedecí.
—Debemos pasar por mi casa. Ya sabes, mis libros, mi ropa.
—Sólo libros. Mañana podemos ir a comprarte ropa.
—No, no puedes gastar…
—Shh, déjame hacerlo, eres mi mujer, sólo quiero que tengas lo mejor.
—Pero es que…
—No me contradigas, hazme feliz. Vámonos ya, ahora yo soy el impaciente— tomó mi mano y salimos.
Fueron las noches más felices de mi vida, Edward me hacía el amor ardientemente, hacía suyo mi cuerpo así como mi alma.
Era muy precavido y a veces... bueno, no se venía dentro de mí, su amigo el grandote le había dado muchos consejos al respecto y algunos detalles que me avergonzaban pero poco a poco iba teniendo más confianza en la intimidad.
Me había enamorado tanto, odiaba pensar que algo malo nos pasaría, me asustaba que lo atraparan.
Había pasado casi un mes desde que nos conocimos, no habían asaltado ningún banco porque al hacerlo dejarían la ciudad un tiempo y Edward no quería marcharse. Pero sus amigos estaban algo molestos, necesitaban dinero.
A pesar de mis negativas, Edward me había comprado mucha ropa, Alice lo adoraba pues los fines de semana me llenaba la cartera de dinero y me enviaba con mis amigas de compras.
Yo había dejado definitivamente el trabajo en el club, ahora me dedicaba de lleno a la universidad y a practicar en el bufete Weber, hasta me pagaban ya que estaba allí 6 horas.
Una noche Edward estuvo muy ardiente, me hizo el amor como si se estuviera despidiendo, se movía con frenesí a pesar de ser tierno.
—Te sucede algo— le dije antes de dormirnos.
—Si preciosa. Mañana tenemos un trabajo— confesó.
— ¿Un asalto? Edward, por favor…— quería rogarle que no participara.
—Tranquila, está todo planeado. Saldrá bien, lo prometo. No vamos a demorar nada. Pero si algo pasara, es sólo una medida preventiva… No regreses aquí. Yo iré a buscarte a tu trabajo pero si no llego te vas a casa de tus amigas. ¿Entendido?— el corazón se me aceleró.
— ¿Si algo pasara? Entonces no estás seguro…— empecé a llorar.
—No amor, no— me abrazó con fuerza. –Bella, no te pongas así. Antes, no me importaba, entraba y salía de los bancos sin temor porque no tenía nada importante en mi vida, jamás hice planes alternativos. Ahora todo lo que temo es no volver contigo, seré más cuidadoso te lo prometo— volvió a acogerme entre sus brazos, no podía evitar seguir llorando.
— ¿Y si no vuelves? ¿Por qué haces esto? No necesitas el dinero, tú mismo me lo dijiste— le reclamé.
—Los chicos ya se han gastado su dinero, están cada día más intranquilos, no les hace bien la espera, lo he alargado mucho y he tenido tiempo suficiente de planear un buen golpe.
— ¿Te irás después?— era lo que más temía.
—La mayoría abandonará la ciudad en esta semana, Emmett, Jasper y yo lo haremos el lunes que viene— seguía frotando mi espalda.
— ¿Me vas a dejar?
—No mi amor, jamás. Quiero que vengas, ya te dije que iremos a Miami.
— ¿Y mis estudios? No puedo ir contigo. ¡Me vas a dejar!— tenía tanto miedo que esto fuera un adiós.
—Tengo todo planeado. Yo viajaré con los chicos y el siguiente fin de semana nos alcanzas allá, te compraré boletos de avión, estarás conmigo tres días y luego regresas.
—Sólo serán visitas, ya no estarás conmigo.
—No amor. Harás eso un par de semanas más y luego regresaremos aquí. Los chicos estarán bien un par de meses con lo que obtengamos hoy y habrás acabado la universidad.
—Edward, no pienso vivir así. No me importa lo que hagas pero no quiero estar siempre con el corazón en la mano cada vez que asaltas un banco. No lo resistiré.
—No, claro que no. Son mis últimos asaltos. Luego de Miami regreso contigo definitivamente. Jasper será su nuevo jefe, viajaré eventualmente a ayudarles con la los planes previos pero no volveré a participar en nada. Quiero vivir contigo— lo abracé tan fuerte que me dolieron los brazos.
Estaba feliz, pronto terminaría todo y podríamos estar juntos para siempre.

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