03 febrero 2013

Cap 33 Jardinero


CAPÍTULO 33

TE AMO TANTO

El bus salió pronto, sentí un gran alivio, respiré profundamente para calmarme. El doctor había dicho que los sobresaltos le hacían daño al bebé.
Hacía tanto frío, tal vez debía pedirle al chofer que pusiera la calefacción. Caso temblaba.
Estaba a punto de levantarme de mi asiento cuando de la nada un auto plateado pasó a nuestro lado y empezó a maniobrar contra el autobús. Tal vez era un asalto, o una persecución.
Nos movimos bruscamente y pronto fuimos perdiendo velocidad. El autobus se detuvo por completo, ya estaba de pie para preguntar qué pasaba.
Miré hacia delante, el mismo auto plateado estacionado en medio de la carretera impidiéndonos avanzar. ¿Qué rayos?
—¿Sucede algo?— pregunté cerca del conductor.
—Algún loco. Voy a llamar a la policía, tranquila señorita, siéntese— me indicó.
Estaba tan nerviosa que apenas pude sentarme en un asiento cercano, el autobús no iba lleno. Rezaba porque no fueran ladrones, esos tipos asaltantes de carreteras de los que hablaban las noticias. O peor, secuestradores.
Escuché abrirse la puerta y recargué mi peso en el asiento, me dolía un poco la cintura, debía ser el peso extra, ya había subido casi 4 kilos, creo que es demasiado para los escasos 4 meses que tengo de embarazo pero siempre tengo hambre y hoy no había almorzado bien, ni cenado todavía. Mi estómago gruñía y el viaje sería largo.
Ojalá el autobús se detuviera más adelante en algún restaurante o en un macdonalls… no, apenas tenía para una hamburguesa barata.
Escuché gritos fuera, alguien aporreaba la puerta. Me levanté nuevamente pero no podía ver nada, los demás pasajeros me tapaban la ventana que daba a la gresca.
La puerta se abrió y alguien subió al autobús. Los gritos cesaron, esperaba que todo se haya arreglado y continuar con el viaje.
—¡Bella!— casi grito del susto. Era la voz de Edward. —¡Bella!— escuché que avanzaba, me agazapé en el asiento vacío.
Mi corazón latía muy aprisa y sujeté mi pancita para calmar a mi bebé que debía estar igual de asustado que yo. Me había encontrado. Esa Tanya le dijo.
—Bella… amor— escuché muy cerca de mí. Me atreví a levantar la vista. Era mi Edward, era él. Estaba diferente. Bien vestido pero con unas ojeras muy notorias. –Ven conmigo— me ofreció sus brazos.
¿Había venido por mí? No, debía ser que Tanya le contó de mi embarazo, sólo debía estar interesado en su hijo. De todas formas tenía derecho a él. Yo no podía impedírselo. ¿Y si quería quitármelo?
Le di una de mis manos con temor. No quería mirarlo porque empezaría a llorar, ya llevaba horas tratando de contener el llanto. Me levanté lentamente hasta ponerme de pie, él me ayudó con suavidad. Pasó una mano por mi espalda tratando de abrazarme. Me alejé, no quería que notara mi pancita.
—¿Porqué huyes de mi? Perdóname amor, perdóname por favor— decía mientras me abrazaba y besaba mis cabellos. Sonreí un poco mientras mi me acurrucaba en su pecho.
—¡Joven tengo un horario que seguir!— escuché reclamar al conductor del autobús.
—Sí, gracias por su comprensión, ya nos bajamos— dijo él, siempre educado con todo mundo.
Me tomó de la mano y suavemente me hizo descender. Afuera hacía mucho frío, ya había oscurecido y no tenía idea de donde estaba.
Edward me acomodó en aquel automóvil. Se subió con rapidez al asiento del conductor y salimos de allí muy rápido. Yo todavía no había dicho ni una palabra, todo había pasado de prisa pero empezaba a sentirme extrañamente feliz.
Algunos kilómetros más allá, estacionó el auto y se giró a mirarme. Estaba llorando.
—Nunca podré pedirte perdón las suficientes veces, todo este tiempo he querido lanzarme por un barranco por lo que te dije aquel día…— la sola mención de eso me estremeció, yo no podría vivir si él ya no estaba. De alguna manera siempre deseé que viniera por mí.
—No digas eso…— dije apenas.
—Necesito tu perdón Bella, me pondría de rodillas en este momento si no fuera por la posición en que me encuentro— me miraba desesperado, sus ojos húmedos me hicieron llorar a mí.
—Yo también me porté mal, siempre fui mala contigo… tenías razón para no creerme— dije recordando todas las veces que lo había usado para mi satisfacción personal. Todos los desprecios que le hice y la forma como rompí con el por orden de mi padre.
—No… debí haberte escuchado, no sabía que me dijiste aquello en casa de los Mallory porque tu padre te había obligado… ni que te bajaste del avión… ni que intentaste vender todas tus cosas por mí… perdóname…
—Olvídalo…— temblaba esperando el momento en que me reclamara lo del bebé.
—¿Entonces sí me perdonas mi Bella?— tomó mis mejillas para besarme pero lo esquivé. Parecía tan ensimismado en pedirme que lo perdonara que no decía nada de nuestro hijo. –Sé que te hice mucho daño y que tal vez jamás me puedas perdonar pero te prometo… no… te juro que dedicaré mi vida a ganarme tu perdón— se oía tan desesperado.
Quise arrojarme a sus brazos, sus palabras eran como una cura milagrosa a mi dañado corazón.
—No hay nada que perdonar. Sólo… quiero… una hamburguesa— mi pancita ya no resistía el hambre. Nada más imaginarme unas papas fritas se me hacía agua la boca, Edward me miró confundido y entendí todo. Tanya no le había dicho sobre el bebé. Entonces, ¿Vino por mí? ¿Sólo por mí?
—Siempre me sorprendes amor. Te llevaré a algún buen lugar, te ves pálida, debes tener hambre. ¿Te alimentabas bien?— preguntó preocupado.
—Si— dije apenas. Tenía mucha confusión en mi cabeza, todo eso mezclado con un hambre voraz. Debían ser las hormonas. Estas locas hormonas que me hacían llorar por todo y tener antojos ridículos.
Llegamos a un restaurante de comida rápida, no encontramos nada mejor en esa carretera. Edward pidió dos órdenes y salimos con rumbo a Forks. Me revolvía en mi asiento, últimamente había pensado mucho en papá, lo extrañaba a pesar de todo. Quería preguntarle por él pero no me animaba.
En menos de una hora llegamos a la casa de los Cullen, me estremecí. No quería que me vieran así. Estaba desarreglada, el embarazo me había sentado fatal, creo que no me parecía mucho a la Bella de meses atrás. Alice diría que estoy fatalmente vestida y mi cabello había perdido brillo, además se me caía mucho últimamente.
—¿Prefieres ir a nuestro lugar?— preguntó Edward. Lo miré y asentí.
Me obedeció y volvió a encender el auto. Llegamos, Edward estacionó muy rápido, tal y como Emmett lo hacía, no había duda, era un Cullen. Igual que mi bebé, me preguntaba si sería idéntico a su padre.
Edward abrió mi puerta, me ayudó a bajar pero evité que me abrazara, no quería que sintiera mi vientre todavía. A simple vista no se notaba pero si me tocaba lo sentiría.
Subimos las escaleras tomados de la mano.
—Quise dejar la habitación pero me traía muchos recuerdos, por eso todavía duermo aquí algunas noches— dijo cuando prendía las luces.
Todo estaba tal cual lo dejé. Incluso nuestra foto sobre el velador.
Y algunas ropas mías donde seguro ya no entraba.
Edward me atrajo otra vez hacia él y lo rechacé con un ágil movimiento.
—Aún no me perdonas— dijo con tristeza. Me senté en la cama sin decir palabra, no sabía cómo empezar a contarle. Cuando me fui no sabía lo del bebé. No quería que creyera que no lo quería cerca de nosotros o que pensé en alejarlo de su hijo.
Se arrodilló delante de mí, mis ojos se abrieron más de la cuenta.
—Bella, sé que te hice demasiado daño, sé que no quise oírte, que fui un completo idiota. Te pido, no, te suplico que me perdones, que me permitas enmendar mi error. Viviré para hacerte feliz, si tú todavía me quieres claro— su voz se quebró, ¿Edward dudaba de que lo quisiera? No podía amarlo más.
—No hay nada que perdonar Edward, creo que yo me precipité al irme de esa forma…
—No amor, te hice daño y nunca me lo perdonaré— otra vez trató de llevar sus manos a mi cintura y me levanté de golpe. Debía decirle de una vez antes que se dé cuenta por sí mismo.
—¿Ya no me amas Bella?— preguntó mirándome con seriedad.
Valor Bella, sólo dile que va a ser padre.
—Edward… yo, tengo algo que decirte… cuando estaba en Port Ángeles...— empecé titubeando.
—¿Conociste a alguien?— preguntó caminando hacia una silla. La tomó y se sentó frente a mí. Yo había vuelto a posarme en la cama.
—Bueno, hice algunos amigos pero eso no es lo que quería decirte… mi salud no era la mejor y fui al hospital, el doctor Uley fue muy amable…
—¿Un médico?— ay ya me estaba fastidiando que no me dejara terminar.
—Sí, un médico, lo necesitaba para…
—¿Para qué necesitabas un médico? Yo te buscaba como loco, fui a Seattle, a Chicago, hasta viajé a Londres a buscarte— era la primera vez que veía furioso a Edward y me gustó. Siempre había sido tan dulce, creo que de ahora en adelante aprendería a verlo de otra forma. Como alguien que podía protegerme y a quien respetar.
—Necesitaba un médico para que me realizara una prueba de embarazo— su mirada cambió de pronto.
Y sus ojos volaron a mi pancita.
Tomé sus manos y las coloqué en mi pequeño y duro vientre.
Edward no salía de su asombro. Con lentitud movió sus manos hasta llegar a mi cintura y atraerme a su pecho. Esta vez no lo rechacé y me aferré a su cuello, necesitaba escuchar su corazón.
—Bella… porque… debiste haberme dicho… yo no lo sabía— murmuraba frotando mi espalda.
—Tenía miedo, que sólo quisieras al bebé y no a mí— empecé a sollozar.
—Eso jamás pasará, siempre, siempre será lo que más ame en la vida— buscó mis labios y nos fundimos en un desesperado beso. Lo había necesitado tanto, estaba tan feliz de volver a estar entre sus brazos.
El deseo se encendió como la pólvora, en segundos tenía las manos de Edward recorriéndome.
—Edward, te extrañé mucho— susurré.
—No tanto como yo— nos separamos, acarició mi rostro, todavía respirando con dificultad. –Entonces vamos a ser padres… un hijo…— sonrió.
—¿Te alegra?— pregunté.
—No tienes idea de cuánto… pero ¿Pensabas irte sin decírmelo? ¿Pretendías seguir huyendo sin que yo supiera nada?— me reprochó.
—Edward, tenía miedo— me quejé haciendo un puchero.
—¿Cómo puedes temerme, si sabes que te amo tanto?— volvió a besarme. Lentamente, con devoción, cómo sólo él sabía hacerlo.
Traté de decir algo pero no pude. Edward estaba demostrándome cuanto me amaba. Lo podía sentir no sólo en sus caricias, en su respiración y en las dulces palabras que me decía.
No quería pensar en que haríamos más adelante ni las decisiones que ibamos a tomar, confiaba en el futuro y tenía muchas esperanzas ahora.
Todo mi mundo había cambiado, por completo. Un año atrás mi máxima preocupación sería mi Ipod y una buena manicure. Ahora tenía a alguien que amaba y por alguna increíble razón él parecía más enamorado que yo. Esperábamos un hijo, lo cual me asustaba un poco, pero al lado de Edward no tenía miedo de nada.
Es cómo si pudiese enfrentar todo lo que esté por venir.

0 comentarios:

Publicar un comentario