03 febrero 2013

Epílogo Jardinero


EPÍLOGO

EL AMOR VERDADERO NO TIENE FINAL

—Vamos amor, sólo un esfuerzo más— Edward se veía tan dulce tomando mi mano mientras nuestro hijo nacía. Si no me estuviera doliendo tanto le pediría un beso. Ahora sólo tenía las uñas clavadas en sus brazos mientras trataba de no chillar. Y a él parecía no importarle las profundas marcas que le estaba dejando.
Tomé aire, tratando con todas mis fuerzas de pujar… y de no gritar. Ay maldita sea, Edward dice que no se debe maldecir pero esto duele como… no debo decir palabras soeces.
—Eso es, lo tenemos. Lo ha hecho muy bien Bella. Señorita Young hágase cargo del bebé— la voz del doctor Uley, o Sam como quería que lo llamara, sonaba tranquila.
— ¿Qué fue?— pregunté mirando a Edward. Al fin había dejado de sentir esa dolorosa sensación de estar partiéndome en dos. Estaba sudada, despeinada y muy cansada pero no podría pegar un ojo sin saber si mi bebé era un él o ella.
— ¿Sam?— preguntó Edward.
—Es una hermosa niña— podía sentir la sonrisa en su voz.
Una niña, una hija mía y de Edward. Recosté mi cabeza en la almohada muy feliz.
— ¿Amor estás bien?— escuché alarmarse a Edward y abrí los ojos para darle tranquilidad a pesar que el sueño me ganaba.
—Sí, estoy bien, sólo algo cansada.
—Lo sé, eres grandiosa… te amo— me besó, quise continuar con aquello pero entonces escuchamos un gran chillido que hizo que nos separáramos y sonriéramos. Nuestra hija tenía mucha fuerza.
—Se oye tan llena de vida— murmuré.
—No veo la hora de llevármelas a casa— volvió a darme otro beso, pensé en el rostro de felicidad que tendría Esme cuando lleguemos. Viviríamos con ellos mientras reuníamos capital en el nuevo proyecto de decoración que habían iniciado Edward y su madre. Por ahora él estaba asistiendo a una escuela de paisajismo y le iba bastante bien.
Los ojos se me cerraban, apenas era consciente que estaban terminando de asearme.
—Aún no debe dormir señora Bella, aquí le traigo a la pequeña. Necesito el nombre para escribirlo en su muñequera— Emily, la novia del doctor Sam me alcanzó aquella cosita rosada envuelta en una cobija. Era adorable, tenía los ojos abiertos y miraba en todas direcciones buscando algo.
La tomé con suavidad, el dolor que sentía desapareció por un momento.
—Reneé— dije pensando en mi madre. –Esme—volví a hablar, ahora pensando en la madre de Edward. No sabía por cual nombre decidirme.
— ¿Reneesme?— preguntó Edward.
— ¿Los dos nombres juntos? ¿Te suena bien?— lo miré su rostro tenía una gran sonrisa.
—Ok, Señorita Reneesme Cullen— dijo Emily colocando un diminuto brazalete en la mano de mi bebé.
— ¿Se quedará con ese nombre?— pregunté sorprendida por la rapidez de la pediatra.
—Es provisional, pueden cambiarlo luego— volvió a irse.
—Hola Reneesme, soy tu mami— le dije acercándome a besar su pequeña frente.
—Tienes la madre más hermosa del mundo— agregó mi esposo. Le sonreí.
Qué bien sonaba llamarlo así. Y ya teníamos casi 4 meses de feliz matrimonio.
Nos casamos en casa de sus padres, en una íntima y preciosa ceremonia, que desde luego mi mejor amiga Alice organizó. Fue la única vez que he visto a mi padre en este tiempo. No supe de qué forma se enteró, ni como se presentó así, de pronto. Sólo para llevarme de su brazo los metros que me separaban de la escalera al altar. Fueron los pasos más felices que he dado. Luego de terminar la ceremonia y sin despedirse se marchó. Y por lo que sabía estaba saliendo con Sue, su secretaria. Ahora estaban de viaje. Quisiera que conociera a su nieta. Y que me perdone algún día. Edward dice que no me odia pero que todavía no es el momento propicio.
—Reneesme Carlie ¿Qué te parece? Carlie por Carlisle y Charlie— mi pequeñita bostezó lo que le sacó una limpia carcajada a su padre. Ya lo tenía tomado con sus manitas de un dedo.
—Me perece perfecto como ella— besó su frente. Los ojos de Reneesme se abrieron totalmente buscando al dueño de aquel beso. Eran de un marrón claro, más bonitos que los míos, pero se parecían mucho. Su cabello no podría precisarlo hasta que esté seco y crezca un poco más, apenas tenía unas pelusitas.
—Debo terminar de hacerle los exámenes a la princesa y la reina debe descansar— sentenció el doctor Sam. A regañadientes me separé de ella.
—Tiene razón preciosa, estaré pendiente de ella, debes dormir, ha sido un día agotador para ti. Estaré a tu lado cuando despiertes— prometió
.
Me desperté algo preocupada, debían ser de noche porque todo estaba oscuro. Y no había nadie más en la habitación. Pero tenía la sensación que Edward había estado a mi lado todo el tiempo. Es más, el lado derecho de mi cama aún guardaba su calor. Traté de incorporarme. Me dolieron un poco mis partes y mis manos fueron inmediatamente a mi vientre. Ya no estaba, mi bebé…
Ahora recordaba, ya había nacido. Y necesitaba tanto verla otra vez.
Con cuidado bajé de la cama. Di unos pasos, sentí ardor entre mis piernas pero podía caminar. Tomé un suéter de la maleta que había traído y me abrigué bien. Salí a mirar a los pasillos. Si Edward me encontraba era capaz de regresarme en brazos a la cama.
Me arriesgué a caminar un poco más. Si tan sólo pudiera llegar a la sala de neonatología y ver a mi Reneesme aunque sea de lejos. Creo que podría reconocerla.
Caminé lentamente por los pasillos, me crucé con una jovencita que parecía tan asustada como yo, me indicó el camino y llegué a una gran corredor donde en lugar de pared habían vidrios inmensos. Y al otro lado estaban muchos bebés en sus respectivas cuna o en cristales de incubación. Quedé fascinada. Al menos unos 20 bebés entre despiertos y dormidos esperaban por sus padres.
Me acerqué un poco más, había tan sólo una persona allí. Pero a medida que daba mis lentos pasos, la espalda de aquel hombre me pareció conocida.
Era mi padre, y estaba absorto observando una cuna en especial, a un bebé envuelto en una cobija rosa. Mi hija. "Reneesme Cullen" decía la inscripción en su cabecera. Y Charlie la miraba con adoración, incluso de perfil se notaba su amor por mi bebé.
—Tu hija es hermosa Edward— dijo cuando sintió mis pasos. Él creía que hablaba con mi esposo. Seguro por eso Edward me dejó sola, prometió estar conmigo cuando despertara. –Debe ser vanidad de mi parte pero creo que jamás veré un bebé más precioso que mi Bella— dijo aquello con tan emoción en su voz que no pude evitar soltar una lágrima.
—Gracias papá— dije limpiando mi rostro. Él se giró a verme evidentemente sorprendido.
—Pequeña ¿Qué haces levantada tan pronto?— dijo mirándome. Sentía que quería abrazarme pero se contenía.
—Necesitaba ver a mi hija— dije tratando de contener las lágrimas.
—Bella… podrías… ¿Podrías perdonar a éste viejo tonto?— tenía la mirada clavada en el piso. Charlie no era una persona muy expresiva, así que eso era muy significativo para mí.
—Papá…— me arrojé a sus brazos. Me abrazó y besó mi coronilla. Lo había extrañado tanto, me había hecho mucha falta su presencia. –Perdóname tú papá… yo debí haberte dicho, no debí ocultártelo— traté de hablar pero no me dejó continuar.
—No. Creo que habría actuado igual de intransigente si lo hubiese sabido antes. Yo… nunca me di la oportunidad de conocer a la gente por lo que es en realidad. Siempre evaluaba primero su posición y su dinero para hacer amistades— confesó. –Pero tu madre no era así, a ella no le importaban las clases sociales, ni la divisiones de ese tipo, ella era tan auténtica… te pareces mucho a Renée— limpió mis lágrimas.
—Eso no es cierto… yo no era buena cuando conocí a Edward. Pero me enamoré de él, y eso me cambió por completo— él volvió a abrazarme.
—Te entiendo, en estos meses hemos conversado mucho, le pedí que no te contara nada. Él me buscó antes de su boda, me pidió que estuviese allí, fue muy insistente— sonrió. –Y en las últimas semanas yo fui el que me acerqué para saber de ti. No quería que te alejaras más. Siempre hemos sido nosotros contra el mundo ¿Lo recuerdas?— yo sonreí. –Edward es buen sujeto, lo habría aceptado aunque siguiera siendo un jardinero, porque sé que te ama y que cuidará bien de ti cuando yo ya no esté—
—No digas eso— me abracé otra vez a él.
—El tiempo pasa hija y yo sólo deseo que seas feliz— me abrazó nuevamente.
—Y lo será, yo me encargaré de eso— era la suave voz del amor de mi vida. Después que me solté de Charlie me giré a verlo, traía una hermosa sonrisa en sus labios.
—Gracias— le dije. Estiró sus brazos y me acomodé para que me llevara de vuelta a la habitación.
.
Al día siguiente desperté con la habitación llena de flores, globos y pequeños peluches rosas. Edward y Alice estaban conmigo.
—Ey enana viniste…— le sonreí.
—Hace horas, ya la vi, es una cosita preciosa. No veo la hora de probarle ropa, le he traído algunos conjuntos de verano tan monos— se veía realmente feliz. Se levantó a mostrarme la ropa para mi hija.
—Es precioso, no había visto estos modelos en las visitas que hicimos con Esme al centro comercial— le dije.
—Porque son exclusivos. Yo misma los hice y ahora estoy en un proyecto para una línea de ropa de niñas. Tengo tantos vestiditos en mente— parecía tan feliz con esto.
—Amor iré pedir que nos traigan a Reneesme, la familia llegará en unos minutos— Edward me dio un beso y salió.
—Se ve que te ama, ya nos hicimos amigos y me cae bien… Bella, tengo algo que decirte— parecía querer saltar por la habitación. La conocía bien, algo grande debía ser.
Me miró alargando el silencio y mi curiosidad. Simplemente elevó su brazo hacia mí para mostrarme en el dorso de su mano una preciosa sortija que brillaba en su dedo corazón. Era preciosa, con un pequeño diamante coronando la joya. Solté un pequeño grito de felicidad y ella casi se arrojó sobre mí.
—Felicidades… Alice— dije cuando nos abrazamos.
—No lo puedo creer, yo pensé que mi Jasper esperaría a terminar su MBA, a comprar una casa, tú sabes lo previsor que es. Pero la semana pasada después de una tarde juntos me llevó a dar un paseo a la luz de la luna y se arrodilló. Fue… perfecto Bella— sus ojos brillaban, supe que serían inmensamente felices. Siempre me había parecido que eran el uno para el otro pero ya llevaban casi tres años juntos y temí que su relación se enfriase.
Una boda… sonaba tan bien.
— ¿Será pronto? Debo ponerme en forma, o no entraré en el vestido— me quejé.
—Esta noche será la petición oficial, nos casaremos en tres meses, justo el día que nos conocimos. Y quiero que seas la dama de honor en mi boda, como yo lo fui de la tuya— me hizo tan feliz oír eso.
—Claro que acepto— volvimos a chillar y a abrazarnos.
Escuché llamar a la puerta. Alice fue a abrir. Eran Emmett, Rosalie, Esme y Carlisle. Me alegraba tanto que mis nuevos padres aceptaran a Rose. Con el tal Royce condenado a 20 años por intento de asesinato y otros tantos años por tráfico de drogas, la vida de se presentaba sin problemas.
— ¿Dónde está mi sobrinita?— entró mi amigo sonriendo como siempre.
—Ey, grandote— chillé.
—Bella, querida, felicidades— Esme llegó antes y me abrazó. Creo que nunca me acostumbraría a esa sensación de calidez. Eran todos los abrazos que mamá no llegó a darme, los sentía con Esme, ella era mi mamá ahora. Había tomado ese rol con tanta naturalidad que me abrumaba.
—Gracias, voy a necesitar toda la ayuda que pueda— le sonreí. Carlisle a nuestro lado se limitó a sonreírme y a acariciar mi hombro. Su semblante protector era muy parecido al de Edward. Sin muchas palabras pero sus gestos y sus actos decían mucho de él.
—Claro, nos turnaremos el cuidado de la florecilla— dijo mi amigo.
—Su nombre es Reneesme— le corregí. Emmett seguía insistiendo en llamarme jardinerita, florecilla… y no dejaba de bromear a cerca de lo buen jardinero que era mi marido. Pero sus insinuaciones eran a veces sexuales y me hacían sonrojar.
—Compórtate tonto—Rosalie le dio un coscorrón antes de venir a felicitarme. Escuché unos pasos. Edward entró con nuestra hija en una cuna con ruedas.
Todos se acercaron a ver a la nueva integrante de la familia Cullen. Yo fui la última después de casarme. A Carlisle y Esme no les fue difícil volver a restituirle el apellido a mi esposo, claro que decidieron agregarle el nombre al que estaba acostumbrado. Carlisle bromeaba diciendo que su padre se había salido con la suya y su nieto se llamaba como él.
Muchas personas más vinieron a ver a mi hija, creo que todo el orfanato pasó a verla. No había tenido ocasión de conversar con el padre Eleazar, en verdad era una buena persona, se notaba amable y tranquilo. Me dio algunos consejos sobre la formación cristiana de mi hija. Y bueno, con él vino también Tanya. No era mi persona favorita en el mundo, pero he de aceptar que no se portó mal. Es más, creo que yo habría sido mejor villana que ella de haber estado en su lugar.
Nos miramos midiendo nuestras reacciones. Era la primera vez que estábamos a solas, Edward se llevó al padre Eleazar. Condenado marido que tenía.
—Tu hija es hermosa— me dijo mirándome todavía con recelo.
—Gracias— bueno al menos trataba de ser cortés. La última vez que la vi fue en mi boda y odié la forma como abrazó a Edward, tan posesiva.
—Oye, no quiero que me sigas viendo como amenaza… no pretendo quitarte a Edward— me dio una sonrisa dudosa.
—No podrías, aunque pusieras todo tu empeño— le respondí devolviéndole la sonrisa.
—Tienes razón, él siempre fue tan cerrado, hasta creí que era la reencarnación de algún santo— sonrió un poco más contenta. Si ella supiera las cosas que San Edward me hacía. Solté una carcajada.
— ¿Amigas entonces?— dijo algo más confiada.
—No…— dije firmemente, la sonrisa se le congeló en los labios. — Qué te parece… ¿Hermanas? Mi hija necesita una tía— se acercó a mí y nos dimos un suave abrazo.
—Pero seré una tía muy consentidora— me advirtió.
—Prefiero que seas la tía que le enseñe el valor de las cosas, no quiero que sea una niña engreída como yo— ambas reímos con mi comentario.
—Sí que eras estirada… bueno yo seré la que me encargue de llevar a Reneesme al orfanato para que aprenda de la vida. Por cierto Bella… ya que andamos intentando ser hermanas… estoy saliendo con un muchacho y si suavizaras a Edward para que no se ponga en contra mía con el padre Eleazar, lo consideraría un gesto muy de hermanas— me sonrió de lo más fresca.
— ¿Con quién sales?— pregunté ante su revelación.
—Es cantante de un grupo de rock… pero es buen sujeto— dijo muy seria.
—Veré que puedo hacer— pareció más tranquila.
Conversamos un rato más. Era muy divertida para hablar, cuando hallaba confianza. A diferencia de Edward ella tenía un historial de novios bastante largo. Me sorprendí de eso, debido a la educación estricta del orfanato pero Tanya de lo más tranquila me dijo que desde que tenía 14 años había hecho de todo para trabajar fuera y poder conocer muchachos.
Hasta me narró su historia. O al menos lo que había averiguado de su vida. Según había logrado investigar en el lugar donde nació en Port Ángeles, sus padres fueron una pareja de franceses rastas seguidores de Bob Marley y fumadores de marihuana, de esos que se dejan el cabello lleno de trenzas. Cantaban en las calles donde ofrecían artesanías hechas a mano. Nunca la inscribieron en el registro de nacimientos y murieron asfixiados en un incendio. Dejándola sola al cuidado de una vecina que no supo ni siquiera su apellido. Y así pasó al orfanato a los 5 años. Pero ella creía que podría tener familia.
Su historia me asombró tanto, mucho más que la de Edward. Me prometí ayudarla a buscar sus orígenes. Y limar asperezas… No me vendría mal una amiga.
.
Unos días después ya estaba en casa, instalada y muy a gusto, sintiéndome tan feliz por todo lo sucedido. Papá venía a vernos todos los días. Su pequeña nieta era su adoración. Había insistido en que fuéramos a vivir a su casa pero no aceptamos su invitación. Tal vez más adelante.
Por ahora yo disfrutaba de la calidez de una familia, unos padres amorosos, un hermano juguetón, un maravilloso esposo y una preciosa hija.
Esme y yo salimos a pasear una tarde, ya casi me había recuperado del parto y quería ir al centro comercial por algunas cosas que necesitaba. Empujaba el precioso cochecito rosado de Reneesme, que mi padre había mandado a hacer especialmente para ella.
Ahora Rose tenía una tienda en la galería, donde se dedicaba a la estética. Trabajaba mucho pues su sueño era tener su propio Spa, de seguro que lo lograría pronto porque le iba muy bien.
—Bella, debo recoger un vestido en el tercer nivel ¿me esperas?— pidió Esme, mi nueva madre.
—Claro, te espero, la bebé está dormida así que me sentaré aquí— le dije mirando un acogedor lugar.
El día estaba especialmente bonito. Imaginaba que Edward ya estaría por salir de sus clases y nos alcanzaría en cualquier momento. Era realmente bueno con eso del paisajismo y su preparación de jardinero le servía mucho. Había diseñado y construido ya 3 jardines para diferentes residencias.
—Isabella Swan… perdón… ¿ahora eres Cullen verdad? Yo todavía me pregunto qué pasó allí— la voz babosa de Jacob Black me arruinó el día. Menudo perro tonto. Todavía me daba rabia recordar la foto que le hizo llegar a papá. Y que me coaccionara a besarlo para no delatarme cuando planeaba hacerlo de todas formas. Estaba parado frente a mí de lo más fresco.
—Jake… ¿Todavía estás vivo?— le sonreí con sarcasmo.
—Vivito y coleando— cruzó los brazos.
—Ya sabía que eras un animal— le dije sin hacerle mucho caso.
— ¿Todavía me guardas rencor por las fotos? Bella, debes perdonar y dejar entrar la paz en tu corazón— sonrió de manera burlona.
—Piérdete Jake… o voy a hacer que te tragues tu pipa de la paz— le gruñí.
—Qué bonita es tu hija— dijo mirando al cochecito.
—Porque tuve muy buen gusto para escogerle padre— dije presumida. No había punto de comparación entre Edward y él. Mi esposo era simplemente la perfección hecha hombre y Jacob… era un perro.
—Es bonita porque se parece a ti— dijo algo ofendido.
—Gracias. ¿Ya te vas?— le sonreí invitándolo a desaparecer de mi vista.
—Sí. Mira Bella… sé que me equivoqué ¿Bien?, sé que me porté mal contigo pero en mi defesa diré que estaba celoso. Bueno, aún lo estoy… desde que éramos niños estaba detrás de ti y no te dabas cuenta. Cuando me aceptaste como novio enloquecí de alegría pero me ganaban los celos. Todo mundo me parecía una amenaza y terminé echando a perder nuestra relación— parecía avergonzado.
—Sí, la echaste a perder, deberías ir a terapia— le dije menos molesta que antes. Al menos sí reconocía sus errores. En realidad no era malo después de todo. Sólo… un chico inmaduro.
—No estoy loco, quizás sólo estaba furioso. Bueno, el hecho es que lo siento ¿Sí? Me enteré unas semanas después que le dejé la foto a tu padre, que te desheredó. Me sentí realmente mal, yo sé cuanto quieres a tu viejo.
—Eso ya quedó atrás. Papá y yo estamos bien— dije tristemente recordando lo mal que la pasé.
—Que bueno. Pero en serio lo siento. Yo sólo quería que el tipo ese se fuera a volar. No entendía como podías salir con un jardinero y no conmigo. ¿Lo adoptaron los Cullen o qué? Porque sigo sin entender que ahora es su hijo— su mirada de curiosidad me causó gracia.
—Edward era hijo de Carlisle y Esme. Un hijo que les robaron cuando era muy pequeño. Así que por eso ahora mi hija y yo llevamos su apellido. Creo que… fue cuestión de karma— le dije muy segura.
— ¿Karma? Suena muy místico para mí— se rascó la cabeza. Bueno tampoco iba a darle una clase de filosofía hindú al tonto de Jake. Siempre había destacado en la escuela por hacer deportes no por ser listo.
—Lo que das es lo que recibes. Lo que haces te regresa. ¿Capicci?— le dije tratando de ser lo más sencilla posible. En realidad así me lo había explicado Edward la primera vez. Él sabía tantas cosas, me asombraba que teniendo tan pocos recursos había logrado educarse tan bien.
—Pues no entiendo de esas cosas. Nos vemos Bella. Me dio gusto saber que estás bien— miró una vez más a mi bebé y caminó cabizbajo.
Sonreí, tal vez no volveríamos a ser amigos como antes pero ya no había rencores. Es bueno aclarar las cosas, así no nos matamos pensando u odiando a los demás. Me alegraba que Jake de cierta forma se disculpara.
No pasé más de diez segundos en mi reflexión cuando escuché un ruido escandaloso. Me sobresalté y vi que Reneesme empezaba a despertarse. Busqué el origen de aquel alboroto. Dos empleados de seguridad del centro comercial corrían hacia un contenedor de basura, donde alguien había caído de cabeza. Esperaba que no fuese grave, siempre me pareció peligroso esos basureros al lado de las barandas de las escaleras. Claro, para aquellos malabaristas o que les gusten los deportes extremos. Nadie normal caminaría por las barandas de las escaleras.
Reneesme empezó a desperezarse y abrió sus preciosos ojitos. Le sonreí.
—Hola princesa ¿Dormiste bien? ¿Soñaste con papá?— movió sus manitas como queriendo tocar mi rostro.
Miré nuevamente hacia el lugar donde se habían acercado algunas personas. Cuál fue mi sorpresa al reconocer a Jake saliendo de aquel basurero. Me levanté de inmediato y empujé el cochecito hacia el lugar. Al menos para verificar que mi ex amigo… no estuviera herido.
Me fijé en su semblante. A parte de haber pasado la vergüenza de su vida no parecía con mayor daño.
— ¿Estás bien Jake?— le hablé en voz alta pues no quería acercarme mucho, Esme decía que había que evitarle los gérmenes a mi hija.
—Sí. Creo que ahora entiendo eso del karma— sonrió. Me reí de buena gana. –Ok, tampoco te burles. Ahora si voy necesitar terapia para mi trauma— los miembros de seguridad le pidieron que los acompañase ofreciéndole ropa limpia y un lugar donde asearse. Me despedí de él con la mano y una sonrisa.
Creo que había sido el primer paso para retomar una amistad de infancia. Tal vez. Ahora ya no lo recordaría como el ex novio celoso que quiso vengarse de mí, sino sólo como un tonto que no se fija por dónde camina. Y con restos de pizza y malteada en la cabeza.
—Ves hija… no es bueno hacer maldades, puedes terminar en un basurero— le dije a mi pequeña, pareció entender porque me sonrió.
— ¿Maldades? ¿Basurero?— esa voz. Me derretía el corazón. Era Edward. El jardinero de mi vida.
—Hola guapo. Sólo le enseñaba a nuestra princesa sobre el karma— le di un beso apasionado que me correspondió al instante.
— ¿No crees que es muy pequeña para eso?— me sonrió.
—No. Creo que nunca es demasiado pronto para empezar a reflexionar— lo abracé.
Caminamos un buen rato mirando tiendas mientras conversábamos de sus clases y sus proyectos. Me interesaba mucho la empresa que estábamos formando con sus padres. En cuanto Edward terminara sus estudios yo iniciaría un curso de administración y negocios.
Mi vida estaba llena de felicidad y tenía tantas esperanzas en el futuro pero ahora sólo quería centrarme en el presente y disfrutar cada segundo junto al hombre que amaba tanto. Y para felicidad mía, él parecía más enamorado que yo.
Ser amada es algo maravilloso ¿Conoces ese sentimiento? Él me mira y también sonríe, me abre su alma, me confía sus sueños y me siento la princesa de un cuento. Pero uno que ya no me da miedo. Uno que es tan mágico.
Sé que lo que siento por Edward no volveré a sentirlo con nadie más, que jamás dejaré de amarlo y que él me mirará de la misma forma aunque pasen los años.
Sé que vendrán pruebas, problemas, dificultades y tal vez hasta decepciones pero también sé que el amor es la fuerza más poderosa del mundo y que nada puede destruirlo.
El amor verdadero no tiene final feliz… ni triste, porque simplemente no tiene final.


F I N


Ahora sí llegamos al final, fue un gusto compartir esta historia con ustedes. Como premio a su esfuerzo les dejo unas lineas que me imagine decir a Edward, cuando era jardinero pobre jeje.
Gracias.

PATITO

Soy feliz entre los arboles
y las flores que cantan a la vida,
las hojas que se mecen con el viento
y van cayendo con la fatiga.
Me gusta sentir la tierra en mi piel,
imaginar que mis pies tienen raíces
que a algún lugar pertenezco.
Sé que Dios está cerca
cuando riega las plantas por mí
y con sus rayos las hace crecer.
Sobre la hierba del jardín cierro los ojos
y sueño con la flor de tu sonrisa.
No soy un hombre que merezca tu amor,
no tengo nada que ofrecerte, ni dinero, ni bienes
sólo mi trabajo, mis manos... mis obras
y un amor que no muera con las estaciones.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanto C: sigue así Patito, lograras cosas enorme, ya no puedo esperar para comenzar otro fic :D

Anónimo dijo...

Otro fic tuyo que leo, creo que ya llevo como 5 y todos me han encantado sigue asi patito tienes un enorme talento

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