14 febrero 2013

Cap 3 ¿Quién llamó a la Cigüeña?



CAPÍTULO 3


MI TRISTE HISTORIA DE AMOR 

5 años antes…

—Te lo pedimos como un favor especial Bella— los ojos dulces de Esme no me dejaban alternativa. Sabía que me querían y que si me pedían esta dolorosa separación era por el bien común.

Edward había recibido una beca completa en la universidad de Vancouver para estudiar medicina pero se negaba a ir porque no quería dejarme. Y la única posibilidad que quedaba era que yo terminara nuestra relación y él decepcionado acceda a irse con sus padres.

—Está bien. Yo… veré la forma de alejarme para que él se replantee las cosas— dije agachando la cabeza. A mí también me dolería esto. Sobre todo hacer algo que sabía que lo lastimaría.

Pero no podía ser egoísta y aferrarme a él cuando tenía una opción de ser algo importante con su vida.

—Gracias Bella. Pasado un tiempo le diremos la verdad. No estés triste, Edward comprenderá— Esme me abrazó, apenas pude contener mis lágrimas.

Me inventé un y mil formas de terminar con Edward o al menos alejarme y decepcionarlo un poco pero nada parecía dar resultado. Si actuaba fríamente con él, parecía creer que estaba con síndrome premenstrual y me daba mi espacio.

Muchas veces traté de terminar nuestra relación pero sus ojos y sus palabras dulces no me dejaban. Dilaté mucho el tiempo, el plazo para responder la solicitud de la universidad casi llegaba a su fin. Así como nuestro último año escolar.

Había decidido echarle la culpa a mi padre. Ante los ojos de mi novio, sería Charlie el que estaría en contra de lo nuestro, ya que no podía decirle que había dejado de quererlo, esa sería una blasfemia. Tomé valor una mañana y salí de casa con semblante preocupado.

— ¿Te pasa algo amor?— Edward estacionó el auto dos kilómetros antes de llegar a la escuela.

—Edward, Charlie me ha pedido que frecuente a mis demás amigos. Dice que tu y yo pasamos mucho tiempo juntos— su rostro adquirió un semblante serio.

— ¿Y tú crees que eso es lo mejor?— me preguntó.

—Pues… creo que andamos siempre como si fuéramos chicle. No veo a Jacob, a Leah o a los chicos de La Push desde que me llevas y traes todos los días del colegio— dije a modo de queja.

—No lo había visto de esa forma— dijo volviendo a encender el auto.

Durante todo ese día se la pasó callado, no quería molestarlo más, sabía que él era muy maduro y tomaría eso como una forma de alejamiento de mi parte. Me llevó a casa a la salida del colegio y prometió volver por la noche para conversar. Tendría que decirle que quería salir más con otros amigos para que se aleje de mí y pueda pensar su futuro con menos apego por nuestra relación.

Vamos Bella, valor. Qué son tres o cuatro años lejos. Nuestro amor era tan infinito como las estrellas. Así lo había dicho él en nuestra primera vez.

Estaba haciendo mis tareas esa tarde cuando sentí el ruido de unos motores. Eran Jacob, Quil, Jared, Embry y Leah en sus motos.

—Ey Bella, chica estudiosa, sal a tomar un poco de aire— me gritaron al verme en la ventana.

— ¡Ya voy!— tomé mi chaqueta y bajé. Le escribí una nota a Charlie para que no se preocupara. Había macarrones en el horno por si me demoraba.

Me subí con Jacob, mi mejor amigo de la infancia, y enrumbamos hacia los acantilados de La Push. El clima estaba cambiando y ahora estaba más cálido.

— ¡Es hora de probar el valor!— gritaron Jared y Quil al llegar.

—Bola de idiotas, láncense al agua si pueden— Leah les sonrió sacando su casco. El aire era sin duda muy agradable. El olor a mar estaba en todas partes, tan fresco.

—Ey Bella hasta que te vemos— Embry me sonrió.

—Sí, desde que anda con ese Cullen ya no sale con nosotros a pasear— se quejó Jacob sonriéndome.


—Que van a saber ustedes de amor, vagos— les gritó Leah. Todos echamos a reír. Ella estaba saliendo con Sam, un joven de la reserva.

— ¡Oigan manada, Leah está enamorada!— gritó Quil a voz en cuello, Leah se agachó y le lanzó un terrón del suelo que Quil esquivó parcialmente. Algunos trozos le ensuciaron la chaqueta. Todos rieron más fuerte, hasta yo me asombré de soltar una carcajada.

—Eso es, volvió Bella— Jacob me abrazó y me despeinó un poco. Lo empujé.

Así de rudo era a veces el trato con los chicos de La Push. Muy diferente al que estaba acostumbrada con Edward. Él era un caballero, siempre suave y tierno con sus palabras y en su trato.

—Hora de saltar para los valientes— rió Jacob.

—Vamos a sentarnos Bella que inicia la demostración de testosterona— Leah me tomó de un brazo y caminamos a sentarnos en unas rocas.

— ¿Qué tal te va con Sam?— pregunté cuando la vi sonreír nuevamente, nunca la había visto tan feliz.

—Súper. Estoy segura que un día de estos va a pedirme que nos casemos, sé que es muy apresurado, yo apenas he cumplido la mayoría de edad pero estoy segura que somos el uno para el otro. Por cierto estoy organizando el cumple de Sam en dos semanas, no vayas a faltar, hasta he invitado a mis primas de la reserva de Makha— escuché el grito de Quil y volteé a verlos.

— ¡Viva La Push!— ahora Embry corría hacia el acantilado.

—No faltaré Leah, seguro será una gran fiesta— le aseguré mi presencia a mi amiga.

—Me dan ganas de llevarme sus ropas y dejarlos en bañador— sonrió Leah. –Pero de seguro buscarían venganza y no quiero que nada arruine la fiesta de mi Sam— Jacob se plantó frente a nosotras.

—Se supone que son el jurado, no están prestando atención a los saltos— se quejó.

—Si me consigues una entrevista con tu amigo Randy del grupo Mak podemos decir que tu salto es el más espectacular— le dijo Leah, me giré a verla sorprendida.

—Ok, el miércoles voy a ir a verlo porque mi papá quiere comprarle una camioneta para repuestos. Podría llevarte— Jacob aceptó el soborno.

— ¡Tramposos!— les grité.

—Tan solo mírame saltar y no tendrás que mentir Bella— se quejó mi amigo.

Corrió hasta el borde del acantilado dio un par de volteretas en el aire y desapareció.

Aplaudí, fue un buen salto.

Esperamos unos minutos, los chicos iban llegando, Leah no dejaba de alabar el gran salto de Jake.

Ya estaba comenzando a ocultarse el sol cuando subí a la moto de Jake para que me regresara a casa.

Bordeamos los acantilados, todo el horizonte se tornó naranja, era una vista muy hermosa. Jake detuvo la moto.

También descendí, creí que quería ver el ocaso.

—Bella… este… — agachó la cabeza. Miraba sus zapatos. Parecía un niño asustado que había hecho una travesura.

—No hay problema Jake, tu salto fue el mejor— dije y me senté a ver el sol ocultarse.

Pensé que estaba avergonzado por aceptar el soborno de Leah.

—Bella, casi no te veo últimamente, sé que andas con ese Cullen pero…— lentamente se agazapó a mi lado y nuestros ojos quedaron a la misma altura.

—Edward, su nombre es Edward, no sé porque siempre te refieres a él de forma tan despectiva. Jake, él no tiró tu motocicleta a propósito y además te pidió disculpas— ya me estaba cansando darle la misma explicación sobre ese incidente pasado.

—Claro que fue a propósito, el tipo es bueno manejando como no se iba a fijar que mi moto estaba estacionada delante de tu casa— se volvió a quejar por milésima vez.

Hacía unos meses que accidentalmente Edward rozó el vehículo de Jake y allí empezó el distanciamiento de ambos, bueno jamás fueron amigos pero antes al menos se saludaban.

—Eres imposible Jake— miré al sol que era más interesante que las acusaciones de Jake.

—Está bien, fue un accidente pero de todas formas el tipo es un alzado.

—No es cierto, pero tu insistes en ignorarlo donde se encuentren como crees que…

— ¿Eso es lo que él te dice?— otra vez empezaba la eterna discusión. –Bella no es cierto, yo lo saludo pero es él quien me ignora.

—Jake, te he observado, una inclinación de cabeza no es un saludo. Edward no lee la mente para saber que eso que haces quiere decir “hola”— me quejé.

—Ay, ya basta de hablar del muerto ese— se volvió a quejar.

— ¿Por qué siempre tienes un sobrenombre que ponerle? Edward es pálido porque así es su raza, no sé porque te molesta tanto su color, a mi me gusta— sólo recordar lo guapo que era mi novio me daban ganas de suspirar.

—Es como un pan crudo, no sé, demasiado pálido, parece un vampiro muerto de hambre— sonrió de su propio chiste y se giró a ver el sol. –Además su familia es rara e incestuosa…— no lo dejé terminar porque eso si me molestó.

— ¡Ya basta! No sé porque insisten en ese cuento, ya te lo he explicado cientos de veces y no entra en tu cabezota. Edward, Emmett y Alice no son hijos biológicos del doctor Cullen ni de su esposa. Y los gemelos Hale, Jasper y Rosalie son sobrinos de Esme, la esposa del doctor Cullen. ¿Por qué la gente es tan mal hablada?— me levanté y pateé una piedra. Me daba rabia que siempre murmuraran cosas.

Edward me había contado cómo es que se formó su familia. El doctor Cullen y su esposa no tenían hijos. Cuando Edward era pequeño su madre y padre murieron y lo dejaron solo, por ese entonces Carlisle, era el director de un hospital en Vancouver y se hizo cargo de Edward que quedó huérfano. Poco después Emmett, un niño que había sido atacado por un oso llegó al hospital moribundo. Su familia no quiso hacerse cargo de él porque eran muy pobres y nuevamente el doctor Cullen y su esposa lo adoptaron. Y Alice… ella llegó sola, también era huérfana y cuando supo de los Cullen se presentó en su casa para pedirles cobijo. Unos años después Esme se tuvo que hacer cargo de sus sobrinos porque su hermana murió. Alice se enamoró de Jasper tan solo verlo, aunque él demoró un poco en aceptar sus sentimientos. Emmett y Rosalie eran inseparables porque tenían el mismo carácter aventurero y disparatado. Pero en realidad no eran familia biológica, ninguno compartía la misma sangre como para que la gente diga que era incesto.

Eso me daba tanta rabia.

—Ok, no hablaré más de ellos. Sólo quería… bueno pensaba hacer esto cuando terminara la escuela y el Cullen ese se marchara de Forks— Jake volvió acercarse a mí y me miró fijamente.

—Se irá pronto— suspiré. –No sé que tienes que decir que Edward no deba saber— lo miré inquisitivamente.

—Bella… tu me gustas— dejé de respirar.

¿Jake se había vuelto loco? Era mi amigo, mi mejor amigo. Aprendimos a caminar juntos, hicimos nuestras primeras travesuras juntos. ¿Qué yo le gustaba? ¿En qué plan? ¿De qué forma?

— ¿Qué?— dije apenas.

—Sé que ahora no tengo oportunidad porque ese Edward está junto a ti todo el tiempo. Pero considérame en el futuro Bella. Dime que al menos tengo una oportunidad— me miró esperanzado.

¿Una oportunidad… como pareja?

Ay Dios en qué mundo vivía Jake. Yo estaba enamorada hasta los tuétanos de Edward. Y adoraba a Jake porque era divertido, travieso y le encantaba bromear. Me hacía reír.

— ¿Oportunidad de qué Jake? Me estas asustado— traté de alejarme un poco pero caí de la piedra donde estaba sentada y me golpeé la cabeza.

—Bella, ¡ten cuidado!— estaba medio aturdida Jake se inclinó a levantarme y entonces al tomarme en sus brazos para ayudar a levantarme, me besó.

Apenas me estaba recuperando de la impresión y todavía miraba lucecitas blancas por el golpe cuando sentí los cálidos labios de mi amigo. La cabeza me daba vueltas. Trataba de ubicarme y seguía girando. No sé cuanto duró hasta que volví en mí.

Moví las piernas, mejor dicho pataleé y traté de soltarme pero sólo conseguí que Jake me soltara y caí otra vez. Me giré para levantarme sola. Apenas pude tenerme en pie vi a Jake sonriendo avergonzado. Me cerqué y le di un empujón.

— ¿Qué diablos te pasa?— iba a seguir reclamándole pero escuché cerca del camino el sonido de los frenos de un auto. Alguien casi choca en la pista o al menos así sonó.

—Disculpa, pareció un momento romántico— se excusó Jake.

— ¿Romántico? Me di un porrazo en la cabeza ¿y a ti te pareció romántico?— le grité, todavía me dolía el lado derecho debajo de mi oreja.

—Lo siento, es que el sol le da un bonito color al cielo, estabas entre mis brazos… me pareció buena idea— siguió excusándose.

—Ah buena idea. Pues pregúntame primero cuando se te ocurra hacer algo como eso. Se requiere de mi permiso y no te lo di. ¿Entendiste?—Traté de dejarlo bien en claro.

—Pero, cerraste los ojos— siguió él tratando de minimizar su culpa.

—Porque me daba vueltas todo, bruto— fui hasta la moto y me puse el casco. –Ahora llévame a casa que mi papá debe de haber llegado con hambre— dije de modo severo.

Jake no dijo nada más, se limitó a manejar y llegamos rápidamente.

—Lo siento en verdad Bella, no te molestes conmigo— me miró con cara de cachorro arrepentido. Casi le sonrío ante su gesto.

—Todavía estoy molesta, ahora no voy a confiar en ti ni cuando tropiece, no vaya a ser que creas que quiero arrojarme a tus brazos— Jake rió, encendió su moto y se fue.

Entré a casa, Charlie miraba la televisión y apenas me miró cuando llegué a su lado.

—Hola papá. ¿Cómo te fue hoy?—pregunté.

—Bien. Ningún arresto, ningún problema, sólo detuve a tu novio en el pueblo hace un rato. Me pareció que iba a excesiva velocidad y temí que estuvieras en su auto. ¿Dónde estabas?— me preguntó sin siquiera apartar los ojos de su partido de beisbol.

—Con los chicos de La Push— dije sentándome a su lado. Me parecía raro que Edward manejara a mucha velocidad en el pueblo. Él siempre respetaba los límites y las señales.

—Que bueno, ya te hacía falta salir con tus amigos— no dijo nada más y fui a servirle su cena.

Esa noche Edward no vino a verme. Debió ser por lo que le dije esta mañana. Mi versión de alejamiento estaba funcionando y eso en lugar de alegrarme me entristecía.

A la mañana siguiente Edward no vino por mí. Me demoré una hora en encender mi vieja camioneta que llevaba más de una semana parada.

Cuando llegué a la escuela las clases habían comenzado. Tenía matemáticas a primera hora, menos mal que me sentaba con Edward así que no me perdería de nada, él me explicaría bien la clase.

Caminé hacia el pabellón G, donde tenía Literatura. Me crucé con Rosalie en el corredor, le sonreí pero ella me fulminó con la mirada. No éramos las mejores amigas pero al menos solía saludarme. ¿Qué le habría pasado?

En todo el día no vi a Edward, su auto estaba en el estacionamiento pero él no apareció en ninguna clase. A la hora del almuerzo busqué a Alice en la cafetería y tampoco la encontré. Me acerqué Emmett, Jasper y Rosalie que estaban en nuestra mesa de siempre.

—Hola. ¿Y Edward?— pregunté sonriéndoles. Los tres me miraron. Jasper estaba serio, Rosalie seguía con esa cara de molesta y para mi sorpresa Emmett quien siempre me recibía con una sonrisa se sorprendió al verme.

—Se fue— dijo Emmett tomando su bebida.

— ¿A dónde?— volví a preguntar.

—Al infierno— Rosalie se levantó y salió del comedor. Me quedé helada, no sabía qué pasaba.

— ¿Qué le pasa?— pregunté asustada.

—Ya se le pasará. Tengo clase de deportes, voy a cambiarme— dijo Emmett y también me dejó allí parada al lado de la mesa.

—Bella, yo siento mucho lo que ha pasado. Trato de entenderte pero es difícil— Jasper se veía pensativo.

— ¿Entender qué? ¿Qué pasa Jasper? ¿Dónde está Edward?— estaba alarmada.

—Él estará bien. Alice lo acompañó. Por consejo de papá va a pasar esta semana en Seattle. Volverá para los exámenes de fin de curso.

— ¿Está enfermo?— no entendía cómo Edward no me había avisado.

—No. Pero está pasando un mal momento. Por favor no lo hagas más grande y déjalo sólo, no lo llames, es mejor así— miles de cosas pasaron por mi cabeza.

¿Edward enfermo? ¿O quizás estaba molesto porque le dije que últimamente estábamos todo el tiempo como chicles?

Ay, no esperaba que no fuera tan sensible.

Le llamé diez veces a su celular, nadie me contestó. Le envié tres mensajes y nada. Ni siquiera Alice contestaba.

Dejé pasar ese fin de semana.

Pero Edward no volvió. Ni tampoco Alice. Sus otros hermanos ni siquiera me hablaban. Es más, me evitaban a toda costa.

Los exámenes llegaron y Edward no apareció. Fui a preguntar a la secretaria de la escuela y me dijo que los señores Cullen habían hablado con el director y el caso de Edward era reservado.

Imaginé mil cosas, me desesperé tanto.

Esme me llamó el día del baile de la escuela. Casi lloro de emoción cuando escuché su voz.

—Sólo quería decirte que de cierta forma te agradezco tu ayuda Bella. Aunque nunca pensé que lo harías de una forma tan brusca—me dijo.

—Esme ¿dónde está Edward? ¿De qué hablas?— expliqué.

—Él… va de camino a Vancouver. Ah, y me refería a la forma tan dura en que decidiste terminar su relación. Edward lo ha pasado muy mal— no entendía lo que me decía. ¿Edward se había marchado sin despedirse de mí? Si solamente le había dicho que pasábamos demasiado tiempo juntos.

—Yo no terminé con él Esme— grité.

— ¿Ah no? Bueno pensé que si. Alice apenas nos ha dicho algo. Tuvimos que enviarlo a casa de mi primo Eleazar porque estaba destrozado. ¿Qué no estás saliendo con ese chico Jacob Black?

— ¿Qué? Claro que no.

—Alice me contó que sí. Creo que Edward los vio besándose en los acantilados.

Me quede fría. No sabía que contestarle. ¿Edward había visto esa escena tan tonta?

¡Oh me quiero morir!

Pero… ¿por qué no me había dicho nada?

No me preguntó. Simplemente se fue…

—Bueno Bella, sólo quería decirte adiós. Carlisle y yo decidimos que lo mejor era irnos todos. Buena suerte— apenas pude decir “adiós”.

Seguí allí parada junto al teléfono con el auricular en la mano.

Edward se había marchado. Sin decir adiós. Para siempre. Creyendo que yo amaba a otra persona.

Debía aclararle las cosas. Tenía que saber que fue un accidente. Bueno, un accidente no. Sino una tontería de mi amigo.

¿Pero a dónde llamar? Su teléfono ya no sonaba, ni el de Alice.

Tardé meses en ubicar la nueva residencia de los Cullen en Vancouver. Me sentí muy nerviosa cuando marqué el número. Esperé con el corazón en la mano. Había ensayado por varios días lo que le diría a Edward. No debía quedarme callada, no debía permitir que me corte sin saber la verdad.

Escuché el timbre. Esperé conteniendo la respiración. Tres veces timbró hasta que alguien levantó el auricular.

—Diga— escuché la voz suave de una joven.

—Hola. ¿Está Edward?— pregunté con timidez.

—Sí. ¿De parte de quien?— preguntó recelosamente.

—Soy Bella. Isabella Swan y quisiera hablar con él.

—Bella. Yo sé quién eres. Edward no quiere hablar contigo, es más, ya no necesita tus disculpas.

—No llamo para disculparme— grité.

—Caray, pensé que ibas a llorarle pero resultaste valiente. Ahórrate tu ensayado discurso. Edward ya se olvido de ti. Yo me encargo personalmente de eso.

— ¿Personalmente?— balbuceé. Es decir que ¿Edward ya me había encontrado reemplazo? No, Edward no era así. Yo lo conocía bien. No podía ser.

—Soy Tanya por cierto. Adiosito— me colgó.

Volví a marcar el número. A mí ninguna hija de buen vecino me iba decir que hacer. Y menos me iba a impedir que hablara con Edward.

— ¿Si?— volví a escuchar la voz altanera.

—Pásame con Edward—pedí.

Ella podía ser terca pero yo lo era más.

—No está— soltó una carcajada.

—Dijiste que sí estaba. Mira… Vanya, Nanya o lo que sea, sólo quiero hablar con Edward y voy a seguir insistiendo hasta que logre comunicarme. Así que no lo hagas difícil y simplemente avísale que quiero hablar con él. O no contestes un teléfono que no es tuyo— le grité.

Entonces me di cuenta que me había colgado. Idiota. Que se habrá creído.

Volví a insistir muchas veces. Durante semanas. Un día me cansé, me di por vencida. Edward nunca contestó.

Al final de ese año probé por última vez y el número ya no existía.

0 comentarios:

Publicar un comentario