02 febrero 2013

Cap 24 Acosador




Capítulo 24

No lo creí posible... adiós

—Me has decepcionado en sumo grado Edward. Siempre fuiste un jovencito alocado que desperdiciaba oportunidades sin ton ni son pero esto es el colmo de tu descaro— me gritó papá nuevamente.
—Carlisle, deja que lo explique— mi madre avanzó hacia él.
— ¿Explicarlo? Esme no te pongas de su lado. Deja de ser una madre alcahueta que siempre sale a favor de su hijo. Por tus continuos mimos es que tu hijo tiene 24 años y sigue prácticamente dependiendo de nosotros. Lo que gana "a veces" apenas le alcanza para vivir, seguimos pagándole sus lujos y excentricidades. ¡Ya basta!— gritó.
—Sólo digo que dejes que nos explique— mamá parecía herida ante el comentario de papá. Tal vez lleve razón, antes jamás me había esforzado mucho que digamos por obtener lo que quería. Mi vida era muy fácil.
Tomé el sobre y empecé a verlo con detalle. Lo primero en que mi fije era en una factura. 1350 dólares. "Boda principesca". Decía el recibo.
Seguí con las fotos, eran varias. En un pequeño castillo, Bella aparecía con un hermoso e imponente vestido medieval, llevaba una corona de lo que parecían diamantes, a juego con sus joyas. Sonreía graciosamente, pero se notaba su estado de ebriedad.
En otra fotografía estábamos juntos, abrazados y a punto de caernos pero lucíamos felices.
Así nos habíamos casado, con trajes muy finos, un coro de ángeles, algunas personas vestidas de acuerdo a la época en un castillo prefabricado. Eran muy buenas tomas. Mi traje era estrafalario, hasta tenía una capa de terciopelo rojo y una corona. Y el tipo que hacía de sacerdote parecía un obispo o el sumo pontífice, su tocado era ridículamente exagerado.
Sin querer estaba sonriendo, ya ni me importaba lo que mi padre pensara. Aunque no lo recordaba con detalle algunas cosas vinieron a mi mente, apenas el recuerdo de haberla visto con ese traje blanco, bajar por unas escaleras.
— ¿No vas a decir nada?— me reclamó Carlisle. Me levanté para hacerle frente, no me avergonzaba en lo más mínimo de aquello, quizás fuera lo más loco que había hecho pero no me arrepentía.
—Carlisle, deja que nos explique— mi madre estaba más calmada al ver mi expresión pero mi padre seguía enfurecido.
— ¿Explicarnos? Que quieres que nos explique Esme. Le dejamos la hacienda para que nos ayude con la cosecha y el muy ladino va y seduce a la hija de Charlie. Sabe dios con que palabras dulces la embaucó, esa niña estaba a punto de casarse y él se la llevó, ¡se aprovechó!— ahora entendía todo, papá pensaba que yo me lleve a Bella y la engañé.
¿Cómo podría? Si mi berrinchuda era lo más importante en mi vida ahora.
— ¿Edward, eso es cierto?— ahora mi madre me miraba furiosa y ella era más peligrosa que papá.
—No. Yo no me la llevé— dije débilmente mientras trataba de hilar en mi mente la forma de decírselos de para que entendieran.
—Se la llevó a las Vegas y fingió una esplendida boda. Pobre Bella, no sabía con la clase de hombre que se encontró. Nunca confié plenamente en tu responsabilidad pero jamás creí que serias capas de engañarla de esa manera— gritó volviendo a enardecerse.
—Yo no la engañé— dije con seguridad. Jamás la había engañado, cada cosa que hicimos, hasta lo de anoche fue con su pleno consentimiento y sin presionarla, incluso me reprimí cuando ella quiso hacerlo estando ebria en Jacksonville porque yo quería que me eligiera conscientemente. Bella siempre fue libre de decidir y gracias al cielo había decidido aceptarme en su vida.
— ¿No? ¿Qué es entonces?— Carlisle sacó un sobre pequeño y delgado, también abierto ¿Qué acaso nunca escucho que la correspondencia es personal y secreta?
Tome la correspondencia de sus manos. Era la esperada anulación. Entonces sí les había llegado nuestra solicitud.
Abrí el sobre y saque dos papeles. En el primero estaba la solicitud de anulación que dejamos y en la otra… una carta del departamento legal.
"Solicitud denegada" decía en letras mayúsculas.
"Señor Cullen, la presente solicitud que le devolvemos no está conforme a los requerimientos que necesitamos para invalidar su unión. Se necesita de las dos firmas de los contrayentes. No una sola firma no es suficiente…"— no termine de leer lo siguiente y me apure en revisar la solicitud que hicimos.
Tenían razón, no estaba la firma de Bella. ¡De las 25 solicitudes que hicimos justamente en ésta, ella no había puesto su rúbrica!
— ¿Confiesas que te la llevaste de aquí y fingiste que se casaban para después anular la boda?— mi padre parecían querer golpearme otra vez.
—No me la llevé y no fingí nada— le respondí con seguridad.
Quizás fue apresurado y bajo los efectos del alcohol pero si me casé con ella fue porque me había dado cuenta que la amaba, no sólo por querer aprovecharme o por una noche, eso debía dejárselos claro.
— ¡Y sabe dios que le hiciste allá! ¿Tan ruin eres Edward? Ella es una chica del campo, inocente y tú con toda tu experiencia supiste hacer que creyera que en verdad quería casarte con ella y la engañaste. Pero no te resultó porque no te anularon la boda— me reclamó
—No— grité. –No fue así— papá tenía en su cabeza una versión muy equivocada de los hechos.
— ¿Qué diablos hacían en Las Vegas? ¡Explícame porque estoy a punto de echarte de mi casa!— volvió a gritar.
Mi madre me miraba recelosa.
Pero lo había prometido… prometí no decir nada de lo que pasó allá "aunque me torturen" "Lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas" me había dicho Bella repitiendo el famoso proverbio de esa ciudad desértica que nunca duerme, al menos en la noche.
No podía hablar, ni defenderme.
—Edward te estamos esperando— exigió mamá. — ¿Qué pasó en las Vegas?
—Lo siento… no puedo decirles…— agaché la cabeza.
Estaba atado de manos. Pero tal vez Bella podría explicarles. Claro... cuando ella se entere que seguimos casados se va a molestar. O tal vez no.
Es mi esposa, anoche nosotros sólo… lo consumamos.
No había dicho que me amaba pero se había entregado a mí, eso debía significar que al menos me quería.
Bella sería la que se los dijera y debía encontrarla cuanto antes.
— ¡Quiero que te vayas de la hacienda!— Mire a Carlisle a los ojos. ¿Me estaba echando?
—Papá…— traté de razonar. Debían esperarme un poco.
—No. ¡Quiero que te largues de aquí y no vuelvas más! Buscaré la forma de arreglarlo, compensar a Charlie y a Bella. Pero no te quiero en esto. ¡Mientras más lejos estés mejor! — mire a mi madre buscando apoyo.
— ¿Cómo pudiste Edward? – miro hacia otro lado. En sus ojos se veía que le dolía mucho. Una sola lágrima bajó por su mejilla.
—No hice todo eso de lo que me acusan, así no fueron las cosas, pero no soy quien debe aclararlo, al menos no sólo— salí del despacho a buscar a Bella. Sólo ella podría explicar este lio, la necesitaba para que dejar en claro las cosas pero antes teníamos una conversación pendiente.
Le plantearía mis ideas de futuro, no ya no podía imaginarme sin ella. Donde quisiera vivir, aunque me dijera que quería quedarse en la hacienda a sembrar papas yo estaría a su lado.
La amo y quiero seguir casado con ella.
Caminé buscándola, en la cocina y en su habitación. No había regresado.
Salí de casa a recorrer toda la hacienda si era preciso.
Aún no podía creerlo, mi berrinchuda se había olvidado de firmar el bendito papel. Quería saltar de felicidad.
Saqué el anillo de mi bolsillo y me lo coloqué. ¿Por qué tenía un anillo barato si la boda fue tan fastuosa? Saqué el recibo otra vez. Venía todo detallado, cuando encontré el ítem "aros matrimoniales" decía "pendiente".
Nuevamente busqué el sobre grande. Dentro había un pequeño sobre pegado al DVD que obviamente tendríamos que ver más tarde, cuando todo esto se aclare. Dentro de ese pequeño sobre encontré dos aros de oro con una inscripción interna. "Bella & Edward. Eternamente" decía con una caligrafía muy hermosa.
Eternamente, si, la amaré eternamente.
—Edward ¿Qué pasa?— Alice apareció de pronto, estaba muy asustada.
— ¿Has visto a Bella?— pregunté.
—No. Edward… ¿Le hiciste algo a Bella?— preguntó.
— ¿Tu qué crees?— dije para probarla.
—Que la amas y que no le harías nada malo, se nota cuando la miras— dijo haciendo puchero.
—Papá piensa lo peor de mí y no puedo aclararle nada mientras ella no esté presente. Pero acaban de echarme de aquí— traté de sonreír.
—No puede hacer eso… ve a buscarla, yo hablaré con ellos— se veía molesta, le sonreí ahora si de verdad. Mis amigos estaban cerca, sólo miraban sorprendidos.
Bella debía estar en algún lugar del campo entonces. Y con ese tipo. No entendía que hacían juntos.
Tomé mi auto para poder encontrarla más rápido, dejé los sobres en el asiento trasero y manejé hasta dar con algunos trabajadores en el campo, más allá de los viñedos.
—Ey, Garrett— llamé, él estaba con un cuaderno anotando datos.
—Edward ¿qué te pasó? Tienes sangre en la camisa— no le presté atención.
— ¿Has visto a Bella o a Jacob?— pregunté.
—Sí, fueron a la gruta— respondió. Esa parte de la hacienda no la conocía.
— ¿La gruta?
—Vas por el camino del pozo pero sigues de frente, vas a ver que hay una colina, detrás hay un manantial que nace en una gruta, sólo sigue el riachuelo— sonrió.
—Garrett ¿Qué hay en esa gruta?— pregunté.
—Es que allí Charlie construyó un pequeño altar donde están las cenizas de su esposa muerta. Bella suele ir a diario— jamás me lo había dicho. Bueno ella no me tenía suficiente confianza. Aún. Pronto sería deferente.
Seguí por el camino lo más rápido que pude, no me importaba que mi volvo se ensucie, sólo quería encontrarla.
El camino se acabó antes de la colina. No sabía qué hacer, si bordearla o llegar a lo alto. Decidí subir, así podría divisarla pronto.
Corrí lo más rápido que pude pero antes de llegar a la cima reparé en dos personas.
Bella estaba echada en la hierba. Y Jacob sobre ella, besaba o acariciaba su pierna no podía ver con claridad, estaban a más de cien metros.
¿Por qué mi Bella estaba así con ese tipo sin camisa en medio del campo?
Retiré mi vista de ellos. Imágenes de la noche anterior asaltaron mi mente. Ella sobre la hierba húmeda, mientras yo besaba todo su cuerpo. Quise gritar en ese momento, correr hasta ellos y matar el imbécil.

¿Cómo pudiste Bella? Si tan sólo anoche fuiste mía. Cómo puedes dejar que él…

Regresé al auto caminando lentamente, no sabía qué hacer ni a dónde ir. No tenía un lugar en el mundo dónde esconderme hasta que esto pasara.
Nunca había sentido tal dolor, tal humillación. Me sentía usado y arrojado.
Regresé casa, por mi ropa y documentos. Mamá salió a mi encuentro.
—Edward, tu papá…—
—Dile que ya me voy, no tiene que repetirme nada— dije secamente.
—Pero hijo, yo quiero escucharte a ti y a Bella, quiero saber que pasó— insistió.
—Mamá. Pregúntaselo a ella yo ya no tengo nada que hacer aquí—
Cuando me subí al auto para marcharme definitivamente de la hacienda sentí mucho dolor. Había sido corto e intenso...

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