03 febrero 2013

Cap 21 Jardinero


CAPÍTULO 21

SOY MUY MALA

Edward no me decepcionó, se había quedado despierto casi hasta el amanecer, lo hicimos muchas veces y de distintas formas.
No necesitábamos palabras para comunicarnos en ese nivel, era como si nuestros cuerpos instintivamente supieran que hacer, como si bailáramos una bien ensayada danza de amor.
¿Amor? Bueno he de aceptar que me sentía amada.
Y antes que mi amante nocturno se marchara le hice prometer que vendría a verme todas las noches que pudiera. Yo gustosa lo recibiría aunque fuese sólo para dormir.
Volviendo a la realidad, hoy tenía una cena en la nueva casa de los Volturis, el señor Aro había adquirido recientemente una propiedad muy costosa que había sido de un duque, parecía un palacio. Creo que el único de ese tipo en todo Forks.
Papá y yo llegamos temprano, parecía que mi depresión se había esfumado como por arte de magia. Esperaba que termináramos temprano y poder llegar a los brazos de Edward.
Alice no había venido, tampoco los Cullen, esta reunión se estaba poniendo pesada. Félix traía un traje que le quedaba muy bien, venía muy seguido a nuestra mesa a ver si necesitábamos algo.
Cuando ya quedaba muy poco gente, Félix se sentó a mi lado, no veía la hora que papá terminara su conversación con el señor Aro para marcharnos.
—Isabella, cara mía. Acompáñame por favor— bailamos un par de piezas, luego él tomó mi mano y llegamos donde estaban nuestros padres.
—Señor Swan, padre. He querido hacer esto de la manera más formal posible y no ser irrespetuoso con ninguno de ustedes— se giró hacia mí. Yo ya estaba asustada con lo que decía. –Isabella, eres la mujer más hermosa que he conocido, tu gracia y belleza no tiene igual en el mundo. Esta noche tan importante para nuestros padres, quiero pedirte delante de ellos que seas mi novia— miré de reojo donde mi papá estaba.
Tenían algunos documentos en la mesa, parecía que estaban a punto de firmar algo. Félix me miraba como si yo fuera una aparición divina.
Miré a papá buscando algo de ayuda, no sabía cómo zafarme de ésta.
Era una propuesta interesante, pero… ¿Pero qué?
Papá me miró y asintió con la cabeza… ¿Me estaba dando su aprobación?
El señor Aro tenía una sonrisa medio extraña. Volví a mirar a Félix… estaba agradecida con él, mucho. Me había salvado de más que la vida.
No sé que habría sido de mí si James hubiera logrado su propósito. Y ahora Félix esperaba mi respuesta con tanta expectación.
Me sentí abrumada y confundida.
—Si… claro— traté de sonreír pero mi sonrisa no salía. ¿Qué estaba haciendo?
—Pero esto hay que celebrarlo, acabamos de firmar un contrato por varios millones y ahora nuestros figlios nos dan esta noticia. No imagino una novia más hermosa que Isabella— el señor Volturi se levantó y me dio un par de besos uno en cada mejilla.
Mi padre también me abrazó después de estrechar la mano de Félix. Cuando la algarabía y el brindis terminó yo no sabía qué hacer o que decir.
Félix y yo nos sentamos en una mesa.
—Sé que aún no me amas Isabella, pero lograré conquistar tu corazón, haré que el sentimiento de gratitud que sientes se convierta en un apasionado amor como el que yo siento por ti— no sabía que responder ante eso. Estaba asustada.
—Gracias… por comprender— dije suavemente.
—No tienes que agradecer nada. Demos un paseo y luego te llevaré a tu casa. Quiero que acordemos las visitas que te haré. No deseo ser como un tonto pretendiente americano. Sabré cumplir las reglas y ganarme tu amor y la confianza de tu padre— eso sonaba muy bien si tan sólo Félix me gustara la mitad de lo que me gustaba Edward.
Caminamos por los jardines, el cielo estaba estrellado, tuve que apartar mi vista del firmamento para no recordar la última vez que había visto esas mismas estrellas en aquel prado con Edward.
¿Por qué era tan difícil esto? Félix era con mucho el príncipe azul que había soñado, apuesto, distinguido, con dinero. El problema era que yo no sentía más que agradecimiento por él.
.
Esa noche Edward llegó a mí cuando casi me había dormido. Lo sentí entre mis cobijas y me giré a recostarme en su pecho.
A pesar de no ser novia del jardinero sentía como que lo estaba traicionando. Era algo difícil de llevar.
No tenía ganas de sexo esta noche, solamente que el latido del corazón de Edward me arrullara, tal vez mañana mi mente racionalizaría todo y encuentre una solución a las protestas de mi conciencia.
El sonido de mi celular me despertó, era muy temprano. Edward todavía estaba a mi lado, parece que se quedó dormido porque el día ya clareaba.
Vi quien llamaba, era el número de Félix.
— ¿Si?— dije todavía adormilada.
—Isabella, querida, será un día muy hermoso. Quería saber si quieres ir conmigo a una exposición de arte en el centro. Hay unas bellas esculturas que me gustaría que apreciaras— ¿Arte? ¿Esculturas? Yo sólo quería seguir entre los brazos de mi fornido y guapo jardinero.
— ¿A qué hora?— pregunté sin mucho entusiasmo.
—Puedo pasar por ti a las 8, desayunamos y luego vamos a la sala de arte, abren a las 9— italiano amante del arte.
—Está bien, pasa por mí a las 8:30— corté apenas se despidió.
— ¿Quién era?— escuché a mi hermoso jardinerito.
—Félix. Quiere ir a ver esculturas. Ojalá se convierta en piedra y me deje dormir— dije refunfuñando.
—Santo Dios, ya amaneció— salió rápidamente de la cama.
Abrí los ojos sólo para verlo en ropa interior, deberían hacerle un monumento. Que cuerpo.
Seguí dormitando un rato más.
.
—Y esta es una réplica de la Victoria de Samotracia— Félix me arrastró a otro trozo de mármol. Ni cabeza tenía la pobre escultura, parecía que habían pasado vándalos de algún equipo de futbol por aquella estatua.
—Que bonitas alas— es todo lo que se me ocurrió decirle para que no viera mi falta de entusiasmo y mi completa decepción. Bueno al menos sabía que el arte no era mi vocación. Una carrera menos en mi larga lista de posibles futuros.
—Te noto ausente. ¿Te sientes bien?— preguntó el imponente hombre.
Miré a nuestro alrededor. Más de una madrugadora amante del arte estaba mirándolo. Y eso lejos de molestarme me era indiferente.
—Creo que el desayuno de cayó mal— mentí.
Casi al medio día por fin regresé a casa. Cansada y sin entusiasmo. Edward estaba terminando de colocar flores alrededor de mi glorieta. Era preciosa. Corrí para llegar a su lado.
— ¡Hola! Que buen trabajo, te quedo perfecta— la miré por todos lados, tal y cómo la había visto en Chicago, pero aquí lucía infinitamente mejor.
—Sólo falta ponerle luces, esta noche estará terminada— me sonrió. Le devolví la sonrisa muy feliz, Edward siempre me hacía dichosa.
Por la tarde me encontraba otra vez pensando en lo de Félix. ¿Y si quería llegar a intimar conmigo? Ay esto no me gustaba nada. Pronto empezaría con sus muestras de afecto, besos y caricias.
Era muy guapo pero algo dentro de mí se resistía.
¿Cuándo fue que me volví una desabrida? A mí me gustaban los chicos, solía fantasear con besarlos.
Papá llamó para decir que vendría muy tarde y que no lo espere.
Me asomé a mi ventana, casi oscurecía, Edward estaba encendiendo las luces de mi glorieta, apenas alcanzaba a verla desde mi balcón.
Bajé a verla terminada. Lucía espléndida, mucho mejor que en el día.
—Señorita, oficialmente su glorieta está lista— dijo él haciendo una leve reverencia.
Entré observando cada detalle, era como me la había imaginado. A mamá le encantaría.
—Es preciosa Edward. Gracias— tenía ganas de lanzarme a sus brazos.
—Bella, quería que hablemos— se veía tan lindo cuando dudaba.
—Espérame en tu casita— le sonreí.
Caminó sin decir nada. Me quedé un buen rato allí sólo admirando el precioso trabajo que había hecho.
Minutos después lo seguí. Antes me aseguré que no hubiera nadie mirándonos.
—Dime de que querías hablarme— me senté en la camita. Edward vino hacia mí, se veía aún temeroso.
—Isabella. Sé que no tengo ni siquiera derecho a mencionarlo pero… Lo nuestro es muy importante para mí. Y no me siento bien durmiendo contigo cada noche sin una pizca de compromiso al menos de mi parte. Aceptarías… ¿Aceptarías ser mi novia?— oh no… no puede pedirme eso, no ahora, no en este momento.
—Edward…— me levanté de allí aterrada.
—Nadie lo sabrá, sólo nosotros, juro que no se lo diré a otras personas— sus ojos eran tan dulces. ¿Por qué tenía que ser tan hermoso, por dentro y por fuera?
—Lo siento Edward… no puedo aceptar— ¿Cómo rayos podía aceptarlo si ya tenía novio? Bueno así no lo tuviera… Se veía tan tierno al pedírmelo, tal vez si fuese libre lo aceptaría, en secreto como él quería.
— ¿No me quieres ni siquiera un poco?— su voz se quebró.
—No es eso… antes de salir dijimos que…
—Lo sé Bella. Entiendo— no insistió pero su mirada me decía todo. Lo había herido.
Salí de allí muy triste. No sé porque me dolía tanto verlo sufrir. Era muy mala, muy mala.

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