03 febrero 2013

Cap 20 Jardinero


CAPÍTULO 20

NO ES SÓLO LUJURIA


Regresé a casa antes de oscurecer, apenas dejé el auto sentí una presencia. Me giré asustada, creo que iba a cargar con ese trauma el resto de mi vida.
—Bella— era Edward, el idiota jardinero que me veía la iba a saber quien es Isabella Swan.
— ¿Qué haces aquí?— dije pasando a su lado sin detenerme.
—Te extraño, no te he visto en días— se puso frente a mí.
—He estado muy ocupada con personas importantes— no le iba a demostrar que me afectaba en lo más mínimo su relación o lo que sea que tenga con la cocinera, yo estaba muy por encima de eso.
—Entiendo. De todas formas quería verte— su sonrisa me desarmó un poco.
—Ya me viste. Permiso— pasé a su lado conteniendo el aliento. Si sentía su aroma tal vez me den ganas de volver a estar con él.
Sentí su mano en mi vientre, evitándome seguir.
—Mi amor…— me estrechó con fuerza, atrayéndome hacia su pecho. Lo empujé sin pensar ni dejar que su tonto romanticismo fingido me haga flaquear.
—Oye que te pasa nos pueden ver— le dije molesta. Estúpido igualado.
—Te extraño demasiado— rozó con sus dedos mi mano sin atreverse a tomármela.
— ¿Por eso sales con Jessica?— fingí una sonrisa, no me quedó muy bien pero oscurecía y no había modo que se diera cuenta.
— ¿Salir? Oh bueno… fue algo…
— ¿Fue algo que? Mira Edward, a mí no me importa tu vida, ni con quien salgas o con quienes te revuelques.
— ¿Qué estás diciendo? Yo no salgo con nadie que no sea contigo y no hago eso que dices.
—Edward, hazte a un lado— lo empujé.
—Pero… está bien, acepté salir a tomar un café con Jessica porque me dijo que sabía cosas de ti. Estaba desesperado, no te apareces por el jardín, no te veo. Me estaba volviendo loco.
— ¿Cosas de mí?— según recordaba ella no sabía que me habían atacado.
—Resultó ser algo un tanto desagradable y no le creí nada. No creo eso de ti— susurró.
—No estoy para chismes Edward—
—Bella, escúchame…— pero no quise oír nada. Me era suficiente saber que había salido con esa.
—No tengo tiempo Edward. Apártate— pasé como si fuera una reina y él un bicho. Era lo que merecía. Tomar un café con la cocinera para que le cuente chismes de mi. Tonto huérfano.
Llegué a mi habitación, me di un baño y me cambie para dormir. Estaba punto de secarme el cabello cuando escuché ruidos raros. Antes que reaccionara tenía a Edward muy cerca.
— ¿Qué diablos haces aquí?— casi grité.
—No sé porque no quieres hablar conmigo— nunca lo había visto así de desesperado.
—Porque andas saliendo con la cocinera… así que te largas de una vez porque ya no te quiero dándome vueltas— traté de empujarlo.
—Perdóname Bella...— no debía flaquear con él. Debía echarlo de una vez.
—¿Sabes que Edward? Ya me cansé de ti. Vete quieres. Déjame dormir— le señalé la ventana por donde había entrado.
— ¿Qué te pasó en la frente?— rayos, como tenía el cabello en la toalla se veía seguramente mi marca.
—Nada que te importe— le di la espalda.
—Tú me importas y todo lo que te pase…
— ¿Así?… te voy a contar para que no andes corriendo tras la cocinera por chismes. James… intentó violarme hace tres días…— lo dije de la forma más seca que pude pero todavía tenía ese recuerdo grabado y me causaba temor.
— ¿Qué?— gritó furioso, le hice señas para que bajara la voz. – ¿Cómo paso eso? Donde estaba yo…
—Fue ese día que te fuiste a comprar no se que al pueblo… ¿con Jessica?— le reclamé.
No me respondió se sentó en mi cama pensativo.
—Vete Edward quiero dormir— me quité la toalla del cabello y busque mi cepillo.
Sentí sus brazos a mí alrededor. Traté de soltarme pero me abrazó más fuerte.
—Amor, mi vida… voy matar al desgraciado— sentía temblar sus manos. Edward no solía hablar así… eso sería una blasfemia para él.
—Ya está preso, mi papa se encargó—
—Te lastimó, ¿qué pasó? cuéntame por favor—
—Ya te dije quiso abusar de mí, si no hubiera sido por Félix…—
— ¿El tipo ese de otro día? ¿El que está viniendo a verte? – dijo molesto.
—Me rescató, obvio que viene a ver como estoy. Ya déjalo así Edward y vete de una vez— me liberé de sus brazos por un momento pero luego volvió a sujetarme.
— ¿Cómo quieres que me vaya?, quiero estar contigo, no sabía lo que te pasaba, creí que me estabas ignorando. No sé que esperar de ti a veces Bella y eso me vuelve loco— buscó mis labios pero lo evité.
—Edward, vete— sus labios al no encontrar los míos empezaron a recorrer mi cuello. Maldición, me estaba excitando, no iba a caer tan fácil. Lo hice a un lado pero sus toques tenían un efecto en mí muy extraño, los sentía como fuego.
—No me eches, te necesito Bella— lo dijo con tanta emoción que no me pude resistir por más tiempo, me abracé a su espalda sin poder contener mis lágrimas.
—Yo también te necesito—el refugio de sus brazos era maravilloso. Me tomó en brazos y se recostó en la cama. No me soltó en ningún momento, me mantuvo sobre su pecho hasta que me tranquilicé. Sus manos me acariciaban con suavidad. No era sólo lujuria lo que sentía por él, también lo necesitaba, de una forma muy difícil de definir. Pero me hacía falta. Y eso no estaba bien. Edward sólo iba a ser un pasatiempo de verano para mí.
Ahora me daba cuenta que lo iba a extrañar cuando me vaya de aquí.
— ¿Te sientes mejor?— preguntó tocando mis mejillas para comprobar si había dejado de llorar.
—Sí. Gracias—
—Cuéntamelo todo, por favor. Debo saber— más tranquila me aventuré a hablar, como si fuera a mi diario personal, con todas las cosas que los demás no sabían que había sentido, el miedo, el dolor, la desesperación, la impotencia. Esas cosas son muy vergonzosas de decir, a pesar de no ser culpa mía sentía vergüenza de hablar. Pero él me alentaba con un beso o una caricia, no decía nada, no daba sus opiniones ni interrumpía mi relato. Simplemente estaba escuchándome, con mucha más atención incluso que papá.
—La doctora me revisó y supongo que papá con eso pudo levantar cargos, aunque con dinero seguramente James jamás saldrá de la cárcel— dije finalizando mi relato.
—Más le vale, jamás he odiado a nadie pero por su bien es mejor que no vuelva a acercarse— eso me hacía sentir más segura.
— ¿Ahora sí me vas a contar lo que te dijo la cocinera?— quería saber que había sido tan interesante como para que él aceptara invitarle un café.
—Es un chisme Bella, no debí caer en eso— se excusó.
—Ah no, me tienes que contar, yo quiero saber— le exigí.
—Bueno. Me dijo que había oído cosas que pasaban en la casa. Según ella, eres novia del tal Félix, dice que viene a verte muy seguido y está arreglando con tu padre su futuro matrimonio.
— ¿Qué? Yo no me pienso casar hasta que tenga 30 años, haya conocido medio mundo y tenga por lo menos dos maestrías en lo que sea— protesté.
—Te creo. También me dijo que eres muy mala con Ángela, que no le permites ir a ver a su novio enfermo y que la haces llorar siempre— ay cocinera bruta, mala voy a ser pero con ella.
—Eso no es cierto— me removí pero él no me soltó.
—Lo sé. Hoy encontré a Ángela muy feliz, me dijo que eres la mejor patrona que ha tenido. Perdóname no sé cómo pude siquiera prestar oídos a esa sarta mentiras— se oía molesto. Al menos sí me creía.
—Yo no sé cómo pudiste salir con esa— me quejé. Lo sentí sonreír.
—El día que fui a la ciudad, la llevé en el auto pero no conversamos mucho. Bueno cuando me habló de ti me interesé. Me lamento haber salido ese día, quería comprar unos pernos para terminar cuanto antes tu glorieta— bueno basta de palabras, lo necesitaba con suma urgencia, sé que estaba mal desearlo tanto pero no podía mantener mis hormonas tranquilas cuando me tocaba.
— ¿Para cuándo estará lista esa glorieta?— pregunté repartiendo besos en su cuello.
—Ya... ya está lista, por eso andaba ocupado. Quiero… que la veas pronto— se estremeció ante mi contacto.
Lo besé enredando mis piernas en su cintura, le quité la camisa con lentitud y nos dejamos caer en mi cama.
Había fantaseado muchas veces con que él viniera por las noches y que hagamos el amor hasta el amanecer. Quizás hoy podría cumplir eso.

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