03 febrero 2013

Cap 19 Jardinero


CAPÍTULO 19

DE MÍ NADIE SE BURLA


—Está despertando— escuché murmurar a Ángela.
—Retírate por favor— era la voz de papá.
Qué vergüenza. Me daba nauseas recordar lo que me había pasado.
No quería abrir los ojos. Pero debía enfrentarlo. Además gracias a Félix, James no había logrado su cometido.
— ¿Papá?— murmuré.
—Hijita ¿cómo estás?— acarició mi cabeza, jamás lo había visto tan acongojado.
—Mejor— unas lágrimas se me escaparon. — ¿No estabas en Seattle?— pregunté.
—Venía de camino cuando me llamó Félix, así que llegué en menos de una hora. Tranquila, estoy aquí. Ese malnacido no volverá a acercarse. Bella, he traído a una doctora, es médico legista. Te revisará.
—Pero no me pasó nada papá. Félix llegó a tiempo— el rostro atormentado de mi padre se relajó.
—Gracias a Dios. Es que Ángela acaba de llegar también y no te había revisado nadie, no queríamos despertarte tampoco.
—No pasó nada que lamentar pero fue horrible— volví a llorar recordando lo sucedido.
—Lo sé. De todas formas me gustaría que te revisaran, los golpes y alguna contusión, quiero asegurarme que estás bien, además nos servirá para levantar cargos— acepté.
—Dale las gracias de mi parte a Félix— le pedí.
—Está abajo. No ha querido subir para no incomodarte. Voy a hablar con él—
La doctora entró y me hizo un examen rutinario, evaluó mis heridas y me recetó algunas pastillas que tomé en ese mismo momento.
Luego Ángela me preparó el baño. La pobre mucama estaba más triste que yo y lloraba a cada rato. Culpándose por su ausencia.
Entre mi padre y Félix arreglaron todo para que se mantuviera en el más estricto secreto. No quería ser la comidilla de la prensa sensacionalista.
Dos días después pude salir afuera de la casa, no había tenido ganas de nada, a pesar que me moría por ver a Edward. Sólo en sus brazos sé que podría sentirme bien. Pero mi padre estaba conmigo en todo momento o Ángela.
—Señorita, hoy en la noche viene a verla el señor Félix, debe arreglarse un poco— me recordó Ángela. Tenía razón, traía ropa holgada y apenas me había cepillado el cabello.
—Si gracias, prepárame algo. ¿Cómo está tu novio?— con tantos problemas ni le había preguntado.
—Muy bien señorita, en unos días le dan de alta. Ay señorita Bella, perdóneme por favor. Me siento tan mal, si yo no me hubiese ido ese día usted…— rompió a llorar desconsoladamente.
—Está bien Ángela, no tienes que sentirte así. Al final no pasó nada— traté de calmarla cuando llamaron a la puerta.
—Adelante— era Jessica, se quedó mirando a Ángela con desconfianza.
—Señorita Bella, su padre llamó, dice que él y el señor Aro también vienen a cenar— lo que me faltaba. Más gente. ¿Cuándo podré ir a buscar a Edward?
—Gracias Jess, por favor ten la cena lista y pon la mesa, no de gala pero si muy formal.
—Está bien señorita. Es sólo que… yo quería salir hoy, tengo una cita— parecía nerviosa.
—Yo puedo servir la cena, déjeme compensarla señorita Bella— Ángela parecía tan afligida que acepté.
Me vestí lo mejor que pude y bajé cuando estuve lista. Para mi sorpresa Félix me estaba esperando.
—Hola. Has llegado temprano— lo saludé.
—Hola Isabella. Llegué hace rato pero pedí que no me anunciaran. Quería hablar contigo antes que mi padre y el tuyo llegaran.
—Si claro. Siéntate— nos acomodamos en los sillones.
–Félix, quería agradecerte una vez más…— en verdad sentía que estaba en una gran deuda con él.
—No tienes nada que agradecer Isabella, yo sabía que era el destino el que me trajo aquí. De alguna forma llegué más temprano aquel día y al ver que nadie salía a abrirme llamé al teléfono. Antes que el aparato timbrara escuché gritos y pensé que algo estaba pasando, trepé la pared y pude salvarte. Por un momento creí que llegué tarde, quería matar al desgraciado. Perdóname, es la sangre napolitana de mi madre— se excusó visiblemente abochornado por su último comentario.
—Félix, no tienes que disculparte por nada. Ahora yo también estoy segura que fue el destino el que te trajo hasta aquí. Debías salvarme. Y estaré eternamente agradecida por esto— tomé una de sus manos para mostrarle que tenía una amiga eterna en mí.
La puerta se abrió de pronto, era papá y el señor Aro.
—Isabella, hermosa, qué alegría verte— miré a Félix dudosa, tal vez le contó a su padre. Él me hizo una clara señal que Aro desconocía aquel incidente. Suspiré aliviada.
—Que bueno verlo Aro— saludé muy formal.
Me levanté a recibirlos. Cenamos muy a gusto, ahora entre Félix y yo había una nueva complicidad. Me excusé apenas terminamos la cenaa, esperaba que se marcharan pronto. Creo que esta noche cometería una locura, no soportaba estar un minuto lejos de Edward.
Me puse un pijama abrigador y mis zapatillas esperé a que todo estuviera en silencio.
Papá vino a despedirse y yo no cabía ya de emoción. Antes de salir miré por la ventana a ver si había alguien por allí. Pero me quedé completamente perdida con lo que vi.
Edward caminaba con Jessica por el jardín. Parecían conversar de algo interesante. Lentamente me pegué al vidrio para verlos mejor. Vi su sonrisa tímida, la misma que días antes me dedicaba sólo a mí. Ella se acercó un poco pero él retrocedió. Tal y cómo lo hacía al principio conmigo.
Ella simplemente se giró y caminó de vuelta a la casa. Él se perdió entre los árboles.
¿Cuándo había pasado esto? Ella dijo que tenía una cita... ¿Una cita con Edward? Él ni siquiera había venido a verme, hace sólo tres días que habíamos hecho el amor y no me había buscado.
Y aquella tarde en que me atacaron… Edward también había salido, quizás con ella.
Pero de mí nadie se burla, menos un estúpido y muerto de hambre jardinero.
.
Amanecí muy triste, eran las primeras y últimas lágrimas que derramaba por alguien. Yo jamás lloré por nadie. Fue de rabia, yo no estaba sufriendo, fue por mi orgullo.
—Señorita Bella, la buscan— anunció Ángela.
— ¿Quién? No quiero recibir visitas— tenía los ojos un poco hinchados, estaba horrenda.
—Es la señorita Alice. Dice que es importante— me levanté con paciencia y me tomé mi tiempo. Si quería verme iba a tener que esperar.
Bajé a ver que era tan importante para mi ex amiga.
— ¿Bella? ¡Amix perdóname!— corrió hacia mí en cuanto me vio. Yo necesitaba con urgencia un abrazo, cariño y algo de atención, así que también la abracé. Me conmoví tanto que hasta derramé unas lágrimas. Caray había amanecido sensible hoy. Con lo que detesto a la gente llorona.
—Bella. Charlie me contó lo que pasó, lo siento tanto. Y yo molesta contigo e ignorándote cuando me necesitas. Soy una pésima amiga. Te dejé sola todo este tiempo. Pero me dijiste metiche— me dio un ligero golpecito. Todavía estaba enojada.
—Pero lo eres… y me gusta que lo seas— nos abrazamos, en verdad la había extrañado.
— ¿Cómo estás? Sé que debe ser terrible… pero al menos no pasó nada— se mordía los labios, sabía que quería que le contara.
Le detallé todo lo que pasó y sentí, sólo Alice podía comprenderme.
—Así que me siento en deuda con Félix— terminé de narrarle.
—Lo he visto. Es enorme pero un tipo con clase. Algo pedante para mi gusto, imagino que tiene de que ufanarse. Media ciudad anda tras él y la otra mitad lo mira con ganas— su carcajada me llenó de alegría.
—Es muy galante— dije simplemente.
—Sé que debes estar deprimida por lo que te pasó, nada que un día de compras no arregle, vamos prometo no obligarte que te pruebes ropa, simplemente vamos a ver tiendas, si encontramos algo bonito lo compramos. Nos hacemos las uñas, podemos también hacernos un facial. ¡Vamos Bella! Salgamos de aquí.
Le hice caso. Todo el día estuvimos en movimiento. Almorzamos cerca de las oficinas de papá.
—No he querido tocar el tema Bella porque fue el motivo de nuestras discusión la vez anterior pero…
— ¿Edward? No es importante, está saliendo con la cocinera— le anuncié.
— ¿Qué paso? ¿Lo botaste?— quería decirle que sí.
—Tenías razón, era algo sin importancia— miré hacia otro lado, pero ni yo me lo creía. Sentía que iba a explotar de rabia.
—Mejor no pongo el dedo en la llaga, sino fuera porque acabas de vivir algo tremendo diría que estas deprimida o peor despechada— miró hacia otro lado.
Maldita sea, o yo no sabía esconder lo que sentía o ella simplemente me conocía bien. Necesitaba hacer algo o explotaría de rabia.

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