03 febrero 2013

CAP 2 ENEMIGO PUBLICO



CAPÍTULO 2

UN AFORTUNADO ENCUENTRO


BELLA POV
—No te preocupes, cuando te gradúes conseguirás un trabajo mejor pagado que el mío y te harás cargo de la mitad de la renta— decía Alice para animarme, aún así me sentía mal. Quisiera ser de más utilidad.
Mis mejores amigas eran tan lindas conmigo, pagaban casi todo. La casa, los comestibles, los servicios. Yo sólo era una fuente de egreso.
Afortunadamente me faltaban sólo tres meses para terminar mis estudios. Me costó tanto llegar hasta aquí. En primer lugar combatir el pensamiento machista, sería una de las pocas abogadas de Chicago, y luego estaba el asunto del dinero. Sin padres o alguna persona que te ayude es muy difícil poder estudiar.
Me gustaría tanto ser abogada penalista y luchar contra el crimen pero tal y como se daban las cosas en esta ciudad quizás terminaría defendiendo mujeres golpeadas. Eso era bueno pero yo quería algo más arriesgado. No sé, tal vez un bufete como la madre de Ángela y poder demandar a los jefes de la mafia. Si sobrevivía claro está.
—Sí, cuando tenga un empleo decente pagaré todas las cuentas, la renta, la comida, el teléfono— dije en voz alta, Rose y Alice rieron de buena gana.
Llevábamos más de 4 años viviendo juntas y a fuerza de necesidad nos acostumbramos. Fue difícil al principio, Rosalie era muy exigente en cuanto al orden. Para mi buena suerte yo había aprendido a hacerme cargo de mis pocas pertenencias desde niña.
Alice trabajaba de cajera en un banco y por las tardes teníamos turnos en el club Midway. Era un lugar muy elegante, dónde abundaban las mujeres hermosas, incluso para trabajar en el guardarropas, que era mi puesto. Rose cantaba allí y en el día era la modelo de una boutique que traía ropa exclusiva de Paris. Alice soñaba con trabajar en aquella boutique pero aún no terminaba de sacar la licencia de diseñadora de modas. Por eso trabajaba tanto.
—Cálmate doña ley. ¿No tienes clases hoy?— preguntó Rose, así que me apuré en salir corriendo de casa.
Debía entregar varios trabajos finales y por la tarde mi primer día de prácticas en el bufete de los padres de Ángela, una de mis compañeras de estudio. Su madre era la jueza Weber, muy respetada, yo soñaba con ser como ella. No tenía modelo femenino más ilustre.
De hecho mamá murió cuando era pequeña y papá se volvió a casar. Me fui de casa cuando él murió. Sue, mi nueva madre, fue muy buena conmigo, pero sus hijas no me agradaban, no éramos familia después de todo. Leah me odiaba y Emily apenas me hablaba. Y todo por Jake y Sam, mis mejores amigos.
Jake había sido ascendido a comisario de de Chicago, encargado de la policía de investigaciones y delitos. Era muy joven, apenas un año mayor que yo, pero toda su vida trabajó al lado de su padre, Billy, quien había muerto el año anterior en un tiroteo durante el asalto a un banco.
Después de entregar mis pendientes en la universidad, estaba impaciente por salir de clases y pasar a ver a Jake, él y Sam harían un excelente trabajo como agentes de la ley.
Llegué a su oficina a la hora del almuerzo, Jake me había invitado hace dos días.
—Hola ¿Está Jake?— pregunté a su secretaria, una rubia bastante guapa. Ella me miró de arriba abajo y puso cara de pocos amigos.
—El comisario Black está en una junta importante— me dijo tajante. Otra engreída. Sé que mis ropas no son finas ni costosas pero eran decentes y me las había comprado trabajando mucho.
—Bueno, gracias. Le dice que Bella vino a verlo— le dije.
—No soy la mensajera, no llevo recados personales— murmuró volviendo a su máquina de escribir.
—Bueno, entonces le dice que la abogada Swan estuvo aquí ¿Te quedó claro?— traté de intimidarla, nunca había hecho algo así pero me pareció oportuno. Debía que practicar mi persuasión ya que en mi carrera tal vez me enfrentaría a criminales y no podía ser tímida.
—Sí. Disculpe señorita Swan— dijo ella más suave.
Vaya, tener un título pesaba en cualquier parte, una mujer era más respetada. Yo quería que se me conociera por llevar mi apellido y no el de mi marido si algún día me casaba.
Caminé hacia la salida.
— ¡Ey Bella!— escuché gritar mi nombre a Sam.
—Hola Sam ¿Y Jake?— pregunté.
—Me dijo que estuviera pendiente por si venías. No puede comer hoy contigo, vinieron los de la guardia nacional, todo está muy movido, dicen que esta mañana escaparon unos criminales de prisión y están estudiando la forma de atrapar a su cabecilla.
— ¿Escaparon? ¿Qué no se supone que la prisión es muy segura?— pregunte.
—Nadie había escapado hasta hoy. Dicen que suplantaron a Jake. El tal Masen es un maldito bribón.
— ¿Masen?— pregunté al recordar un trabajo que me habían dejado. Era el ladrón de bancos más conocido, no por sus asaltos sino porque todo el mundo parecía quererlo. Y siempre lograba escapar porque la gente lo ayudaba y hasta lo escondía en sus huidas.
—Si, entró a la prisión y liberó a sus amigos, se paseó como en su casa. Dicen que está aquí en la ciudad pero suele disfrazarse en sus asaltos y no hay ni una foto de él. Y las pocas cajeras que pudimos entrevistar no dan detalle sólo se limitan a decir que es… muy bien parecido— dijo sonriendo de lado.
— ¿Muy bien parecido?— pregunté.
—Guapísimo, dicen todas. Muchas hasta se ofrecen a ser sus rehenes cuando huye, la última que entrevisté no quería entregarme el abrigo que Masen le puso, según ella él es muy caballeroso y se lo dio para protegerla del frío. Lo que nos faltaba, un delincuente con modales— se quejó.
Me fui a mis prácticas pensando en eso, un asaltante caballeroso, atractivo y querido por todo mundo. ¿Qué habría detrás del tal Masen?
Toda la tarde estuve atenta a cada palabra de la jueza Weber, salí con pena del Bufete. Pero tenía que llegar a tiempo para el trabajo, mi turno empezaba a las 5 de la tarde y terminaba a las 10 de la noche, mi casa quedaba cerca, así que Rose y Alice nos acompañábamos, lo único incómodo eran esos tipos que creían que todas las chicas éramos mercancía.
Por suerte yo no eran tan bonita, a lo mucho recibía una o dos ofertas diarias. Me daba asco que nos vieran como objetos de satisfacción porque sólo para una cosa nos querían.
Llegué y me cambié, era el único vestido que tenía, ya se veía gastado pero no podía darme el lujo de comprarme otro, Rose insistía en que usara uno de los suyos pero eran tan llamativos que me daban vergüenza.
Al término de mi turno Alice y yo estábamos exhaustas, los zapatos me mataban. Fuimos a sentarnos en una mesa para esperar a que Rose terminara el show, sólo le faltaban dos canciones más. Algunas mujeres me miraban algo fastidiadas. Tal vez por mi viejo vestido o porque estaba de moda ser rubia y yo mantenía mi cabellera café. No quería pintarme el cabello, me vería falsa.
—Tipejas envidiosas. Ignóralas— dijo Alice.
— ¿Podemos sentarnos en una mesa? ¿No sería mejor esperar a Rose en el vestíbulo?— pregunté.
—Si podemos sentarnos en una mesa, no estamos trabajando y es un lugar público, además Eleazar me dijo que podíamos, anda— mi pequeña amiga me llevó hasta una mesa vacía. Rose se veía increíble en un vestido plateado por encima de la rodilla, era muy atrevido.
—Perece una muñeca. Deberían sacar una con el cuerpo y la cara de Rose— dijo Alice. Miré a mi alrededor, había mucha gente y muchos hombres esta noche, la pista de baile estaba llena, yo rogaba que nadie me pidiera bailar, por dos motivos poderosos. Estaba agotada y no sabía bailar.
Pedí una soda, la camarera nos atendió de mala gana, una mujer muy guapa y rubia vino hacia nosotras, yo la conocía de vista, era una de las hermanas del dueño del local. Todas las señoritas Denali eran extremadamente hermosas pero Tanya era sin duda la más solicitada.
— ¿No son ustedes empleadas?— nos dijo forzando una sonrisa.
—De 5 a 10 de la noche sí. Según mi reloj son las 10:15, no somos empleadas en este momento— le respondió Alice.
—Al menos podrían vestirse mejor si pretenden ligarse a alguien— nos respondió.
—Sólo tomamos una soda y esperamos a Rose, no intentamos ligarnos a nadie— le dije lo más calmada posible. ¿Pero que se había creído?
—Sean amables con todos los clientes de todas formas, hay mucha gente importante, se podrían ganar un buen dinero si son complacientes— nos dijo mirándonos como si no valiéramos gran cosa.
Su vista se clavó en algún otro lugar, dejó su gesto despectivo y salió disparada como si hubiera visto algo especial. Seguí admirando a Rose en el estrado, su voz era suave, sentía que me dormía.
Unos dedos en uno de mis hombros me asustaron, era un joven rubio apuesto pero de ojos pícaros.
—Hola, soy Mike. ¿Me harías el honor de bailar conmigo?— me dijo. Vaya, tenía que zafarme de esta.
—Lo siento. No bailo, estoy agotada— le sonreí.
—Es una lástima porque me gustaría tener una cita, hice un gran negocio hoy y quería celebrarlo con una chica hermosa como tu— me dijo tratando de convencerme.
—Lo siento. Te felicito por lo de tu negocio pero no puedo aceptar— su sonrisa decayó un poco y se marchó.
No pasaron ni 2 minutos cuando sentí una respiración en mi hombro. Me giré esperando tener que ser más enérgica con Mike pero me quedé impactada.
Era el hombre más apuesto que había visto en mi vida. Dos ojos verdes preciosos, que parecían mirar mi alma. Cabello cobrizo alborotado, unos labios que invitaban a morderlos. Dios santo, nunca antes había querido hacer algo así.
Pero jamás había conocido a alguien tan sensual y endiabladamente atractivo. Parecía sacado de un cuento de hadas, o de alguna revista europea de la realeza.
—No sé porque rechazaste a ese tipo pero me alegra que hayas hecho ¿Podemos bailar?— me susurró.
No pude decirle que no.
Mi mente no pensaba con coherencia cuando me él miraba.
Asentí ligeramente y me levanté para seguirlo, era un dulce hechizo, yo quería seguirlo sin importar dónde me llevara.
Caminamos entre la multitud, él tenía una mano en mi cintura, sentía una sensación de cosquilleo allí donde sus dedos me apretaban.
— ¿Cómo te llamas?— dijo atrayéndome hacia su pecho, su olor era divino.
—Isabella Swan. Pero me gusta que me digan Bella— dije como pude.
—Bella. Hermoso nombre— dijo respirando sobre mí.
— ¿Y tú? ¿Tienes nombre?— pregunté.
—Edward— dijo sonriendo.
—Y qué haces por aquí Edward— pregunté.
—Poniéndome al corriente de todo— dijo haciéndome girar.
— ¿Has estado viajando?— pregunté.
—Digamos que mis negocios me llevan a distintas ciudades del país.
Seguimos bailando unos minutos, sin decir nada sólo mirándonos y reconociéndonos, era como si ya lo hubiera visto antes aunque yo sabía que no era así. Tenía un rostro que jamás se podría olvidar.
Era una familiaridad extraña, me sentía segura a su lado, tan cómoda, extrañamente completa.
— ¿Tienes hambre? ¿Quieres ir a comer? Hay un restaurante muy bonito cruzando la calle— dijo, a pesar de querer negarme mi estómago me delató, él sonrió y me tomó del brazo.
—Aunque digas que no, tu estómago ha aceptado mi invitación— sonrió. Caminamos unos pasos, él me llevaba de la mano ahora.
— ¿Edward?— escuché la voz fastidiosa de la señorita Tanya Denali, parece que lo conocía bien.
—Buenas noches Tanya— dijo él tratando de evadirla, ella nos cerró el paso.
—Vaya, veo que conseguiste compañía— dijo muy ofuscada. –Espero que tengas suficiente dinero, Bella es una chica muy cara— dijo destilando veneno.
¿Cómo se atrevía? Yo no era una cualquiera… como ella o sus hermanas. Todos sabían que el club era muy fino pero que algunas mujeres divertían a los clientes de forma muy personal.
Yo ni siquiera había tenido novio. El señor Eleazar sabía que estudiaba y no era mujerzuela.
Edward me miró confuso. Oh no… pensará que soy una de esas mujeres.
—Tengo lo necesario— dijo él pasando a su lado.
Al salir sentí el aire helado de la calle, inmediatamente me encogí. Edward se quitó su abrigo y me lo ofreció. Acepté conmovida, desde que papá murió nadie había sido tan protector conmigo.
Entramos al restaurante y pedimos una mesa. El dependiente me miró con desdén cuando me quité el abrigo. Deseé tener algo un poco más fino, este vestido apenas me costó diez dólares y en remate. No me podía permitir más lujos.
— ¿Y a qué te dedicas Bella?— preguntó él una vez que nos sentamos.
—Estudio leyes, estoy a punto de graduarme—dije con una sonrisa.
— ¿No trabajas en el club?— preguntó.
—Sí. Soy guarda abrigos, hasta que consiga un trabajo en algún bufete— le aclaré.
— ¿Quieres ser abogada?— preguntó.
—En realidad quiero ser juez— le dije. Él sonrió.
Pedimos algo ligero, tenía hambre pero no quería llenarme de comida.
Algunas mujeres de las mesas vecinas no dejaban de mirarme con desprecio. Me sentí cohibida, mal maquillada y usando un vestido barato. Debían pensar que soy mujer de alquiler.
—Muchas personas te miran, yo tampoco puedo apartar mi vista de ti— dijo sensualmente mi acompañante.
—Me miran porque nunca han visto a alguien con un vestido tan corriente en este restaurante como éste— dije avergonzada.
—Te miran porque eres la mujer más hermosa de todo el lugar— dijo haciendo que me ruborizara.
—Eso no es cierto— bajé la mirada. El cumplido me causó que me ruborizara.
—Si lo es. Todos son unos estirados, no le hagas caso. Siempre fijándose de dónde venimos y los trapos que llevamos encima— dijo molesto.
— ¿Y a ti no te importa eso?— pregunté.
—Lo importante es a dónde vamos Bella— me dijo muy seguro de sí.
— ¿Y tú a dónde vas? –pregunté.
—A donde yo quiera— dijo tan seguro de sí que lo admiré.
— ¿Y a que te dedicas?— pregunté para cambiar la conversación.
—Soy Edward Masen, asalto bancos— dijo haciendo que el tenedor se me cayera de las manos, sonreí al mirar su rostro, no parecía avergonzado.
¿Masen? ¿Sería el Masen que todo mundo perseguía?
— ¿Por qué me dices eso? Podrías haber inventado cualquier otra cosa— estaba impactada por su confesión o tal vez estaría de broma.
—No quiero mentirte—me susurró. – ¿Quieres que nos vayamos?— preguntó.
— ¿Tienes prisa?— pregunté mientras sentí que mi rostro se calentaba otra vez. ¿A dónde querría ir?
—Si pudieras ver lo que yo veo, tu también tendrías prisa— dijo pasando sus ojos por todo mi cuerpo, haciendo que me estremeciera.
—Bueno, si quieres nos vamos— dije algo avergonzada.
Caminamos hacia la salida, al llegar a recibidor un hombre lo detuvo.
—Edward, el señor Jenks quiere verte— le dijo. Él pareció dudar un momento, se giró hacia mí, me puso su abrigo.
—Por favor, espérame afuera, no tardo— dijo, caminé algo insegura.
Al llegar a la calle el viento me golpeó y me trajo de vuelta a la realidad
¿Qué hacía yo cenando con el hombre más buscado por la policía?
¿Y que esperaba ahora?
Se veía que él no tenía intenciones de dejarme ir. Aunque a decir verdad yo tampoco quería que lo hiciera.
¿Y si en realidad era el tal Masen que tanto buscaba la policía?
¿Y si estaba a punto de involucrarme con un asaltante de bancos? Y no cualquier asaltante. Era "el asaltante"
No había futuro en esto, sería sólo una aventura en su vida. Los que huyen de la ley tienen amantes a montones
¿Así quería que fuera mi primera vez? ¿En algún hotel con un criminal?
Y qué dirían mis amigas. ¿Y Jake?
No podría mirarlo de nuevo a los ojos, sabiendo que él trata de arrestar a Edward y yo...
Esto cambiaría mi vida para siempre y no quería sufrir. No lo valía.
Hice parar el primer taxi que pasó y subí rápidamente. Su aroma todavía estaba impregnado en el abrigo.
Llegué a casa y dormí envuelta en aquella prenda.
Casi cometo la locura más grande de mi vida. Casi me dejo llevar por el instinto dejando de lado la razón.
.
.
EDWARD POV
—Dos minutos, que pasa oso ¿Estás perdiendo práctica?— le dije a Emmett después de amarrar a los rehenes a un árbol a las afueras de la ciudad. Habíamos tardado más de lo necesario en el último atraco, aunque fue limpio. Ni un solo herido.
—Estoy pesado, necesito hacer ejercicio. Hey tu abrigo— me dijo mirando a la cajera.
—Está haciendo frío, puedo comprarme otro— dije haciéndole señas para que subiéramos al auto.
—No puedes con tu genio jefe, eres demasiado blando con las mujeres— me dijo sonriendo.
—No soy blando, es sólo que… son damas, mi problema es con los bancos no con las cajeras— le refuté.
—No puedes ver a una mujer en peligro o sufriendo porque te sale tu yo protector— se rió de mí.
—No somos bárbaros, creo que podemos hacer esto con clase— le dije haciéndole una señal a Ben para salir de allí.
Nos repartimos el botín. Cincuenta mil dólares en total, éramos sólo cuatro, no quise que ninguno de los que sacamos de prisión entrara a la banda, no eran asaltantes, algunos estaban allí por deudas.
Yo era el jefe tenía derecho al doble de lo que le tocó a cada uno, así que me llevé veinte mil, suficiente para vivir a cuerpo de rey por un mes.
Tal vez debía poner mis ahorros en un banco. ¡Era un buen chiste!
— ¿Vamos a gastar un poco en el nuevo club de Eleazar?— preguntó Emmett.
—Lo único que quieres es volver a revolcarte con Irina— le dije molesto.
—No, quiero buscar otras nenas, ojala encuentre unas gemelas, ya sabes dos meses en prisión, no se alivian tan fácilmente— se rió.
—Yo también ando en busca de alguna chica— dijo Jasper.
—Pero vamos a otro lado, no quiero ir a ese club— me quejé.
—Tiene miedo de Tanya— se rió Emmett.
—No es miedo, es que ya no sé qué excusa darle— dije desesperado.
—No sé de qué tienes miedo Eddie ¿Puedes enfrentarte a toda la policía de Chicago y no puedes con Tanya? Se te van a hinchar si sigues con eso de la castidad— se burlo nuevamente.
—No le temo a Tanya ni al sexo. Pero me gustaría encontrar alguien especial, no quiero ser uno más en la su vida— me defendí.
—Te entiendo— dijo Jasper. –A mí también me gustaría tener una sola mujer, que me esperara, que me amara— a veces él se ponía así de melancólico.
— ¿Amor? Eso es una utopía chicos. La vida es para disfrutarla— se reía con ganas Emmett.
Salí de la casa a regañadientes, me había comprado un traje fino para pasar desapercibido entre la gente ilustre del club. Y un nuevo abrigo a juego.
Llegamos al tan voceado lugar y nos sentamos a mirar. Realmente era como Eleazar nos dijo, había mujeres muy hermosas, la mayoría rubias, al parecer estaban de moda los cabellos dorados.
Emmett ni siquiera terminó de entrar, ya que Irina lo estaba esperando y se marcharon a otro lugar. Nos sentamos en una mesa a beber.
Mi vista se fijó en una larga cabellera caoba que cubrían una preciosa y curvada espalda. Me quedé cómo tonto mirando fijamente hacia ese lugar hasta que, de alguna forma, Tanya me encontró.
— ¡Edward, viniste! Tengo un privado arriba ¿quieres subir?— me dijo.
¿Alguna vez le habrían explicado que a los hombres nos gusta cazar y no ser cazados?
—Gracias Tanya, tengo sed, voy por un trago— me levanté pero en el camino cambie el rumbo hacia la mesa donde vi a aquella desconocida. Avancé más lentamente cuando me di cuenta que Mike llegó primero que yo. No me había dado cuenta que él también había estado mirándola. Sentí un rugido en el pecho que salió sin intención, me molestaba mucho la idea de que ella lo aceptara.
Por primera vez experimenté lo que todos llaman celos. Sí, estaba celoso, quería retorcerle el cuello a Mike.
Pero ella lo rechazó, respiré aliviado. Mike se fue cabizbajo y aproveche mi oportunidad, llegué a su lado quise poner una mano sobre su hombro pero temí que me confundiera con Mike, así que me acerque y me agaché un poco, respiré cerca de su cuello, me estremecí, sentir ese embriagante aroma me trastornó, mi cuerpo reaccionó de inmediato, mis pantalones parecieron encogerse.
Ella me miró, no estaba preparado para recibir el hechizo de aquellos ojos chocolates dulces y soñadores.
Era espléndida, su mirada de niña traviesa, sus labios rosados y jugosos, su piel tersa, suave que me llamaba.
—No sé porque rechazaste a ese tipo pero me alegra que hayas hecho ¿Podemos bailar?—pedí con el tono más galante que pude, no quería parecer desesperado aunque ciertamente lo estaba, la quería, la deseaba como nunca deseé a nadie.
Ella había sido hecha para mí y yo para ella, me bastó solo mirarla para darme cuenta. Por esta criatura, esperé tanto y ahora que la encontré nada ni nadie me impediría hacerla mía.
Pero de sus labios no salió palabra, sólo un gesto afirmativo, poco a poco se puso de pie dispuesta a seguirme, sé que ella también lo sentía, su respiración cambió, sus ojos se dilataron, estaba seguro que también ella me deseaba.
Me apoderé de su cintura, no quería que se me fuera, era una delicia verla caminar. La acerqué más a mi cuando llegamos a la pista de baile.
— ¿Cómo te llamas?— inicié la conversación, la música era suave pero se interponía, la abracé con más fuerza.
—Isabella Swan. Pero me gusta que me digan Bella— dijo.
—Bella, hermoso nombre— dije acercándome un poco más.
— ¿Y tú? ¿Tienes nombre?— me preguntó.
—Edward— le sonreí.
—Y qué haces por aquí Edward— preguntó.
—Poniéndome al corriente de todo— le di un par de vueltas bailando.
— ¿Has estado viajando?— me preguntó, era fascinante verla mover esos sensuales labios.
—Digamos que mis negocios me llevan a distintas ciudades del país—sonreí, si ella supiera de mis negocios pero de inmediato mi sonrisa se desvaneció.
Si ella supiera no querría estar ni un minuto a mi lado. Y yo no le mentiría, dejaré que decida.
Pero al menos quería tenerla una noche conmigo.
— ¿Tienes hambre? ¿Quieres ir a comer? Hay un restaurante muy bonito cruzando la calle— pregunté cuando creí escuchar que su estómago rugía, no terminé de hablar y nuevamente el sonido se hizo más fuerte. —Aunque digas que no, tu estómago ha aceptado mi invitación— insistí.
Quería que comiera algo. Le tomé la mano para guiarla.
— ¿Edward?— Tanya apareció de pronto. ¿De qué modo la podía espantar sin ser grosero?
—Buenas noches Tanya— me despedí tratando de rodearla para irme de allí con aquella criatura divina.
—Vaya, veo que conseguiste compañía, espero que tengas suficiente dinero, Bella es una chica muy cara— dijo mirándola con desprecio.
¿Acaso Bella trabajaba aquí?
¿En lo mismo que Tanya?
No, yo era muy observador, Bella era diferente a las mujeres como Tanya. Y si no lo fuera, la verdad, no me importaba mucho a estas alturas de la noche.
—Tengo lo necesario— le dije y salí de allí sin volver a mirarla.
Hacía mucho frío afuera, Bella tiritaba. Me quité el abrigo y la envolví en él.
Me prometí comprarle el mejor abrigo que pudiera y todos los vestidos de la boutique más cara. Ella sólo merecía lo mejor.
Pedí una mesa al entrar en el restaurante francés que conocía bien. El maître hizo un leve gesto de aversión cuando miró el vestido de Bella, casi le rugí.
— ¿Y a qué te dedicas Bella?— le pregunté, necesitaba empezar a conocerla.
—Estudio leyes, estoy a punto de graduarme—sonrió con orgullo, eso me hizo pensar que era una chica muy correcta.
— ¿No trabajas en el club?— le pregunté.
—Sí. Soy guarda abrigos, hasta que consiga un trabajo en algún bufete— ¿Trabajaba guardando abrigos? Estaba en el puesto más inofensivo de ese camuflado lugar.
— ¿Quieres ser abogada?— le pregunté, me parecía muy dulce para desenvolverse en ese medio.
—En realidad quiero ser juez— me causó gracia, en esos lugares abundan los tiburones, yo mismo contrataba los abogados mas ruines cuando necesitaba alguna cosa y hasta los jueces se podían comprar.
Al lado izquierdo, una señora muy estirada no dejaba de mirar a Bella con desprecio, me llené de ira, con gusto habría tirado su mesa. Ella también se dio cuenta y dejó caer su cabello a modo de cortina para alejarse de los demás
—Muchas personas te miran, yo tampoco puedo apartar mi vista de ti— le dije para calmarla.
—Me miran porque nunca han visto a alguien con un vestido tan corriente en este restaurante— dijo tristemente. Volveríamos otra vez y ella vestiría como una reina.
—Te miran porque eres la mujer más hermosa de todo el lugar— y de toda la ciudad. Yo nunca había visto alguien más linda.
—Eso no es cierto— se ruborizó, me encantaba ese color en sus mejillas, quería tocar su rostro.
—Si lo es. Todos son unos estirados, no le hagas caso, siempre fijándose de dónde venimos y los trapos que llevamos encima— casi todo mundo sólo se fijaban en la apariencia y el apellido.
— ¿Y a ti no te importa eso?— me preguntó.
—Lo importante es a dónde vamos Bella— le aseguré.
— ¿Y tú a dónde vas? –me preguntó más interesada.
—A donde yo quiera— sentía que el mundo era mío ahora que estaba completo.
— ¿Y a que te dedicas?— me preguntó. Ya no le podía esconder mi situación, ella decidiría si me aceptaba.
—Soy Edward Masen, asalto bancos— se le cayó el tenedor de las manos haciendo un molesto sonido, tuve miedo que se levantara y saliera corriendo pero contrario a todas mis suposiciones sonrió.
— ¿Porque me dices eso? Podrías haber inventado cualquier otra cosa— dijo aun con una sonrisa.
—No quiero mentirte ¿Quieres que nos vayamos?— pregunté.
— ¿Tienes prisa?— preguntó con perspicacia de pronto volvió a sonrojarse, entonces si tenía idea de lo que pasaría luego.
—Si pudieras ver lo que yo veo, tú también tendrías prisa— claro que quería salir de allí y llevármela al lugar más íntimo que pudiera encontrar. Y las palabras sobrarían.
—Bueno, si quieres nos vamos— dijo.
Casi habíamos llegado a la puerta cuando Smith, el empleado de Jenks me dio alcance
—Edward, el señor Jenks quiere verte— maldición, justo cuando llevaba tanta prisa. No podía negarme, necesitaba unos favores personales de Jenks.
—Por favor, espérame afuera, no tardo—le dije a Bella poniéndole mi abrigo, no quería que oyera nada.
Caminé con Smith muy de prisa hasta encontrarme con Jenks.
—Edward, bienvenido a Chicago nuevamente ¿Qué tal te fue en Los Ángeles?— preguntó, él siempre estaba muy bien informado de todo.
—Excelente pero tuve que regresar ya sabes, parte de mi familia se quedó en prisión en el último trabajo— eso era porque Emmett había estado tan concentrado en las piernas de una cajera que no salió a tiempo. Él y Mike cayeron aquella vez y tuve que dejarlos muy a mi pesar.
— ¿Te quedarás mucho tiempo?— me preguntó.
—Creo que un par de meses— respondí.
—Ya sabes que cuentas conmigo, estoy a tus ordenes— dijo sonriendo y mostrando su diente de oro.
—Gracias, tengo prisa, te buscaré pronto— me despedí.
Salí corriendo de aquel lugar. Abrí la puerta y busqué con desesperación a Bella.
No la vi por ningún lado. Sentí un vacío enloquecedor.
— ¿Ha visto a una muchacha de cabellos oscuros?— pregunté al de servicio.
—Si, acaba de abordar un taxi— me dijo.
Bella se había ido, me había dejado.
Tal vez la asusté al decirle quien era y huyó. Aún así, debía lograr que me lo dijera directamente, la buscaría mañana mismo.
Llegué a casa como siempre cambiando varias veces de taxi, me encantaría poder conducir libremente pero sólo teníamos los autos que usábamos en los asaltos y no quería exponerme.
Mañana iría a comprarme un auto para pasear en la ciudad y arreglaría algunos papeles.

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