03 febrero 2013

CAP 1 ENEMIGO PUBLICO



CAPÍTULO 1

EL RESCATE DE LA BANDA


EDWARD POV
A punto de entrar en la prisión de máxima seguridad de Chicago, una sonrisa asomaba a mi rostro.
Yo era el "supuesto" arrestado y Jasper alias "Pantera", mi custodio. Una farsa fina y bien montada para poder rescatar a los miembros de mi banda.
No estaríamos aquí si el señor "Oso" hubiese hecho bien su trabajo en el último asalto, en lugar de coquetear con las cajeras del banco.
—Te queda perfecto el uniforme— murmuré mirando de reojo a mi compañero.
Nos había costado más de mil dólares conseguirlo y no tuvimos tiempo de llevarlo a entallar a su medida.
—Cállate ladrón, los criminales como tú no hablan— me respondió, hice mi mayor esfuerzo para no reír.
Las puertas de hierro del centro correctivo Thompson se abrieron, dos corpulentos policías salieron a nuestro encuentro.
—Black, policía de Michigan, traigo a "León" Masen— se identificó Jasper, era una suerte que el nuevo comisario Jacob Black no sea conocido físicamente en este lugar, recién ayer fue nombrado, y para nuestra buena suerte, no le gustaba posar para las cámaras.
—Santa Madre ¿Es Masen?— el policía más viejo me miró con ojos aterrados.
Mi vanidad saltó de pronto y me sentí orgulloso de la fama y el miedo que inspiraba.
— ¿Lo traes sólo? ¿Dónde está la guardia? Deberían escoltarlo por lo menos diez hombres—se quejó el otro, casi sonreí. Creo que sí haría falta un escuadrón para contenerme. No porque sea fuerte, sino porque soy bastante escurridizo.
—Más vale maña que la fuerza—sonrió mi amigo. Debería ser actor, parecía un verdadero policía.
— ¿Eres Jacob Black? ¿No era un policía indio?— dudó uno de ellos.
—Se dice nativo imbécil. Soy mitad nativo ¿Algún problema con eso?— dijo mi amigo a punto de explotar.
—Ninguno jefe, usted sólo puede con Masen— nos dejaron libre el paso.
Primer problema resuelto, ya estábamos dentro. Ahora sólo teníamos que esperar a que Emmett y Mike hicieran su trabajo y a lo mejor nos llevaríamos algunos más con nosotros para agrandar la banda.
Las esposas me molestaban, no podía moverme pues debía evitar que se dieran cuenta que no estaban cerradas totalmente.
Me sentaron en una silla mientras le trajeron a Jasper una bebida fría, el verano había iniciado y el calor se hacía sentir. El saco y la corbata me estaban matando.
—Debe llenar el papeleo jefe— indicó uno de los custodios alcanzándole a Jasper algunas formas burocráticas.
— ¿Tanto problema para meter una rata al hoyo? Mi padre se volvería a morir si viera esta burocracia— se quejó mi amigo escupiendo. Un policía lo miró dudando.
—Todos hablan de los buenos modales del nuevo jefe, pero parece que es como nosotros— sonrió abiertamente y todos rieron a coro.
—Yo tampoco quisiera llenar tanta papelería, hace unos años podíamos volarle la cabeza a los ladrones antes de llegar a prisión, ahora se habla de derechos humanos— se quejaba otro de ellos.
Pasaron aproximadamente quince minutos, Jasper garabateaba los papeles de mí supuesto ingreso.
— ¿Una copa señor Masen? ¿El rey León necesita algo?— se burló un policía mirándome.
—Ya deja en paz al Robin Hood de Chicago— dijo otro de los policías burlándose.
Odiaba ese apodo, sólo porque no podía resistirme en repartir algunos fajos de billetes cada vez que estábamos en un banco, o fuera de él. Pero eso tenía una razón. El devolver a la gente parte del botín era una tradición de la banda.
Recordé entonces la primera vez que presencié un asalto bancario, apenas era un niño...
—Edward quiero que seas un buen niño y sonrías al señor del banco— decía mamá terminando de arreglarse. Papá había muerto hacía un año y estábamos a punto de perder la casa debido a la hipoteca.
—Señora Masen, lo siento, no podemos refinanciar su deuda— dijo el empleado del banco después que mi madre le pidió que revisara su caso.
—Pero estoy trabajando ahora, dejo a mi hijo en una guardería. Mire todavía no cobramos el seguro por la muerte de mi esposo.
—La compañía de seguros no cubrirá nada señora. Su esposo estaba ebrio cuando murió, su seguro cubría accidentes fortuitos o de trabajo, no los provocados por vicios.
—Pero algo se podrá hacer, no tenemos otro lugar a dónde ir. Nuestra casa es pequeña y yo estoy trabajando, puedo pagar las cuotas mensuales— rogaba mi madre.
—Usted no está en planilla, su trabajo es eventual, si de pronto deja de trabajar no podrá hacerse cargo de la deuda, lo siento pero necesita un aval, alguien… varón.
— ¿Aval? ¿Acaso mi esfuerzo no es suficiente aval? Es un machista, no tengo hermanos, ni primos. ¿Cómo que un aval?—dijo mi madre indignada.
—Lo siento señora Masen, pero tendrá que dejar la casa.
— ¿Y un préstamo? Verá la deuda de la casa no es mucha. En tres años podría saldar la cuenta. En verdad que no tenemos otro lugar a dónde ir.
—No prestamos a mujeres señora. Si me disculpa, hay otros clientes importantes que esperan— dijo aquel hombre haciéndonos un gesto para que nos vayamos, aunque mi madre me dijo que le sonriera no pude evitar sacarle la lengua.
—Niño malcriado, se nota que necesitas mano dura— dijo aquel hombre perdiendo los estribos y viniendo hacia mí. Me sujetó de los brazos y me sacudió.
—Así que eres bravo con los niños y las viudas— escuché una potente voz detrás de mí.
— ¡Suelte a mi pequeño!— gritó mamá. Me tomó en brazos y se tiró al piso conmigo, escuché ruido, jaleo y muchos gritos.
Miré hacia arriba, un hombre inmenso con una gran escopeta apuntaba al empleado del banco.
—Este es un asalto, así que deja de mearte los pantalones y abre la bóveda. ¡Ahora!— gritó.
Habían al menos cinco hombres más apuntando a los cajeros y a la gente, los obligaban a tirarse al piso. Me quedé fascinado con aquel despliegue de coordinación, eran un equipo bien organizado, en menos de dos minutos salían corriendo de la bóveda.
—Halcón, hiena, cuervo, carguen la bolsas. Lince, no dejes de apuntar— gritaba el que parecía ser el jefe. Pasó muy cerca de dónde estaba y me deshice de los brazos de mi madre.
—Edward ven aquí— me dijo ella en susurros.
No pude evitar correr tras aquel hombre que se giró al sentirme.
—Hola pequeño deberías estar con mamá, no es seguro para ti andar sólo— me dijo sonriendo.
—No tengo miedo. ¡Yo soy el hombre de la casa!— le grité.
—Vaya, un hombre de un metro.
—Papá murió y yo soy el hombre ahora. Patearé a los que quieran echarnos de mi casa— volví a gritar.
—Eres un león, me gusta tu carácter, búscame cuando seas más grande. Toma, con esto podrás patearle el trasero a esos banqueros— dijo poniendo un fajo de billetes en uno de los bolsillos de mi overol.
— ¿Usted robó eso?— pregunté mirando atónito los billetes.
—Los bancos roban más que yo pequeño. ¿Acaso no quieren quitarte tu casa? Yo recupero lo que ellos roban. Guarda bien esto y dáselo a tu madre, a nadie más— me guiñó un ojo.
Fui directo a los brazos de mamá que lloraba buscándome. Me quedé quieto hasta que los asaltantes abandonaron el banco, escuché llegar a los policías y luego interrogaron a todos.
Cuando llegamos a casa no sabía cómo darle a mamá lo que el asaltante escondió entre mis ropas, tenía miedo que me lleven a la cárcel.
Un mes después vinieron a echarnos de casa, mamá lloraba entonces creí que era buen momento para darle esos billetes.
Funcionó, los banqueros se fueron, mamá pagó las deudas y nos quedamos en casa unos años más. Pero ella murió una tarde cuando salía de su trabajo, yo aún no terminaba la escuela. La atropelló un banquero, en el juicio presentó pruebas falsas diciendo que mamá estaba ebria. Eso decían de todas las personas que morían arrolladas. Esos ladrones de las compañías de seguros y los banqueos, yo me iba a encargar que pagaran.
— ¿Qué fue eso?— preguntó uno de los policías al escuchar un golpe sordo.
Esa era la señal pero aún no me moví de mi lugar. Un segundo golpe asustó a todos los policías, esta vez aporreaban la puerta que daba a las celdas.
— ¿Quién es?— preguntó el oficial más viejo.
—Smith. ¡Abran!— se escuchó desde dentro. De seguro Emmett y los demás ya tenían a los policías prisioneros. Las Denali habían pasado ayer a visitar a su "hermano". Y es sabido que a las chicas bonitas no las revisan al entrar. Habían metido media docena de navajas. Sólo esperaba que Tanya no quisiera un agradecimiento más personal. Ella era bonita pero a mí no me gustaba sus tácticas de conquista. Casi podía ver lo que pensaba cuando se me acercaba, me miraba como un pedazo de carne.
Los guardias abrieron la puerta y fueron impulsados hacia atrás.
Hora de actuar.
Me quité las esposas e inmovilicé al más cercano a mí, Jasper y yo fuimos tan rápidos, que para cuando los demás salieron ya no había obstáculos.
Por fin vi la sonrisa de niño de Emmett, la mirada perdida en la cara de Mike. Había extrañado a mis compañeros.
— ¿Que hay chicos?— nos saludó Emmett.
— ¿Masen?— dijo James mirándome con una letal sonrisa, no quería a este tipo en la banda, era un psicópata.
—James—lo saludé apenas.
—Vámonos ya, Ben nos espera afuera, quítense esa ropa a rayas, estos amables policías nos prestarán sus uniformes— dijo Jasper sonriendo. Eran 8 en total, no cabríamos en el auto a pesar de que era grande. Pero no podía dejar a ninguno.
De pronto James empezó a golpear a uno de los policías sin que lo provocara.
—Te dije que me las pagarías— decía lentamente mientras seguía golpeándolo en la cabeza. Este tipo era un enfermo. El policía trató de sacar algo de su bota y James sin pensarlo le disparó con el arma que le acaban de dar para escapar.
La alarma de la prisión comenzó a sonar.
—Maldita sea James ¿Qué carajos te pasa? ¿Qué parte de una huida silenciosa no entendiste?— le reclamé.
Corrimos a la puerta, los guardias no tardarían en llegar y los del techo seguro ya preparaban sus armas. Salimos rápido, yo iba al frente, mi arma era automática y empecé a disparar a discreción, tenía que cubrirlos. El auto estacionó a unos metros, todos corrieron pero los guardias sobre los muros alambrados de la prisión empezaron a disparar a quema ropa.
Cayeron tres de nosotros, los demás pudimos llegar a nuestro vehículo y salimos veloces de allí.
Cuando estábamos a unos kilómetros de la prisión no pude contenerme.
—Maldita sea— dije furioso. Todos me miraban. – ¡Bájate James!— ordené antes que el vehículo se detuviera.
— ¿Qué?— dijo el aludido.
— ¡Bájate! Eres un idiota ¿Te das cuenta de cuantos han muerto innecesariamente? No somos asesinos, somos asaltantes— de dejé en claro.
—Asaltar es aburrido, además somos criminales de todas formas— se defendió.
—Hay una gran diferencia. No acabamos con la vida de nadie si podemos evitarlo— abrí la puerta y sin decir más lo empujé fuera del auto.
Continuamos, nadie comentó ni dijo palabra. Necesitábamos cambiarnos de ropa, bañarnos y comer. Lástima que de camino solo quedaba un lugar.
— ¿Nos detendremos en lo de las Denali?— sonrió Emmett feliz al ver que tomábamos la desviación a la casa de Eleazar.
—Sólo será media hora, luego nos largamos de allí— dije serio.
—Con media hora tengo suficiente, espero que Irina esté disponible— dijo mi amigo oso.
Llegamos, Tanya esperaba en la puerta, sus rubios cabellos brillaban al sol.
—Tienes comité de bienvenida. Anda Edward relájate y por una vez deja ser feliz a Tanya— pidió Jasper que solía enredarse con Kate.
—Gracias pero no me gustan las cosas con demasiado uso y estoy seguro que Tanya es feliz, más seguido de lo que parece— contesté. De hecho varios asaltantes habían pasado por sus sábanas.
Bajamos del auto y nos dirigimos a la casa. Miré en todas direcciones, no quería sorpresas. Mi anterior jefe me enseñó a ser precavido.
—Edward, has llegado. ¡Te extrañé tanto!— dijo Tanya corriendo a mí. Le di la mano para evitar que me abrazara. No soportaba estar cerca de ella, me incomodaba sus insinuantes muestras de afecto sobretodo porque podía sentir el olor de otros hombres en ella.
— ¿Eleazar consiguió el nuevo auto que le pedí?— le pregunté.
—Tan serio como siempre, sólo piensas en tu trabajo. Ha conseguido un Ford. ¿No quieres comer algo?— dijo llevándome a la cocina. Comimos con avidez ya que desde el día anterior no habíamos probado bocado. Emmett apenas terminó subió con Irina al segundo piso lo mismo que Jasper. Mike todavía estaba tratando de ligarse a Carmen.
— ¿No quieres subir a relajarte un poco?— dijo Tanya tomando mi mano.
—Gracias, Eleazar no debe tardar por favor dales de comer al resto. Y cómprate algo bonito— saqué un sobre para pagarle muy generosamente sus atenciones.
—Sabes que estaría más que satisfecha si me dejaras complacerte un poco—ronroneó.
— ¿Quieres complacerme?— le pregunté.
—En lo que desees— dijo ella insinuante.
—Deja de hablarme y mirarme así. Lo siento Tanya, eres muy hermosa lamento no poder corresponderte— salí de la casa a esperar el auto nuevo afuera, me intoxicaba el olor de ese lugar.
Eleazar no demoró mucho en llegar, afortunadamente.
—Edward, amigo. ¿Qué te parece?— dijo mostrándome el auto, se veía bastante bien.
—Soberbio. Espero que corra igual que como luce— le dije sonriendo y estrechando su mano.
—Es más rápido de lo que parece, mi mecánico le puso doble carburador.
—Gracias. Vale su precio entonces— le dije dándole otro sobre con bastante dinero.
—Cuando quieras ¿Oye están las chicas ocupadas?— preguntó dijo mirando su casa.
—Sí. Muy ocupadas— dije haciendo un gesto de asco.
—Tú no cambias, espero que algún día encuentres la mujer que te haga perder la cabeza. Todos la esperamos, mientras tanto nos conformamos con lo que las vida nos da— dijo sonriendo.
—Pues seguiré esperando no quiero conformarme con menos, gracias— me acerqué al auto para tocar el claxon reiteradas veces y poder sacar a los muchachos.
Tardaron unos quince minutos en salir, hasta Ben que siempre era el más tímido salió abrochándose los pantalones. Esa casa estaba llena de mujeres, en su mayoría chicas del cabaret de Eleazar.
—Edward, tenemos un nuevo local en la calle Midway. Hay nuevas chicas y el lugar es elegante. Te espero pronto— se despidió mi amigo.
Llegamos al lugar que habíamos alquilado recientemente como cómo escondite. Era una casa grande y confortable, mi habitación era las más alejada para no escuchar el ruido, seguramente esta noche traerían mujeres.
Pero necesitaríamos dinero, así que más nos valía trabajar antes que cerraran los bancos y tal vez visitaría a mis padres, no podía mantenerme alejado de ellos, sé que les había pagado mal y no debía hacer sufrir así a Esme, yo era lo peor que les había podido pasar.
Nunca pudieron tener hijos y justamente el niño que adoptaron se convirtió en asaltante.

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