05 febrero 2013

CAP 19 ENEMIGO PUBLICO



CAPÍTULO 19

EL RETORNO DEL LEÓN

EDWARD
Me desperté aturdido, todo estaba negro y no sabía dónde me encontraba.
Traté de levantarme y me caí contra algo duro. Me golpeé la rodilla y grité de dolor. Mi pierna aún no sanaba del todo. Espero que no se abra la herida.
Saqué mi encendedor y alumbré el lugar. Parecía el sótano. Sólo había estado aquí una vez, cuando bajé por pólvora.
Subí las escaleras cojeando. Tuve que tirar la puerta para salir. Casi me luxo el brazo. ¿Qué diablos pasaba?
Entré a todas las habitaciones para buscar a Mike o a Tanya. Ellos me debían una explicación. Lo último que recuerdo es estar sentado esperando a las Denali en mi auto.
Sobre la cama de la habitación donde me hospedaba había un sobre.

"Edward. Perdóname. Ellos tienen a Irina. Yo les he pasado información todo este tiempo.
Hoy planeaban matarte. Te he dormido para que no puedas venir.
Le dije a Mike que Jenks te iba a dar mucho dinero por eso aceptó ayudarme a suplantarte.
Dile a Jenks que también me perdone, yo estuve con él por mucho tiempo.
Lo siento tanto. Lo hice por mi hermanita. Jamás he dejado de amarte. Lo siento, lo siento"
Tanya
Me quedé petrificado, tratando de enlazar ideas. Leí aquel papel una y otra vez.
¿Tanya trabajaba para… la policía o el FBI? Les ayudó por salvar a su hermana… la menor.
¿Hoy planeaban matarme? ¿Y quién fue en mi lugar?
¡Mike! ¡Por Dios!
Salí de la casa, rumbo al centro de la ciudad, me vestí con un abrigo alto para no ser reconocido. Ya había oscurecido, eran casi las ocho de la noche.
Cuando llegué había mucho tumulto, varias personas arrojaban piedras a los policías.
— ¿Qué sucede?— pregunté a un anciano limosnero que lloraba en la acera.
—Esos malditos, lo han matado. Mataron a Masen, lo han dejado irreconocible ¡Cinco tiros en la cabeza! Pobre muchacho nunca le hizo daño a nadie…
Me quedé helado. Entonces todo mundo creía que era yo. Caminé sin saber que hacer o a dónde ir. Yo sabía que le simpatizaba a la gente pero nunca creí que me apreciaban tanto.
Un grupo de prostitutas estaban lanzando zapatos hacia un contingente policial que se desplazaba cerca del teatro.
¿Le habrá pasado algo a Tania? ¿Y a su hermana? Creo que se llamaba Kate.
Ya me enteraría mañana en las noticias, o tal vez por la radio mas tarde.
Pero por mí, que sigan creyendo que fui abatido. Eso me daba una excelente ventaja.
Tomé un auto y salí de la ciudad, no encontré ningún control policial. Tan confiados estaban en mi muerte que descuidaron todo lo demás.
Llegué a San Louis al siguiente día al anochecer. La radio de Chicago dejó de sonar y apenas pude enterarme que me dispararon junto a otras dos mujeres. Debió ser Tanya y una de sus hermanas. ¡Qué lástima que muriera así!
Tenía que estar en Nashville en unos días. Nada había cambiado, terminaría mi misión y luego regresaría por mi Bella. Todo seguía como estaba planeado. Ahora más que nunca necesitaba el dinero.
Los periódicos de todos los estados tenían el mismo titular. Mi muerte. Es extraño, ya no existo para la sociedad. Soy un fantasma.
Es mejor tener el factor sorpresa de mi parte, sin la presión del FBI y de la policía podía moverme más rápido.
Llegué a Nashville, después de mucho indagar pude dar con Jenks en el tren.
— ¿Masen? Por Dios…— se asustó al verme.
— ¿Qué? ¿Tú también me creíste terminado?— le sonreí.
—Pero es que… ¡Carambas! aún no me recupero— trató de sonreír pero todavía estaba asustado.
—He vuelto del infierno y quiero venganza. ¿Cuánto me tocará por el atraco?—pregunté sin rodeos.
—Quise sustituirte pero no encontré a nadie. Yo mismo iba a ocupar tu lugar pero tenía mis dudas. Contigo aquí no hay pierde. Hay un millón de dólares en diamantes en este tren. 500 mil para mí y 250 mil para cada uno. Riley embarcará en una estación más adelante.
—Vaya. 250 mil es suficiente. Por cierto Tanya murió— su mirada cambió.
—Lo sé. Creí que había muerto a tu lado y me pareció lo correcto, se le notaba su amor desmedido por ti. Yo… llegué a ofrecerle matrimonio pero no aceptó. Y luego me dejó por ese insignificante hombrecito.
—Ella le pasaba información a los federales— Jenks dejó caer su portafolios y empezó a mirar hacia todos lados.
—Maldita puta, no podemos seguir…
—Calma, ya revisé los alrededores y a cada pasajero. No hay federales.
—Pero no podemos confiarnos, esto es muy importante…
—Lo sé y ella sabía que yo estaría aquí. Me durmió y puso a Mike en mi lugar en el teatro.
— ¿Entonces como no se ha dado cuenta la policía?— preguntó.
—Porque le dispararon en la cabeza y quedó irreconocible pero algunos tienen sus reservas. Ya se cansarán de especular, para todo el mundo yo estoy 5 metros bajo tierra— sonreí.
—Entiendo… nadie te busca, ahora eres libre. Acabemos con esto de una vez— el tren empezó a moverse. Jenks me tendió un boleto y fui a ocupar mi lugar.
Tres horas después íbamos por una llanura desértica, revisando los planos pude ver que la caja fuerte estaba en el primer vagón y muy cerca de primera clase, dónde estaba plácidamente sentado. Calculé mis movimientos. Unos 20 pasos hasta el cambio de vagón, cinco más y a la derecha. Lo difícil, iba a ser distraer al personal de atención.
En la estación siguiente subió Riley, pude ver su espalda en el andén. Tenía un boleto de clase turista, así que iniciaría el embrollo allí.
Media hora después sentí una fuerte sacudida escuché algunos gritos. Miré de reojo a Jenks, sentado a unos metros de mí. Él se levantó tranquilamente y se asomó al siguiente vagón.
—Hay alguien que necesita ayuda— gritó mirando por una ventanilla, algunos pasajeros también se asomaron, pronto varios jóvenes del servicio corrieron a verificar que pasaba.
Pude ver a Riley cuando las puertas se abrieron, me miró confundido pero siguió con su teatro, parecía que había noqueado a alguien y clamaba por ayuda.
Avancé hasta el vagón donde estaba la caja fuerte, encontré dos hombres custodiándola, los reduje en segundos y los arrojé hacia el siguiente compartimiento.
Poco a poco el tren fue perdiendo velocidad hasta quedarse quieto, podía escuchar los gritos, algunas voces hablaba de una bomba. Sonreí, Riley era muy efectivo para armar jaleo.
La caja fuerte estaba ante mí, tenía las posibles claves en mi cabeza y procedí a probarlas, con sumo cuidado fui rotando la perilla hasta escuchar un "clic", mis manos temblaban, detrás de esa pequeña puerta estaba mi boleto hacia un futuro, solo tenía que abrirla.
Una vida asegurada, tendríamos de todo, viajes, lujos, en un lugar lejano. Podríamos pasar toda nuestra vida sin trabajar.
Estiré la mano para abrirla, pero la imagen de Bella me detuvo...
"Contigo hasta el fin del mundo" "No necesito nada, solo a ti" Recordé sus palabras y me quedé quieto.
¿Qué hacía aquí? Ella me creía muerto y yo ni siquiera me quedé para verla salir de prisión y calmar su pena. Actué como un ladrón, anteponiendo el botín a ella.
De pronto, todo quedó claro. No podía iniciar una nueva vida de este modo tan ruin. Ella era mi mujer y yo iba a hacerme cargo de cuidarla y mantenerla con mi trabajo, mi esfuerzo. Las cosas fáciles no duran mucho y estaba seguro que este botín no nos traería la felicidad.
Retrocedí unos pasos, Jenks me miraba con angustia en los ojos. Me hice a un lado para cederle el botín y que terminara con el asalto.
— ¿Puedo?— preguntó ansioso.
—Ya está abierto, adelante. Es todo tuyo, yo cuidaré afuera— caminé hacia la puerta, pude ver a lo lejos la gente que corría en todas direcciones. Lanzaban sus maletas por las ventanas desesperados.
Bajé del vagón para vigilar que nadie entrara, solo esperaba que Jenks fuera rápido y acabara con esto.
¿Y ahora sin dinero que haría? No creo que Jenks me pague después de dejar el trabajo a medias.
Puedo conseguir un trabajo y pagarme mi pasaje de regreso a Chicago, sí eso haría. Aunque Jenks quiera pagarme era mejor renunciar al botín.
Mi madre Elizabeth decía que la pobreza no era una maldición, simplemente un pequeño obstáculo en la vida pero que los momentos de felicidad eran más intensos.
Con todo y todo me arriesgaría, a iniciar desde cero. Le ofrecería a Bella una vida libre de delitos.
Escuché un grito que me heló la sangre, un segundo después una fuerte explosión me sorprendió, fui arrojado unos metros del lugar que estaba parado.
El primer vagón voló en pedazos y las llamas lo envolvieron.
¡Era una trampa, el botín, los diamantes… todo estaba planeado!
Alguien le había jugado sucio a Jenks, que ahora debía estar muerto. Miré a mí alrededor, la gente llegó corriendo, muchos pasaron sobre mí.
— ¿Está bien?— preguntaban. — ¿Había alguien allí?— un joven del servicio verificaba si yo estaba herido.
—No lo creo— dije mirando los fierros retorcidos.
—Vámonos amigo— escuché a Riley, me ayudó a levantarme. –Veo que eres un maestro del escape, tienes más vidas que un felino— se rió.
—No entiendo…— estaba tan impactado.
—Parece que al viejo Jenks le jugaron chueco y me imagino quien fue.
— ¿Quién?— pregunté todavía tosiendo y respirando con dificultad.
—El mismo que te mató— sonrió.
—Félix…
—Aja. Ahora tenemos que poner fin a sus días. Pero la sorpresa está de nuestra parte. El no se espera que tú estés vivo, ni yo tampoco. Así que debemos planear bien nuestro siguiente asalto.
Salimos de allí antes que viniera la policía a verificar los daños, caminamos un tramo hasta llegar a una ciudad donde nos hospedamos.
Antes de poder volver con Bella, antes de iniciar nuestra vida juntos y lejos de asaltos, crímenes, policías y federales; debía acabar con alguien. No podía levantar una familia mientras Félix Hoover existiera. De una u otra manera siempre viviríamos con la duda y el temor de ser encontrados. De ser perseguidos.
Sólo espero que esto no me tome mucho tiempo, cada minuto lejos de Bella es un infierno.
.
.
Era una suerte que Riley hubiese cobrado un adelanto de dinero por el malogrado trabajo de Jenks. Pasamos algunos días planeando que hacer, la posibles estrategias y emboscadas. Pero desde aquí sólo podíamos hacer conjeturas, así que unos días después viajamos a Washington DC a buscar al desgraciado Hoover.
Debía hacer esto antes de buscar a mi Bella, por nuestra seguridad. Jamás podría vivir tranquilo si Félix seguía vivo, siempre sería una amenaza para nosotros. Además me debía algo. Y yo sé cobrar las deudas.
Esperamos tres días más a que el federal se dejara ver. Lo seguimos con mucha cautela, trabajaba en el Pentágono y caminaba con una seguridad y suficiencia que ni los mismos senadores tenían. Parecía creerse el dueño del mundo.
Anoté cada uno de sus movimientos, era un hombre de rutinas y costumbres. Salía de su casa y tomaba el mismo camino para ir a trabajar. Almorzaba en el mismo lugar, un restaurante al aire libre. Regresaba a las 7 en punto a su casa. Vivía solo, quizás su "pareja" lo había abandonado, aunque él no parecía triste.
Esta noche lo esperaríamos en su casa, no había otra forma de emboscarlo, siempre lo escoltaban o iba acompañado. Y sus guardaespaldas andaban muy bien armados.
Entramos con mucho cuidado, algunas horas antes de Feliz regresara. Había una alarma en la entrada que apagamos a tiempo. Revisamos sus pertenencias, había cientos de videos y fotografías de muchos personajes conocidos, actrices, políticos, gente de negocios. Era extraño que guarde estos documentos aquí en lugar de las oficinas del Buró de investigación.
Luego de echarle un ojo a todo me di cuenta porque. Todo lo que Félix tenía en su poder era comprometedor. Videos de sobornos, infidelidades y fotografías sucias de docenas de senadores. Con razón era intocable.
Me intrigó encontrar una cinta que tenía por título "Masen". Lo puse en el proyector a pesar de las quejas de Riley, no me iba a ir con la duda. Me senté a verlo, mientras Riley trabajaba.
En una habitación a media luz, la puerta se abrió… alguien traía a Bella. Tenía las manos esposadas. Vi como el maldito federal la golpeó una y otra vez, como trató de propasarse con mi mujer. Los policías llegaron a tiempo y la salvaron pero eso no me quitaba esta sensación que tenía.
Le iba a retorcer el pescuezo a Félix y lo iba a disfrutar. Era muy diferente verlo, a que me lo cuenten.
— ¿Tienes suficiente? Ya casi son las 7— escuché a Riley.
Nos colocamos en posición. Esperamos en la penumbra. Pero Félix demoró más de lo planeado y no llegó sólo. Con él entró Demetri. Ambos venían demasiado "felices" tal vez hayan tomado algunas copas demás.
El plan era claro, dejarme ver en cuanto entraran, así que apenas encendieron las luces me vieron en medio de su sala.
Los ojos de ambos parecieron salirse de su orbitas. La luz se apagó y yo me agazapé.
— ¿Fue una visión?— gritó Demetri asustado.
—No creo en almas atormentadas, los muertos se van al infierno de donde no hay retorno. Este no está muerto ¡Debí hacerle caso al forense!
Félix buscaba su arma, pero ya era tarde, escuché algunos gemidos de dolor. Riley era muy bueno con los cuchillos.
Las luces volvieron a encenderse y ambos estaban en el piso, Félix trataba de quitarse una navaja que tenía clavada en la pierna mientras que Demetri estaba a un par de metros boca abajo, ya no se movía.
— ¿Demi? ¿Hermano?— gritó Félix. No sabía que era su hermano, con razón lo protegía tanto.
— ¡Deja que los muertos de vayan!— entró Riley con un arma en la mano. –Eso fue lo que me dijiste en prisión ¿Recuerdas? Fueron cinco años en la cárcel que jamás me dolieron tanto como mí Bree. Te dije que algún día vendría a cobrártelo— le apuntó con su arma en la cabeza. Félix sólo se estiraba para tocar el cuerpo de su hermano de donde fluía mucha sangre.
—Maldito ladrón ¡mátame de una buena vez si tienes huevos!— Félix nos miraba desafiante.
Me acerqué un poco… así no me había imaginado la venganza. Quería una pelea limpia con el jefe del FBI.
—Riley, detente— le indiqué.
— ¿Masen? Carajo sigues vivo ¿Han formado un gremio de asaltantes o qué?— se burló de nosotros.
—No. Es sólo cooperación. Ahora quiero que hundir mi puño en tu rostro— me adelanté para poder tener mi pelea pero Félix rodó por el suelo mientras sacaba su arma, Riley se lanzó sobre él y ambos empezaron a forcejear.
Entre golpes, saqué mi arma pero no podía disparar porque podía herir al hombre equivocado. Pronto escuché dos disparos.
Me acerqué a ellos. Ambos sangraban pero Félix todavía estaba vivo. Lo detestaba, hubiese querido ser yo el que le matara pero verlo sangrar me hizo entender que quitar vidas no era lo correcto. No podía dejarlo morir desangrado, no era para lo que había estudiado.
Le quité el arma de las manos de una patada y me agaché, busqué un trozo de tela mientras comprimía la herida de su estómago. Le hice un torniquete en la pierna donde tenía una profunda herida por la navaja de Riley. Al verme atenderlo se sorprendió.
— ¿Ibas a ser médico cierto?— preguntó.
—Iba— seguí con mi labor pero era demasiada sangre la que estaba perdiendo, necesitaba llamar a una ambulancia pronto.
—Solo dime…— se retorció de dolor. –¡Dime! He matado cientos de delincuentes, ladrones, asesinos. ¿Dime que es lo que motiva a un hombre a tomar un camino equivocado?— preguntó.
—No lo sé— respondí levantándome para llamar por teléfono.
—Si lo sabes. No tengo mucho tiempo— me tomó por un brazo y me apretó fuerte. — ¿Por qué?
—No sé esa respuesta— le insistí. Me solté y marqué a la operadora. De modo atropellado le dije que había una emergencia en la casa del director del FBI
— ¿Por qué robabas? ¿Qué te hizo seguir ese camino? Por favor Masen, no puedo morir sin saberlo…— regresé al lado del herido porque no dejaba de gritar y lanzar preguntas en voz alta.
—Ahora sé que era un camino fácil. Estaba harto del sistema, quería hacer mis propias leyes. Fui rebelde, creía ser un justiciero y me convertí en un monstruo.
—No eres un monstruo, todo mundo te ama puto ladrón…— gimió de dolor. Le apreté más la herida, si seguí así, pronto moriría, su herida era mortal.
—He dañado a mucha gente, hice que algunos bancos quebraran, he oído que la depresión es más fuerte ahora, debido a los robos. Pero me arrepiento de mis acciones, espero tener una segunda oportunidad ahora— le confesé.
— ¿Entonces solo fue una mala decisión? ¿Es todo? Creí… siempre creí que el diablo, o algo parecido entraba en la mente de los criminales… ahhh— se quejó.
—No seas idiota, todos equivocamos. Yo no creo que algo me haya poseído, ni me obligara a nada— apreté con más fuerza su herida, la hemorragia era profusa.
—Yo también… —dijo jadeando. –Yo quería limpiar la sociedad y no he hecho más que enlodar mi vida. Quise ser un dios, limpiando el mundo… y me convertí en un asesino, he matado más gente que tu. Pero para mí no hay segunda oportunidad… Masen… ¿Qué te hizo cambiar, que te hizo darte cuenta…por favor— sus ojos rogaban respuestas, me sentí incómodo.
—No lo sé… un día apareció alguien y todo dejó de tener sentido, la rebeldía, la furia interior… sólo se fue— confesé.
— ¿Cambiaste por una mujer? ¿Solo eso?— se sorprendió.
—No es sólo una mujer, es lo que ella representa. Para mí, es más importante que todo lo demás. Por ella quiero ser mejor, quiero… hacerla feliz.
—Ah… el amor. Es eso. Pero yo nunca… bueno sólo he visto a una mujer así… y creo que hablamos de la misma persona. Quise tomarla para que me odie porque nunca me había gustado tanto una mujer… Hazla feliz…
Empezó a convulsionar y lentamente sus ojos fueron perdiendo brillo. Su mirada se quedó perdida para siempre pero su semblante era tranquilo, como si hubiese encontrado algo.
Escuché las sirenas a lo lejos y salí veloz de ese lugar. Riley también había encontrado su final, es lo único que lamenté.
No encendí la bomba que Riley había preparado, ni inicié el fuego. El país necesitaba saber qué clase de gente gobernaba, la policía iba a llevarse una buena sorpresa al encontrar los videos y las fotografías al lado de los fallecidos.
Había aprendido muchas cosas en este tiempo.
La gente no es mala por vocación, son sólo las malas elecciones las que nos llevan por caminos equivocados, lo fácil no es generalmente lo correcto.
Ahora tenía una segunda oportunidad.
Regresé al lugar donde estaba hospedado y pagué la cuenta. Todavía había algunos miles de dólares. Tomé un autobús hacia Florida, necesitaba recuperar ciertos papeles.
.
.
Mañana serían cinco meses sin ver a Bella, desde aquella mañana cuando la atraparon, y no pude hacer nada para sacarla de prisión. Había llamado insistentemente a la prisión donde ella había estado recluida. Pero me dijeron que ya no estaba allí. Eso fue lo que me animó a demorar un poco.
Además en Miami me atacó una infección muy fuerte y tuve que internarme unos días para que realmente me hagan un tratamiento efectivo. Sé por experiencia que estas heridas son peligrosas sino se tratan a tiempo. No me quería arriesgar a contraer gangrena.
Habían pasado tantas cosas desde que estábamos separados. Yo tenía miles de cosas que contarle ¡Por Dios! Mi amada niña debía creerme muerto todavía. Igual que mi familia y amigos.
Tal vez la muerte de Félix le diera un indicio de mí. Lo habían transmitido en las noticias una y otra vez. Lástima que le dieran todo el crédito a Riley.
Pero Edward Masen o Cullen habían quedado atrás. Ahora legalmente era Anthony Platt. Tramité en Miami muchos documentos con los papeles que Esme me había dado. Allá no era conocido, puesto que mis fotos solo había aparecido en Indiana y Chicago.
Hoy traía un traje elegante y muchas esperanzas conmigo.
El avión aterrizó y casi salgo corriendo de este pájaro de metal. Renté un auto y manejé con cuidado de esconder mi rostro detrás de unas grandes gafas oscuras. Amaba y odiaba a Chicago. Pero yo no existía y prefería seguir siendo un muerto para todos, en especial para la policía. El cachorro Black debe andar por aquí. Espero que no haya molestado más de la cuenta a mi chica.
Llegué al departamento de Bella. Respiré profundamente y me animé a bajar del auto. Toqué el timbre pero nadie salía a abrir. Minutos después una amable anciana y me confirmó mis temores.
¡Nadie habitaba el departamento del segundo piso!
Se habían mudado hacía más de dos meses y no habían dejado ninguna dirección.
Confundido y preocupado salí a buscar a mis amigos. La casa en la que se escondieron durante mucho tiempo también estaba vacía. No había rastro ni siquiera de Ben.
Entonces me dirigí hacia la casa de mis padres, ellos debían saber algo. Me apenaba volverlos a ver, sentía una gran vergüenza por haber sido el culpable de ocasionarle tantos problemas.
Toqué el timbre muchas veces pero nadie salió. Estaba por irme cuando una niña pasó en su bicicleta y me habló.
—Se mudaron, ya nadie vive allí— me dijo sonriendo.
— ¿Hace mucho?— pregunté.
—No. Hace como un mes, tal vez más, no me acuerdo. Se llevaron todo, vinieron grandes camiones. Solo dejaron a la Nona— hice memoria para recordar que era la Nona, seguramente puse cara de tonto porque ella rió y me señaló su casa. –La Nona, una señora que me cuenta historias y me hace de comer.
Entonces recordé a la italiana que trabajaba en casa, la que ayudaba a Esme y siempre me dejaba comida caliente en el horno. Pero no quería arriesgarme a que me reconociera.
—Soy amigo del doctor Carlisle y quiero saber a dónde se fueron ¿Puedes preguntarle a la Nona si sabe a dónde se mudaron? Pero quiero que sea una sorpresa— le sonreí.
—Eso te va a costar un gran helado— salió veloz. Me senté a esperar. Casi una hora después la niña regresó.
— ¿Averiguaste algo?— le pregunté.
—Sí. La Nona dijo que se mudaron a… Fork, Forks, un pueblito muy lejos, donde hace frío por eso ella no quiso ir— le di un billete de 20 dólares y se fue muy contenta.
¿Forks, Washington?
De allí era Esme. No tenía la menor idea de dónde buscar a Bella sin levantar sospechas o arriesgarme a que alguien me reconozca.
Me alojé en un motel a las afueras de la ciudad y pedí que me consiguieran los periódicos de los dos últimos meses. Desde que estaba legalmente muerto.
Me sorprendió encontrar un titular de hacía dos días.
"Hoy serán enterrados los restos del ex Capitán de Policía Jacob Black, encontrado muerto en un callejón de la ciudad" la noticia me sorprendió así que continué leyendo.
"Se sabe que el conocido ex policía, tristemente célebre por dar muerte al asaltante León Masen, se había dado a la bebida. Fue destituido de su nuevo cargo en la ciudad de Wisconsin por su permanente estado etílico. Regresó a Chicago hace una semana y empezó a ocasionar más de un escándalo, en los bancos, tiendas comerciales y golpeó salvajemente a un mendigo de la calle Michigan. Sus continuos excesos desencadenaron más de un atentado en su contra. Fue encontrado después de dos días de búsqueda con 20 puñaladas en el cuerpo. No habrá ninguna ceremonia en su entierro…"
Diablos, así que mataron a Black. Qué tonto, él mismo se lo buscó.
En los periódicos más antiguos encontré una nota pequeña donde se anunciaba la destitución de Carlisle de su cargo de Director del Hospital General de Chicago y sentí una punzada de culpa.
En otras noticias más disimuladas vi una serie de propiedades que serían subastadas, muchas de ellas eran casas que había comprado hace tiempo. La policía seguramente se las había expropiado a Esme. Otra vez el remordimiento.
Pero no había noticias de Bella por ningún lado. Incluso me atreví a enviar una nota falsa al bufete en dónde trabajaba antes. El mensajero volvió sólo para decirme que allí no laboraba nadie apellidado Swan.
Una semana más pasó y ya empezaba a desesperarme. Espié en el bufete por si me habían mentido, recorrí la ciudad y no había rastros de ella, o sus amigas. Ni de los chicos de mi antigua banda.
Parecía que todos se habían marchado sin dejar rastro. Ni siquiera en las carreras de apuestas sabían nada de Ben desde hacía meses.
Mi única esperanza era preguntarles a mis padres. Así que una mañana inicié el largo camino hacia ese lugar.
Compre un auto de segunda mano con el poco dinero que aún me quedaba. Demoré tres días en llegar a Port Ángeles dónde tomé conciencia que era Diciembre y la navidad se acercaba.
Cuando llegué a Forks me pareció un pueblito de postal. La nieve caía tenue, parecía desaparecer antes de tocar tierra. Era un lugar hermoso, nostálgico y melancólico pero hermoso.
Y no sabía dónde buscar. Me hospedé en el único hotel que había.
— ¿Eres Anthony Platt?— me dijo el hombre que me atendió, al ver mis documentos.
— ¿Si algún problema?
—No, es sólo que me sorprende que te hospedes teniendo una casa aquí— sonrió y me dio las llaves.
—Vengo de sorpresa y quiero arreglarme antes— le excusé.
Entonces me acordé de los papeles de aquella casa ¡Que tonto!
Llegué a mi habitación y rebusqué entre todos los documentos que traía. Había una dirección, Esme había puesto esa casa a nombre de Anthony… para fines prácticos… ahora…yo. No tenía idea dónde era, así que decidí pasar la noche allí.
Al día siguiente salí a buscar el lugar. No fue difícil, la gente parecía muy acogedora. Estacioné frente a una casita hermosa. Tenía una cerca blanca en la entrada.
Respiré profundamente y bajé del auto. Abrí la pequeña puerta de la cerca y llegué a la puerta principal.
"Bienvenido" decía el felpudo en el piso, esperaba que así fuera.
Toqué el timbre sintiendo que se me encogía el corazón. Pronto sentí pasos, me quité las gafas para presentar el rostro que siempre escondía. La puerta se abrió y asomó un dulce rostro que se congeló al verme.
Era mi madre.
— ¿E... Edward?— balbuceó mientras retrocedía aterrada.
—Mamá— dije esperando que no me cerrara la puerta.
Se lanzo a mi pecho mientras sollozaba ¿Por qué harían siempre eso las madres? La abracé para tranquilizarla.
— ¿Esme? ¿Quién es cariño?— escuché la voz de Carlisle. Abrió la puerta de par en par. Su sonrisa se borró en el acto.
—Hola papá— él solo se acercó y me abrazó, quedando Esme en el centro, quien no paraba de llorar.
—Edward… estás aquí… creímos… estábamos seguro que habías muerto— mi madre apenas podía hablar.
—Pues no. Parece que es difícil acabar conmigo— sonreí.
—Pasa hijo— Carlisle cerró la puerta detrás de mí, mientras Esme me jalaba hacia un mullido sofá.
—Por dios, Bella va a saltar cuando te vea— dijo ella sonriendo ahora.
— ¿Bella? ¿Está aquí?— casi me levanto a buscarla por toda la casa.
—No creo que sea bueno que te vea… así de improviso, debemos prepararla— dijo Carlisle en tono protector. Me sorprendió que dijera eso. Según recuerdo era yo el que debía protegerla, además estaba seguro que Bella era mucho más fuerte de lo que aparentaba.
— ¿Dónde está?— me desesperaba que no me dijeran donde podía verla.
—Trabajando. No tiene porque hacerlo pero ella insistió. Le dieron un puesto de maestra en la escuela primaria…— no la dejé terminar y ya estaba en la puerta de la casa, decidido a ir por ella. Ya era más de medio día, seguramente estaría por salir.
—No es bueno para su salud…— me gritó Carlisle pero no le presté importancia, simplemente tomé el coche y empecé a conducir.
Pedí indicaciones y pronto llegué a una pequeña escuelita con tejados rojos. Me estacioné fuera. Como esperaba los niños salían acompañados de sus padres. Respiré muchas veces antes de decidirme a bajar.
— ¿Viene a recoger a su hijo?— me preguntó una de las maestras, una mujer bajita y pecosa.
—No. Vengo a ver a Isabella Swan— dije con timidez.
— ¿A Bella? Vaya de frente por ese corredor y voltee a la izquierda. Está en el aula de segundo— me señaló el camino. Avancé con temor.
Yo sabía que me amaba pero tenía mis dudas de cómo reaccionaría. ¿Se molestaría por no haberla buscado inmediatamente? ¿Todavía me querría en su vida? Lo que no entendía era porque Carlisle decía que yo no era bueno para su salud.
Entonces llegué a la puerta que tenía un número 2 en metal. Me asomé por la pequeña ventana y la vi de espaldas, agachada acomodando cuadernos. Su largo cabello caía sobre su espalda.
No parecía tan delgada como antes, debía estar alimentándose bien.
Entonces, estaba bien y se había recuperado, no es que esperara encontrarla muriendo de inanición o de pena por mi causa. Pero parecía llevar bien mi muerte
¿Tenía derecho a volver a poner su mundo de cabeza? ¿Tenía yo ese derecho?
Quise irme entonces pero mi mano no obedeció a mi mente, sin querer abrí la puerta y entré.
Ella se giró lentamente para mirar quien había llegado y lo que vi me dejó impactado.
No encontraba mi voz, solo estaba allí parado como un idiota con la boca abierta sin decir palabra.
Bella llevaba un vestido azul de tela gruesa pero su vientre estaba abultado. Mi vista iba de su vientre a sus ojos.
Ella parpadeó un par de veces y se restregó los ojos. Parecía que quería espantarse una visión.
—Estoy soñando— susurró pero la oí perfectamente.
—Yo también— le respondí.
—En mis sueños no hablas— dijo acercándose lentamente.
— ¿Quieres que te despierte?— pregunté.
—No, siempre es bueno verte, aunque sea en sueños— miró a su alrededor. —Me estoy volviendo loca, me van a echar del trabajo— murmuró.
Se llevó una mano a su estómago como si hubiera sentido algo desde dentro. Yo estaba fascinado. No esperaba encontrar tanto… un hijo… era demasiado. No lo merecía.
—Soy real— le susurré también.
—No. Desaparecerás si me acerco— retrocedió unos pasos.
—Te prometo que no desapareceré— le sonreí.
—Te irás… y nos quedaremos solos— cruzó sus dos brazos alrededor de su vientre como queriendo proteger lo que llevaba allí. Una lágrima bajaba por su rostro.
En dos pasos eliminé la distancia que nos separaba, la rodeé con mis brazos con mucha delicadeza.
—No me iré, cuidaré de ti como te lo prometí— su mirada cambió de pronto.
— ¿Edward?— gritó.
—No… Clark Gable— le sonreí.
—Edward… Edward— empezó a llorar tal y como mi madre lo hizo, creo que por fin se daba cuenta que era yo.
¿Qué habría pasado por su cabeza?
Me abrazó con fuerza. Besé sus cabellos y me sentí en casa, su olor era el mismo de siempre, abrumador.
—Oye bonita, veo que vienes con bonus— le dije llevando una mano a su vientre. Ella volvió a mirarme incrédula, limpié sus lágrimas con mis manos y la besé.
Nada, nada en el mundo se comparaba con esto. Mi corazón latía fuerte, mientras me perdía en esos labios tan amados.
Que sensación de plenitud me embargaba, como si este fuera mi lugar exacto en el mundo.

0 comentarios:

Publicar un comentario