02 febrero 2013

Cap 19 Acosador




Capítulo 19

Si pudiera decirle...

Calentar la tierra…
— ¿Bella cuántos metros tiene el pozo?— pregunté.
—No sé Edward, eso lo sabe Sam, él fue uno de los pocos que bajó con el equipo de excavadores, cuando lo construyeron ¿Por qué?
—Creo que sé cómo calentar la tierra— sonreí.
—Edward… vamos a hacer la danza pero todos deben participar, en especial tu.
—Dame media hora Bella. Necesito hacer algo primero— otra vez regresé ahora en busca de Sam, lo encontré cerca de Jacob, acarreando paja.
—Sam, necesito saber algunas cosas— dejó lo que tenía en las manos. — ¿Cuán profundo es el pozo?— pregunté.
—Tiene 30 metros ¿Por qué?
— ¿Y si regamos los campos?— pregunté
—El agua debe estar helada—
—No. Estaría helada si tuviera 10 metros o menos, a una profundidad tan grande la tierra suele acumular el calor— había escuchado eso cuando fui a Londres hacía un tiempo atrás.
—Entiendo. Pero aún así, en el trayecto se enfriaría, son casi dos kilómetros desde el pozo hasta acá.
—Si de alguna forma pudiera hacer que el agua llegue tibia, ¿Es posible regar los campos? ¿No hay ningún problema?
—Dudo que puedas hacer que el agua llegue tibia pero con que esté a más de 12 grados podría combatir la helada.
—Déjamelo de mi cuenta. Bella dice que haremos la danza… ¿Qué es eso?—
—Es un ritual antiguo, hace mucho que no lo hacen, porque el frío nunca había sido tan intenso, pero con el agua se dificultará todo. A menos que… pondremos la paja y troncos dentro de recipientes de fierro así tendremos pequeñas antorchas que nos alumbren. ¿Cuánto tiempo necesitas para calentar el agua?— eso también me preguntaba yo.
—No mucho, dame las llaves de todas las camionetas y una extensión enorme— envió a uno de los chicos a ayudarme. Corrí a la casa y saqué las resistencias de todas las termas que había. Eran cables con aislante que bien podría unir y colocar a la desembocadura del canal. Sería como una gran terma sé que por la cantidad de agua no calentaría mucho pero al menos estaría unos grados por encima del ambiente.
Después de media hora, tenía los cables listos y las resistencias dentro de la desembocadura del gran canal que traía el agua. Había enviado a Seth a encender el motor del pozo, así que no tenía mucho tiempo antes que el agua llegara. Aseguré las resistencias con varias rocas, mientras que tenía listas las conexiones y los autos encendidos.
— ¡Te vas a electrocutar con eso!— escuché la voz preocupada de Bella detrás de mí.
—Están recubiertas, además si pasa algo podrás decirle a Carlisle y ya no estará molesto, moriré tratando de salvar sus uvas— intenté hacer una broma pero me pegó un buen golpe en el brazo.
—Idiota, no puedes morirte… y no son sus uvas… también lo son tuyas. La hacienda es tan tuya como de tu padre y de todos nosotros. La tierra no es solo del que la compró, también lo es de quienes la trabajan. Todos estamos en esto, luchamos para que esas uvas se conviertan en el más delicioso vino. ¿No sientes el sabor cuando tomas una copa? ¿No sientes a la tierra?— visto de esa manera una copa de vino ya no era sólo para embriagarse.
—No lo había visto así— dije encogiéndome de hombros mientras me dirigía a los autos para probar que hacía contacto.
—Ese es el problema contigo, sólo ves las cosas de un modo muy reducido, solo ves lo que tienes delante de ti— dijo furiosa. Me giré a verla.
—Es que lo que tengo delante de mí es muy hermoso— me quedé mirándola por unos segundos.
—Apúrate o tendremos la peor cosecha de todos los tiempos— me urgió.
—Ya terminé, avísame si se enciende la resistencia— le pedí. Se acercó hacia la toma de agua.
—Sí, se está poniendo roja ¡funciona Edward!— llegó corriendo y me abrazó.
—Gracias— es todo lo que pude decir mientras batallaba por no saltarle encima.
Escuchamos el murmullo del agua y nos separamos.
—Debemos hacer la danza ahora…es el momento mira— me señaló hacia arriba, una neblina blanquecina caía sobre nosotros. Mi aliento pronto salió como vapor. –Vamos Edward no tenemos mucho tiempo— corrimos hacia el campo. Era enorme. Dudaba que mi plan funcionara pero ahora ya no había más que hacer. Sólo nos quedaba tener fe.
Ese no sonaba como yo… yo jamás había tenido fe en nada, siempre ponía en duda todo y sólo confiaba en mí mismo.
—Edward quítate los zapatos y esa chaqueta, vamos a correr— Bella me alcanzó un par de alas cómo las que tenía puestas ahora. ¿Qué no vi esto en una película hace años? – ¡Date prisa!— me urgió.
Le obedecí sin chistar, algunas personas cerca nos miraban ¿Se darían cuenta que yo le obedecía en todo?
— ¿Ahora qué?— pregunté cuando estuve listo. Sin zapatos con el pantalón remangado, sin chaqueta y como un verdadero campesino.
—Colócate detrás de mí— vi que muchos hacían fila, mientras que un grupo de hombres se sentaban con una especie de tambores.
Escuché un gracioso y agudo sonido que me llamó la atención.
— ¿Qué es eso?— le susurré al oído.
—Es una flauta de calabaza, shhh— me mandó a callar.
Oh sí, yo era un sabio de la naturaleza como para entender estas locuras ¿Se podían hacer flautas de calabaza? Bueno si los magos bebían zumo de calabaza, no me sorprende que hagan flautas de ese fruto.
El ruido de metal contra madera me asustó. Algunos jóvenes, entre ellos Seth hacían chocar muchos troncos contra partes de autos. También debía ser medio sagrado así que me mantuve sólo mirando.
Mis pies sintieron el suave fluir del agua en la tierra.
Agradecí por dentro, no estaba fría. Tampoco caliente pero tenía una tibieza que no incomodaba. Habíamos empezado a caminar.
—Mueve los brazos— escuché el murmullo de Bella. La miré, parecía una paloma a punto de remontar vuelo, eso me hacía sentir como un palomo detrás de ella. ¡Edward! Por todos los cielos, concéntrate en esta cosa que salvará tu cosecha y deja de pensar en la hija del capataz.
La danza comenzó, caminábamos tan rápido que casi corríamos, movíamos las alas mientras nuestros cuerpos se movían al compás de tambores improvisados. Las mujeres cantaban, aunque era sólo unos sonidos guturales muy femeninos.
Sentí el olor de la tierra, del frío, del aire caliente en algunas zonas. Sentía con todo mi cuerpo y con algo más que no podía identificar. Era como hacerse uno con todos, uno con la tierra, con cada planta. Nunca había percibido la diferencia entre la tierra húmeda y la seca, bajo mis pies la podía sentir.
Y aquella cabellera marrón flotando delante de mí.
En esta pequeña parte del mundo, me sentí un hombre completo.
Bella abandonó la formación y no dude un segundo en seguirla. Ya me era natural ir tras sus pasos.
—Debiste quedarte allí con los demás— me reclamó cuando se dio cuenta de mi presencia.
— ¿Qué vas hacer?— pregunté interesado por las cosas que tomó del suelo.
—Debo quemar los últimos cartuchos. Ya que estas allí paradote ayúdame— me tendió todos para que los cargara y fuimos hasta una parte más alta y encendimos los fuegos artificiales más grande que habíamos comprado.
El cielo se iluminó dejándome ver toda la hacienda, una gran nube plateada estaba sobre nosotros pero ya no descendía. Es más desde el suelo un gran vapor se elevaba. El agua estaba más caliente. Mañana no tendríamos ningún auto operativo pero al menos habría que cosechar.
A lo lejos escuché cantar a los gallos, miré mi reloj 4:30 de la mañana.
— ¡Sí!, ¡lo logramos!— escuché las risas y gritos de la gente. La danza se detuvo y muchos se abrazaban.
—Terminó, Edward lo conseguimos— ¿entonces ganamos?
— ¿Ya no hay peligro?— pregunté.
—No. Cuando el gallo canta es que el sol se aproxima, los vientos fríos huyen del sol. Y todas las uvas están bien— me dio un gran abrazo que correspondí con todo el amor del mundo.
—Gracias Bella, gracias por existir— fue todo lo que mi ya chamuscado y enamorado cerebro pudo hilar. Ella se separo de mí y me miró raro pero sin dejar de sonreír.
—Sabes. Ya no me caes mal— soltó una fresca carcajada y salió corriendo dejándome completamente idiotizado.
Si pudiera… si tan sólo pudiera decirle cuanto la amo.

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