05 febrero 2013

CAP 18 ENEMIGO PUBLICO


CAPÍTULO 18

¿QUIÉN CUIDARÁ DE NOSOTROS?


BELLA
Me desperté asustada, casi no había podido dormir durante la noche, en la madrugada pude conciliar el sueño y tuve pesadillas en dónde Edward me llamaba.
Hice mi cama, a las 8 de la mañana como cada día me abrieron las rejas para darme un baño.
Ahora debía tener más cuidado, al caminar, al bañarme, llevaba una vida dentro de mí. Eso me hacía feliz.
Después del desayuno fui llamada a una sala privada, seguramente otra vez la madre de Ángela. No sabía cómo agradecerle por su ayuda desinteresada.
No me equivoqué, era ella pero su mirada no era la misma de los días anteriores. Parecía nerviosa. ¿Será que no tuvimos suerte con eso de presionar al FBI?
—Buen día señora Weber ¿tan temprano?—la saludé.
No me contestó, traía un diario entre sus manos. Su mirada de tristeza me decía que algo no andaba bien. ¿Le habría pasado algo a Ángela?
Me lo alcanzó el periódico dudando de hacerlo, no entendía porque.
Lo abrí buscando algo que seguramente podría interesarme, alguna noticia de mi amado Edward.
¡Quedé paralizada! Un frio letal recorrió mi cuerpo como un balazo.

"El gran León Masen, ha muerto" decía un enorme titular en letras negras.
El aire abandonó mis pulmones y tuve que sentarme para poder seguir leyendo.

"Anoche en un operativo por demás sangriento y cobarde, la policía y el FBI, victimaron al conocido asaltante de bancos León Masen. 4 agentes y 5 policías entre ellos el jefe de policía de Chicago Jacob Black y el jefe del FBI en persona, Félix Hoover, dieron muerte al "Robin Hood" de los pobres. Fueron 10 impactos de bala, cuatro de ellos en la cabeza, los que necesitaron para acabar con la vida del asaltante de bancos más famoso de todos los tiempos"

Me cogí el vientre y el periódico se me escurrió de las manos. De pronto no sentí nada más.
.
Desperté en la enfermería de la cárcel, mi último recuerdo aquí fue muy feliz porque me anunciaron que llevaba el fruto de mi amor en las entrañas.
No había nadie a mi lado. Estaba sola. No quería creer lo que había leído en el diario. Edward, mi amor, no podía estar muerto. No él. Era demasiado bueno para que lo pudiesen matar. ¡No!
Me levanté, casi caigo de la camilla. La cabeza me daba vueltas, debí golpearme al caer.
Abrí la puerta y me encontré con Charlotte, me miró con tristeza.
—Tranquila linda. No te hace bien, debes cuidarte por tu hijo— me abrazó y lloré en sus brazos por un largo tiempo.
—Fue una canallada. León Masen era el héroe de todo Chicago. Hace tres años mi pequeño hermano enfermó de poliomielitis, yo todavía estudiaba y no ganaba un centavo. Papá fue a pedir un préstamo al banco para operarlo y se lo negaron, salía decepcionado cuando la banda de Masen entró a robar. Habíamos oído que él era un buen tipo, porque ayudaba a mucha gente, así que papá se armó de valor y le cortó el paso cuando regresaba de la bóveda. Masen le puso dos fajos de billetes de 100 dólares en la chaqueta. Pudimos pagar la operación, mi hermanito puede correr ahora. Mamá tenía presente a Masen cada noche en sus oraciones— me contó muy triste.
Enjugué mis lágrimas. Debía ser fuerte, por mi hijo, por Edward. A él no le gustaría verme llorar.
—Así era Edward, no podía ver sufrir a nadie— le dije esbozando una sonrisa.
—Llevas un gran recuerdo de él. Ojalá tu hijo sea tan buen hombre como su padre, no le deseo que sea asaltante, no me malinterpretes, pero ojalá que herede su buen corazón y su valor— me sonrió.
—Gracias— es todo lo que le pude responder.
—Trata de leerlo con calma, te he juntado todos los diarios. Verás que en dos de ellos hay más de 20 páginas, todas dedicadas a su vida, lástima que muchas cosas de su pasado se contradigan. Pero hay un resumen impresionante de sus asaltos y sus huídas, la cantidad de dinero que robó y muchos testimonios de personas que lo querían. Incuso hay un par de comentario de algunas tipas que dice que fueron su pareja.
—Yo fui su única mujer— dije molesta, seguramente Tanya aprovechó para hacerse de fama a costa de mi marido.
—No lo dudo, hombre cómo él son únicos. No te mencionan para nada en ningún diario, debe ser por obra de tu amigo el policía ese que lo mató. Por cierto, vino a verte. Me dijeron que cuando despertaras te lleve a tu celda porque él quiere hablar contigo.
—Seguro viene a vanagloriarse de su éxito— traté de no llenarme de odio, no le hacía bien a mi hijo. Me despedí de Charlotte y me llevaron a mi celda.
Cuando entré Jake estaba sentado en mi tarima. Traía unas ojeras impresionantes.
— ¡Bella!— vino hacia mí. Retrocedí unos pasos, no quería que jamás volviera a tocarme, ni siquiera a mirarme.
— ¿Qué quieres?— dije fríamente.
— ¿Los leíste cierto? No tuve otra opción Bella, tuve que hacerlo— no le respondí. –Yo estaba a cargo de atraparlo, hicimos el seguimiento durante días. Estaba escondido con unas mujeres, seguramente sus amantes pero también murieron. Debes estar arrepentida de haberte involucrado con ese tipo— casi escupía las palabras.
—No me arrepiento absolutamente de nada. Y Tanya no era su amante... te puedo apostar mi vida— él me miró con curiosidad. Era la primera vez que le decía dos frases completas desde que me usó para intentar atrapar a Edward.
—Pero Bella, ese hombre te engaño, te hizo creer que era decente, te secuestró. Soportaste demasiado por su culpa. ¡Mira dónde estás!— gritó.
—Sé muy bien dónde estoy Jacob— le repliqué.
—Era un embaucador, un mentiroso asaltante… criminal…
—Yo sabía... siempre supe a qué se dedicaba Edward— le dije con frialdad.
— ¿Sabías a qué se dedicaba? ¿Desde antes que lo atraparan? Bella…
—No me arrepiento de nada. He sido feliz, he amado, me han amado. Conocí el fuego, me he quemado. Conocí los placeres y las tristezas ya no tengo necesidad de ellos. Él barrió mis miedos, mis dudas.
—No estás hablando en serio ¿Verdad? No puedo creerlo. Pensé que él…
—Pensaste mal, él jamás tuvo secretos conmigo, siempre lo acepté tal y como era— le grité.
— ¿Lo sabías? Y aún así aceptaste a ese criminal, asesino, vulgar asaltante de porquería...
—No más asesino que tu.
— ¿Qué?
—Le disparaste por la espalda. Tú y los otros cobardes que se llaman policías. ¿No pudiste mirarle a los ojos para quitarle la vida?— grité.
—Él nos habría eliminado.
—Por supuesto. El era mucho mejor que ustedes— sonreí recordando lo bien que Edward disparaba.
—El asunto está terminado. Masen muerto y tú pronto estarás libre. ¿Necesitas algo? Lo que sea— lo miré con desprecio.
¿Se atrevía a ofrecerme algo? Cómo si yo necesitara algo de uno de los hombres que le quitó la vida a mi gran amor.
Si, uno de los tantos hombres que se necesitaron para acabar con el gran León Masen, porque uno solo no habría bastado.
—No Jacob Black, no necesito nada. Pero te dejaré algo en claro maldito ex amigo. Nunca me vuelvas a buscar, espero no volver a ver tu inmundo rostro ni oír tu asquerosa voz. Tú fuiste uno de los que le disparó, no vengas a tratar de ayudarme porque ya sé la ayuda que me ofreces. ¿Crees que quiero limpiar mi nombre metiéndome en tu cama? ¿Crees que podría vivir contigo cuando mataste a mi marido? Si, él era mi marido, mi hombre, mi amante. Todo. Y yo seré suya para siempre— le di la espalda esperando que se marchara, no quería arañarle la cara por respeto a los recuerdos infantiles que teníamos.
No lloraría, Jake no me iba a ver derrumbada. Nadie lo haría, si algo había aprendido de Edward es a no tener miedo del mañana. Ahora tenía una razón más importante que mi dolor para seguir adelante.
—Te dejarán en libertad pronto. Dos semanas a lo sumo. Espero que todo te vaya bien de ahora en adelante. En serio, a pesar de lo que acabas de confesarme, espero que seas feliz, yo siempre estaré dispuesto a ayudarte— lo miré de frente, tal y como se mira siempre a los enemigos. A pesar de sus palabras su mirada era implacable.
—No necesito tu ayuda. Mi hijo y yo estaremos bien— le dije mirándolo con suficiencia.
—¿Estás embarazada? ¿De ese…?
— ¿De quién más? Espero un hijo del único hombre que amaré. Y me siento feliz, mi hijo sabrá quién era su padre. El hombre más valiente que ha existido, fuerte, orgulloso y astuto. Que se necesitaron más de 10 policías para poder vencerlo. Que asaltaba bancos porque odiaba el sistema. Sí, que robaba el dinero que los malditos capitalistas para repartirlo entre los pobres e indigentes. Pero jamás sabrá que tuve un amigo tan poco hombre que le disparó por la espalda.
—No puedes hablar en serio ¿Vas a tenerlo? Te arruinará tu carrera, puedes volver a empezar, tus sueños…
—Claro que voy a tenerlo, él es el único sueño que me queda. Ahora lárgate Jacob Black y espero no volver a cruzarme contigo jamás porque tendré un arma cargada por si apareces.
—No será necesario, ya veo que la dulce Bella que yo amaba no eres tú. Te convertiste en la mujer de un criminal, te corrompió totalmente. Ahora eres… una mujer deshonrada con un bastardo en las entrañas.
—Y tú sólo eres un sucio policía. Me imagino que ahora te darán una condecoración. ¿Podrás recibirla por matar a alguien por la espalda? ¿Podrás vivir con el nuevo apelativo que te ha dado la gente?— Le mostré el diario de la mañana. –El cobarde Black. Te queda el sobrenombre.
Me miró furioso, me dio la espalda y salió con rapidez. Deseé con todas mis fuerzas que sea la última vez que vea su rostro.
Entonces me senté en mi tarima, abracé mi pequeño vientre aún plano y lloré por la partida de Edward.
Lloré porque me había dejado sola, porque no iba a cumplir su promesa eterna de cuidar de mí.
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JACOB BLACK
Salí de la prisión destruido. Bella, mi amada Bella. La criatura más hermosa y pura.
Masen la había ensuciado, la había corrompido, la había transformado por completo.
Yo que todavía tenía esperanzas, fui un idiota, me vieron la cara siempre.
Ahora ella y su bastardo ya no me importaban, que se jodan. Eso se lo buscó por encamarse con un ladrón.
Hoy el vicepresidente vendría a premiarnos a mí y a Félix. Recibiríamos una condecoración enviada por el mismísimo presidente. Sería ascendido a Jefe de Illinois seguramente, ya no sólo de Chicago. Y aún no llegaba a los 25 años.
Ni Bella ni Masen podrían quitarme esta alegría, mi padre estaría orgulloso de mí. Por fin había matado a su asesino.
"¡Cobarde!" "Comisario marica" escuché gritar. Me giré para ver dos menesterosos limosneros en la acera de enfrente. Claro, los admiradores del ladrón. Gente despreciable, la escoria de la sociedad. Nunca podríamos progresar si dejábamos a esa chusma vivir entre nosotros. Esta noche haría una redada para encontrar a la banda del ladrón muerto y me llevaría a unos cuantos pordioseros.
Chicago es mío. Echaré a todo el que manche mi sociedad perfecta. Yo limpiaré la ciudad de ladrones.
Llegué a la ceremonia con el uniforme impecable. Mis subordinados que participaron en el tiroteo estaban detrás de mí. Sam no se veía tan alegre como los demás. Le daría el doble de la recompensa para que se tranquilice.
Félix Hoover se veía tan vanidoso. Hablaba con la prensa como si él solo se hubiera cargado al ladrón. Pronto algunos reporteros se me acercaron. Sonreí para que vieran lo feliz que me encontraba un día después de ganarle a Masen.
—Jefe Black ¿Dónde serán enterrados los restos de Masen?— una reportera con claras señales de haber estado llorando me hizo la primera pregunta.
¿A mí qué diablos me importaba dónde enterrarían a Masen? Yo estaba aquí para contar la historia de su muerte.
—Esa no es una de mis preocupaciones— dije tajante.
— ¿Es cierto que le dispararon por la espalda?— preguntó un reportero de la radio.
Carambas, estaba transmitiendo en vivo, todo lo que diga será escuchado por la ciudad entera.
—El FBI y la policía en una operación en conjunto ha logrado esta hazaña. Chicago está ahora libre de el azote de los asaltantes— sonreí.
— ¿Es cierto que va a cobrar los 10 mil dólares por matar a Masen?— preguntó otro reportero muy serio.
—Si el estado nos otorga ese premio será bien empleado para modernizar nuestras delegaciones y brindar más seguridad a la población— volví a sonreírles.
—Que le aproveche su premio, cobarde— gritó una de las reporteras.
— ¿Se está dirigiendo a mi?— la encaré. No iba a permitir que nadie me llame cobarde. Pues no lo merezco.
Yo me enfrenté a Masen, fui yo quien arriesgó su vida para acabar con él. ¡Para eso se necesitan huevos! Una bola de periodistas cobardes que solo saben escribir no me van a desmerecer en público.
— ¿Hay algún otro poco hombre aquí?— preguntó indignada.
—No le permito señorita…
—Todos sabemos que le quitó la vida a Masen por la espalda.
—Fue un operativo, nosotros acabamos con él— deje en claro.
—Queremos que nos muestren el cuerpo— exigió uno de ellos.
—Sí, queremos ver el cuerpo de Masen— se unieron otros al reclamo.
—Pues a ver si les dejan entrar en la morgue— caminé hacia el estrado, dejándolos con sus reclamos idiotas.
La ceremonia a estaba a punto de empezar.
"Queremos entregar esta condecoración al Merito Policial al Capitán Jacob Black, la medalla al Honor, otorgada por el Congreso de la República, por su valiente desempeño en la lucha del crimen organizado" me colocaron una fastuosa medalla. No cabía en mí de orgullo. Lo mismo hizo con Félix. Sólo que para el jefe de los federales, las alabanzas fueron más extensas. Cómo si no supiéramos que ese puto federal tenía influencias en el congreso.
"También le hago entrega al jefe Black, como representante de la policía, de la recompensa que ofrecíamos por la captura de Masen" muchos miembros de mi escuadrón aplaudieron eufóricos. Esta noche íbamos a celebrar a lo grande.
"El jefe Black es el hombre que todos necesitamos, por ello, el gobierno también le entrega la dirección como jefe de Policía del estado de Wisconsin" escuché los aplausos.
¿Jefe de policía de Wisconsin? ¿Qué mierda iba yo a hacer en ese fin de mundo? Eso era como ser enviado a la Siberia.
Maldito Hoover, apostaría mis botas a que fue ese maldito federal quien convenció a Washington. Me enviaban lejos de mi ciudad, lejos de mi gente.
Fui a sentarme a mi oficina. La noticia me había caído mal.
—Jake, tienes que venir. No sé de qué modo los periodistas lograron entrar a la morgue. Están pasando por la radio, todos dicen que el cadáver no es de Masen— Sam estaba agitado.
— ¡Bastardos! Lo que hacen para conseguir que la gente los oiga— grité.
Me dirigí hacia la morgue para encontrarme con una multitud de personas. Iba a ser difícil pasar. Malandrines chismosos, putas baratas y periodistas rodeaban el lugar.
Al llegar a la puerta todos se apartaron para dejarme paso. ¿Sería que todavía impongo respeto en mi ciudad?
Un obrero de construcción me miró furioso, hizo una mueca asquerosa y escupió muy cerca de mis zapatos. ¡Malnacido! Lo arrestaría sino tuviera algo más importante que hacer.
Otro más lo imitó, otro y otro. Todos escupían el camino que yo tomaba. Tenía ganas de sacar mi arma y apuntarles en la cabeza a ver si se atrevían a volver a hacer eso.
Por fin logré ingresar, había ya algunas personas dentro.
— ¿Cuál es el maldito problema?— grité.
—Ya echamos a los periodistas— me dijo un subalterno. —Pero se robaron el primer informe del forense.
—Que haga otro entonces— grité.
—Jefe Black, yo estoy a cargo. El problema es que las fotografías que me proporcionaron no coinciden con el perfil del cadáver— me dijo un tipo flacucho de anteojos.
— ¿Te has fijado que tiene la cara desfigurada?— no sabía que tenía que darle lecciones al muy imbécil.
—Claro que sí. Tiene 4 heridas de bala en el cráneo, tres de ellas salieron por el rostro, también presenta el maxilar superior destrozado, el hueso frontal con múltiples fracturas. El reconocimiento en esas circunstancias se hace muy difícil por lo que me he basado en las características externas.
—Al grano— no entendía nada de lo que decía.
—Me baso en detalles. Masen tenía el cabello de color cobrizo, yo… lo conocí en la universidad, el cadáver muestra una cabellera rubia. Según las fotografías Masen tenía la dentadura completa, al cadáver le falta un diente que fue sustituido por uno de oro. Además que las huellas dactilares…
—Escúchame payaso, no voy a perder el tiempo con tus idioteces porque no tengo tiempo. Se pudo haber teñido el cabello, sabemos que hace poco más de un mes Masen visitó a un cirujano plástico. Pudo haber perdido el diente después de escaparse de ese penal… y cualquiera se borra las huellas digitales. Ahora... ¡Termina de embalsamar ese puto cadáver y tenlo listo para su entierro o vas a acompañarlo! ¿Te quedó claro?
—Pero señor, al cadáver es algo obeso…
—Pues es por la temperatura puto medico de pacotilla. Sé por experiencia que los cadáveres se hinchan ¿Qué no te enseñaron eso en tu facultad?
—No señor, a mí nunca me enseñaron a matar a nadie— dijo muy molesto. Cerré mi mano y le estampé un buen puñetazo en la cara.
—Vas a ver que en unas horas se te va a hinchar. Termina tu trabajo y lárgate— salí de allí queriendo matar a alguien.
¿Cómo se atrevía un matasano a cuestionar mi más grande hazaña?
El camino a la delegación fue una tortura, a dónde iba la gente me gritaban insultos de todo tipo, algunos hasta me arrojaban cosas. Paré a almorzar en un restaurante pero ninguna mesera quiso atenderme, el dueño en persona tuvo que servirme. Esto estaba saliéndose de control. Yo era el héroe, yo y no ese cojudo que se estaba pudriendo en la morgue.
Mis superiores me obligaron a asistir al entierro de Masen aquella tarde, salí del cementerio por la noche pues fue difícil poder meterlo al hoyo por la cantidad de gente que había.
Muchas mujeres lloraban, había cientos de maleantes, mendigos, arrabaleros, hasta las prostitutas de la ciudad se dieron cita. Toda la maldita ciudad parecía llorar su muerte. Miles de personas se ataron un lazo negro en el brazo izquierdo en señal de duelo. Las radios no dejaban de narrar su vida y sus "hazañas".
Todo estaba de cabeza. Me encerré en mi habitación a beber whisky, no soportaba ya la presión. Volví a recordar a Bella, llevaba con orgullo un bastardo del ladrón…
Yo era mil veces mejor que ese tipo. Yo era la ley, el bien, la rectitud. Toda mi vida combatí a los chicos malos ¿por qué todo el mundo me miraba como si fuera yo el villano?
Me dieron licencia dos semanas para ocupar mi nuevo puesto en Wisconsin, sentía como si me exiliaran. Me estaban apartando de mi ciudad.
— ¿Jake? Llegó un informe de Colorado. Mataron a un tal James Floyd la semana pasada en el penal— Sam fue a verme ya que no quería salir de mi casa.
— ¿Y a mí que me importa?— le pregunté.
— ¿Estás ebrio?
—No es tu problema, habla, que hay con ese tipo, el tal James.
—Era un asaltante de bancos, había confesado en los interrogatorios que su banda fue la que asaltó algunos bancos de Indiana. De hecho, el Jefe Crowley corroboró su fotografía con testigos y todos dijeron que fue él— Sam parecía haber descubierto América.
— ¿Y?
—Que no fue Masen el que mató a toda esa gente…
— ¿Crees que yo no lo sabía?— Sam parecía sorprendido.
—Eso no es todo, también confesó que mató al jefe Billy, a tu padre Jake. Tengo aquí su confesión, dio detalles del atraco— le quité el papel, se veía medio borroso pero pude leerlo.
Yo siempre creí que Masen había matado a mi padre, por eso lo odiaba y me ofrecí a dedicar todo mi esfuerzo en capturarlo, vivo o muerto.
Y no era cierto.
El mismo Masen me dijo que él no había sido. Y no le creí.
Maldición. Putos ladrones, no deberían existir. No en mi sociedad, no en mi ciudad, no en mi país.
Yo no tenía la culpa de nada, de nada. Cabrones, todos eran unos malditos cabrones…

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