02 febrero 2013

Cap 17 Acosador




CAPÍTULO 17

LO QUE PASA EN LAS VEGAS, SE QUEDA EN LAS VEGAS

"Acta Matrimonial" leí. Pero lo peor venía más abajo, en las líneas con nuestros nombres.
Isabella Marie Swan y Edward Anthony Cullen. Y las firmas, eran unos garabatos inteligibles. No deberían dejar a los borrachos hacer esto.
Revisé tres veces y no pude encontrar una dirección en la cual reclamar. Sólo decía Capillas Rock de Las Vegas. ¿Eso sería legal?
— ¿Esto es válido?— preguntó… mi ¿esposa?
—No lo sé. Bella te dije que no tomaras— le reclamé.
—Discúlpame, fuiste tú el que insistió en que aún no sabía tomar tequila— se quejó.
— ¿Y desde cuando me obedeces?
—No lo puedo creer ¿estás insinuando que es mi culpa?
—Algo así. ¿Qué vamos a hacer?
— ¿Donde fue que hicimos esto?— preguntó.
—No recuerdo casi nada y no podemos ir rompiendo registros civiles— le advertí.
— ¿No tiene dirección este papel?— me lo arrancó de las manos.
—Es un acta matrimonial no un volante publicitario, claro que no ponen dirección. Bonito anillo— me burlé de la sortija idéntica a la mía que estaba en su dedo corazón.
—Tacaño, esta cosa es de fantasía, al menos debiste gastar un poco más, la anterior era de oro— ¿estaba comparando su anterior sortija con ésta?
—Quizás acabaste con mis fondos— le reclamé.
—Es porque no tienes cuidado con lo que gastas y botas el dinero en cosas menos importantes— un recuerdo vino a mi mente de pronto, empezaba a recordar lo de la noche anterior.


— ¿Edward? ¿Por qué me estás tocando el trasero?— Bella se tambaleaba a mi lado, la tenía bien sujeta a mí, de dónde pudiera. Estábamos recostados en un muro a la salida de un casino.
— ¿Me estás oyendo Edward?— me sacudió. 
—No estoy tocando tu trasero, es sólo que mi brazo es largo— le susurré al oído.
— ¿Cuánto nos queda para gastar?— preguntó
— ¿No tengo idea y a ti?
—Lo que gané es mío— hizo un lindo puchero
—Al menos me puedes devolver el capital invertido— sonreí.
—Ni lo sueñes, está muy bien guardado— su respuesta prendió mi curiosidad.
— ¿Dónde lo pusiste?—
—En mi pecho, no me toques pervertido acosador— me dio un golpe cuando mis manos traviesas quisieron asegurarse que lo que decía era verdad.
— ¿Quieres seguir jugando? Podemos vaciar la tarjeta, pero guarda un poco para el hotel.
—Que sea un hotel muy bueno— parecía que en cualquier momento se desvanecería. Estaba realmente ebria y hablaba muy despacio.
—Es solo para dormir, pronto amanecerá, no necesitamos un hotel lujoso—
—No me voy a acostar contigo en un hotel barato— casi gritó.
— ¿Quieres acostarte conmigo?— me apreté un poco para que sintiera cuan necesitado estaba.
—Sólo para dormir— sonrió entrecerrando sus ojos, no sé si por sueño o cansancio.
—Ojala me ataques como en la playa—
— ¿Yo te ataque?
—Sí. Me hiciste una sesión de toples ¿no recuerdas?— rocé mis labios contra los suyos, es más creo que roce todo mi cuerpo, no podía enfocar bien.
— ¿Edward?
—Si… berrinchuda linda— empecé a morder su oreja, mientras con una mano me agarraba a una pared porque todo se movía.
—Dime algo que jamás hayas hecho y que nunca harías sobrio— jugueteó con el primer botón de mi camisa. Luego pasó al segundo, empezaba a desvestirme, esto prometía ser espectacular ¿Qué preguntó? ¿Algo que no haría sobrio? Bueno lo que quería hacer prefería hacerlo sobrio y ebrio así que no calificaba el sexo en una opción.
—Casarme— susurré.
— ¿Por qué?— sentí su lengua en mi pecho. Me estremecí.
—Porque no quiero perder mi libertad— ni que me mangoneen, pensé con las pocas neuronas que todavía estaban funcionándome. — ¿Y tú?— quise saber, creo que acababa de mojarle toda la ojera con mi saliva.
—Casarme dos veces en una semana— soltó una risita y pasó a mi tercer botón e introdujo su mano hacia mi pecho, la otra mano traviesa jugueteaba con mi correa.
—Bella… hagámoslo— no me pude contener más, morí por hacerla mía.
—Busquemos algún lugar pronto— nos tambaleamos riéndonos a carcajadas.

—Lo siento, recordé algo. Estábamos en el Luxor cuando se te ocurrió la idea de esto— le señalé el papel.
— ¿Mi idea? No es cierto. Recuerdo que te pregunté por algo que no harías sobrio y tú dijiste casarte— gritó.
—Ah entonces lo recuerdas—
—Más o menos. Luego tú dijiste "Hagámoslo"— me encaró.
—Me refería al sexo Bella no a casarnos.
—Estaba cayéndome de borracha Edward cómo querías que diferenciara. Por Dios… ¿qué hicimos después de salir de aquella capilla? Ay madre— gritó
— ¿Lo recuerdas? Porque mi mente está en blanco—le aseguré
— ¿Lo hicimos? Tú y yo…— me señaló la cama. Corrió a revisar las sábanas. —Parece que no— suspiró aliviada—
—Oye yo no soy así de bruto— me quejé. –No voy a manchar una sábana y guardarla como trofeo— me miró molesta. —Escuché eso en la hacienda...cuando... ya sabes— no quería entrar en detalles, lo importante es que al menos no tuvimos energías para hacerlo después de la boda. ¿Me estaré volviendo impotente? ¿Por qué no puedo hacerla mía? Bueno de todas formas no me hubiera gustado que pierda su virginidad así.
— ¿Qué vamos a hacer ahora?— dijo pensando. Buena pregunta.
—Tenemos dos grandes problemas Bella. Me llamó mi padre, Charlie está preocupado, hay amenaza de helada y debo volver, la cosecha empieza esta noche— me arrojó una almohada.
—Pero… esto es primero sino nos damos prisa vamos a quedar casados y eso… eso sería una catástrofe… no puedo casarme contigo… no— se revolvía desesperada.
—Bien. Tomemos un baño y salgamos a buscar esa capilla, pediremos la anulación y aquí nada pasó. Luego tomo un avión a Forks para encargarme de mis problemas— me levanté algo ofendido. ¿Casarse conmigo había sido una catástrofe? Al menos yo no me revolcaba con una prostituta por allí. Ella me importaba, no haría nada que pudiera hacerla infeliz, aunque eso implique dejar que me mangoneara. Bah que cosas estúpidas estaba pensando.
Tres horas después habíamos presentado una solicitud de anulación en la décima capilla Rock. Los empleados de ese lugar eran tan desordenados y deficientes que nos dijeron que no llevaban registro virtual de las bodas que se celebraban y debíamos presentar la anulación en la capilla en que realizamos la unión.
El problema es que ni Bella ni yo lo recordábamos. Así que serían 25 solicitudes que debíamos llevar.
—Creo que si nos dividimos podemos terminarlas antes de que oscurezca— le dije mientras comíamos una hamburguesa.
—Yo puedo terminar esto. Debes ir a la hacienda—
— ¿Tienes dinero?— pregunté.
—No. Me gasté todo lo que tenía en pagar el hotel, el empleado dijo que insistí en hacerlo por adelantado y le tiré los billetes.
—Y quisiste hospedarte en un hotel caro. ¿No que eras ahorradora?— me burlé.
—Voy a necesitar dinero para regresar a Florida— se revolvió incómoda.
—Está bien. Todavía tengo mi tarjeta del banco. Ayer sólo gastamos 2000 dólares— casi se atora con su refresco. –Además ahora que estamos casados es mi deber darte dinero— me reí para cortar la tensión.
—Payaso— me gritó.
—Terminemos con esa papelería y vamos al aeropuerto— Nos llevó algunas horas terminar. No descansamos hasta introducir esa impugnación en cada una de las capillas de Las Vegas.
—Edward… si en la hacienda hay helada, vas a necesitar ayuda— dijo pensando.
— ¿De qué tipo?
—Debemos comprar fuegos artificiales en Port Ángeles— no tenía la más mínima idea de lo que decía.
— ¿Y eso?— no le veía la relación a la helada y la pólvora.
—Es una creencia antigua, una costumbre. Hay una leyenda… el viento frío tiene un dios… o algo así. Para alejarlo debemos hacer mucho ruido, fuego y luces.
—Eso es una superchería— me burlé.
—Pero funciona… eso me contaban las ancianas quileute—
—Bueno. Cuando llegue a Port Ángeles compraré fuegos artificiales ¿contenta?
—Pero no sabes de cuáles. Voy contigo— parecía que todavía dudaba.
—No tienes que hacerlo Bella. Sé que no quieres regresar allí, que odias la hacienda. Regresa a Florida— le pedí.
—Oye no odio la hacienda. Me gusta el campo. Es sólo que amo el mar y todos estos años me sentí atrapada. Además, creo que debo aclarar las cosas con papá, antes de marcharme definitivamente. Tengo un trabajo esperándome en Florida, ya no se podrá negar. Sólo prométeme algo— pidió.
—Lo que quieras— quería brincar de gusto, Bella estaría conmigo, cada vez que parecía llegar el momento de la separación se me encogía el pecho. Algo me estaba pasando con ella y me asustaba.
—Pase lo que pase… jamás menciones lo que hicimos aquí. Lo del matrimonio. No quiero que me tomen por irresponsable, además ya sabes lo que dicen...
— ¿Quienes?— pregunté confundido.
—Ese dicho: lo que pasa en Las Vegas... se queda en Las Vegas— sonrió
—Lo prometo. No diré nada… a nadie, así me torturen, ni una sola palabra— le sonreí mientras hacía un gesto de poner candado a mis labios.

0 comentarios:

Publicar un comentario