05 febrero 2013

CAP 15 ENEMIGO PUBLICO


CAPÍTULO 15

DEMASIADA CRUELDAD


BELLA

— ¡Isabella!— lo oí llamarme. Odiaba mi nombre dicho de ese modo. El mismo tono de papá cuando hacía algo malo.
Todo estaba saliendo mal, algo dentro de mí me decía que yo lo echaría a perder. Tal vez era egoísta, tal vez demasiado desesperada… me aferraba a Edward como si fuera el aire que respiro.
Pero quizás no era buena para él. No en este momento.
Podía sentir que retrasaba sus pasos y hacía más lenta nuestra huída. Si yo no estuviese pegada a él, ya habría podido escapar.
¿Podría vivir sin él?
Desperté asustada, mis sueños me llevaron a un laberinto donde corría en círculos y no llegaba a ningún lugar.
— ¿Qué hora es?— pregunté asustada.
—Hora de irnos amor. No puedo volver a la carretera, debemos salir del estado por caminos poco transitados pero corremos el riesgo de perdernos— dijo poniendo en marcha el auto.
— ¿Perdernos?— pregunté sintiendo mi estómago gruñir.
—No conozco este lugar, a la derecha el bosque tampoco ayuda mucho.
— ¿Y si pedimos ayuda?— pregunté. Sabía que la gente del campo era tranquila y confiada.
—No podemos confiar en nadie Bella. Primera lección, durante una huída, desconfía hasta de tu sombra— dijo muy serio.
— ¿Desconfiar de ti?— bromeé. Conseguí una sonrisa y un apasionado beso. Pero mi estómago seguí protestando.
—Traje bocadillos, no es mucho pero no morirás de hambre— sonrió sacando del bolsillo de su chaqueta una bolsa de papel.
Intenté que comiera algo, él debía estar tan hambriento como yo. Pero no aceptó.
Conforme pasaban las horas podía notar que Edward se desesperaba, sus besos eran cada vez más secos y no me refiero al ardor de sus labios sino a que podía sentir su boca reseca.
Ambos teníamos mucha sed.
En vano condujo por varios caminos que no llevaban a ningún lado o no tenían salida. A nuestro alrededor todo era verde, bosque a un lado y cultivos al otro.
Creo que estábamos perdidos pero Edward no iba a confesármelo.
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EDWARD
Nos mantuvimos siempre cerca del bosque, a medio día nos movimos por una carretera hasta unas plantaciones. Sabía que mi princesa tenía hambre y me desesperaba no poder darle más que bocadillos.
— ¿Y si pido un poco de agua en aquella casa?— preguntó mirando una cabaña en medio del campo.
—Está bien. Pero con cuidado— estacioné cerca. No podía negarle beber algo. Había mucha agua en las acequias pero no era bebible.
—Sólo tocaré, si sale alguien que parezca buena persona le pido, sino regreso—me miró con una sonrisa. Ella confiaba en las personas.
—Pero no entres o tendré que bajar y sacarte de allí— le advertí.
—Edward… no seas tan violeto— sonrió. Fue hacia la cabaña.
Esperé atento a ver qué pasaba.
Ella llamo a la puerta y segundos después una mujer le abrió. Conversaron un momento y sin decir más Bella entró en aquella casa.
¡Dios bendito! ¿Por qué nunca me hacía caso? Ni siquiera tenía sombrero para ocultar mi rostro. Lo perdí anoche cuando huíamos.
Bajé refunfuñando, llegué hasta la puerta, antes que pudiera tocar la puerta se abrió.
—Gracias iré por él— escuché decir a Bella. Me miró muy contenta. –Iba a buscarte amor. ¡Marie es él!— le dijo a una mujer mayor. Su aspecto no parecía peligroso, regordeta y de baja estatura.
—Vaya, que buen gusto señorita, es muy guapo— me sonrió. –Pasen por favor, el almuerzo está caliente— no sabía qué hacer, estaba renuente. No suelo confiar en desconocidos.
—Edward, Marie es una ex enfermera de guerra, le he contado que estamos perdidos y que nos robaron— Bella tiró de mi dentro de la casa.
—Oh si aquellos tiempos, hace más de 10 años, yo fui la enfermera más vieja de mi batallón. Sí, me uní al ejercito cuando mis hijos murieron en batalla— empezó a recordar la anciana. Parecía buena persona.
Nos quedamos allí a pasar la noche, Marie nos relató muchas historias del campo de batalla. Secretamente yo siempre escuchaba de las guerras con nostalgia, si hubiese nacido unos años antes de seguro me habría enlistado.
Era un lugar más o menos seguro por eso no pude decir no. Además nos dieron una cama para que mi princesa durmiera bien. Odiaría que tuviera que dormir en el auto otra vez.
Al amanecer no resistí más y me moví sobre ella.
— ¿Edward?— balbuceó.
— ¿Quién más?— dije molesto. Bella no abrió los ojos pero sonreía.
—No sé ¿Clark Gable?—no pude evitar soltar una suave carcajada.
Ese actor traía locas a todas las mujeres. Y pronto estrenaría una película donde era un asaltante de bancos "El enemigo público número 1" se llamaba. Irónico. Muy irónico.
—Así que Clark Gable— empecé a morder su oreja.
—Ahhh Edward— gimió.
—Si… Edward y te voy a hacer gritar mi nombre hasta que sea lo único que digas cuando despiertes.
—Amor… no estamos en casa… ahhh— me deshice de su ropa interior buscando la tibieza de su entrepierna.
—Relájate Bella, debemos ser rápidos, tenemos un asunto importante en el centro ¿Lo olvidaste?— hundí dos dedos en ella. Sus gemidos me estaban matando.
—Ahhh si… entonces fóllame rápido— abrió sus piernas. Sonreí.
— ¿Qué te enseñaron en la universidad? Hablas peor que el guardia de penitenciaría— me quejé.
—Me enseñaron a castigar a los chicos malos— se incorporó y me tumbó.
Ambos estábamos prácticamente desnudos. Tomó mis brazo y los inmovilizó a los lados, se veía espléndida sobre mí y tratando de dominarme.
–Ahora señor criminal guarde silencio. Se le acusa de haber robado la inocencia de una dama ¿Cómo se declaras?— preguntó sonriendo.
—Inocente señoría— respondí aguantando mis carcajadas.
—Entonces vamos a llevar a cabo reconstrucción de los hechos. Quiero saber cómo fue exactamente que pasó todo— removió mi ropa interior.
—Como usted diga su señoría yo le reconstruyo lo que quiera— me reí.
—Silencio acusado, los criminales no hablan, deje que la abogada reconstruya el caso— tomó mi miembro y lo restregó contra su centro provocando que me estremeciera.
Se empino y lo colocó en su entrada. Traté de moverme pero ella me dio un manotazo. Parecía dispuesta a tomar el control de esta situación. Se elevó considerablemente y sin previo aviso se dejó caer sobre mí, haciendo que me sobresaltara de placer.
Bella soltó un suave gemido cuando lo sitió todo dentro. Quería moverme, quería tomarla y enterrarme en ella hasta saciarme… pero me detuve, era tan excitante sentirla llevando el control, dándome placer. Procurando complacerme.
Empezó a moverse de arriba abajo mientras sus pechos saltaban, desde donde yo podía ver, era un espectáculo sumamente erótico, parecía que me cabalgaba. Sus movimientos eran tan rápidos, tuve que respirar y pensar en muchas cosas externas para no venirme allí mismo.
Cuando la sentí fuera de control, tomé sus nalgas para darle suaves masajes, la atraje hacia mí para saborear sus pezones rosados y dulces. Era la primera vez que lo hacíamos de esta forma y me encantaba.
Bella estaba a punto de llegar, así que nos giré, quedando parte de mí fuera de la cama. La atraje hasta el borde y empecé a penetrarla con más fuerza, como sabía que le agradaba.
Su rostro de satisfacción me confirmó que le gustaba así de duro. Sentirla colapsar de placer era una gloria, sus paredes hacían vibrar mi miembro de manera tan rápida que alcancé mi propio cielo allí mismo. Me vacié por completo, sintiendo una liberación tan grande que prácticamente de quedé sin fuerzas.
Me dejé caer sobre ella, aplastándola. Segundos después sentí pequeños golpes en mi espalda.
—Acusado… estas matando al juez— se quejó.
—Querías una buen reconstrucción— le sonreí.
—Estuvo buenísima. Pediría repetición pero creo que es tarde— dijo tratando de incorporarse.
—Pues apelaré— me removí nuevamente.
—Está bien te declaro inocente. Ya vámonos amor o no podremos alcanzar al tal JJ.
—Pero yo sé que soy culpable— estuvimos jugueteando un poco más hasta que logramos salir de la cama.
Desayunamos rápido y nos despedimos de Marie, una mujer asombrosa que parecía vivir en otra realidad. Ni siquiera escuchaba la radio.
Manejé de vuelta evadiendo los cruces y las avenidas hasta llegar al lugar. Todo parecía normal, un barrio pobre, niños jugando a la pelota, repartidores… nada extraño.
—En donde esta esa tienda— decía Bella mirando en todas direcciones.
—Justo en frente, es el 512 de esta calle.
—Edward… creo que si entro yo será más rápido, hay gente cerca, podrían reconocerte.
— ¿Estás loca? ¿Cómo crees que te voy a dejar entrar sola?— si que estaba chiflada esta niña.
—Piénsalo como en tus asaltos. Yo llamo menos la atención, saldré en menos de 1 minuto… puedes tener el auto encendido.
—No estamos asaltando nada y si así fuera, no te dejaría entrar, tú te quedarías aquí a salvo como tiene que ser.
—Oye, sé cuidarme. Además todo está muy tranquilo, si hubieran policías te habrías dado cuenta ¿verdad?— en eso tenía razón, los policías son muy obvios y siempre dejan rastro.
—No se… Bella…
—Vamos, un poco de confianza, voy por esas llaves y regreso, es pan comido— salió sin que pudiera detenerla. Di un golpe en el asiento vacío.
¿Por qué rayos era tan permisivo con ella?
La vi cruzar la calle y entrar sin ser seguida por nadie. Busqué en mi tobillo, allí tenía bien camuflada un arma. Bajaría de inmediato si veía algún movimiento extraño.
La puerta de aquel establecimiento se abrió, iba a descender para abrirle la puerta en cuanto llegara.
Pero ella no salió.
En su lugar vi un rifle Guns de manufactura militar llevado por un tipo vestido de oscuro ¿Qué hacía un rifle así aquí?
Detrás de aquel un hombre, salió otro, luego otro y otro más.
¡Era una trampa! Y tenían a mi Bella sujeta y esposada.
Tome mi arma y bajé del auto dispuesto a disparar contra los malditos que se la llevaban como si fuese una criminal.
Nuestras miradas se cruzaron por un instante, ella estaba lloraba. Hizo un leve movimiento de cabeza negativamente… me hacia señales…
¿Acaso no quería que me acercara? Yo debía protegerla.
Dude un momento entre seguir avanzando y detenerme… me dispararían sin dudar. ¿Ella sufriría si me mataban ante sus ojos?
¿Y si me entregaba?
Demasiado pronto la subieron en un auto que arrancó de inmediato, me quedé mirando como un idiota, todos los demás corrieron y se subieron en sus autos negros, dejaron la calle vacía, todo lo veía en cámara lenta.
Fui hacia mi auto dispuesto a seguirlos pero la maldita maquina no arrancó.
Maldije, golpee el timón y por primera vez en más de 15 años… lloré.
Me habían desgarrado el alma, me habían quitado lo que más amaba en el mundo, la única razón que tenía para vivir, si esto era vida.
Minutos después bajé del auto, entré en la desgraciada tienda y rompí todo a mi paso, tomé al tendero y lo arrojé contra los estantes.
Cuando vi a estaba cubierto de sangre puse un pie en su cuello.
— ¿Para quién trabajas JJ?
—No… yo soy… de Jenks.
—No mientas. ¡Tú eres el puto soplón!— grité.
— ¡No! Los federales llegaron de improviso. Alguien les dio el soplo— fui soltando su cuello para que respire. —Yo… creí que era una clienta pero cuando dijo JJ se le fueron encima, no le di la llave. Ellos… no sé como… sabían que vendrías. Llegaron hace dos horas, no podía hacer nada para avisarte. Masen, te juro por mis hijos que no tuve nada que ver.
—Dame la maldita llave— le apunté con el arma, sabía que si apretaba el gatillo me arrepentiría. Nunca maté a nadie por placer pero ahora no me importaba, aún así me contuve.
Salí de allí sin saber hacia dónde ir, desesperado y totalmente destruido.
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BELLA
Me llevaron a un lugar extraño, no era la delegación, no había secretarias ni policías, todos vestían de negro. Me dolían las manos, las esposas eran bastante molestas. Pero cualquier cosas que me hagan, era lo de menos. Él estaba a salvo. Edward seguía libre.
Cambiar mi libertad por la suya no estaba tan mal. Sé que a no me condenarían a muerte. Sé de leyes, no pueden condenarme ni retenerme por mucho tiempo.
Abrieron una puerta, era un cuarto a medio iluminar, me empujaron dentro. El hombre que me llevaba no hablaba, en realidad nadie me habló desde que me capturaron, no me leyeron mis derechos ni me dijeron porqué me llevaban. Fácilmente podía demandarlos, a menos claro está, que sean federales.
Me sentaron en una silla todavía incómoda, alumbraron mi rostro con una lámpara potente. Alguien enorme entró a la habitación a paso veloz.
— ¿Dónde está?— gritó. Su rostro me asustó, no porque sea feo, en realidad podía decirse que era atractivo, salvo por esa mirada asesina. Tenía los cabellos oscuros, mentón cuadrado. Una piel muy blanca y parecía luchador. — ¿Dónde se esconde? ¡Contesta muñeca o me vas a obligar a proceder!— volvió a gritarme.
Apenas lo mire, sabía que no podían hacerme nada. No pueden implicarme, aún. Me tranquilizaba que fuese yo a la que atraparon y no a Edward. Casi muero cuando él trató de enfrentárseles. No, yo no podría vivir si él muriera.
— ¡Contéstame zorra!— sentí un fuerte dolor en mi mejilla izquierda, grité del susto.
¡El maldito me había abofeteado! Tomó mi barbilla y nuevamente gritó.
— ¡Dónde está!
—No… no lo sé— dije asustada
— ¿Dónde diablos dormiste con él?— volvió a abofetearme ahora en la otra mejilla. Mi cara debía estar hinchada. —No te oigo preciosa ¡no te oigo!— gritó sacudiéndome de los hombros, grité por el susto. Mis lágrimas caían sin control. Nunca me habían tratado así, ni siquiera mi madrastra me golpeó jamás.
— ¡Habla, donde está!— siguió sacudiéndome y abofeteándome a su gusto, yo sólo atinaba a temblar, llorar y gemir. Esto era una humillación, nadie tiene derecho de tratar así a un sospechoso, menos a una dama.
—Ya… ¡Ya debe estar muy lejos de aquí!— grité. Se detuvo a mirarme. — ¿No querías saber donde estaba?
El hombre temblaba de rabia, quise sonreír. Mi León siempre se les escapaba. Ni siquiera los federales podían atraparlo. Pero antes que la sonrisa se formara en mi rostro, él juntó sus manos, caminó hacia mí con el puño levantado…
Cerré los ojos.
Salí despedida hacia tras, caí sobre la silla. Me dolía terriblemente el rostro, no podía ver nada. Sentía que mi ojo derecho se había tapado. Rodé por el suelo después de caer de costado. La silla de metal me había lastimado.
Pero él no tenía suficiente. Me levantó del suéter para seguir golpeándome.
— ¡Cobarde!— grité llena de rabia y frustración. — ¡vuelve a hacerlo si quieres! Pero cuando mi Edward se entere como has golpeado a su chica ¿Sabes lo que va a hacer contigo? ¡No habrá lugar en la tierra donde puedas esconderte Félix!— grité recordando el nombre que Edward dio del jefe del FBI
—Así me gusta, habla cariño, habla, grita, gime para mí— sonrió. Qué asco me daba este hombre.
—Eres hombre muerto— me soltó de vuelta a la silla, retrocedió para examinarme.
—Eres valiente Isabella. Y muy hermosa. Creo que te torturaré de otra manera.
Tomó unas tijeras que estaban en la mesa, se acercó y cortó mi suéter.
—No me toques imbécil— quise forcejear peo sentí un dolor terrible en las manos. Me di cuenta que estaban sangrando. No podía ver bien, apenas tenía visión con un ojo.
–Así que Masen me conoce. Magnífico. Cuando se entere que me di un festín con su zorra de turno, espero que me busque.
No sé qué fue lo que más me indignó, que me llamara zorra, que iba a hacerme algo inmoral sólo para provocar a Edward.
Le escupí la en la cara.
—Lo vas a pagar, él no descansará hasta verte muerto— ya no le tenía miedo a este maldito agente. Haga lo que me haga, no iba a humillarme, yo era la mujer de Edward, ni toda la policía ni el FBI podían con él.
Félix sonrió mientras se limpiaba el rostro.
—Tienes agallas, primero mataré al tal Masen y después iré por ti. Vas a ser mía Isabella, lo quieras o no.
Se acercó, tomó mi blusa y tiró de ella, haciendo que los botones saltaran. Sus manos buscaban quitar mi brasiere.
Me retorcí y empecé a gritar con todas mis fuerzas, me tenía sujeta con una mano y buscaba llegar a mi boca, su aliento mentolado me estaba mareando.
La puerta se abrió de pronto, escuché gritos, pasos, forcejeos y dejé de sentirlo sobre mí.
Yo sólo lloraba, de rabia, de impotencia. Caí al piso nuevamente cuando Félix me soltó. Escuchaba palabrotas, reclamos, parece que le reclamaban algo. No quise ni pude prestar atención, me hice un ovillo en el suelo tratando de protegerme.
Pero alguien me levantó del suelo y soltaron mis manos.
— ¿Bella?– era la voz de Sam. Pronto escuché que alguien entró corriendo.
— Maldito federal imbécil, te matare ahora mismo— era la voz de Jake, me atreví a abrir el único ojo con el que podía ver. Jake veía con una escolta grande algunos de ellos se enfrentaron a los tres federales que había en la habitación a parte de Félix.
Jake alcanzó a golpearlo pero otros lo detuvieron.
Pronto mi amigo reparó en mí y su mirada cambió, se acercó y me tomó en sus brazos. Sam se quitó la chaqueta y me cubrió con ella.
—Bella ¿qué te han hecho?— gimió Jake.
Preferí cerrar los ojos y recostar la cabeza en su hombro para no tener que dar explicaciones. En el trayecto me quedé dormida.
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Desperté en una camilla dura, parecía estar en una enfermería. Temblé al recordar todo lo que había pasado.
—Tranquila… calma Bella— esa voz, me giré a verlo. Me sonrió.
—Doctor Cullen— yo también le sonreí.
—Carlisle, solo Carlisle. Te he revisado, estás bien, me alegro que todavía no me soltaran, así pude atenderte.
— ¿Estamos en…?— miré hacia todos lados.
—En la central de policías, el comisario te trajo porque no quería llevarte al hospital, así que me ofrecí a atenderte.
— ¿Todavía lo tienen detenido aquí? No es justo— estaba molesta por todo lo que les hacían pasar a ellos.
—Esme está en casa. A mi todavía no me sueltan porque planean obligar a Edward a entregarse, cambiándolo conmigo— parecía triste. — ¿Qué te hicieron?— preguntó.
—Fueron los del FBI. Félix Hoover. Me… golpeó y quería…— no pude seguir hablando, empecé a llorar.
—Tranquila. Perdona por favor— se le quebró la voz.
— ¿Perdonarle qué?— dije enjugando mis lágrimas.
—Todo lo que tienes que pasar por mi hijo.
—No hay nada que perdonar Carlisle. Edward es mi vida, estoy feliz que esta vez no lo atraparan. Todo era una trampa. No me importa lo que me pase mientras que Edward esté bien. Puedo resistir lo que sea— traté de sonreír pero me salió muy mal.
—No está bien, no— dijo tristemente. Escuchamos pasos, Carlisle se alejó, yo me quedé quieta y cerré los ojos.
— ¿Cómo está?— era Jake.
—A punto de despertar, no tiene heridas, sólo un ojo morado, las mejillas hinchadas y las muñecas magulladas, pero no creo que pueda usar sus manos por un tiempo. Estará bien— le dijo secamente.
— ¿La revisó? Quiero saber si el maldito ese…
—No la han ultrajado si es lo que quiere saber.
—Bien. Pero está muy delgada. Seguramente el malnacido de su hijo la tenía encerrada y sin comer— Jake se acercó a mí, me acarició una mejilla.
Pensaba que Edward me había ¿secuestrado?
—No puedo hacer nada ahora. El FBI presiona, voy a tener que llevarla a la prisión y dejarla allí. Dicen que como medida preventiva. He peleado todo lo que he podido, al menos van a dejar que mis guardias la custodien allá y ninguno de esos tipos se le acercarán ni siquiera para interrogarla. Bella ¿por qué tenías que involucrarte con ese maldito?
Su voz parecía desesperada. Me sentía tan mal con Jake, le había ocultado tantas cosas. Él todavía confiaba en mí. Si supiera la verdad me odiaría.

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