05 febrero 2013

CAP 13 ENEMIGO PUBLICO


CAPÍTULO 13

TE EXTRAÑÉ TANTO


BELLA
Me mantuve tensa todo ese día, casi daban las cinco de la tarde, yo seguía caminando de un lugar a otro en la pequeña salita.
Mis manos no dejaban de temblar, quería salir corriendo y avisarle a Edward pero sabía que en la entrada del departamento estaban dos policías cuidándome.
La puerta se abrió, eran Jake y Sam. Venían armados.
—Bella, tenemos que dar un paseo, no tengas miedo, no te expondremos demasiado— Jake me sonrió pero yo no pude corresponderle.
—Pero…
—Tranquila, en una hora todo habrá terminado— Jake trató de abrazarme pero retrocedí.
—Está asustada, no deberíamos hacer esto— Sam me tomó de una mano y me llevó a la mecedora.
—Es necesario Sam, lo siento tanto Bells. Es lo último que te pediré.
No podía hacer nada en este momento. Pero si no encontraba la forma de avisarle, Edward caería en la trampa de Jake y todo por mi culpa.
Salimos de casa. En la patrulla vi dos maletas que no eran mías.
Al llegar al parque Ellis mi corazón ya estaba enloquecido. Yo no podía hacer esto. Edward confiaba en mí, vendría a buscarme y lo atraparían por mi culpa, una vez más.
— ¡No!— grité cuando abrieron la puerta.
—Vamos Bells, por favor. No te pasará nada. Tenemos el parque rodeado, hay cinco francotiradores en los edificios. No te llevará— Jake acariciaba mi cabello.
Salió del auto con las maletas y me dio una mano para bajar.
Yo estaba aterrada, si veía morir a Edward jamás me lo perdonaría. Debía buscar la forma de escaparme, de avisarle. Pero con cada minuto que pasaba era más difícil.
—Por favor Jake, te lo ruego…— pedí llorando.
—Sé que tienes miedo pero te prometo que ese criminal no te va hacer daño. Vamos Bells, sé valiente. Tu padre estaría orgulloso de ti— me dio las dos maletas y me señaló una parte del parque que estaba desocupada, parecía que la poca gente que había eran todos policías.
Los jardineros, los de limpieza, incluso un mendigo que permanecía sentado en medio del parque estaban disfrazados. Todos se levantaron cuando Jake y yo llegamos.
Caminé unos cuantos pasos, llevaba las maletas en mis manos. Me senté en una banca muy cercana a la avenida. Jake y Sam corrieron a la vereda de enfrente y entraron en un establecimiento.
No podía evitar llorar, sin querer mis lágrimas caían unas tras otras. Saqué un pañuelo para limpiarme.
Tal vez a los ojos de los policías debo parecer una mujer muy cobarde. Sin embargo yo lloraba porque estaba atrayendo a mí amor… quizás a su fin. No porque tuviese miedo que me rapten o me disparen. ¿Podría protegerlo? ¿Podría advertirle a tiempo?
Pasaron los minutos, una eternidad para mí. Cuando vi estacionarse un auto negro con lunas ahumadas, mi corazón se aceleró más, si eso era posible.
Lentamente el vehículo se detuvo frente a mí, quería correr y hacerle señales para que siguiera de largo. Pero me detuve, dese la vereda contraria, Jake caminaba con un arma en la mano.
Los vidrios del auto fueron bajando, poco a poco.
—Yo la llevaré señorita— escuché decir al conductor, un hombre entrado en años.
¡No era Edward! El alma me volvió al cuerpo.
—Gracias, pero no voy a ningún lado señor— respondí. Miré a los alrededores buscando otro auto.
— ¿No va a subir?— preguntó aquel hombre.
Entonces, más de veinte policías rodearon el vehículo, varios le apuntaron con sus armas, otros abrieron las puertas.
Pero aparte del conductor, no había nadie más.
— ¡Salga con las manos en alto!— gritó Jake.
Pero otros dos autos negros con lunas oscuras se estacionaron muy cerca. Muchos policías se giraron. Jake tomó al conductor del auto más cercano y lo sacó a empellones, le hizo recostarse contra el capó y lo registró.
— ¿Dónde está Masen?— le interrogó.
— ¿Quién?— en hombre parecía inocente.
—El desgraciado que te contrató— le gritó Jake.
—Pues no sé a dónde fue. Un joven de cabello oscuro, enorme, me pagó 20 dólares por venir a recoger a una señorita a este parque— casi suelto una carcajada al oír eso.
Cabellos oscuro, enorme… ¡Emmett!
— ¿A dónde te dijo que la llevaras?— volvió a gritar Jake.
—Al hotel Ambassador— dijo el hombre.
Sam y otro policía llegaron con dos conductores.
—Jake, éste taxista dice que un hombre rubio le pagó 20 dólares por llevar a una chica desde aquí al Hilton.
—A este le pagaron por llevarla al Savoy— gritó el otro policía.
—Jefe, hay cinco taxis más. Todos negros y con vidrios oscuros ¿Qué hacemos?— Sam parecía fastidiado pero nada como el rostro de Jake que estaba rojo de rabia.
—Revisen a cada uno, tómenle declaración de las característica de las personas que les pagaron y dónde fue que los contrataron. Y… sáquenlos de aquí— gritó Jake.
Me llevé las manos al rostro para que nadie viera mi sonrisa.
Edward era tan astuto, había logrado desencadenar un caos policial. Sin mencionar el escape de una prisión de máxima seguridad con un arma de madera.
Nadie podía con Edward y yo sabía que pronto me rescataría, de alguna forma lograría sacarme de esta prisión donde me tenía la policía.
Me regresaron a mi departamento, me pusieron vigilancia extrema. Jake se fue directo a su estación de policías, sólo Sam me escoltó. Además de 3 patrullas.
Ahora cinco policías estaban dentro del edificio y las tres patrullas que me trajeron se situaron en las calles cercanas. Jake me llamaba cada hora y vino a verme dos veces.
Pero yo ya no estaba triste, algo preocupada sí, pero ya no tenía miedo.
.
—No, Bella, no te voy a ayudar— Alice me miraba aterrada. Ya había pasado un día y yo estaba demasiado preocupada.
—Alice te lo suplico, por favor. Tengo que salir, sé que Edward va a venir por mí y si lo matan yo me muero— empecé a lloriquear, mi amiga me abrazó.
—Bella, podrías morir…
—No me importa, si Edward muere no podría seguir viviendo. Ayúdame— le seguí rogando, quería que ella tomara mi lugar mientras yo me escabullía por una escalera de emergencia al fondo del edificio que daba a un callejón que no estaba vigilado.
Era mi única oportunidad de salir y buscar a Edward sin que él se arriesgue a venir por mí.
—Bien, sólo me voy a poner la peluca y a sentarme un rato. Sólo media hora Bella, si no puedes escapar no te volveré a ayudar— me advirtió.
—Es todo lo que necesito. Gracias— le di un abrazo y tomé una pequeña maleta.
—Ay no seas tonta Bella, deja eso. Sólo llévate el bolso, ya de por si eres terrible para caminar, no quiero que te caigas de esas escaleras por llevar una maleta— mi amiga me quitó el equipaje, tuve que aceptar que tenía razón, en mi bolso sólo había dinero. Casi 25 mil dólares. Era suficiente para comprar lo que necesitara.
Alice estaba vestida con ropas idénticas a las mías. Un suéter crema y una falda negra.
—Llévate un abrigo Bella, afuera está haciendo frío— me sugirió, fui a mi closet y saque el hermoso abrigo que una vez Edward me obsequió.
Salí del departamento y no encontré a los policías en mi puerta, los había escuchado minutos antes bajar las escaleras, seguramente por café.
Caminé sigilosamente hasta el otro lado del edificio, detrás de una ventana estaban las escaleras de emergencia.
Bajé con todo el cuidado que pude, tratando de hacer el mínimo ruido posible.
El último piso fue horrible, tuve que descolgar la escaleta conmigo encima, hizo un sonido extraño porque era una escalera muy vieja. Me solté y caí como un costal de patatas, la escalera volvió a su lugar.
Me levanté de inmediato, tomé mi bolso y me escondí entre las sombras del callejón.
Logré salir a una calle poco concurrida, me subí el abrigo hasta taparme medio rostro y caminé asustada.
Nunca había pasado por esta calle de noche, sería un suicidio, había gente peligrosa en esta zona.
Pero hoy no había nadie, tal vez porque la policía estaba cerca.
Sentí la luz de un automóvil a mis espaldas y me asunté mucho, seguramente una de las patrullas de Jake. Caminé aprisa hasta doblar la esquina, entonces empecé a correr, cuando sentí las luces cerca nuevamente, me metí por otro callejón y salí a un avenida.
Estaba segura de haberlo perdido. Ahora sólo debía tomar un taxi y alejarme lo más posible de este lugar. No tenía claro a dónde iría. No había modo de contactar con la banda, Ben me dijo que estaban cerca pero no sabía en qué lugar empezar a buscarlos.
De pronto, de una calle asomaron las mismas luces, otra vez me habían encontrado, no había ningún taxi a la vista.
No iba a dejar que me atraparan, no iba a volver de nuevo al departamento, ya no me importaba mi vida anterior ni ser una proscrita de la policía. Yo quería estar con Edward.
Empecé a correr hacia el callejón por donde había venido, escuché pasos detrás de mí, traté de apurarme pero temía caer. Corrí como nunca, rogaba que no me alcanzaran.
Alguien tiró de mi abrigo y un fuerte brazo pasó debajo de mi estómago haciendo que me detuviera, pataleé para soltarme, grité pero una mano me tapó la boca.
—Te tengo bonita ¿Estás huyendo de mí?— me detuve en seco
Quería llorar de alegría, me soltó y aproveché para darme vuelta y lanzarme a sus brazos. No lo podía creer.
— ¡Edward!— lo abracé con todas mis fuerzas. No paraba de llorar.
—Shhh no quiero lágrimas, ya estamos juntos otra vez, ahora regresemos al auto o me lo pueden a robar— soltó una fuerte carcajada.
Me abrazó y caminamos hasta el coche. Me abrió la puerta del copiloto como todo un caballero. Apenas subió al auto volví a tirarme en sus brazos y a besarle todo el rostro.
—Amor si sigues así voy a chocar— detuvo el auto y me besó de manera desesperada. –Te extrañé tanto— dijo acariciándome, sus manos vagaban por todo mi cuerpo.
—Yo también te extrañé… Edward— lo abracé.
—Bella…dame unos minutos y podrás hacerme ver cuánto me extrañaste— susurró.
Me alejé un poco para que pudiera manejar rápido, lo vía acelerar el auto hasta que me dio vértigo. Cerré los ojos para no marearme o no gritar del susto.
Pronto llegamos a una zona alejada, las casas escaseaban. Estacionó en un edificio pequeño y me abrió la puerta para bajar, en ningún momento se quitó el sombrero, pues podía cubrirse bien la parte superior del rostro.
Entramos en silencio, él siempre tenía puesta una mano en la chaqueta y otra en mi espalda. Apenas entramos al departamento me tomó de la cintura y empezó a besarme.
—No tienes idea cuanto me hiciste falta— dijo en mis labios.
—Entonces quisiera averiguarlo— le susurré.
Pero pronto dejó de besarme.
—Bella, antes quiero saber cómo has estado, no tenemos mucho tiempo… creo que no puedo… llevarte conmigo— se veía intranquilo.
Él no podía estar diciendo eso. Yo estaba dispuesta a seguirlo al fin del mundo.
¿Quería dejarme acaso? Mis ojos se llenaron de lágrimas, me alejé de él.
— ¿No soy buena para ti?— pregunté.
—Eres demasiado buena para mí. Yo no tengo derecho a pedirte que vengas conmigo, a que dejes tu vida, tu carrera, tu futuro. Lo he pensado mejor y creo que deberías quedarte…— se veía profundamente triste. Pero estaba loco si creía que yo me iba a quedar.
—Tienes razón Edward… no tienes derecho a pedirme que me vaya contigo…— me miró con dolor. –Pero te mataré si me dejas— lo amenacé, esbozó una pequeña sonrisa.
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EDWARD
El día anterior le había hecho una buena jugada a Black, me hubiera encantado ver su cara de perro rabioso cuando aparecieron más de 10 autos negros con lunas oscuras en el parque dónde me citaron para tenderme la trampa.
Emmett y Jasper se divirtieron como niños en navidad enviando esos taxis.
Los chicos habían planeado un nuevo asalto a un banco para ayudar a hacerme de dinero pero yo no quería hacer eso, podía oler al perro custodiando cada banco de la ciudad.
—El jefe decía que no trabajes cuando estás desesperado— les recordé.
—Pero cuando estás desesperado no tienes elección— respondió Emmett.
—Prefiero esperar a que él haga el siguiente movimiento, no se la voy a poner fácil— tenía claro que lo mejor era quedarse quieto.
—Pensé que llegarías pidiendo armas y que te acompañáramos a sacar a Bellita de las garras del perro pero te veo de lo más tranquilo— se burló Emmett.
—Eso no quiere decir que no esté desesperado. La quiero conmigo pero no estoy seguro ya de llevármela— había estado pensando mejor el asunto. Averigüé que Bella trabajaba ahora en el bufete donde antes practicaba. Vivía con sus amigas. Tenía una vida normal. ¿Podría arrastrarla por el mundo como una fugitiva?
—En eso tienes razón— Jasper también me apoyaba. –No tienes nada que ofrecerle. Yo todavía estoy estableciendo mi empresa, cuando tenga todo bien montado, sea legal y empiece a funcionar le pediré a Alice que sea mi esposa. Pero tal vez podríamos ayudarte a que la vieras antes de irte. Chicago no es un lugar seguro para ti. Ningún lugar del país lo es, si tienes al FBI detrás de ti, tal vez deberías cruzar la frontera, Jenks puede darte pasaportes falsos y una nueva identidad.
—Sí, me gustaría verla… una vez más— como añoraba sus ojos chocolates, oler su cabello, escucharla decir que me ama.
.
Yo debía irme pronto del país, con el golpe del tren o sin él. Debía dejar esta ciudad. Y a Bella.
Lo había decidido esta misma tarde.
Ella debía llevar una vida normal, vivir todo lo que una joven de su edad vive.
No soy bueno para ella.
La amo demasiado para llevarla conmigo en un sinfín de huidas. Sería una vida dura que ella no merece. No le haría pasar por eso.
Pero al tenerla entre mis brazos mi voluntad flaqueaba. Ahora que la había recuperado, mi instinto egoísta y posesivo la reclamaba como mía.
Mío su cuerpo, mía su alma… sus ojos, su cabello, su olor. Todas sus sonrisas, sus lágrimas… Bella es mía.
—Eres demasiado buena para mí. Yo no tengo derecho a pedirte que vengas conmigo, que dejes tu vida, tu carrera, tu futuro. Lo he pensado mejor y creo que deberías quedarte…— era todo lo que tenía que decirle, esperaba que comprendiera y lo hiciera todo más fácil. Una última noche…
—Tienes razón Edward… no tienes derecho a pedirme que me vaya contigo…—casi me desarmó lo que escuché, no esperaba que se lo tomara tan fácil. –Pero te mataré si me dejas— sonreí de gusto al oírla. La abracé.
— ¿Edward?— me miró con esos ojos que me traían loco. –Prométeme… no… júrame que no vas a dejarme— exigió.
—Bella… no es vida para ti.
—No será vida si te vas. Júramelo— volvió a exigirme.
—No.
—Entonces yo me iré— fue hacia la puerta. Corrí a detenerla. ¿Por qué no podía entender que sólo quería protegerla?
—Bella, no quiero que lleves una vida dura conmigo. Tal vez en un tiempo yo pueda volver o tú alcanzarme en otro lugar… pero ahora no puedo llevarte. El FBI está tras de mí.
—No Edward, yo estoy dispuesta a seguirte a dónde vayas, eres tú el que no quiere llevarme, eres tú el que va a dejarme. Si eso es lo que quieres…
— ¿Por qué demonios no comprendes? Quiero que lleves una vida normal, lejos del peligro, que seas la jueza que siempre soñaste… ¡Tu jamás debes conocer una prisión!— grité. Eso era algo que no podía permitir. Si a Bella le pasaba algo por mi culpa, no me lo perdonaría.
— ¿Una vida normal? Hace tiempo que mi vida no es normal. Y me alegro por ello. Pero si me apartas hoy de tu lado, si te vas y me dejas, no vuelvas más—me miró furiosa.
—Eso sería lo mejor, yo soy un asaltante, un criminal, por mi culpa todos los que me han querido tienen que sufrir. Mi padre y madre deben estar detenidos por haberme dado acogida un día. No quiero que en un tiempo te arrepientas de la vida que llevaremos. Que extrañes tu casa, tus amigos, el futuro que pudiste tener si yo no me hubiera cruzado en tu vida…
—Me voy a arrepentir de haberte amado si me quedo, porque no tuviste el valor de llevarme. ¿Sabes que eso se llama cobardía Edward Cullen? Quieres decidir nuestro futuro sólo ¿Qué mi opinión y mis deseos no cuentan?
—Bella…— era tan difícil razonar.
—Si te vas a ir, entonces es mejor que nos digamos adiós ahora mismo.
—Como tú digas— le respondí con un dolor tan fuerte en el pecho que apenas podía respirar. No esperaba que nuestra separación sea así.
—Por cierto Edward, no te aparezcas en mi boda— me soltó de pronto.
Eso me sacó por completo de mis pensamientos torturantes de dejarla ir.
— ¿Qué? ¿Cuál boda?— pregunté aturdido.
— ¿Algún día me casaré no? Si he de vivir una vida normal es lógico que tenga un marido alguna vez— no podía creer lo que me decía. ¿Estaba loca?
—Eres mía… —apenas alcancé a murmurar. Todavía no daba un paso fuera del departamento y ya pensaba en otro.
—Si salgo por esa puerta ya no seré tuya… jamás— me dijo altaneramente.
Quería arrancarle la ropa y hacerle ver que aunque pasaran cien años ella siempre sería mía.
—Siempre serás mía— quería romper algo.
—Si me dejas, asume las consecuencias de lo que vendrá— tomó el pomo de la puerta y la abrió, yo la cerré de golpe sin dejarla avanzar ni un paso.
—Bella— dije a punto de explotar, el sólo hecho de imaginármela con otro me hacía hervir la sangre.
—Por cierto, espero que no montes un espectáculo si algún día vuelves y estoy casada con Jake. Adiós Edward, buen viaje— abrió la puerta otra vez y dio un paso fuera.
Mi sangre hervía. ¿Cómo se atrevía a insinuar que alguna vez estaría con ese perro? Con el más despreciable de mis enemigos…
La tomé de la cintura y la hice entrar, cerré la puerta con fuerza, mientras aún la tenía sostenida. Me la llevé a la habitación a pesar de sus protestas la tiré a la cama.
—Vuelve a insinuar que ese perro pondrá una de sus patas sobre ti y lo mato— grité.
—Y tú… ¡vuelve a insinuar que me vas a dejar y seré yo la que te pegue un tiro Edward Cullen!
Me lancé sobre ella de manera salvaje, le arranque la falda de un solo manotazo, me quité la ropa a velocidad sobrehumana, ella se quitó el suéter y terminé arrancándole la blusa y el sujetador.
Sentir su cuerpo nuevamente era como bálsamo para mis heridas. Como si apenas nos hubiésemos separado esta tarde, el tiempo que pasé lejos de su cuerpo ya no era nada.
Empecé a besando su cuello, mordiendo su piel, ella se arqueaba dándome mas accesos a sus pechos, los saboreé, como sabía que nadie más lo haría nunca.
Bella gemía bajo mi toque, jamás permitiría que alguien profane lo que es mío.
Bajé con desesperación hasta la fuente de mis placeres, necesitaba saborear esa cueva de los deseos, Bella jadeaba sonoramente, eso me ponía más caliente.
Introduje mi lengua en su cavidad mientras que con mi pulgar acariciaba su pequeño y rosado clítoris.
Seguí dándole placer hasta que la oí gritar más fuerte y soltó su elixir. No podía apartar mi boca de allí, seguí lamiendo, ávido y deseoso de más.
Ahora mi erección parecía avisarme que era el turno de leoncito de comerse a la ovejita.
Subí por su vientre, besando y lamiendo esa piel suave y tersa que me volvía loco.
Sus ojos me miraban deseosa, aún respiraba con dificultad.
—Te llevaré conmigo, si eso es lo que quieres— le dije antes de besarla y posicionarme sobre ella.
—Júralo— pidió mientras abría sus piernas para mí.
—Lo juro— la llené por completo y casi me vengo, respiré varias veces para calmarme.
Dios, estos tres meses en prisión habían sido demasiado.
Empecé a moverme con suavidad, disfrutando de cada embestida.
—Edward…—se quejó Bella.
— ¿Amor?— le sonreí.
—Cógeme de verdad— casi suelto una carcajada.
No podía creer que mi nena hable así. Creo que me había extrañado como yo.
Bueno, hay que darle a la reina lo que pide.
Empecé a entrar con más fuerza, llegué al fondo pero ella quería más. Tomé sus tobillos, uno por uno y me los llevé a los hombros, apreté sus nalgas y me introduje por completo.
Me hundía con ferocidad, con fuerza, llenando totalmente a mi mujer, porque ella era sólo mía.
Seguí embistiendo, entraba y salía mientras escuchaba sólo gemidos en la habitación, de pronto ya no pude más y con un gruñido bestial me vacié por completo. Bella temblaba mientras mis fluidos la inundaban.
Me dejé caer exhausto. Todavía la necesitaba, sé que jamás podría apagar mi sed pero por ahora era suficiente.
La acomodé entre mis brazos, tomé una manta y la arropé, mientras seguía besando sus cabellos.
—Recuerda que me juraste que no me dejarías— me recordó con una sonrisa.
—Yo siempre cumplo mi palabra señorita. Aquí estaré cuando despierte— le di un pequeño beso en nariz.
— ¿Edward?
— ¿Si amor?
—Eres un enfermo celoso— me reprochó.
—Mira quién habla— sonreí.
—Yo no soy tan celosa— me dijo de manera presumida.
— ¿Sabes? Este departamento es de Tanya— se me ocurrió probarla.
— ¿Qué? Me has traído a la casa de de esa golfa…
—Ese no es el vocabulario adecuado para una abogada— le seguí molestando.
—Abogada un cuerno. ¿Por qué te cedió este lugar? ¿Qué tuviste que darle a cambio? ¿Y por qué me trajiste a aquí?— empezó a patalear.
—Hablando de celos enfermizos— me eché a reír. —Jamás le daría a nadie lo que es tuyo mi vida, fue sólo una gentileza de Tanya— empecé a besarla hasta que poco a poco se calmó.
—Creo que estamos a mano con eso de los celos pero no debiste aceptar sus "gentilezas"— bostezó. Se estiró para volverse a acomodar entre mis brazos. — ¿Estarás cuando despierte verdad?— volvió a recordarme.
—Sí. Estaré contigo siempre— poco a poco fui quedándome dormido, deseando que cada noche pudiera acostarme así de feliz.

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