13 febrero 2013

Cap 12 Mi dios griego


CAPÍTULO 12

REFLEXIÓN



EDWARD


Era mi segundo día en Chicago, a esta hora Bella debía estar en clase de biología, sin compañero de carpeta y sin pareja para la exposición.

Por más que lo intente, no puedo alejarla de mis pensamientos ni un solo momento, creí que al venir aquí lograría aclarar mis ideas.

Mi celular tenía más de 40 llamadas perdidas y no pensaba devolver ninguna.

Me sumergía más en mi melancolía a medida que caminaba, no sé en qué momento llegué a las puertas de mi antigua academia de deportes. Me quedé mirando la puerta cerrada, seguro no abrirían hasta la tarde.

— ¿Edward?— escuché a mi antiguo maestro detrás de mí.

—Maestro Li— dije haciendo una reverencia.

— ¿Qué te trae por aquí en un día de escuela?— me sonrió.

—Vine unos días… aún no me acostumbro a Los Ángeles— mentí.

—Te sucede algo más. Pasa—dijo invitándome a entrar, parecía auscultarme con la mirada. Me sentí perdido.

—Te noto cambiado, hay una chispa de dolor en tu mirada que no había antes, es un dolor diferente— dijo con seguridad.

—Algunos problemas, no es nada— volví a mentir.

—Todavía no aprendes a mentir. ¿El dolor que sientes afecta a tu orgullo o a tu corazón?— preguntó, sabía que estaba analizando cada uno de mis gestos y mis palabras.

—Ambos, maestro. Es más grande de lo que parece— fui sincero.

—Entonces es orgullo—dijo sonriendo y tomando una bolsa de té.

— ¿Cómo puede estar tan seguro?— le pregunté molesto, aunque controlándome en no cambiar mi tono de voz. No quería ser impertinente ni que mi problema me hiciera ser irrespetuoso.

—Si tuvieras el corazón roto, cosa que no creo posible porque has estado muy poco tiempo en Los Ángeles, tu mirada sería diferente. Sólo veo furia en tus ojos— dijo.

—Si, estoy furioso y no quiero lastimar a nadie. Por eso me fui.

—No confundas retirada con huida. Me temo que has huido— sentenció.

Estaba empezando a enfurecerme otra vez, respiré hondo, si me lo decía mi maestro debía escuchar.

—No maestro, fue una retirada digna para no cometer una locura.

—Si no eres capaz de controlar tu locura, has huido— lo miré confundido.

¿Acaso debí quedarme y presenciar como mi novia se amistaba con su ex?

Me quedé pensando con la taza de té en mi mano, recordando como Jake la besaba, sentía el fuego de la ira otra vez.

Si, había huido como un cobarde. Pero… ¿Por miedo a que? ¿A que ella lo aceptara de nuevo? ¿A quedar de más? ¿O a no poder controlarme y matarlo frente a todo mundo?

—El té se enfría— dijo levantándose y llevando su taza al lavabo. Bebí el líquido de mi taza y lo imité, enjuagué ambas tazas como antes y las devolví al estante.

— ¿Te quedarás?— preguntó.

—Sólo hoy. Esta noche regresaré a casa.

—Es una mujer ¿verdad? ¿Conociste el amor?— preguntó. No podía creer que fuese tan transparente para él. Usualmente podía “leer” a la gente pero con mi maestro yo era un libro abierto.

—Si y si. Es más complicado que todo lo que haya enfrentado antes— él sonrió.

— ¿Y eres correspondido?— preguntó.

—Creí que así era. Ahora no lo sé…— no pude terminar la voz se me apagó.

— ¿Qué paso?— preguntó interesado.

—Me engañó— dije.

— ¿Te engañó la dama… o te engañaron tus emociones?— preguntó.

— La vi besándose con otro— mi voz subió un poco de nivel.

— ¿Y lo aclaraste como un caballero? ¿Preguntaste si sus sentimientos habían cambiado?

—Había mucha gente, no quería hacer el ridículo… yo sólo...

—Huiste. Ya lo habías dicho. Edward siempre te hablé de las ilusiones, lo que parece y no es, lo que es y no parece.

—Mis ojos no me engañan— le refuté.

—Pero tal vez tus emociones si— no pude responderle a eso, era doloroso recordar todo como para que agregue mas sal a las heridas.

— ¿Y qué harás cuando vuelvas?— preguntó otra vez sin expresión en su rostro.

—Nada. Si ella prefiere a otro es su problema.

—La inacción también genera karma. Y esta vez me temo que será karma por estupidez— sonrió, yo no le veía la gracia.

—Entonces ¿Debo enfrentarlo? ¿Dejar que me lastimen?

— ¿Por qué estás a la defensiva nuevamente? Pensé que habías superado tu poca fe en ti ¿Por qué crees que no eres digno del afecto de nadie?— mi corazón latía y mis puños estaban cerrados.

Si, había sido como remover viejas heridas.

— ¿Usted cree que deba volver y aceptar todo?— haría lo que me dijera.

—No creo nada, es tu decisión, ahora eres un hombre, ya no eres el niño que golpeaban y que vagaba por estas calles.

—Gracias maestro, lo tendré en cuenta— dije con pocas ganas.

Recordé el día que lo conocí… muchos año atrás. Si, ya no era ese niño que nadie quería, tenía una familia que me amaba y una novia… o tal vez no.

—Espero que vuelvas alguna vez pero no huyendo para escapar de tus problemas. Y un consejo si me permites, si has encontrado a la persona que esperabas, lucha. No dejes que los fantasmas o los vientos sean más fuertes. Si no peleas Edward, lo lamentarás el resto de tu vida— dijo mirando al vacío.

Sabía que no diría nada más pero estaba seguro que lo último fue por alguna experiencia personal.

Hice una reverencia y salí, no me detuve a vagar por allí. Fui directo al aeropuerto y compré un boleto para el primer vuelo que salía a Los Ángeles.

Si Bella decidía dejarme para volver con Jacob, la dejaría hacerlo sin rencores.

Se me hicieron largas las horas de viaje y para cuando llegué el sol se estaba ocultando.

Apenas bajé del avión tomé mi auto que había dejado en el estacionamiento de la aerolínea y manejé al límite de velocidad permitido hasta la casa de Bella.

Pero cuando llegué a su puerta el auto de Jacob estaba allí. No me detuve, pasé de largo y me fui a casa. No había nadie, lo cual me causó extrañeza.

Estaba decepcionado de mí, vine directo a hacerle frente a la situación y me acobardé a último momento.

Salí a caminar, no estaba de más un poco de reflexión, hablar con el maestro me había tranquilizado.

Me detuve cerca del lugar donde conocí a Bella.

Recordé cada instante vivido.

Me recosté en una roca y empecé a auto flagelarme rememorando nuestros encuentros y salidas a esta playa.

¡La necesitaba tanto, que dolía!

Mis manos se sentían vacías sin ella, todo mi ser la necesitaba. Nunca experimenté tales sensaciones con nadie. Estar a su lado era como si todas mis heridas antiguas se cerraran, no sentía nada más que amor cuando la miraba. Y ahora que había pasado un par de días sin su presencia y temiendo que no me amara estaba destruido.

Edward Cullen ¿Cuándo te convertiste en cobarde? Si no lucho por ella ahora, me arrepentiré el resto de mi existencia, ya no concebía que podía volver a mi anterior vida…es como ver siempre en blanco y negro y de pronto todo se llenó de color. No volvería al gris otra vez.

Sí, pelearía por ella.

Aunque me cueste y salga lastimado, no dejaría que se me vaya sin luchar, lo que sentía era demasiado fuerte para ignorarlo.

Tenía mi rostro hundido en mis rodillas, cuando la oí.

— ¡Edward!— gritó, pensé que estaba enloqueciendo por escuchar su voz tan claramente.

Me levanté de un salto, a unos metros de mi, una figura oscura me llamaba, era la voz de Bella, su figura.

–Vuelve por favor—la oí susurrar, sí, era ella, mi Bella, me llamaba.

¿Cómo no acudir a su llamado?

Creí verla caer y me apuré a recibirla en brazos, pero ella forcejeó conmigo. De algún modo caímos, Bella empezó a gritar, traté de clamarla pero no me oía, parecía estar aterrada.

— ¡Auxilio!— gritó de manera desesperada, no se había dado cuenta que era yo, no quería que pensaran que le estaba haciendo algo malo así que le puse la mano en la boca para que dejara de gritar y me escuchara.

—Bella… ¡soy yo!— grité para que me oyera.

Se detuvo, podía sentir su rostro húmedo.

Cuando quité mi mano sentí sus brazos aferrarse a mi cuello, y nos unimos en un desesperado beso, era como si de pronto me hubiera vuelto la vida, al alma, la felicidad.

Sólo quería besarla, demostrarle lo mucho que la había extrañado.

El inmenso dolor desapareció como por arte de magia y fue sustituido por un torrente de emociones sin freno.

No sé en qué momento exacto perdí el control de la situación, sólo quería perderme en ella, me encontré besando su cuello y recorriéndola con mis manos ávidas. Ella me urgía a hacerlo, casi me arrancó los botones de la camisa, abrió sus piernas y me dejó perplejo pero ni eso me detuvo, estaba fuera de mí.

Su pequeña falda subió más de lo debido, cuando mi mano bajó para acariciarla me encontré sobre su ropa interior y estaba húmeda.

Quería detenerme, quería encontrar la fuerza para hacerlo. No era de esta forma que debía ser, no debía tomarla de un modo tan burdo.

—Bella— dije apenas sin detenerme por completo.

— ¡Volviste!— gritó y me abrazó con brazos y piernas.

—Te amo Bella, te amo más de lo que pensé. Pero si tú decides volver con… si tu todavía necesitas tiempo, puedo esperar— le confesé.

— ¡No!— empezó a llorar. –Te amo a ti Edward ¿acaso no viste lo que pasó? Yo no quería… ellos lo planearon para separarnos. No me dejes otra vez por favor— decía entre lágrimas.

La abracé y aproveche para sentarme y cobijarla.

—No te volveré a dejar, lo prometo. Perdóname— le dije besando su frente, su nariz y limpiando con mis pulgares sus mejillas llenas de lágrimas.

Quise besar sus manos pero encontré una venda en su mano derecha.

— ¿Te has lastimado?— pregunté.

—Si, no es nada— dijo aferrándose a mí.

Estuvimos así abrazados sintiendo nuestros latidos un largo pero eterno momento.

—Te asusté ¿verdad?— dije acariciando sus cabellos.

—Entre otras cosas— suspiró.

—Discúlpame, te falté al respeto— me excusé.

A pesar de no estar arrepentido no podía dejar de disculparme con ella.

—Edward ¿a dónde fuiste? ¿Me puedes decir?— preguntó mirándome.

—A Chicago, necesitaba un buen escarmiento— le sonreí.

—No te vuelvas a ir sin decirme y si te vas… llévame contigo— me miraba de una forma tan tierna que me sentí mal por lo que hice.

—Sí. Te llevaré conmigo la próxima vez— la besé, quería que esta noche no terminara pero creo que ya era muy tarde, tenía que llevarla a casa.

—Tengo arena en el cabello— se sacudió su larga y hermosa cabellera caoba. Era delicioso el aroma de las fresas en sus cabellos y la brisa marina.

—Creo que deberíamos ir a mi casa a que te arregles un poco— le dije ayudando a levantarse.

Caminamos despacio, le conté sombre mi viaje, el día anterior había pasado casi todo el tiempo sentado frente al lago Michigan. También le hablé sobre mi breve encuentro con el maestro.

Cuando llegamos a casa vi luz en la ella.

—Espérame un momento voy a saludar a mis padres primero y a presentarles mis disculpas.

Bella se sentó en la mecedora al lado de la puerta y me decidí a entrar. Apenas puse un pie en casa sentí que algo me golpeaba en la cara.

Era un cojín, mi hermano me lo había arrojado.

—Aquí llegó el hijo pródigo, el perro arrepentido, con el rabo entre las piernas…

—Ya cállate—grité. –Mamá, papá, disculpen mi arrebato, no volverá a suceder— les dije de corazón.

—Edward, estaba tan preocupada— dijo Esme viniendo a darme un beso.

—Creo que deberías disculparte con Bella primero, tuvo que defenderse sola. Aquí tengo su radiografía— Carlisle me habló duramente y me alcanzó un sobre, no entendía nada.

Lo abrí y miré dentro una placa negra, sabía que buscar, él me había enseñado bien. Había una fisura en una de sus falanges.

—No entiendo— dije mirándolo confundido.

—Es lo que le costó el golpe que le dio al chico Black, si no se cuida esa mano tendré que enyesarla— amenazó.

Entonces entendí porque Bella tenía una mano vendada. Había sido por el imbécil ese. Y todo era mi culpa, era yo quien tenía que romperle la cara a él y a los idiotas Volturi.

—Gracias por la información. Bella y yo ya conversamos y lo hemos arreglado todo— le dije a papá quien sonrió.

—Vieras la patadota que le dio en los hue… en sus partes sensibles— se corrigió mi hermano antes de que mamá le diera un coscorrón. –Y Alice le rompió el bolso en la cabezota de burro que tiene. Pero claro, el Romeo, el que debía lavar la afrenta con sangre se escapó. Idiota— me gritó Emmett riendo. Cada comentario me caía como un saco de plomo. Fui a la puerta y traje a Bella con mi familia.

—Buenas noches— los saludó a todos.

—Hola Bella— dijo Esme abrazándola.

—Bienvenida, gracias por entender a mi hijo— Carlisle le dio la mano.

—No deberías perdonar al tarado este, te mereces algo mejor— dijo Emmett desde el cómodo sofá.

—No hay nada que perdonar, con que haya regresado es suficiente— respondió Bella recostando su espalda en mi pecho.

—Acompañaré a Bella a su casa— dije para poder marcharnos.

—No. Carlisle llama a casa de Bella y diles que la iremos a dejar. Bella ven conmigo para que te arregles un poco— le dijo Esme. Ella y mis padres subieron las escaleras.

—No entiendo— protesté.

—Ya es más de media noche animal, la mamá de Bella ha llamado tres veces. ¿No te das cuenta la facha que traes? Hasta parece te hubieran violado, pero conociéndote...— se burló Emmett, en seguida miré mi ropa y me di cuenta, mi camisa tenía tres de los cuatro botones rotos, la camiseta que traía debajo estaba tan arrugada como mis pantalones. Alcancé a ver a Bella de lejos, estaba peor que yo.

—Es que nosotros… estábamos…

—Ni te molestes Eddie, ya sé que no pasó nada y aunque haya pasado, nadie te creería— me sonrió y me arrojó otro cojín.

Me fui a mi habitación avergonzado pero contento de que todo haya salido bien y tener a Bella otra vez conmigo.

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