03 febrero 2013

Cap 10 Jardinero


CAPÍTULO 10

INICIÁNDOME EN TERRENOS PELIGROSOS

Nuestros besos se hicieron más apremiantes, no sabía lo que me pasaba, de alguna forma no quería parar, que nada nos pusiera freno. Me puse de pie sin dejar de besarlo y lo jalé para que se levantara, quería tener más acceso a él. Poco a poco fui empujándolo hasta la cama, logré que se sentara en ella.
—Bella— su voz sonaba agitada, podía sentir que él tampoco quería parar pero parecía algo asustado. Seguí besándolo y recargué todo mi peso sobre él, no estaba preparado y caímos sobre la cama.
Sus manos empezaron a recorrerme, suavemente pero con más prisa, apretó mi cintura y quedamos muy pegados.
—Bella, detente— eso era lo que decía pero seguía acariciándome.
— ¿Por qué?
—Por favor…
— ¿No me quieres?
—Con todo mi corazón—
— ¿Entonces?
—No quiero… perjudicarte…— sonreí, sonaba tan anticuado.
—No hay modo que lo hagas, me haces muy feliz— sus manos entraron bajo mi blusa, temblé ante su contacto, pero quería más todavía, había empezado a sentir mucha necesidad.
Le quité la camiseta, para ver sus bien formados músculos, moría por tocarlos. Besé su cuello y Edward echó la cabeza para atrás. Le vi una medalla, vieja y muy gastada, eso lo hacía verse más adorable aún.
Me quité su suéter y lo aventé lejos.
—Mi amor— dijo incorporándose de pronto.
Seguí besándolo, sus labios eran tan deliciosos y adictivos.
—Princesa— me detuve en seco.
Así me llamaba mi madre. Lo sabía por los videos que tenía de ella.
–Princesa, no debemos, no quiero que luego te arrepientas— su respiración aún no se calmaba.
—No me voy a arrepentir, pero si me rechazas no te volveré a hablar jamás— había fantaseado con esto aunque la verdad no había decidido hacerlo. Pero ahora si lo tenía claro.
Quería hacer el amor… con Edward.
—Ven aquí— me atrajo hacia sí, me dejé llevar, él tomó ahora la iniciativa y quedé debajo de él.
Llevé mis manos a mi blusa y me ocupe del primer botón, en seguida las manos de Edward detuvieron las mías. Creí que no quería seguir.
—Déjame hacerlo— susurró.
Uno por uno los desabotonó, su mirada se perdió en mis pechos. Me ruboricé un poco pero no me sentía tan avergonzada como para taparme.
Lentamente y sin prisas nos desvestimos mutuamente, Edward era muy tierno, sus toques suaves me excitaban más. Besaba cada parte de mi cuerpo y yo temblaba debajo de él. Debo admitirlo, me gusta, mucho más de lo que esperé.
Casi grito cuando vi su miembro. Nunca había visto uno en vivo y en directo. Era… grande y peludo, pero de alguna forma extraña en lugar de asustarme me excitó.
Con mucho cuidado separó mis piernas y me preparé para lo peor. Cerré mis ojos y esperé. No pasó nada. Los volví a abrir y él me miraba con una dulce sonrisa.
— ¿Tienes miedo?— preguntó.
—Mucho, pero no me voy a echar para atrás— le di un beso.
—Hasta parece que... Olvídalo— volvió a sonreír.
—No parece… lo soy— había entendido perfectamente a qué se refería. Si. Era virgen.
—Bella…— se alarmó un poco. Ahora entendía, él creía que yo tenía experiencia por eso accedió sin dar mucho pleito.
— ¿Y tú? … ¿También eres virgen?— su rostro ahora estaba lívido.
Ay mi jardinero, era tan… ingenuo… y muy guapo para su propio bien.
—Nunca he estado así con nadie más… no deberíamos— empezó otra vez con sus culpas. Seguro en el orfanato lo flagelaban si pensaba en sexo.
—Edward. Yo quiero que me hagas el amor— se lo dije con tanta convicción que sus miedo parecieron desaparecer como por arte de magia.
Con sus dedos hurgó un poco en mi centro, haciendo que me humedeciera más, a este paso iba a mojar su cama.
Sentí su dureza entre mis piernas pero esta vez no cerré los ojos o Edward podía arrepentirse. Parecía dudar así que elevé las caderas para que se introdujera en mí. Se sintió muy grande y poco probable que pudiera entrar.
Me dio miedo. Iba a doler.
No me importó, quería a Edward dentro de mí, ya no lo resistía, mi deseo era más fuerte que el temor.
Lentamente él fue empujando, centímetro a centímetro lo sentí entrar.
Cuando ya no pudo seguir el camino supe que en cualquier momento iba a penetrarme y a romper esa barrera.
Yo confiaba en que lo haría sin lastimarme, porque no había nadie más en el mundo con quien pudiera sentirme tan protegida y feliz.
Empujó un poco y mi himen parecía no ceder, maldición.
Se separó de mí, tenía una buena vista desde aquí de su pecho bien formado, era tan blanco y suave. Había muy poca vellosidad, tal vez porque él era aún joven.
— ¿Lista?— preguntó.
— ¿Para ti?... Siempre— respondí.
Puso un poco más de fuerza en ese empuje y sentí que me partía en dos. Cerré los ojos y no pude evitar que se formaran lágrimas en mis ojos. Ay, Alice tenía razón… sí dolía.
—Bella ¿amor?— se detuvo y me miraba asustado. — ¿Te sientes mal? ¿Quieres que salga?— susurraba, mientras que repartía besos en todo mi rostro.
—No. Ya va a pasar… espera— respiré profundamente.
¿Qué dijo Alice que hizo en su primera vez? Ah sí, no desesperarse… y relajarse. ¿Cómo me relajo?
Abrí los ojos y me concentré en los de Edward. Casi podía sentir sus emociones. Estábamos conectados no sólo físicamente en este momento. Él era lo único que alejaría el dolor.
Me atreví a sonreírle y la quemazón fue decayendo. Me devolvió la sonrisa.
Moví mis caderas, despacio, dolió un poco. No lo suficiente como para arrepentirme de estar aquí. Él comprendió y me facilitó las cosas.
Empezó un suave vaivén, que pronto me hizo llenarme de mucho calor. Mis mejillas ardían, algo muy en el fondo de mí se había despertado y necesitaba más fricción.
Sus movimientos eran felinos, me sorprendía con cada nueva cosa que hacía, se veía concentrado en el momento calculando con precisión la fuerza y la rapidez de sus actos. Y era tan hermoso… tan perfecto…
Pronto sus movimientos se fueron haciendo más rápidos, eso quería decir que estaba a punto de llegar… pero a mí me faltaba un poco más. Alice decía que era normal a veces… que no siempre salía perfecto pero era mi primera vez y quería llegar con él.
—Dime algo— le pedí, pareció pensar un segundo…
—Te amo… te amo y siempre te amaré Bella— me sorprendí un poco, ya lo intuía y no quería pensar en eso ahora… pero no fue lo que dijo sino la forma como movió sus labios para hablar, sonó tan endiabladamente sensual.
Un estremecimiento se apoderó de mí, no sabía lo que pasaba, simplemente mi cuerpo temblaba y se contraía sentí palpitar algo muy profundo, mis piernas se aflojaron. Sentí muchas ganas de hacer pipí pero no me importaba, me abracé a la espalda de Edward y solté un grito muy fuerte. Perdí la conciencia al escuchar sus gemidos.
Poco a poco la sensación fue disminuyendo, Edward tenía la frente empapada de sudor y así se veía tan varonil. Volvió a besarme suavemente y se acomodó a mi lado, apenas cabíamos en su estrecha cama pero me abrazó y ya no me pareció una simple choza, ni un colchón viejo.
Estar al lado de Edward era… como estar en casa.

0 comentarios:

Publicar un comentario