20 enero 2013

Capitulo 4



CAPITULO 4

Terminamos el helado sin decir nada más comprometedor, sólo hablando de nuestros gustos y las cosas que más nos habían impactado en estos años.
Lo invité a mi departamento para que siguiera narrándome todas sus aventuras.
Era como si quisiera que me detallara todo su viaje para poder estar presente en sus recuerdos, secretamente anhelaba que se me hubiera recordado en sus travesías. Pero a quien engaño, era a Rose a quien él había amado, yo sólo fui su pequeña amiga, casi su hermanita.
—Lindo lugar— sonrió al entrar en mi departamento. Ciertamente no estaba tan mal, me había esforzado por darle un aire místico. Tenía incienso y quemadores por todas partes, un cuadro de algún dios hindú y muchas alfombras.
—Gracias, es mi primer departamento de soltera, me mudé antes de terminar la universidad, Rose estaba tomando la costumbre de dejarme a su hijo para que lo cuide a pesar que ella maneja su negocio desde casa— me sorprendí al contarle eso, no se lo había dicho a nadie. Amaba a mi sobrino pero era muy travieso y Rose verdaderamente se estaba aprovechando ya que algunas veces me lo encargaba por las noches porque según ella podía despertarse con los ruidos que hacían. Ruidos obviamente de su apasionado amor con su esposo. Así que apenas pude encontrar algo salí de casa.
— ¿Te tenían de niñera?— sonrió Edward.
—Más o menos— dije sonrojada. Había sido una indiscreción de mi parte quejarme sobre algo familiar.
—Pues no tienes pinta de niñera— dijo mirándome… más bien admirándome.
—Y dime ¿África es tan… sorprendente como lo describen?— pregunté para cambiar la conversación.
—Es más que eso. Tiene magia. Cuando llegas por primera vez te da la impresión de que miras el mundo con nuevos ojos. Los colores son tan vivos, todo es tan verde. Sería el paraíso perdido si no fuera por la pobreza de sus habitantes. Mucha gente muere de hambre, enfermos terminales abandonados en las calles— su voz cambió, ya no era galante, parecía alguien profundamente comprometido con su misión. Y eso era lo que más me había gustado de él siempre. Lo apasionado que era por su profesión.
—Aún así me gustaría conocer los lugares donde trabajaste, hacer algún artículo mostrando casos reales para que el mundo sepa lo que viven, tomar fotografías de esos niños…— no terminé de expresar mis ideas pues su rostro cercano me sorprendió. Aquellos ojos verdes con los que tanto había soñado estaban más cerca que nunca. Sus labios tocaron los míos suavemente y apenas fui consciente que dejé de respirar.
El beso fue como siempre me lo había imaginado sólo que yo no estaba preparada. Llevé mis manos a su cabello y… que sensación. Tan suave, tan revuelto.
Tal vez para él sería un simple beso pero para mí era la gloria. No dejaría que terminara tan rápido. No iba a dejar que Edward me diera un simple beso.
Me incorporé un poco y seguí besándolo, aspirando su aliento, sintiendo su respiración, su sabor.
De pronto Edward pareció reaccionar y se alejó bruscamente. Me sentí rechazada.
—Lo siento Bella— balbuceó visiblemente abochornado.
—No… yo lo siento. Discúlpame— dije muerta de la vergüenza. Nuestro primer beso y tenía que echarlo a perder de esa forma.
— ¿Disculparte?— sonrió. –Soy yo el que debo pedírtelas. Un segundo más y no iba a poder contener mis impulsos— sonrió torcidamente mirando a un lado. Se levantó del sofá y caminó hacia la ventana. Respiraba profundamente como queriendo calmarse por algo. ¿Contener sus impulsos? ¿Conmigo? Claro, no estaba enamorado de mí, yo sólo era su pequeña amiga. Podría echar a perder una relación fraternal por un "impulso".
No quise mirarlo, de pronto mis manos fueron más interesantes. Revisé mis uñas con nerviosismo. En parte porque no quería que viera mis ojos brillantes por las lágrimas que trataba de contener y porque no deseaba que siguiera hablando. No quería por nada del mundo oírlo decir que encontraba en mí sólo una buena amiga.
—Vaya qué tarde es— fue lo único que se me ocurrió decir segundos después. –Debo trabajar mañana— necesitaba estar sola.
—Bella. Tengo algo que decirte pero… no quisiera que lo tomes a mal— se acercó al mueble otra vez pero no se sentó. Mis ojos seguían clavados las líneas de mi mano.
Lo que me temía. El típico consejo del hermano mayor diciéndole a la pequeña "no te ilusiones, no puede haber nada entre nosotros".
—No hay problema Edward. Yo entiendo. Sólo nos dejamos llevar, no hay que hacer un drama por esto. Hagamos como que nada ha pasado y listo— me atreví a mirarlo. Prefería que quedara todo así, a que ponga en claro las cosas.
—Yo ya no puedo hacer como que nada ha pasado— se sentó junto a mí y tomó la mano que con tanto interés había usado para evadirlo.
—Basta Edward. No es importante. Sólo un desliz, algo fortuito. Vamos, seguimos siendo amigos como siempre— le sonreí, o al menos traté de hacerlo. De todos modos no me salió bien.
—Creo que soy un enfermo pederasta— balbuceó. ¿Pederasta? ¿De qué rayos estaba hablando?
—Tengo 22 años Edward, no soy menor… a menos que te gusten los niños…— me dio miedo solo imaginar algo así.
—Bella… tú me has gustado desde que era una niña. Siempre he tratado de verte como a una hermanita pero no puedo…— esa confesión de dejó helada. ¿Yo le gustaba desde niña? Wow, eso sí que era nuevo.
—No te entiendo Edward…— dije algo asustada.
—Cuando decidí irme… fue por ti. Rosalie es una mujer muy hermosa pero jamás me imaginé una vida con ella. Siempre quise que fueras tú. Tenías y tienes algo que me acera a ti como un imán. En ese entonces el solo pensarlo me hacía temblar, simplemente yo no podía enamorarme de una niña. Cuando trataron de raptarte en esa heladería estuve a punto de matar al tipo ese. Fue algo que jamás había sentido, un instinto de protección y de pertenencia. Supe entonces que debía alejarme, no tenía futuro con Rose y tampoco contigo. Eras una niña por Dios— dijo revolviéndose el cabello.
Creo que me convertí en piedra. Sus palabras me dejaron sin movimiento.
Trataba de evocar en mis recuerdos nuestras conversaciones pero nunca sentí que me mirara de otra forma que a una hermanita. Es cierto que le gustaba conversar conmigo y sentía que prefería pasar la tarde jugando conmigo que discutiendo con mi hermana pero lo atribuí al carácter difícil de Rosalie.
—Bella, sé que debo parecer un monstruo a tus ojos pero debía confesártelo. Todos estos años he trabajado sin descanso para resarcir mi debilidad. Y esta noche fui débil. Sabía que no debía ir a tu casa pero de alguna forma cuando regresé lo único que pensaba era volver a verte. Tuve la tonta idea de que si te veía podría superar mi fijación por ti. Perdóname— Se levantó dio dos pasos y regresó.
Yo todavía seguía perdida en mis pensamientos.
— ¿Podrás perdonarme Bella?— tomó mi barbilla para que encontrar mis ojos, estaba agachado delante de mí con una rodilla en mi alfombra.
— ¿Perdonarte?— le sonreí.
—Espero que con el tiempo puedas hacerlo… he llevado este peso por muchos años…
—No hay nada que perdonar Edward, nada. Yo… siempre fui una niña enamorada del novio de su hermana. ¿Eso en que me convierte?— acerqué mi mejilla a su mano que acariciaba mi pómulo.
—Eso es amor platónico— sonrió.
—Siempre te he querido Edward— confesé. Ya era inútil negarlo. Volver a verlo había sido un regalo divino y saber que tenía sentimientos por mí desde hace años no lo convertía en un monstruo. No para mí.
— ¿Me permites estar cerca ti? Invitarte a salir, a bailar… en una palabra… ¿cortejarte?— Eso no tenía ni que pedirlo, de ahora en adelante no lo dejaría ir.
—Absolutamente— abrí mis brazos para atraerlo. Sentir su corazón me tranquilizó.
Ahora tenía la certeza que esto ya no era una ilusión, era algo más profundo, más real, algo más duradero.
Y me tocaba descubrirlo con Edward.
F I N

---



Gracias por leer amigas

PATITO

3 comentarios:

Luna dijo...

Me encantó

miraura dijo...

hermosisimo!!!!!!!!!!!!!

valerita :) dijo...

holii! vas a hacer un continuación de esta novela? estabuenisima :3 chau!

Publicar un comentario