20 enero 2013

Capitulo 42



CAPÍTULO 42

LA HISTORIA SE REPITE

BELLA

"Quisiera tener alas, poder volar y subir muy alto. A un lugar donde el dolor ni el odio nos alcancen, a un lugar donde no haya rencores ni venganzas…"

Pero no volaba… caía. Íbamos en dirección contraria de nuestra redención.
El frío inundó mis sentidos, caló muy hondo. Quise respirar pero no había más aire. Estábamos sumergidos y la corriente tiraba de nosotros en direcciones distintas. No solté la mano de Edward, no iba a permitir que nada nos separe. No me alejarían de él ni en la muerte.
Me aferré al cuello de su camisa, todo pasaba tan rápido, girábamos y girábamos. Sin aire, con la marea tan fuerte, ya sólo esperaba el golpe contra las rocas. Tal vez sería no dolería mucho. Ojalá que sea rápido.
No sé cuánto tiempo estuvimos sumergidos pero cuando estaba a punto de ahogarme salimos a flote.
Edward estaba pálido. Tosió mucho cuando por fin pudimos respirar.
Nos miramos sorprendidos, no se veía el cielo. Todo estaba a oscuras, como si la noche hubiese llegado de improviso.
La corriente siguió arrastrándonos, más lento. Nos manteníamos unidos, ambos aferrados a nuestras vestimentas. Yo no soltaba la camisa de Edward y él me mantenía rodeada por la cintura.
Pronto llegamos a una playa tranquila, el cielo seguía negro, con leves ráfagas de luz.
Parecía ser una enorme cueva, un lugar oscuro pero apacible.
Edward empezaba a perder el conocimiento. Nadé arrastrándolo hasta la orilla, por un momento fuera del agua fría nos dejamos caer.
— ¡Edward! ¿Amor estás bien?— pregunté alarmada.
—Sí. Sólo necesito descansar— gimió. Había perdido mucha sangre, busqué rápidamente su herida, todavía estaba abierta pero el agua fría y salada parecía haber detenido la hemorragia.
—Amor sé que no te gusta la sangre pero… ¿Podrías revisar si la bala sigue allí? Casi no siento mi brazo— pidió.
Le quité el abrigo mojado y el suéter. Abrí su camisa.
La bala había salido y entrado limpiamente un centímetro por debajo de su clavícula. No parecía tener más heridas.
—No hay bala dentro, pero me preocupa que sigas sangrando— le dije asustada.
—Necesitamos entrar en calor. Buscaremos algo para cerrar la herida— lo ayudé a levantarse y nos recostamos contra unas rocas secas.
El enorme lugar tenía un túnel pero no quería alejarme mucho de Edward. Él pareció sumirse en un profundo sueño. Mi amor necesitaba recuperar energías.
Me armé de valor y me levanté a buscar una salida. Seguí los pequeños rayos de luz que se filtraban ¿Estaríamos muy lejos de La Push?
El túnel continuaba pero cada vez más lleno de luz, me detuve en un lugar conde unas rocas blancas me distrajeron, eran como cuarzos pero se desmoronaron al tocarlos.
Lo probé, era sal. Me quité el suéter y puse varios puñados sobre mi prenda. Regresé al lado de Edward, todavía dormía. Abrí su camisa, puse una buena cantidad por delante y detrás de la herida. Al hacer presión él abrió los ojos.
—Ouch, eso duele— dijo apretando los dientes.
—Lo siento, creí que la sal ayudaría a cicatrizar. Lo vi en una película.
—Si amor gracias pero igual duele— decía todavía conteniendo el dolor.
—Hay un túnel allá atrás, creo que sale a algún lugar— le comenté.
—Necesito descansar, no creo que pueda caminar mucho. No te alejes y fíjate donde pisas amor, no quiero que te lastimes— me animó aunque tenía razón debía ser cuidadosa.
Edward volvió a dormirse. Otra vez fui a investigar.
¿Qué habría pasado con papá? Se veía tan desesperado. ¿Todos creerán que estamos muertos? Es lo más probable.
Pero a un lado del túnel había una cueva pequeña y seca. Llena de paja. Tal vez era usada para acampar o pernoctar por algún guardabosque.
Había varias cosas muy viejas, como si hace mucho tiempo alguien hubiese vivido allí.
La tierra estaba removida de un lado. Había una especie de fogón con cenizas.
Algo brillante llamó mi atención. Un navaja plateada estaba medio enterrada en la arena "M y A" decían la inscripción. Seguramente montañistas que habían permanecido allí o tal vez incluso fugitivos.
No me daba miedo, todo era muy viejo, si alguien estuvo aquí fue hace mucho.
Caminé de regreso, encontré a Edward tal como lo dejé. Pero he había enfriado frío, tuve miedo y lo abracé.
— ¿Bella? ¿Qué pasa amor, problemas?— dijo volviendo a despertar.
—No, es sólo que me asusté, estás helado.
—Mi ropa aún está húmeda, me hace frío— dijo
— ¿Puedes levantarte? He descubierto un refugio más adelante, hay paja y parece que lo han usado antes— me sonrió.
Lo ayudé a levantarse, caminamos despacio, todavía estaba débil.
Cuando llegamos a la pequeña cueva, me apresuré a quitarle parte de sus ropas y a abrigarlo con la paja, a pesar del tiempo no estaba fría ni húmeda. También me retiré mis prendas mojadas y me abracé a él para darle calor.
Nos hundimos en la paja suave y en un sueño tranquilo sin preocupaciones. No sé cuánto tiempo dormimos.
Unas caricias me despertaron, sacándome una enorme sonrisa. Conocía bien sus manos y me agradaba.
Los rayos de sol se filtraban por muchos lugares. Parecía ser de día.
—Hola mi amor, he dormido suficiente, creo que puedo hacer un esfuerzo para salir de aquí.
—Estaba soñando contigo pero creo que eres mejor en la realidad— le sonreí iniciando un beso. —Quiero que veas algo— agregué recordando la tierra removida. Me levanté rápido pronto, escuché su suave carcajada.
Recordé entonces que me había quitado casi toda la ropa para dormir. Me ruboricé y traté de ocultarme.
—Eres lo más hermoso que han visto mis ojos, no hagas eso, déjame disfrutar de estar vivo— me dijo besándome.
Sí, era maravilloso seguir en el mundo. Mientras caíamos del acantilado, creí que era nuestro final.
—Si no estuviera tan débil y esta paja tan sucia te haría mía ahora— sonrió atrayéndome hacia. Nos dejamos caer otra vez.
— ¿Crees que piensen que hemos muerto?— le pregunté.
—Es lo más probable, por la cara de tu padre y el último disparo no creo que haya peligro— comentó. Lo miré extrañada. —Tuve mucho miedo que el sonido de la bala fuese del arma de Black contra ti. Pero estás ilesa lo que quiere decir que esa bala fue de tu padre— concluyó.
— ¿Crees que Jacob esté muerto?
—No lo sé y no lo deseo a pesar de todo. Es una posibilidad, sea como fuere no creo que sea peligroso volver, tenemos que comunicarnos, nuestros padres deben estar desesperados, mi madre ha de estar volviéndose loca. No podemos quedarnos aquí— dijo pensando.
—Sí, papá puede cometer alguna locura. ¿Crees que todavía quiera separarnos?
— ¿Acaso lo dejarías? Porque yo no pienso permitir que nadie me aleje de ti— dijo abrazándome posesivamente, eso me hizo sonreír. Me sentía tan segura a su lado.
— ¿Te duele la herida?— pregunté.
—Tengo el brazo dormido, no siento nada. ¿Qué es lo que querías mostrarme?
—Hay algo de tierra removida, allá— señalé. —Parece que esta pequeña cueva fue usada por montañistas, excursionistas o fugitivos.
—Que imaginación. Vamos a ver, a veces los montañistas dejan cosas enterradas por si vuelven o para que les sirva a los siguientes que se queden allí. Y si son fugitivos pudieron dejar su botín, ahora que si fueron piratas podemos hacernos de un tesoro— dijo riendo.
—Te estás burlando de mí— me quejé.
—Aquí hay algo— dijo hundiendo una mano en la tierra.
Sacó una especie de taja térmica de plástico, de los que se usan para guardar comida. Lo abrió. Dentro había conservas, platos de campistas, cubiertos y un encendedor.
— ¡Qué amables! Creo que esto es mejor que un cofre lleno de oro, las monedas no se pueden comer— dijo sonriéndome. –Sólo que se olvidaron del abrelatas, vamos a tener que romperlas— miró a su alrededor buscando piedras.
Recordé la navaja y fui a buscarla de donde la había dejado.
—Encontré esto— se lo alcancé.
—Me rectifico. No se olvidaron de nada— dijo leyendo la inscripción. No le dio importancia.
Intentamos hacer una fogata pero la paja hizo mucho humo y la apagamos.
Minutos después estábamos comiendo muertos de hambre.
—Me siento mejor, más recuperado. Iremos por un poco de agua de mar, lamentablemente no tenemos medicinas y mi herida podría infectarse, en "El Manual del Sobreviviente" de Emmett venía una guía en caso de naufragio. Para cualquier cortada o herida sugerían la propia agua de mar, no cura pero detiene la infección.
—Me gustaría saber qué hora es y que estarán haciendo en Forks— dije lamentándome.
—Amor, nos tenemos el uno al otro, estamos bien. Cuando salgamos de aquí les avisaremos. Vas a ve como se alegran.
—A estas alturas deben creer que nos ahogamos.
—Si pobre mamá— dijo preocupado.
Después de limpiar la herida de Edward, recogimos maderos. Había muchos, parece que la corriente arrastraba los restos de barcos encallados.
No avanzamos mucho en la investigación de la cueva ese día pronto empezó a oscurecer.
Esa noche dormimos profundamente, no sé la hora en que desperté pero Edward seguía durmiendo, necesitaba reponerse.
Apenas sintió que me removía me abrazó.
—Edward, amor mira. Otra vez está todo iluminado, ya debe ser de día, caminemos un poco para ver si encontramos una salida— sugerí.
Calentamos la comida en una pequeña fogata de troncos y después de comer, salimos a investigar.
Caminamos varios minutos, el túnel se hacía cada vez más estrecho. Encontramos el final del trabado con una gran roca, no se veía ninguna otra forma de escapar. Regresamos en silencio Edward estaba muy pensativo.
—No hay modo de salir amor, al menos no visible. Pero las cosas en la cueva no son muy viejas, la comida todavía tiene 1 año de vigencia, lo que quiere decir que sólo las personas que las dejaron conocen la salida.
—Llevamos tres días aquí ¿Cuánto crees que nos dure la comida?— pregunté.
—Un par de días más, creo que ayer comimos mucho porque estábamos hambrientos pero si racionamos bien nos alcanzará tres días a lo mucho.
Volvimos a la pequeña playa, todo estaba cercado por roca. Me preguntaba cuando se habría formado esta gran cueva y el túnel.
Recogimos más madera y regresamos a nuestro refugio.
—Abrí una de las latas de postre, parece pudín. Vamos a celebrar, estamos juntos— dijo Edward mirándome muy contento.
— ¿Qué celebramos?— pregunté poco animada.
—Si mis cálculos no me fallan, tenemos oficialmente una semana de casados— sonrió.
— ¡Es cierto!— sonreí.
—Saldremos amor. Y continuaremos con nuestra vida y haremos muchas cosas. A veces en toda una vida de matrimonio una pareja no llega a vivir todas las aventuras que nos ha tocado a nosotros en una sola semana.
—Creo que tengo suficiente de aventuras, cuando salgamos por favor, vivamos una vida tranquila— le sonreí.
Comimos y nos dispusimos a dormir, esperaba que el nuevo día traiga algo mejor, rezaba para poder salir y no perecer aquí.
Me desperté asustada, oí ruidos extraños. Edward estaba sentado a mi lado, vestido y con la navaja en la mano. Algunos rayitos de luz entraban y dejaban ver con más nitidez que el día anterior.
A lo lejos las risas de varios hombres mantenían alerta a mi esposo. Me hizo señales para no hablar y me ocultó entre la paja. Mi corazón latía de prisa.
"Ya no me hace gracia acampar aquí. No desde que ellos ya no pueden venir con nosotros"
"No te quejes, es sólo un día al año, se lo prometimos. Además tienes la cabaña si quieres puedes ir a pasar la noche allí" le respondió otro.
"¿Trajiste paja limpia? Porque esto no es supervivencia, no quiero que algún bicho me pique" se quejó alguien más.
"Te oyes como una niña —no quiero que los bichos me piquen—. Aro trajo la paja hace un par de semanas. Yo estoy tan entusiasmado como tú pero es que hacemos esto cada año y no hay modo de eludirlo"
"Esto es una tradición y las tradiciones se respetan, estaremos tres días aquí, sin teléfonos ni música y menos internet. Agradezcan que hay comida enlatada y no tendrán que pasar hambre" la voz más potente parecía ser la del líder.
"¿Tradición? No es tradición sin historias. Vamos a mí me gusta la de los lobos y también la de…" se hizo un silencio muy tenso.
¿Nos habían visto?
— ¿Quién eres?— preguntó el líder.
—Mi nombre es Edward— dijo mi esposo
— ¿Cómo rayos llegaste aquí? Nadie entra en este lugar— refutó otro.
—La entrada está sellada ¿O encontraste otra?— volvió a preguntar el primero.
—Caí del acantilado— confesó mi esposo.
—No te creo, eso no es posible. La corriente sólo llega aquí en primavera— gritó otro más. En total eran tres voces.
—Cayo, estamos en primavera— le corrigieron.
—Rayos es cierto, oh no mira se comió nuestra comida— se quejó el tercero, creo que se llamaba Cayo.
—Lo siento no sabía que era suya, se los repondré cuando pueda salir de aquí— le contestó Edward
— ¿Estás herido?— le preguntaron.
—Sí, tengo una herida de bala— dijo Edward muy firme.
— ¿Eres fugitivo?
—No queremos criminales aquí. Este lugar es nuestro— gritó el que tenía la voz de mando.
—No soy un criminal, estábamos huyendo…—
— ¿Estaban? ¿Hay alguien más aquí?— escuché pasos que avanzaron hacia nosotros.
Edward forcejeó con uno de los hombres.
Una fuerte mano tomó mi brazo y me levantó. Salí de mi escondite para observar a Edward siendo sujetado por otros tipos.
—Pero miren que tenemos aquí. Es una niña, bueno una jovencita. ¿Estaban huyendo? ¿No es mejor huir de ese pueblo que lanzarse de un acantilado?— se rió.
—Suelten a mi esposa, no la toquen— gritó Edward.
—Cálmate, no somos maleantes. Suéltala Cayo— gritó el líder.
—Primero me dices tu nombre nena— dijo el que me tenía del brazo.
—Soy Isabella Swan— le dije olvidando por completo mi nombre de casada, estaba tan acostumbrada a presentarme así.
De inmediato él que me tenía prisionera me soltó asustado. El líder de los tres se acercó a mí olvidando a Edward.
— ¿Swan? ¿De Forks?— dijo con la cara contraída.
—Sí, mi padre es Charlie Swan el jefe de policía de Forks— le dije para intimidarlo. Pareció debatirse internamente.
Los tres hombres parecían sorprendidos. Edward se soltó y corrió hacia a protegerme.
—No debiste robarte a una Swan— le increpó el líder.
— ¿Y cayeron por el acantilado?— preguntó el que parecía más inofensivo.
—Cállate Marcos, deja de fantasear.
—Pero Aro ¿No te das cuenta? Es una señal— le replicó.
—Nada de señales, esto es pura coincidencia. No debemos intervenir. Pueden quedarse aquí y luego marcharse, hay suficiente comida para unos días. ¿Tienen a dónde ir?— nos preguntó el más hablador.
—Debemos regresar a Forks, mis padres pensarán que hemos muerto— dijo Edward.
— ¿No que venían huyendo?— nos corrigió.
—No huimos de nuestros padres, otra persona nos perseguía— le aclaré.
—Si tu padre es Charlie Swan, seguro que si los perseguía— dijo él muy seguro.
—Tú no conoces a papá— le dije molesta. Él sonrió.
—No quiero conocerlo, dicen que es igual a su padre. Tirano y agresivo— dijo mirándome.
—No es cierto, papá es bueno, es sólo que…
— ¿Qué? ¿No le gustaba tu noviecito?
—Bella es mi esposa, nos casamos hace poco— dijo Edward abrazándome protectoramente.
—Bueno, lo que sea, pueden quedarse, sólo que nos echaron a perder nuestra celebración. Pero ni modo— dijo el más joven.
—Entonces sí se cayeron ¡que emocionante! No me he presentado. Soy Marco— dijo el que parecía más amigable.
—Yo soy Cayo— dijo el otro. –Y el malhumorado es Aro, nuestro hermano mayor— sonrió.
—Edward Cullen— se presentó mi esposo y al oír esto los tres abrieron la boca.
—Yo sabía que era una señal— Marco se acercó a nosotros a mirarnos más de cerca. Aro también se aproximó su mirada había cambiado. Ahora parecía amistoso.
— ¿Eres hijo de Carlisle?— preguntó emocionado.
—Si ¿lo conocen?— dijo mi esposo.
—No, pero ansiamos mucho conocerlo, pensamos que ya no vivía en Forks— dijo Cayo.
—Nosotros somos, Aro, Marcos y Cayo Cullen, hermanos de tu padre— dijo el mayor de ellos sonriendo.

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