20 enero 2013

Capitulo 40



CAPÍTULO 40

ACORRALADOS

BELLA
Me sentía nerviosa, acabábamos de aterrizar en Port Ángeles. El vuelo desde Las Vegas a Seattle había transcurrido con normalidad. Además de un par de azafatas revoloteando al rededor de mi esposo no había ocurrido nada. Y la avioneta de Seattle a Port Ángeles solo había tenido un retraso de quince minutos. Pero ahora ya estábamos cerca de casa.
— ¿Lista para enfrentar todo, amor?— me preguntó mi flamante y amoroso esposo.
—Sí, estoy lista. ¿No te pidió Carlisle que lo llamaras?
—Cuando bajemos preciosa, no puedo prender mi celular todavía— dijo besándome nuevamente. Nunca me cansaría de sus besos.
Fuimos directamente al hangar dónde dejamos el automóvil. Aunque todo parecía normal Edward pareció dudar al subir.
— ¿Hay algún problema?— le pregunté.
—Es extraño, las cosas no están tal cómo las dejé— dijo recogiendo algunos papeles del asiento del auto.
—Seguro que con el apuro que tuviste la última vez moviste tus cosas.
—Si eso debe ser, aquel día que peleé con Black estaba muy ofuscado. Bueno vámonos, quiero que lleguemos para el almuerzo— dijo acariciando mi rostro.
Ya llevábamos un trecho cuando le recordé que su padre pidió que lo llamáramos.
—Si amor ¿sabes que eres insistente? No lo tomes a mal, me agrada, es una buena cualidad— dijo sonriendo.
— ¿Ser obstinada es una cualidad?— pregunté.
—No. Me refería a ser constante, a que no te distraes y olvidas cosas— dijo riendo.
Se estacionó a un lado de la carretera después de sacar su celular.
— ¿Qué pasa?— pregunté.
—Se ha agotado la batería. Fueron cuatro días en los que estuvo apagado. Y no tengo cargador. Nos detendremos en una gasolinera a hacer la llamada.
Seguimos por la carretera, a unos 20 kilómetros antes de llegar a la entrada de Forks nos detuvimos.
Edward llamó a sus padres y yo aproveché para comprar unos emparedados y algunas golosinas. Cuando volvimos al auto él me miró asombrado.
— ¿Estás segura que esa inyección que te ponían era anticonceptiva?— se rió — ¿Te vas a comer todo eso?— seguía riendo mientras me veía atragantarme con mi emparedado. Últimamente tenía mucha hambre, yo estaba segura que era por el nuevo ejercicio que había descubierto
—La mitad es para ti y sí, estoy segura de que era la inyección. Mi padre quiso arrestar al médico que me la recetó— reímos juntos.
Seguimos avanzando hasta llegar a unos kilómetros del pueblo, cerca de la desviación La Push, había un auto al lado de la carretera.
—Bella, mira en la guantera, hay un aparato que parece GPS pásamelo— me dijo disminuyendo la velocidad. Busqué y no encontré nada.
—No está, casi no hay nada aquí.
— ¿Hay un lapicero que parece una pluma antigua?— preguntó.
—Sí— lo saqué.
—Colócale audífonos y póntelos, apunta directamente al auto de enfrente y dime que oyes— me pidió. Me pareció extraño pero le obedecí.
Apenas apunté al auto escuché la voz de Jacob y me asusté. Edward tomó uno de los audífonos y se lo puso.
"Vamos Cullen, acércate más, eso es. Ojala traigas a la zorra para que vea como mato a su marido" el sonido inconfundible de un arma me sobresaltó. Había oído por años a mi padre quitándole el seguro a su pistola.
En una maniobra rápida Edward giró al auto en 360 grados. Aceleró bastante pero a un par de kilómetros dos autos nos cerraban el paso atravesados en la carretera.
—Maldición ¡perros!— gritó a mi lado Edward.
Volvió a girar para dirigirnos hacia Forks otra vez. El corazón me bombeaba con fuerza. Eran Jacob y su banda que no querían dejarnos ir.
—Edward hay una desviación más adelante, allí— grité antes de pasarla, él reaccionó rápido y tomó esa ruta.
— ¿A dónde lleva esta carretera?— preguntó asustado.
—A La Push, pero no a la reserva sino a las playas ¿No recuerdas cuando vinimos en el autobús del colegio?
—No. Me pasé todo el tiempo celoso porque Mike no dejaba de coquetear contigo— dijo concentrado en la vía.
Edward siguió manejando muy rápido yo me giraba de tanto en tanto a ver si nos seguían. No se veía nada.
Un fuerte sonido me hizo gritar, chillé asustada. Era una bala, miré a mi lado Edward también me miró sorprendido.
— ¿Estás bien?— preguntó.
—Si sólo que…— no pude terminar se hablar sentí como si hubiéramos golpeado contra algo y el auto se ladeó.
—Es el neumático. Tranquila amor, lo detendré— dijo pisando el freno, vi hacia atrás, un auto venía a unos 50 metros.
—Edward viene un auto ¡no te detengas!— grité. Era el mismo auto donde habíamos oído a Jacob.
Seguimos avanzando con el auto en mal estado, se sentía el crujir del metal del aro del neumático contra el suelo.
Terminando el bosque llegamos a campo abierto, el mar estaba cerca, pero no habíamos salido a las playas como yo recordaba, estábamos en los acantilados. Edward detuvo el auto y con rapidez abrió mi puerta para sacarme.
—Debemos correr amor, el auto no da más— tomó mi mano y lo seguí.
Corrimos ascendiendo por el sendero, era tan estrecho que seguro no podrían seguirnos en auto.
Nunca antes había estado aquí, mi padre sólo me permitía ir a la reserva y a alguna playa de La Push pero nunca a los acantilados, era zona prohibida.
Seguimos corriendo, buscando otro sendero para internarnos en el bosque. De pronto llegamos a un gran descampado, era enorme, como una gran plataforma, el punto más alto, el más grande de los acantilados.
—Vayamos al bosque amor, no me gusta esta zona— dijo Edward apegándome a su pecho, tomó mi mano para volvernos al bosque pero Jacob apareció por el camino que subimos.
— ¿Así que se casaron, debo felicitarlos?— sonrió con los ojos llenos de ira.
— ¿Qué es lo que quieres perro?— le gritó Edward poniéndome detrás de él.
—Me gustaría decirte que quiero a Bella pero ya no tengo interés en ella, no como sobras— dijo Jacob sonriendo.
Su aspecto era terrible, sus ropas sucias, su largo cabello otrora negro y sedoso, estaba enmarañado. Traía un arma que como si fuese un juguete se la pasaba de una mano a la otra
— ¿Entonces qué quieres? ¿Y cómo sabes que nos casamos?— le increpó mi esposo.
—Encontré tus juguetes— dijo mostrándonos una especie de GPS. –Aprendí también a jugar a los detectives, no sabía lo fácil que era intervenir los teléfonos ¿Qué tal Las Vegas?— se rió con ganas.
— ¿Qué quieres?— preguntó Edward fríamente.
—Venganza. Desquite. Revancha, como quieras llamarle. Pero no te vas a quedar con ella. No me importa quién de los dos muera, no voy a dejar que se queden juntos tan alegremente mientras todo mundo se ríe de mí. Tampoco los haré mártires para que sean leyenda. Así que decide, tu o ella.
—Si dejas que Bella se vaya de aquí sin un rasguño dejaré que hagas lo que quieras conmigo— dijo Edward. Me abracé a su espalda, mi corazón latía a prisa, tenía mucho miedo estaba empezando a temblar.
—Sólo quiero verte sufrir Cullen, ella puede irse al infierno, ya no me importa pero tú debes pagar.
—Déjala ir por favor— rogó Edward.
—Así quería verte Cullen, rogándome. Vamos a ver qué tan valiente eres soportando el dolor— le quitó el seguro al arma, me aferré con fuerza a la espalda de mi esposo, mi cuerpo ya temblaba y mi rostro estaba bañado en lágrimas.
Un fuerte ruido se oyó, sentí que el cálido cuerpo de Edward retrocedió como si hubiese sido golpeado.
Un olor extraño me llegó. Un olor a pólvora mezclado con otro más profundo, óxido y sal.
Miré hacia el suelo, gotas del líquido carmesí se mezclaban con la tierra y abrían un camino entre la roca. La sangre goteaba con fuerza, me manchó la zapatilla izquierda. Gemí y mi llanto se hizo más fuerte.
— ¡Quiero que grites maldita sabandija!— gritó Jacob. –Quiero oírte pedir piedad, quiero que pidas perdón, que me supliques ¿Necesitas otra bala más?— traté de salir de la espalda de Edward pero con su brazo derecho me lo impidió.
— Déjala ir. Deja que Bella se vaya y tendrás lo que quieres— dijo con una voz más apagada. Parecía que ajustaba los dientes al hablar.
Yo seguía llorando, él estaba herido y no mostraba ningún signo de dolor. Sabía que se contenía por mí. Lo solté y retrocedí unos pasos, miré hacia atrás. El borde del acantilado no estaba muy lejos. Si Edward moría no se iría sólo. Yo no podría seguir viviendo sin él.
.
.
.
EDWARD
Sólo sentí un piquete en mi hombro, debajo de mi clavícula, luego todo el brazo fue haciéndose pesado, Bella se revolvía tras de mí.
No sabía que más hacer, no me importaba lo que Black hiciera conmigo, mientras dejara ir a mi Bella.
Poco a poco el dolor se hizo agudo y lacerante. Pero no le daría el gusto, sólo rogaría para que la deje ir. Mientras Bella esté bien no importaba lo que me pase. Pero el agarre de mi esposa se perdió. Ya no sentí su cuerpo en mi espalda. Miré hacia ambos lados y la encontré a unos pasos de mí.
—No quiero matarte, puedes irte Bella— dijo Black mirándola. —Sólo lavo mi honor con sangre. Eras mi prometida y este imbécil te ha robado, estoy en mi derecho. ¡Lárgate!— le gritó a mi esposa.
Me serené un poco, él no pensaba hacerle daño, podría soportar todo lo demás. Sólo me entristecía la idea de no volver a verla.
—Me iré— dijo Bella levantando ambas manos. —Sólo déjame despedirme— le rogó.
Black soltó una fuerte carcajada.
—Todas las zorras son iguales. Cuando surge un problema quitan cuerpo. Vamos, despídete de tu maridito, contaré hasta veinte, después no respondo. Si no te has ido podrías morir con él— me apuntó con el arma pero miró en otra dirección.
—Edward…— Bella volvió apegarse a mí.
—Vamos Bella, corre. Por favor, hazlo por mí. ¡Mi amor, corre! No quiero que te lastime— le rogué, sus ojos enrojecidos ya no soltaban lágrimas.
—No me iré. Entiéndeme. Si vas a morir, llévame contigo.
—No mi vida, no. Vive por mí, por favor, vive por mí— seguí rogándole pero su mirada no cambió.
La conocía bien, era muy obstinada. A mí tampoco me gustaría tener que separarnos, pero si había una sola oportunidad, prefería que ella viviera.
—Te juro que si mueres me arrojaré por ese barranco. No me vas a dejar sola. ¡Lo prometiste!— sus ojos se humedecieron.
Me dejó sin palabras, no sabía de qué modo convencerla. Tal vez… hubiera una forma de seguir juntos.
— Mira— me dijo tomando haciéndome girar hacia atrás, hacia el acantilado.
—Bella no…— me estremecí al recodar la vieja historia de nuestros abuelos.
—Ellos prefirieron eso, se amaban. ¿Quieres condenarme a una vida miserable? Yo no quiero vivir sin ti. Prefiero morir a tu lado— tomó mi mano llevándome dos pasos hacia atrás con ella.
— ¡Quédense donde están!— Black se había acercado a nosotros y le apuntaba a Bella. –No los voy a dejar hacer eso. Suficiente con un par de suicidas en su familia. No van a encontrar la "placida muerte" Primero deben sufrir— gritó.
Oímos voces a lo lejos, me distraje un segundo y Black tomó rápidamente a Bella de un brazo y la jaló hacia él. Le puso el arma en la cabeza.
Ya casi no podía mantenerme en pie, me sorprendió ver la cantidad de sangre que había salido de mí. En el suelo se había formado un charco de lodo rojo. La vista se me hacía borrosa. Aún así traté de llegar a ellos y quitar a mi esposa de los brazos de ese hombre.
Él la soltó por un momento y se giró para darme un golpe fuerte en el centro del pecho y un solo puntapié.
Caí hacia atrás como en cámara lenta. Mi espalda dio contra la roca.
Escuché los gritos de voces conocidas y otras que no lograba identificar. Mi padre, mi madre, Emmett, Jasper.
Charlie Swan rogaba que le devolvieran a su hija, amenazaba a Black.
Intenté levantarme dos veces y caí. La tercera vez el cuerpo me respondió y pude ponerme de pie nuevamente.
Todo fue muy rápido, algo hirió a Black, sin ruidos ni nada. Pero soltó a Bella.
Instintivamente abrí mis brazos para cobijarla cuando ella corrió hacia mí.
Estábamos por unirnos en un abrazo, vi por encima del hombro de mi amada cómo Black levantaba el arma para dispararle.
— ¡No!— grité. — ¡Bella!
Sus ojos asustados se abrieron de golpe al oír el ruido del disparo.
Sentí su frágil cuerpo golpear contra el mío y mis pies dejaron de tocar tierra.
El aire nos sostenía, volábamos juntos. Pero ella iba conmigo, ya no importaba lo demás, ella estaba a mi lado, conmigo.
Busqué su rostro, su hermoso rostro con una lágrima en sus mejillas rosada.
Tuve miedo.
¿Sería lo último que vería? ¿Este era nuestro fin?
Seguimos cayendo, muy profundo, muy lentamente…

0 comentarios:

Publicar un comentario