20 enero 2013

Capitulo 38



CAPÍTULO 38

¿QUIERES CASARTE CONMIGO?

BELLA
Oí un fuerte ruido, desperté muy asustada.
Me encontraba dentro de un auto, traté de hacer memoria pero estaba tardando y eso me desesperaba. Lo último que recordaba es el frío calándome los huesos. Muchas escenas borrosas llegaron a mi mente. Con nitidez podía recordar a Jacob arrastrándome en esas ruinas llenas de fantasmas.
Billy Black estaba allí, me puso algo en sobre la boca, un pañuelo que olía a flores y gras recién cortado.
Y después… todo se agrandaba, se reducía. La fogata danzaba delante de mí. Mucha gente a mi alrededor reñía, hacían demasiado ruido.
Edward y Jacob… ¿Peleando?
Parecía dos aves que se liaban a golpes en el aire. Eso debió ser un sueño, porque ellos no pueden volar. Bueno, el fuego tampoco baila.
Pero ahora estaba en un auto muy cómodo, arropada y sin ataduras. Abrí los ojos nuevamente.
—Hola bonita—escuché un susurro y busqué el origen de esa voz aterciopelada. Era todo lo que deseaba oír.
Abrió la puerta del auto y me tomó en sus brazos como si fuera una muñeca.
—Edward ¿Dónde estamos?— miré a mi alrededor. No parecíamos estar en Forks.
—A puntos de irnos lejos. Quiero sacarte de aquí hasta que todo se arregle pero no puedo hacerlo sin tu permiso por eso esperaba a que despertaras.
— ¿Irnos lejos? ¿Ahora?
—Si tu quieres nos quedamos pero estoy seguro que tu padre nos encontrará.
—Yo estaba a punto de irme de casa cuando… Jacob llegó y…
—Amor, eso ya pasó, no dejaré que te vuelvan a poner en peligro. No quiero separarme de ti— dijo abrazándome con las fuerza, todavía me encontraba suspendida en su pecho.
—Entonces no importa a dónde, llévame contigo— susurré.
El entendió, no dijo nada más, caminó hacia un descampado, había mucho viento, mi cabello voló en muchas direcciones. Se escuchaba el rugido de un motor.
— ¿No tienen equipaje?— preguntó alguien mientras yo hundía mi rostro en el pecho de mi novio.
—No, sáquenos de aquí ahora mismo por favor— le respondió mi protector.
Subió unas gradas y me acomodó en un lugar blando. Avisó que podríamos partir y me apretó contra él después de ponerme una especie de cinturón de seguridad.
Estábamos en un helicóptero, lo sabía por el sonido pero no sabría decir que hacíamos aquí.
Después de despegar él me acomodó en su regazo mientras me acariciaba. Sentía uno de sus dedos dibujar mi rostro, me acomodé mejor y me abandoné otra vez al sueño pero ahora sintiéndome completamente segura.
Nuevamente era llevada en brazos pero esta vez una fuerte luz me cegó, hundí mi cabeza en ese pecho tan conocido, donde me sentía protegida.
Escuché una fuerte carcajada y froté mis ojos para poder ver quien se reía.
— ¡Muchachos! Por fin llegaron, bienvenidos— era Richard McCarthy el padre de Emmett, seguro él envió el helicóptero por nosotros.
—Hola Richard, gracias por el favor— oí que le respondía Edward.
—Ni lo digas Eddie, mi osito me contó lo que pasaba. Hubiese ido yo mismo pero estaba cerrando un trato importante, tú me entiendes. Sí, un gran trato con unas piernas impresionantes.
—Entiendo Richard, además te llamamos casi a media noche.
—Pero entra ya al auto. Vamos, te mostraré Las Vegas en cuanto se despierte tu Bella durmiente— volví a escuchar otra vez sus estridentes carcajadas.
Así que estábamos en Las Vegas, con razón hacía tanto sol. ¿Qué hora sería? ¿Qué me habría pasado?
Edward avanzó conmigo en brazos, elevé mi rostro para verlo mejor. El sol hacía brillar su cabello cobrizo, su piel era perlada y brillante, sus ojos de un verde tan intenso. Este clima parecía sentarle muy bien. Me hice la promesa de que en el futuro pasaríamos algún tiempo en un lugar lleno de sol para poder verlo así en toda su gloria.
—Hola mi reina ¿Te sientes bien? ¿Quieres que te lleve a ver a un médico?— preguntó preocupado. Le sonreí.
—Estoy bien amor, gracias— ahora las cosas se iban aclarando en mi mente, lo recordaba peleando por mí, rescatándome.
Llegamos a un gran hotel, había muchísima gente entrando y saliendo. Fuimos llevamos y acomodados en una suite. Ya podía caminar, pero mi aspecto debía ser desastroso. Traía una especie de vestido extraño, el cabello revuelto. Cuando traté de limpiarme el rostro con un pañuelito se manchó con pintura.
—Bueno chicos, descansen. Si tienen hambre pidan lo que quieran, los invito a almorzar— Richard nos miraba muy contento.
—Creo que no te he contado todo, tengo una duda que me mata— le dijo Edward.
El hombre que estaba por marcharse se giró muy interesado y se sentó frente a nosotros. Hicimos lo mismo, la verdad no sabía a qué se refería mi novio, mis recuerdos estaban un poco confusos.
Recordaba perfectamente que traté de irme de casa y Jacob me secuestró, dejando herido a mi padre. ¿Cómo estará papa? Edward ya me había dicho que estaba bien.
—Richard, anoche Billy Black realizó el matrimonio entre Bella y su hijo— dijo tomando mi mano.
Me quedé sin habla. ¿En verdad se habían atrevido?
— ¿Cómo que los casó? ¿Es Juez, reverendo, tiene licencia para eso?
—Es Jefe de su tribu, creo que eso le da licencia para realizar matrimonios a la manera india.
—Pero Bella…
—Bella es en parte quileute también.
—Eso lo complica todo ¿Dónde se quedó ese tal Billy?
—Cuando me llevé a Bella el jefe Swan estaba a punto de llegar, yo mismo le llamé por teléfono. Seguro habrá arrestado a los Black, se oía furioso.
— ¿Bella recuerdas si firmaste algo?— me preguntó Richard.
—No. Casi no recuerdo nada. Todo es tan confuso.
—Pongámonos en el peor de los casos. Que Bella sí firmó y que Charlie ya soltó a Billy porque no tiene pruebas. Creo que sólo nos queda una salida rápida. Pero deben pensarlo bien, es algo muy serio.
— ¿Qué? ¿Cuál sería la solución?— pregunté muy intrigada.
—Sí, he pensado en eso pero no creo que sea lo correcto— dijo mi novio.
— ¿De qué hablan?— casi les grito.
Parecía que ellos entendían algo que yo no alcanzaba a comprender.
—Una boda rápida Bella. Registrar su unión antes de que ese tal Billy lo haga— me dijo muy serio el gran papá oso. Por una vez parecía preocupado.
—Amor, no tenemos que hacer esto, podemos contratar un abogado, pedirle a tu padre que intervenga, que no lo permita…— Edward parecía dudar.
Tal vez le parecía muy precipitado. Quizás él no quería casarse.
—Mira Eddie, por experiencia te lo digo, bueno tal vez mi caso no sea parecido al suyo pero puedo ser aplicable. Hace unos años trabajé con un socio diseñando un motor nuevo para helicópteros. Nos pasamos meses, yo realicé la parte de ingeniería, los planos, las medidas, mientras él sólo se encargaba de la parte de materiales. Un buen día desapareció y creí que se había arrepentido. Fui a registrar mi nuevo diseño pero cuando llegué mi socio ya lo había hecho. Había robado mis ideas y la había registrado antes que yo, nos liamos en un juicio para probar mi autoría pero todo fue en vano. A pesar de que él sólo tenía una copia de los planos y no podía hacerlo funcionar las patentes son rígidas. Quien lo registra primero legalmente tiene las de ganar. Si se casan antes que Billy registre el matrimonio de Bella y su hijo se ahorrarían muchos problemas. Aquí hay lugares donde los casarían en unos minutos. Después si quieren piden la anulación. Tómenlo sólo como un seguro— aconsejó Richard.
No me parecía tan descabellado después de todo y por otro lado pensar en ser la esposa de Edward me causaba una sensación de maripositas en el estómago.
Pero parecía que él no lo veía así.
—Richard, dame unos minutos con Bella, creo que deberíamos hablarlo antes— le dijo Edward.
—Está bien. Iré a comer algo, estaré en la cafetería. No demoren— no dejó solos.
Me ruboricé. ¿Qué tendría que decirme Edward?
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EDWARD
Desde que llegamos a Las Vegas me preguntaba qué haríamos ahora. Me preocupaba la validez de aquella boda. No quería que Black tuviera poder alguno sobre mi Bella por muy pequeño que sea.
Quería que ella fuera mía, o al menos libre para decidir.
Tal vez si hacíamos una rápida jugada y nos casábamos podríamos evitar cualquier problema futuro.
No. Ella merecía una boda como la que todas las chicas sueñan. Casarse en Las Vegas es para la gente que hace las cosas sin pensar. Yo quería un compromiso, un noviazgo. Una boda que recordáramos siempre, con toda nuestra familia presente y miles de fotografías para el álbum familiar. No así, no de esa forma. Debía haber otra opción.
Pero Richard corroboró lo que yo había pensado. No teníamos tiempo.
Ahora debería hablarlo con Bella, ver que opciones teníamos. No quería que creyera que yo era impulsivo y actuaba sin pensar.
—Bella, de alguna forma esto se va a arreglar. Quizá tu padre evite que Billy registre ese ritual de anoche. Creo que debes interponer una demanda, tú estabas drogada, soy testigo. Debemos llamar a Forks, a mis padres, no lo sé.
—Sé que puedo demandar a Billy Black. Pero deberé regresar a Forks para eso. Y dudo mucho que mi padre me deje verte otra vez. Pero si eso es lo correcto, no entiendo que hacemos aquí Edward— me dijo sin mucho entusiasmo, sus ojos se veían apagados.
—Bella, actué sin pensar. No me arrepiento, no quiero dejar de verte o que nos separen. Haría cualquier cosa para no perderte— tomé sus manos y la miré con veneración. Sus ojos dejaron la tristeza y se iluminaron, era lo que más anhelaba, verla feliz, hacerla feliz… siempre.
Creo que hay momentos en la vida en que una decisión puede cambiar por completo el curso de las cosas.
Y hoy, precisamente ahora, sentía que me encontraba en uno de esos momentos.
¿Dejarme llevar por la razón o por el corazón?
Si actuaba con la razón tal vez la perdería. Si lo hacía con el corazón la ataría a mí. Es difícil saber qué es lo correcto.
Mi padre siempre decía que si dudaba en alguna decisión importante cerrara los ojos y pensara dónde me encontraría diez años mas adelante con cada una de mis decisiones.
Primera opción: actuar con la razón, regresar a Forks y proceder legalmente; diez años más adelante… era incierto, tal vez Bella estuviera conmigo o tal vez no. No sabía cómo actuarían los demás, su padre, la ley. ¿Nos permitirían un futuro juntos? ¿La alejarían de mí?
Segunda opción: actuar con el corazón, hacerla mi esposa hoy. Y no dejarla ir jamás. Diez años en el futuro, Bella y yo juntos, tal vez un par de hijos, una casita, una mascota.
No podía imaginar mi vida sin ella. Si Bella no estaba en mi futuro no valdría la pena vivirlo.
Así que sin pensarlo, sin dudar más, puse una rodilla en el piso y clavé la mirada en sus hermosos ojos chocolate.
—Bella, no tengo nada que ofrecerte, sólo yo mismo, todo mi amor y mi vida. Prometo amarte cada segundo de mi existencia, para siempre. ¿Quieres casarte conmigo?
Sus ojos se llenaron de lágrimas, fue descendiendo lentamente hasta ubicarse frente a mis ojos.
—Oh Edward. Claro… claro que si— me abrazó tan fuerte que rodamos por la alfombra. Nos besamos con desesperación, como si fuera nuestro último beso.
El inicio de toda gran empresa siempre es difícil, yo lo sabía. Pero a su lado valía la pena pasar por todas las adversidades que la vida nos ponga enfrente.
Escuchamos la puerta abrirse, una estruendosa carcajada inundó la habitación.
—Chicos, eso es para la noche de bodas ¿No podrán esperarse a que oscurezca? Bueno, creo que si hay boda— soltó papa Oso.
—Si Richard. Nos casamos hoy— dije muy seguro.
—Lo sabía. Acabo de llamarle a Sofie, mi secretaria. Ella se casó en una capilla muy cerca de aquí. ¿Entonces están decididos?— nos miró con una amplia sonrisa, ayudé a mi novia a ponerse de pie, nos miramos y sonreímos.
Claro que estábamos decididos.
Apenas pudimos bañarnos, cambiarnos y ponernos ropas nuevas. La ceremonia fue sencilla, demasiado rápida para mi gusto. Era esencial hacerlo a la brevedad posible.
Richard entregó a la novia, que lucía un sencillo vestido corto y un velo pequeño. Sin embargo eso no opacó mi ansiedad y mi nerviosismo.
Me prometí que pronto Bella y yo celebraríamos una ceremonia con todos nuestros amigos y nuestras familias, una boda pomposa como mi madre soñaba, dónde mi Bella luciera un hermoso vestido blanco de encaje y satén.
Por ahora era suficiente esto para sentirme seguro.
—Felicidades— nos abrazó Richard, que fue testigo, padrino, quien entregó a la novia y el que pagó por todo. Se veía muy feliz, como niño con juguete nuevo.
—Gracias, eres mi héroe papá oso— le dijo Bella abrazándolo también.
—Me siento Cupido, realmente soy el Doctor Amor. Y para celebrarlo, cenaremos en el mejor restaurante de Las Vegas. Y perdonen el atrevimiento pero les renté un apart hotel. Una lujosa suite habría sido lo correcto pero creo que prefieren un lugarcito más acogedor. Volaré esta noche a Forks a hablar con tus padres Eddie, les contaré lo que hemos tenido que hacer. Bueno, creo que les vendría bien unos días juntos y sin molestias— sonrió pícaramente.
Después de cenar Richard nos llevó al lugar dónde nos quedaríamos. Era agradable, no tenía fachada de hotel, parecía un edificio de departamentos sólo que mejor cuidado. Papá oso, nos dio las llaves pero no quiso entrar.
Nuestro pequeño apartamento quedaba en el cuarto piso, antes de entrar al lugar tome a mi esposa, vaya que difícil decirlo. Tomé a mi esposa en brazos para atravesar el umbral de la puerta. Éste sería nuestro hogar por unos días, así que era lo correcto.
Sin embargo me encontraba confundido, todo había pasado de un modo excesivamente acelerado. Tan sólo ayer a esta misma hora llegaba a Port Ángeles buscando a Bella desesperadamente. Y hoy, estamos casados.
Acomodamos en silencio las pocas pertenencias que teníamos. Era algo incómodo pues nuestras miradas furtivamente se cruzaban. Las mejillas de Bella eran de un rosado permanente. Yo le sonreía y ella me devolvía la sonrisa como si fuéramos cómplices de una travesura.
Pero yo tenía una gran duda. Algo de lo que no habíamos hablado, algo que me estaba carcomiendo.
Legalmente estábamos casados, fue imprevisto, apurado y necesario pero lo estábamos. Éramos marido y mujer.
¿Qué esperaría de mi Bella ahora? ¿Debía comportarme como un esposo?
Yo ansiaba besarla, tenerla entre mis brazos y dejarme llevar. Amarla físicamente como la amaba en mi corazón. Pensando en esto entré en la habitación para cambiarme la camisa. Allí estaba ella, quitándose el sencillo vestido que usó en la ceremonia, los pequeños detalles plateados de la prenda devolvían el resplandor del atardecer.
—Lo siento— me excusé repentinamente. Nunca la había visto con tan poca ropa, bueno una vez la vi en camisón y sólo recordar aquello me ponía nervioso.
Bella se giró lentamente, yo no podía moverme. Sé que debía salir de allí y darle su espacio para desvestirse tranquilamente pero estaba clavado al piso.
Sin embargo ella no parecía querer que me fuera. Poco a poco siguió desabrochando los botones de su vestido hasta que éste cayó al piso. Llevaba una enagua transparente debajo.
Mi corazón empezó a sacudirse violentamente, podría jurar que la temperatura se elevó un par de grados en ese momento.
Avancé hacia ella la miré a los ojos buscando una respuesta. Debía estar seguro de que me deseaba tanto como yo.
Sus mejillas enrojecieron pero no bajó la mirada. Tomó una de mis manos y la puso en su cintura, se apegó a mí y se empinó para besarme. Acepté su ofrecimiento besé como si mi vida dependiera de eso. Mis manos recorrieron su espalda, su cintura y fueron aventurándose en zonas aún desconocidas. Sus delicadas manos vagaban en mi pecho desabrochado los últimos botones de mi camisa.
—Bella— pude apenas susurrar.
— ¿Si amor?— contestó agitada.
—Mi vida ¿Crees que esto sea correcto?— pregunté.
—No lo es. Y no me importa— gimió cuando la apreté más contra mí.
— ¿Segura que no te arrepentirás después?— era lo último que le diría antes de dejarme llevar por completo.
—Me arrepentiré si te detienes ahora— susurró.
Ya no había marcha atrás, dejé que todas las sensaciones se apoderaran de mis actos, no había espacio para pensar, sólo sentir y entregarme a esta pasión que me quemaba.
Y aquella tarde, mientras el sol se despedía con sus matices rojizos en el horizonte, nos amamos. Unimos nuestros cuerpos así cómo habíamos unido nuestras almas.

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