12 enero 2013

Capítulo 3





CAPÍTULO 3

AMIGOS PARA SIEMPRE

Todavía faltaba para que oscureciera, había terminado mis tareas, aunque había dejado inconcluso un problema de matemática porque no me salía. La puerta sonó y mi corazón saltó de alegría.
Corrí a abrirla pero recordé que debía revisar mi aspecto, me di una rápida vista rápida al espejo. Mi cabello estaba despeinado, tome un cepillo y me por pasé de un tiro.
Abrí la puerta y traté de serenarme.
— ¡Edward!—grité.
— Hola princesa Bella. Vengo a cristianizar un cordero. Traigo agua bendita y una copa, también pan y vino para compartir.
— Vamos al cobertizo, ven— tomé su mano y casi lo arrastré hacia los corrales.
Llegamos donde Blanquita, su hijito estaba durmiendo.
Edward comenzó toda su ceremonia. Puso la cara muy seria, se había vestido muy formal y de negro parecía de verdad un sacerdote, estaba muy guapo.
— Queridos humanos y animales, nos hemos reunido para otorgarle a este nuevo ser el sagrado sacramento del bautismo.
Sacó de su bolsillo una pequeña botellita de color azul y la abrió.
— Por favor señora acerque a su hijo— dijo sonriendo.
Tome a mi corderito en mis brazos y lo acerque. Blanquita se levantó muy lentamente y nos observaba con gran interés. Cecilia mi vaca también se acercó un poco. Mis gallinas Pili y Mili y el gallo Pepe hicieron silencio.
— Los padrinos— dijo
— Cecilia, Pepe, vengan acá— La vaquita obedeció pero el gallo solo miraba. Edward caminó hacia él y con una mano lo cargó y lo dejó junto a mí.
— Bueno ahora si podemos comenzar. Señora Isabella acerque al niño por favor– me hizo señas para acercarme más.
— ¿Cuál será su nombre?— me susurró
— Aún no me decido— le dije – ¿Qué te parece Querubín? ¿Suena bien?
— Es muy lindo, me gusta— sonrió.
—Gracias— su sonrisa era una de las cosas que más me gustaba de él.
— Bien, yo te bautizo con el nombre de Querubín Swan— se detuvo pensativo… — Bella, necesita otro apellido, sino será confundido con un hijo natural.
— Soy una madre soltera. ¿Qué hago?
— Yo te puedo prestar el mío, aunque como tú lo cuidarás creo que tu apellido debe ir primero— dijo muy serio y con el ceño fruncido
— Si, eso me parece correcto— le respondí también con un tono serio y muy formal.
— Bueno, como decía, yo te bautizo con el nombre de Querubín Swan Masen.
Y lentamente derramó un poco del agua bendita sobre la cabeza de mí querido Querubín.
— Sus padrinos serán Cecilia Swan y Pepe Swan quienes prometen hacerse cargo de él a falta de su madre— y también les arrojó agua bendita. Pepe dio un cacareo y un salto y a Cecilia no le hizo gracia porque nos dio la espalda.
— Señora Swan ¿promete cuidarlo y educarlo para que se convierta en un ser bueno y justo?
— Lo prometo solemnemente— dije
Sacó otra botellita más pequeña y la destapó. Parecía ser una especie de aceite, tomo unas gotas con los dedos y se la acerco a la frente de Querubín y le hizo una pequeña cruz.
— Ya estas bautizado y eres cristiano pequeño Querubín. Las fuerzas oscuras no podrán jamás llevarte de estas tierras.
Yo le sonreí, estaba feliz. Ya los duendes no podrían quitarme a mi cordero.
Guardó sus pequeñas botellas y se acercó a mí. Tomó a Querubín entre sus brazos y lo dejó junto a Blanquita.
— Bueno ahora brindaremos con el vino y comeremos el pan, usualmente el sacerdote lo hace solo pero me parece que deberíamos compartirlo.
Nos sentamos en la paja, él partió el pan y tomamos el vino de la misma copa. Ya casi oscurecía y Charlie llegaría en cualquier momento así que terminamos de comer aprisa y guardamos todo.
Llegamos al lado de Pegaso y le acaricié la crin, era tan suave y bello, claro no tanto como su dueño.
—Gracias Edward, me has hecho muy feliz.
— De nada Princesa Bella, solo mantén el secreto, la gente común no entiende este tipo de cosas.
Él tenía razón aunque no se me hubiera ocurrido mencionárselo a nadie no creo que sea normal que se bautizara a un cordero, pero el pequeño necesitaba esta protección y no creo que Dios se moleste por darle la bendición.
— ¿Cuándo iremos al estanque?— le pregunté. No me hacía mucha gracia volver a ver sapos pero era necesario para nuestro trabajo escolar.
— ¿Te parece bien el sábado?— me dijo –Podríamos llevar algo para comer e improvisar un pequeño picnic si nos demoramos mucho. Yo llevaré los frascos y tú lleva la red para poder atraparlos. Y recuerda que son para el trabajo de biología ni pienses que te voy a dejar darles un beso— me dijo riéndose.
— Que malo eres, ¿Por qué te sigues burlando de mí? Solo tenía 10 años y me pareció una buena idea entonces— le dije muy ofendida.
— Lo siento Bella, no me burlo, es sólo que es la cosa más graciosa que me ha pasado en la vida. No. Bueno creo que es la segunda más graciosa.
— ¿Y cuál es la primera? —le dije muy intrigada.
— ¿Recuerdas el circo de ratones que armaste para la feria cuando teníamos 8 años?
— ¡Edward! Eso no fue divertido— le repliqué
— Claro que lo fue, es que tú no viste los rostros de las señoras que fueron a ver tu obra. Ni el de Mike cuando el ratón malabarista se le subió por entre los pantalones— y dio una fuerte carcajada.
Eso fue lo más vergonzoso que me había pasado. Todo ese verano quise preparar algo novedoso para la feria, puse trampas en todos lados y logre conseguir 10 ratones, los cuales Edward y yo amaestramos. Construimos una caja grande y los colocamos a manera de un circo. Había cuatro malabaristas que llevaban unas canicas en sus patitas, un mago al que le había pegado un sombrero negro de copa y su ayudante una ratona a la que le había hecho una linda faldita. Cinco ratones payados muy bien maquillados y dos trapecistas que saltaban amarrados de una cuerdita. El día de la presentación llevé mi gran caja a la feria, no le había contado a Charlie de que se trataba solo le dije que era una sorpresa. Pero la caja no estaba bien sujeta, uno de los lados se había roto cuando la trasladamos. Edward presentó el número como todo un maestro de ceremonias, muchas personas se acercaron a mirar sobre todo señoras ya que nos habíamos instalando al lado del puesto donde se realizaba un concurso de pasteles, el público formo un círculo. Yo abrí la caja torpemente y uno de los lados se abrió. Mis ratones amaestrados corrieron en todas direcciones, yo trataba de atraparlos para regresarlos al circo pero se formo tal alboroto y las mujeres gritaron tanto que toda la gente llego corriendo al ver el espectáculo. Mike que estaba cerca como siempre trató de ayudarme con los ratones pero uno de ellos subió por su tobillo y se deslizo dentro de su pantalón, él grito como un poseído se tiró al suelo y se revolcaba con desesperación. Yo estaba desesperada no sabía si salir corriendo o llorar. Busque a Edward y lo vi tendido en el suelo doblado en dos de tanto reír. Mi papá llegó en ese instante, me tomó en sus brazos y me sacó rápidamente.
Me prohibieron asistir a las siguientes ferias por algunos años. Esperaba que nadie se acordara ya de eso….
— ¿Edward porque te burlas así?— Le pregunté
— Bella no me burlo de ti, solo que en verdad eso fue muy gracioso, ese día decidí que serias mi mejor amiga en el mundo, para siempre, ya que no hay nadie que me haga tan feliz.
— Solo porque te hago reír ¿no?— pregunté triste, ¿Qué era yo, acaso su payasa personal?
— No es eso, no me entiendes eres la persona más divertida del mundo, eres dulce y traviesa, siempre dices lo que piensas y eres valiente. No eres solo como las princesas de los cuentos de hadas que esperan a que las rescaten, también eres atrevida y eso me gusta mucho de ti. Todas las chicas a tu edad ya han cambiado, se visten como mujeres mayores, usan esos vestidos emperifollados y polvos en el rostro, hablan solo de fiestas y trajes nuevos. Tú sigues siendo auténtica. Sigues siendo Bella— sus voz era suave y sus ojos totalmente sinceros.
Vaya que emoción todo lo que pensaba Edward de mi y lo dijo de un solo respiro. Claro que él era la persona más maravillosa que había conocido, cada año se parecía más a los príncipes de mis cuentos, físicamente claro, pero él era más especial y me hacía sentir especial
— Edward, eso es lo más bonito que me han dicho. Gracias. Lo tendré presente cuando empiecen a gustarme los vestidos y las fiestas, aunque creo que quizás ya no quieras ser mi amigo entonces.
— Tonta Bella, siempre seré tu amigo y no creo que nunca te guste eso, como a mí no me gustará ir pescando chicas como lo hacen todos los hombres. Nosotros somos diferentes— dijo muy seguro de sí.
— Entonces hagamos una promesa, si a mí me empiezan a gustar los vestidos, las fiestas y el maquillaje, me amarrarás a un árbol hasta que se me pase y yo haré lo mismo contigo si te veo detrás de las chicas.
— Es un trato— me tendió su mano.
Se la estreché y quedó hecho. Un trato era un trato y había que honrarlo, aunque no sabía cómo podría amarrarlo a un árbol si él no quería. Ya pensaría eso después.
Luego montó en Pegaso y me dijo adiós con la mano.
Era tan lindo y mi mejor amigo en el mundo, nunca habría ningún otro amigo o amiga que ocupara su lugar.
Me apresuré a hacer la cena. Charlie llegaría pronto y yo quería cocinar algo muy rico aquella noche.

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