20 enero 2013

Capitulo 2



CAPITULO 2

Me desperté aturdida, las paredes eran blancas y estaba en bata en una cama.
Traté de levantarme pero alguien me detuvo.
—Qué bueno que despertaste— era él, Edward estaba a mi lado.
—Hola… ay no, lo siento, fui una tonta— comprendí lo que me había pasado, ese tipo de la heladería quiso raptarme y yo caí.
—Claro que no, yo fui el tonto, no te cuidamos como debíamos, estábamos discutiendo y tuviste que irte para darnos espacio— se lamentaba.
—Pero ya están bien ¿verdad? ¿Todo se arregló entre ustedes? –pregunté.
—No es tan fácil, después de eso discutimos por haberte descuidado, creo que esto no da para más— casi rompo a llorar.
— ¿Ya no vas a volver?— pregunté.
—Rose y yo decidimos separarnos, creo que cada uno debe seguir con su vida, yo quiero hacer muchas cosas todavía y ella… pues…
—Quiere niños, lo sé, hasta tiene los nombres de sus hijos elegidos. Si es niña se llamará Lilian y si es niño Ralph— Edward sonrió.
— ¿Ralph?— hizo una mueca.
— ¿Suena horrible verdad? Me parece nombre de perro. Me va a dar mucha tristeza no verte por las tardes—le confesé.
—A mí también. Por favor cuídate mucho, jamás vuelvas a confiar en ningún extraño. Ese tipo… era el que atacó a Bree, ella lo identificó—
— ¿Tú lo capturaste?— le sonreí.
—Tú me llamaste, así que corrí a buscarte y pude evitar que te pasara algo peor— arregló un mechón de mi cabello y casi suelto un gran suspiro.
—Eres mi héroe— le sonreí.
—Descansa Bella, volveré más tarde porque estoy de guardia. Tienes un golpe fuerte, aquí— toco suavemente un lado de mi cabeza y yo hice una mueca de dolor.
Esperé a que volviera pero mis padres vinieron y me llevaron antes que él pudiera visitarme otra vez.
Unos meses después fui al hospital a hablar con él, no soportaba su ausencia. Había ido varias veces esperando verlo pero no había tenido suerte de encontrarlo desocupado.
—Hola Bella ¿Cómo estás?— me sonrió.
—Bien, quería saber cuándo te vas— solo pensar que tal vez no lo volvería a ver me dolía mucho.
—En una semana— dijo con tristeza.
— ¿Tan pronto?— gemí.
— ¿Tu hermana te ha enviado?— preguntó a la defensiva.
—No… he venido por mi misma— no vi decepción en su rostro.
Conversamos y reímos, me gustaba que Edward no me viera como la niña molesta que Rose me acusaba de ser. A él parecían divertirle mis comentarios.
Me despedí con un fuerte abrazo. Es la primera vez que sentí a mi corazón entristecer.
Pasaron los años y poco a poco su nombre dejó de mencionarse en casa, incluso yo sólo lo decía de vez en cuando para mí misma.
Rose se comprometió dos años después con su nuevo novio Emmett. Él era muy chistoso, me hacía reír y siempre andaba bromeando, su carácter juguetón era exactamente lo que necesitaba mi hermana.
Se casaron cuando ella descubrió que estaba embarazada. Fue una bonita fiesta, toda la familia se reunió.
Ya nadie recordaba a Edward, pero yo no podía olvidarlo, siempre que pensaba en él lo hacía con nostalgia.
— ¿Eres feliz Rose?— le pregunte una noche que fui a visitarla y a jugar con mis sobrinos. Daniel tenía 6 años y Lilian de 2 años, eran adorables.
—Mucho Bella, soy feliz con Emmett y mis hijos. Son todo lo que soñé. Tengo trabajo por horas, el dinero no me falta y pronto podremos construir la piscina para los chicos— se veía contenta. — ¿Por qué preguntas?— me miró con suspicacia.
—Es sólo que… bueno cuando era niña creía que te casarías con Edward— dije triste.
— ¿Con Edward Cullen? No hubiera durado mucho, éramos tan diferentes. Yo tenía mis sueños, quería una familia y él… él sólo quería títulos, estudiar, su vida era su carrera. Eso fue hace tanto, no sé porque todavía lo recuerdas— sonrió.
Hacía tiempo que yo había terminado la universidad y trabajaba en un periódico, era editora de sociales. No me gustaba mucho el puesto pero alguien debía hacer ese trabajo.
Y cada vez que podía o me sentía triste y cuando nadie me miraba abría un buscador y tecleaba su nombre: Edward Cullen.
Cada vez había una página nueva en donde lo mencionaban, lástima que en ninguna encontré una foto. La última vez que lo vi, lucía grandioso ¿Cómo se vería ahora? ¿Habría ganado peso? ¿Cómo le sentarían los años? Debía tener 30, casi 31, su cumpleaños sería el siguiente mes.
Ni siquiera eso había podido olvidar. El 20 de junio, cada año hacía un pastel en honor a Edward. Odio admitirlo pero incluso colocaba velas y cantaba. Soy patética.
Lo último que supe de él fue hace seis meses, vi su nombre en una página de médicos sin fronteras como voluntario para ir a Sudáfrica.
¿Dónde estaría ahora? En algún lugar del mundo haciendo lo que más le gustaba: ayudar personas.
Era mi héroe, el mundo necesitaba uno.

0 comentarios:

Publicar un comentario