20 enero 2013

Capitulo 1



CAPITULO 1

Estaba sentada en el sofá mientras que Edward me enseñaba a hacer trucos con una cuerda, la enredaba en su mano y hacía figuras, yo aplaudía y sonreía con cada nueva forma que me mostraba.
—Iremos al cine mamá— escuché a Rose despidiéndose de mi madre.
—Ey Rose, ya sabes cómo es tu padre…— mamá empezó a decirle lo mismo que papá repetía cuando mi hermana pedía permisos y casi salto de emoción. Como siempre mi hermana empezó a replicar.
—Creo que hoy también nos acompañarás — me sonrió Edward.
—Prometo sentarme muy lejos y no molestar— hice un puchero, pero por dentro bailaba de felicidad. Salir con Edward, era lo que más esperaba cada día.
Rose siempre me ignoraba y yo me esforzaba por alejarme y no molestarlos, pero era porque no me gustaba ver sus arrumacos.
Edward siempre me trataba como a una señorita y no como una niña. Él era amable y gentil, me abría las puertas y me dejaba pasar primero, bueno a las dos, pero me hacía sentir especial.
—Tú no molestas Bella… creo que Rose quería ver una película de terror— dijo arrugando un poco su frente, se veía tan mono cuando hacía eso. Por salir con ellos sería capaz de entrar a ver una de esas películas aunque me den pesadillas en la noche.
—Puedo entrar a otra sala si quieren— dije algo triste, sabía que no podrían llevarme con ellos pues no tenía edad suficiente.
—No, es peligroso, si salimos juntos debes mantenerte cerca. Ya sé, veremos algo divertido, he tenido mucho trabajo y necesito reír— sonrió.
— ¿Muchos pacientes?— pregunté, amaba saber que hacía cada día y él amablemente me relataba algunas de sus anécdotas. Estaba empezando sus prácticas en el hospital de la ciudad, era su último semestre en la universidad y quería especializarse en cardiología.
—Sí, hoy me tocó en emergencias— traté de no mostrar horror, me aterraba la sangre pero quería escuchar cómo le había ido. No por nada me la pasaba mirando Dr. House, Gray anatomy y todos los programas médicos que había. Sólo para poder hablar con él.
— ¿Algún herido grave?— dejó la cuerda a un lado y se tornó algo serio.
—Sí, llegó una jovencita, no parecía mayor de 15 años, fue atacada. Debes tener mucho cuidado, cuando salgas de la escuela ven directo a casa, no hables con extraños y no aceptes ningún regalo— se oía como mi padre o como mi hermano mayor si lo tuviera.
—No, claro que no, lo sé muy bien. Pero la chica ¿Cómo se llama? ¿Está bien ahora?— me apenaba esa historia.
—Su nombre es Bree, tiene muchos golpes pero se recuperará— me aseguró.
—Rayos, otra vez debemos llevarnos a la niña— entró Rose cortando nuestra interesante conversación.
—No soy una niña… y no voy a molestar— me quejé.
—Bien, vámonos— casi gritó. Edward se levantó y salimos. Como siempre él me abrió la puerta del auto y me subí feliz.
— ¿Qué tal tu día?— le preguntó Edward a mi hermana, hacía casi una hora que él había llegado a casa y no habían hablado nada porque ella se demoraba demasiado en arreglarse.
—Bien, me van a asignar casos de seguimiento a tutores— ella había empezado a trabajar en el departamento de justicia, se había graduado recién de trabajadora social.
—Vaya felicitaciones, ¿eso es un ascenso?— preguntó él entusiasmado.
—No, es sólo mas carga de trabajo— se quejó ella.
—Pero pensé que te gustaba— Vi por el retrovisor esa mirada, siempre que ella mostraba o decía algo así él tenía una cara de decepción. Es que ellos dos eran opuestos pero no se daban cuenta.
— ¿Podríamos sólo salir y dejar de hablar de trabajo? Por cierto ¿Cómo te fue?— preguntó mi hermana.
—Trabaje todo el día, así que no tengo mucho de qué hablar— sonrió él.
Llegamos y entramos a mirar una película de Eddie Murphi, me senté varias filas delante de ellos.
Antes de volver a casa fuimos a la heladería.
—Dos de fresa ¿Cuál quieres Rose?— sonreí al escuchar pedir a Edward, él sabía cuál era mi helado favorito pero no el de mi hermana.
—Vainilla francesa y que sea light por favor— Rose siempre estaba a dieta, no entendía porque.
—Edward… ¿sabes algo del residentado?— preguntó Rose cuando nos sentamos.
Eso era algo delicado, no sabía si quedarme o salir a dar una vuelta. Mi hermana quería que Edward hiciera el residentado médico, que es como una especialización, en el hospital donde estaba de prácticas Pero yo sabía que el mejor lugar para hacer eso era en Dallas.
—Me llegó una carta hoy, me aceptaron en el Memorial Hospital— lo miré de pronto, sabía que ese era el mejor hospital de cardiología y que sólo admitían a 20 residentes al año. Las plazas eran muy peleadas, sólo recibían a los mejores. Casi salté de mi silla.
— ¡Felicidades!— no pude contenerme y lo abracé, sabía que eso significaba que se marcharía a vivir lejos y que tal vez no lo veríamos muy seguido pero me sentía tan orgullosa.
—Gracias Bella— él sonrió y me devolvió el abrazo. Cuando regresé a mi silla vi el rostro de mi hermana, parecía una olla de presión a punto de estallar. Miré a Edward asustada y tomé una cucharada grande de mi helado.
—Voy por una bebida— dije y salí de allí. No soportaba ver cuando Rose se ponía así. Fui hacia la caja y pedí un jugo de fresa, adoraba esa fruta, hasta mis colonias y mi shampoo tenía ese aroma.
Cuando volvía pude escucharlos, estaban discutiendo, así que no me acerqué.
— ¿Un año entero? Edward, dijiste que podrías hacer el residentado aquí, porque tienes que irte tan lejos— decía ella.
—Es una buena oportunidad que no la puedo dejar pasar— trataba de excusarse.
—Y nosotros, ¿Qué hay de nosotros?— a mi hermana le temblaban las manos de rabia.
—Rose, no voy a irme del país, siempre quise ir hacer la especialidad en Dallas.
—Parece que no tomas nuestra relación en serio— se quejó ella.
—Eso no es cierto—
—Siempre hay algo más importante que yo, la universidad, el hospital, tu especialidad, ¿luego qué? Vas a hacer alguna maestría o doctorado.
—De hecho quisiera hacer un doctorado… más adelante— dijo él muy serio.
— ¿Qué? ¿Y eso cuantos años te tomará? ¿Cinco, diez? ¿Cuánto años crees que te voy a esperar?—
— ¿Esperar?— arrugó la frente.
—Veo que no tienes intenciones serias conmigo—
—Otra vez eso…—
—Pero yo quiero una casita y unos niños que cuidar— mi hermana decía que tenía vocación de madre, su mayor sueño era tener muchos hijos.
— ¿Aun somos muy jóvenes para eso no crees?, no entiendo porque correr.
—No quiero ser una madre vieja, después de los 30 es más difícil adelgazar—
—Es todo lo que te importa, verte bien…— murmuró él.
—No es cierto, muchas de mis amigas tienes bebes hermosos…
—Rose no estoy listo para casarme aun nos falta mucho por vivir—
—Lo ves. Nunca fuiste en serio conmigo, si en verdad me amaras como dices…
—No seas manipuladora, porque no simplemente esperamos, tal vez este tiempo separados nos ayude…— me dolía mucho ver cuando se peleaban porque tenía miedo que un día Edward se cansara y no volviera más. Y yo lo iba a echar de menos, lo extrañaría tanto.
—Hola pequeña ¿Cómo se llama el jugo que tomas?— me preguntó un tipo rubio con una coleta graciosa. Parecía buena persona pero sus ojos me dieron escalofríos.
—Es un Pikis frozen tiene fresas, leche y vainilla— le dije mostrándole.
—Tal vez podrías convencer a mi hermanita que lo beba, a ella sólo el gusta tomar sodas.
—Las sodas le hacen daño a los dientes— le dije.
— ¿Crees que podrías hablarle? Está afuera y no quiere pasar— miré hacia la calle pero no vi a ninguna niña. –Es tímida, está tras ese arbusto ¿Me ayudas?— le dije que sí con la cabeza y salimos del lugar.
No vi a nadie afuera y me asusté un poco porque no había gente.
—Debe haberse subido al auto, voy por ella— dijo él. Di unos pasos hacia atrás porque me pareció todo muy raro. — ¿No vienes?— llamó el hombre.
—No, yo espero aquí— no terminé de hablar y él me tomó de un brazo y me tapó la boca. Apenas sus dedos tocaron mis labios lo mordí tan fuerte como pude y sólo se me ocurrió llamar a alguien.
— ¡Edward!— grité con todas mis fuerzas, sentí un fuerte golpe en la cabeza y no recuerdo más.

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