12 enero 2013

Capítulo 23




CAPÍTULO 23

BELLA CENICIENTA

Llegué a mi casa, costaba llamarla mía, ahora que ellas vivían allí yo prefería estar en cualquier otra parte.
Me estaban arrebatando la única oportunidad que tenía de ser feliz pero no se los iba a dejar tan fácil. Sé que Edward haría lo que sea por salvarme, estaría atenta y lista para cuando eso pase.
Fui directo a la cocina, Jessica estaba sentada esperándome.
—Pero si llegó la princesa, su majestad qué bueno que está aquí, los platos están sucios y el piso muy mugroso. Aquí están sus sirvientes, la escoba y el trapeador— se reía de mí con ganas.
—Lástima que aunque te vistas de seda, bruja te quedas— le dije y tome una escoba para limpiar el piso, estaba muy sucio, ellas dos eran un completo desperdicio de fuerza y vitalidad.
—Después vas a arreglar mi habitación y a sacarle brillo a mis zapatos, ahora que no hay animales vas a tener más tiempo para holgazanear— me dijo dándome la espalda.
—Si aprendo de ti el arte de perder el tiempo seré una maestra— la oí refunfuñar al alejarse.
No iba a dejar que me lastimara, solo serían dos días más. No perdería la fe en Edward.
El resto del día estuve limpiando y trapeando cada una de las habitaciones, cambié mi vestido por uno viejo que tenía, no quería que se echara a perder, necesitaría algo decente para irme.
Cada vez que me asomaba a la puerta estaba ese molesto policía allí parado. Sólo se fue al atardecer. La noche sería buen momento para huir pero debía tener más paciencia y esperar uno o dos días más.
Por la noche no me permitieron sentarme a la mesa, comí en la cocina, al lado del fogón.
Imaginaba la forma en que Edward me rescataría pero ese policía me preocupaba, no quería que por sacarme de aquí él resultara lastimado.
El siguiente día fue terrible, Jessica se regodeó leyendo la invitación para la fiesta en casa de los Masen.
"Queremos despedirnos de todos nuestros amigos y vecinos. Los invitamos a una reunión en nuestra casa el día viernes 10 de octubre a las 7 pm"
Anthony, Elizabeth y Edward Masen.
—Que lindos, lástima que tú no eres parte de la familia, aunque podríamos llevarte con uno de esos vestidos harapientos que tienes. "La dulce Bellicienta entró a la fiesta e impactó a todo el mundo" Apuesto lo que sea, que todos voltearían a mirarte— parece que lo único que quería era torturarme.
—El príncipe querrá igual a cenicienta con ropa fina o sin ella y la malvada hermanastra se envenenará a sí misma cuando se muerda la lengua— su sonrisa se desvaneció.
Me miraba con desprecio pero no me importaba.
— ¿A qué no sabes a dónde iré el año que viene?— sonrió.
— ¿Al África a visitar a las cobras?, apuesto a que tu veneno es más potente— dije sin mirarla.
— ¡A Chicago! Estudiaré para ser maestra— se regodeaba tratando de hacerme sentir mal.
— ¿En serio? entonces te vendría bien aprender la tabla de multiplicar— sabía que ella era muy mala para los estudios.
—Pero lo que yo quiero en realidad es ser actriz, salir en esas películas fastuosas.
—Eso si te vendría bien, eres muy buena para mentir—
—Tendré muchos empleados y coches lujosos y un marido apuesto, rico…
—Y retrasado mental— me reí interiormente. Jessica tenía sueños yo pensaba que la maldad era su vocación.
—Lo que tienes es envidia porque yo haré lo que tú nunca podrás.
—No te envidio en absoluto, si estuviera en tu cuerpo me arrojaría por un barranco.
—Di lo que quieras pero podré ver a Edward todos los días, nos mudaremos muy cerca de su casa. Si es posible asistiré a la misma universidad que él.
—Eso si va a estar difícil. En la universidad no aceptan fronterizos— claro ella no sabría ni por asomo sobre niveles de inteligencia.
—Yo soy americana— me gritó furiosa.
—Como tú digas— me reí de lo tonta que era.
—Bella, Mike vendrá a visitarte hoy. Ve a ponerte ese vestido nuevo que tienes— me indicó mi madrastra que acababa de entrar.
— ¿Mike Newton? ¿A mí?
— ¿Eres sorda o tonta? Cámbiate— me gritó, seguía intrigada, que haría el sapo de Mike aquí.
Él no era malvado sólo más molesto que un mosquito seguro que no sabría todo lo que ellas me hacían.
Obedecí y estuve lista, al atardecer Mike llegó con su madre. Nos enviaron a hablar a la cocina mientras ellas conversaban en la sala.
—Bella, hace días que no te veo, no estás asistiendo a la escuela. Te extraño— me dijo acercándose, me levanté de la silla y caminé alrededor de la mesa.
—No quiero ir Mike.
—Oí que los Masen planeaban llevarte con ellos, que bueno que mi tía se los ha prohibido, no tienen derecho a llevarte así.
—Yo quería irme, tu tía me trajo aquí a la fuerza.
—Bella, como puedes decir eso. Esta es tu casa no puedes irte como cualquier muchacha sin familia. Además seguro que sólo te querían para sirvienta.
—No, ellos son muy buenos conmigo, aquí sí soy una sirvienta.
— ¿Entonces quieres irte?
—Es lo que más deseo— suspiré.
—Cásate conmigo Bella— su propuesta me dejó boquiabierta, ni en mis peores pesadillas podría imaginar que el sapo Mike me fuera a decir eso.
— ¿Mike, te has vuelto loco? Soy muy joven y tú también.
—Casi tengo 18. Y es en serio, de eso venía a hablarte. Mis padres y mi tía están en conversaciones. Sé que soy joven pero sí tengo que ofrecer, mi familia no es pobre y yo heredaré todo. No dejaré que nada te falte ni que seas tratada como a una sirvienta Bella. Tendrás mejores vestidos que Jessica y una casa llena de sirvientes que harán todo por ti.
—Pero yo no te quiero Mike, para casarse se necesita amor.
—Eso surge con el tiempo Bella, con la convivencia. No te haré sufrir, te ofrezco todo lo que tengo— todo lo que no le había costado, pensé.
Era ridículo esto, en que cabeza cabría que aceptaría a Mike. Antes entraría a un convento de claustro perpetuo.
—Gracias Mike pero no es mi deseo casarme. Espero lo entiendas.
—Está bien. Pero si cambias de opinión, te estaré esperando— dijo y salió algo decepcionado.
Sólo podía pensar en Edward, mañana a esta misma hora estaría comenzando la fiesta de despedida, había perdido las esperanzas de poder asistir. Pero debía prepararme para el día siguiente, me escaparía de aquí como sea.
— ¡Quién diablos te crees para rechazar a mi sobrino!—mi madrastra me asustó con sus gritos.
—Yo no amo a Mike y no me voy a casar con él— me defendí.
—Deberías agradecer al cielo tu suerte pero eres una malagradecida, no esperaban dote por ti, ahora no te quedará más que casarte con algún sirviente, leñador o granjero. Y hasta entonces tendré que mantenerte aquí.
—Pues si tanto le molesta porque no me dejó irme con los Masen— le reproché.
—Porque ese muchacho no es para ti. Tú eres del tipo de chicas de pueblo, sin gracia y sin futuro. Te casarás con un granjero y tendrás una docena de hijos, te volverás gorda y vieja de tanto trabajar— esa noche me dejaron sin cenar, afortunadamente había comido algo mientras cocinaba.
Me fui a dormir cansada y triste. La habitación era fría y húmeda así que moví mis mantas al lado del fogón para calentarme.
Desperté cuando sentí un golpe en la espalda.
—Ya despiértate Bella Cenicienta, hoy es el gran día así que necesito mis enaguas planchadas. Sirve el desayuno pronto que tengo hambre—
—Te podría servir algún día el aprender a cocinar— le reproché, estaba teniendo un sueño muy bonito con Edward.
—Eso es para sirvientas. Yo no soy ese tipo de mujer—
—Te aseguro que no se te caerían las manos ¿y qué tipo de mujer eres?— ella tenía su propio nivel para medir a la gente y las clasificaba de modo extraño.
—Una mujer moderna y sofisticada— sonrió.
— ¿Una mujer moderna no sabe prepara sus alimentos?
—No lo necesita, puede pagar para que lo hagan todo por ella.
—Entonces me haré rica contigo— sonreí al pensar en todo el dinero que Jessica gastaría en su vida para no hacer nada. Ojalá que siempre lo tenga o sufrirá mucho.
Me levanté a preparar de comer, yo también tenía hambre.
Esa mañana me dieron docenas de trabajos, no iba a permitir que me vieran llorar o sufrir por eso.
Limpié, fregué, lavé y cociné todo el día. Por la tarde tomé un baño mientras mi madrastra peinaba a Jessica, le llevó dos horas hacerle rizos que se vieran naturales.
Estaba sentada en la cocina planeando otra vez como escapar cuando Jessica bajó de pronto.
—Bella cámbiate, hemos decidido que irás a la fiesta con nosotras— me sonrió.
— ¿Y eso?, pensé que tu corazón estaba podrido— le respondí.
—Quiero ver como se despiden Edward y tú, llevaremos al policía para que no puedas acercarte a él. Ponte el mejor vestido que tienes, esto será de lujo— volvió a subir corriendo.
Quería reírse se nosotros por última vez. No le daría el gusto, no lloraría porque mañana de cualquier forma ya no estaría aquí.
Me cambié, el vestido no estaba tan limpio pero Edward ni lo notaría, sé que él sólo me vería a mí. Hacía dos días que no lo veía y lo extrañaba tanto.
Estaba tan contenta, tal vez podría decirle algo, si no, me conformaría con mirarlo, aunque lo viera bailar toda la noche con otras chicas, yo sabía que él me quería.
Sólo me pasé el cepillo, no tenía problemas con el peinado, nunca me habían hecho uno elaborado o con rizos, prefería los naturales que tenía, mi cabello había crecido mucho.
Estaba sentada frente a una pintura que había en la cocina, papá decía que mamá la había traído de su antigua casa, no me di cuenta de que ellas bajaron.
—Tu vestido necesita algo de color— dijo Jessica y me echó algo encima, me di cuenta de que eran cenizas que había tomado del fogón. Mi vestido y mi piel quedaron negros, mi cabello estaba muy sucio.
— ¿Por qué me haces esto?— le grité llorando, no habían tenido intenciones de llevarme nunca. Sólo querían hacerme daño, no entendía porque se ensañaban tanto conmigo.
—Porque las Bellicientas no van a los bailes, solo friegan pisos y comen cenizas. Tú eres una huérfana pobre y sin futuro, grábate bien eso. Y ni creas que vas a salir de aquí, así tenga que pagar a todos los policías que hay en el pueblo y traer al juez, mañana no iras a ningún lado. Olvídate de huir porque no podrás— Y diciendo esto de un tirón me arrancó una manga del vestido.
—Ahora si eres una cenicienta, pero para ti no hay hada madrina— se rió con ganas y me llevó arriba no sabía que tenía tanta fuerza o sería tal vez que no puse ninguna resistencia. Ella y su madre que estaba en el umbral de la puerta me obligaron a entrar a mi antigua habitación y me encerraron con llave por fuera.
Me senté en el piso llorando, no habría forma de salir, miré la ventana le habían puesto barrotes. Me levanté y corrí hacia ella cuando escuché el carruaje que llegó a recogerlas. Iban muy bien vestidas, nadie pensarían que eran una viuda y su hija. No se veían pobres para nada.
Me quedé con las manos en esos barrotes de metal mirando como aparecían las primeras estrellas debía verme horrible con la cara llena de cenizas y con lágrimas.
Me limpié un poco el rostro y dejé de llorar, eso era lo que ellas querían; hacerme sufrir, no entendía la razón, yo no les había hecho nada.
¿Qué sería de mí ahora? ¿Si no podían sacarme de aquí Edward se marcharía?
Todo empezaba a ponerse oscuro afuera y en mi corazón también.
Oí unos ruidos extraños y volví a asomarme por la ventana.
Un auto negro, brillante y muy lujoso se detuvo frente a mi casa.
Nunca había visto un auto en el pueblo y menos uno tan grande. ¿Quién sería? ¿Algún rico perdido en la noche?

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