12 enero 2013

Capítulo 24




CAPÍTULO 24

EL HADA MADRINA

Un hombre vestido con uniforme negro y dorado bajó de aquel inmenso auto y abrió la puerta para ayuda a descender a una anciana, tenía el cabello blanco, no podía ver con nitidez su rostro para saber qué aspecto tenía.
El chofer me miró y señaló en mi dirección. Se acercó un poco.
— ¿Buenas noches podría indicarnos cómo llegar a la casa del señor Edward Masen?
—Sigue la carretera y toman la desviación por el camino grande, no se perderán. En el pueblo sólo buscan la casa más grande y bonita que hay en el parque. Hay una gran fiesta en este momento allí— la anciana le susurró algo al hombre.
— ¿Están tus padres en casa? Verás ya nos hemos perdido todo el día y mi señora está muy cansada, si nos guían les recompensaremos bien.
—Estoy sola y no tengo padres. Mi madrastra y hermanastra fueron al baile.
— ¿Nos podrías guiar tu?
—Lo siento, con gusto lo haría pero debo quedarme en casa.
—Bueno gracias— regresaron al auto y la anciana estaba a punto de subir pero de pronto dio la vuelta y trató de mirarme, estaba algo lejos, así que no vería que yo estaba hecha un desastre. Caminó un poco hacia la casa.
— ¿Cuál es tu nombre niña?— pregunto con una voz muy dulce, debía ser una viejecita buena, con varios nietos a los que consentía.
—Soy Bella. Bueno Isabella Swan pero todos me dicen Bella— no se movió ni me respondió.
— ¡Jimmy!— llamó a su chofer, él corrió junto a ella.
— ¿Porqué no has ido a la fiesta niña?— volvió a preguntarme la anciana.
—Estoy encerrada— confesé.
—Jimmy, rompe esa puerta— la oí decir, me asusté, no debí decirle que estaba sola ¿y si eran secuestradores?
— ¿Señora, está segura?— le preguntó su empleado.
—Completamente. Tírala— gritó, mi corazón latía a prisa, la dulce ancianita se convirtió de pronto en una demente, parecía que estaba agitada.
El chofer pateó la puerta varias veces, miré en todas direcciones, el policía que me cuidaba se había ido al atardecer, ojala lo hubieran dejado hoy.
— ¿Qué hace?, no puede entrar así, mi madrastra los demandará— le grité pero parecían no oírme.
Dejé de escuchar los golpes y asumí que habían entrado, los pasos se hicieron las fuertes subieron las escaleras, los del chofer eran firmes y la anciana parecía subir apoyándose en un bastón.
Sentí más golpes esta vez en mi puerta, me apegué a la ventana, estaba muy asustada, no sabía que intenciones tendrían o si me harían daño.
Un último y fuerte golpe y la puerta se abrieron de par en par. Estaba perdida. Él se quedó parado a un lado, la anciana entró y me miró fijamente, su cabello era completamente cano y usaba gafas, no podía verle bien los gestos pues las dos velas que tenía no alumbraban lo suficiente. Caminó hacia mi yo estaba petrificada del susto.
— ¿Renée?— dijo suspirando, no entendía porque llamaba a otra persona pero usó el nombre de mi madre.
—Eres igual a ella, su misma cara, sus mismos ojos, hasta tu voz se parece. ¿Eres hija de mi Renée?— mi corazón se aceleró más pero esta vez no de miedo sino de curiosidad y asombro.
— ¿Usted conoció a mi mamá?— pregunté y me acerqué, quería preguntarle tantas cosas, de dónde la conocía, como era ella de joven, cuál era su color favorito.
Papá me había hablado tan poco de ella.
—Claro que la conocí, desde que nació. Ella era mi hija— unas gruesas lágrimas caían por su rostro, quería correr a ella y limpiárselas, no debía llorar.
La anciana era entonces ¿mi abuela? Me acerqué poco a poco hasta estar a su alcance, sus ojos eran igual a los míos, marrón chocolate y sus facciones no daban miedo.
—Entonces tú eres…
—Soy Marie, tu abuela pequeña— no pude resistirme y la abracé con fuerza, tanto tiempo pensé que estaba sola, que no tenía familia.
Imaginaba que los padres de mamá no me querían porque ella se fue con un hombre sin fortuna.
Por Dios, tenía familia.
Lloré yo también, estaba tan contenta de tener a alguien en el mundo con la misma sangre, era la madre de mi madre.
— ¿Dónde está Charlie? ¿Dónde está tu padre?— dijo con algo de rencor.
—Desapareció hace unos meses, sé que algo le pasó, papá no me abandonaría, me quiere mucho.
— ¿Y porque estás encerrada?— su voz se hizo más dura.
—Mi madrastra y su hija no querían que vaya a la fiesta de los Masen.
— ¿Edward Masen es el dueño de esa casa donde es el baile?— yo tenía más curiosidad por saber porque andaba buscando a Edward.
—Si ¿de dónde conoces a Edward abuela?— me salió natural el decirle así, ella sonrió.
—No lo conozco, hace unos días me llegó una carta a casa, era de lo más extraña y decidí venir hasta aquí para estar segura de lo que decía. La firmaba Edward Masen. ¿Qué edad tiene? ¿Es un hombre mayor? ¿Y por qué está tan interesado en ti?— me llenó de preguntas y no sabía que decirle.
— ¿Me dejas ver la carta?— le pedí. Abrió su bolso y sacó de ella un sobre. Me lo extendió con algo de duda en su rostro.
"Señores Cullen:
Me atrevo a escribirles sin conocerlos y sin estar seguro de si esta carta está dirigida a las personas adecuadas.
En el pueblo de Irvington de la ciudad de Indianápolis vive Isabella Swan. Bella como la llamamos todos los que la queremos.
Ella es huérfana de madre y recientemente su padre ha desaparecido dejándola al cuidado de su madrastra, una mujer de mal corazón que sólo ha hace sufrir.
He podido acceder a su acta de nacimiento, el nombre de soltera de su madre es Renée Cullen y sé que era originaria de Chicago. Si ustedes tienen algún vínculo familiar con Bella les rogaría que pudieran contactarme, sólo escríbanos al apartado postal que figura en el sobre. Mi familia y yo estamos dispuestos a negociar su custodia.
Gracias por todo.
Edward Masen"
Mis ojos se llenaron de lágrimas.
—Edward te escribió, por eso estaba en la oficina de correos cuando sufrió el accidente. Tengo que ir a verlo— dije jadeante.
—Aún no me has contestado quien es Edward Masen jovencita— dijo con un tono sobre protector.
—Edward es el muchacho más apuesto y maravilloso del mundo. Es mi mejor amigo de toda la vida, me ha cuidado y protegido siempre. Me sacó del bosque cuando mi madrastra se olvidó de mí, salvó a Querubín, mi cordero, cuando lo vendieron y compró todos mis animales aunque lo acusaron de robo. Y estoy segura de que me sacaría de aquí pronto— todas las imágenes y recuerdos de él llegaron a mi mente, si Edward era la mejor persona que conocía.
— ¿Y qué edad tiene?—
—Es un año mayor que yo.
—Oh bueno, temí que fuera un hombre mayor. Entonces ¿es tu novio?— sonrió muy complacida.
—No— sentí mis mejillas arder. –Es mi mejor amigo y mañana va a marcharse a Chicago, querían llevarme con ellos, con su familia pero mi madrastra los demandó y me encerró aquí, un policía me vigila en el día para que no me escape.
— ¿Te tienen encerrada y con policías? ¿Y qué es lo que haces todo el día?— se enfureció, sus cálidos ojos se volvieron fieros.
—Hago todo tipo de trabajos, limpio, cocino, trapeo.
— ¿Acaso eres la sirvienta de la casa?
—Bueno, con mi trabajo pago mi comida. Pero quería tanto ir a la fiesta de Edward, ya debe estar por empezar— suspiré al imaginarlo con un traje que le quedaba perfecto, en la puerta de su casa esperándome.
—Irás, claro que irás.
—Mírame abuela, Jessica mi hermanastra me echó cenizas y rompió mi mejor vestido, no puedo ir así— agaché la cabeza, no quería que Edward me viera tan desarreglada.
—Tenía la esperanza de que la carta fuera cierta y encontrarte. Tantos años pensé que estaba sola, que no tenía a nadie más. Calculé que no tendrías más de 16 años, mi Renée murió muy joven. He comprado ropa para ti en la ciudad que está cerca. Jimmy, trae la valija rosa por favor— llamó a su chofer.
—Me compraste un vestido— sonreí.
—Bueno fueron seis pero creo que el azul servirá para hoy. Tienes que darte un baño ahora mismo—
Corrí al baño y en 10 minutos salí, lista para ponerme lo que me había traído, era como el cuento de la Cenicienta, sólo que esta magia tomaba más tiempo pero si era mágico lo que había traído a mi abuela a mí cuando ya casi había perdido la esperanza.
Contuve la respiración cuando vi aquel vestido, era el mismo que unos meses atrás estaba el mostrador de la ciudad. El vestido francés.
—Abuela, es precioso pero sé que es muy caro, no puedo ponérmelo, a veces soy algo torpe, no quisiera echarlo a perder o mancharlo.
—Eres mi nieta, la última Cullen que queda, no es bastante para ti. Tendrás mejores cosas de ahora en adelante. Ahora date prisa o no verás a tu príncipe azul— me apuró, sonreí al escucharle decir eso.
—Lo siento pero no traje zapatitos de cristal— me dijo triste.
—Tengo las que me regaló la mamá de Edward en mi último cumpleaños— rebusque entre las cosas de Jessica hasta que las encontré, eran tan bonitas que hacían juego con el vestido.
—Siéntate, te peinaré— dijo quitándose una hermosa peineta de plata. Sus manos eran suaves, vagamente recordaba que alguna vez me peinaron así.
—Lista, ven— me acercó al espejo de cuerpo entero que estaba junto a la cama de Jessica, no quería mirarme, tenía miedo. Decidí encarar mi reflejo pero la que estaba ante mi era otra chica, con ese vestido y peinada de esa forma lucía irreconocible, tan sólo mis ojos eran los mismos. Edward si me reconocerá, me dije mentalmente.
—Eres tan hermosa como mi Renée— mi abuela había empezado a llorar, la abracé cariñosamente para calmarla. –Ahora te llevaré a ese baile, llegarás en un Rolls Royce a falta de calabaza y quiero verte bailar con Edward.
— ¿En serio? Pensé que tal vez no querrías.
—Ya he sufrido suficientes años por oponerme a un amor, no cometeré el mismo error dos veces. Y tus ojitos me dicen que tú amas al tal Edward, ¿no es así?
—Si abuela, con todo mi corazón— confesé.
—Entonces ¿Qué esperamos?
Bajamos las escaleras y salimos, antes de subir al elegante auto le di una larga mirada a la casita de piedra que por tantos años llamé hogar, no sabía si la volvería a ver.
Subí al auto con algo de temor pero descubrí que era más cómodo que viajar en carreta, no saltaba tanto.
— ¿Abuela entonces mi mamá era Renée Cullen? ¿Ese es nuestro apellido?— se me hacía raro, yo seguiría siendo Swan siempre pero me intrigaba saber sobre el apellido de mi madre.
—Somos los Cullen de Chicago, una de las familias más importantes. Tenemos muchas propiedades en todo el país y en Inglaterra de dónde era originario tu abuelo. Financiamos muchas instituciones como la Universidad de Michigan, el Museo, La Biblioteca Pública y otros centros culturales, tu abuelo era un asiduo lector y mecenas de todo aquel artista que lo necesitara— el auto se detuvo y mi corazón saltó.
—Izquierda o derecha señorita Isabella?— preguntó el chofer.
—Derecha Jimmy, gracias— le indiqué.
—Cuéntame más de ti Bella, ¿Cómo ha sido tu vida pequeña?—
—He vivido desde niña en este pueblo, es muy bonito, tenía varios animales y yo misma los cuidaba, asistía a la escuela local hasta hace poco, tengo muchos recuerdos lindos aquí.
— ¿Entonces has sido feliz? ¿Antes de que tu padre volviera a casarse?
—Sí he sido muy feliz, no hace mucho que ellas vinieron a vivir con nosotros.
—Si hubiera sabido de ti antes— suspiró.
—No, creo que llegaste justo a tiempo, cuando más te necesitaba— le sonreí. El auto se detuvo y me asusté.
—Tranquila, entraremos juntas.
— ¿Por favor abuela, dime que esto no se acabará a media noche?— apreté su mano con fuerza porque estaba muy nerviosa.
—No mi niña, no dejare que esto se termine nunca, de ahora en adelante viviré feliz, ayudándote a que lo seas. Tendrás todo cuanto has soñado, todo lo que desees.
—Todo lo que quiero esta noche es… bueno tu sabes…
—Sí, el príncipe— y sonrió porque me sonrojé.
Ella bajó primero del auto y yo la seguí, las puertas de la casa de los Masen estaban abiertas de par en par, mucha gente había salido a ver el imponente auto en el que habíamos llegado. Todos nos miraban y murmuraban. La señora Elizabeth se adelantó a recibirnos.
—Buenas noches— dijo algo asombrada mirando a mi abuela.
—Buenas noches soy Marie Cullen de Chicago y ésta es mi nieta.
—Bienvenidas— dijo la señora Masen aturdida, yo no la miré a los ojos, su esposo nos alcanzó cuando entrábamos a la casa. Mi abuela conversó con ellos un poco inventándose una historia mientras yo buscaba con la mirada a Edward.
Lo vi, estaba sentado con la mirada perdida en un rincón, se veía ojeroso aún así lucía como un príncipe inalcanzable, traía un perfecto smoking negro. Quería acercarme y decirle que estaba aquí pero mi abuela seguía conversando con los anfitriones.
—Querida, ve a buscarte una bebida, debes estar sedienta— dijo ella adivinando mi impaciencia. Hice una reverencia mirando al piso, ninguno de los señores Masen me habían reconocido.
Caminé los pasos que me separaban de él lentamente aunque quería correr a sus brazos, cuando estaba a unos metros vi una figura interponerse.
—Edward bailemos, es de mala educación rechazar a una dama— Jessica lo tomó del brazo, sentí deseos de golpearla, de hecho lo haría si no hubiera tanta gente y mi vestido no fuera tan bonito.
—No me toques— Edward retiró su brazo con brusquedad. –No tengo deseos de bailar y menos contigo— le dijo sin gritar pero de forma hosca.
—Ya te dije que Bella no quiso venir, dijo que no quería despedirse—
—No te creo—
—Edward entiendo que Bella te guste pero mañana te vas a la ciudad y te olvidarás de ella, no seas aguafiestas— le reclamó.
—Es que nunca entendiste nada. Te lo diré para que te quede claro: Yo amo a Bella, no importa lo que hagan tu madre y tú, volveré por ella—sus palabras me dejaron clavada al piso, él había aceptado su amor por mi y en público, bueno no había mucha gente alrededor pero aún así no tuvo reparos en decirlo en voz alta.
Di unos pasos más hacia ellos y Jessica notó mi presencia. Se marchó ofendida tal vez no quería que la vieran siendo rechazada de esa forma. Llegué a dos pasos de él y me detuve.
—Hola— dije en un susurro, mi voz no ayudó, salió algo ronca.
—Hola— respondió por compromiso y sin mirarme.
— ¿Bailas?— pregunté algo más firme.
—Lo siento yo no...— levantó la vista hacia mí y me miró con esos ojos verdes tan bonitos que tenía.
Se veía confundido, lentamente se levantó de su asiento, se acercó un paso más y sin decir una palabra me abrazó con fuerza.
—Princesa, te amo princesa—mi corazón bombeaba como loquito, no me esperaba esa reacción ni que me dijera eso.
—Yo también te amo— le confesé.
—Pero ¿Cómo? ¿Qué paso?...— se trababa al hablar y me miraba extasiado.
—Si bailas conmigo te cuento— le sonreí, él también me regaló una gran sonrisa y me llevó al centro del salón, dónde habían otras parejas bailando. Tomó mi cintura y me acercó más que de costumbre hacia él.
—Es un sueño tenerte así. Estás… tan bonita, quiero decir, eres preciosa pero con esa ropa… ¿de dónde?…— no lo dejé terminar.
—Digamos que hoy ocurrió algo inesperado— sonreí más todavía.
— ¿Algo inesperado?—
—Sí, he venido con mi abuela— en su rostro se volvió a formar una sonrisa.
— ¿Tu abuela Swan o Cullen?— preguntó.
— ¡Lo recordaste! Fuiste tú el que le envió la carta. Te quiero— le dije abrazándolo más.
—Han sido dos días deplorables pero pude recordarlo todo princesa y no sabía qué hacer, me sentía tan impotente— la música cambió y recordé que bailamos lo mismo en su cumpleaños.
—Bailemos, mi abuela quería verme bailar contigo— le dije mirando hacia dónde la había dejado. Ella nos miraba sonriendo, los padres de Edward estaban confundidos.
Él me estrechó con más fuerza y dimos muchas vueltas por el salón, me hacía girar, acercarme y alejarme, se veía radiante con aquel brillo en los ojos que tanto me gustaba. Yo también sonreía y disfruté cada segundo que duró la pieza musical.
Luego fuimos a sentarnos juntos para seguir conversando.
—Es un sueño tenerte aquí. Entonces no vas a quedarte ¿verdad?— preguntó algo desesperado.
—No lo sé, aún no hemos hablado de eso. No creo que quiera dejarme—
—Ojala que te lleve a vivir a Chicago y estemos cerca— su voz era ansiosa.
—Hola ¿nos conocemos?— la voz nasal de Jessica me quitó la sonrisa que traía. Ya no le tenía miedo, ni a ella ni a su madre.
—Claro que nos conocemos Jessica— le dije algo seria. La mirada de ella estaba perdida en mi vestido
— ¿Si? No te recuerdo para nada. ¿Edward puedes bailar conmigo ahora?— preguntó ignorándome.
—Ni ahora ni nunca Jessica, lo siento— dije él muy serio. – ¿Bailamos otra vez princesa?— me preguntó tomando mi mano.
— ¿Princesa?— dijo ella casi gritando. Yo sonreí.
— ¿Sabes algo Jessica? Las hadas madrinas si existen— le dije sonriéndole, abrió los ojos desmesuradamente en shock, estuve segura que me reconoció, me alejé de ella y seguí a Edward que tiraba de mí.
—Quiero conocer a tu abuela— dijo Edward y nos dirigimos hacia dónde ella estaba al lado de los padres de él.
—Pero miren a quien tenemos aquí. Edward Masen imagino— dijo ella apenas llegamos.
—Si abuela, él es Edward. Edward, ella es mi abuela Marie Cullen— los presenté.
—Pero su nieta ya conocía a nuestro hijo— dijo el señor Masen.
—Oh querido, no te has dado cuenta de que es nuestra Bella— dijo la señora Masen abrazándome por los hombros. –Estás preciosa hija— me susurró oído.
— ¿Bella… Swan?–el señor Masen me miraba de arriba abajo sin poder creérselo.
—Isabella Swan Cullen— corrigió mi abuela. –Tengo entendido que mañana se trasladan a Chicago— le comentó ella.
—Bueno sí. Mañana vamos a la ciudad, nos quedaremos un día allá y tomaremos el tren a Chicago pasado mañana— afirmo el padre e Edward sonriéndome.
—Nosotras también partiremos mañana pero por la tarde. Tengo algunos asuntos que arreglar primero— dijo ella muy seria.
— ¿Entonces si se llevará a Bella verdad?— preguntó Edward feliz.
—Claro que sí y de ahora en adelante vivirá conmigo, yo resido en Hammond no me gusta la ciudad pero tenemos otra casa en Gold Coast en la Avenida Lakeshore en donde seguro nos instalaremos ya que Bella debe estudiar.
—Eso es maravilloso, nuestra casa está en la Av. Michigan, muy cerca— dijo la señora Masen sonriéndome.
— ¿Isabella?— la voz de mi madrastra de quitó felicidad por un momento. — ¿Qué haces aquí?— gritó sin tener el mínimo respeto por estar en una casa dónde había tanta gente.
—Quédate dónde estás, esta mujercita va a tener que explicarme varias cosas, si es que la dejo hablar— mi abuela se giró como si fuera a atacar.
—Isabella Swan, regresa a casa ahora mismo o traeré a los policías— dijo mi madrastra entre dientes conteniéndose ya que todos se habían girado a mirarla.
—Así que tú eres la madrastra— dijo mi abuela.
—Soy su tutora y exijo que ella salga de esta casa ahora, no sé quien sea usted pero seguro no querrá verse en líos con la ley—
—Yo te voy a dar líos con la ley, Bella no se va de aquí— mi abuela avanzó hacia ella desafiante.
— ¿Y quién es usted para decirme que hacer con esa niña?—
—Pues soy la abuela materna de Bella, la que por derecho debe tener su custodia y por cierto la dueña de la casa dónde vives— yo no entendía nada.
—Bella no es dueña de esa casa, es mía por derecho de matrimonio— gritó la madre de Jessica.
—Derechos que vendiste hace una semana en Indianápolis. Tengo acciones en ese banco querida y los papeles de "tu casa" ya están en mi cuenta. Así que te quiero fuera de la casa de mi nieta mañana mismo o tendré que demandarte— la cara de mi madrastra era un volcán a punto de estallar.
No sabía que había hipotecado la casa, seguro para mudarse en cuanto pudiera a Chicago con su hija pero me sentí feliz al saber que por lo menos ellas no se quedarían en la casa que fue de mi madre.
Sentí una pequeña mano tomar la mía.
—Esto se pone bueno, yo le apuesto a la viejecita— a mi lado estaba Alice con una gran sonrisa.
— ¿Dónde estabas?— le pregunté ya que no la había visto cuando llegué.
—Con mi Jass, lo siento pero yo también estaba viviendo mi propio cuento de hadas— confesó. Vi de reojo que Jasper estaba parado a unos pasos detrás de ella.
—Usted no tiene derecho, la justicia no me dejara desamparada— se defendió mi madrastra.
—Ah no, Sra. Trelawney, Stanley o Swan, porque con cada apellido has ido dejando deudas tras de ti, casas hipotecadas, letras firmadas y cheques sin fondos, me encargaré de que no puedas pisar una boutique decente por el resto de tu vida. Quizá no pueda darte tu merecido hoy pero llevarás una vida miserable y de ahora en adelante tendrás que trabajar para comer— el rostro de Jessica que estaba al lado de su madre, se descompuso, retrocedió asustada.
Menuda cobarde, yo le había aconsejado que aprendiera a cocinar, lo iba a necesitar más pronto de lo que había pensado.
Trabajar no era malo, sólo que para ellas parecía que además de ser deshonroso era un castigo.
—El Juez no lo permitirá— fue lo último que le oí decir, antes de caer desvanecida. Jessica impidió que su madre cayera y algunos la ayudaron a llegar a uno de los sillones.
—Eso lo veremos— dijo mi abuela, regalándome una sonrisa. – ¿Y quién es esta muñequita?— dijo mirando a Alice.
—Es mi prima Alice abuela. Alice ella es Marie mi abuela, vino por mí, Edward le escribió—dije muy contenta. Alice se acercó a abrazarla.
—Encantada señora, que bueno que llegó, Bella la necesitaba a gritos— le confesó.
— ¿Eres sobrina de Charlie?
—Sí pero no conozco a mi tío, llegue yo solita de New York hace poco, trabajo con los Masen, pasé un par de días con Bella allí en esa prisión donde vivía, casi me matan de hambre— se quejó.
— ¿Entonces querrás ser la acompañante de mi nieta ahora en Chicago? No quiero que ella esté sola, necesita a alguien de su edad— le ofreció. Alice dio un par de saltitos de gusto.
—Vaya claro que acepto, Chicago es ahora la capital de la moda, si alguna vez puedo recuperar mi herencia montaré una gran boutique— decía mi mejor amiga y prima también.
—Te ayudaré en ello— las dos parecían haberse hecho muy buenas amigas. Sentí unos brazos rodearme.
—Ven conmigo princesa— Edward me tomó de una mano y subimos al segundo piso. Llegamos a una terraza preciosa dónde su madre acostumbraba a tomar el té.
Edward se veía nervioso, pensativo y distante. Me dio algo de temor verlo así, quizás no le había gustado tan emperifollada como iba, yo era más sencilla claro.
—Sé que es muy pronto para decirlo y que somos jóvenes, que aún nos falta crecer pero yo… yo quería…— se veía tan lindo cuando hablaba atropelladamente, quise ayudarle, seguro que quería declararme su amor, con todas las cosas que había hecho por mí, no tenía la menor duda de que me amaba.
O tal vez, querría que fuera su novia, Alice había dicho que era lo común, conocerse y luego, tal vez, nosotros...
—Cásate conmigo Bella— me quedé en shock lo vi poner una rodilla en el suelo y mirarme con devoción.
—Sé que no tengo aún nada que ofrecerte, nada que haya conseguido por mí mismo, y que me tomará un tiempo establecerme como para poder hacerme cargo de ti. Pero necesito pedírtelo es lo que más deseo. Bella ¿aceptas casarte conmigo? Te amo, tú eres mi vida— me olvidé de respirar, de pensar, hasta de mi nombre.
No tenía dudas, yo lo amaba igual o más. Y también sabía que era pronto para hablar de matrimonio pero si quería, con todo mi corazón si quería ser su esposa algún día.
—Claro que acepto Edward, seré tu esposa, lo prometo— se puso de pie y me abrazó, luego tomó mi rostro entre sus manos y me besó con tanta ternura que sentí que me faltaban fuerzas para seguir de pie.
—Yo también lo prometo Bella, un día tú y yo nos casaremos. Por ahora me conformo con que seamos novios— dijo sonriéndome.
— ¿Novios? Esa es una gran responsabilidad señor Masen, no creo ser capaz de sobrellevarlo— le dije muy seria, su rostro se puso lívido. —Estoy bromeando Sir Edward, no me imagino con nadie más que contigo— lo atraje para poder abrazarlo y oír su corazón que estaba acelerado.
—Princesa, ahora muchas cosas cambiarán, tendremos que estudiar, adaptarnos a otro lugar, a otras costumbres.
—Lo sé espero que tu amor no cambie— le advertí.
—Claro que cambiará, crecerá más y más.
.
Miraba por la ventanilla del tren que me llevaría a una nueva vida.
Mi abuela estaba sentada con Alice, frente a nosotros, los señores Masen unos asientos más adelante frente a Emmett que leía un periódico. Edward estaba a mi lado.
No podía creer a dónde me iba y si me adaptaría a tantas cosas extrañas.
Pero ya no había lugar para mí en el pequeño pueblo que acababa de dejar.
Rogaba que papá encontrara el camino hacia mí pronto.
Algo me decía que lo volvería a ver.

***** F I N *******

De la primera temporada...
Avance de la secuela:
"Y mientras Bella volteaba a ver a Edward no pudo observar como una figura conocida caminaba en dirección al pueblo donde creció. Una figura que apuraba el paso con desesperación"

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